LA HISTORIA DE LA FOTOGRAFęA ANTE UN NUEVO TIEMPO CULTURAL: REFLEXIONES PARA UN ENCUENTRO INTERDISCIPLINAR

 

THE HISTORY OF PHOTOGRAPHY AND A NEW CULTURAL TIME: SOME REFLECTIONS FOR AN INTERDISCIPLINARY MEETING

 

Bernardo Riego AmŽzaga

Universidad de Cantabr’a, Espa–a

briego@unican.es

 


 

Resumen:

La fotograf’a, en tanto que fen—meno cultural y objeto de estudio por la Historia y las Ciencias Sociales, est‡ tambiŽn afectada por los intensos cambios que la digitalidad ha producido y que afectan tanto a su estructura tecnol—gica como a su propia identidad social y cultural.

Desde los inicios de la imagen digital se ha hablado de una supuesta ŇmuerteÓ de la Fotograf’a y la aparici—n de una nueva tipolog’a de im‡genes que han quebrado la l’nea hist—rica que identificaba a la Fotograf’a en su evoluci—n en los siglos XIX y XX.

El art’culo analiza Žstas cuestiones con algunas de las reflexiones que se produjeron desde la dŽcada de los a–os noventa y reflexiona sobre las estrategias en las que deber’a moverse una historia de la fotograf’a que no ignore algunos de los postulados de la posmodernidad y al mismo tiempo se enfoque en un an‡lisis ŇtransversalÓ del fen—meno cultural, social y tecnol—gico de la Fotograf’a.

Abstract:

The Photography as a cultural phenomenon object of study the History and Social Sciences, is also affected by the intensive changes that occurred by the digitaly process and affecting both its technological structure and its own social and cultural identity.
Since the beginning of the digital image has been talked about a supposed "death" of Photography and the emergence of a new typology of images that have broken the story line that identified Photography in its evolution in the nineteenth and twentieth centuries.
The article discusses these issues with some of the thoughts that occurred since the early nineties and reflects on the strategies that should move a history of photography that does not ignore some of the postulates of postmodernism and at the same time approach to a "transversal" analysis of the cultural, social and technological phenomenon of Photography
.

 


 

Palabras clave:

Historia de la fotograf’a; posmodernidad y relato hist—rico; historiograf’a fotogr‡fica; fotograf’a y cultura digital.

 

Keywords:

History of Photography; Postmodernism and Historical Story; Photo Historiography; Photography and Digital Culture.

 


 

1. Un momento ambivalente respecto al futuro de la propia Fotograf’a

Estamos asistiendo a un tiempo en el que la Fotograf’a, como manifestaci—n y pr‡ctica cultural, tiene una presencia cada vez m‡s ambivalente entre nosotros. Es evidente que algunos de los iconos culturales creados en torno a ella en las śltimas dŽcadas han calado en la sociedad y diversas figuras del pante—n fotogr‡fico se han incorporado ya, en mayor o menor medida, al  imaginario colectivo. En estos momentos no se ignoran algunos autores y creadores fotogr‡ficos gracias a que los medios de masas han amplificado y privilegiado a una serie de nombres y trabajos. Algunos autores de las vanguardias, como Man Ray, o reporteros como Robert Capa, por poner tan solo dos ejemplos muy evidentes,  han sido expuestos hasta la saciedad y ya no son desconocidos ni tan siquiera por aquellas personas a las que no les interesa especialmente la cultura fotogr‡fica. Las exposiciones que se exhiben de modo continuado atraen a un pśblico, no necesariamente entendido, en muchos casos pertenecientes a las generaciones m‡s j—venes y aunque los efectos de la crisis se notan en el ‡mbito editorial con una cierta frecuencia siguen apareciendo monograf’as en torno a autores, pero al mismo tiempo apenas se publican entre nosotros libros de investigaci—n o ensayos en torno al fen—meno cultural fotogr‡fico y en muchas de las personas que formamos el colectivo dedicado al estudio de la fotograf’a en sus mśltiples vertientes se ha instalado un cierto pesimismo, reforzado por la evidencia  de que la fotograf’a digital ha convertido a la vista de todos nosotros a la tradici—n fotoqu’mica en poco menos que arqueol—gica en apenas una dŽcada, algo que agudamente autores como Mart’n Lister predijeron ya a mediados de la dŽcada de los a–os noventa,  cuando la frontera entre las im‡genes de base fotoqu’mica y las de estructura binaria comenzaban a convivir y se pensaba por muchos que el relevo tecnol—gico iba a producirse m‡s lentamente de lo que en realidad ha sucedido:

 

ŇPensamos que estamos en el medio, quiz‡ solo en los primeros momentos de esta transformaci—n. -Escrib’a Mart’n Lister en 1995-.  El drama de los cambios ocurridos se vincula a los grandes ciclos en la cultura visual occidental, desde los esquemas y s’mbolos de la imaginer’a medieval, al realismo en perspectiva del renacimiento y de la autograf’a a la fotograf’a en el siglo XIX. Como todos los cambios hist—ricos, es mucho m‡s que un cambio tecnol—gico en la que las im‡genes est‡n hechas para ser un juego. Dentro de este discurso en el que lo que se propone nada menos es un cambio de Žpoca. Cambio de como la naturaleza del mundo es ahora imaginada y captada. (De todos modos problem‡ticamente) para convertirse en un cambio de como el mundo es visto.  Esos cambios ideol—gicos est‡n en relaci—n como ahora el mundo es conocido. (...) Y las identidades de quien ve y conoce en este momento. M‡s all‡ de estas referencias que est‡n hechas en los corrientes de la econom’a,  la pol’tica, y la producci—n, y los arreglos de las sociedades y comunidades en las que nosotros vivimos y adquirimos aquellas identidadesÓ (Lister, M. 1995, p. 4)

                       

2. Algunos indicios del cambio en la percepci—n de la propia esencia del sujeto fotogr‡fico en torno a una percepci—n pesimista.

Apenas cinco a–os antes de que se publicara este trabajo seminal de Martin Lister sobre la imagen fotogr‡fica digital, Fred Ritchin, en los Estados Unidos, ante los nuevos usos que  comenzaban a producirse  en las pr‡cticas editoriales de edici—n fotogr‡fica, se hab’a interrogado sobre la revoluci—n fotogr‡fica que se esperaba, y lo hac’a con la publicaci—n de varios ensayos que incid’an en los cambios que todav’a apenas se  vislumbraban,  pero ya en aquellos tempranos momentos, Ritchin pon’a el Žnfasis en uno de los elementos que iban a alterar toda la relaci—n de la fotograf’a con la verdad captada a travŽs del mundo de la informaci—n. Se iba a producir un intenso cambio en la percepci—n de la veracidad de las im‡genes por parte de un pśblico que, en tŽrminos generales, no estaba avisado sobre estos debates que si estaban ya surgiendo  en los ‡mbitos acadŽmicos y profesionales m‡s desarrollados. Las razones por los que la industria de la informaci—n comenzaba a usar estas tecnolog’as eran, ante todo, razones econ—micas basadas en los costes del producto informativo. Ritchin  pon’a algunos ejemplos de costo de producci—n en ilustraciones para los magazines ilustrados de los diarios que hab’an aconsejado usar el montaje digital para abaratar costes, y alertaba de algunos peligros que pod’an producirse en un campo mucho m‡s delicado al que la fotograf’a hab’a servido hist—ricamente sin grandes fricciones dentro del campo de la memoria:

ŇNo solo el periodismo, tambiŽn las instant‡neas de aficionados y la fotograf’a documental ser‡n en corto tiempo afectadas. La historia cultural, los acontecimientos pol’ticos, las memorias personales, todo quedar‡ bajo sospecha cuando el largo reinado de la fotograf’a como alta tecnolog’a de la sociedad pero humilde escriba de ella, se convierta en vulnerable. La fotograf’a de arte ya no sacar‡ gran parte de su fuerza y contexto  de una percepci—n que le es tan inherente como visible, realidades verificables, que ser‡n m‡s f‡ciles de ver como la pintura (...) Que se convertir‡n en un acto de la imaginaci—n del artista. Con esta tecnolog’a, la fotograf’a puede ser nuevamente orquestada (..) El mundo, m‡s que hablar el dialecto de la fotograf’a convencional, se impondr‡ a s’ mismo una imagen que estar‡ siendo interpretada simult‡neamente y que se convertir‡ en m‡s controlable y que ser‡ m‡s capaz de proyectar y confirmar sobre nosotros mismos  y sobre nuestro propio mundo o cualquier otro, estas im‡genesÓ (Ritchin, 1990, p. 5).

A lo largo de la dŽcada de los a–os noventa se fueron fraguando los elementos b‡sicos de esa percepci—n pesimista en torno a la Fotograf’a que hist—ricamente se hab’a practicado y hab’a acumulado un ingente conocimiento en torno a sus caracter’sticas espec’ficas en la representaci—n de la realidad y en la que la Historia y las Ciencias Sociales hab’an ido explorando y descubriendo diversos significados culturales y comunicativos. Ahora todo estaba comenzando a ser puesto de nuevo en revisi—n y los aspectos del debate quedaron claros desde que la imagen digital comenz— a ser una tecnolog’a en expansi—n y sus nuevas funciones y formas de captaci—n y visualizaci—n, afectaron a la propia esencia de la Fotograf’a. La veracidad fotogr‡fica, o el inconsciente —ptico, por usar un tŽrmino de las vanguardias, comenz— a dar  paso a unas im‡genes con aspecto de fotograf’as pero que ya estaban m‡s cerca del taller del pintor,  por medio de los programas de retoque digital que del laboratorio qu’mico del fot—grafo. William Mitchell en 1992,  Nicholas Mirzoeff en 1999 (en un texto publicado en espa–ol en 2003), Fred Ritchin en 1990, o Mart’n Lister en 1995 por citar los autores que de modo m‡s relevante abordaron en similares tŽrminos, a veces crudamente expl’citos y a veces sugeridos, la pretendida muerte de la fotograf’a y sobre todo introdujeron un nuevo concepto cultural que ahora ya est‡ plenamente vigente y es el de la postfotograf’a: ŇLa postfotograf’a es la fotograf’a de la era electr—nica que ya no intenta reflejar el mundo sino que se encierra en s’ misma para explorar las posibilidades de un medio liberado de la responsabilidad de se–alar la realidadÓ (Mirzoeff, 2003, p. 122).

 

 

Esa visi—n pesimista sobre el futuro de la fotograf’a como medio y testigo notarial de la realidad est‡ ya fijada en el discurso de muchos cr’ticos actuales y no se puede obviar que est‡ en relaci—n directa con el entusiasmo tecnocr‡tico de la propia industria electr—nica y digital, que ha crecido en un medio diferente al que hizo posible la imagen de base fotoqu’mica y que desconoce las tradiciones  tŽcnicas y las necesidades de los expertos que si obten’an respuestas en la investigaci—n fotoqu’mica, algunas tan relevantes como la perdurabilidad de los registros fotogr‡ficos. Una respuesta que todav’a resulta inconcreta en el ‡mbito digital y que, por el momento,  obliga a una incesante migraci—n para asegurar la pervivencia de las nuevas im‡genes de base numŽrica. Cuestiones Žstas muy relevantes porque la industria digital est‡ orientada al consumo masivo y no a los requerimientos profesionales m‡s espec’ficos, como muy bien nos recordaba Franziska Frey  en una conferencia que imparti— en las Jornadas Anton’ VarŽs de Girona en 2008 (Frey, 2008). De nuevo Fred Ritchin en su libro ŇAfter PhotographyÓ publicado en 2009 y en el que estudia las nuevas pr‡cticas fotogr‡ficas que se han instaurado ya con los telŽfonos m—viles y otros dispositivos,  retoma de nuevo esa persistente y evidente idea del  cambio de naturaleza de lo fotogr‡fico como un nuevo camino que ya no tiene relaci—n con su pasada tradici—n y apunta ya a una conceptualizaci—n divergente entre ambos tipos de producciones basadas todav’a en la captaci—n de escenas a travŽs de una c‡mara fotogr‡fica: ŇDesde el siglo XIX  la fotograf’a ha sido un medio de autoexpresi—n y un ambiguo constructo social, una estrategia para iluminar y certificar y al mismo tiempo para distorsionar y calcificar. Pero el medio ya no ser‡ lo que fueÓ (Ritchin, 2009, p. 185).

Para Žste autor, como para otros tantos que siguen esta l’nea interpretativa, ha emergido una nueva tipolog’a de im‡genes a los que ya no se denomina ni tan siquiera fotogr‡ficas y que no parecen tener relaci—n con las que han sido tradicionales antes del advenimiento y la socializaci—n de la digitalidad,  ni en su factura, ni en sus estrategias de relaci—n con el espectador o con los canales cl‡sicos de difusi—n:

ŇFinalmente, las fotograf’as digitales, en relaci—n al espacio, al tiempo, a la iluminaci—n, a la autor’a, al resto de los media, dejan claro que representan un enfoque esencialmente diferente al que hace la fotograf’a anal—gica. TambiŽn se pondr‡ de manifiesto que, en gran medida este grupo emergente de estrategias ser‡ para siempre vinculado con otras, como un componente m‡s en el juego interactivo, interoperando en la red dentro de un m‡s extenso metamedio. A este  paradigma, que aśn no ha emergido totalmente, se le puede llamar "hiperfotograf’aÓ  (Ritchin, 2009, p. 141).

 

2.1. El papel desconstructor de los relatos posmodernos y su conexi—n con la visi—n pesimista del futuro de la Fotograf’a.

Pero la delimitaci—n de dos etapas de las im‡genes fotogr‡ficas en torno a sus caracter’sticas tecnol—gicas, ha venido acompa–ada de una evidente deconstrucci—n en torno a las propias concepciones culturales que han sustentado sus significaciones al menos en la historiograf’a elaborada desde el siglo XX y que en otros trabajos he intentado relacionar desde su transcurso hist—rico que hizo posible que los presupuestos historiogr‡ficos de los autores del siglo XIX centrados en la tŽcnica dieran paso en el siglo XX a los estudios centrados en las im‡genes y sus formas de presentar la realidad. Sin olvidarnos de Allan Sekulla, y otros autores que Jorge Ribalta recopil— en su influyente libro Efecto Real, es evidente que uno de los primeros trabajos elaborados con rigor y que abordaban Žsta desconstrucci—n de las pr‡cticas de exŽgesis tradicionales en torno a la historia de la fotograf’a fue el de Geoffrey Batchen, que ya en 1997, coincidiendo su obra con esta tendencia tecnol—gica a asistir al duelo de la fotograf’a tradicional, hizo una de las primeras incursiones muy argumentadas sobre Žsta puesta en cuesti—n que hab’a permanecido sin apenas discusi—n a lo largo de las dŽcadas anteriores. En su libro Arder en deseos. La concepci—n de la fotograf’a que apareci— en espa–ol en 2004, el propio objeto hist—rico era en su an‡lisis, cuando menos dudoso o estaba insuficientemente enfocado:

ŇTradicionalmente los cr’ticos de fotograf’a han reformulado r‡pidamente Žsta cuesti—n ontol—gica al abordarla como una cuesti—n hist—rica, es decir, como una bśsqueda de los or’genes. La pregunta acerca de ŇŔquŽ es la fotograf’a?Ó se transforma f‡cilmente en ŔÓdonde y cuando comenz— la fotograf’a?Ó Las respuestas a esta segunda pregunta han sido f‡ciles de formular, ya que se apoyan en conceptos de historia que rara vez se analizan detenidamente y en pruebas que se consideran  evidentes en s’ mismas. As’ pues, la historiograf’a de la fotograf’a est‡ compuesta, en general, por un r‡pido movimiento desde las dificultades de la investigaci—n filos—fica a una simple y selectiva exposici—n de hechos. De Žste modo, un edificio te—ricamente fr‡gil, el de la identidad se–alada por la palabra Ňfotograf’aÓ se han levantado sobre unos cimientos pocas veces cuestionados, de informaci—n hist—rica incesantemente repetidaÓ (Batchen, 1997, p. 29).

No es objeto de Žste art’culo debatir estos elementos que en el trabajo de Batchen est‡n muy bien engarzados cuando analiza a autores centrales de la configuraci—n de la historiograf’a fotogr‡fica anterior a su libro. Es cierto que el giro interpretativo reside en que a Batchen, como a Sekulla y a tantos otros autores posmodernos hay que interpretarlos dentro de su propia escuela y en sus concepciones epistemol—gicas concretas en las que la historia no es m‡s que un tipo de relato como lo son otros tipos de narrativa pero al que niegan toda cientificidad. Adem‡s, como muy bien sabemos los que transitamos entre la historia y las ciencias sociales con frecuencia, un tŽrmino hom—nimo no significa necesariamente lo mismo en un enfoque metodol—gico o en otro. Precisamente por eso, es importante saber quŽ leemos cuando interpretamos los presupuestos conceptuales de cada autor concreto, y m‡s en el ‡mbito cultural de la fotograf’a, cuyas aportaciones se han ido conformando a lo largo del tiempo desde diferentes campos de conocimiento.

No hay duda que estamos ante un complejo panorama de cambios de paradigmas que est‡n implant‡ndose en sustituci—n de los anteriores que tuvieron tan largo recorrido; de recepci—n de corrientes que est‡n imponiŽndose aun de modo fragmentado para un medio que, como le ha ocurrido a la Fotograf’a en el pasado, ha sido muy influyente socialmente pero que apenas ha ocupado un interŽs mayoritario en las humanidades y en las ciencias sociales y que se ha entendido al mismo tiempo como comunicativo, social o art’stico, y por ese motivo se ha abordado en el siglo XX desde disciplinas y presupuestos tan diferentes y en ocasiones con interpretaciones divergentes. Este territorio, diverso epistemol—gicamente, a veces confuso por las diferentes procedencias intelectuales de quienes producen significados y contenidos en torno a las im‡genes, la sociedad y el propio medio, es el territorio sobre el que hoy transitamos quienes nos dedicamos a explicar el significado hist—rico y cultural de la Fotograf’a. En eso consiste una parte de su atractivo, en la diversidad intelectual que tiene y en el entusiasmo que provoca. El problema estriba no tanto en pedir que las cosas sean m‡s f‡ciles, sino en que sepamos navegar por su complejidad. Siempre recuerdo en este punto, aquel grito del poeta Baudelaire a mediados del siglo XIX cuando su realidad hab’a cambiado y lo expresaba con aquel rotundo: ÁOdio m’ tiempo! Porque le faltaba acabar la reflexi—n con una humilde realidad Álo odio, porque no lo entiendo! Y en eso reside el reto, en entender el tiempo interpretativo en el que nos encontramos. Una tarea que desde luego no es nada sencilla.

 

3.- ŔLa fotograf’a est‡ ŇmuertaÓ o ante una nueva encrucijada? Algunas apariencias y certezas.

Acabo de salir de una experiencia docente en la que he trabajado con alumnos en fase de formaci—n doctoral que no estaban relacionados con el documento fotogr‡fico, y que, finalmente,  han terminado convencidos de que las im‡genes sirven y mucho para explicar un tiempo concreto, pero que lo hacen de un modo diferente a los documentos escritos tradicionales, con una potencialidad que no presenta el propio documento escrito o impreso, a pesar de que la inmediatez de lo que muestran las im‡genes necesita siempre de todo un aparato contextual y unos instrumentos de interpretaci—n que son radicalmente diferentes a los de la escritura textual, pero para los que contamos ya con una relevante literatura cient’fica en torno a la interpretaci—n de las im‡genes fruto de las aportaciones de muchos autores a lo largo de las śltimas dŽcadas. En mi opini—n, la Fotograf’a como medio tecnol—gico no est‡ muerto, sino en una nueva encrucijada, una m‡s de las que tuvo que enfrentarse desde su invenci—n en 1839, cuando empez— siendo un registro sobre metal, pas— al cristal y al papel, y en todos los momentos demostr— su capacidad adaptativa a los cambios sociales, econ—micos, pol’ticos y narrativos de un tiempo que se fue haciendo cada vez m‡s y m‡s complejo. La fotograf’a digital no hace sino adaptarse a una sociedad posmoderna, donde los l’mites precisos del pasado se han tornado difusos. Hoy lo objetivo y lo subjetivo est‡n en el mismo plano, la ficci—n parece realidad y al contrario. ŔPor quŽ raz—n en esa sociedad de pensamiento dŽbil tendr’a que resistir el valor de la veracidad fotogr‡fica, cuando la idea de Objetividad est‡ en derribo, c—mo lo est‡ la propia utop’a del Progreso que ha sido tan persistente y ha atravesado el pensamiento de los autores de los siglos XIX y gran parte del siglo XX? El reto est‡ en quŽ a quienes nos toca explicar la cultura creada con la Fotograf’a y en sus mśltiples relaciones con la sociedad, nos toca tambiŽn adaptar nuestro relato a la propia complejidad cultural en la que nos encontramos, que ya no puede reducirse a un positivismo objetivista de datos y descripciones, sino a una interpretaci—n que se atreva a abordar la propia transversalidad social y cultural que ha tenido en su propio devenir hist—rico, sin que eso signifique en modo alguno que haya que alterar las condiciones hist—ricas que identifican a cada etapa del pasado que ten’a sus propios valores y en ellos resid’a el marco donde entend’an e interpretaban las im‡genes fotogr‡ficas los espectadores de su tiempo.

A pesar de la diversidad de las aproximaciones intelectuales, de lo minoritario que pueda resultar la especialidad en torno a la Fotograf’a y de las dificultades derivadas de la convivencia de diferentes epistemolog’as en torno a la interpretaci—n de los documentos fotogr‡ficos, sigo siendo optimista respecto al recorrido del trabajo cultural sobre las significaciones de los fen—menos fotogr‡ficos y el enorme futuro que tiene trabajar en un campo que se relaciona con una de las formas de mostrar el mundo m‡s relacionados con la densa iconosfera que nos envuelve. Vivimos rodeados de im‡genes, en gran medida -aunque no todas, evidentemente-, de base y apariencia fotogr‡fica, y su comprensi—n y an‡lisis desde las que proceden del pasado hasta las que se producen en la actualidad es un campo de trabajo estimulante y atractivo. Nadar en sus memorias de fot—grafo del siglo XIX, escribi— que la Fotograf’a le hab’a dado mucho, y es cierto que es un medio generoso con quienes est‡n en su derredor, la sensaci—n de satisfacci—n descubriendo sus significados y compartiŽndolos con otros interesados, es algo en lo que coincidimos todos los que nos dedicamos a  entender Žstas im‡genes que no tienen precedentes hist—ricos antes del siglo XIX y que ahora, como las interpretaciones en torno a ellas, est‡n en una nueva mutaci—n tecnol—gica y cultural que, al mismo tiempo, nos est‡n revelando transformaciones sociales que se est‡n produciendo y a las que una nueva forma de hacer im‡genes fotogr‡ficas est‡ intentando dar respuesta desde las practicas mśltiples y con prop—sitos diversos que engloban las actividades fotogr‡ficas.

 

4. Por una historiograf’a que explique y contemple interpretaciones conectadas con un tiempo hipervisual.

En la presentaci—n de La C‡mara de Pandora, Joan Foncuberta apunta una idea que comparto y que me resulta de un enorme interŽs para el prop—sito de Žstas reflexiones cuando escribe que:

ŇCada sociedad necesita una imagen a su semejanza [y] la fotograf’a argŽntica aporta la imagen de la sociedad industrial y funciona con los mismos protocolos (...) En cambio, la fotograf’a digital, es consecuencia de una econom’a que privilegia la informaci—n como mercanc’aÓ (Foncuberta, 2010, p. 12).

Es cierto que unos y otros llevamos muchos a–os a vueltas con los relatos historiogr‡ficos construidos en torno a la Fotograf’a. En 1994, Carmelo Vega y quien escribe este texto, intentamos indagar en los or’genes historiogr‡ficos en los que se sustentaba la fotograf’a, Carmelo desde la perspectiva de historiador del arte y yo desde mi base formativa de historiador contemporanista y ambos interesados tambiŽn en aquellos a–os por la pr‡ctica fotogr‡fica (Riego & Vega, 1994). Un tema, el de la historiograf’a, que en mi caso abordŽ por śltima vez en 2003, en un libro titulado Fotograf’a. Crisis de Historia que edit—, precisamente, Joan Foncuberta y en la que diversos autores expon’amos posiciones diferenciadas ante el fen—meno de la historia de la fotograf’a que estaba ya mutando y se sent’a la necesidad de superar modelos historiogr‡ficos que si bien hab’an cumplido el objetivo de poner en valor cultural a la Fotograf’a, se hab’an agotado en sus planteamientos. Fotograf’a. Crisis de Historia es sin duda en nuestra bibliograf’a, el eslab—n entre los modos de hacer historia que practicamos con mayor o menor fortuna desde la dŽcada de los a–os ochenta, y la cada vez mayor primac’a  que est‡n adquiriendo los relatos posmodernos en torno a la Fotograf’a, una visi—n que entre nosotros introdujo, como ya he mencionado anteriormente, Jorge Ribalta con su libro Efecto Real y la exposici—n que comisari— en el MACBA sobre la utop’a de la documentalidad, en el a–o 2008, bajo el t’tulo de Archivo Universal.

Pocas generaciones tienen el privilegio de haber sido parte activa de la puesta en marcha de un modelo historiogr‡fico, debatir, asistir y participar en sus evoluciones y transformaciones metodol—gicas que han dado como resultado una extensa producci—n de textos y materiales y dŽcadas despuŽs encontrarse con que el propio objeto de estudio ha sufrido en el camino una mutaci—n tan grande que algunos autores dudan ya hasta de su propia utilidad para el presente y de interŽs para el devenir en un tiempo que cada vez es m‡s hiper audiovisual. Una Žpoca en la que, solo en 2013, se colocaban en Youtube siete horas de video en cada minuto transcurrido. Un tiempo que asiste a una avalancha de informaci—n por mśltiples canales y pantallas y en los que una imagen fija y est‡tica extra’da de la realidad parece ya algo muy peque–o en relaci—n con los excesos visuales y audiovisuales a los que asistimos cada d’a. Pero al mismo tiempo no podemos olvidar que la sociedad en la que vivimos inundados de im‡genes y est’mulos visuales solo ha sido posible por su herencia fotogr‡fica y por la densidad ic—nica que desde el siglo XIX fue adquiriŽndose, que se multiplic— despuŽs por el fotograbado y en estos momentos por el desarrollo, aśn no concluido, tecnolog’as digitales.

 

5. La desconexi—n entre la pr‡ctica fotogr‡fica y el conocimiento te—rico en la construcci—n historiogr‡fica m‡s reciente.

En un esquema cl‡sico, quienes nos hemos dedicado a indagar sobre el fen—meno fotogr‡fico en su relaci—n con la historia, cont‡bamos con el siglo XIX como etapa de nacimiento y primera identidad social de la tecnolog’a, del medio, o del proceso expresivo, dependiendo la perspectiva de aproximaci—n historiogr‡fica que se hiciese en torno a la Fotograf’a, m‡s tarde, el siglo XX como la etapa de maduraci—n dentro de la sociedad de las masas en las formas narrativas, a las que se denominaron Ňnueva visi—nÓ, Ňfotograf’a de la modernidadÓ u otras etiquetas en las que fuimos descubriendo y consumiendo autores que han pasado ya al imaginario colectivo, y a finales del siglo XX fue emergiendo un fen—meno diferente; la denominada imagen (que no fotograf’a) digital, que planteaba  nuevos paradigmas de an‡lisis y que en apenas una dŽcada logr— que se fuera desvaneciendo de manera inexorable toda la tradici—n fotoqu’mica tan s—lidamente arraigada y que ten’a un contexto industrial de investigaci—n que en pocos a–os se ha ido quedando obsoleto. Cuando hace a–os estudi‡bamos un autor, una Žpoca del desarrollo fotogr‡fico o una tŽcnica que hab’a conseguido logros expresivos, nos mov’amos en una tradici—n tecnol—gica que con variaciones formales segu’a siendo la misma, y de la que quienes trabaj‡bamos en Žste campo entend’amos perfectamente. Pero esta continuidad no est‡ ahora asegurada ya que los nuevos investigadores que se interesan por el fen—meno fotogr‡fico, y los que vengan en las pr—ximas dŽcadas, habr‡n perdido ya la conexi—n con la tradici—n tecnol—gica y fotoqu’mica de la fotograf’a y tendr‡n que hacer verdaderas incursiones arqueol—gicas para poder entender elementos de su estudio que sean pertinentes con el an‡lisis que est‡n desarrollando. Hace muy poco tuve esa primera percepci—n cuando en una tesis doctoral, la autora, que estaba defendiendo un magn’fico trabajo, se sinti— obligada a dedicar unas p‡ginas a explicar c—mo era y c—mo captaba las fotograf’as una c‡mara tipo Rolleiflex de doble objetivo. Mi primera reacci—n fue de sorpresa por lo innecesario que me parec’a esa explicaci—n, pero pronto entend’ que hay investigadores actuales que no han tenido contacto con esas realidades de la tecnolog’a fotogr‡fica y su aproximaci—n ya no parte de la experiencia sino del conocimiento te—rico. Porque es evidente que muchos de los que hemos construido historia de la fotograf’a en estos a–os lo hemos hecho tambiŽn con un conocimiento y una pr‡ctica tŽcnica que nos permit’a dar por supuestas algunas cuestiones b‡sicas, que en el futuro habr‡ que explicar o, cuando menos, reconstruir. Del mismo modo que ahora cuando explicamos un espect‡culo visual como el mundonuevo, tenemos que imaginarnos la experiencia porque como autores nunca tuvimos pr‡cticas directas respecto a sus formas y modos narrativos.

Lo que le ha ocurrido a la fotograf’a, tambiŽn le ha sucedido a otras tecnolog’as de muy extensa influencia social y que ahora han mutado de un modo tan radical que tambiŽn su arqueolog’a resulta problem‡tica. Es el caso de la imprenta, cuyos procesos actuales son radicalmente diferentes a los que se practicaban hace tan solo unas dŽcadas, sumidos en procesos industriales en los que los tipos de metal y una serie de especialidades en torno al texto, se han convertido ya en una memoria difusa, porque cada vez quedan menos supervivientes de aquellas tŽcnicas profesionales. Es ley de vida, se dir‡, pero sobre todo es la inexorable implosi—n  de la digitalidad que ha cambiado la relaci—n hist—rica con los procesos y las materias que constitu’an nuestra tradici—n cultural, algo que tambiŽn ha sucedido en torno a la propia construcci—n de las im‡genes. Hasta ahora nos resultaba f‡cil e incluso era evidente entender que la proyecci—n de una imagen fotogr‡fica en funci—n de la distancia focal de la c‡mara que la hab’a captado, era heredera de las reglas de la perspectiva renacentista, y eso explicaba que autores como David Hockney reivindicaran un Ňconocimiento secretoÓ en la pintura y ŇdescubrieraÓ que muchos pintores se valieron de c‡maras oscuras para poder detallar con mucho realismo las figuras de sus cuadros. La continuidad entre las reglas pict—ricas y las proyecciones fotogr‡ficas de la c‡mara oscura han sido bien estudiadas desde el trabajo que Peter Galassi public— en 1984 bajo el t’tulo de Before Photography,  sin embargo, ahora nos encontramos que las im‡genes salidas de los dispositivos selfmedia, tal y como los ha etiquetado  Patrice Flichy en su libro sobre el imaginario de Internet, en esos nuevos dispositivos, por ejemplo la c‡mara de un telŽfono m—vil; no tienen ni tan siquiera, por su m’nimo grosor,  la distancia focal requerida para que las proyecciones fotogr‡ficas parezcan iguales a las que hac’an anteriormente las c‡maras de base fotoqu’mica, y tiene que ser un software interno el que se invente y literalmente reconstruya Žste principio b‡sico de proyecci—n en perspectiva que permita a las im‡genes de base digital captadas por estos aparatos parecerse a las que hist—ricamente hemos aceptado como realistas, a pesar de que gracias a la interpretaci—n que hace el software que procesa la imagen captada, las proyecciones en perspectiva de las im‡genes digitales, son tan solo una de las muchas posibilidades que se pod’an configurar en la apariencia final, sin olvidarnos que los nuevos dispositivos de captaci—n de im‡genes portan  tambiŽn capacidades de difusi—n y almacenamiento que nada tienen que ver con las pr‡cticas culturales del pasado en torno a la captaci—n de las im‡genes fotogr‡ficas que necesitaban de un paso por el laboratorio o de un proceso qu’mico producido in situ como ocurr’a con las Polaroid. Nadie nos asegura que en el futuro esas premisas heredadas en los  dispositivos digitales elaboren otro tipo de im‡genes que ya no hereden las propiedades visuales de la Fotograf’a de base argŽntica que a su vez son consecuencia de la cultura de la representaci—n pict—rica renacentista.

ŔEn d—nde estamos en un momento como el presente? Evidentemente ante un tiempo nuevo en el que algunos de los mŽtodos que nos han servido en el pasado tienen que ser reconfigurados. Me parece muy śtil que desde diferentes ‡mbitos de conocimiento se explique el fen—meno cultural, social, estŽtico o comunicativo de la Fotograf’a y que se tiendan puentes en esa diversidad epistemol—gica, que aunque parece complicar las cosas, en mi opini—n, enriquece las perspectivas de an‡lisis. Ese encuentro era uno de los objetivos de Žste monogr‡fico. En el caso de la historiograf’a  es notorio que hay que dar un nuevo paso, en mi opini—n en la direcci—n de insertar el estudio de la Fotograf’a y sus im‡genes en un contexto cultural m‡s integrado. Si en la dŽcada de los a–os ochenta nuestro objetivo era hacer notar el valor de lo fotogr‡fico que era ignorado en la construcci—n  cultural  de entonces, en estos momentos sin duda la utilidad de la historia de la fotograf’a, consistir‡ sobre todo en insertar los fen—menos fotogr‡ficos, cualesquiera que hayan sido, en un contexto m‡s integrado que explique mejor las influencias, las relaciones y la propia transversalidad de las im‡genes fotogr‡ficas en un discurso que tiene que ser mucho m‡s afinado. Tal vez hemos usado y abusado mucho de la pr‡ctica de ŇextraerÓ un fen—meno cultural de su contexto para estudiarle mejor y hacerlo de modo aislado porque era m‡s c—moda su explicaci—n, y ahora el reto estŽ justamente en integrar el fen—meno estudiado en un complejo mucho m‡s extenso,  que nos permita comprender aspectos que se nos han pasado por alto. La intertextualidad cultural de las im‡genes fotogr‡ficas, es evidente, pero nos hemos dedicado poco a explorar en esa direcci—n y es sin duda una de las l’neas de indagaci—n en los a–os venideros.

Es posible que el estudio de la Fotograf’a siga siendo una actividad minoritaria y es deseable que aparezcan en las generaciones m‡s j—venes nuevos expertos que en muchos casos remodelar‡n los presupuestos metodol—gicos que hemos aplicado en el pasado. Pero no hay lugar para el pesimismo, hemos conseguido con el trabajo de muchos que la Fotograf’a sea ya una parte de las manifestaciones culturales reconocidas desde los autores del siglo XIX, quedan muchas cuestiones por estudiar, hay muchos aspectos que aun conocemos mal, necesitamos nuevas formas de aproximaci—n conceptual que ir‡n apareciendo y inventar estrategias de difundir lo estudiado con los nuevos soportes que la propia digitalidad est‡ creando, nuevas formas y mŽtodos que tendr‡n que adaptarse a un tiempo que ya es diferente, una nueva encrucijada en la que de nuevo y como dijo FranŤois Arago cuando present— el daguerrotipo en la Academia de Ciencias de Par’s en enero de 1839: Ňante todo tenemos que permanecer atentos a lo imprevistoÓ.

 

Referencias bibliogr‡ficas

Batchen G. (2004) (original en 1997). Arder en Deseos. La concepci—n de la Fotograf’a. Barcelona: Gustavo Gili.

Foncuberta, J. (2010). La C‡mara de Pandora. La Fotograf’@ despuŽs de la Fotograf’aÓ Barcelona: Gustavo Gili.

Foncuberta, J. (Editor) (2003). Fotograf’a. Crisis de Historia. Barcelona: Actar.

Frey, F. (2008). Creaci— de Collec.cions Digitales. Girona: Actas de las Jornadas Antoni VarŽs. Documento en l’nea: http://www.girona.cat/sgdap/docs/nmr36udfranziska%20frey.pdf            

Galassi, P. (1984). Before Photography. Painting and The Invention of Photography. New York: MOMA.

Hockney, D. (2001). El conocimiento secreto. Madrid: Destino.

Lister, M. (1995). The photographic image in digital culture. London: Routledge.

Mitchell, W. J. (1992). The Reconfigured Eye. Visual Truth in the Post-Photographic Era. Masachussets:  MIT Press.

Mirzoeff, N. (2003) (original en 1999). Una introducci—n a la Cultura Visual. Madrid: Paid—s.

Ribalta, J. (Editor) (2004). Efecto Real. Debates posmodernos sobre fotograf’aÓ. Barcelona: Gustavo Gili.

Ribalta, J. (2008). ŇArchivo UniversalÓ Barcelona: MACBA.

Riego, B. y Vega, C. (1994). Fotograf’a y mŽtodos hist—ricos, dos textos para un debate. Santander: Universidad de Cantabria, Universidad de la Laguna.

Ritchin, F. (2009).  After Photography. New York: W.W. Norton.

Ritchin F. (1990). In Our Own Image. The Coming Revolution in PhotographyÓ. New York: Aperture.

 

 

                                                              

C—mo citar: Riego, B. (2015). ŇLa Historia de la fotograf’a ante un nuevo tiempo cultural: reflexiones para un encuentro interdisciplinarÓ. Fotocinema. Revista cient’fica de cine y fotograf’a, 10, pp. 9-25. Disponible: http://www.revistafotocinema.com/index.php?journal=fotocinema&page=article&op=view&path[]=273