Noël Burch (2017). Praxis del cine. Madrid: Editorial Fundamentos, 177 pp. Reseña de Carlos Javier Eguren Hernández.

Somos ferozmente partidistas en este otro plano, persuadidos como estamos de que el cine es el único arte que tiene un porvenir inmediato, el único cuyo feliz desarrollo futuro es, desde ahora, si no previsible al menos preconizable, en términos de evolución interna del lenguaje y de las formas cinematográficas… terreno que nos parece absolutamente primordial en la gestación de un arte (Burch, 2017, p. 175).

 

Con esta pasión, escribe el crítico y teórico estadounidense Noël Burch en Praxis del cine a la hora de descifrar el futuro del séptimo arte y hoy sus palabras, reeditadas nuevamente en España, nos llevan a valorar el avance de esta forma artística desde todas las perspectivas posibles. El cine, ya sea arte, entretenimiento o como queramos calificarlo, es parte de la vida de gran parte de la población y su estudio es un área de divulgación en constante apertura.

En su libro, Noël Burch analiza cómo hacer cine de un modo práctico, eludiendo la fría teoría en muchos aspectos, para poder así realizar un estudio sustentado en los ejemplos de obras clásicas de diferentes autores de múltiples nacionalidades. En las páginas de Praxis de cine se recoge un análisis de numerosas películas desde variadas perspectivas, como el suspense de La soga de Alfred Hitchcock, la fuerza de La terra trema de Visconti, el uso del lenguaje cinematográfico de Ciudadano Kane de Orson Wells o la atmósfera de M el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang. Además, se citan a otros realizadores e investigadores como Renoir o Eisenstein. Aparte del cine estadounidense y europeo, Burch también se centra en obras asiáticas de autores como Los amantes crucificados de Mizoguchi o La fortaleza escondida de Kurosawa, de los que habla especialmente para reivindicar su uso de la música; no obstante, escribiría Al distante observador, donde discierne con amplitud sobre el cine asiático.

La obra se divide en cuatro partes que aglutinan los diferentes trabajos de Burch publicados en la prestigiosa revista francesa Cahiers du Cinéma: elementos base, dialécticas, elementos perturbadores y reflexiones sobre el argumento. Por último, en la conclusión se cita cómo los trabajos de Burch fueron acogidos (y criticados muchas veces) por los lectores de la revista y las previsiones del investigador sobre el futuro cinematográfico.

El espacio, la estructura, el racord, la utilización de la imagen… recorren las páginas escritas por Burch y lo hacen con un talante divulgador todavía de pleno interés en nuestra época. Es así como su teoría sobre el espacio fílmico de Nana encuentra sentido incluso hoy. El lector de este volumen regresa así al marco temporal de los inicios de la investigación cinematográfica, volver a dichos cimientos supone recomponer lo que entendemos y damos por hecho. Es interesante, por ejemplo, leer como Burch recoge la polémica relación de autores como Jean-Luc Godard o Alain Resnais con el uso más clásico del lenguaje cinematográfico (por ejemplo, el encadenado), siendo partidarios ellos de crear con un nuevo margen de libertad.

Es en la dialéctica del lenguaje donde Burch se centra con gran fuerza para desentrañar el uso de la imagen, pero también habla del sonido, dando consejos como la grabación del sonido ambiente y las palabras por separado, lo que nos permite la concepción técnica del cine en su momento. El autor se muestra optimista en cuando al ímpetu técnico: “Siempre es permisible esperar que los buscadores calificados acaben encontrando los medios para llevar a cabo experiencias que nos parecen capitales si el cine quiere realizar plenamente sus potencialidades” (Burch, 2017, p. 106). Puede que está actitud, en la actualidad, sea la que nos haga revivir ese espíritu de eterna renovación que el arte siempre requiere.

Regresando a la imagen, Burch habla también del impacto que se puede generar sobre ella y, aunque el azar pocas veces existe en el cine, también lo juzga de un modo organizado cuando cita obras vanguardistas o surrealistas como Un perro andaluz, donde señala cómo Buñuel y Dalí consiguen el efecto de choque en el público mediante la aparente tranquilidad antes de realizarse el corte del ojo.

Aparte del impacto de la imagen, Burch investiga sobre otro efecto que esta tiene en el espectador y es el uso poético como metáfora en el cine de artistas como Ingmar Bergman y sus obras: Persona, El séptimo sello o Fresas salvajes, entre otras.

En este aspecto, podemos citar también la dicotomía entre el cine de entretenimiento y el cine de autor, cuando el propio Burch cita las figuras de John Ford y Raoul Walsh, a los cuales se consideraba como directores de películas que se ven y se olvidan. Indudablemente, esto supone un planteamiento discutible tras la interpretaciones y estudios que se hacen de obras de estos creadores como La diligencia, El hombre que mató a Liberty Valance, Altas Sierras o Al rojo vivo.

Más allá de debates, regresar a las páginas del autor de La lucarne de L’Infini resulta siempre interesante. La Editorial Fundamentos reeditó en 2017 este manual que acerca el cine a la perspectiva del hacedor y del investigador, sobre todo en cuanto a las claves de lenguaje cinematográfico. El trabajo de la editorial ha consistido en ponerlo de nuevo al servicio del público tras cierto tiempo descatalogado. Puede que algún completista hubiese exigido también algún nuevo material, como una nueva introducción más allá de la hecha por el recientemente desaparecido André S. Labarthe, o un análisis del impacto de esta obra en el mundo académico.

Como se reconoce en el propio volumen, Praxis del cine es un libro dedicado principalmente a los cineastas, pero también a los amantes del cine. Debemos añadir que, además, es uno de los pilares sobre los que se han sustentado numerosos trabajos de investigación. La última frase es: “pero el cine continúa” (Burch, 2017, p. 177) y los lectores no podemos negar que la investigación de este, con obras como Praxis del cine como guía, también lo hacen.