Jordi Balló y Alain Bergala (eds.), (2016). Motivos visuales del cine. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 457 pp. Reseña de Luis Miguel Machín Martín
La teorización y reflexión sobre el cine como medio de transmisión de símbolos y estéticas sigue siendo un terreno fructífero para presentar interesantes aportaciones. Motivos visuales del cine explora las posibilidades estéticas, simbólicas y narrativas de una serie de elementos recurrentes en el universo cinematográfico que han acabado por convertirse en clichés o en puntos de encuentro necesarios para cineastas y guionistas.
Editado por Jordi Balló y Alain Bergala, el libro se divide en 12 grandes recipientes visuales entre los que se reparten 62 ensayos, escritos cada uno por un autor diferente. Esos 62 escritos, de entre 3 y 5 páginas de extensión aproximadamente, aparecen a veces como un conjunto de elementos asociados, como una familia semántica. Por ejemplo, dentro del tema “Hogar” se incluyen textos sobre motivos como “la cama”, “la casa” o “la comida en familia”. Otras veces la división obedece a un tema más abstracto, como “Conceptos”, donde se reflexiona, por ejemplo, sobre “el abismo”. También se proponen divisiones más cercanas al propio medio cinematográfico. Así temas como “Plano general” o “Encuadre” profundizan en la relación entre imagen y lenguaje en el cine, temas en los que se advierten las variadas formas de aproximarse al lenguaje cinematográfico de diferentes realizadores.
Para cada motivo visual los respectivos autores de los textos han escogido una limitada cantidad de obras fílmicas para desarrollar sus reflexiones, por lo que no debe esperarse una lectura histórica e integral de cada motivo ni un análisis exhaustivo de la evolución de esos temas a lo largo del tiempo, sino más bien una muestra de la utilización de esas imágenes, un fragmento seleccionado a conciencia por los autores para desarrollar un determinado ejercicio ensayístico. No obstante, caben excepciones, como la del texto escrito por Gonzalo de Lucas, donde desarrolla el tema “La caída de la lágrima”. En él se realiza un viaje frenético pero sustancioso que recorre la presencia de la lágrima y las emociones de personajes e intérpretes femeninos en las obras de clásicos como Robert Bresson, Mizoguchi u Ozu, y la evolución de este motivo con la aparición de cineastas modernos, que “transformaron las formas fílmicas del retrato femenino [y] procuraron que las lágrimas revelasen la intimidad de la intérprete y una emoción autobiográfica”, (p. 361).
Aunque esta obra anima al lector-espectador a realizar un ejercicio de visión crítico y lúdico explorando más motivos visuales en el cine, también es un ejercicio cerrado y coherente de reflexión cinematográfica, como un libro-artefacto concebido con un principio y un final. Además, Motivos visuales del cine invita a considerar las múltiples opciones de que disponen de un mismo objeto o acción. También pretende señalar la elaboración colectiva de los propios motivos en el arte y la cultura, que artistas y espectadores acaban asumiendo y asimilando. Así, estos motivos visuales llevan una carga histórica. Son los ladrillos de un edificio construido como una identidad visual de conjunto, que atañe a los creadores y al público.
Porque, de hecho, de estos estudios contenidos en el libro subyace el tema de la intertextualidad, en la que unos cineastas dialogan con otros y dejan que sus obras hagan lo propio con obras contemporáneas o anteriores, entroncándose en una gran tradición visual.
Este libro, que surge como una especie continuación de Imágenes del silencio: Los motivos visuales en el cine, escrito por el propio Balló en el año 2000, habla, en definitiva, de la memoria en el cine, de la retroalimentación que la obra cinematográfica realiza a través de una serie de tópicos visuales. Y supone, además, una reivindicación del cine como arte independiente, que, con más de 100 años de historia, ha madurado y se ha emancipado de otras formas artísticas que poseen sus propios códigos estéticos.