Carmelo Vega (2017). Fotografía en España (1839-2015) historia, tendencias, estéticas. Madrid: Manuales de Arte Cátedra. Reseña de Bernardo Riego Amézaga (Universidad de Cantabria).
En el monográfico de Fotocinema que dedicamos en 2015[1] a reflexionar sobre los diversos encuentros de la historia y de las ciencias sociales con la Fotografía, Carmelo Vega, uno de los invitados imprescindibles, manejaba la metáfora de Google-Maps para poner en evidencia las carencias de la trama historiográfica que se ha ido tejiendo en estas cuatro décadas en torno a un fenómeno, el fotográfico, que hasta aquel momento no suscitaba el interés académico y solo fue al comienzo de la década de los años 80 cuando emergió una pléyade de autores que desde diversas partes del país fuimos construyendo y poniendo en valor cultural a autores, imágenes fotográficas, prácticas artísticas y sociales, mientras fuimos emulando con nuestras aportaciones los trabajos que en el resto de Europa y, sobre todo, en Francia y en los Estados Unidos, se habían dado en las décadas anteriores, donde se habían publicado investigaciones que nos marcaban metodologías ya puestas en práctica y que entre nosotros eran bastante inéditas. Antes de esa época las aportaciones eran muy escasas y estaban llenas de voluntarismo pero estructuralmente huérfanas de metodología equiparable a la de otras historiografías internacionales. Cómo muy bien señala Carmelo Vega en el prólogo de su obra, a ese desarrollo múltiple contribuyó la conciencia de que estaba todo por hacer porque veníamos del persistente “vacío” cultural del franquismo, y fueron las instancias autonómicas y locales quienes más propulsaron la publicación de monografías de autores fotográficos aunque el ámbito académico y muchas instituciones culturales se resistieron, sobre todo al principio, a acomodar la cultura de la imagen fotográfica, lo que ha provocado una visión persistentemente pesimista que se sigue repitiendo en todas las reuniones de especialistas y que yo no comparto de esa manera tan unánime, sin negar alguno de sus puntos de razón.
Carmelo Vega y quien escribe estas líneas, desde que nos conocimos en el Congreso de Sevilla de 1985, tuvimos una especial preocupación por el tipo de Historia de la Fotografía que estábamos haciendo y nos preguntábamos, ya entonces, qué deberíamos intentar para lograr incardinarla en los escenarios académicos, en unos momentos en los que la propia naturaleza de la Fotografía estaba dividida en los departamentos universitarios entre los especialistas en comunicación visual adscritos mayoritariamente a la semiótica estructural y algunos escasos historiadores que vislumbrábamos otros territorios de análisis. Carmelo era, por aquel entonces, un joven profesor de Historia del Arte en la Universidad de la Laguna, e introdujo con mucha prontitud el estudio de la Fotografía en las asignaturas de Arte contemporáneo en su Universidad, algo que en el resto del país no fue una tarea tan fácil. En 1994 ambos nos propusimos abrir el debate sobre los modos de hacer Historia y publicamos un pequeño opúsculo que todavía se encuentra en las librerías de libros usados[2]. Y desde entonces nuestros caminos han ido en paralelo y en territorios historiográficos complementarios, en mi caso en Historia Contemporánea y posteriormente en Comunicación Audiovisual y Carmelo Vega, en el ámbito de la Historia del Arte con trabajos muy notables firmados con Marie Loup Sougez, María de los Santos García Felguera y Helena Pérez Gallardo que, de algún modo, parecen prefigurar el colosal trabajo que Carmelo ha acometido en solitario en el libro que tuve el privilegio de presentar con Mónica Carabias el pasado 25 de Octubre en la librería del Centro de Arte Reina Sofía en Madrid y sobre el que me gustaría hacer algunas reflexiones, y cómo hacen los malos narradores, que descubren la trama en las primeras líneas, digo ya de antemano que estamos ante una obra extraordinariamente relevante, que tiene la virtud de abrir múltiples senderos para los investigadores futuros (al final del texto hablaré de ellos), y que es fruto del trabajo de un autor riguroso y con gran capacidad de trabajo innovador en torno a la cultura fotográfica. El primer contacto con el libro nos evidencia que estamos ante una obra que plantea muchas cuestiones inéditas o que han sido todavía poco exploradas a pesar de los años transcurridos desde que comenzó el interés historiográfico español por las imágenes fotográficas y sus consecuencias culturales, sociales y estéticas. Carmelo Vega evidencia en este libro su enorme honestidad intelectual porque, para construirlo, ha ido a las fuentes originales y habla desde el conocimiento de lo que dicen y no sobre ideas que flotan en el ambiente cultural y se repiten de libro en libro sin crítica ni contraste. En este sentido, otro de los valores de la obra es que todas las temáticas que plantea tienen un sólido soporte documental que la hace aún mucho más valiosa por la consulta, la rigurosa crítica de las fuentes a las que Carmelo Vega ha sometido a cada uno de los capítulos que integran su trabajo.
Ya el prólogo de la obra aparece de modo diáfano la ambición historiográfica del autor, que refleja lo que siempre ha sido una de sus preocupaciones metodológicas:
Se precisa acometer una historia de la fotografía que asuma su función interpretativa de los hechos y sea capaz de erigir un relato histórico que no solo exponga lo que ocurrió (el qué y el cómo) sino que busque el sentido y el significado de tales acontecimientos (el porqué y el para qué) analizando su repercusión sobre el contexto inmediato y calibrando sus consecuencias posteriores.
El resultado de ese formidable relato histórico, son novecientas siete páginas de un trabajo que disecciona las grandes cuestiones de la Fotografía española desde su temprana recepción en 1839, cerrando con algunas reflexiones sobre los vacíos culturales en torno a la Fotografía a los que me referiré brevemente al final.
Carmelo Vega ha optado por un orden cronológico que a la vez le permite ajustar y engarzar temáticas de un modo muy coherente y compacto, encajando en ellas problemáticas diversas que resuelve muy bien en la continuidad de los capítulos y que como resultado nos da un panorama de usos culturales, sociales y artísticos de la Fotografía que hacen de su libro un material imprescindible de consulta a partir de ahora para cualquier especialista. Sin duda este libro editado por Cátedra como uno de sus manuales universitarios, constituye ya una obra de referencia de la Historia de la Fotografía en España y es un ejemplo internacional por su ambición y voluntad globalizadora.
El primer capítulo es un imprescindible estudio sobre las corrientes históricas en torno a la cultura fotográfica que se dieron entre nosotros con sus antecedentes, para después hacer un intenso análisis de los fenómenos de recepción de la tecnología en el siglo XIX, estrategias comerciales, papel de los viajeros en la construcción del imaginario español y los usos y aplicaciones especializadas que tuvo en su primer siglo. Cuatro capítulos que dejan paso a las mutaciones de la cultura y las prácticas fotográficas de la modernidad, comenzando por el papel de los aficionados con sus diversas prácticas y reivindicaciones que le llevan a Carmelo Vega a abordar en el capítulo siete la cuestión de la Fotografía como una práctica artística con las concepciones que de ella se derivan. En el capítulo ocho aparecen los discursos de vanguardia y la modernidad como un nuevo espacio y un reto de encrucijada cultural que la Fotografía, alejándose de las concepciones decimonónicas, supo resolver muy bien. La guerra civil y su condición de laboratorio del fotoperiodismo y de la propaganda en diversas manifestaciones no solo estrictamente periodísticas, dejan paso a la atonía cultural de la fotografía española de posguerra en el capítulo diez, un capítulo que se enriquece con el siguiente, en el que trata la reinvención turística de España a través de la Fotografía, un territorio en el que Carmelo Vega ya ha hecho aportaciones valiosas con anterioridad y que aquí funciona a modo de contraste y revelación de unos usos políticos y propagandísticos que redimensionan el papel de lo fotográfico en unos años que el endogámico salonismo esteticista que se practicaba en el franquismo había perdido su sentido cultural e histórico y estaba abocado a la ruptura y el desdén de las jóvenes generaciones que se aglutinaron en torno a Nueva Lente en la década de los años setenta.
El capítulo doce aborda ese cambio que se produce y la institucionalización de la Fotografía en torno a una serie de proyectos culturales que se aceleran y transformando las propias prácticas que habían sido referenciales hasta el momento. El capítulo siguiente lo dedica con mucho acierto a la invisible presencia de la mujer en la Fotografía, un territorio historiográfico que se va completando muy lentamente y en el que aún nos queda (en ésta y otras muchas temáticas) un largo recorrido de descubrimientos. Cierran los capítulos un tema que, me consta, ha sido muy querido por Carmelo Vega desde hace mucho tiempo y que nos abre a los especialistas un nuevo territorio intelectual: “La crítica de la Fotografía en España”, conformada en torno a una serie de etapas históricas y que elucida una cuestión de gran importancia para la propia comprensión cultural y estética de las prácticas fotográficas. Todo el conjunto del libro, profusamente documentado, está acompañado de una serie de imágenes que documentan visualmente cada capítulo y en los que se aprecia la cuidada y oportuna selección que se ha hecho.
Terminan los capítulos de un ya imprescindible libro, con una reflexión sobre lo que Carmelo denomina “Los vacíos del vacío” retomando y extendiendo la idea de Marie Loup Sougez, escrita en 1981, sobre el ausente pasado de la historiografía fotográfica española. En el cierre de su libro, Carmelo Vega pone en evidencia, a modo de balance un tanto pesimista, la inquietud sobre las condiciones en los que legamos estas cuatro décadas de trabajo a los nuevos investigadores, los logros reales, las persistentes carencias que muchos actores culturales de la Fotografía denuncian constantemente y si realmente vamos hacia otro “vacío”. Una cuestión que se hace preocupación si tenemos en cuenta la propia mutación tecnológica de la fotografía con la digitalidad y los inevitables cambios de percepción que se van producir en lo referente a su naturaleza cultural en los tiempos venideros y que, en mi caso, pretendí aportar alguna modesta reflexión en el mencionado monográfico de Fotocinema. A diferencia de esa corriente pesimista, yo creo que el balance es más positivo de lo que a simple vista pueda parecer. Hemos hecho un trabajo equiparable al resto de los países de nuestro entorno cultural donde por cierto se nos reconoce mucho más que lo hacemos nosotros mismos. Tal vez uno de nuestros débiles puntos de partida en la década de los años 80 fue entender la comprensión cultural de la Fotografía como un territorio privilegiado de las Historias (La fotohistoria, la del arte, la contemporánea, la historia cultural) y no como un documento cuya naturaleza poliédrica y sus prácticas diversas atañen también a otras Ciencias Sociales, a veces de modo independiente y en otras ocasiones integradas con nuestros planteamientos. En estos momentos, a modo de ejemplo, existe toda una potente corriente en España trabajando con documentos fotográficos en Historia de la Educación, que han surgido desde los planteamientos de autores alejados de nuestra tradición especializada, como son los trabajos de W.T.J. Mitchel y su Pictorial Turn o Peter Burke y su influyente “Visto y no visto”. En otro orden de cosas, tal vez habría que reflexionar si lo pertinente sería más que reivindicar como algo prioritario un Centro Nacional, sería trabajar para que los nodos activos de la cultura fotográfica española trabajen en consonancia con los actuales planteamientos instituidos en la Sociedad-Red, (por utilizar un acertado concepto puesto en circulación por Manuel Castells). Dejo ahí la discrepancia. Nuestro reto y nuestro legado será sin duda adecuados sin son capaces de integrar lo construido en torno a la fotografía atendiendo a la diversidad de los múltiples fenómenos que ha configurado desde sus orígenes y teniendo en cuenta que todos los enfoques son invariablemente dinámicos, por lo que creo sinceramente el libro de Carmelo Vega es un excelente hito para el propósito de seguir construyendo conocimiento de alta calidad en este tiempo de encrucijadas.
[1] (2015). Miradas Convergentes. La fotografía y sus interpretaciones en humanidades y ciencias sociales. Fotocinema. Nº 10 (Javier Marzal, Bernardo Riego, coords). El texto de Carmelo Vega: Un modelo sin modelo. Repensar la Historia de la Fotografía en España. http://www.revistafotocinema.com/index.php?journal
[2] Vega, C. y Riego, B. (1994). Fotografía y métodos históricos. Dos Textos para un debate. Santander/Santa Cruz de Tenerife: Ed. Universidad de Cantabria/Universidad de La Laguna.