Documentalismo humanista y realismo mágico en la fotografía en Transtempo de Cristina García Rodero
Humanist documentary photography and magical realism Transtempo by Cristina García Rodero
Alfonso Freire-Sánchez
Universidad Abat Oliba CEU, España
Montserrat Vidal-Mestre
Universidad Autónoma de Barcelona, España
Resumen:
Este artículo ofrece un análisis interdisciplinario de la obra Transtempo (2010) de la fotógrafa española Cristina García Rodero, una de las figuras más destacadas del documentalismo humanista contemporáneo. Para explorar las múltiples dimensiones de su trabajo, que documenta tradiciones, festividades y rituales en España, se propone un inédito método de análisis que combina cuatro enfoques metodológicos: la deconstrucción visual semiológica, el análisis antropológico-contextual, la definición conceptual crítica y el enfoque histórico-artística. El análisis reflexiona acerca de cómo García Rodero interpreta el documentalismo humanista al capturar tanto lo cotidiano como al representar lo extraordinario, utilizando un lenguaje visual que, a diferencia de otras interpretaciones, esta investigación considera que se acerca al realismo mágico. Asimismo, se reflexiona sobre cómo Transtempo representa la búsqueda de significado en la experiencia humana mientras que logra eternizar costumbres y tradiciones que están en vías de desaparecer.
Abstract:
This article offers an interdisciplinary analysis of the Transtempo (2010) project by Spanish photographer Cristina García Rodero, one of the leading figures in contemporary humanist documentary photography. To explore the multiple dimensions of her work, which documents traditions, festivities, and rituals in Spain, a novel analytical method is proposed, combining four methodological approaches: visual-semiotic deconstruction, anthropological-contextual analysis, critical conceptual definition, and the historical-artistic approach. The analysis reflects on how García Rodero interprets humanist documentary photography by capturing both the everyday and the extraordinary, using a visual language that, unlike other interpretations, this research considers closely aligned with magical realism. Furthermore, the article explores how Transtempo represents the search for meaning in human experience while managing to eternalize customs and traditions that are on the verge of disappearing.
Palabras clave: Cristina García Rodero; documentalismo humanista; análisis interdisciplinario; realismo mágico; mujeres fotógrafas; tradiciones y rituales.
Keywords: Cristina García Rodero; Humanist Documentary Photography; Interdisciplinary Analysis; Magical Realism; Women Photographers; Traditions and Rituals.
1. Introducción
Según Andrei Tarkovski, todo artista es “un producto de la realidad que le circunda” (2002, p. 193). Este pensamiento, conectado con la reflexión del fotógrafo Ugarte Calleja (2016, p. 19) sobre la función de las imágenes como operativos culturales “esenciales en la manera de entender la cultura y como artefactos dentro de la construcción de nuestra identidad como sociedad”, refuerza la función historiográfica de la fotografía y su valor como elemento epistemológico cultural. Desde esta concepción del arte visual, la obra de la fotógrafa Cristina García Rodero permite comprender la dimensión simbólica de lo social y su representación y preservación de las identidades culturales y las prácticas tradicionales a lo largo del tiempo. Su obra es testimonio visual único de lo folclórico, de los rituales y de la vida cotidiana rural, tanto en España como en otras partes del mundo, tal y como afirman Arocena et al: “García Rodero retrata los rituales, usos, costumbres y creencias de la España rural de los años 70 y 80” (2023, p. 215).
Reconocida por su capacidad para capturar la intensidad emocional y la autenticidad de los sujetos fotografiados, García Rodero se ha consolidado como una de las figuras más destacadas de la fotografía española (Guerrero González-Valerio, 2020; Soler-Campillo y Marzal-Felici, 2022). Especialista en documentar la sociedad (Peralta Barrios y Menéndez Menéndez, 2018) y definida como fotorreportera (Uta A. Felten, 2020), su mirada “ha estado atenta a las inflexiones de los cuerpos, a las sombras de las sonrisas y a los fragmentos de escenas dentro de otras escenas” (Olivares, 2002, p. 50).
García Rodero, nacida en Puertollano, Ciudad Real, en 1949, comenzó su carrera fotográfica a mediados de la década de 1970 en una España en la que el papel de la mujer en la fotografía se situaba más delante del objetivo que detrás (López Mondéjar, 1996). El crecer en un entorno rural en plena dictadura española, influiría en su interés por documentar las tradiciones y los rituales que definen la identidad cultural de una España que se encaminaba lentamente a un proceso de cambio sociopolítico y apertura al mundo. Estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, tiempo en el que se empezó a despertar su interés por la fotografía. Desde entonces, ha desarrollado un estilo profundamente personal que, según ella misma describe (García Rodero en Nelson, 2023), en sus inicios fue autodidacta. Su obra combina una sensibilidad artística única con una mirada profundamente antropológica. Este carácter antropológico, capaz de destacar la individualidad en medio de la colectividad, es uno de los rasgos más destacados por los estudiosos de su obra (Olivares, 2002).
Su obra más conocida es España oculta (1989), reconocida como una de las colecciones fotográficas más importantes del siglo XX en España. En ella, la manchega recopila 15 años de trabajo de documentación de festividades, costumbres y tradiciones populares en diversas regiones de España mediante una colección de 126 fotografías (Soler-Campillo y Marzal-Felici, 2022).
A lo largo de su carrera, García Rodero ha recibido numerosos reconocimientos, incluido el Premio Nacional de Fotografía de España en 1996, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2005 (Xunta de Galicia, 2011), el Bartolomé Ros de PhotoEspaña en el 2000 y el World Press Photo en los años 1993, 1997 y 2008 (Hoy es Arte, 2011). Su pertenencia a la prestigiosa agencia Magnum Photos desde 2009 la convierte en la primera fotógrafa española en formar parte de esta organización, subrayando la trascendencia y el reconocimiento internacional de su trabajo, y máxime, teniendo en cuenta “la escasa presencia de mujeres en la mítica agencia Magnum” (Uta A. Felten, 2020, p. 491). Inspirada por la fotografía humanista de Henri Cartier-Bresson, considerado el padre del fotorreportaje (Bautista y Roig, 2016), y los trabajos etnográficos de figuras como Walker Evans y Dorothea Lange (Katz, 2004), García Rodero adoptó un estilo que combina la estética artística con un trabajo documental riguroso centrado en las personas y en la idiosincrasia de sus contextos y realidades espontáneas.
En cuanto a la temática, aunque se la conoce principalmente por la ya mencionada temática sobre la vida rural, las tradiciones y festividades populares en España, su trabajo internacional también incluye la documentación de rituales religiosos y culturales en países como Haití, India, Georgia e Italia. La propia fotógrafa huye de la etiqueta de fotógrafa de las tradiciones antiguas, pues también ha captado tradiciones y ritos actuales en cualquier parte del mundo (García Rodero en Nelson, 2023). Es una fotógrafa apasionada por explorar temas universales como la relación entre el cuerpo y el espíritu, el dolor y las representaciones colectivas de la fiesta y la religión. Su trabajo la ha llevado a recorrer Europa, Brasil, Cuba, Haití, Venezuela, India y Etiopía, donde ha capturado imágenes significativas, plasmadas en libros de gran relevancia y recorrido.
En Esculpir en el tiempo, Tarkovski afirma que “aparte de la imagen artística, la humanidad no ha inventado nada de manera desinteresada” (2002, p. 261). Esta reflexión resalta el valor único del arte como acto genuino, un concepto que se refleja en las series fotográficas de García Rodero, donde la artista plasma un compromiso honesto y emocional con la representación de sus sujetos, alejándose de cualquier artificio o interés secundario. Paralelamente, de una forma muy característica, transmite una sensación de cercanía e intimidad a la tradicionalmente percibida entre el fotógrafo y el sujeto fotografiado. Y si bien en los últimos años también ha creado series fotográficas en color, su estilo caracterizado por el predominante uso del blanco y negro, le ha permitido enfatizar el contraste y el dramatismo de las escenas, creando imágenes que se leen atemporales y con un sello muy distintivo.
A García Rodero los reconocimientos y valoraciones le han llegado desde el ámbito de la propia profesión como del mundo del arte y la cultura. En este sentido, la comisaria de exposiciones de arte contemporáneo, Oliva María Rubio (2008), ha escrito sobre García Rodero en catálogos de exposiciones, explorando su composición visual y su interés en lo ritual y lo místico (El Desván del Arte, 2020). Otro ejemplo es el del historiador de fotografía Publio López Mondéjar (1996, 1999), quien ha examinado su obra en el contexto de la historia de la fotografía española.
Según Morales (2021), López Mondéjar ha enfatizado el valor único de García Rodero como cronista visual de las tradiciones culturales, destacando su capacidad para capturar la profundidad emocional y simbólica que subyace en los rituales. En este sentido, cabe mencionar que su obra se ha comparado a la de Sebastião Salgado, pues las fotografías de ambos trascienden lo visual al convertirse en narrativas sobre las emociones, las relaciones humanas y las culturas.
Sin embargo, pese a la importancia de la fotógrafa, el número de estudios académicos específicos sobre la obra de Cristina García Rodero es muy limitado. Peralta Barrios y Menéndez Menéndez (2018) han abordado su trabajo desde la historiografía, señalando la importancia de su obra como documento de la España rural y profunda pero también la inflexión de Cristina por su impulso a la fotografía femenina, sobre todo en sus inicios, cuando era una parcela ―artística y profesional― eminentemente masculina. Asimismo, destacan las investigaciones de Guerrero González-Valerio (2011, 2020), quien ha analizado la obra de la fotógrafa desde diferentes miradas, prestando especial atención a España oculta (1989).
Aunque la obra de García Rodero ha recibido otros calificativos como surrealista (Soler-Campillo y Marzal-Felici, 2022, p. 53), normalmente se inscribe en el documentalismo humanista, una corriente fotográfica que busca capturar la condición humana en su máxima expresión (Parejo, 2017). El documentalismo humanista se asocia con fotógrafos como Robert Frank, Denise Bellon, Dorothea Lange o Henri Cartier-Bresson (James, 2021), quienes utilizaron la fotografía como un medio para explorar la diversidad de la experiencia humana y abogar por la fotografía humanista como documento social, tal y como la cataloga Freund (2004).
De esta manera, esta investigación propone seguir los estudios previos sobre la fotografía de García Rodero, pero centrándose en la obra Transtempo (2010) y desde una combinación metodológica de análisis inédita con el objetivo de poder aportar una nueva lectura a su legado fotográfico. También busca interpretar sus creaciones desde otros campos epistemológicos y estilos artísticos, como el realismo mágico, una corriente literaria y artística que combina lo real con lo fantástico, lo ordinario con lo sobrenatural (Asensio, 2022).
2. Metodología
Acorde con este objetivo, se ha optado por un diseño metodológico que combina la deconstrucción visual semiológica, el análisis antropológico y contextual, la interpretación conceptual crítica y el análisis histórico-artístico. Se ha optado por esta metodología al considerarla inédita y multidisciplinar, lo que permitirá abordar la obra Transtempo (2010) de García Rodero desde una interpretación poliédrica diferente a los estudios previos, ofreciendo nuevas perspectivas tanto de los aspectos formales, artísticos y estéticos de su trabajo como nuevas relaciones intertextuales con el contexto cultural, social e histórico en el que se realizó.
En primer lugar, la semiología, utilizada por críticos de arte y teóricos de la fotografía como Rosalind Krauss en su libro The Optical Unconscious (1993), permite explorar cómo los elementos formales de las imágenes y los signos visuales crean composiciones simbólicas e interpretan y comunican el significado en diferentes contextos. De esta forma, se propone deconstruir el estilo predominante de Transtempo en sus componentes significativos (signos y símbolos) que trascienden la mera representación objetiva y explorar cómo estos dotan de significación compleja mediante elementos formales como la composición, la luz, la textura, entre otros, que, en suma, construyen narrativas visuales.
En segundo lugar, aplicaremos el análisis antropológico-contextual para situar las fotografías en su intrahistoria socio-histórica. Tal y como defiende Allan Sekula en On the Invention of Photographic Meaning (1982), las fotografías, o mejor dicho, “el discurso fotográfico”, adquiere significado a través de la interacción de sus elementos formales y su contexto histórico-social, pues está inevitablemente sujeto a una definición cultural. Por tanto, partiendo de esta metodología, se interpretarán las fotografías en relación con las tradiciones, rituales y festividades que García Rodero documenta en Transtempo, explorando su significado cultural, su evolución a lo largo del tiempo y cómo estas prácticas se relacionan con la construcción de la identidad colectiva y las personas fotografiadas.
En tercer lugar, se plantea un análisis conceptual crítico, propio del ámbito de los cultural studies, y que concibe la fotografía como algo más que únicamente un conjunto de elementos visuales, sino como una creación cuyo análisis requiere interpretar las reflexiones sociológicas y filosóficas y el pensamiento crítico en el proceso creativo (Cepkova et al., 2021). Bajo esta perspectiva crítica y postmoderna, Fontcuberta, en El beso de Judas: Fotografía y Verdad (1997), cuestiona la noción de verdad y la capacidad de la fotografía para representar la realidad. Fontcuberta argumenta que toda fotografía está mediada por la subjetividad del autor, en su contexto cultural y las expectativas/percepciones de los que observan la fotografía. Un ejemplo paradigmático es su análisis de los usos propagandísticos de la fotografía en los medios de comunicación, donde las imágenes, lejos de ser neutrales y objetivas, se convierten en herramientas ideológicas que pueden moldear la opinión pública.
En cuarto y último lugar, se propone el análisis artístico e historiográfico de la obra, el cual atiende a los movimientos artísticos en los que se inscribe, y cómo estos influyen en las técnicas y temáticas elegidas por la fotógrafa. También explora las relaciones entre la fotografía, la memoria y la historia, y cómo esta relación simbiótica contribuye a la construcción de narrativas culturales. Este hecho es relevante, pues, tal y como señalan Costello e Iversen (2012), las fotografías son performances materiales que negocian relaciones pasadas, presentes y futuras con la historia del arte y la filosofía. De esta manera, se espera establecer un diálogo entre el documentalismo humanista y algunos de los estilos artísticos en los que parece moverse la obra de García Rodero, como el realismo mágico, aunque no se haya circunscrito anteriormente en estos.
A continuación, en la tabla 1, se resumen las variables identificadas en los cuatro tipos de análisis y que se desarrollarán en el apartado de resultados:
Tabla 1. Variables independientes extraídas de los diferentes métodos de análisis.
Método | Variables | Objetivo |
Semiología (Krauss, 1993). | Elementos formales: composición, luz, textura, color y encuadre. Signos y símbolos. | Descomponer el estilo predominante de Transtempo y explorar cómo estos elementos construyen narrativas visuales. |
Antropológico-contextual (Sekula, 1982). | Contexto histórico, prácticas culturales, traducciones, contrucción identidad colectiva. | Interpretar la interacción entre los elementos formales y el contexto histórico-cultural de las fotografías. |
Interpretación crítica (Fontcuberta, 1997). | Implicaciones ideológicas, subjetivas de la autora, posibles interpretaciones del público. | Explorar la capacidad de la obra de García Rodero para cuestionar nociones de verdad y realidad. |
Artístico e historiográfico (Costello e Iversen, 2012). | Relación con movimientos artísticos y relación con la memoria histórica. | Explorar cómo su trabajo dialoga con tradiciones artísticas y filosóficas. |
Elaboración propia.
3. Resultados
Transtempo, publicado en 2010, es un libro fotográfico compuesto por 66 imágenes en blanco y negro. La obra, de nombre homónimo a la exposición que la fotógrafa realizó con motivo del Xacobeo 2010, captura una serie de rituales, festividades y momentos cotidianos en comunidades rurales gallegas. Se podría decir que es un libro conceptual en tanto que se centra en la idea del tiempo como hilo conductor entre lo pasado y lo presente, documentando prácticas culturales que reflejan tanto el apego a las tradiciones como el paso implacable del tiempo sobre las mismas. Es importante añadir que algunas de las fotografías que aparecen en Transtempo también se encuentran en otros libros de la autora, como, por ejemplo, es el caso de la fotografía El alma dormida[1], que también está recopilada en España Oculta.
3.1. Deconstrucción visual semiológica
Además del citado hilo conductor, todas las fotografías que componen Transtempo mantienen en común una característica visual: el uso del blanco y negro. La maestría de García Rodero en el blanco y negro permite enfatizar en el dramatismo de la imagen, mientras que, por otro lado, despoja a la fotografía de cualquier distracción cromática, permitiendo que los gestos, las posturas y las expresiones de los sujetos se conviertan en el foco de quien observa la fotografía. Asimismo, resalta mucho el contraste del blanco como un símbolo de pureza, vida e inocencia, mientras que el negro lo asocia a la muerte, como se puede apreciar en las imágenes en las que se contrastan cementerios y ataúdes negros con niños y niñas vestidos totalmente de blanco. Del mismo modo, el contraste de la fotografía con ambos colores da mayor fuerza y protagonismo a las miradas, en ocasiones desafiantes cuando la fotógrafa busca confrontar mundos o realidades, en ocasiones llenas de júbilo y alegría, cuando representa el sentir de las celebraciones y las fiestas populares de los pueblos de Galicia. Además del color, el uso de la luz y la sombra es uno de los sellos distintivos de esta obra, creando un dramatismo visual que potencia el significado espiritual y emocional de los eventos retratados como en El alma dormida, donde la oscuridad del cielo, el suelo o las paredes del cementerio resalta enormemente frente a la luz de la niña saltando.
Por otro lado, García Rodero acostumbra a utilizar encuadres cerrados y composiciones geométricas que dirigen la atención hacia los sujetos centrales de la imagen, como en las procesiones donde los cuerpos se alinean en filas ordenadas, en ocasiones jugando con las cruces, en otras con los edificios o con elementos propios del pueblo y sus calles. Juega con la simetría y formas geométricas, usando marcos arquitectónicos o líneas en el entorno que equilibran la imagen, a menudo contrastadas con figuras humanas que rompen esa perfección geométrica, añadiendo tensión visual. Esta organización visual transmite la sensación de colectividad y de orden ritual, al tiempo que le es útil para jerarquizar la importancia de los elementos o sujetos fotografiados. Además, como anteriormente hemos resaltado sobre el uso del blanco y negro, las composiciones geométricas también sirven para enfatizar el contraste, como se puede apreciar en La Confesión[2] con el límite vertical confesionario que separa al sacerdote (vestido de blanco e iluminado) de la mujer confesándose (vestida de negro y menos iluminada). También se puede observar en Ventana al aire[3] y cómo la geometría y composición separa a las dos jóvenes y confronta sus miradas y estados de ánimo.
Respecto a la disposición visual que conecta con la ley de continuidad de la Gestalt, los elementos parecen fluir naturalmente entre sí, guiando la mirada de quien observa la fotografía a través de la composición simétrica. Los puntos de interés en sus imágenes a menudo se centran en los rostros y gestos de los personajes, anclados por una cuidadosa división de encuadres y planos. Estos encuadres están pensados para equilibrar lo narrativo y lo visual, destacando tanto los protagonistas como el espacio que los rodea. Paralelamente, la fotógrafa evita el abuso del desenfoque y utiliza una alta velocidad de obturación para capturar los movimientos con nitidez, como se observa en la imagen de la niña saltando en El alma dormida. Aunque muchas de sus fotografías transmiten una sensación de planificación y control técnico, están impregnadas de momentos capturados en la espontaneidad del instante, lo que crea una dualidad entre la meticulosidad artística y la naturalidad de los sujetos fotografiados. Este ejemplo se puede observar en La Confesión, lo que dota de mayor valor a la capacidad de García Rodero para crear este tipo de composiciones geométricas y armoniosas sin haber planteado la foto con modelos, sino captando la naturalidad de un momento que no se volverá a repetir.
3.2. Análisis antropológico-contextual
En Transtempo, la fotógrafa explora tradiciones profundamente arraigadas en la religión y las creencias populares en varias regiones de Galicia, como Saavedra, en Lugo. Las romerías y procesiones que Cristina captura son manifestaciones de una identidad cultural colectiva, que se resiste a la modernización y al olvido, aunque otras veces son momentos espontáneos que se producen en paralelo como niñas y niños jugando, una pareja besándose o un hombre bebiendo y orinando en plena celebración. Por ejemplo, las procesiones de Semana Santa fotografiadas, con su carácter solemne y ritualizado, construyen una narrativa colectiva de sacrificio y redención que entrelaza el pasado con el presente. Estas pueden interpretarse como una resistencia al orden establecido y al advenimiento de la hipermodernidad urbana, permitiendo la subversión de roles y normas en un contexto lúdico y comunitario. En las fotografías se produce cierta alteridad temporal y, además de ofrecer una mirada diferente respecto de las manifestaciones de devoción cristiana, se reafirma la cohesión social y la identidad cultural de las comunidades.
Esta simbiosis de ambos tipos de fotografías, lo interpretamos como un metarrelato, donde cada fotografía es una pequeña historia en sí misma que se adentra en un contexto social y geográfico de varias décadas de Galicia, mientras forma parte de un todo, que son las tradiciones, costumbres y estilos de vida de pueblos que aún viven ajenos a la postmodernidad. En este viaje fotográfico que brinda, destaca cómo la memoria, con su persistencia, se aferra a los detalles más pequeños, revelando fisuras casi incognoscibles en su significado aparente. Este proceso evoca una reflexión, que podríamos etiquetar de existencialista, sobre la vida y su significado. A través de esta experiencia, la narrativa celebra lo efímero, dándole un sentido más allá de lo literal, incluso ofreciendo una visión ontológica del ser en el horizonte de su finitud y eternizándolo en imagen.
Asimismo, consideramos que la obra documenta comunidades que mantienen vivas manifestaciones cristianas como las procesiones y también festividades como el carnaval. Este hecho, lejos de ser un evidente acto de celebración, encierra múltiples capas de significado como la representación de un espacio de liberación temporal donde las jerarquías sociales se disuelven y se refuerza la espiritualidad. En Galicia, estos carnavales (o entroidos) tienen particularidades que los distinguen: los disfraces, las máscaras y las figuras como los cigarróns o peliqueiros, que encarnan símbolos de identidad local con raíces en tradiciones ancestrales, muchas veces vinculadas a ciclos agrícolas o ritos de fertilidad. Son
expresiones de resistencia cultural, que preservan la identidad de las comunidades frente a la homogeneización cultural y la hipermodernidad e hiperconexión de la denominada sociedad del cansancio de Han (2015) y de, como señala Fisher (2009), la constante presión de la productividad del realismo capitalista contemporáneo.
Transtempo capta cómo lo sagrado y lo folclórico se entrelazan en actos comunitarios y se contextualiza dentro de la tradición de la fotografía documental más humanista de festividades populares, conectando con la obra de fotógrafos como Diane Arbus, que exploran la transformación de la identidad a través de celebraciones y manifestaciones colectivas mediante retratos de personas en contextos sociales no convencionales, como carnavales y ferias (Bernstein, 2007). Como se ha dicho, su fotografía puede ser situada en el contexto de la tradición fotográfica de documentación de festividades religiosas, pero hay que añadir el valor de su obra como continuadora y renovadora de algunas tradiciones que se han perdido o se están extinguiendo con el paso de los años. He aquí que sus fotografías son etnográfica y antropológicamente muy valiosas, ya que muestran la persistencia de costumbres populares, pero también revelan las tensiones y fricciones entre la tradición y el cambio. Los actos folclóricos y religiosos que capta con su cámara chocan visualmente frente a las transformaciones sociales, económicas y políticas que afectan a las comunidades rurales gallegas.
Por otro lado, las imágenes en las que aparecen niños y niñas, como El alma dormida, pueden tener una segunda lectura sobre la universalidad e inocencia de la infancia. La fotógrafa ha manifestado en más de una ocasión su interés por capturar momentos de alegría, felicidad y libertad que trascienden las barreras culturales, poniendo de relieve que ciertas experiencias humanas son universales. Si comparamos, en este sentido, su obra con otras que han capturado este tipo de contextos, resaltamos su mirada más íntima y menos estilizada, centrada en la experiencia personal y colectiva de los sujetos, sus emociones, vivencias y sus estados de ánimo de forma espontánea, dando así más valor al testimonio etnográfico de sus fotografías.
3.3. Interpretación conceptual crítica
A través de un enfoque conceptual crítico, podemos resaltar cómo García Rodero utiliza sus imágenes para reflexionar sobre cuestiones profundas relacionadas con la condición humana, la fe, y la resiliencia cultural. Muchas de las imágenes de Transtempo parecen explorar la idea de la trascendencia. Por ejemplo, cuerpos de los sujetos en movimiento ritual que participan en actos de devoción y que parecen estar en un proceso de transformación, buscando lo divino. Otros dando la espalda a los sepulcros, a la oscuridad o a la vejez, siempre enfatizando en el contraste desde diferentes aspectos. En muchas de las imágenes de penitentes y procesiones, los sujetos fotografiados parecen atrapados en una búsqueda de sentido en un mundo que cambia rápidamente. Los actos de sacrificio físico —como llevar un ataúd o cargar con figuras religiosas— reflejan la tensión existencial entre el deseo humano de trascender y la realidad material del cuerpo, el cual, también es objeto de transición entre la niñez y la vejez.
El propio tiempo inspira el título del libro, Transtempo, pues alude a la idea de que el tiempo es fluido y que estos ritos sagrados conectan el presente con el pasado. Este viaje temporal es un tema recurrente en esta serie de fotografías, donde las tradiciones son una forma de desafiar el paso del tiempo, de conectar el pasado con el presente y de mantener viva una identidad que, de otro modo, estaría en peligro de desaparecer. Desde la perspectiva crítica, la fotografía puede ser interpretada como un comentario sobre la necesidad de catarsis colectiva y el ritual de purificación en una sociedad marcada por la historia de conflicto y traición. Al documentar este acto, también puede interpretarse como una invitación a reflexionar sobre los ciclos de condena y redención en la sociedad española.
Asimismo, la ambigüedad de los disfraces y el anonimato de los participantes pueden parecer una crítica visual a las estructuras de poder y a la transitoriedad de la identidad durante la festividad. En muchas de sus fotografías de procesiones y rituales religiosos, los rostros cubiertos, las cruces, y los cuerpos en movimiento funcionan como símbolos que evocan la devoción, la espiritualidad y el sacrificio y con objetos cotidianos que adquieren una dimensión casi mística dentro de su fotografía.
Tal y como se ha citado en la metodología, el análisis crítico postmoderno de autores como Fontcuberta (1997) va más allá de cuestionar la estética de la imagen, sino que examina las implicaciones éticas y políticas de su creación y recepción. Desde la perspectiva crítica, García Rodero no legitima pasivamente los discursos oficiales sobre identidad y cultura, sino que los confronta al capturar la resistencia simbólica de las comunidades ante la globalización y la homogeneización cultural. Consideramos que Transtempo invita a reflexionar sobre la condición humana a través de un prisma existencialista: en sus imágenes, la memoria colectiva se convierte en un acto de resistencia contra el olvido, mientras que lo efímero de los rituales se eterniza en la fotografía, otorgándoles un significado que va más allá de lo literal. Así, su obra funciona como un espacio de diálogo entre lo sociocultural y lo filosófico, invitando a cuestionarnos las narrativas dominantes y a confrontarlas con las complejidades de las tradiciones culturales.
3.4. Enfoque histórico-artístico
El enfoque histórico-artístico nos sitúa dentro de la tradición del documentalismo humanista, al tiempo que reconoce la capacidad de García Rodero para infundir sus imágenes con un estilo que bordea lo poético y lo místico. Comparada con otros fotógrafos documentalistas, García Rodero se diferencia por su enfoque en las tradiciones rurales de España, centrándose más en su significado simbólico y cultural a través de los propios habitantes, con momentos reales y espontáneos, conjugados con algunos más prefabricados.
Aunque es posible establecer vínculos generales entre Transtempo con el de fotógrafos como Henri Cartier-Bresson o Sebastião Salgado, es más pertinente señalar sus conexiones con fotógrafos de generaciones más cercanas y con quienes compartió una sensibilidad estética y temática en el contexto español. En este sentido, su obra dialoga con la de fotógrafos como Ramón Masats, cuya mirada documental también exploró tradiciones populares, o José Manuel Navia, cuya fotografía mezcla la observación de lo cotidiano con la captación de raíces culturales y humanas. Sin embargo, García Rodero introduce un componente más íntimo y personal, en el que los sujetos parecen participar en un drama visual que evoca tanto lo religioso como lo mágico. Algunas de sus fotografías pueden interpretarse como una reflexión sobre la alteridad y el exotismo. En lugar de exponer a los sujetos como "otros" exóticos, presenta el ritual con una universalidad que destaca las emociones y las experiencias humanas compartidas a través de diferentes culturas. De hecho, parafraseando a la fotógrafa en su documental (Nelson, 2023), reflexiona sobre algo que Joseph Campbell ya había hecho en 1949 cuando escribió El héroe de las mil caras, y es que cambian los países y las culturas, pero no las personas y sus emociones.
4. Discusiones
La combinación de los cuatro métodos de análisis aplicados a la obra de Cristina García Rodero —la deconstrucción visual semiológica, el análisis antropológico-contextual, la interpretación conceptual crítica y el análisis histórico-artístico— ha permitido construir una interpretación multidimensional del trabajo de García Rodero desde diferentes ámbitos y disciplinas. Todos los análisis comparten un interés común en la dimensión emocional y humana de la obra de García Rodero y nacen, tal y como atestigua en el documental de Carlota Nelson, de lo que ella busca transmitir: “El deseo de indagar, de quién eres tú y hasta dónde puedes llegar” (2023).
Pero, aunque la propia fotógrafa huye de etiquetas, los diferentes análisis permiten abrir nuevas líneas de debate y estudio sobre su obra y confrontar diferentes interpretaciones. Por un lado, la deconstrucción visual semiológica nos lleva a afirmar que los elementos compositivos (como la luz, la disposición de los sujetos, la obturación, el desenfoque, la ley de continuidad y el uso del blanco y negro) construyen una narrativa visual que busca, por encima de todo, enfatizar las emociones y la realidad. Su obra se aleja de cualquier consideración que cuestione las nociones tradicionales de representación fotográfica (Fontcuberta, 1997).
De manera similar, el análisis antropológico-contextual explora cómo estas emociones se enraízan en tradiciones culturales específicas, mientras que el análisis conceptual crítico reflexiona sobre cómo estas imágenes pueden desafiar o reforzar ciertos discursos sociales o políticos. Su fotografía puede ser vista como una representación de la relación entre los seres humanos y su entorno natural, destacando la tensión entre la tradición y la modernidad. El ritual puede interpretarse como un acto de preservación cultural ante el creciente canibalismo tecnológico. Cercano a este análisis, Barthes (1989) reflexiona sobre la capacidad de la fotografía para capturar la esencia de un momento perdido, mientras que García Rodero, en Transtempo, también busca representar la dimensión atemporal y emotiva de la vida, evocando sentimientos ocultos y la permanencia de lo humano a través de esta serie de fotografías. Por tanto, es posible decir que lo que Barthes (1989) define como studium, es decir, los elementos culturales, históricos o intencionales de la fotografía, para García Rodero podría ser la capacidad de su fotografía para captar la esencia de las tradiciones y lograr trascender el tiempo. Mientras que el punctum o la punza que conmueve según Barthes, sería la capacidad de García Rodero para generar una conexión emocional con las personas que observan su obra.
El análisis histórico-artístico sitúa estas emociones en una trayectoria más amplia de la fotografía documental, identificando cómo García Rodero se alinea con y se desvía de los estilos de otros fotógrafos históricos, dentro de un marco más amplio de la historia de la fotografía documental, comparando su trabajo con el de otros fotógrafos como Dorothea Lange, quien también ha jugado con la idea de la veracidad en la representación. El análisis antropológico-contextual destaca la importancia del contexto cultural en la construcción del significado de las imágenes y, por otro lado, el análisis visual semiológico permite observar cómo los elementos compositivos y simbólicos de sus imágenes potencian la carga emocional y narrativa, destacando su capacidad para trascender el mero registro documental. La obra de García Rodero surgió en tiempos donde el proceso de rentabilización capitalista, el arte adquiere la condición o estatus de problemática (Ehmer, 1997), y el papel de la mujer en la fotografía profesional era algo dantesco. Sin embargo, la manchega logra alcanzar su sueño, como también persigue y consigue fotografiar las escenas que, según ella, ha imaginado en sueños. Su obra trasciende lo artístico en tanto que se convierte en un recuerdo histórico de tradiciones que están en peligro de extinción, tal y como apunta Pena Presas (2014): “Quería documentar una realidad que podía desaparecer, que estaba en peligro. Es por ello por lo que el trabajo de Cristina García Rodero resulta una fuente riquísima e interesantísima tanto a nivel histórico como antropológico” (p. 594).
Respecto a la cuestión que hemos planteado sobre si es posible interpretar la obra de García Rodero como realismo mágico, aquel estilo artístico que combina hechos cotidianos con elementos sobrenaturales (Khan, 2023), según el análisis histórico-artístico, consideramos que su obra no puede clasificarse bajo este estilo en términos generales, pero sí comparte varias características. Hemos de partir de la base que el realismo mágico tiene varias interpretaciones y que lo sobrenatural o que evoca mundos mágicos y oníricos, puede ser más una interpretación de la composición visual y el simbolismo que realmente de elementos ficticios que hayan servido para construir una imagen fotográfica artificial (Batchen y Kanicki, 2020). Por tanto, bajo esta concepción, sí encajaría como realismo mágico, en tanto que García Rodero, en muchas de sus fotografías, transmite misticismo y elementos mágicos, pero lo hace desde la realidad, no desde lo artificialmente instrumentalizado.
Muchas de sus imágenes presentan escenas que, aunque reales, parecen pertenecer a un plano onírico o fantástico, donde lo ordinario se vuelve extraordinario, aunque no llega a producirse una heterotopía narrativa (Vidal-Mestre y Freire-Sánchez, 2023) y visual entre lo que es espera real y lo que representa la imagen captada. Por ejemplo, la ambigüedad de los disfraces y la intensidad de las expresiones crean una atmósfera que recuerda a las composiciones surrealistas, donde se cuestiona la lógica y se invita a descubrir lo inusual dentro de lo familiar. La tensión entre lo real (las personas, los lugares, lo cotidiano) y lo casi sobrenatural (el carnaval, los ritos, las máscaras, las creencias) crea una experiencia visual donde lo mágico y lo tangible coexisten. En sus fotografías se refleja una realidad cultural en la que lo extraordinario se encuentra en los detalles cotidianos, en los gestos simples que revelan la lucha constante por dar sentido a la vida en un mundo lleno de incertidumbre. En este sentido, como señala Batchen (1997), los teóricos y analistas deben reconocer y aceptar las abstracciones y contradicciones de la fotografía, por lo que es posible calificarla dentro desde estilo artístico, no tanto por su afiliación histórica y contextual, sino por el significado o simbolismo que provocan muchas de sus fotografías.
5. Conclusiones
El acto de releer fotografías realizadas en un estilo o género, como es el caso del documentalismo humanista, como si hubieran sido realizadas en otro, tal y como señala Becker (1995), demuestra la contextualidad del significado en la sociología visual, la fotografía documental y el fotoperiodismo. Esta investigación nos ha permitido observar parte de la obra de García Rodero desde diferentes metodologías y compararla con el realismo mágico, un estilo artístico que, como se ha discutido previamente, comparte muchos elementos con sus fotografías.
En tiempos de masificación de la información y sobresaturación de impactos visuales, la sociedad hipermoderna, tal y como afirma Fontcuberta, “está marcada por el exceso, la flexibilidad y la porosidad de una nueva relación con el espacio y el tiempo” (2020, p. 21). He aquí que Transtempo ofrece un impasse entre la historia y el arte fotográfico, pues es una obra que invita a una lectura poliédrica y a una mirada reflexiva multidisciplinar. Precisamente esta otra mirada de los fotógrafos, como defendía John Berger (2001), es la que permite leer y observar el significado oculto de las cosas.
Las fotografías que componen Transtempo provocan esa mirada desde la descomposición semiológica de lo visual al explorar los signos de aquello que se considera sagrado o ritual ―según se mire―. Pero también desde la dimensión antropológica y contextual que revela las intrahistorias culturales y espirituales de los pueblos, o desde la interpretación conceptual crítica al sugerir una búsqueda existencial y humanista. Por último, desde un ojo histórico-artístico, nos sitúa dentro de una tradición documental que celebra la condición humana en su forma más pura, incluso burda, y lo hace sin ruborizarse, sino con la precisión compositiva del alma sedienta del genio (Freire, 2022), en este caso de la genialidad de la fotógrafa, capaz de introducir elementos irreales, creando composiciones que acerca su obra inevitablemente a evocar sentimientos parecidos al realismo mágico.
Dicho esto, García Rodero aporta una perspectiva única al documentalismo humanista al centrar su lente en las prácticas culturales que, a primera vista, pueden parecer extintas o ancestrales, pero que, en realidad, representan un núcleo fundamental de la identidad colectiva y la memoria cultural de la vida en los pueblos. En su trabajo, se observa un compromiso genuino con los sujetos fotografiados, que va más allá de la documentación objetiva para involucrarse profundamente en los rituales y prácticas folclóricas que fotografía. A través de su objetivo, las tradiciones y festividades no son únicamente eventos culturales; son experiencias profundamente emocionales y espirituales, donde lo humano se manifiesta en su forma más auténtica y compleja. En este sentido, García Rodero amplía la definición de lo que significa el documentalismo humanista al no limitarse a retratar las condiciones sociales y económicas de sus sujetos, sino al enfocar su atención en sus prácticas culturales, creencias y rituales que configuran su identidad. Su obra, por lo tanto, documenta, preserva y reinterpreta estas prácticas, invitando al espectador a reconsiderar su valor e importancia en la construcción de la identidad colectiva.
Desde una perspectiva existencialista, la obra de García Rodero aborda la búsqueda de significado en las experiencias humanas fundamentales: el nacimiento, la muerte, la celebración, el duelo. Sus fotografías capturan momentos en los que las personas se enfrentan a su existencia de manera directa, a través de rituales que marcan las etapas de la vida. Esta confrontación con la existencia y la búsqueda de sentido se hace evidente cuando el duelo comunitario se convierte en una reflexión sobre la finitud de la vida y la necesidad de encontrar sentido en la pérdida. Su estilo único puede definirse como una fusión entre la fotografía etnográfica y la fotografía de autor, donde lo documental se entrelaza con lo artístico. Cabe preguntarse si el legado de García Rodero podría conmover las palabras del poeta José Emilio Pacheco contra la fotografía en su poema Contra la Kodak:
Cosa terrible es la fotografía… Rostros que ya no son, aire que ya no existe. Porque el tiempo se venga de quienes rompen el orden natural deteniéndolo, las fotos se resquebrajan, se amarillean. No son la música del pasado, son el estruendo de las ruinas internas que se desploman. (Poemas, 1958-2009)
Aunque esta combinación de cuatro métodos también nos ha permitido aportar nuevas visiones respecto a estudios previos sobre la obra de la fotógrafa manchega, la investigación presenta varias limitaciones. Cabe destacar que, aunque nos hemos centrado en Transtempo, su cuerpo de trabajo es mucho más amplio, lo que sugiere que futuras investigaciones podrían incluir un análisis más exhaustivo de otras series y proyectos menos conocidos. Además, al utilizar métodos de análisis específicos, hemos centrado la interpretación en ciertas perspectivas teóricas, dejando de lado otros enfoques potenciales, como el análisis psicoanalítico o feminista, que podrían ofrecer visiones adicionales sobre su obra.
En cuanto a futuras líneas de investigación, se podría aplicar esta metodología a otras obras de la misma fotógrafa o de otros coetáneos. Por ejemplo, se podrían investigar las similitudes y diferencias entre su obra y la de fotógrafos documentales que operan en contextos de postcolonialismo, globalización o transformación social. Sería interesante investigar más a fondo cómo la obra de García Rodero ha influido en las generaciones más jóvenes de fotógrafos españoles e internacionales, y cómo su trabajo ha sido interpretado en diferentes contextos culturales más allá de España. Otra línea de investigación podría centrarse en un estudio más detallado de la recepción de su obra en diversos públicos, analizando cómo diferentes grupos culturales y sociales interpretan sus fotografías y cómo estas interpretaciones varían según el contexto.
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