Paul Buhle y Dave Wagner (2019). La izquierda de Hollywood: La historia no contada de las películas de la época dorada. Madrid: Antonio Machado Libros, 464 pp. Reseña de Luis Miguel Machín Martín (Universidad de La Laguna).
De todas las circunstancias e intereses que rodeaban al Hollywood clásico una de las cuestiones más interesantes es la influencia política e ideológica que se trataba de ejercer, desde diferentes lugares e instituciones, sobre trabajadores y artistas del séptimo arte. Desde sus orígenes, el cine estadounidense estuvo sujeto a tensiones políticas, intentos –y aplicación efectiva– de censura, muchas veces provenientes de sectores conservadores de la sociedad norteamericana.
No obstante, también hubo otro tipo de influencia, que provenía desde el interior de la industria, y que llegado un cierto momento –especialmente a partir de la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial, teniendo como clímax la etapa de la Caza de Brujas– fue perseguido. Así, La izquierda de Hollywood: La historia no contada de las películas de la época dorada, obra de Paul Buhle y Dave Wagner, narra una época convulsa de la industria cinematográfica estadounidense en que una serie de personajes relacionados con la izquierda alcanzaron diferentes puestos de importancia en el cine de Hollywood y que, con frecuencia, lograron introducir una visión ideológica diferente en el cine comercial del país, una visión más social, más irreverente y también más oscura, aunque siempre tratando de sortear las trabas que ponían los estudios y el propio sistema de censura.
El libro hace un repaso de un momento apasionante y oscuro del cine norteamericano en que un numeroso conjunto de artistas del cine –especialmente guionistas, pero también directores, productores y actores– quisieron trasladar ciertas ideas relacionadas con la justicia social en el cine hecho al calor de la II Guerra Mundial y de las políticas del New Deal, antes de tener que enfrentarse a la Caza de Brujas del senador McCarthy, cuestión que no sólo provocó que muchos de esos artistas tuvieran que exiliarse o dejar de hacer cine sino que polarizó a toda la industria, enfrentando a amigos y colegas, y favoreciendo la aparición de movimientos y plataformas de protesta como el Comité de la Primera Enmienda o la Alianza Cinematográfica.
Esta obra es, también, una pequeña historia sobre la relación de Hollywood con los prejuicios étnicos, religiosos e ideológicos, ya que no sólo trata sobre comunismo, sino también sobre el poder del catolicismo –personificado en Joseph Breen, de quien se recuerda que llegó a alabar y proteger la imagen de Franco en el cine norteamericano (p. 37)– y sobre el antisemitismo y los ataques a la comunidad judía.
Por otro lado, el libro analiza las andanzas de la izquierda en Hollywood en su máximo auge –antes de la Caza de Brujas– pero expone, además, sus antecedentes y consecuencias. Así, por ejemplo, se cuenta cómo existía afición entre ciertas figuras del cine norteamericano por el cine soviético anterior a Stalin y por el cine francés de los primeros años 30, exponiendo, de paso, su proveniencia de diferentes movimientos de izquierda o de corte progresista: «Describirlos como “subversivos” o “comunistas” era una convención de la época. Como varios millones del resto de los estadounidenses (…) durante las décadas de 1930 y 1940, nuestros sujetos pasaron por diversos movimientos de izquierdas, en su mayoría originados en los años de la Gran Depresión» (p. 16).
En ocho capítulos, los autores, Buhle y Wagner, van desgranando el auge y caída de estos artistas, partiendo de sus orígenes y de algunos precedentes –por ejemplo, la evolución del papel de los guionistas en Hollywood, cada vez más importantes y requeridos por una industria ávida de nuevas historias tras la aparición del cine sonoro, o sus procedencias, ya que muchos de ellos venían del teatro–, haciendo un recorrido por el creciente anticomunismo, hasta el final de la Caza de Brujas.
De este modo, el primer capítulo, dedicado a los guionistas, habla de cómo estos, escritores, que eran personas a menudo con ansias creativas y con ganas de hacer que sus historias se rodaran sin alterar, tenían que «abrirse camino dentro del laberinto y de los monopolios» (p. 28), es decir, tenían que sortear las trampas e impedimentos del sistema de estudios para hacer llegar aquello que querían expresar, tanto ideológica como argumentalmente.
El libro construye una historia de la izquierda en el Hollywood clásico a través de anécdotas y de personajes concretos, que se van enlazando como una cadena, de forma que, sin que parezca un procedimiento muy estructurado, se exponga un panorama general de la situación histórica y política de la época.
Así, por ejemplo, se señala a Francis Edward Faragoh y a John Bright como dos de los primeros guionistas que trajeron esas tendencias izquierdistas a Hollywood en los años 30 con películas como Hampa Dorada (Mervyn LeRoy, 1930) y El enemigo público (William A. Wellman, 1931). Siguiendo lo comentado anteriormente, se pasa de la figura de Bright al productor Zanuck, y de Zanuck a James Cagney, y de ahí a Dashiell Hammet, pasando el protagonismo de unos a otros, de forma que el libro abarque una gran variedad de situaciones e historias. Se observa, también, cómo los guionistas introducían cuestiones sociales o de izquierdas en varios géneros, fundamentalmente en el cine de gangsters y en el de «mujeres caídas», tal y como escriben los autores del libro.
En conclusión, el libro es una obra que abarca diversas perspectivas, con abundantes detalles y anécdotas, que hacen que esta obra pueda no ser leída sólo como una la narración de los hechos de un periodo histórico importante en el cine de Estados Unidos sino, también, como una historia de espionaje y ocultamiento, como una especie de thriller de no ficción acerca de una serie de personajes perseguidos por sus ideas y un momento histórico que cambió para siempre Hollywood. Es, por último, una reflexión sobre un periodo que presagió ciertas tendencias cinematográficas y académicas, sobre un momento de gran ebullición cultural e intelectual: «La lucha por el significado cinematográfico antes del hundimiento en el reduccionismo político había presagiado con décadas de adelanto las discusiones académicas» (p. 322).