EL PALACIO
DE LOS URRÍES EN AYERBE (HUESCA):
ORIGEN Y
RUINA DE UNA CASA SOLARIEGA
THE
URRÍES’S PALACE IN AYERBE (HUESCA):
ORIGINS
AND RUIN OF MANOR HOUSE
Alberto Nasarre Cónsul (Universidad de Zaragoza)
Recibido:
20 de junio de 2024 / Aceptado: 19 de septiembre de 2024
Resumen: El palacio de los Urríes en Ayerbe
(Huesca) es una casa solariega de época moderna que, a pesar de su valor
histórico y artístico, apenas ha sido estudiada o incluso visitada. Es, por
tanto, un inmueble desconocido tanto para la investigación como para la población
local. Con este trabajo se pretende compilar, revisar y aumentar el
conocimiento generado sobre este edificio y difundirlo, como uno de los pasos
dentro de una serie de actividades que conduzcan a su protección y que mejoren
su precario estado de conservación. La consulta de fuentes documentales,
gráficas y bibliográficas se ha unido al análisis directo de la casa solariega,
para lo que se ha contado con técnicas como la fotografía y la generación de
modelos 3D a partir de fotogrametría. Con todo ello se propone una datación para
el inicio de la construcción que parte del único documento conservado, que
tiene en cuenta las características formales del edificio, pero también el
contexto histórico local, la posición social y carácter de sus promotores, sus
usos, funciones y la audiencia a la que se dirige. Por otro lado, se parte del
análisis de las fuentes gráficas para comprobar la evolución del palacio en
época moderna y contemporánea, especialmente las alteraciones de su estado
original que han llevado a su actual configuración. Se ha podido comprobar
efectivamente que los restos de la casa renacentista hoy forman parte de una
construcción que es realmente un palimpsesto, construido en muy distintas
épocas, por distintos promotores y para variados usos. Sin embargo, también
queda claro que es un palacio clave en la comprensión del desarrollo del arte
del siglo XVI en la zona norte de Aragón.
Palabras clave: Aragón; Arquitectura; Edad Moderna; Palacio; Renacimiento.
Abstract: The palace of the Urríes in Ayerbe (Huesca) is a modern manor house which, despite its historical and artistic value, has hardly been studied or even visited and is unknown both to researchers and to the public. The aim of this work is to compile, review and increase the knowledge generated about this building and to disseminate it, with the aim of generating a series of activities that will lead to the protection of a building that is currently in a precarious state of conservation. The consultation of documentary, graphic and bibliographic sources has been combined with the analysis of the building, for which techniques such as photography and the generation of 3D models from photogrammetry have been used. With all this, a new dating is proposed that starts from the only document preserved and takes into account the formal characteristics of the building, but also the local historical context, the position and character of its main promoter, its uses, functions and the audience to which it is addressed. On the other hand, based on the analysis of the graphic sources, the evolution suffered by the building in modern times has been verified, paying special attention to the alterations of the original building that have led to the current configuration of the building, to be able to understand the remains that we currently possess. The remains of the Renaissance house today form part of a building that is really a palimpsest, built at very different times, by different promoters and for different uses. However, it is also clear that it is a key building in the understanding of the development of 16th century art in the northern part of Aragon.
Keywords: Aragón; Architecture; Modern Age; Palace;
Renaissance.
Cómo citar este artículo:
Nasarre Cónsul, A. (2024). El palacio de los Urríes
en Ayerbe (Huesca): origen y ruina de una casa solariega. Revista Eviterna, (16), 92-108 / https://doi.org/10.24310/re.16.2024.20159
El palacio de
los Urríes en Ayerbe, también conocido como palacio de Ayerbe, es en
realidad una casa solariega de época moderna, construida para servir como sede del
señorío de los barones de la villa. Se sitúa en el centro del municipio, entre
los dos barrios que ya existían en época medieval. Las dos plazas principales
de la localidad se han configurado a su alrededor con edificios que se
realizaron en función a su presencia; unos a su imagen y semejanza, otros en
contraposición al poder político de la baronía.
La rotunda factura de su fachada y su situación, junto a la que otrora
fuera vía fundamental de comunicación entre las ciudades más importantes de la
zona –Pamplona, Jaca y Huesca–, han hecho que fuera bien conocido desde época
temprana. De ello da fe su protección como Monumento histórico-artístico en
1931[1]. Pero,
por diversas circunstancias, en el mundo académico no se han desarrollado
estudios que lo abordaran por completo. El propio vecindario de Ayerbe también
desconoce el edifico, y es que, a pesar de los diversos usos públicos de
algunas de sus estancias, su función principal durante siglos ha sido la de ser
vivienda de sus propietarios o, en su ausencia, de quienes las administraban. Esta
situación, unida a su preocupante estado de conservación, han motivado un
proyecto de investigación centrado en el palacio, cuyo objetivo es servir como inicio
de las actividades que concluyan con su protección y gestión cultural[2].
Este trabajo tiene
como objetivo principal el estudio del palacio de los Urríes, partiendo
de la metodología propia de la historia del arte, y su difusión, en el marco
del proyecto citado. La fuente primaria a la hora de abordar este estudio es el
análisis del edificio. Para ello, se ha considerado pertinente la inclusión de
la documentación digital del patrimonio a través de la fotogrametría, que
permite el análisis pormenorizado de sus principales partes a través de la
réplica digital. Por otro lado, se han consultado las fuentes documentales,
gráficas y bibliográficas, con especial atención al contexto en el que se realizó,
así como a su transformación hasta su estado actual.
El examen de todo ello ha permitido un estudio pormenorizado de la casa
solariega, para lo que se han seguido procederes relacionados con los estudios
visuales y culturales, tal como se ha reflejado en el cuerpo de este trabajo. Ello
nos ha permitido, ante la falta de documentación, acercarnos a las
circunstancias de su inicio y evolución, marcadas por las motivaciones e
intereses de sus diversos ocupantes.
Como se ha
remarcado, a pesar del interés artístico e histórico de este edificio, los
estudios sobre este hasta el momento han sido escasos. A comienzos del siglo XX
Ricardo del Arco lo incluye en su Guía artística y monumental de la
provincia de Huesca (1910), dentro de las primeras catalogaciones
sistemáticas del patrimonio español impulsadas por Manuel Gómez-Moreno. En su
breve descripción, clasifica los elementos ornamentales del edificio según su
relación con el estilo ‘plateresco’, lo que le da pie para insinuar que algunas
partes pudieron realizarse en el siglo XV y, otras, en el XVI. También da
noticia de la destrucción de parte del conjunto durante la Guerra de
Independencia.
En los siguientes años será muy influyente la reseña de Vicente Lampérez y
Romea, encuadrada en su estudio de la arquitectura civil española (1922, pp.
561-563). Este autor planteó, a partir de criterios estilísticos, que el
edificio era una construcción de la segunda mitad del siglo XV. Por este motivo
tuvo que adscribirlo al patronazgo del barón Hugo de Urríes, fallecido en 1492.
Según su teoría, sería finalizado en el siglo XVI por su nieto, también Hugo de
Urríes, y su esposa, Greyda de Lanuza, que colocarían
su heráldica sobre la puerta principal.
Tras esta reseña el palacio apareció en varios compendios sobre
arquitectura histórica, en los que se repitieron los datos aportados por
Lampérez Romea, aunque su datación oscilaba entre el siglo XV y el XVI, siempre
según el mismo tipo de criterios. Un ejemplo es la Historia de la
Arquitectura Española, de Fernando Chueca Goitia (1964 [2001]). En esta
obra se destaca como «una de las poquísimas casas góticas que conserva Aragón»
con «rasgos catalanes del XV en el ventanaje, partido por columnitas» (p. 636),
aunque sabemos que estas columnas no existían en ese momento –ni,
probablemente, en su origen–. También destaca la galería de arcos entre las
torres, que en su opinión adelanta lo que se desarrollaría con posterioridad en
todo Aragón.
El debate sobre su datación se comienza a apartar de lo estilístico con la
aparición de una reseña del codicilo de Hugo de Urríes, redactado en 1544. En él,
el barón dice sobre su «casa nueva de Ayerbe» que «toda desdel
cimiento fue fundada y comprada de dineros mios y de
la dicha doña Greyda mi muger,
salvo aquella partida ques corrales y fue de la casa
antigua» (Arco, 1951, p. 345). Este documento servirá para que el inicio del
palacio se sitúe en el siglo XVI. A juzgar por sus escritos, Garcia Ciprés y
Ubieto Ponz (1928) ya lo pudieron conocer, aunque no lo citen, igual que sucede
en el texto de Antonio Ubieto Arteta (1952). El único autor que da una
signatura para este documento es Ricardo del Arco en su estudio sobre la
Universidad Sertoriana de Huesca (1951), de la que el barón de Ayerbe fue
patrono. Este codicilo sirvió también a Cristóbal Guitart (1979) para fechar el
comienzo de las obras hacia 1544. Poco después el mismo autor insiste en otro
texto que «se construyó […] en época de Carlos V, pero el arte renacentista
sólo prevalece en el patio, en tanto que un gótico rezagado informa sus bellas
ventanas […]», siendo su fachada «arcaizante, flanqueada por dos falsos
torreones almenados […]». Culmina afirmando que «podemos considerarlo el último
de los castillos-palacios de señorío en Aragón, aunque generalmente se le
incluya entre los palacios civiles» (Guitart, 1988, p. 109).
Ya en época reciente encontramos nuevas investigaciones en torno a aspectos
concretos relacionados con la construcción. Son interesantes los acercamientos
de Ascensión Hernández Martínez (2010) y, especialmente, Irene Ruiz Bazán
(2022), en cuanto a la labor del arquitecto Manuel Lorente Junquera en la
restauración tras la Guerra civil. También resulta de interés el análisis de
José María Lanzarote Guiral e Itziar Arana Cobos (2013) sobre los dibujos de la
casa realizados por Valentín Carderera en 1840, el testimonio gráfico más
antiguo del edificio. Resulta novedoso su análisis de la actual parte posterior
de la fábrica, que sugiere la posibilidad de que su ala oeste nunca fuera
completada.
El origen de las
primeras labores constructivas es un primer punto de interés para nuestro
trabajo. Ante la falta de documentación, cabe apuntar una serie de cuestiones
históricas que ayudarán a aclarar la situación. En primer lugar, es esencial el
análisis de la relación entre villa y señorío de Ayerbe antes de la llegada de
Hugo de Urríes. En los años previos a que heredara la baronía, la población local
se había revelado contra el señorío a partir de una Carta de Gracia,
supuestamente ilegítima, que refrendaba sus pretensiones sobre el control del
poder en la villa. Estos hechos fueron estudiados por Andrés Gómez de
Valenzuela (1996), a partir de varios documentos de los siglos XVII y XVIII. En
este sentido, cabe añadir a su trabajo el Sumario por don Hugo de Urries en el negocio de Ayerbe conservado en el Archivo
Histórico Provincial de Huesca, en cuyas primeras páginas se describe el
conflicto entre 1493 y 1505.
Este documento fue redactado en fechas inmediatamente posteriores a los
hechos y, con bastante probabilidad, de parte de los barones. A tenor de lo
descrito allí, el enfrentamiento tuvo su punto álgido en 1504. Es entonces
cuando «Baxando el dicho Phelippe
de Urries, de su castillo de Ayerve
hallo que le tenian tapados todos los pasos y
entradas del lugar los vasallos no dexandole entrar alla y hizo su acto de
resistencia y rebellion […] condemnando
a muerte a los de signo servicio
[vasallos] y confiscandoles las haziendas
como consta en proceso»[3]. En
lo relatado por Gómez de Valenzuela (1996), que se basa en fuentes menos
benevolentes con los Urríes, la entrada de la ciudad fue proseguida del saqueo
de esta por las tropas de los señores, que también buscaron la Carta de Gracia.
El conflicto prosiguió legalmente, declarando
los jurados de la localidad ante el Justicia el 21 de enero de 1505 «que ellos
eran señores de Ayerve» y, en diversas ocasiones, que
estas personas eran «comisarios del castillo»[4]. A la
muerte de Felipe de Urríes, el 13 de mayo de 1505, los vasallos ya habían
jurado que la Carta de Gracia era falsa, sin plantear reclamación alguna en los
meses de sede vacante. Hugo de Urríes toma posesión de la localidad en
septiembre de 1506, momento en el que debió iniciar un procedimiento para
declarar la falsedad del documento[5]. El
barón consiguió que el conflicto se mantuviera en relativa calma e hizo jurar
varias veces la falsedad de los documentos, ayudado por su prominente situación
política y social en la corte real (Gómez de Valenzuela, 1996, p. 88).
Algunos detalles en estos escritos
nos dan pistas sobre la casa solariega. En ellos solo se habla del castillo
como sede del señorío, con descripciones específicas como que, bajando de este,
le tenían tapados los accesos a la localidad. Esta expresión solo tendría
sentido teniendo en cuenta que el edificio que ocupaban los barones en el
momento era el situado en el promontorio que se alza sobre Ayerbe, hoy en
estado de ruina, y que también estaba fuera de las murallas; desde allí se
iniciaría el ataque a la villa según su versión. Siguiendo las fuentes interpretadas
por Gómez de Valenzuela (1996) se obtiene un resultado similar. En
declaraciones ya de 1610, los pobladores hablan de que subieron a los rebeldes
a la fortaleza para castigarlos, o que bajó de esta para saquear la localidad.
Parece bastante claro que en esa época aún había conciencia de que la sede en
el momento del ‘saqueo’ era el castillo, y que el palacio se construyó después,
quizás en relación con estos hechos. De hecho, si se tiene en cuenta el
contexto de largos pleitos, se podrá aventurar que antes de septiembre de 1506
no debía ser ni un proyecto, siendo la prioridad del nuevo barón asegurar su
título hasta esa fecha, en la que tomó posesión del territorio.
También su aspecto o tipología, entre la casa solariega y la fortaleza,
parecen responder a este contexto. Desde que Del Arco lo describiera como
«excelente tipo de casa solariega fortificada» (1942, p. 62), varias autorías
han esgrimido la apariencia de fortaleza exterior [Fig. 1] De ahí que
sea fundamental la consideración por parte de Guitart como «el último de los
castillos-palacios de señorío de Aragón» (1988, p. 109) que, a su vez, parte de
su descripción como ‘palacio acastillado’ (Torralba Soriano, 1960). Es probable
que, en vista de lo sucedido a su predecesor, Hugo de Urríes tuviera en cuenta
los aspectos defensivos a la hora de plantear la nueva sede del señorío. A
pesar de ello, su ubicación al nivel del caserío, aunque se situara aislado de
este, sigue los nuevos conceptos que se desarrollaron en época moderna
(Guitart, 1979, pp. 30 y 31; 1986, pp. 46-47).
Realmente, y a pesar de su estado de conservación, es sencillo inferir que la
casa de los Urríes responde sobre todo al ‘modelo’ o tipo de casa solariega que
se estaba desarrollando en este momento en Zaragoza, estudiado por Carmen Gómez
Urdáñez (1987). Estas construcciones suelen poseer
fachadas ordenadas de una manera parecida a esta: rematándose por una galería
de arquillos y, normalmente, con alero de madera, de la misma manera que lo
estuvo esta. Al interior se desarrollan alrededor de una luna central con dos
plantas y una escalera de aparato, con las dependencias abiertas a la misma. En
el caso de Ayerbe estos elementos internos se conservan de forma parcial, ya
que solo restan dependencias de las crujías este y sur del edificio, la mayor
parte de su fachada principal y algunos componentes hacia la luna central y
hacia lo que fuera su jardín [Fig. 2].
Enmarcar este palacio dentro de una tipología desarrollada a casi cien
kilómetros de la localidad puede parecer una extralimitación; pero está
justificado en función de la figura de sus promotores. Las relaciones de Hugo
de Urríes con la ciudad principal del reino de Aragón fueron constantes, no
solo por su papel de secretario de Fernando el Católico, de Carlos V y de la
Inquisición, sino por matrimonio con Greyda de
Lanuza, hija del Justicia del reino, Juan de Lanuza. Al respecto, resalta el
hecho de que debió poseer una casa en Zaragoza en las mismas fechas, hoy
perdida (Yeste Navarro, 2013); o, igualmente, su
profunda devoción pilarista. Muestra de esta fe es el pinjante de cadenas con
un león que donó al joyero de la Virgen del Pilar antes de 1528, una joya de
manufactura probablemente europea. Esta ofrenda es muestra del poderío
económico del donante, pero, también, de su capacidad de utilizar el arte de
una manera social o política, como demuestra que incluyera su heráldica en la
alhaja (Naya Franco, 2018). Es en esta conjunción entre política, economía y
usos sociales en la que se encuentra la promoción de la construcción de su casa
solariega al estilo de las de la capital, aun con la diferencia de tratarse de
un edificio exento y con carácter defensivo.
Desde luego, tanto los constructores como, especialmente, los promotores,
conocían los ejemplos zaragozanos. Esto se atestigua en la organización del espacio,
pero, también, en los referentes clásicos presentes en los ornatos ‘a la
antigua’ de la luna o en las techumbres de madera de los salones principales.
Este análisis formal también concuerda con el inicio de la construcción a
partir de 1506, por comparación con lo construido en Zaragoza en esa época. Las
diferencias entre su factura y la de la casa de los Torrero son evidentes.
Esta segunda se erigió entre 1500 y 1508 siguiendo un lenguaje aún medieval, como
también se lleva a cabo en la casa de los Huarte, probablemente iniciada
en las primeras décadas del siglo XVI. Según los documentos referidos por Gómez
Urdáñez, aún en 1512 «algunos detalles de la obra
eran una primicia del gusto en la construcción doméstica» (1987, p. 159). Sin embargo, es llamativa la similitud entre
los artesonados de la casa de los Huarte y los de Ayerbe, de sencilla
composición.
El palacio de Ayerbe tiene mayores afinidades formales con otro grupo de construcciones
levantadas en las décadas centrales del siglo XVI. Son apreciables las semejanzas
en cuanto a la composición y ornato de la luna de Ayerbe con la de la antigua casa
de Miguel Donlope, hoy Real Maestranza de
Caballería, construida a partir de 1537. También hay elementos como los
tondos situados en los antepechos, los mascarones en las albanegas o el friso
superior con motivos a candelieri que parecen
emparentarlo con edificios como la casa Aguilar, hoy Museo Goya,
iniciada en 1551; pero no hay que olvidar que todo este lenguaje también
aparece en la casa de Donlope, aunque en otra
situación, en este caso, en la galería de arcos que corona la escalera [Fig.
3].
Asumiendo lo anterior, la construcción de la casa de los Urríes
podría parecer un mero reflejo de lo sucedido en la capital. Probablemente por
ello, la mayoría de las autorías adscriben la presencia de ciertos motivos
ornamentales de tradición medieval a una estética arcaizante, llegando a adelantar
la fecha de inicio de la construcción en función a su presencia, obviando la
evidencia en su contra. Sin embargo, el vínculo entre este edificio y el foco zaragozano
parece ir más allá de la relación centro-periferia. Resulta plausible pensar que, en realidad, la
presencia de vanos con remates trigeminados[6] o
geométricos en la fachada –de clara filiación gótica como algunos otros
elementos–, en un momento en el que las casas solariegas renacentistas ya no
acuden a este tipo de ornato, puede tener un sentido más bien semántico.
Teniendo en cuenta la capacidad del barón para utilizar la promoción artística,
no resultaría extraño que buscara, de manera intencional, poner en relación su
linaje con la tradición medieval a través de estos elementos. Basta recordar
que es precisamente la población de Ayerbe, principal audiencia de la fachada
del edificio, la que ponía en duda la legitimidad del señorío. En efecto, llama
la atención la diferencia de concepto entre la robusta parte delantera y los
restos del interior, que denotan gran conocimiento de los referentes clásicos, situados
en una zona ya semipública del edificio. Todos los elementos al exterior
responden a otro tipo de estética. Incluso el gran remate de madera del
edificio, que fue desmontado en época contemporánea, pudo responder a esta
búsqueda consciente de referencias a la tradición medieval, a pesar de que su
presencia pueda relacionarse con la estética moderna. En las pocas fotografías
que conservamos antes del desarme del alero parece similar a los restos de aquel
situado en el patio, que se remata con elementos ornamentales vegetales de
tradición gótica [Fig. 4].
En la búsqueda de este sentido tampoco hay que olvidar que, aunque Hugo de
Urríes no afrontó ninguna rebelión, persistió en la idea de reforzar la
legitimidad de su señorío apoyado en acciones como hacer jurar la falsedad de
la Carta de Gracia en varias ocasiones, dando muestras de que el conflicto se
mantuvo en estado latente (Gómez de Valenzuela, 1996) [7]. Y,
aunque poco queda del antiguo castillo de los barones, es interesante resaltar
que los únicos capiteles conservados provenientes de este, hoy situados en el Palau
Maricel, de Sitges, responden también a esa estética del siglo XV.
Fig. 4. Detalle de la parte superior del ala este del edificio, realizada desde el
interior de este.
Fotografía: autor.
Como se ha hecho notar, el resto de los elementos de la casa no padecen ese
‘arcaísmo’. La ejecución de estos ‘a la antigua’ denota un conocimiento y
comprensión notable de los referentes clásicos, con unas proporciones también
equilibradas. Y, aunque no se admitiera la cuestión semántica, sí es evidente que
el promotor se esforzó en mostrar su gusto y conocimiento de la arquitectura
del momento en su casa principal [Fig. 5]. Podría ser este el motivo de
la aparición de dos fragmentos de yesería con motivos vegetales a base de lazo
de seis, que se imputaría a la tradición mudéjar[8]. Hay
que recordar que la aparición de los primeros trabajos de este tipo en esta
región en el siglo XVI se ha relacionado con la presencia de «personajes
importantes, interesados en la cultura y conocedores de las modas
arquitectónicas y sus artífices» y no en «la influencia ejercida por los
monumentos de época musulmana» (Navarro Echeverría, 1996, p. 128).
Por último, es necesario recuperar el
documento que citaba del Arco Garay (1951) en el que Hugo de Urríes hablaba de su
«casa nueva en Ayerbe». En este dice que «toda desdel
cimiento fue fundada y comprada de dineros mios y de
la dicha doña Greyda mi muger,
salvo aquella partida ques corrales y fue de la casa
antigua» (p. 345). Esta frase, en particular la alusión a lo novedoso de su casa,
había hecho que los autores a partir de Guitart (1979) dataran el inicio de los
trabajos en fechas cercanas a 1543. Sin embargo, es más probable que este
documento refleje una fecha ante quem, pues se
infiere de este que su domicilio estaba ya construido. Asumiendo esto, hay que
tener en cuenta el tiempo que se tardaba en realizar un trabajo de semejante
entidad, superior al lapso dado por la historiografía. Gracias a la
documentación, se conoce que la casa de Miguel Donlope
en Zaragoza tardó 17 años en levantarse (Gómez Urdáñez,
1987). Por ello parece más lógico que esta obra se iniciase entre 1520 y 1530,
algo que concuerda con el contexto histórico, político y artístico analizado
anteriormente.
A manera de coda a este apartado, hay que destacar el final del documento
reseñado por del Arco (1951), en el que dice que todo el edificio fue fundado
por Hugo de Urríes «salvo aquella partida ques
corrales y fue de la casa antigua» (p. 345). Y es que estos corrales de la casa
antigua parecen corresponder con una pequeña construcción adosada a la parte
este del conjunto, a continuación de la fachada, en la que incluso se conserva
una columna que nada tiene que ver con el resto de la fábrica –como tampoco el
propio aparejo de este–. Es probable que lo construido en el siglo XVI se adecuara
a esta construcción preexistente, de época desconocida. Quizás en esta parte se
pudo situar lo que se reconoce como «aposento de Gil Dieste»
en 1640, según documento reproducido por Chesús
Giménez Arbués (2021a)[9]. Este
autor ya llama la atención sobre la similitud de esta denominación con la
tradición que dice que el palacio se construyó en «las antiquísimas casas de
los Dieste», recogida por García Ciprés y Ubieto Ponz
(1928, p. 27).
De la casa de
Hugo de Urríes y Greyda de
Lanuza queda realmente poco. El edificio que hoy está situado entre las dos
plazas principales de Ayerbe es un auténtico palimpsesto. En él, las huellas del
palacio original se entremezclan con las construcciones realizadas dentro y en
torno al mismo, que sirvieron para adaptarlo a sus nuevos usos.
A mitad del siglo XVII el palacio aún debía servir de residencia de los
barones, a juzgar por el acta notarial del fallecimiento de Carlos Jacinto de
Urríes y Navarra[10].
Sin embargo, el inventario realizado en 1747 muestra que los señores hace
tiempo que ya no residen en la localidad, tal como apuntan García de la Rosa
(2014) y Giménez Arbués (2021a). Este registro fue realizado por Carlos Lop, notario de Ayerbe a petición del procurador del señor
de la villa, Joseph Salbador Sánchez, ante la muerte
del anterior apoderado y administrador, Juan Antonio de Burgos, fallecido en
este edificio[11].
Así, Pedro Jordán de Urríes, que era el señor de la villa en ese momento, no
tuvo que acercarse a la localidad siquiera para la realización de este acto; de
hecho, era un personaje relevante en la corte madrileña, donde desarrolló toda
su vida y acabó recibiendo el título de marqués de Ayerbe (Broto Aparicio,
2006). Lo mismo se colige del propio inventario, que refiere un destacable
número de objetos en mal estado, desde pinturas a candelabros y mobiliario, así
como a la falta de un ajuar completo para la capilla del palacio (Giménez
Arbués, 2021b).
Ya llegado el siglo XIX el edificio
jugó un papel importante durante la Guerra de Independencia. El palacio se
fortifica entonces, añadiendo un foso, que en ocasiones se identificó como
moderno. También se construyen otras defensas como las barbacanas, cuyos restos
se mantuvieron en la plaza Ramón y Cajal hasta casi el siglo XXI. En el
transcurso del conflicto bélico se produce la desaparición casi completa del
ala norte del palacio, a excepción de la parte baja de la fachada, cuyos restos
permanecen en los cierres del edificio actual en esta dirección.
También de este momento parece datar la ruina de su ala oeste, ya fuera
total o parcial. La duda surge porque esta parte sí será reconstruida en los
siguientes años, tal como recoge en sus dibujos Valentín Carderera en 1840[12] –el
testimonio gráfico más antiguo de la casa–. En la única pared conservada de esta
recomposición, la que cierra parcialmente en su parte norte la crujía oeste, se
observa la utilización de materiales diversos en su alzado sin importar la
composición o su proveniencia, lo que denota el carácter de urgencia de la
intervención. En uno de estos sillares se conserva un fragmento importante de
una cruz pintada. Esto, teniendo en cuenta que la iglesia parroquial de san
Pedro fue demolida en estas fechas, indica que algunos de sus elementos fueron
utilizados en estos trabajos.
Durante el siglo XIX el interior del edificio se transformó por completo
para crear varias viviendas destinadas al alquiler. Se compartimentaron y
adaptaron las estancias, reconstruyéndose a su vez la fachada norte del ala
este del palacio. Entre 1840 y 1885 se retiró el último cuerpo de las torres y
su remate almenado, probablemente debido a su estado ruinoso, tal como notó
Lanzarote Guiral (2013). En los dibujos de Carderera, las torres aparecen vacías
en sus caras internas, por lo que resulta probable que el exterior de estas se
fuera arruinando progresivamente. Gracias a una fotografía conservada en el
archivo del Centro Excursionista de Cataluña, publicada en forma de grabado en
1886 (Quadrado, 1886), tenemos noticia de que las
torres estaban desmochadas en ese momento [Fig. 6a-b].
Entre la toma de la fotografía y
1894[13] se retiró
el alero de madera de la fachada y se reconstruyó un remate almenado para la
parte superior de la galería de arquillos y de las torres. El alero, a juzgar
por la fotografía del Centro Excursionista de Cataluña, así como a otra de
Santiago Ramón y Cajal desde la parte superior de la localidad, no se
encontraba en mal estado. Aun así, se retiró, configurando la imagen de la
fachada que aún hoy pervive. Esta intervención fue criticada de forma temprana,
como reflejó Lampérez Romea, que pocos años después dice que desconoce «los
datos en que se han fundado estas modificaciones» que «cambia[n] por completo
la fisionomía y carácter del monumento» (1922, p. 563).
Al inicio del siglo XX los marqueses
de Ayerbe se desprenden finalmente del edificio, vendiéndolo a la familia Coiduras, importantes comerciantes de la localidad. Estos no
lo utilizan como residencia desde un principio, sino que lo destinaron a fines mercantiles.
Para ello se comenzaron a abrir grandes vanos en la parte inferior de la
fachada, así como se adecuaron los interiores, como se comprueba en las
fotografías de años sucesivos. Las alteraciones del edificio con fines económicos
fueron profundas, tanto que se llegan a construir naves industriales en su
jardín posterior, demolidas recientemente. Para acceder a ellas se creó un paso
que atravesaba la crujía este justo junto a la caja de escaleras de época
moderna. De hecho, en esta intervención se eliminó uno de los cinco pilares del
piso inferior de la luna lo que, unido a la ocultación de otro en la pared de
un local comercial, ha llevado a pensar que esta parte fuera de menores
dimensiones de las que realmente tuvo.
Sobre este patio aún hubo otra
intervención. Después de la Guerra Civil, durante o tras la intervención de
Manuel Lorente Junquera[14], se
reconstruyó toda la crujía oeste del palacio con dos fines: locales comerciales
la parte inferior y vivienda de los propietarios en la parte superior. A juzgar
por las fotografías realizadas durante las obras, tras la torre oeste no
quedaba nada del edificio anterior, por lo cual se optó por la realización de
una construcción nueva por completo en este espacio. Esta no se limitó al
espacio que ocupaba el antiguo ala oeste, sino que ganó metros hacia el lado
este del edificio, para lo que se destruirían otra buena parte de los restos de
época moderna. Se conserva una fotografía del archivo Mas, anterior a esta
reforma, en la que podemos comprobar diferencias sustanciales en el estado del
patio en su lado sur [Fig. 7a-b]. Así, en 1917 aún se conservaba de
manera completa la galería de arcos del piso superior, aunque ya cegados, así
como los pilares del piso inferior. Estos fueron sustituidos a mediados del
siglo XX por la gran viga metálica que sustenta esta parte del edifico, así
como lo fue también el alero de madera, como se comprueba al comparar las fuentes.
El palacio de
los Urríes es un edificio construido hacia 1520 promovido por Hugo de
Urríes, uno de los hombres más importantes de la administración de Fernando el
Católico y el emperador Carlos V, y su esposa Greyda
de Lanuza, emparentada con el Justicia de Aragón. En este sentido, parece
lógico que para la construcción de su residencia siguieran los modelos que se
estaban desarrollando en la metrópoli del reino de Aragón, Zaragoza,
especialmente en relación con el nuevo estilo ‘a la antigua’ que se estaba
poniendo de moda en ese momento, teniendo en cuenta la personalidad del
promotor. Sin embargo, la presencia de elementos ornamentales de tradición
gótica no tiene tanto que ver con los arcaísmos, en relación con la idea de
foco irradiador y periferia, sino que está relacionada con el contexto
histórico en el que se erige. De hecho, la comprensión del conjunto palaciego puede
ser fundamental para evaluar el desarrollo de la arquitectura civil en Huesca
en época moderna.
Por otro lado, los barones de
Ayerbe, luego marqueses, se fueron alejando de la localidad oscense a la vez
que iban adquiriendo nuevas cotas de poder en la corte española. El edificio
quedó en manos de administradores que ya en el siglo XVIII regían su vida por
completo y, tras la ruina de la crujía norte durante la Guerra de Independencia,
comenzaran sus transformaciones más profundas con el fin de dotar al edificio
de nuevos usos comerciales e industriales que permitieran un rédito económico.
A finales del siglo XIX se sustituyó el alero de madera de la fachada y se
recrecieron las dos torres, dotando a la fachada de un remate almenado que
configura su actual imagen. La reconstrucción del ala oeste como vivienda de
los nuevos propietarios hacia la mitad del siglo XX supuso la eliminación parte
de los restos de época moderna del patio. Estas transformaciones contemporáneas
son de interés para la comprensión del palacio, a pesar de haber opacado su
verdadera entidad a ojos de propios y extraños.
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[1] La primera declaración como monumento Histórico-Artístico se
encuentra en el Decreto de 3 de junio de 1931, declarando monumentos
Históricos-Artísticos, pertenecientes al Tesoro Artístico Nacional, los que se
indican –entre ellos, el palacio de Ayerbe– (Gaceta de Madrid, 155, de
4 de junio de 1931). La declaración complementaria, conforme lo requiere la
actualización legislativa de dicha figura, se encuentra en la Orden de 3 de
septiembre de 2003, del Departamento de Educación, Cultura y Deporte, por la
que se completa la declaración originaria de Bien de Interés Cultural de la
denominada Palacio de Ayerbe (Huesca).
[2] Este trabajo
forma parte de los resultados del proyecto de investigación Tecnología
aplicada al a investigación del patrimonio histórico. Estudio y puesta en valor
del palacio de los marqueses de Urríes en Ayerbe (C076_2023_1), dirigido
por la dra. Natalia Juan García, que recibió financiación a través de las
Ayudas a la investigación convocadas por la Cátedra Gonzalo Borrás en 2023. Es
necesario agradecer también la colaboración de los miembros del Zentro de la
Imagen Digital y la Memoria de Ayerbe, ZIDMA, en particular a Ángel García de
la Rosa y Adriana Correas, personas fundamentales para la realización tanto de
este como de todos los trabajos relacionados.
[3] AHPH, signatura F-000037/0000001,
1506?, f. 2r.
[4] Idem. Las
referencias al castillo se repiten esencialmente en la justificación de los
hechos, f- 2r-3r.
[5] Así parecen
atestiguarlo otros documentos encontrados en el Archivo Histórico Provincial de
Huesca, como el titulado a posteriori Motivos en favor de don Hugo en el
negocio de Ayerbe en la Corte del Justicia de Aragón, que versa sobre los
mismos hechos, AHPH, signatura F-000037/0000002, 1506? Aún así, se recomienda
ser cautelosos con estos documentos, que no aparecen fechados y cuya
adscripción se ha realizado por la aparente cercanía con los hechos narrados.
Además, la existencia de otros procedimientos entre un Hugo de Urríes, el nieto
de este, sobre el señorío de Ayerbe, nos
anima a tener aún mayor precaución sobre estas fuentes.
[6] No hay
evidencia de la existencia de columnillas, tal como apuntaba Chueca Goitia (1964
[2001]), aunque tampoco de que no existieran en ningún momento.
[7] También es
muestra de ello que su propio nieto tuviera que afrontar un conflicto sobre el
señorío a partir de 1567.
[8] Hoy están
recolocados y unidos entre sí de forma no coincidente en una pared del piso
superior del edificio.
[9] A.H.P.H., 1640, Francisco Antonio de
Fuentes, signatura 006158.
[10] Idem.
[11] A.H.P.H., 1747, Carlos Lop,
signatura 002676.
[12] Conservados en el Museo Lázaro Galdiano.
[13] Así aparece en el periódico El Adelanto,
promovido por el escritor ayerbense Vicente Castro Les y publicado en su único
número el 20 de septiembre de 1894 (conservado en la Hemeroteca Municipal de
Madrid). En su sección de noticias se incluye una reseña que da fe del fin de
las obras: «[…] El señor marques de Ayerbe ha coronado de gallardas almenas su
palacio, componiendo además algunos detalles de la fachada. Suponemos que no
parará en lo de las almenas». Fue Ángel García de la Rosa quien dio a conocer
esta noticia, aunque no lo haya publicado.
[14] Que se limita a
la limpieza, consolidación y reconstrucción de las fachadas del edificio, como
recoge el Proyecto de reparaciones urgentes en el castillo de Ayerbe,
junio 1951 que se encuentra en el Archivo General de la Administración,
Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes, Proyectos de
Restauración (03)115 IDD 26/254.