UNA APROXIMACIÓN A LA IMAGEN DE LA MUERTE EN EL PUEBLO GITANO EVANGÉLICO DE ZAMORA
AN APPROACHMENT OF THE IMAGE OF THE DEATH IN THE EVANGELICAL ROMA PEOPLE IN ZAMORA
Carlos Fernández Herrera (carlosfdezherrera@usal.es)
Universidad de Salamanca, España
Recibido: 29 de diciembre de 2023 / Aceptado: 24 de marzo de 2024
Resumen: Este trabajo es un acercamiento a la imagen de la muerte en el pueblo gitano a través de sus tumbas. A partir del caso de los cementerios de Zamora, Benavente y Toro, núcleos de población donde se concentra la población gitana en la provincia de Zamora, se abordará: por un lado, la enorme trascendencia que el poder de las imágenes en el ámbito funerario del mundo gitano. Influidas por el enorme peso que recibe la religión evangélica, los sepulcros gitanos, es decir, aquellos ocupados por población romaní, se ven contaminadas de recursos icónicos, si bien no siempre son figurativas; por otro lado, resulta fundamental la importancia que cobra el sepulcro en la cotidianidad de la vida gitana puesto que, además de recibir la visita frecuente a la misma, en torno a ella se desarrollan una serie de rituales de carácter casi doméstico que obligan a su mantenimiento y conservación. La mirada externa califica a estos enterramientos como objetos de mal gusto, adhiriéndose, en consecuencia, a la estética del kitsch. Si bien la intención de los comitentes gitanos no parece estar en consonancia con ningún esquema visual ni paradigma estilístico, existen elementos de carácter simbólico que entroncan con ciertas manifestaciones populares.
Palabras clave: Familia; gitanos; imagen; kitsch; tumbas.
Abstract: This work is an approachment to the image of the death in the Rom through them tombs. From the cases of the cemeteries of Zamora, Benavente and Toro, cities more populated of Zamora’s province, it will be addressed, on the one hand, that the power of images and their use has enormous significance in the funerary field of the romani world. Influenced by the enormous weight that Evangelical religion receives, Roma people tombs, which are occupied by romani people, are contaminated with images, although they do not always resort to figuration. On the other hand, the importance that the tomb has in the daily life of Roma people life is fundamental, since, in addition to receiving frequent visits to it, a series of rituals of an almost domestic nature develop around it that force its maintenance and conservation. The external view qualifies these burials as objects of bad taste, consequently adhering to the aesthetics of kitsch, although the intention of the romani people who commissioned them does not seem to be in line with any visual scheme or stylistic paradigm, although there are elements of symbolic that connect with certain manifestations of kitsch.
Keywords: Family; Roma people; image; kitsch; tombs.
Cómo citar este artículo:
Fernández Herrera, C. (2023). Una aproximación a la imagen de la muerte en el pueblo gitano evangélico de Zamora. Revista Eviterna, (15), 19-36 /
https://doi.org/ 10.24310/ re.15.2024.18201
1. Introducción
El pueblo gitano ha sido protagonista de imágenes generadas desde fuera de su propia comunidad. Han sido unos ‘otros’, frente a los ‘nosotros’, es decir, la sociedad mayoritaria. En este proceso de pasividad, los gitanos han conformado los imaginarios visuales, culturales, antropológicos, sociales, etc., de una mayoría que ha queadado fascinada, en muchas ocasiones, por aquello que le resultaba desconocido.
A pesar de que los gitanos hayan podido crear sus propias imágenes –tanto autorrepresentativas o, también, como una exposición de emociones, como ocurre con el flamenco–, los estudios científicos no los han tenido en consideración. Ello dificulta, indubitablemente, por un lado, el acceso al conocimiento de la cultura gitana, así como su expresión artística; y, por otro lado, los códigos idiomáticos que utilizan a la hora de crear dichas imágenes. Sin embargo, sí que existen unas obras a las que tenemos acceso y cuya génesis es enteramente gitana: sus tumbas.
Son las únicas creaciones que tienen una autonomía visual lo suficientemente importante como para poder ser observadas y admiradas, otorgándoles un estatus personal muy particular, que es lo que se abordará a lo largo de este artículo. Son objetos que no han recibido atención por parte de la academia ni tampoco han sido estudiados desde ninguna disciplina, a pesar de que pueden ofrecer una cantidad de información y conocimiento extraordinario del pueblo gitano. En especial, de su manera de entender la vida, la familia y la muerte.
Podría considerarse que este trabajo se lleva a cabo desde un enfoque muy cercano a la antropología y no tanto desde la historia del arte. Sin embargo, pretendemos acercarnos al fenómeno creativo desde el ámbito de la teoría de la imagen; es decir, estando de acuerdo con las palabras Belting: «las imágenes no son competencia de los historiadores del arte hasta que comienzan a coleccionarse como pinturas y responden a las reglas del arte» (2011, p. 11). La ausencia artefactos artísticos genuinamente gitanos en las salas de los museos y en las más conocidas instituciones dedicadas al coleccionismo no es óbice para que se ignore un hecho trascendental: las tumbas son las únicas imágenes producidas por esta cultura, ocupando un lugar en el espacio público. Por lo general, en el caso que se haga referencia a ellas, los juicios de valor emitidos suelen ser negativos, calificándolas de horteras o excesivas.
Llevaremos a cabo una disertación en la que se expondrán una serie de cuestiones que pondrán de manifiesto la relevancia de las tumbas gitanas en la vida de la comunidad, así como el valor de la imagen para esta cultura generadora. Este trabajo es, pues, un acercamiento a la imagen de la muerte entre los gitanos, focalizando la atención en los monumentos funerarios de la provincia de Zamora.
2. Marco teórico/objetivos
El estudio se ha enfocado desde las metodologías teóricas de la historia del arte y los estudios visuales y culturales[1]. En el cruce de ambos objetos, el análisis visual de los monumentos funerarios permite acceder a una realidad social muy particular. Los precedentes en el ámbito medieval han resultado útiles al ofrecer a la historiografía artística un concepto antropológico de imagen, propia de contextos religiosos, donde la vida social se articula en torno a una percepción escatológica del fenómeno de la muerte como paso a ‘otra vida’. Ello conlleva una serie de preparaciones rituales ligadas a empresas artísticas. El sepulcro es el objeto material que canaliza estos ritos del duelo y el culto a la persona fallecida, la imagen material que garantiza ese ‘más allá’ para así eternizar el tránsito y la perpetuidad del finado, cuyo recuerdo pervivirá en la memoria colectiva. La imaginería en estos monumentos se utiliza como sustituto representativo del individuo y de su grupo familiar. El estilo y los materiales expresan, construyen y proyectan su imagen personal, aludiendo a un estatus grupal según se empleen distintos códigos visuales propios (Belting, 2010).
Ya que el caso de las tumbas gitanas no ha suscitado demasiado interés en el ámbito académico, es imposible establecer un discurso de este asunto apoyándonos en investigaciones que no existen, de ahí la necesidad de construir un relato novedoso a partir de este tipo de imágenes. El primer acercamiento a esta cuestión ha tenido que llevarse a cabo a partir de un trabajo de campo que ha requerido visitar los cementerios de las localidades de Zamora, Benavente y Toro, núcleos de mayor población de la provincia, en los que se concentra la mayor parte de gitanos y gitanas.
La labor de documentación y catalogación de las diferentes tumbas en estas coordenadas ha permitido identificar a sus propietarios gracias a: los apellidos de los difuntos inscritos en ellas; o, también, por medio de la ayuda prestada por las propias familias gitanas, sin las cuales no habría sido posible la realización de esta investigación. El número total de enterramientos localizados en los diferentes camposantos ha sido de 153: 15 correspondientes a Toro; 67 a Benavente; y, el resto, 71, a la capital, Zamora.
Ya que esta investigación responde a un intento de perspectiva panorámica en torno a la imagen de la muerte de los gitanos a partir del caso de la provincia zamorana, no se llevará a cabo un análisis individualizado de cada una de las tumbas, sino que, por el contrario, se realizará una lectura de conjunto que facilite la comprensión de la realidad de la muerte para este pueblo. Si bien, se pondrán de manifiesto una serie de tipologías muy concretas que se repiten y que configuran un corpus de imágenes en el que se refuerzan ciertos modelos visuales. Entre ellos descuellan los textos, particularmente religiosos –con la Biblia como protagonista–, así como los retratos de los difuntos.
Existen una serie de cuestiones que se han de tener en consideración antes de abordar directamente el asunto de las tumbas gitanas: el contexto en el que se crearon y las motivaciones que las han llevado a ser como son. Con respeto a la cuestión temporal, hemos elaborado una tabla [Fig. 1] a partir del trabajo de campo en los cementerios, estableciéndose una división por décadas e incorporando el número de sepulturas correspondientes a las mismas junto con el porcentaje que representan con respecto al total de enterramientos pertenecientes a familias gitanas[2].
Período |
Toro |
Benavente |
Zamora |
|||
|
Tumbas gitanas |
% total tumbas |
Tumbas gitanas |
% total tumbas |
Tumbas gitanas |
% total tumbas |
1900-1959 |
0 |
0,0% |
3 |
4,5% |
3 |
4,2% |
1960-1969 |
2 |
13,3% |
6 |
8,9% |
3 |
4,2% |
1970-1979 |
2 |
13,3% |
5 |
7,5% |
13 |
18,3% |
1980-1989 |
5 |
33,3% |
11 |
16,4% |
11 |
15,4% |
1990-1999 |
1 |
6,7% |
14 |
20,9% |
16 |
22,5% |
2000-2009 |
1 |
6,7% |
15 |
22,4% |
12 |
16,9% |
2010-2019 |
2 |
20,0% |
10 |
14,9% |
15 |
21,1% |
2020-2023 |
1 |
6,7% |
3 |
4,5% |
6 |
8,4% |
Total |
15 |
|
67 |
|
71 |
|
Fig. 1. Tabla explicativa del número de enterramientos en cada uno de los cementerios visitados con relación a su cronología y su correspondencia con las tumbas totales. Autoría propia.
Los datos que pueden extraerse de la tabla permiten establecer un abanico temporal en el que encajar este trabajo, ya que, a partir de la década de 1970 –con el establecimiento definitivo de los gitanos en los distintos enclaves urbanos y el abandono del nomadismo (Asociación Secretariado General Gitano, 1990)–, empezaron a tomar parte en los espacios públicos. En este caso, los cementerios.
El factor religioso es verdaderamente determinante en la configuración visual, simbólica y constructiva de los enterramientos; precisamente por cuestiones más inmateriales que físicas. Hay que tener en cuenta que en la provincia de Zamora la práctica totalidad de población gitana profesa la religión evangélica de Filadelfia (Santamaría del Río, 2006), una rama del cristianismo protestante que tiene su origen en el metodismo americano (Cantón Delgado, 2006, p. 180) y llegó a España desde Francia (Montañés, 2016, p. 2) a mediados de la década de 1960 (Montañés, 2016, p. 4). Hasta ese momento el catolicismo era la religión oficial, también para los gitanos. Sin embargo, con el paso de los años, Filadelfia acabó siendo un instrumento identitario de empoderamiento social (Cantón Delgado, 2001, p. 60), consustancial a la realidad gitana desde ese momento.
Al tratarse de una religión protestante, no cuenta con imágenes (Mena Cabezas, 2007, p. 84) en sus templos, ni en ninguno de sus ritos; además no celebra la semana santa al considerarla fiesta idólatra (Cantón Delgado, 2006, 63). En este sentido, su máxima es que «Dios eligió la palabra para comunicarse con los hombres» (Besançon, 2006, p. 221).
3. Las imágenes en la muerte gitana
Pasear por cualquiera de los cementerios que son objeto de estudio y han servido de referencia para este trabajo –Zamora, Benavente y Toro–, implica alzar la vista y ver unas arquitecturas relucientes y blancas que, por su limpieza, reflejan la luz del sol. Una vez catalogadas cada una de las tumbas, ubicadas en el espacio gracias a los planos [Figs. 6, 7 y 8] y con una documentación exhaustiva de cada uno de los fallecidos que las habitan, se ha llegado a una serie de conclusiones, fruto del primer acercamiento al objeto, que se irán desgranando.
En la transmisión visual del contenido religioso en estas tumbas predomina el medio textual sobre el figurativo. La epigrafía funeraria o género epitáfico es una imagen textual que tiene en común con la iconografía funeraria «tanto la dimensión conmemorativa como la orientación, en última instancia, escatológica (pro remedio animae)» (Rico Camps, 2013, pp. 132-133).
Esta suerte de aniconismo religioso puede estar relacionado con el tipo de culto que profesan mayoritariamente los gitanos. Como se ha mencionado ya, Filadelfia llegó a España a mediados de la década de 1960; sin embargo, la conversión, si bien fue masiva, no llegó a todos los lugares al mismo tiempo. Esto empieza a materializarse en diferencias sustanciales entre los sepulcros gitanos y los no gitanos, ya que los primeros pasan a eliminar las imágenes figurativas de los mismos, mientras que los segundos siguen incluyendo a Cristo, la Piedad, la Virgen María, etc., dentro de su haber iconográfico.
Este hecho es determinante en la configuración material de las tumbas más antiguas, ya que algunas cuentan aún con hornacinas. Habitualmente, este tipo de espacios acoge imágenes religiosas; sin embargo, en el caso de las tumbas gitanas, como se puede [Figs. 1 y 2], hay elementos decorativos, aunque existen otros ejemplos con fotografías u objetos que hagan referencia al difunto.
Fig. 2. Ejemplo de hornacina desacralizada en el cementerio de Zamora. Fotografía: colección del autor.
La alteración de esa oquedad, que pasó a ser un habitáculo para elementos conmemorativos sin presencia de imágenes religiosas, hizo que estas perdieran su poder, ya que pasaron a ser elementos externos y materiales (Freedberg, 2017, p. 99) que podían tener la forma de Cristo, la Virgen o lo que quiera que fuera. Tuvo lugar entonces, entre los gitanos convertidos a la incipiente rama del cristianismo protestante, una suerte de rebelión (Díaz Cruz, 2017, 22) en contra de la Iglesia católica. En ella vieron una institución opresora, mientras que en Filadelfia encontraron un nuevo lugar para desarrollarse como ‘cristianos nuevos’ que les permitía empoderarse en su identidad étnica. En esta batalla identitaria que los gitanos evangélicos estaban llevando a cabo, atacaron de manera fulgurante el elemento que para ellos era la representación más evidente de su antigua fe: las imágenes.
Fruto de los preceptos de un logocentrismo protestante que ve a Dios en la palabra y no en las imágenes, las tumbas tienen textos bíblicos, en lugar de imágenes figurativas, en relación con la salvación o el paraíso. Tanta es la importancia que se le da a la palabra y al fundamento de su fe y sus creencias en la misma que algunas tumbas [Fig. 4] tienen la losa con forma de libro, haciendo referencia a la Biblia como base sobre la que se asientan las creencias que algún día los llevarán al cielo.
Fig. 3. Ejemplo de losa con forma de libro en el cementerio de Zamora. Fotografía: colección del autor.
Didi-Huberman plantea como un absurdo contraponer las imágenes con los textos, en tanto que conjuntamente establecen «una tumba de la memoria» (2020, p. 31); y no por la necesidad de imágenes, ya que el mundo vive y existe por estas, sino porque la realidad de las tumbas gitanas es que cuenta con imágenes figurativas. Nos referimos a los retratos de los difuntos [Figs. 4 y 5], que, si bien no están presentes en todos los sepulcros, sí que aparecen representados de múltiples formas. Por ejemplo, a través de esculturas de bulto, en fotografías adheridas a la piedra o impresas (Morcate, 2019, p. 142), constituyendo una de las innovaciones técnicas más avanzadas.
Estas representaciones tienen una función múltiple. De una parte, el recuerdo (Belting, 2010, p. 231), ya que los muertos se alojan en la frágil memoria (Vargas, 2018, p. 88), lo que obliga a presentar su imagen reiteradamente para que acaben por no desaparecer. Y, de otra, se trata de un elemento que facilita el tránsito por el duelo causado por la pérdida de dicho familiar (Morcate, 2019, pp. 140-141).
Fig. 4. Ejemplos de busto en los cementerios de Benavente y Zamora. Fotografía: colección del autor.
Para que esa perdurabilidad del recuerdo sea efectiva se ha optado, con el paso del tiempo, por innovaciones técnicas, como la impresión de imágenes y texto en la propia piedra; un método que se diferencia del tradicional constituido por piezas metálicas adheridas a la losa con algún tipo de adhesivo. En cierto modo, con estas representaciones de los difuntos se ejerce una apropiación (Ortiz García, 2019, p. 239) de los seres queridos, en tanto que, de alguna manera, no se ‘permite’ su ida al más allá en tanto que gracias a sus imágenes mantenemos su presencia a través de las imágenes
Fig. 5. Ejemplos de imágenes impresas en el cementerio de Benavente. Fotografía: colección del autor.
Aunque exista una negación de las imágenes figurativas en las que aparezcan Cristo o Dios padre, sí que aparecen enormes cruces o palomas; la existencia de estas representaciones de los muertos hace que sea cuestionable el significado de las propias tumbas, incluso desde el punto epistemológico en tanto receptáculo que contiene los cuerpos de finados o espacios para el recuerdo. Estos dos elementos que recurrentemente aparecen en el mundo funerario –no olvidemos que la cruz es el símbolo universal de la cristiandad– se relacionan directamente con la muerte y con la salvación (Díaz, 2010, p. 507). No en vano, la paloma, en el contexto religioso, evoca la presencia del Espíritu santo. Sin embargo, en este ámbito, podría estar más relacionada con la nueva vida (González, 1999, p. 191) que se alcanza una vez muere el cuerpo.
Por tanto, los gitanos sí que viven de imágenes, incluso en la propia muerte; por supuesto, el uso de las representaciones propias de los difuntos, a modo de recuerdo u homenaje, conviven con otros elementos religiosos. Los textos bíblicos, las cruces y palomas, como iconos universales de la fe cristiana, no generan conflicto para con los gitanos evangélicos, en tanto que, reiteradamente, han sido utilizadas por ellos. Son entendidos como elementos que no representan figuradamente a Cristo; con lo cual, lo que se evita es la materialización de un cuerpo santo en una escultura. Sin embargo, aquellos símbolos que sean una representación más sucinta de ellos o un texto bíblico no generan ese tipo de tensiones. Con esto queda demostrado el extraordinario poder de las imágenes, responsables y representantes de una religión, resultando imprescindibles incluso para un pueblo que reniega de ellas, en tanto cristianos protestantes, pero que las necesita para llevar a cabo sus rituales de vida y sociedad.
Por tanto, sí que existen imágenes en los enterramientos gitanos, aun protestantes, ya que no es imagen exclusivamente aquello que cabe en el mundo de la figuración. En este sentido, símbolos y textos pueden manifestarse de otra manera.
4. La vida de las tumbas
La relación de los gitanos con las tumbas de sus familiares es muy particular, no solo por el enorme peso que tiene todo lo que rodea a la familia, de la que hablaremos más adelante, sino por una serie de circunstancias que le otorgan esa particularidad. En las diferentes visitas a los cementerios sobre los que se articula este trabajo llama la atención que las gitanas son las que presentan un mejor estado de presentación.
Este hecho se debe a un ‘cariño’ por el mantenimiento del sepelio, entendido como un espacio más de la casa. Tiene sentido pensar que la decoración, en este caso las flores, respondieran no sólo a una convención social de adorno de los sepulcros sino, también, a un esquema decorativo, de acuerdo con el gusto de la familia o del propio colectivo. Sin embargo, puede que los gitanos cuiden la limpieza de las tumbas de una manera tan exhaustiva para negar el interior de las mismas (Didi-Huberman, 2021, p. 26), un cuerpo descompuesto que nada tiene que ver con la pulcritud de la losa que lo cubre.
La conservación de las sepulturas vendría, por tanto, determinada por la consideración simbólica de la tumba como el hogar de los cadáveres, de aquellos familiares que ya no están y a los que, de alguna manera, se les rinde culto. A modo de muestra de respeto y afecto por ellos, se mantiene con una pulcritud exhaustiva el espacio en el que reposan.
Sin embargo, es necesario resaltar que la limpieza de los enterramientos no sería el único motivo por el cual las visitas al cementerio son tan recurrentes. Lógicamente, para que se produzcan estos peregrinajes, es necesario que el finado esté enterrado, lo que lleva a pensar, de acuerdo con Philippe Ariès (2017, p. 88), a que el proceso de incineración queda descartado entre los gitanos ya que, con ello, la peregrinación a la tumba no existiría. Hay que tener en cuenta que el sepulcro, o el entorno de la misma más bien, acaba por convertirse en otro espacio más en el que la vida familiar tiene cabida y se desarrolla.
Esta convención social que tiene lugar en torno a los enterramientos lleva consigo una serie de útiles que se encuentran en la parte de atrás de muchas tumbas con el fin de ocultarlas y que no existan riesgos de estropear la imagen que se ofrece con el enterramiento. Nos referimos a cepillos, fregonas, bayetas, etc., que vienen a evidenciar la importancia de la limpieza; pero, además, en muchos casos, hay pequeñas sillas plegables, signo de que, cuando se visita el lugar, quien lo hace quiere estar cómodo. En cierto modo, el sepulcro y su entorno pasan a ser el escenario sobre el que se lleva a cabo una performance familiar de carácter cultual en la que los utensilios de limpieza están entre bambalinas, pudiendo sacarse en el momento propicio. La tumba necesita de estos rituales para poder ser entendida, no sólo por los espectadores, sino por la propia familia, que, a modo de coro, acompañan el desarrollo de la tragedia.
Este hecho arroja una información de sumo interés en el marco ritual que rodea estas obras; por un lado, que la frecuencia con la que se acude al cementerio es bastante elevada; por otro, que el tiempo que pasan los familiares alrededor de la tumba es prolongado en el tiempo.
Por supuesto, lo relevante es ‘estar’ con el familiar fallecido; sin embargo, aquello que recibe la visita, que se limpia y en torno a lo que se desarrolla la vida en los cementerios, es la tumba. Estos elementos, a las que nos referiremos como imágenes, ya que no sólo se tiene en consideración el objeto pétreo que acoge el ataúd, no buscan ser una suplantación del muerto; se les concede vida, en tanto que funcionan como partes cotidianas de la misma y, en este caso, de los habitáculos de las propias casas. Estos artefactos empiezan a vivir, ya que los propios gitanos cohabitan con ellos; de manera inconsciente les están otorgando vida a unas imágenes que acaban por someterlos (Belting, 2011, p. 181).
La idea de recuerdo parece no cubrir las necesidades de este asunto, puesto que, no retornan al muerto a la vida a través de sus representaciones visuales, sino que viven con ella en el mismo lugar en el que está el cuerpo. Esto se fundamenta en la ‘teoría de la respuesta’: el poder icónico suscita acciones en las personas, incitando al impulso ‘amoroso’ de protegerla e interpelarla como proyección en las representaciones del mundo y de los seres queridos. En este sentido, las tumbas, que no son sino imágenes vivas, pasarían a la categoría de «tótem, fetiche o ídolo, dependiendo de las prácticas sociales y de las narrativas que lo rodeen» (Mitchell 2017, p. 240). Por supuesto, esta aportación arroja luz sobre esta cuestión, en tanto que el simbolismo del cubículo funerario como ‘ente’ adquiere una dimensión ritual y social en la vida de los gitanos que resulta extraordinaria.
Llama la atención el hecho de que este espectáculo familiar no haya sido tenido en consideración dada la importancia que tiene para los gitanos. Lo que sí parece quedar claro con esto es que, para darle vida a la tumba, como elemento que forma parte del desarrollo vital del colectivo, es necesario llevar a cabo este ritual para poder hacer a ese nuevo espacio partícipe de la cotidianidad del colectivo.
5. La familia en la imagen cementerial
La familia es el pilar principal sobre los que construyen y articulan las vidas de los gitanos (Ramírez Heredia, 1974, p. 30). Viven, conviven y se desarrollan personalmente en torno a la familia; y este hecho no queda aislado a los momentos previos a la muerte.
Esta realidad se patentiza en los tres cementerios visitados puesto que, por ejemplo, la existencia de columbarios que albergan los restos de personas gitanas es inexistente: apenas hay tres nichos únicamente en el cementerio de Zamora[3]. El resto están en tumbas familiares, lo que puede ser un indicativo de ese mantenimiento de unión en la familia.
Sin embargo, hay un hecho más reseñable: la ubicación de los sepelios. Nos referimos a la pertenencia, o más bien, a las personas que habitan los enterramientos; es decir, la relación que existe entre unos y otros enterrados en diferentes tumbas. En los cementerios de Zamora y Toro [Figs. 6 y 7] la unión familiar es visible, en tanto que hay zonas relativamente cercanas en las que hay enterradas familias enteras.
Fig. 6. Plano del cementerio de san Antilano (Zamora). Cada punto negro corresponde a una tumba gitana. Fuente: Archivo del Ayuntamiento de Zamora
Fig. 7. Plano del cementerio de Toro. Fuente: Archivo del Ayuntamiento de Toro (Zamora)
El caso del cementerio de Benavente es paradigma de esta cuestión, ya que, como se puede ver en el plano[4], hay dos zonas en las que las hileras de tumbas son únicamente de personas gitanas [Fig. 8]. Esta situación cambió gracias a una ordenanza municipal del ayuntamiento local[5]), que estableció que ya no sería posible la elección del lugar de enterramiento; con ello se desvirtuó del todo esta realidad que mantenía a las familias unidas no sólo en vida, si no también tras la muerte.
Fig. 8. Plano del cementerio municipal de Benavente. Cada pequeña línea negra es una tumba gitana. Fuente: Archivo del Ayuntamiento de Benavente (Zamora).
Se trata, por tanto, de un sentido unitario de comunidad, en el que los enterramientos, unos seguidos de otros, todos de familias gitanas, tienen relación de parentesco entre sí. En cierto modo, existe una zona exclusiva ‘de los gitanos’, lo que entroncaría con el planteamiento de familiaridad y sentido de grupo del que venimos hablando.
6. Hacia una estética gitana. Reflexiones en torno al kitsch
El primer apelativo que se le atribuye a las tumbas gitanas en la historiografía es que son obras de gran pompa y boato (Llorens, 1991, p. 49). Con ello, la grandilocuencia visual de la que gozan estos objetos hace plantearse si responden a un discurso estético al que, en este caso, se adherirían los gitanos por medio de sus tumbas o si, simplemente, vendrían a ser elementos que de manera accidental decorarían la morada de los fallecidos.
Esa abundancia de elementos genera un discurso simbólico-conceptual en el que las tumbas gitanas responden a un patrón estético concreto en el que el brillo, la opulencia, la magnificencia y la limpieza son factores fundamentales. Ahora bien, estas características entroncarían, en cierto sentido, con una corriente estética muy particular, el kitsch. Si bien tiene un matiz actitudinal en la actualidad, lo cierto es que la relación con lo gitano entroncaría más con la cuestión estética e identitaria.
El kitsch es la materialización visual del mal gusto, tal y como lo ha venido denominando la historiografía tradicional. Umberto Eco (1977, p. 86) le atribuye la capacidad de atracción para un tipo de público perezoso que no busca profundizar en aquello que ve. Es decir, que rechaza el arte por la complejidad simbólica que guarda dentro de sí.
Por tanto, la cuestión de las audiencias resultará fundamental para la comprensión del kitsch, en tanto que es el propio espectador el que decide, de manera voluntaria, qué ver y qué no. Sin embargo, este hecho no es el único que define este planteamiento. Kulka (2018, pp. 15-18) argumenta que no genera problemas para quien lo disfruta, que es fácilmente identificable y que su interés artístico es inexistente. Este posicionamiento entroncaría de una manera clara con la relación del pueblo gitano con el arte. Por supuesto, los gitanos, al menos en Zamora, tuvieron relación con las obras de arte desde una perspectiva mercantilista, ya que algunas familias, a lo largo del siglo XX, se dedicaban a la venta de antigüedades[6]. Por otro lado, esta relación vendría determinada por la religión, en tanto que, como ya se ha mencionado, previo a la llegada de Filadelfia y de la religión evangélica, los gitanos profesaban la fe católica, por lo que su acceso a las imágenes vendría determinado por la asistencia a las eucaristías y demás rituales.
Uno de los textos de cabecera para el estudio del gusto es la obra de Walter Benjamin (1935), en la que determina que los objetos artísticos tienen aura y están dotados de un valor cultual que, con la reproducción mecánica, acaba por desaparecer. Esta circunstancia alejaría a las tumbas gitanas de la categoría de ‘arte’, fundamentalmente porque el proceso de elaboración y creación de las mismas es mecánico, en tanto que el comitente, aquel que encarga la tumba a un marmolista, recibe una serie de modelos sobre los que tiene la capacidad de elección. Sin embargo, la esencia creativa queda diluida, en tanto que no son los gitanos los que crean y conciben sus tumbas de manera personal o colectiva, sino que su capacidad de decisión estriba en elegir un modelo u otro, no en la complejidad visual o simbólica de la construcción[7]. Por tanto, las premisas historiográficas que han determinado la naturaleza del kitsch, así como su función e intención, parecen apuntar a que el arte del mal gusto no merece un especial reconocimiento entre los estudios especializados, más allá del mero conocimiento de su existencia.
Sin embargo, no son las únicas aportaciones, ya que existe una vía historiográfica que aboga por otros enfoques. A diferencia del planteamiento de Eco como una respuesta estética de aquellos espectadores vagos que no buscan el arte, Flores-Figueroa y Balderrama Armendáriz plantean que no es una cuestión de voluntad, sino de posibilidad (2018, p. 15). Es decir, quienes consumen y necesitan del kitsch no lo hacen como rechazo a complejos planteamientos del arte, sino que no acceden a ello por una cuestión de imposibilidad al no contar con las herramientas suficientes para entender el arte.
Sin embargo, el ser humano vive de imágenes. Y es por ello que tenemos la necesidad de generar objetos visuales que construyan nuestras vidas. Al hilo de esta cuestión, es necesario remarcar también que el objeto kitsch se caracteriza por su percotidianidad (Flores-Figueroa y Alvarado García, 2018, pp. 5-22); es decir, lo complejo en el arte es la extracotidianidad de la que goza como creación extraordinaria. Y es, precisamente, ese halo de lo cotidiano lo que hace que el objeto kitsch sí pueda materializarse en las tumbas gitanas. Con esto nos referimos a que, como anteriormente se ha señalado, las tumbas pasarían a ser un espacio más de la vida de las familias gitanas de los fallecidos, en tanto que estos las habitan. Por tanto, plantear que se trata de objetos kitsch en tanto a cotidianidad no haría sino reforzar la idea presentada en este trabajo.
Por otro lado, para concluir con este apartado, en su obra Extimidad, (2010), Miller plantea que el kitsch sería la materialización estética de aquellos oprimidos, los ‘otros’, que no tendrían acceso al arte. Por lo que, en contra de los planteamientos de Eco, la realidad de las tumbas gitanas entroncaría con el kitsch, pero no por un factor estético o visual; más bien vendría a ser, en cierto modo, un elemento identitario que sino ofrece caminos completamente novedosos en el ámbito de la investigación acerca de este pueblo.
7. Conclusiones
Las tumbas gitanas se nos presentan como objetos que, detrás de su profuso boato y opulencia, son esencia de una comunidad que no ha tenido opción de presentarse, ni representarse. Gracias a estas obras, tienen acceso al mundo, al espacio público y compartido, pero tras ellos hay una profunda huella identitaria.
Una de las conclusiones a las que se ha llegado con esta investigación es que el peso de las imágenes dentro de la vida de los gitanos y, en este caso, de su muerte, resulta extraordinario. Se niega la figuración, en tanto representación del cuerpo santo, pero especialmente por ser el elemento identitario de aquello que los gitanos rechazaron en tanto espacio de opresión, la Iglesia católica. Sin embargo, en ese ejercicio de iconoclastia han asumido, de manera consciente o inconsciente, la presencia de algunos símbolos que conforman la decoración de sus sepelios. Estos iconos universales de la cristiandad –como la paloma y la cruz–, se acompañan de imágenes textuales –presentes en las losas con forma de texto bíblico– configurando así múltiples conjuntos fúnebres.
No debe olvidarse la importancia de las tumbas en los rituales familiares y sociales de gitanos, en tanto ‘lugares de peregrinación’ a los que se acude para establecer contacto con la familia que acompaña al finado y a este último. El culto a los muertos y a la muerte acaban por necesitar del soporte material que otorga el sepelio, que se cuida y conserva como un espacio más de la vida familiar. Todo ello tendría su punto culminante en el planteamiento de una posible estética gitana que, si bien es una hipótesis, estaría necesariamente relacionado con lo kitsch, aunque más por lo simbólico que por lo visual.
Este trabajo aborda las tumbas gitanas como objeto de estudio, teniendo en consideración las diferentes categorías en que las imágenes tienen presencia en las mismas, como retratos, epigrafía, elementos universales a modo de iconos, etc. El desinterés académico hacia estas obras ha hecho que el uso de fuentes primarias, así como su documentación y análisis, haya sido fundamental a la hora de articular el discurso. En el ámbito de la historia del arte, este asunto se ha pasado por alto, si bien es necesario estudiarlo desde una perspectiva multidisciplinar en la que se tengan en cuenta factores de carácter visual, estético, antropológico, sociológico, etc., ya que los ángulos desde los que son proyectadas propician el abordaje de las mismas desde múltiples enfoques.
8. Referencias bibliográficas
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[1] Más allá de los planteamientos formalistas que tradicionalmente han acompañado a la historia del arte, este trabajo se ha sustentado en los enfoques que aportan los estudios visuales y culturales, partiendo de las aportaciones que han hecho los teóricos en la materia, como Hans Belting, William John Thomas Mitchell o Georges Didi-Huberman.
[2] El número de tumbas de cada uno de los cementerios es infinitamente mayor al caso que nos ocupa. Por ejemplo, atendiendo a la información proporcionada por sus trabajadores, el de Zamora cuenta con, aproximadamente, 15000 tumbas y nichos.
[3] Se corresponden: en la sección de nichos antiguos, el C-21, fallecido en 2009, a un hombre de una familia de gitanos portugueses que ya no vive en Zamora; el C-102, a una mujer anciana que falleció en 2021 y cuyo nicho familiar estaba ocupado. cuerpo cupiese; y, el B-4, perteneciente a una joven que falleció a la edad de 14 años en 1981, no viviendo en la actualidad ningún familiar en la ciudad..
[4] En este caso nos referimos, en primer lugar, al D2-Cuartel 2-Clase 1ª y, en segundo lugar, al D4-Cuartel 4-Clase 1ª.
[5] La ordenanza reguladora, aprobada por el pleno municipal en sesión celebrada el 5 de abril de 2018, se publica en el Boletín Oficial de la Provincia núm. 71 (22.06.2018).
[6] Son pocas, pero hoy en día, pueden seguir viéndose carteles de ‘Antigüedades García’ o ‘Antigüedades Fernández’, tanto en Zamora como en Benavente. Durante décadas, eran más habituales este tipo de comercios; sin embargo, la especialización del mercado, así como el tipo de clientela que demandaba estos productos, hizo que se paralizara.
[7] Esta información ha sido recabada en el trabajo de campo citado anteriormente y que es la base para esta investigación. Las familias gitanas han sido las que han dado a conocer esta información.