¡HAGAS LO QUE HAGAS, ÁMALO!

HOMENAJE AL PROFESOR FRANCISCO JUAN GARCÍA GÓMEZ

 

WHATEVER YOU DO, LOVE IT!

TRIBUTE TO PROFESSOR FRANCISCO JUAN GARCÍA GÓMEZ

 

Miguel Ángel Rivas Romero (Universidad de Málaga)

mrivasromero@uma.es

 

Recibido:  18 de enero 2022/ Aceptado: 15 de marzo 2022


El equipo editorial de la revista Eviterna ha elegido como título para este dosier una memorable y emotiva frase de una de las películas preferidas del profesor Francisco J. García Gómez
Pancho, Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1989), ganadora del Oscar y el Gran Premio Especial del Jurado en Cannes. Con este último consejo, «¡Hagas lo que hagas ámalo, como amabas la cabina del Cinema Paradiso!», el proyeccionista Alfredo, interpretado por el actor francés Philippe Pierre Fernand Noiret (Lille, 1 de octubre de 1930 – París, 23 de noviembre de 2006), se despide del adolescente Salvatore Totò Di Vita, encarnado en esta etapa de la vida por el actor australiano Marco Leonardi (1971).

El cine y su magia unen a los dos protagonistas de la historia en una escena que transcurre en la estación de tren del pueblo italiano. Mientras que el medio cinematográfico es un lugar de encuentro comunitario vinculado a los sueños y la infancia, la narrativa simbólica recrea el rito de paso de la niñez a la edad adulta. El pasado queda sentado en un banco junto a la nostalgia, mientras el caballo de metal de la modernidad galopa sobre las vías férreas, paralelas, con destino a un futuro camuflado bajo la apariencia de un nuevo comienzo. El ferrocarril, su velocidad y el trazado que se pierde en un horizonte de sol poniente son una metáfora de la vida pasada, presente y venidera.

El homenaje que ahora tributamos al recordado profesor, al igual que el consejo de Alfredo, no es una despedida. Más bien es una celebración de la vida, de la ilusión con la que se debe afrontar cualquier reto que surja; de la pasión que impulsa el embarque en nuevas aventuras, reales o imaginadas. Bien hacía en recordarlo con frecuencia el propio Pancho cuando exclamaba que «la realidad está muy sobrevalorada». Y para eso tenemos a la creación artística, expresada a través de las múltiples vías explicativas de la experimentación sensorial humana. Como cantaba el poeta sin voz: «Tenemos memoria, tenemos amigos. Tenemos Venecia, tenemos Manhattan. Tenemos monjas de Fellini, curas de Berlanga, gángsters de Coppola. Más de cien pupilas donde vernos vivos. Más de cien mentiras que valen la pena». Y precisamente eso es, en general, el arte y, en particular, el cine.

Las labores de coordinación de este dosier han hecho revivir cientos de recuerdos y a poner encima de la mesa algunas preguntas: ¿Quién es Francisco García Gómez? ¿Quién es Pancho? ¿Cuál es su legado? Y puede que las respuesta estén en el viento -como decía el Premio Nobel de Literatura camuflado de cantante folk-. Pero cuando sopla el terral, mejor buscar refugio que ponerse filosófico y abandonar tanto los fenómenos atmosféricos como las sustancias psicotrópicas.

Francisco García Gómez (Málaga, 1968 - 2019) es licenciado y doctor en Historia del Arte por la universidad de Málaga. Su nombre suele mencionarse con suma frecuencia en conversaciones de estudiantes de esta disciplina académica. La forma en la que imparte sus clases de cine -de los cortes en VHS al mkv, de los densos largometrajes a las secuencias más hilarantes, de los creadores más recónditos a los grandes nombres de la interpretación- impactan a las distintas promociones que desde la década de 1990 pasan por los aularios de la facultad de Filosofía y Letras de la UMA. En ese quehacer se inscribe a labor del docente comprometido, del investigador riguroso, del escritor afanado en desarrollar en sus publicaciones una metodología transversal que propone, a ojos de su alumnado y de cuantos otros lectores logra concitar, una vía novedosa con la que educar de manera crítica y estética la mirada sobre el celuloide.

Y, en paralelo a esa presencia contenida, emerge el Pancho cercano, locuaz, capaz de despertar en una clase la carcajada desmedida en su intento por transmitir, de manera práctica, los contenidos teóricos. Un estilo desenfadado que no es impostado; al contrario, deviene de su propia personalidad y de la manera de entender las relaciones sociales, conformando un doble universo que, como suele afirmar Foucault en su conceptualización de lo artístico, es inseparable, no puede desligarse en facetas distintas. Esa conjunción entre el perfeccionismo teórico y el humor irónico son las vías propias de una persona apasionada del arte y de las múltiples expresiones que de este emanan. De ahí que sea necesario recordarlo antes de comenzar cualquier intento de acercarse a su figura profesional, a su significación intelectual y a su legado humano. 

Al realizar Eviterna el oportuno llamamiento a la participación de artículos para este homenaje, se establecieron una serie de vías de investigación relacionadas con la trayectoria del profesor malagueño: ‘Arquitectura y Urbanismo desde el siglo XVIII en adelante’, ‘Artes plásticas y artistas de los siglos XVIII y XIX’, ‘Historia del Cine y de los géneros cinematográficos’, ‘Estética e iconografía del videoclip’ y ‘Correspondencia entre arte y literatura en los medios audiovisuales’. Una vez finalizado el proceso editorial, estamos muy satisfechos con las aportaciones que arman el presente número, cuya riqueza radica tanto en cubrir de manera amplia las líneas propuestas como, también, en la disolución de aquellas fronteras ilusorias que las situan en compartimentos estancos.

Como no podía ser de otra manera, el cine es el leitmotiv. Por ello, los docentes Gonzalo M. Pavés Borges y Clementina Calero Ruiz, nos presentan un artículo en el que abordan la asimilación iconográfica del espejo; un significante cargado de significados a lo largo de toda la Historia del Arte dentro del medio cinematográfico. Para ello se centran en el periodo comprendido entre los comienzos del cine sonoro hasta la irrupción de la Nouvelle vague, a finales de la década de 1950.

Dentro de la línea ‘Correspondencia entre arte y literatura en los medios audiovisuales’, destacamos el artículo del profesor Enrique Ramírez Guedes. En él se pone de manifiesto, mediante el análisis de las películas más representativas que reflejan la mítica Guerra troyana, cómo, por diversos motivos, el arte del cine parece no estar interesado en seguir el hilo conductor del poema homérico.

Juan Antonio Sánchez López impulsó junto al profesor homenajeado una línea de investigación vinculada a la estética e iconografía del videoclip. La publicación derivada del Seminario que juntos organizaron, en marzo de 2006, supuso la apertura de un novedoso enfoque multidisdiplinar con el que acercarse, desde la metodología investigadora, al ‘hijo marchoso del cine’. En esta ocasión, el hoy catedrático nos arrastra con la erudición de su palabra a espacios sensoriales en los cuales, hombres y mujeres, danzando al ritmo de tambores digitales, bautizados por el sudor de sus iguales, alcanzan el éxtasis en ceremonias rituales de la pos(pos)modernidad mientras comulgan con las imágenes y los sonidos creados por los ‘sacerdotes del trance’.  

Y si, siguiendo el citado texto, el videoclip es un imago musicae abierto al experimentalismo estético, los títulos de crédito de determinadas películas y series también merecen un análisis riguroso por su autonomía comunicadora relacionada con la obra a la que acompañan. Ana Melendo Cruz y María Paz Cepedello Moreno unen así arte y literatura en los medios audiovisuales para trasponer su ejercicio docente -ambas son directoras del máster en Cinematografía y coordinadoras del Grado de Cine y Cultura en la universidad de Córdoba- a un ensayo que parte de un novedoso planteamiento relacional.

Continuando la línea anterior, la profesora Angélica García-Manso aporta un ejercicio que se sitúa entre dos de las líneas propuestas ‘Historia del Cine y de los géneros cinematográficos’ y la ‘Correspondencia entre arte y literatura en los medios audiovisuales’. En él demuestra que John Huston, uno de los grandes directores del séptimo arte, es capaz de adaptar una novela, inventarse una obra teatral y dinamitar con su puesta en escena fílmica las pautas de la dramaturgia medieval con tal de hacer más comprensible al público la compleja trama de una obra atávica.

Aprovechando el viaje de la road-movie anterior, pasamos a otro género cinematográfico: el biopic. La doctoranda Rocío Soto Delgado deconstruye el filme Artemisia (Agnès Merlet, Francia/Italia, 1997) a través de un acertado análisis en el que la figura de la artista no encuentra justicia en la citada producción cinematográfica. La aportación, además, supone un interesante punto de partida para indagar de manera rigurosa en las bases de uno de los géneros cinematográficos más polémicos y controvertidos.

Sin alejarnos de ese cruce de caminos entre el medio fílmico y la creación literaria, Juan Agustín Mancebo Roca aborda el fracaso absoluto producido por la adaptación cinematográfica de Myra Breckinridge, novela de Gore Vidal. Un caso cuanto menos curioso puesto que el relato en sí supone el inicio de la normatividad sexual en Norteamérica a finales de la década de 1970 y quizá no se supieron aprovechar las enormes potencialidades del imaginario cinematográfico para causar un impacto social mayor.

Hace algunos años, Francisco J. García Gómez y Gonzalo M. Pavés acometieron la tarea de coordinar un completo estudio coral titulado Ciudades de cine (2014) en el que partían de esa sensación de dejà vu que en ocasiones se tiene cuando, por vez primera, se visita una urbe desconocida. Una percepción a la que ampliamente contribuye el medio audiovisual posibilitando una visión particular apriorística del escenario urbano que se proyecta hacia una triple visión: la real, la representada y la percibida. Complementando tales apreciaciones, el  docente Domingo Sola Antequera, también firmante de aquel proyecto, escoje uno de los ejemplos tan acertados como actualizados del paradigma de ciudad universitaria por excelencia -Oxford-, sometiéndolo a una observación pormenorizada en busca de referencias en conocidas producciones audiovisuales.

Dentro del espacio de confluencias del cine con otras artes se sitúa el artículo del profesor Antonio Santos Aparicio, centrado en el impactante largometraje titulado El rostro ajeno (1966). En él, este especilista en filmografía japonesa establece una perpicaz conexión entre la obra de Hiroshi Teshigahara y el afamado aguafuerte de la Minotauramaquia, firmado por Pablo Ruiz Picasso. La propuesta pone de manifiesto cómo la aparición de determinadas obras dentro de la escenografía de un filme enriquecen con su silenciosa e inmóvil presencia el discurso propuesto por las imágenes en movimiento. Es indudable que, además, el artículo concuerde con dos de las predilecciones que García Gómez profesaba: su gusto por el cine nipón y la admiración hacia la figura del universal artista malagueño.   

Todo arte, pero en especial el cine, carece de sentido sin un espectador que lo recepcione. Y entre artista, obra y público, se sitúa un personaje que en no pocas produciones  cinematográficas -desde finales del siglo XIX- es representado como un Saturno insaciable: el crítico. El doctorando y programador de cine en el Museo Jorge Rando, Francisco Casado Pérez, aborda esta interesante y conflictiva relación partiendo del estudio de tres películas firmadas por Woody Allen: Recuerdos (1980), La rosa púrpura del Cairo (1985) y Días de radio (1987)

Y del cineasta neoyorkino pasamos a Roman Polansky. El también doctorando Pablo Lozano Briales ahonda en el punto de inflexión que supuso la película El cuchillo en el agua (1962) para unos jóvenes realizadores que abrieron la cinematografía polaca -hasta entonces ensimismada y anclada en el pasado-, a nuevas vías expresivas. Una apuesta que, además, servirá de carta de presentación de estos creadores venidos de la Europa del este en el panorama internacional. Tal proyección general concita una sinergia de iniciativas a las que el reconocido cineasta nacido en París aporta una visión particular que a su vez deviene de su definida personalidad. El acercamiento a esta sigue siendo hoy objeto de atención gracias, por ejemplo, a la muestra Kubrick. The exhibition que, en su gira mundial, puede visitarse en Madrid desde finales de 2021. La crítica a la misma, firmada por el profesor Miguel Ángel Fuentes Torres, se integra también en este número.

Y, cerrando el universo fílmico, destacan dos aportaciones centradas en el estudio sobre las distintas percepciones que un producto audiovisual es capaz de despertar en quien lo contempla. La primera, de carácter más histórico, es la realizada por la doctora Amparo Martínez Herranz a partir de una de las obras más significativas de Luis Buñuel: El ángel exterminador (1962); la segunda, más contemporánea, la firma Juan Manuel Arriaga Benítez y tiene por meta básica poner de manifiesto la importancia dada a determinadas estructuras fílmicas y televisivas a partir de títulos actualmente muy en voga.

Entre las vías analíticas propuestas en la convocatoria del dosier no podía faltar aquella en la que García Gómez se afanó en sus primeros años como profesional investigador. De esta manera, el item dedicado a la ‘Arquitectura y Urbanismo desde el siglo XVIII en adelante’ cuenta con dos aportaciones significativas. La inicia la catedrática Rosario Camacho Martínez, persona de reconocido prestigio internacional y directora de la tesis doctoral del profesor homenajeado. A este rinde tributo desarrollando aspectos tratados en parte de sus trabajos, relacionándolos con las influencias estéticas que confluyen en la configuración de dos significativas villas burguesas decimonónicas: las fincas de La Concepción y de san José, ligadas a la familia Heredia. A su vez, esta vía metódica se completa con la aportación realizada por el profesor Antonio J. Santana Guzmán quien, partiendo también de las aportaciones de García Gómez al estudio del patrimonio inmueble de la capital, hace especial mención a las herramientas legales existentes a nivel nacional, regional y local que permiten una conservación efectiva de la vasta cartografía de construcciones históricas que conforman el Centro histórico de la urbe.

Quince aportaciones originales procedentes, a su vez, de diecisete autores distintos -a las que se suma la crítica expositiva- conforman una equilibrada suma entre destacadas firmas  del mundo académico y jóvenes investigadores que enlaza, en una misma línea, con el propio espíritu con el que hace unos años nació Eviterna. No están todos los que son puesto que han sido bastantes más las propuestas recibidas y tampoco se contabilizan los agradecimientos de otras tantas personas a las que, por mor de distintas circunstancias, no les ha sido posible participar. En cualquiera de los casos, esta iniciativa sí ha conseguido alcanzar el objetivo previsto desde que se gestó: reunir en torno a la figura del profesor García Gómez a compañeros y antiguos estudiantes que siguen sintiendo por aquel no solo el aprecio que su persona merece sino, también, una ponderada valoración de su herencia académica.

Ambas facetas, la humano y la científica, confluyen en la gestación de un sinfín de secuencias compartidas que forman parte de las vivencias personales de quienes tuvimos la suerte de compartir con Pancho muchos de esos momentos. De ahí que sea pertinente evocar la emoción desbordada de los ojos de Totò Di Vita cuando, en plena madurez y de vuelta a esos escenarios vivenciales en los que transcurrió su niñez, visionaba el carrusel de besos censurados que le había preparado el ya por entonces fallecido Alfredo acompasado por la universal melodía de Morricone. No hay mejor epílogo posible para homenajear al amigo, apasionado del arte y enamorado del cine que rememorar su figura a partir de los hitos académicos de su trayectoria profesional. Estos son, como en Cinema Paradiso, las bases argumentales para que hoy se mantengan vivos sus estudios, ilusiones y anhelos, proyectados en el quehacer particular de tantos profesionales con los que compartió amistad. Y, junto a estos, quedará también siempre su legado personal más trascentende, aquel que completaba al docto enseñante y lo singularizaba: el de su propia familia.