UN PROYECTO COSMOGÓNICO CON FORMA HUMANA.
NOCIONES DE SWEDENBORG EN WILLIAM BLAKE
A COSMOGONIC PROJECT IN HUMAN FORM.
SWEDENBORGIAN NOTIONS IN WILLIAM BLAKE
Mónica Sánchez Tierraseca
(Universidad de Castilla-La Mancha, España)
Recibido: 8 de diciembre 2020 / Aceptado: 22 de febrero 2021
Resumen: En este artículo se trata la similitud en las nociones de Dios y el Universo del místico sueco Emanuel Swedenborg y el poeta y grabador inglés William Blake. De la asimilación de sus obras, donde ambos describen el mundo espiritual que les ha sido revelado en sus visiones, se extraen las consideraciones necesarias para comprender sus respectivos pensamientos religiosos. El posterior análisis comparativo de dichos elementos mediante la interacción palabra-imagen permite establecer una relación en sus obras sobre las nociones tratadas en dos puntos. El primero es la concepción de lo Divino Humano, según la cual Dios y el hombre tienen las mismas cualidades y son la misma persona. El segundo aspecto que tienen en común es la idea de que todas las partes del Universo se interrelacionan a modo de órganos en un gran cuerpo humano, idea retomada por las teorías humanísticas contemporáneas en busca de un relato que justifique la exigencia de actuar de forma armónica en las sociedades.
Palabras clave: Swedenborg; William Blake; Cosmogonía; Universo; Humano.
Abstract: The article is about the similarity in notions of God and Universe of the Swedish mystic Emanuel Swedenborg and the English poet and engraver William Blake. By the reading of their works, in which both describe the spiritual world revealed to them in their visions, the required considerations to understand their respective religious thoughts are extracted. Later, the comparative analysis of these elements through the word-image interaction is the mean with which we can establish a connection in their works about the notions dealt with in two points. The first point is the conception of the Divine Human, according to which God and man have the same qualities and are the same person. The second aspect they have in common is the idea that all parts of the Universe are interrelated as organs into a great human figure, an idea that is used by contemporary theories which seek a story to justify the requirement to act harmoniously in societies.
Keywords: Swedenborg; William Blake; Cosmogony; Universe; Human.
Introducción
Según expresó el químico y humanista Salvatore Puledda (2002), «el ser humano debe reclamar también su derecho a la subjetividad: a preguntarse por el sentido de su vida y a practicar y predicar públicamente sus ideas y su religiosidad o irreligiosidad» (p. 29). Partiendo de su observación, creemos que es un ejercicio ineludible el de estudiar y comprender los relatos divinos y mitológicos del ser humano para conocer lo que es parte de su motor vital. En favor a este autoconocimiento, la representación artística de la mística trata de plasmar el proceso mediante el que el autor entra en contacto con Dios uniéndose en alma con él, traspasando el límite que divide dos planos aparentemente opuestos. A menudo esa corriente adquiere tintes visionarios cuando es así como el autor consigue establecer una relación física o espiritual con lo divino. Entonces, el telón que separa dos mundos históricamente enfrentados cae definitivamente, siendo así como se aprecia la obra de los dos autores que tratamos.
Cualquier reflexión sobre la relación entre William Blake (1757-1827) y Emanuel Swedenborg (1688-1772) debe comenzar afirmando la realidad de tal hecho. Como lector asiduo de textos ocultistas, metafísicos y mitológicos, los libros proféticos de Blake revelan sus consultas a Platón, a Plotino, a la Cábala, a Jacob Böhme, al Bhagavad-Gita hindú, a Jacob Bryant, o a Swedenborg, entre otros (Raine, 2013, p. 74-75). La influencia del último caso resulta ineludible para comprender gran parte de la obra de Blake, que dejó por escrito sus juicios acerca de las visiones de Swedenborg con continuas referencias al pensador escandinavo. De hecho, El matrimonio del Cielo y el Infierno (1790-93) es una evidente relectura de la obra Del Cielo y del Infierno (1758) de Swedenborg en la que las conversaciones con los ángeles del profeta son «admirablemente parodiadas» (Bindman, 1989, p. 77). Aunque esta influencia se señala en algunos trabajos, observamos un vacío en torno al estudio de los elementos concretos que el artista recoge del teólogo ya que, cuando tales alusiones existen, éstas tienden a un carácter general. En ninguno de estos estudios, en efecto, se especifica de manera explícita cómo el pensamiento del místico sueco ayuda a la creación de un relato cosmogónico en Blake.
Nuestro objetivo principal es desentrañar los lazos de semejanza en los proyectos cosmogónicos de William Blake y Emanuel Swedenborg. Durante su discusión se verá que algunos elementos del pensamiento swedenborgiano son reinventados por Blake a partir de la impronta que deja en él su teogonía. Para ello se pondrán en común las características de sus obras, relacionadas con la concepción antropomórfica de Dios y el Universo. El primero de los aspectos será tratado desde el sentido de lo «Divino Humano»; el segundo, desde las ideas de unidad, determinación, correspondencia, orden y armonía que constituyen el mundo en su condición de Macroantropos.
La realización de este trabajo atiende al método hipotético-deductivo, obteniendo los resultados mediante el análisis de los datos extraídos de los textos de Swedenborg y los de Blake, así como sobre los ensayos elaborados por otros autores y, siempre, de lo general a lo concreto. En primer lugar, ha sido fuente imprescindible la recopilación de todos los escritos —cartas, poemas o notas personales— de William Blake por Sir Geoffrey Langdon Keynes (1887-1982) en la obra Blake Complete Writtings (1969). El libro de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) publicado por primera vez en 1907 y que lleva por título el nombre del poeta, William Blake (2017), ha sido fundamental para el estudio de los elementos más relevantes en su pensamiento, igual que lo han sido los Ocho ensayos sobre William Blake (2013) de la británica Kathleen Raine (1908-2003). Entre la recopilación de estos estudios sobre aspectos concretos de su obra y pensamiento se encuentra el ensayo «Blake, Swedenborg y lo Divino Humano», de gran interés para este trabajo por determinar un punto de partida para la síntesis de opiniones comunes entre ambos autores.
Por otro lado, las fuentes utilizadas para asimilar el pensamiento swedenborgiano han sido las traducidas al español. La traducción de María Tabuyo y Agustín López en Del Cielo y del Infierno (2002) ha sido piedra angular para nuestro acercamiento a la obra que Swedenborg tituló del mismo modo en 1758. Además, los trabajos realizados en las últimas décadas sobre Swedenborg versan mayormente sobre las cuestiones místicas y religiosas que ofrece en la narración de sus visiones. Es en este aspecto en el que se centran los estudios de José Antonio Antón Pacheco, con obras indispensables como Un libro sobre Swedenborg (1991) o El habitante de dos mundos: obra científica, religiosa y visionaria (2000), siendo la autoría de ésta compartida con Christen A. Blom-Dahl, también especialista en los estudios del sueco.
Visiones de Dios: la consolidación de un concepto en Swedenborg
Emanuel Swedenborg, «quizá el hombre más extraordinario» de la tierra según Jorge Luis Borges (1998, p. 42), había dedicado medio siglo de su vida a la investigación científica cuando sufrió una especie de crisis religiosa. Este giro radical en su pensamiento, en realidad, concreta el cúmulo de problemas científicos que le preocuparían mayoritariamente en esa época. Dado que las soluciones de naturaleza científica no terminaban de dar con una manera de penetrar en el organismo humano según quería para profundizar sobre temas espirituales, finalmente concibió la esperanza de traspasarlo mediante una ayuda sobrenatural (Blom-Dahl & Antón, 2000, p. 36). A raíz de esto, en los textos subsiguientes hará explícita la experiencia visionaria a través de conversaciones con los ángeles, manifestando la trasformación de sus ideas a un sentido más espiritual. En pocas palabras, a Swedenborg le había sido revelado el establecimiento de una nueva iglesia en los cielos «tras el dictamen de un «Juicio Final» sobre la Iglesia apostólica, que debía ser sustituida por la «Iglesia de la Nueva Jerusalén», la revelación definitiva y cabal de la naturaleza de Cristo como la «Humanidad Divina» (Raine, 2013, p. 110). Así, cuando comenzó a escribir sus Arcanos Celestes (1749-56), todavía no había pasado un lustro desde el inicio de la nueva etapa de su vida, pero sus profecías mantienen el mismo hilo conductor con el que terminan y prácticamente todos los elementos que conformarán su pensamiento serían aquí mencionados. Es el caso de la noción que nos concierne, la que retoma en varias ocasiones y que autores de la misma inspiración reinventan:
[...] Dios se ha hecho hombre: este es, en efecto, el punto principal y más esencial por el que ha sido dada la Palabra, puesto que nadie puede creer en un Dios ni amar a un Dios que no puede ser comprendido bajo ninguna forma. Por tanto, los que buscan en lo invisible, y en consecuencia en lo incomprensible, [...] no creen en ningún Dios (Blom-Dahl & Antón, 2000, p. 216-17).
Con las palabras arriba citadas, Swedenborg estaría empleando una fórmula recurrente en diversas épocas y culturas cuya afirmación por antonomasia reconocemos parafraseando un famoso versículo de la Biblia al decir que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Para terminar de definir su visión, la concepción de Swedenborg de Dios y de la semejanza del hombre con su Creador va más allá al afirmar que los hombres «deberían comprender [...] que el bien que procede del Señor es una imagen del Señor, pues él está ahí. Nos convertimos en imagen de él y estamos unidos a él cuando hacemos del bien» (Swedenborg, 2002, p. 114). Este pensamiento resulta incomprensible sin tener en cuenta todos los elementos que conforman su imaginario, pues, solo la lectura panorámica de sus textos permite desentrañar la visión holística que tiene sobre lo universal. Por ello, el resto de conceptos de su teogonía son las claves para descifrar la coherencia con la que define la unidad del mundo espiritual y el natural ordenados en el cosmos en su forma de Macroantropos. Considerando estos preceptos el mundo está dominado por la unidad y la determinación, «todo es distintamente uno» gracias a que la unidad viene implícita en las representaciones y correspondencias (Antón, 1991, p. 15-19). Swedenborg manifiesta el valor excepcional que tienen en el mundo el orden y la armonía en el sentido en que todos sus elementos se configuran jerárquicamente atendiendo a su semejanza ontológica. Construyendo una realidad simbólica hace posible la conciliación entre los elementos tradicionalmente enfrentados (Blom-Dahl & Antón, 2000, p. 194).
Según lo antedicho, vemos cómo Blake toma este significado de Dios, en gran medida, a raíz de la impronta que dejan en su imaginario las visiones de Swedenborg y comprobamos que cada manifestación del pensamiento del profeta en Blake experimenta una traslación al sentido artístico. De algún modo, esto también es influencia del místico sueco, que ofreció una explicación a la hermenéutica religiosa afirmando que las imágenes reflejan las formas divinas en las suyas propias (Bindman, 1989, p. 79).
Reconfiguración de un Dios con forma humana en Blake
Las visiones de Swedenborg, frente a la experiencia mística común, se distinguen por acontecer en plena consciencia. En ellas se percibe como ciudadano de los dos mundos representados simultáneamente y su encuentro con los ángeles discurre con la misma naturalidad que con los hombres (Giovetti, 1990, p. 69). Lo mismo sucede a William Blake, que «desde su primer encuentro con Ezequiel bajo el árbol siempre habló de tales apariciones en tono de cotidiana naturalidad» (Chesterton, [2007] 2017, p. 26). El desarrollo de estas experiencias se concreta de manera más personal para cada uno, por lo que sus respectivas nociones sobre un mundo espiritual en contacto con ellos, responde a tales experiencias. Así, la configuración de una cosmogonía en Blake aparece en favor de la relación que establece entre Dios y la Imaginación. Desde su intuición el arte es una disciplina espiritual que trata de liberar al hombre uniéndolo con Dios, por lo que la capacidad creadora del artista es una puerta hacia dicho mundo. Obviamente, ni este dios ni este mundo serán los dogmáticos y, además, las descripciones de su particular mitología, los seres que la habitan, así como las múltiples alusiones a otras religiones, son evidencia de su amplio abanico de conocimientos y de la destreza que posee para conjugar conceptos aparentemente disímiles en una misma idea, tal y como se ve en los siguientes apartados.
1. La dimensión artística de lo «Divino Humano» en Blake
En 1789 Blake publicó Canciones de Inocencia —que más tarde completaría con Canciones de Experiencia (1794) para mostrar «los dos estados contrarios del alma [...] dentro de una progresión más que en un ciclo» (Bloom, 1974, p. 69)— convirtiéndose en la obra representativa de su estilo temprano marcado por un bucolismo profundamente cristiano (Bindman, 1989, p. 88). Pese a su todavía inmadurez, ya destacan en su religiosidad ideas menos ortodoxas y comienza a desarrollar su concepto de Dios, principalmente, a raíz de «La Imagen Divina» [Fig. 1]. La propuesta incipiente del poeta se convertirá desde esta obra —su alusión más temprana al Dios swedenborgiano— en el inicio de toda una serie de alegorías sistemáticamente formuladas para guardar correlación de principio a fin. En él las cualidades cristianas por antonomasia, Amor, Paz, Piedad y Misericordia, se encuentran del mismo modo en el hombre y en Dios. Con ello, nos lleva directamente a una de las claves swedenborgianas, la imagen de lo Divino Humano.
Fig. 1. W. Blake, «The Divine Image», Songs of Innocence, lámina 18, 1789, Londres, (britishmuseum.org)
Blake fue numerosas veces rechazado en la Nueva Iglesia por sus críticas hacia Swedenborg en El matrimonio del Cielo y el Infierno (1790). Sin embargo, tal es la incertidumbre sobre una posible separación radical con la religión oficial que, desde 1887, «La Imagen Divina» fue utilizada para enseñar la doctrina swedenborgiana en la Nueva Iglesia gracias a la actuación de un adepto. A diferencia de otros seguidores del profeta, James Spilling sí tuvo en consideración los aspectos en los que Blake y Swedenborg coincidían y trató de demostrarlo mediante sus publicaciones en la revista coetánea New Church Life. Afortunadamente, Spilling vio en «La Imagen Divina» de Blake los mismos propósitos que contenía la doctrina swedenborgiana: que la Misericordia, la Piedad, la Paz y el Amor son cualidades tan divinas como humanas, visibilizando así la obra del artista (Bellin, 1985, p. 138). En cualquier caso, la famosa crítica que Blake hace a Swedenborg en El matrimonio del Cielo y el Infierno nada tiene que ver con las ideas aportadas sobre el mundo espiritual que describe. Al contrario, parece reafirmar la veracidad de su profecía reprochando en tono satírico el hecho de no decir nada nuevo y creer de él mismo que había sido el único iluminado por esas visiones (Keynes, [1957] 1969, p. 157). Blake suele ser preciso en su lenguaje, por lo que la asimilación de su trabajo es aparentemente sencilla. Con ello, paradójicamente, concede al lector la oportunidad de confundir sus propósitos. De hecho, en versos anteriores de la obra señalada, persiste en una idea plenamente swedenborgiana, la unión de los contrarios sustentada en la frase: «Sin Contrarios no hay progresión» (Ibid., p. 149)[1].
En cuanto a su reinterpretación de la obra del místico sueco, la certeza del genio artístico de Blake le permite llegar a una conclusión sobre la revelación cristiana despejando el farragoso lenguaje teológico. Para transmitir la poderosa imagen de lo Divino Humano en su obra, solo necesita unas pocas palabras e imágenes sencillas al alcance del entendimiento de cualquier lector (Raine, 2013, p. 132). Sus símbolos en otros poemas ilustrados deben ser leídos con las mismas claves hermenéuticas para descifrarlos. Por este motivo, la presencia de Dios en todas las cosas y todos los hombres en Blake no apunta al Dios omnipresente del cristianismo tradicional. Esta separación es más evidente en la obra que comenzó en 1818, El Evangelio Eterno, inacabada en la fecha de su muerte. Para entonces, consciente de lo que había desarrollado con un lenguaje que le permitiese transmitir sistemáticamente su pensamiento, reclama la Eternidad y la Humanidad como cualidades divinas: «Tú también moraste en la Eternidad. Tú eres un Hombre, Dios no es más» (Keynes, [1957] 1969, p. 750)[2]. Su traducción de las sagradas escrituras implica una desviación del cristianismo e introduce elementos legibles con sus fórmulas personales para la construcción de su cosmogonía. En este sentido, en El matrimonio del Cielo y el Infierno —quizá su obra más distintiva—, Blake establece tres errores frecuentes en los relatos bíblicos. Discrepando de lo que se expone en la Biblia, para Blake el principio de la existencia es la Imaginación separada de todo razonamiento lógico. Así, aunque no tenga una intención efectiva de reformar la doctrina cristiana como sí la tiene Swedenborg, profiere sus principios religiosos a través del lenguaje que utiliza para expresar esta revelación. Finalmente, la concepción de lo Divino Humano en Blake recoge la influencia swedenborgiana no solo en cuanto a teoría se refiere, sino también en el hecho de construir un discurso coherente a raíz de las visiones que experimenta (Keynes, [1957] 1969, p. 149).
2. La dimensión artística del Macroantropos en Blake
Para Swedenborg, la correlación entre las cualidades del Hombre en la tierra y de Dios en el cielo se manifiesta en las santas palabras: «Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí» (Juan 15, 4-7). El versículo le permite concluir que por razones de correspondencia Dios habita en los ángeles y abarca la totalidad del cielo (Swedenborg, 2002, p. 112), conduciéndonos irremediablemente a la otra cuestión tratada: la figura del Macroantropos. Si bien parece que esta teoría nos trasladara a una nueva dimensión del cosmos, lo cierto es que no son incompatibles la idea de lo Divino Humano y la noción de que esta cualidad se encuentra en todos los elementos de la realidad. Contrariamente, el hombre en su ser espiritual es ilimitado y no contiene una parte del Universo, sino su totalidad e infinidad (Raine, 2013, p. 108). Por esta razón, aunque el simbolismo de Blake no puede representar una dimensión espacio-temporal distinta a la que conocemos, su tesón consiste en aunar texto e imagen para acercarnos con fidelidad a realidades espirituales. Así, en muchas imágenes de Blake se puede reconocer un aspecto monótonamente recurrente. La figura de un anciano colosal y musculoso es un concepto raigal para el poeta, condensando en un solo icono «aquello que es viejo con todo el horror de su pasado y al mismo tiempo joven con todo el vigor de su futuro» (Chesterton, [2007] 2017, p. 64).
A este respecto, su glorioso Anciano de los Días en el frontispicio de Europa: una Profecía (1794) [Fig. 2], responde a las anotaciones que hacía en los escritos de Swedenborg, donde reprende al cristianismo tradicional por negar las religiones primitivas que ven a Dios con forma humana[3]. Identificado como Urizen en su mitología, este anciano primigenio es el creador de todas las cosas, y lo hace a través del arte porque la Imaginación le otorga esa capacidad (Keynes, [1957] 1969, p. 623). En definitiva, las divinidades y el resto de personajes que componen su cosmogonía son concretas y anatómicamente humanas de forma que, cuanto más lo sean, más divinas son también.
Fig. 2. W. Blake, «The Ancient of Days», Europe: a Prophecy, lámina 1 (Frontispicio), 1794, Londres (britishmuseum.org)
Este mismo Dios con forma humana es una de las obsesiones que Swedenborg manifiesta en su teogonía y en la que recaen el resto de claves de su pensamiento: la unidad, la determinación, las correspondencias, el orden y la armonía que dominan el mundo, solo existen en calidad de la existencia de esa figura humana que es Dios, lo que implica que todo el cosmos está interrelacionado. Esta formulación de la que Blake es partícipe, solo es posible explicando la «teoría de las correspondencias», término que utiliza Swedenborg para definir los arquetipos psicológico-espirituales, es decir, aquellas realidades externas que equivalen a realidades internas (Bellin, 1985, p. 9). En la cosmogonía de Blake las correspondencias son el medio que las imágenes y las formas del mundo espiritual tienen para reflejarse en el mundo natural, siendo así como Dios se contempla en la tierra y como abarca el Universo. Estos arquetipos, que permiten al poeta descifrar el significado de los sueños, las visiones, la Biblia, o incluso el de las artes antiguas, son también los que facultan la unidad del cosmos, la determinación de un mundo para con el otro, el orden entre todas las cosas y la armonía entre los opuestos. «Sin contrarios no hay progresión», uno de los enunciados del poeta más repetidos en estudios y comentarios posteriores sobre su obra, implica la acción de las correspondencias. Terminando de perfilar esta cuestión, cuando habla su terrible Orc en América: una Profecía, Blake reconoce la figura del Macroantropos:
Las llamas envuelven al globo de la Tierra, todavía no se consume el hombre,
Entre los fuegos lujuriosos que camina; sus pies se tornan como el bronce,
Sus rodillas y muslos como la plata, y su pecho y cabeza como el oro (Keynes,
[1957] 1969, p. 199)[4].
No casualmente, en el poema de Blake la parte superior del cuerpo del hombre adquiere la naturaleza del metal más preciado: el oro. La parte central, adquiere la apariencia de la plata y, la inferior, la del bronce. En clave swedenborgiana, la lectura de estas palabras debe hacerse contemplando la noción del cielo en su conjunto, como una sola entidad en cuyo cuerpo la distribución de los cielos obedece a la importancia de los mismos. Esto es, Swedenborg establece tres cielos formados por comunidades de personas, ordenados de manera que el cielo superior se encuentra en la cabeza de este Hombre Universal (Swedenborg, 2002, p. 138).
Con su hermenéutica William Blake hace pensar al lector que está transmitiendo una idea cuando en su sentido místico está revelando otra. Con cierta analogía, es lo que él vive cuando contempla sin asombro las visiones de seres, colores y formas que no son del mundo natural. Es común que el lector experimente sensaciones distintas cada vez que lee sus poemas ya que, igualmente, éstas se encuentran determinadas por el grado de conocimiento que tiene sobre el tema tratado por Blake. En gran medida, esta característica viene marcada por su propio conocimiento sobre Dios y el mundo, que él asegura haber presenciado en sus dos planos: espiritual y natural. Además, el conocimiento que tiene del mundo a través de las lecturas de Emanuel Swedenborg le proporciona un espacio acorde para identificar los elementos que se encuentran en él. Su lenguaje simbólico encierra casi tantos significados concernientes a realidades espirituales como se quieran encontrar, resultando más complejo de lo que aparenta ser, ya que «hablaba de cosas para las que el lenguaje no podía encontrar modelos en el mundo que él conocía» (Yeats, 2019, p. 7). La supuesta economía de su estilo es el resultado de un profundo estudio y conocimiento de los saberes ocultos, aquellos que solo pueden ser interpretados por la hermenéutica. Por ello, cualquier ensayo, análisis o comentario de su obra y pensamiento es valioso para acercarnos un poco a su comprensión, abrir nuevas posibilidades para la contemplación de sus creaciones y sumar en su conocimiento.
Conocedor de su valía, Borges (1998) se extrañaba por el hecho de que la obra de Swedenborg, «un místico mucho más complejo que los otros», no hubiese ejercido ninguna influencia más allá de los países nórdicos o anglosajones (p. 59-60). Sin embargo, su pensamiento sí ha saltado de alguna manera a muchas interpretaciones del cosmos y de la humanidad a través de autores como Blake, aunque lo haga impregnando el espíritu mitológico, teosófico o metafísico de las culturas sutilmente, así como sus representaciones artísticas. En este sentido, uno de los aspectos que reafirman la versión más contemporánea del proyecto cosmogónico de William Blake formulado con nociones swedenborgianas, es el que atañe al humanista contemporáneo —de formación curiosamente afín a la de Swedenborg— con el que comienzan estas páginas: Salvatore Puledda. Aunque la idea del Universo antropomorfo recoge tradiciones lejanas en el tiempo, en los últimos años su explicación ha recibido nuevas versiones que alegóricamente representan el espíritu humanista contemporáneo:
La estructuralidad, la armonía del cuerpo humano, el hecho de que todas sus partes se interrelacionan y desarrollan funciones complementarias, se reflejan en la solidaridad y la unidad del universo. Los distintos planos del ser en los que el universo se articula –los minerales, las plantas, los animales, los seres humanos, las inteligencias superiores– no están separados ni se ignoran recíprocamente: están unidos por hilos sutiles, por misteriosas correspondencias (Puledda, 2002, p. 29).
Conclusiones
No es arriesgado afirmar que la cultura artística contemporánea, así como la mayor parte de las corrientes intelectuales, están dominadas por un fuerte desapego religioso. Sin embargo, en ocasiones el ser humano se siente en la obligación de volver a discursos pretéritos de naturaleza mística para explicar cuestiones sobre el propio ser, revalorizando figuras como las de los autores estudiados en este artículo.
La indagación sobre William Blake resulta compleja por la cantidad de influencias que acumula en su obra. De entre ellas, la impronta de Emanuel Swedenborg resalta por la homogeneidad que encarnan componiendo y descifrando un lenguaje hermenéutico. Dadas sus particularidades en cuanto al modo de percibir el mundo espiritual, ambos mantienen mínimas divergencias, pero no conforman un problema para combinar sus pensamientos. Si bien en ciertas ocasiones reniega de ello, del análisis de la obra escrita y gráfica de Blake se concluye que las enseñanzas del sueco impregnan los símbolos del poeta y que su sensibilidad espiritual se encuentra marcada por las ideas desarrolladas a partir de la doctrina swedenborgiana.
Para construir una lectura del Universo basada en la existencia de un Dios en correspondencia con el ser humano, Blake recoge dos nociones de Swedenborg cuya fortaleza reside en abarcar el resto de los elementos que conforman su pensamiento. Después de haber leído y anotado sus textos, Blake construye su propia cosmogonía aplicando un lenguaje formulado a raíz de los conceptos espirituales de Swedenborg. Entre éstos se encuentran las nociones de lo Divino Humano y del Macroantropos. La transformación sutil de la conciencia de Blake sobre estos términos, tanto en su lenguaje literario como en el visual, acontece en el transcurso de toda su vida: cuanto más reniega de él, más muestra la correlación existente. Sin duda, en ambos autores la unión entre lo divino y lo humano adquiere un valor total hasta el punto en que sus revelaciones cristianas dictaminan que Dios y el hombre son uno mismo. A este respecto, vemos también cómo en ambos interfiere la teoría de las correspondencias para explicar la existencia de un Hombre Universal, noción que contempla la interrelación de todas las cosas en plena armonía simultáneamente en el mundo natural y en el espiritual.
Referencias bibliográficas
Antón Pacheco, J. A. (1991). Un libro sobre Swedenborg. Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla.
Antón Pacheco, J. A. (1993). Swedenborg y la religiosidad romántica. Isidorianum 2.4: 99-114.
Bellin, H., y D. Ruhl (Eds.) (1985). Blake and Swedenborg «Opposittion Is True Friendship»: the Sources of William Blake’s Arts in the Writings of Emanuel Swedenborg. Nueva York: Swedenborg Foundation.
Bindman, D. (1989). William Blake, artista. Torre de la Botica. Madrid: Swan.
Blom-Dahl, C. A., y J. A. Antón Pacheco (Eds.) (2000). El habitante de dos mundos: obra científica, religiosa y visionaria. Madrid: Trotta.
Bloom, H. (1974). Los poetas visionarios del Romanticismo inglés. Trad. Mariano Antolín. Barcelona: Barral.
Borges, J. L. (1998). Borges Oral. Biblioteca Borges. Madrid: Alianza.
Chesterton, G. K. [2007] (2017). William Blake. Trad. Victoria León Varela. 3.ª ed. Espuela de Plata: Sevilla.
Giovetti, P. (1990), Emanuel Swedenborg. Más Allá de la Ciencia, n.º 17: pp. 64-71.
Keynes, G. [1957] (1969). The Complete Writings of William Blake. 3.ª ed. Oxford University Press: Londres.
Puledda, S. (2002). Un humanista contemporáneo. Escritos y conferencias de Salvatore Puledda. Santiago: Virtual.
Swedenborg, E. (2002). Del Cielo y del Infierno. Trads. María Tabuyo y Agustín López. Siruela: Madrid.
Schütze, S., y M. A. Terzoli (2014). William Blake: La Divina Comedia de Dante. Taschen: Barcelona.
Raine, K. (2013). Ocho ensayos sobre William Blake. Trad. Carla Carmona. Atalanta: Gerona.
Yeats, W. B. (2019). William Blake. La imaginación y el simbolismo. Felmar-Archivos Vola: Madrid.
[1] «Without Contraries is no progression» (Keynes, [1957] 1969, p. 149). Las traducciones son de la autora del artículo.
[2] «Thou Also dwelst in Eternity. Thou art a Man, God is no more» (Keynes, [1957] 1969, p. 750).
[3] Ver «Annotations to Swedenborg’s Wisdom of Angels Concerning Divine Love and Divine Wisdom» (Keynes, [1957] 1969, p. 89-96).
[4] «Fires inwrap the earthly globe, yet man is not consum’d; Amidst the lustful fires he walks; his feet become like brass, His knees and thighs like silver, & his breast and head like gold» (Keynes, [1957] 1969, p. 199).