LAS MUJERES QUE ESCRIBEN LIBROS SON PELIGROSAS.
NIETZSCHE Y LA EMANCIPACIÓN FEMENINA
Women who write books are dangerous.
Nietzsche and women’s emancipation
Scarlett Marton
Universidad de São Paulo
Resumen: Examinar las posiciones que adopta Nietzsche, tanto en libros publicados como en fragmentos póstumos, respecto a las escritoras francesas y, en particular, a Madame Roland, Madame de Staël y George Sand, será el punto de partida de nuestra investigación. En un primer momento, esperamos aclarar los presupuestos de los que parte Nietzsche. Queremos entonces mostrar que, lejos de ocupar un lugar marginal en su obra, ser divagaciones ocasionales o limitarse a preferencias personales, sus consideraciones sobre las mujeres que escriben libros están íntimamente ligadas a su proyecto filosófico.
Palabras Clave: emancipación femenina, igualdad, mujeres literarias
Abstract: Examining the positions that Nietzsche assumes in relation to French women writers and especially to George Sand, Madame de Staël and Madame Roland, will be the starting point of our investigation. From the analysis of Nietzsche’s texts on this subject, we count, at first, to clarify the assumptions from which he starts. We then want to show that, far from occupying a marginal place in his work, being occasional digressions or being limited to personal preferences, his considerations about women writers are intimately linked to his philosophical project.
Keywords: women’s emancipation, equality,women writers
Nietzsche, con gran interés, sigue la vida cultural francesa. Lector del Journal des débats y de la Revue des deux mondes, se entera de los últimos acontecimientos literarios. Conoce autores como Baudelaire, Flaubert y Zola, pero también escritores considerados menores como Prosper Mérimée, Alfred de Musset o Alphonse Daudet. Dedica una ilimitada admiración a Stendhal; critica duramente a Victor Hugo. No solo sigue las publicaciones de autores contemporáneos, sino también las de los escritores que los precedieron. Así es que hace referencia al extraordinario éxito de la obra de teatro La marchande de sourires de Judith Gautier y registra sus impresiones sobre Lettres d’un voyageur de George Sand, a la vez que evoca textos escritos en el siglo XVIII por Madame de Lambert, Madame d’Épinay o Madame de Boufflers.
Entre los numerosos pasajes que Nietzsche dedica a la literatura francesa, tanto en sus libros publicados como en sus fragmentos póstumos, destacan aquellos en los que trata de las mujeres que escriben libros. Para entender las posiciones que toma en relación con ellas, primero debemos examinar sus consideraciones sobre el movimiento de la emancipación femenina.
En varios escritos, Nietzsche se dedica a criticar a las mujeres que quieren independizarse. En Ecce Homo, escribe: «Todas ellas me aman». Y luego agrega: «exceptuando las mujercitas malogradas, las “emancipadas”, que carecen de lo preciso para tener hijos»1. Pero, contrariamente a lo que dice en este pasaje, estableció fuertes lazos de amistad con varias mujeres que participaban en el entonces creciente movimiento de emancipación femenina. Malwida von Meysenbug, Lou von Salomé, Meta von Salis, Resa von Schirnhofer y Hélène von Druskowitz fueron algunas de ellas2. Si en su infancia, en Naumburgo, Nietzsche convivió sobre todo con mujeres celosas que se despliegan en cuidados, aquellas con las que elegirá vincularse a lo largo de su vida serán mujeres independientes, fuertes y decididas. Cartas, testimonios e informes parecen indicar que, tanto en relación con las primeras como con las segundas, siempre fue amable y solícito3.
Habría sin embargo que señalar que la atención y delicadeza que Nietzsche mostró hacia las mujeres contrasta con el antifeminismo expresado en sus textos. La amistad que dedicó a las mujeres emancipadas se contrapone a la misoginia a veces presente en sus escritos. En Humano, demasiado Humano, sugiere que las mujeres, dejándose siempre guiar por los sentimientos, pronto se vuelven militantes por cualquier causa, incluida la de la emancipación femenina4. En el libro quinto de La Gaya Ciencia, considera necesaria una virilización de la Europa para enfrentarse a la mujer «que ha sido mimada por el cristianismo y el espíritu exaltado del siglo XVIII, y más aún por las “ideas modernas”»5. En Así habló Zaratustra, al criticar a las mujeres que se masculinizan, exhorta a los hombres a dominarlas6. En Más allá del Bien y del Mal, lucha frontalmente contra el movimiento de emancipación de la mujer7.
No obstante, cuando se examinan de cerca, los textos de Nietzsche revelan que son las mujeres que se dedican a escribir las que más le intrigan. En la secuencia de párrafos de Más allá del bien y del mal, en los que critica a las mujeres que quieren emanciparse, Nietzsche afirma, por ejemplo, que Madame Roland8, Madame de Staël9 y Georges Sand10 son «los mejores contraargumentos involuntarios respecto de la emancipación y la autoridad femenina»11. Esta cita atrae inmediatamente nuestra atención. Al fin y al cabo, las tres escritoras francesas, cada una a su manera, lucharon por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Es cierto que, en varios frentes, Nietzsche se esfuerza por combatir la idea de igualdad. En el ensayo inédito Sobre la verdad y la mentira en el sentido extramoral, deja claro que las palabras, cuando llegan a servir en innumerables experiencias similares a las que les dio origen, se convierten en conceptos. Producidos «igualando lo no-igual» y adecuándose a varios fenómenos, los conceptos se muestran inapropiados e insuficientes para cada uno de ellos en particular12. En La Gaya Ciencia, busca mostrar que en los mismos fundamentos en los que se basa la lógica hay una tendencia ilógica a tratar lo similar como igual13. En Más allá del bien y del mal, insiste en que los mecanicistas, al defender la existencia de leyes en la naturaleza, no hacen más que inclinarse ante el impulso democrático de los tiempos modernos14. Al investigar el proceso de formación de conceptos, al examinar la base de los procedimientos lógicos, al analizar la actitud de los hombres de ciencia, encuentra ocasiones favorables para atacar la idea de igualdad.
Otras ocasiones las encuentra Nietzsche al tratar de la religión cristiana o del movimiento democrático. Entiende que la igualdad de los ciudadanos ante la ley –un eco de la igualdad de los hombres ante Dios– no es más que una fórmula forjada por quienes necesitan unir sus fuerzas para sobrevivir. Para preservar su propia existencia, el individuo más débil busca asociarse. Viviendo de manera gregaria, espera enfrentarse a aquellos que, más fuertes que él, podrían amenazarlo. Por eso mismo, instituye modos de actuar y de pensar universalmente válidos, censura toda originalidad, desaprueba cualquier cambio. Promotor de la vida colectiva, si intentara vivir de otra manera, sucumbiría. «Animal gregario», exige ininterrumpidamente la victoria de cada uno sobre sí mismo. Creyendo verlo reinar en la Europa de su época, Nietzsche dice:
¡La doctrina de la igualdad!... Pero no hay ningún veneno más venenoso: pues parece predicada por la justicia misma, cuando es el final de la justicia... «Igualdad para los iguales, desigualdad para los desiguales –esto sería el verdadero discurso de la justicia; y, lo que de ello se sigue, no igualar nunca lo que es desigual»15.
Así pues, Nietzsche entiende la igualdad como la imposición de lo uniforme, lo gregario; la concibe, como la supresión de las diferencias, la exclusión de las excepciones. Juzgando que, gracias a Rousseau y la Revolución Francesa, la idea de igualdad llegó a ser concebida en la época moderna como sinónimo de nivelación gregaria, termina por convertirla en uno de sus blancos privilegiados. Y hace de sus ataques a esta idea el núcleo argumentativo de la crítica que dirige a la modernidad. Desde la perspectiva nietzscheana, al apostar por la igualdad entendida como nivelación gregaria, el movimiento de emancipación de la mujer no hace más que mostrarse cómplice de una «idea moderna».
En consecuencia, si Nietzsche ve a Madame Roland, Madame de Staël y George Sand como «los mejores contraargumentos involuntarios» respecto de la emancipación femenina, no puede ser porque, como simpatizantes de la Ilustración y de las ideas revolucionarias, terminaron por defender la idea de la igualdad. Habrá, pues, que investigar las razones que le llevan a afirmar que las tres autoras francesas no contribuyen a la causa de la mujer. Un pasaje de Más allá del Bien y del Mal puede aportar elementos para una posible respuesta a esta pregunta:
Fue una protección del hombre y una consideración hacia la mujer cuando la Iglesia decretó: mulier taceat in ecclesia!16 Ocurrió en beneficio de la mujer cuando Napoleón dio a entender a la lenguaraz Madame de Staël: mulier taceat in politicis!17 – y creo que un buen amigo de las mujeres les dará hoy el siguiente consejo: mulier taceat de muliere!18
Antes de proseguir con la investigación, no se puede olvidar que hoy es bien sabido que, cuando se inventó el Dios omnipotente de las grandes religiones patriarcales: el Dios de los judíos, cristianos y musulmanes, el proceso de dominación impuesto a las mujeres avanzó considerablemente. Aparece entonces una casta sacerdotal que se esfuerza por convertir a la mujer en un ser humano de segunda categoría, indigno de tratar con lo sagrado. A finales del siglo XI, con la revolución gregoriana, la Iglesia despojó a las mujeres de las altas funciones que aún desempeñaban. Con la Inquisición les quita la vida; acusándolas de prácticas de brujería, condena a decenas de miles a la hoguera. También se sabe que, con el desarrollo del comercio y de las ciudades, las mujeres perdieron buena parte de sus antiguos roles en todos los dominios de la vida económica, política y religiosa. Con el ascenso de la burguesía, se les priva del derecho de administrar los bienes de la familia y de representar al marido cuando sea necesario. Con la creciente centralización del Estado, gracias a la nueva legislación familiar, se vuelven incapaces desde el punto de vista jurídico19. En los siglos XII y XIII, resistieron en el contexto de los movimientos heréticos de los cátaros y albigenses con las cortes del amor; en los siglos XVII y XVIII se defendieron abriendo las puertas de sus salones a filósofos, escritores y políticos o apoyando movimientos revolucionarios. Pero en 1793, la Convención instituyó la muerte política de las mujeres, prohibiéndoles tomar parte activa en los asuntos gubernamentales. Poco tiempo después, el Código de Napoleón instituyó su muerte civil, reduciéndolas a funciones domésticas. Por último, tampoco se ignora que, en el siglo XIX, mujeres de las más diversas procedencias denunciaron el yugo al que estaban sometidas. Se rebelan contra la privación de derechos políticos y económicos, contra el desempleo y los bajos salarios. Algunas exigen unión libre, fundan falansterios y comunidades; otras luchan por la secularización de la educación, reclamando la misma educación para niños y niñas; otras más exigen el cambio de las estructuras políticas y sociales, combaten el sexismo de los sindicatos y partidos políticos20. Más tarde, nuevas ideas surgirán de sus discursos y prácticas: la independencia de las mujeres sólo puede venir de ellas mismas; las mujeres de todos los países deben unirse para conquistar sus derechos; la emancipación femenina será la de toda la humanidad21.
Analicemos con más detenimiento las posiciones de Nietzsche sobre este tema. Todo indica que, al aplaudir la supresión de los derechos de las mujeres, Nietzsche defiende la sociedad patriarcal. Consciente del proceso de dominación impuesto a las mujeres, parece aceptarlo. Conociendo su historia milenaria, parece estar de acuerdo con él. Pero, llegados a este punto de la investigación, lo que más importa es investigar las razones que le llevan a criticar a Madame Roland, Madame de Staël y George Sand como «los mejores contraargumentos» respecto de la emancipación femenina.
Vale recordar que Madame Roland se adhirió con entusiasmo a la Revolución Francesa. Habiendo jugado un papel importante durante el ministerio girondino entre marzo y junio de 1792, fue condenada a la guillotina por el tribunal revolucionario al año siguiente. George Sand, por su parte, tuvo un intenso compromiso político y se regocijó con el surgimiento de la Segunda República, saliendo en defensa de la democracia y del socialismo. En 1852, oponiéndose directamente a Napoleón III, que había tomado el poder, se retiró a Nohant para evitar la censura y el eventual encarcelamiento. Y Madame de Staël, por su influencia y sus ideas, fue expulsada de París y, posteriormente, de Francia. En 1810, irritado por su constante intromisión en la política, Napoleón hizo destruir su libro De l’Allemagne, que no se reimprimió hasta 1813 en Londres. No hay duda de que las tres autoras francesas estaban convencidas de que las mujeres eran capaces de participar en actividades políticas.
Por lo tanto, si Nietzsche entiende que fue por el bien de las mujeres por lo que la tiranía del imperio napoleónico sacó a Madame de Staël de la vida política francesa, tal vez sea porque cree que, al hacerlo, buscaba evitar que ella se equivocara sobre las peculiaridades femeninas.
Examinar otro pasaje de Más allá del Bien y del Mal puede aportar nuevos elementos a nuestra investigación. En el párrafo 232, dice Nietzsche: «La mujer quiere ser independiente: y para ello empieza a ilustrar a los hombres sobre la “mujer en sí” –he aquí uno de los peores progresos del embrutecimiento general en Europa»22. El uso del sustantivo «mujer» en singular suscita un contrapunto instigador: la mujer habla de la «mujer en sí», la mujer como género teoriza sobre la mujer como concepto. Al situarse como género y teorizar sobre conceptos, adopta el modo de proceder de los filósofos dogmáticos y contribuye así al «embrutecimiento general de Europa». ¿Puede haber una tontería más grande que esta? Cantada desde siempre en la literatura y la mitología por su belleza, la mujer termina por traicionarse a sí misma al pretender desnudarse.
Nietzsche comienza, entonces, a investigar los «burdos intentos de cientificidad y autodesnudez femenina»23; quiere examinar las iniciativas de las mujeres de su tiempo con miras a esclarecer «la mujer en sí». Pretende mostrar la inutilidad de las acciones que emprenden al intentar averiguar quiénes son y qué tienen que hacer. A su juicio, la modestia es necesaria para las mujeres, ya que tienen mucho que esconder. Más les valdría ocultar lo que tienen de pedante, superficial, doctrinario, presumido, desenfrenado, inmodesto; mejor sería que ocultaran todo esto que hasta ahora, en el fondo, ha sido reprimido y refrenado «de la mejor manera por el miedo ante el hombre». En lugar de tomar la palabra, hablar y argumentar a favor de su propia independencia, deberían hacer uso de lo que las caracteriza: lo bello, lo coqueto, lo gracioso, lo lúdico, lo ligero, lo suave, lo agradable. Sus peculiaridades desafiarían la forma seria y circunspecta de filosofar; su belleza, gracia, delicadeza, suavidad, ligereza pondrían en entredicho todo aquello que los filósofos dogmáticos creen que confiere excelencia a la tarea que se proponen24.
A los intentos de cientificidad y autodesnudez de las mujeres en la época moderna, Nietzsche contrapone precisamente los rasgos que, a su juicio, les son tan peculiares: «su inteligencia y su arte, aquellas que son propias del encanto, del juego, del quitar las penas, del alivio y del tomar las cosas como vienen, así como su refinada habilidad para satisfacer deseos agradables!»25. A partir de esta oposición construye sus argumentos y su estrategia. Sosteniendo que, en su tiempo, la mujer pretende «ser científica», juzga que se desnuda con descaro, se acuesta en la mesa de disección y, provista de un bisturí, procede a un autoexamen; en una palabra, no duda en dar su clase de anatomía. Si en el pasado los hombres tenían el poder de esclarecer, ahora son las mujeres las que insisten en asumir la tarea de dilucidar.
Por suerte hasta ahora el ilustrar ha sido una cosa de hombres, un don de hombres –así todo quedaba ‘entre nosotros’; y, a fin de cuentas, con todo lo que las mujeres escriben sobre ‘la mujer’, hay buenos motivos para dudar de si la mujer quiere realmente una ilustración sobre sí misma– y si puede quererla...26
Insistiendo en la idea de que, en la búsqueda de la igualdad con los hombres, las mujeres renuncian a lo que las caracteriza, Nietzsche escribe en Más allá del Bien y del Mal: «Revela una corrupción de los instintos – además de revelar un mal gusto – el hecho de que una mujer invoque justamente a Madame Roland o Madame de Staël o Monsieur George Sand, como si con ello se hubiese demostrado algo en favor de la “mujer en sí”»27. Al utilizar la expresión «corrupción de los instintos» para referirse a la mujer que recurre a los escritos de «Madame Roland o Madame de Staël o Monsieur George Sand», Nietzsche sugiere que las tres escritoras francesas adoptan actitudes masculinizadas y, por eso mismo, no podrían hablar de la «mujer en sí». En este sentido no tendrían condiciones de contribuir a la emancipación femenina; de ello se sigue que es inútil invocarlas en defensa de esta causa. La mujer que invoca la figura de George Sand, Madame Roland o Madame de Staël en su discurso no se comporta como una mujer; al dejar paso a estas tres mujeres masculinizadas, acaba pareciéndose a ellas y promueve así una progresiva «desfeminización»28. ¡Al final, dice Nietzsche, «para los hombres, las aludidas son las tres mujeres cómicas en sí –nada más!».29
Sin embargo, esta posición contrasta con la que asume Nietzsche frente a otras escritoras. ¿Cómo entender que, en un fragmento póstumo, después de afirmar que «le ha faltado tranquilidad (a Madame de Staël)», recurra precisamente a las palabras de Madame de Rémusat: «una falta que no tiene remedio por lo que hace a la felicidad o incluso al talento»30? ¿O que, en otro pasaje, elogiando a Madame de Lambert, retome una frase de su obra Avis d’une mère à son fils, afirmando que se trata de las «palabras más maternales e inteligentes que jamás han sido dirigidas a un hijo»?31
No podemos dejar de señalar que, entre los escritos de Madame de Rémusat, encontramos memorias, cartas y un libro titulado Essai sur l’éducation des femmes y, entre los de Madame de Lambert, libros sobre problemas relativos a la educación. Se puede aceptar que una mujer aborde temas relacionados con su papel como madre y esposa. Se puede admitir que se dedique de vez en cuando y bajo el impacto de una emoción a la literatura. Incluso se puede tolerar que use su pluma como adorno. Tanto es así que, en el Crepúsculo de los Ídolos, dice Nietzsche: «Una mujer perfecta hace literatura del mismo modo que hace un pecado pequeño: para hacer la prueba, sin darle importancia, mirando a su alrededor, por si alguien lo nota y para que alguien lo note...»32
No obstante, hay que reconocer que ninguna de las tres situaciones antes mencionadas podría aplicarse a Madame Roland, Madame de Staël o George Sand. Vale la pena recordar que Madame Roland, el alma del movimiento girondino, publicó artículos políticos en periódicos como el Courier de Lyon. En 1793, durante el período en que estuvo encarcelada, escribió sus memorias, una obra que se erige en la intersección de lo público y lo privado, la historia y la vida personal33. Madame de Staël, por su parte, defendió, en un texto de filosofía política y moral, la idea de que la reflexión y el estudio son los únicos medios que pueden asegurar el progreso tanto de mujeres como de hombres34. En otro, dedicó un capítulo a la posición que ocupa la mujer en el mundo literario y no dudó en mostrar las dificultades a las que tiene que hacer frente a través del relato de sus propias dificultades35. Finalmente, George Sand, la primera escritora francesa que vivió de la publicación de sus libros, participó en la creación de tres periódicos: La Cause du Peuple, Le Bulletin de la République y L’Éclaireur de l’Indre, donde publicó varios artículos. De 1837 a 1848, escribió verdaderas denuncias contra la sociedad y la moral burguesa, se ocupó de la condición de la mujer y abogó por la regeneración social en informes de inspiración humanitaria, en los que retomaba las tesis de Rousseau36.
A pesar de la complejidad de las posiciones que toman, así como de las diferencias que revelan en los textos que publican, no se puede olvidar que Madame Roland, Madame de Stäel y George Sand abrazaron la misma causa en distinto grado: reclamaron el derecho a escribir y publicar sobre los temas más variados. Madame de Staël es, por supuesto, un ejemplo de las luchas que las mujeres que publican sus textos tuvieron que emprender contra una sociedad que no reconocía su aptitud para el manejo de las ideas. George Sand, el seudónimo masculino utilizado por Aurore Dupin37, es una prueba de los expedientes a los que tenían que recurrir las mujeres que escriben para asegurarse la publicación de sus escritos. Pues, como se sabe, una de las prohibiciones sociales que se les impusieron en el siglo XVIII, que persistió con la Revolución Francesa, que se agudizó con el Imperio Napoleónico y se mantuvo a lo largo del siglo XIX, consistía en la prohibición de escribir y publicar, en particular sobre cuestiones de política o filosofía.
Los análisis anteriores nos permiten afirmar que, si Nietzsche afirma que Madame Roland, Madame de Staël y George Sand no contribuyen a la emancipación de la mujer es porque se atrevieron a expresarse públicamente sobre todos los ámbitos de la vida, desde los problemas relacionados con la literatura hasta los temas políticos y sociales. En consecuencia, a su juicio, se han desfeminizado. Es en este sentido que dice: «Quiero reformar de nuevo a las mujeres: la Sand y M[adame] de Staël son una prueba contra ellas»38.
Pero se podría objetar que hay otras mujeres presentes en los escritos de Nietzsche39. En el prólogo de Más allá del Bien y del Mal, el autor identifica la verdad con la mujer. En las primeras líneas del libro, tratando de combatir el modo de proceder de los filósofos dogmáticos, quiere subrayar su torpeza: «Suponiendo que la verdad fuera una mujer –, ¿como? ¿Acaso no está fundada la sospecha de que todos los filósofos, en la medida en que fueran dogmáticos, han entendido poco de mujeres?».40 Deseosos de conquistar la verdad a cualquier precio, de poseerla a toda costa, los filósofos dogmáticos recurren a «medios desacertados y impropios para seducir precisamente a una mujer». Ignorando que el pudor es la virtud femenina por excelencia, cuentan con desnudar a la mujer con los ojos; sin vergüenza, esperan dejar al descubierto la verdad.
En el prólogo a la segunda edición de La gaya Ciencia, tratando una vez más de distinguirse de los filósofos dogmáticos, Nietzsche también identifica la verdad con la mujer:
Ya no creemos que la verdad sigue siendo verdad si se le quita el velo; hemos vivido demasiado para creerlo. Hoy es para nosotros una cuestión de decencia no querer ver todo en su desnudez, no querer estar presente en todo, no querer comprender y «saber» todo41.
De ello se sigue que la verdad, que es mujer, sabe muy bien que la verdad que persiguen los filósofos dogmáticos no existe, ya que ella misma no es la verdad que ellos creen que existe. En otras palabras, la verdad, que es mujer, percibe como una afrenta la verdad doctrinaria que persiguen. Con sus ropajes y adornos, llena de pudor, se pone fuera de alcance42.
Es muy posible que, al criticar la filosofía dogmática, Nietzsche pretenda introducir otra concepción de la verdad a través del mismo movimiento. Al identificar la verdad con la mujer, combate la verdad doctrinaria que persiguen los filósofos dogmáticos y al mismo tiempo exalta a la mujer que no consiente en entregarse a ellos. En el prólogo a La gaya Ciencia, escribe:
Se debería respetar más el pudor con el que la naturaleza se ha ocultado detrás de enigmas y multicolores incertezas. ¿Quizás la verdad sea una mujer que tiene razones de no dejar ver sus razones? ¿Quizás su nombre, hablando en griego, sea Baubo?43
Llama nuestra atención que Nietzsche quiera denominar a esta nueva concepción de la verdad como Baubo. Se sabe que, en la tradición órfica, Baubo aparece asociada al rapto de Perséfone por Hades. En la búsqueda de su hija, Deméter es recibida en Eleusis. Inconsolable, rechaza los alimentos que le ofrecen. Con bromas y palabras obscenas, Baubo intenta convencerla de que rompa su duelo maternal; como no tiene éxito, entonces levanta el peplo y muestra el sexo. Este gesto inesperado agrada a Deméter, quien finalmente acepta comer44.
El problema que se plantea ahora es el siguiente: ¿cómo entender que Nietzsche pretenda dar a la verdad concebida como «una mujer que tiene razones de no dejar ver sus razones» precisamente el nombre de Baubo, que no duda en mostrar su sexo?
Ciertamente podríamos interpretar el gesto de Baubo en este episodio como una incitación a la actividad sexual. Figura de la fertilidad en la mitología griega, llama la atención sobre la importancia de las pasiones, los impulsos y los afectos. Baubo designaría una imagen de la mujer que estaría totalmente en la línea de la propia filosofía de Nietzsche: una imagen positiva de la mujer. Pero, de una mujer que nunca existió.
Es en Así habló Zaratustra donde se revela claramente la discrepancia entre las personificaciones femeninas de entidades abstractas y las mujeres humanas, demasiado humanas45. Es cierto que en este libro Nietzsche atribuye un lugar privilegiado a las mujeres; más bien, las convierte en portavoces de sus propias ideas. Tanto es así que la sabiduría, la vida y la eternidad expresan sus posiciones filosóficas. De la sabiduría, Zaratustra se hace cómplice; con la vida, se pone a bailar; a la eternidad declara su amor.
Explorar el modo en que Nietzsche caracteriza la sabiduría salvaje de Zaratustra seguramente aportará otros elementos para evaluar cómo concibe a la mujer. Como una leona, la sabiduría de Zaratustra es fuerte y temible; como la vela de la barca que, movida por el viento, corre sobre el mar, es intrépida y valiente; como el sol abrasador, es ardiente y arrebatadora46. Además de recurrir a imágenes que evocan las fuerzas de la naturaleza, Nietzsche busca caracterizarla por contraste. La sabiduría de Zaratustra no se identifica con la de los sabios, que emana un olor a pantano, ni con la de los poetas, que proviene del pueblo llano47. Tampoco se confunde con la sabiduría nihilista que, surgiendo de las sombras nocturnas, predica que nada vale la pena, ni con la sabiduría gregaria que, propia de las almas cobardes, exige promesas y juramentos, ni siquiera con la sabiduría servil que, emanando de seres sumisos, todo lo soporta48. Combativa, la sabiduría de Zaratustra no acepta dogmas ni preceptos, no se somete a normas de conducta, no actúa como cómplice de los valores establecidos. Salvaje, es despreocupada, irónica, violenta, como el guerrero a quien entrega su amor.
Es importante tener en cuenta que Nietzsche usa el adjetivo salvaje para calificar tanto la vida como la sabiduría de Zaratustra. En el capítulo «La canción del baile», expresa claramente la idea de que se parecen49. Al denunciar la dificultad que tienen los hombres para verla como es, la vida revela el antropocentrismo que se apodera de ellos. No tiene nada que ver con concepciones metafísico-religiosas ni determinaciones morales. No es ni trascendente ni virtuosa, ni casta ni etérea. Mutable y salvaje, la vida es una mujer. En el capítulo «La otra canción del baile», aparece como una mujer que hechiza, se escapa y reaparece. Atadora, envolvente, tentadora, no duda en apelar a su encanto; seductora, nunca se rinde completamente50.
Cabe señalar que las imágenes de mujeres que Nietzsche asocia con la vida y la sabiduría son bastante diferentes de las que asocia con mujeres humanas, demasiado humanas. Rebelde, la sabiduría de Zaratustra no se somete a valores establecidos. Hechicera, la vida esconde oro en su seno. En cambio, Nietzsche entiende que las mujeres humanas, demasiado humanas, sumisas, están destinadas a la procreación. Cuando se compara la forma en que el protagonista ve a sus mujeres amadas, por un lado, y a las mujeres humanas, demasiado humanas, por el otro, es claro que las ambivalencias de Zaratustra no hacen más que resaltar las de Nietzsche.
En Humano, demasiado Humano, el filósofo intentará hacer una especie de pronóstico de la condición femenina. En un párrafo del capítulo «La mujer y el niño», comienza planteando la idea de que, con el tiempo, «en los tres o cuatro países civilizados de Europa», la educación podrá hacer de las mujeres «todo lo que se quiera, incluso convertirlas en hombres»51. De esta manera, las mujeres estarían en condiciones de adquirir todas las cualidades viriles. Frente a esta situación imaginaria, el problema que se plantearía se referiría principalmente al período de transición, en el que, al obtener nuevas habilidades y nuevos talentos, se entregarían a actitudes insensatas e injustas. No es casualidad que Nietzsche titule este párrafo «Período “Sturm und Drang” de las mujeres». Flirteando con el movimiento romántico alemán, entiende que, al rechazar las costumbres que siempre han respetado, las mujeres empezarían a ejercer un poder ilimitado. Ante este desencadenamiento de pasiones, a los hombres sólo les quedaría «la cólera por el hecho de que todas las artes y ciencias estén inundadas y encenegadas por un diletantismo inaudito, de que la filosofía sea asesinada por una charlatanería descabellada, de que la política sea más fantástica y partidista que nunca»52. En definitiva, si se confirmara el pronóstico nietzscheano, las mujeres llevarían a la sociedad a una «plena disolución».
En escritos posteriores, Nietzsche volverá a cuestiones relativas a la condición de la mujer. En La gaya Ciencia, atacará las más diversas configuraciones de lo femenino; en Así habló Zaratustra expresará sus reservas en relación con las mujeres que buscan la independencia; en Más allá del Bien y del Mal criticará duramente a las mujeres que quieren emanciparse; en el Crepúsculo de los Ídolos, peleará de frente con las que se dedican a la literatura. Pero en ningún momento dejará de atacar a las mujeres que escriben y publican textos sobre temas de filosofía y política.
En un pasaje de el Crepúsculo de los Ídolos, Nietzsche revela claramente lo que piensa de ellas:
“¡Este retrato es de una mágica belleza!”... La mujer literata, insatisfecha, excitada, yerma en el corazón y las entrañas, prestando oídos en todo momento con dolorosa curiosidad al imperativo que desde las profundidades de su organismo susurra aut liberi, aut libri [o hijos o libros]; la mujer literata, con formación suficiente para entender la voz de la naturaleza, incluso si habla latín y, por otro lado, coqueta y suficientemente pava para, en secreto, hablar hasta en francés consigo misma: je me verrai, je me lirai, je m’extasierai et je dirai: Possible, que j’aie eu tant d’esprit?”53
Este pasaje es revelador en muchos sentidos de la posición que asume Nietzsche sobre las mujeres que escriben libros. En las primeras y últimas líneas señala un rasgo de su carácter: la vanidad. Al comienzo del texto, toma del libreto de La flauta mágica de Mozart las palabras de Tamino al contemplar el retrato de Pamina, para pintar con ironía a la mujer literaria; al final, se pone en la boca la frase extraída de una carta de Galiani a Madame d’Épinay54, para subrayar la idea de que ella se da una importancia exagerada a sí misma. Desde la perspectiva nietzscheana, el comportamiento de la mujer literaria se debe a una gran frustración: sofocada por su educación, se vuelve incapaz de procrear. «Aut liberi, aut libri», entre libros y niños, sólo puede elegir lo que ha hecho de sí misma. Nietzsche opone así claramente lo que él considera la tarea primordial de la mujer a la que elige la mujer literaria.
Entendiendo que las mujeres que buscan su propia independencia son víctimas por no poder procrear, Nietzsche muestra su conservadurismo. De hecho, hay varios momentos en los que deja claro el lugar que debería ocupar la mujer en el orden social y los roles que tendría que desempeñar. El hogar sería su dominio de actividades; acompañar a su marido y cuidar de los niños, sus tareas. Mientras que las mujeres están hechas para servir, dependiendo de a quién sirvan, los hombres consideran fundamental mantener la autonomía. Revelan así una condición superior, que les permite dedicarse a grandes tareas.
Al promover una imagen conservadora de la mujer, Nietzsche no puede tolerar que las mujeres quieran independizarse. En Más allá del bien y del mal y textos posteriores, su lucha contra el movimiento de emancipación femenina será incansable. Y cuando se trata de mujeres que escriben libros, su combate será implacable. Al fin y al cabo, no contentas con reclamar el derecho a expresarse en el espacio público, se atreven a publicar sobre los más variados temas, incluyendo filosofía y política. En resumen, intervienen en dominios de acción antes reservados exclusivamente a los hombres. Por tanto, estamos en condiciones de afirmar que Nietzsche no duda en adherirse a la práctica de la exclusión tan característica de la filosofía moderna.
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G. Staël-Holstein, De la littérature considérée dans ses rapports avec les institutions sociales, Paris: J. Minard, 1959; De l’influence des passions sur le bonheur des nations et des individus, Paris: Payot et Rivages, 2000.
1 Ecce Homo, «Por qué escribo libros tan buenos», § 5, OC IV 814.
2 En este sentido véase C. P. Janz, Friedrich Nietzsche – Biographie, Múnich: Carl Hanser Verlag, 1978-1979, volume 2, y C. Diethe, Nietzsche’s Women: Beyond the Whip, Berlin: De Gruyter, 1996, pp. 77-100. Con respecto a las relaciones de Nietzsche con Malwida von Meysenbug, véase también J. Le Rider, Malwida von Meysenbug. Une européenne du XIXe siècle, Paris: Bartillat, 2005, pp. 353-411. Entre los numerosos estudios sobre Nietzsche y Lou von Salomé, véase por ejemplo H. F. Peters, My Sister, my Spouse, New York: W. W. Norton, 1962. Sobre sus relaciones con las tres jóvenes estudiantes de la Universidad de Zúrich, véase C. Andler, Nietzsche, sa vie et sa pensée, Paris: Gallimard, 6a édición, 1958, tome II, note 4.
3 Véase G. Bianquis (ed.), Nietzsche devant ses contemporains, Paris: Éditions du Rocher, 1959; Braum, Nietzsche und die Frauen seiner Zeit, Leipzig: 1931; S. Gilman (ed.), Begegnungen mit Nietzsche, Bonn: Bouvier, 1985.
4 Véase Humano, demasiado Humano I, § 416, OC III 219, titulado «Sobre la emancipación de las mujeres».
5 La gaya Ciencia, § 362, OC III 879.
6 Véase Así habló Zaratustra III, «De la virtud empequeñecedora», 2, OC IV 173s.
7 Véase Más allá del Bien y del Mal, §§ 230-239, OC IV 390-397.
8 Véase FP III 525, 25 [422], primavera de 1884, uno de los raros pasajes en los que Nietzsche se refiere a Madame Roland.
9 Entre los pasajes en los que Nietzsche trata de Madame de Staël, véase Más allá del Bien y del Mal, § 209, OC IV 375, donde alude a su libro De l’Allemagne: «tampoco hace tanto tiempo que a una mujer masculinizada se le permitía, de un modo desenfrenadamente insolente, recomendar los alemanes a la simpatía de Europa, como dulces paletós buenos de corazón, débiles de voluntad y poéticos». Con respecto a Madame de Staël, véase también FP II 348, 23 [102], finales de 1876-verano del 1877; FP II 616, 6 [69], otoño de 1880; y en particular FP III 479, 25 [124], primavera de 1884, donde Nietzsche vuelve a asociar a Mme de Staël con George Sand. En su biblioteca Nietzsche tenía el libro en tres volúmenes de Madame de Staël Deutschland. Aus dem Französischen übersetzt, Reutlingen: J.J. Mäcken, 1815. Véase G. Campioni et allii (eds), Nietzsches persönliche Bibliothek, Berlin: Walter de Gruyter, 2003, pp. 570s.
10 En el Crepúsculo de los Ídolos, «Incursiones de un intempestivo», § 6, OC IV 657, Nietzsche se refiere a George Sand como «esa fecunda vaca escribidora, que en sí tenía algo de alemán, dicho sea en lo peor de los sentidos». Véase también Crepúsculo de los Ídolos, «Incursiones de un intempestivo», § 1, OC IV 654, donde Nietzsche incluye en la lista de «Los que no puedo soportar. - [...] George Sand: o lactea ubertas, que quiere decir: la vaca lechera con “bello estilo”». La expresión latina significa «abundancia de leche». Sobre George Sand, Edmond y Jules Goncourt anotaron en su diario: «En su actitud hay una gravedad, una placidez, algo del sopor de un rumiante» (Edmond y Jules Goncourt, Journal des Goncourt, Tomo III: 1861-1864, Paris: Honoré Champion Éditeur, 2013, p. 872). Es bien sabido que, a partir de 1851, los hermanos Goncourt llevaron un diario en el que registraron sus impresiones personales. Publicado por Edmond en 1870, poco después de la prematura muerte de Jules, el Journal des Goncourt fue una valiosa fuente de información sobre la vida literaria y artística en la Francia del siglo XIX. Nietzsche se refiere a George Sand en varios fragmentos póstumos desde la primavera de 1880. Véase FP II 521, 3 [39], primavera de 1880; FP II 600, 5 [23], verano de 1880; FP III 35s, 1 [46], julio-agosto de 1882; FP III 512, 25 [337], primavera de 1884; FP III 604, 26 [393], verano-otoño; FP III 773, 35 [11], mayo-julio de 1885; FP III 793, 35 [81], mayo-julio de 1885; FP III 826s, 38 [6], junio-julio de 1885; FP IV 205s, 7 [7], final de 1886-primavera de 1887; FP IV 275s, (86) 9 [130], otoño de 1887; FP IV 373, (305) 11 [24], noviembre de 1887-marzo de 1887; FP IV 418, 11 [199], noviembre de 1887-marzo de 1888; FP IV 489, 11 [409], noviembre de 1887-marzo de 1888; FP IV 1888 12 [1] (305), comienzos de 1888. En la biblioteca de Nietzsche se encuentran varios volúmenes de las obras de George Sand, Sämtliche Werke. Mit einer kritischen Einleitung von Arnold Ruge, Leipzig: O. Wigand, 1844. Véase G. Campioni et allii, op. cit., pp. 516-520.
11 Véase Más allá del Bien y del Mal, § 233, OC IV 393.
12 Véase Sobre Verdad y Mentira en sentido extramoral, § 1, OC II 612: «Toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto cuando deja de servirle a la vivencia originaria, única y por completo individualizada, gracias a la cual se generó, por ejemplo, como recuerdo, y tiene que pasar a adaptarse a innumerables vivencias más o menos similares, esto es, hablando con rigor, nunca idénticas; es decir, tiene que valer al mismo tiempo para casos claramente diferentes».
13 Véase La gaya Ciencia, § 111, OC III 797, donde podemos leer: «la tendencia predominante de tratar a lo similar como igual, una tendencia ilógica – pues en sí no hay nada igual -, ha sido la que creado todos los fundamentos de la lógica».
14 Más allá del Bien y del Mal, § 22, OC IV 312, donde podemos leer: “«En todos lados, igualdad ante la ley, - en eso la naturaleza no lo tiene ni distinto ni mejor que nosotros’: gentil reticencia en la que de nuevo se enmascara la enemistad plebeya contra todo lo privilegiado y soberano».
15 Crepúsculo de los Ídolos, «Incursiones de un intempestivo», § 48, OC IV 683s. Véase también Más allá del Bien y del Mal, § 212, OC IV 378, donde podemos leer: «la “igualdad de derechos” podría transformarse fácilmente en la igualdad dentro de la injusticia: quiero decir en un combate generalizado contra todo lo singular, extraño, privilegiado, contra el hombre superior, el alma superior, el deber superior, la responsabilidad superior, contra la plenitud de poder y el dominio creativos».
16 Véase Corintios I, 14:34, donde podemos leer: «guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar». Retomada por Goethe, la frase se hizo popular en Alemania.
17 Nietzsche expresa en varios textos su admiración por Napoleón. Él escribe, por ejemplo, en La Gaya Ciencia: «Napoleón, que veía en las ideas modernas y directamente en la civilización una especie de enemiga personal, con esa enemistad se ha acreditado como uno de los mayores continuadores del Renacimiento: ha logrado volver a sacar todo un trozo de la esencia antigua, quizás el decisivo, el trozo de granito» (La gaya Ciencia § 362, OC III 879).
18 Más allá del Bien y del Mal, § 232, OC IV 393.
19 Véanse las obras de Philippe Ariès, entre ellas L’enfant et la vie familiale sous l’Ancien Régime, Paris: Éditions du Seuil, 1973.
20 Sobre la relación de las mujeres con el trabajo en el siglo XIX véase M. Perrot, Les femmes ou les silences de l’histoire, Paris: Flammarion, 1998, en particular el segundo capítulo.
21 Sobre la historia de las mujeres, con énfasis en sus actos de resistencia a la dominación masculina, véase G. Fraisse, Les femmes et leur histoire, Paris: Gallimard, 2010, en particular el tercero capítulo.
22 Más allá del Bien y del Mal, § 232, OC IV 392.
23 Entre los diversos pasajes en los que Nietzsche trata el tema, véase Más allá del Bien y del Mal, § 127, OC IV 347, donde podemos leer: «La ciencia va contra el pudor de todas las mujeres verdaderas. ¡Les parece como si quisieran mirar debajo de su piel, –peor aún! Debajo del vestido y del adorno».
24 Para un análisis más profundo de la crítica de Nietzsche a la filosofía dogmática, véase S. Marton, «Afternoon Thoughts. Nietzsche and the Dogmatism of philosophical Writing», en Constancio, João; Branco, Maria (orgs.). Nietzsche on Instinct and Language, Berlim: Walter de Gruyter, 2011, pp. 167-184.
25 Más allá del Bien y del Mal, § 232, OC IV 392.
26 Más allá del Bien y del Mal, § 232, OC IV 392.
27 Más allá del Bien y del Mal, § 233, OC IV 393.
28 Más allá del Bien y del Mal, § 239, OC IV 396. En el Journal des Goncourt, podemos leer: «La autopsia de Mme de Staël y la de Mme Sand serían curiosas. Deben tener una conformación ligeramente hermafrodita». (Edmond y Jules Goncourt, Journal des Goncourt, Tomo I: 1851-1857. Paris: Honoré Champion Éditeur, 2005, p. 446). Es en este mismo sentido Nietzsche escribe en Más allá del Bien y del Mal, § 144, OC IV 349: «Cuando una mujer tiene inclinaciones doctas normalmente hay algo en su sexualidad que no va bien. La esterilidad predispone ya para cierta masculinidad del gusto; en efecto, el varón es, dicho sea con permiso, “el animal estéril”».
29 Más allá del Bien y del Mal, § 233, OC IV 393.
30 FP II 616, 6 [69], otoño de 1880. Véase C. E. J. Rémusat, Mémoires 1802-1808, publiées par Paul de Rémusat, Paris, 1880, tomo II, p. 400.
31 Véase Más allá del Bien y del Mal, § 235, OC IV 394. Cf. Véase A.-T. Lambert, Avis d’une mère à son fils, Paris: F. Louis, 1804. Por lo que sabemos, Nietzsche conocía la frase «Mon ami, ne vous permettez jamais que de folies qui vous fassent plaisir», que cita ligeramente modificada, a través de la lectura, en 1884, de la obra de A. Custine, Mémoires et voyages ou Lettres écrites à diverses époques, pendant des courses en Suisse, en Calabre, en Angleterre et en Écosse, Paris: A. Vezard, 1830, tomo 1, p. 187.
32 Crepúsculo de los Ídolos, «Sentencias y flechas», § 20, OC III 619. Sainte-Beuve comparte esta posición, que es, además, vigente en ese momento. En el texto titulado «Del romance íntimo o Mademoiselle de Liron» de julio de 1832, afirma que hay «ciertos libros preciosos y raros», que «no se parecen a los libros y a veces ni siquiera lo son. […] Es de amor que estos tesoros escondidos están compuestos necesariamente» (Sainte-Beuve, Portraits de femmes, Paris: Gallimard, 1998, p. 60). Nietzsche tenía en su biblioteca dos obras de Sainte-Beuve: Les Cahiers de Sainte-Beuve suivis de quelques pages de littérature antique, Paris: A. Lemerre, 1876 y Menschen des 18. Jahrhunderts. Nach den Causeries du Lundi, Chemnitz: Schmeitzner, 1880. Véase G. Campioni et allii, op. cit., p. 514. Pero hay que recordar que Nietzsche critica duramente Sainte-Beuve en el Crepúsculo de los Ídolos, «Incursiones de un intempestivo», § 3, OC IV 655: «una persona femenina en el fondo, con una femenina sed de venganza y una sensibilidad femenina».
33 Véase J.-M. Roland, Mémoires, éd. por Paul de Roux, Paris: Mercure de France, 2004. Entre sus artículos, que fueron publicados bajo el título «Cartas de una mujer romana», se encuentra el relato de la Fiesta de la Federación, que tuvo lugar en Lyon, publicado en el número de Courier de Lyon del 1 de junio de 1790 con una tirada de 60.000 copias.
34 Véase G. Staël-Holstein, De l’influence des passions sur le bonheur des nations et des individus, Paris: Payot et Rivages, 2000.
35 Véase G. Staël-Holstein, De la littérature considérée dans ses rapports avec les institutions sociales, Paris: J. Minard, 1959, tomo II, p. 332, donde la autora afirma con ironía: «Ciertamente, en general, es mejor que las mujeres se dediquen sólo a las virtudes domésticas; pero lo que es extraño en los juicios que los hombres hacen de ellas, es que están mucho más dispuestos a perdonarlas por fallar en sus deberes, que por llamar la atención por sus talentos».
36 Véase G. Sand, Questions politiques et sociales, en Œuvres complètes, Ginebra: Slatkine Reprints, 1980, tomo XXX.
37 Vale la pena señalar que George Sand no fue la única mujer de su época que se adentró en el mundo literario, afirmando que sus manuscritos habían sido escritos por un hombre. Que se acuerde, por ejemplo, de las hermanas Brontë.
38 FP III 479, 25 [124], primavera de 1884.
39 Para un análisis exhaustivo de las figuras femeninas en el pensamiento nietzscheano, véase S. Marton, Les ambivalences de Nietzsche. Types, images et figures féminines, Paris: Éditions de la Sorbonne, 2021.
40 Más allá del Bien y del Mal, “Prólogo”, OC IV 295.
41 La gaya Ciencia, «Prólogo», § 4, OC III 721.
42 En este sentido podemos leer en el Crepúsculo de los Ídolos, «Sentencias y flechas», § 16, OC IV 621: «Entre mujeres». – «¿La verdad? ¡Oh, usted no sabe lo que es la verdad! ¿No es un atentado a todos nuestros pudeurs?».
43 La gaya Ciencia, «Prólogo», § 4, OC III 721. Nietzsche retoma estas frases ipsis litteris en Nietzsche contra Wagner, «Epílogo», § 2, OC IV 922.
44 Según Pierre Klossowski, fue en la versión del relato de Clemente de Alejandría en la que se inspiró Nietzsche (Le gai savoir. Trad. P. Klossowski, Paris: Gallimard, 1982, p. 606, nota 2). Entre los autores antiguos que mencionan a Baubo se encuentran Arnobio, Pausanias y Suidas, así como Clemente de Alejandría. Nietzsche tenía en su biblioteca obras de Arnobius, los dos primeros volúmenes de la Description Graecia, de Pausanias, en la edición latina, y los tres volúmenes en la edición alemana. Véase G. Campioni et allii, op. cit., pp. 432s.
45 Para comprender uno de los libros más herméticos de Nietzsche, véase L. E. de Santiago Guervós, «Génesis y contexto psico-biográfico de las cuatro partes de Así habló Zaratustra», en Estudios Nietzsche, No 16, 2016, pp. 107-128.
46 Véase respectivamente Así habló Zaratustra II, «El niño del espejo», OC IV 120, «De los sabios famosos», OC IV 134, «De la prudencia de los hombres», OC IV 160.
47 Véase respectivamente Así habló Zaratustra II, «De los doctos», OC IV 147, y «De los poetas», OC IV 149.
48 Véase Así habló Zaratustra III, «De los tres males>, § 2, OC IV 189.
49 Véase Así habló Zaratustra II, «La canción del baile», OC IV 136, donde podemos leer: «Y es que así están las cosas entre nosotros tres. Por principio yo solo amo a la vida – ¡y, en verdad, sobre todo cuando la odio! Pero el hecho de que yo sea bueno con la sabiduría, y a veces demasiado bueno: ¡es porque ella me recuerda mucho a la vida!»
50 Nietzsche anticipa en cierta medida esta imagen de la vida como mujer en La gaya Ciencia, § 339, OC III 856. En este párrafo titulado «Vita fémina», afirma: «Pero quizás sea éste el más fuerte encanto de la vida: hay sobre ella un velo bordado en oro de hermosas posibilidades, prometedor, resistente, pudoroso, burlón, compasivo, seductor. ¡Sí, la vida es una mujer!».
51 Humano, demasiado Humano I, § 425, OC III 221.
52 Humano, demasiado Humano I, § 425, OC III 221s.
53 Crepúsculo de los Ídolos, «Incursiones de un intempestivo», § 27, OC IV 668.
54 Véase F. Galiani, L. D’Épinay, Correspondance, Paris: Desjonquères, 1992, tomo 1, p. 71, donde leemos: «me veré, me leeré, me extasiaré y diré: ¿Es posible que haya tenido tanto ingenio?».
ESTUDIOS NIETZSCHE, 23 (23), pp. 89–105. ISSN: 1578–6676.
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Recibido: 17/1/2023 Aceptado: 27/3/2023