¿Acaso si Dios no existe todo está permitido? Dostoyevski, la moral sartreana, la esperanza frankleana y
el recuerdo de las víctimas
If God does not exist everything is permitted? Dostoevksy, Sartrean Morality, Franklean Hope, and the Victims’ Remembrance
Dra. Antonia Tejeda Barros
Tiergarten 4 Association, Berlín
Recibido: 15/08/2023 Aceptado: 15/12/2023
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RESUMEN
RESUMEN: ¿Es posible una moral sin Dios (Jean-Paul Sartre) o con un dios que existe en una dimensión suprahumana (Viktor Frankl)? La famosa «cita» de Dostoyevski («Si Dios no existe, todo está permitido») no fue escrita así por Dostoyevski. El Holocausto, como punto de inflexión e interrupción en la historia, la filosofía y la teología, abre nuevos interrogantes «después» de Auschwitz. En el presente artículo discuto la moral sartreana y la frankleana, analizando la famosa «cita» de Dostoyevski y preguntándome si acaso una moral con un dios ausente es capaz de prevenir futuras barbaries.
PALABRAS CLAVE
Dostoyevski, Sartre, Frankl, existencialismo, libertad, responsabilidad, sentido, Dios, Holocausto, Shoah, Auschwitz.
ABSTRACT
Is it possible a morality without God (Jean-Paul Sartre) or with a God that exists in a suprahuman dimension (Viktor Frankl)? The famous «quote» by Dostoevsky («If God does not exist, everything is permitted») was not written like that by Dostoevsky. The Holocaust, as a turning point and as an interruption in history, philosophy, and theology, opens new questions «after» Auschwitz. In this paper, I discuss Sartrean and Franklean morality while analyzing the famous «quote» by Dostoevsky and wondering if a morality with an absent God can prevent future barbarities.
KEYWORDS
Dostoyevsky, Sartre, Frankl, existentialism, freedom, responsibility, meaning, God, Holocaust, Shoah, Auschwitz.
«...l’homme, sans aucun appui et sans aucun secours, est condamné à chaque instant à inventer l’homme» (Sartre,2003, p. 40).
«...es gibt auf Erden zwei Menschenrassen, aber auch nur diese beiden: die» Rasse «der anständigen Menschen und die der unanständigen Menschen» (Frankl, 2014a, p. 130).
¿Quién dijo que si Dios no existe todo está permitido? Dostoyevski no, desde luego; no afirmativamente, en todo caso. La famosa «cita» de Dostoyevski («Si Dios no existe, todo está permitido»), que aparece en tantísimos lugares, no fue escrita así por Dostoyevski: la cita original es mucho más larga y no afirma nada, sino que pregunta y duda; se halla en Los hermanos Karamázov (Cuarta Parte, Libro 11, Capítulo IV)1. Mitia Karamázov le confiesa a su hermano Aliosha (el día antes del juicio, en la cárcel) que le da pena Dios, y le dice que Rakitin (escritor cínico, canalla pero inteligente) no cree en Dios; Mitia le describe a Aliosha una conversación que había tenido con Rakitin donde el propio Mitia le había preguntado a Rakitin: «¿qué será del hombre, después, sin Dios y sin vida futura? ¿Así, ahora todo está permitido, es posible hacer lo que uno quiera?» (Dostoyevski, 2001, p. 861). Rakitin, riéndose, le había contestado que al hombre inteligente todo le está permitido (incluso matar, puesto que es suficientemente astuto para que no lo pillen –no como Mitia, que se pudrirá en la cárcel, le había dicho burlonamente Ratikin).
En L’existentialisme est un humanisme, Sartre, el filósofo de la contingencia, simplifica la cita de Dostoyevski acortándola y transformándola en una «cita» que Dostoyevski nunca escribió: «Dostoïevsky avait écrit: “Si Dios n’existait pas, tout serait permis”» (Sartre, 2003, p. 39). Sartre define esta «cita» como el punto de partida del existencilaismo: «tout est permis di Dieu n’existe pas, et par conséquent l’homme est délaissé» (Sartre, 2003, p. 39). Sin embargo, la moral sartreana, moldeada a partir de la ontología sartreana (el être en-soi y el être pour-soi)2 y definida por los conceptos de libertad y responsabilidad (la libertad en situation, la mauvaise foi y la angustia), de contingencia y sinsentido sartreanos, muestra que todo es posible pero no que todo esté permitido.
Sartre asevera que el existencialismo es la filosofía menos escandalosa y la más austera; una filosofía que puede definirse simplemente con las palabras: «l’existence précède l’essence» (Sartre, 2003, p. 26). Esta famosa frase fue pronunciada por Sartre el 29 de octubre de 1945 en París en su conferencia titulada L’existentialisme est un humanisme. En el ser humano, en efecto, la existencia precede a la esencia: «L’homme existe d’abord, se rencontre, surgit dans le monde, et ... il se définit après (...) L’homme, tel que le conçoit l’existentialiste, s’il n’est pas définissable, c’est qu’il n’est d’abord rien» (Sartre, 2003, p. 29). Que existamos primero y nos definamos después (mediante nuestras acciones) nos sume en una responsabilidad total. Somos pura libertad, y en esta libertad radica nuestra dignidad: «Un homme ne peut être plus homme que les autres, parce que la liberté est semblablement infinie en chacun» (Sartre, 1947, p. 65). El ser humano debe inventar su vida, su destino, sus valores y su moral, sin dios alguno y completamente solo. Contestando a Mitia Karamázov, Sartre diría: aunque Dios no exista, no todo está permitido: no está permitido discriminar, deportar, masacrar, exterminar ni gasear (como ocurrió en la Shoah). ¿Es posible una moral con un dios ausente? Savater (2005) sostiene que la moral debe basarse en los derechos humanos: «los no creyentes creemos en … el valor de la vida, de la libertad y de la dignidad» (pp. 18–19).
Viktor Frankl (psiquiatra y neurólogo judío), el pensador del sentido, nacido en Viena en 1905 y superviviente del Holocausto, apuesta por un sentido último y por un dios que se halla en una dimensión suprahumana, a la vez que sostiene: «true conscience has nothing to do with the expectation of punishment» (Frankl, 1978, p. 56); así pues, el bien debe hacerse por amor al prójimo, independientemente de si apostamos por la existencia de Dios.
Es verdad que una vida sin Dios ni vida futura, como dice Mitia, genera una angustia espantosa, como bien dicen Kierkegaard, Sartre y Camus, pero, al mismo tiempo, parece ser un grito a la libertad. La libertad total conlleva una responsabilidad total: decidir a cada instante es muy difícil; pero nadie dijo que vivir fuera fácil.
Estamos arrojados, en efecto, al mundo y a la libertad. Ortega apuntó en El hombre y la gente [Conferencia en Valladolid]: «Vivimos aquí y ahora –es decir, que nos encontramos en este teatro que es un lugar del mundo, lugar al que hemos venido libérrimamente» (Ortega, 2017, p. 172). Elegimos siempre; lo único que no podemos elegir es no elegir, afirman Ortega y Sartre.
Somos libertad y no podemos renunciar a nuestra libertad; de ahí las famosas y explosivas frases sartreanas «l’homme est condamné à être libre» (Sartre, 2003, p. 39) y «nous sommes condamnés à la liberté» (Sartre, 1966, p. 565). Sartre apunta en Cahiers pour une morale: «Ce que signifie: “Nous sommes condamnés à être libres.” On ne l’a jamais bien compris. C’est pourtant la base de ma morale» (Sartre, 1983b, p. 447). Trías (2000) considera que la «innegociable e inalienable libertad» es el «máximo tesoro del ser humano» (p. 98); en cambio, para Sartre, la libertad no es un tesoro, sino una condena (pero una condena que nos define y nos constituye): estamos condenados a ser libres y debemos inventarnos una moral, y la moral es posible en la medida en que la existencia de Dios no lo es. Jaspers, por el contrario, sostiene que la libertad y Dios son inseparables (Dios no es un objeto que pueda demostrarse, pero nos revela nuestra propia existencia)3.
La moral de Sartre es una moral sin Dios: «il est certain que dès l’origine j’ai eu une morale sans Dieu» (Sartre, 1983a, p. 92). Para amar al ser humano hace falta inventarlo (inventar sus valores). El humanismo sartreano sitúa al ser humano en el centro del universo (un universo que es absolutamente contingente): «L’homme se veut Dieu ou Nature: oscillations. En général les deux à la fois» (p. 23).
En Les mouches, Orestes exclama: «Ah! comme je suis libre!» (Sartre, 1999, p. 123). El bien y el mal no son valores absolutos ni valores dictados por Dios; pero, y esto es un punto importantísimo para no caer en un relativismo mediocre, Sartre sostiene que escogiéndonos a nosotros mismos escogemos a la humanidad entera (escogiendo una acción, le damos un valor universal a nuestra acción); y, así, moldeándonos a nosotros mismos moldeamos el mundo: «Chacun de nos actes met en jeu le sens du monde et la place de l’homme dans l’univers» (Sartre, 1970, p. 656).
Savater (2008) apunta que en «la vida –como en cualquier juego o cualquier arte– hay cosas que no vale hacer, mientras que otras jugadas son excepcionalmente valiosas» (p. 63). Ponge (2019) escribió en 1943-44: «L’Homme est à venir. L’homme est l’avenir de l’homme» (p. 218); Sartre (1970) apunta que este futuro no está aún hecho (ni siquiera está decidido): «chacun de nos gestes contribue à le dessiner» (p. 656). El existencialismo es una filosofía humanista de la acción donde la angustia y la desesperación nos ayudan a actuar; de lo contrario, podríamos esperar a que todo se resolviese por sí solo. El futuro del ser humano solamente depende del propio ser humano: «il est seul, délaissé sur la terre au milieu de ses responsabilités infinies» (p. 656). Y esta soledad, esta certidumbre de que nadie puede decidir ni actuar por nosotros, nos sume en la desesperación; pero con la desesperación empieza el verdadero optimismo: el optimismo de la persona decidida a actuar sin excusas (sin mauvaise foi), por su propio bien y por el bien de todos.
Todo es, pues, posible según Sartre, pero, contestando a Mitia Karamázov, no todo está permitido.
Raskolnikov, por su parte, podría haber dicho perfectamente: «Dios existe y todo está permitido», puesto que no niega la existencia de Dios pero no tiene problema alguno en matar con tres hachazos a Aliona Ivánovna y también, de un hachazo, a su pobre hermana, Lizaveta Ivánovna en Crimen y castigo (Primera parte, Siete). Raskolnikov había escrito un artículo donde defendía una moral nietzscheana en un mundo que se divide entre seres ordinarios y seres extraordinarios (los seres ordinarios obedecen la ley; los extraordinarios la transgreden precisamente porque son extraordinarios). Y, a pesar de sus asesinatos, Raskolnikov le confiesa a Porfiri que, aunque no crea en una vida futura, sí cree en Dios (Tercera parte, Cinco), y su dios no le impide matar a Aliona Ivánovna ni a su hermana Lizaveta. No obstante, más adelante (en Cuarta parte, Cuatro), Raskolnikov le dice maliciosamente a Sonya: «Quizá no haya Dios» (Dostoyevski, 2006b, p. 410).
Viktor Frankl nunca abandonó a su dios a pesar del horror que vivió: «God is not dead ... not even ‹after Auschwitz» (Frankl, 2000, p. 19). Frankl fue deportado a Theresienstadt el 24 de septiembre de 1942 junto a sus padres, su mujer Tilly Grosser y la madre de Tilly, y transferido a Auschwitz-Birkenau en vagones de ganado dos años más tarde, el 19 de octubre de 1944, junto a su mujer Tilly (ambos llegaron a Auschwitz-Birkenau el 23 de octubre de 1944, donde fueron separados en la Selektion –nunca más volvieron a verse). Después de cuatro o cinco días en Auschwitz, donde sobrevivió a la primera selección, Frankl fue transferido a Kaufering III (un subcampo de Dachau, al que llegó el 27 de octubre de 1944) y, cinco meses más tarde, a Türkheim (otro subcampo de Dachau, al que llegó el 5 de marzo de 1945 y del que fue liberado el 27 de abril de 19454). Su padre murió en Theresienstadt en 1943, de inanición y pulmonía; su madre fue deportada a Auschwitz-Birkenau en 1944 y gaseada nada más llegar; su mujer Tilly murió en Bergen-Belsen en 1945 (justo después de la liberación) y su hermano Walter murió en 1944 en un subcampo de Auschwitz5.
Frankl afirma (1986 y 2014c) que el ser humano es un ser en busca de sentido. Las tres dimensiones del ser humano son: la dimensión somática (física), la dimensión mental (psíquica) y la dimensión espiritual (noética), que es la dimensión que se centra en la voluntad de sentido: «This will-to-meaning is the most human phenomenon of all, since an animal certainly never worries about the meaning of its existence» (Frankl, 1986, p. xvi). En Ärztliche Seelsorge, Frankl añade una cuarta dimensión: la dimensión suprahumana o divina (así, Dios es el ser último). Frankl define al ser humano como un ser espiritual y existencial en sus «Zehn Thesen über die Person»6.
La logoterapia y el análisis existencial se basan en la libertad de voluntad (Freiheit des Willens), la voluntad de sentido (Wille zum Sinn) y el sentido en la vida (Sinn im Leben): «Man’s search for meaning is the primary motivation in his life» (Frankl, 2006, p. 99).
Frankl define la religión como una expresión de la búsqueda por el sentido último. En la dimensión suprahumana todo tiene sentido, incluso el sufrimiento de las víctimas de la Shoah, aunque ese sentido sea totalmente incomprensible y doloroso para nosotros. Frankl (2008a) sostiene, al igual que Job, que es imposible conocer la razón divina.
Jaspers (2019b) confiesa que probar la existencia de Dios es imposible: «Der geglaubte Gott ist der ferne Gott, der verborgene Gott, der unerweisbare Gott» (p. 40); tener fe es osar afirmar que Dios existe. Buber (1993) confiesa: «Ich weiß nichts vom Tod, aber ich weiß, daß Gott die Ewigkeit ist, und ich weiß dies noch, daß er mein Gott ist» (p. 236).
En God in Search of Man, Heschel apunta que la esencia del judaísmo se halla en la memoria colectiva del pueblo judío: «We have faith in God and faith in Israel. Though some of its children have gone astray, Israel remains the mate of God» (Heschel, 1983, p. 424). La fe de Heschel es incondicional, y ni las masacres de los Einsatzgruppen ni las cámaras de gas de los campos de exterminio pueden debilitarla.
Para Kierkegaard, lo religioso «se convierte en una angustiosa experiencia interior; la fe no es ya el consuelo que buscaba Unamuno, sino ‘temor y temblor’» (Fraijó, 2011, p. 26). Para Frankl, en cambio, el valor de la religión no se encuentra en el temor ni en el temblor, sino en la seguridad y la esperanza que la religión otorga al creyente, y en un sentido último. Orar es ver potencialmente un sentido en una situación espantosa.
Frankl dio con la definición de Dios a los quince años, después de una crisis existencial: «God is the partner of your most intimate soliloquies» (Frankl, 1978, p. 63 y Frankl, 2000, p. 151); la respuesta a si entablamos un monólogo con nosotros mismos o un diálogo con Dios queda abierta.
Teniendo presente las injusticias y tragedias de la historia y, en especial, la Shoah, Frankl asevera que hay que hacer un gran esfuerzo para poder pertenecer a esa minoría que escoge la solidaridad, la empatía y la bondad: «humane humans are and probably always will be a minority» (Frankl, 1978, p. 30 y Frankl, 2000, p. 89). La moral, pues, no depende solamente de Dios (que se sitúa en otra dimensión, la dimensión suprahumana): el ser decente se hace a sí mismo.
Es importante señalar que las tres dimensiones frankleanas del ser humano y la dimensión suprahumana no se contradicen y son inclusivas: el ser increyente7 tiene como referencia final su conciencia; el ser creyente tiene como referencia final a Dios.
Frankl (2014a) apunta que en los KZ había «ein kultureller Winterschlaf» (p. 58), a excepción de la política y la religión (punto con el que también coincide Jean Améry en Jenseits von Schuld und Sühne –superviviente del fuerte de Breendonk, donde fue brutalmente torturado, de Auschwitz, Buchenwald y Bergen-Belsen): «Der neu hinzugekommene Lagerinsasse wird oft nicht ohne Erschütterung von der Lebendigkeit und Tiefe religiösen Empfindens überrascht sein» (Frankl, 2014a, p. 59). El sentimiento religioso y la fe incondicional son verdaderamente indestructibles, puesto que en las masacres perpetradas por los Einsatzgruppen (con la eficaz ayuda de la Orpo, la Wehrmacht y la Schuma –principalmente ucraniana, letona y lituana)8, y dentro de las cámaras de gas de los seis campos de exterminio (Auschwitz-Birkenau, Treblinka II, Bełżec, Sobibór, Chełmno y Majdanek), muchísimas víctimas judías oraban desesperadamente el Shemá Israel ( ֵי )
(tal y como ha descrito el Sonderkommando Filip Müller en Shoah de Claude Lanzmann y en Sonderbehandlung. Meine Jahre in den Krematorien und Gaskammern von Auschwitz), con la esperanza de que sus trágicas, injustas y espeluznantes muertes no fueran un punto final.
Frankl afirma en ...trotzdem Ja zum Leben sagen. Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager (conocido en España y en los países de habla hispana como El hombre en busca de sentido) que la historia, con sus campos de concentración y sus campos de exterminio, nos ha mostrado qué es el ser humano: un ser que decide siempre su esencia; un ser capaz de construir cámaras de gas y un ser capaz de seguir creyendo en Dios a pesar de las cámaras de gas9.
Sartre afirma en L’existentialisme est un humanisme que, sin un dios que nos guíe ni oriente, estamos condenados a inventar al ser humano a cada momento; así, nosotros, pues, inventaríamos nuestra propia moral, pero eso no quiere decir que todo nos esté permitido. Cuando Sonja (Diane Keaton) le pregunta a Boris (Woody Allen) en Love and Death qué es lo que nos impide asesinar si Dios no existe, Boris le contesta: «Murder is immoral!»; en efecto, nuestra conciencia es (o debería ser) suficiente para no matar.
Sartre considera que es muy molesto que Dios no exista, puesto que eso significa que somos nosotros quienes debemos construir la moral, inventarla; la moral sartreana parte de la libertad, pero ello no significa que los valores sean arbitrarios y variables. Gómez Sánchez (2018) apunta: «nuestra voluntad puede ser buena, pero no santa, que es por lo que cumplir el deber que nos disgusta tiene valor moral» (p. 358); pues bien, para Sartre, el ser comprometido con el mundo hace que su voluntad buena (aunque no santa) produzca valores universales.
Sartre (2003) acaba afirmando que, aunque Dios existiera, nada cambiaría, puesto que nos encontraríamos de todas maneras obligados a elegir cada día de nuestra vida. Onfray (2006), en tono nietzscheano, en cambio, sostiene que es indispensable que Dios muera o desaparezca para que la moral se abra camino: «Tant que Dieu triomphe la morale est une sous-section de la théologie» (p. 120). En Les mouches, Orestes le dice desafiante a Júpiter que su error ha sido crear a los seres humanos libres: «À peine m’as-tu créé que j’ai cessé de t’appartenir» (Sartre, 1999, p. 235).
En Sartre, le dernier philosophe, Renaut critica la ética sartreana definiéndola como un individualismo y una subjetividad; pero el existencialismo sartreano no pretende ser egoísta, sino responsable: «quand nous disons que l’homme est responsable de lui-même, nous ne voulons pas dire que l’homme est responsable de sa stricte individualité, mais qu’il est responsable de tous les hommes» (Sartre, 2003, p. 31); con cada elección reivindicamos ciertos valores: «L’homme se choisit en choisissant tous les hommes (...) en me choisissant, je choisis l’homme» (pp. 32 y 33). Es más, nuestras acciones cambian el mundo: «agir, c’est modifier la figure du monde» (Sartre, 1966, p. 477).
Aranguren (1994) afirma que «el hombre “conduce” su vida y que a su modo de conducirla le llamamos “conducta”» (p. 209); Sartre sostiene que con cada elección modificamos no solo nuestra vida sino también el mundo (escogiendo, por ejemplo, la solidaridad, afirmamos el valor universal de la solidaridad): comprometerse con el mundo es, pues, una obligación moral. Sádaba (2002) apunta: «No hay forma de evitar el sufrimiento que en el mundo se acumula, pero sí es un deber moral reducirlo al máximo» (p. 173).
En Morts sans sépulture, Sorbier confiesa que se siente avergonzado de haber gritado cuando lo torturaban, y afirma que finalmente sabe cómo es realmente; Canoris le dice que las situaciones límite no definen al ser humano: todas las acciones cuentan y forman parte de lo que somos10. Sorbier acabará suicidándose para no delatar a sus compañeros; su acción es heroica, moral y absurda a la vez.
Frankl (2014c), al igual que Sartre, sostiene que nuestra responsabilidad moral es absoluta: «Mensch-sein bedeutet Bewußt-sein und Verantwortlich-sein» (pp. 28–29); no obstante, no hay que olvidar que para muchas personas religiosas (como diría Frankl) o creyentes (como diría Muguerza), la estructura moral la da la religión. En Crimes and Misdemeanors, de Woody Allen, el rabino Ben (Sam Waterston) le confiesa a Judah (Martin Landau) que sería insufrible vivir sin Dios: «You see [the world] as harsh and empty of values and pitiless, and I couldn’t go on living if I didn’t feel with all my heart a moral structure with real meaning and forgiveness, and some kind of a higher power, otherwise there’s no basis to know how to live». Cuando Judah está pensando en matar a Dolores (Anjelica Huston), se imagina a Ben diciéndole: «It’s a human life. You don’t think God sees?»; «God is a luxury I can’t afford», murmura para sí mismo Judah; «But the Law, Judah. Without the Law, it’s all darkness», asevera Ben.
En The Pursuit of Meaning, Fabry (seguidor de Frankl) apunta que, aunque Dios no nos observe, nuestra conciencia sí lo hace: la persona religiosa sigue los mandamientos de su propia religión, y la persona agnóstica o atea responde a su propia conciencia; y la verdad es que poco importa a quién respondamos (lo importante es responder, ya sea a Dios o a nuestra conciencia).
Orestes afirma en Les mouches que no necesitamos a Dios para que nos dé lecciones de justicia. Kant afirmó en la primera edición de Die Religion innerhalb der Grenzen der bloßen Vernunft que la moral no necesita ni la religión ni ningún otro motivo que la misma ley moral, puesto que se basta a sí misma11 (no obstante, no hay que olvidar que la moral kantiana es una ética del deber, y la moral sartreana es una filosofía de la acción basada en la libertad como fundamento de la existencia humana). Kierkegaard, el filósofo «dialéctico, atormentado (...) [de] intensa religiosidad, vivida como experiencia interior angustiosa» (Fraijó, 2020, p. 328), afirma en Frygt og bæven que todo deber es deber para con Dios; sin embargo, también sostiene que en el deber en sí no entramos en relación con Dios, sino con el prójimo. Freud, al contrario, apunta en Das Unbehagen in der Kultur que la agresividad humana y la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno es un instinto natural, y que no todos los seres humanos merecen ser amados (el prójimo no debería recibir nuestro amor, sino más bien nuestro odio, porque siempre que pueda no dudará en perjudicarnos).
En Cahiers pour une morale, Sartre asevera que la violencia es una señal de debilidad, y sostiene que la mediocridad es un gran vicio. El dilema de la moral consiste en que no existen respuestas; es por ello que hay que inventarlas: «Ce qu’il y a de commun entre l’art et la morale, c’est que, dans les deux cas, nous avons création et invention» (Sartre, 2003, p. 66). Nos movemos entre dos polos extremos: el egoísmo y el altruismo. «L’homme se fait homme pour être Dieu», declara Sartre en L’être et le néant (1966, p. 720).
En Sartre et l’existentialisme, Guigot aclara que Sartre reivindica un humanismo que sitúa la exigencia moral en el centro de una búsqueda de la autenticidad. Elkaïm-Sartre (1983) apunta que, aunque Sartre anuncie al final de L’être et le néant que consagrará una obra a la moral, sus ideas morales ya empiezan a vislumbrarse en Les carnets de la drôle de guerre. Sartre concluye L’existentialisme est un humanisme definiendo el existencialismo como un humanismo y un optimismo12.
Tanto Sartre como Frankl sostienen que de lo único que no podemos ser libres es de no ser libres. Sartre describe la libertad como una condena, y Frankl apunta que el lado positivo de la existencia humana es la responsabilidad, puesto que escoger responsablemente depende de nosotros mismos. En The Unheard Cry for Meaning, Frankl propone que se construya en la costa oeste de los Estados Unidos una estatua de la responsabilidad para complementar así a la estatua de la libertad: «Freedom is part of the story and half of the truth. Being free is but the negative aspect of the whole phenomenon whose positive aspect is being responsible» (Frankl, 1978, p. 60).
El Holocausto (el mayor crimen de la historia de la humanidad y un claro y doloroso punto de inflexión e interrupción tanto en la filosofía como en la teología), con las espeluznantes masacres perpetradas por los Einsatzgruppen y sus seis campos de exterminio (Auschwitz-Birkenau, Treblinka II, Bełżec, Sobibór, Chełmno y Majdanek), nos ha mostrado que, desgraciadamente, obrar moralmente y afirmar valores universales y positivos (como sostiene Sartre) es una tarea casi imposible. Hace relativamente poco, y en el corazón de Europa, un gran número de seres terriblemente humanos demostraron ser incapaces de ser morales, ya fuera por idealismo (Fischer, Nazi Germany. A New History), antisemitismo (tradicional/religioso: Bauer, Rethinking the Holocaust; eliminacionista: Goldhagen, Hitler’s Willing Executioners; redentor: Friedländer: Nazi Germany and the Jews, 1933–39: The Years of Persecution y Nazi Germany and the Jews, 1939–45: The Years of Extermination), camaradería y conformismo (Browning, Ordinary Men), indiferencia, estupidez o banalidad (Arendt, Eichmann in Jerusalem) o por diversos factores (Hilberg, The Destruction of the European Jews –Hilberg siempre dijo que prefería no formular grandes preguntas por temor a obtener pequeñas respuestas).
Referente a la Shoah, Jaspers (2019a) apunta: «Jeder Deutsche prüft sich: Was ist meine Schuld?» (p. 47); pero, tal y como sostiene Sartre, de poco sirve preguntarse si somos culpables después de discriminar, torturar o matar; lo importante es ser moral y decente antes de ser inmorales e indecentes. Tal y como sostiene Améry, la gran mayoría de alemanes comunes (y aquellos europeos que colaboraron o callaron) perdieron la oportunidad de ser morales y decentes antes y después13 del Holocausto. Hubo seis millones de víctimas judías (hombres, mujeres y niños) y apenas hubo arrepentimiento alguno por parte de los verdugos y de los millones de seres aterradoramente comunes (la expresión es de Arendt14) que formaron la máquina burocrática, intelectual y militar que produjo la Shoah15; los pocos inculpados declararon, con la conciencia tranquila, que tan solo habían seguido órdenes y habían cumplido con su deber16.
En Le petit prince, el rey del primer planeta le ofrece al petit prince ser Ministro de Justicia. Le petit prince le dice al rey que no hay nadie a quien juzgar, a lo que el rey le contesta que entonces se juzgue a sí mismo; juzgarse a sí mismo, le dice el rey, es mucho más difícil que juzgar a los demás: «Si tu réussis à bien te juger, c’est que tu est un véritable sage» (Saint-Exupéry, 1988, p. 41).
Frankl sostiene en ...trotzdem Ja zum Leben sagen y en «Der Platz der Religion in der Welt von heute», que solamente hay dos «razas» de ser humano: «die Rasse der anständigen Menschen und die Rasse der unanständigen Menschen» (Frankl, 2014a, p. 130 y Frankl, 2018b, p. 293). Y, en efecto, solo existe el ser decente, moral y con principios, y el ser indecente, inmoral y sin principios.
Contestando a Mitia Karamázov, el ser humano sin Dios ni vida futura debe respetar al ser humano por amor a la humanidad y por respeto al recuerdo de todos los hombres, mujeres y niños que han sufrido injustamente y perecido. ¿Está todo permitido, sin Dios ni vida futura? No, no está todo permitido.
Con Dios o sin Dios, con una moral sartreana o frankleana, la responsabilidad en mayúsculas y el recuerdo de las víctimas del Holocausto (y la empatía por su terrible dolor y su sufrimiento) se presentan hoy como tareas éticas primordiales para prevenir futuras barbaries.
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Antonia Tejeda Barros es investigadora sobre el Holocausto en Tiergarten
4 Association.
Líneas de investigación:
El Holocausto, el antisemitismo, Viktor Frankl, Sartre, Ortega y Hannah Arendt.
Publicaciones recientes:
«Foucault: rostro de arena, discontinuidad histórica y «jeux de vérité». Cuadernos de Filosofía (Universidad de Concepción, Chile) Nº 39, pp. 65–81, 202. https://doi.org/10.29393/CF39-4FRAT10004
«Hume: ¿una puerta hacia el ateísmo?». Éndoxa (UNED) (aceptado).
Email: tejedabarros@tiergartenstrasse4.org
1 Los hermanos Karamázov (Братья Карамазовы, Bratya Karamazovy) es la última novela de Dostoyevski (fue publicada mensualmente en la revista Ру́сский ве́сстник, Russkiy Vestnik, desde enero de 1879 hasta noviembre de 1880). Dostoyevski anunció que la historia de Aliosha consistía en dos novelas (y que la segunda novela –que debía situarse trece años después de los acontecimientos de la primera– era la más importante de las dos), pero, debido a su muerte en 1881, y para desgracia de la humanidad, nunca llegó a escribirla.
2 La ontología diferenciada sartreana es básica para entender el concepto sartreano de libertad. Sartre distingue dos tipos de ser: el être en-soi (el ser de las cosas, el ser del mundo y el ser de nuestro propio pasado) y el être pour-soi (el ser de la conciencia, el ser de la existencia humana, el ser de la libertad). Así, el être en-soi es la característica de toda realidad exterior a la conciencia, y designa lo que es sin libertad y sin responsabilidad; posee una esencia determinada y completa. El être en-soi simplemente es: es el ser sin alteridad y sin libertad: «L’être est. L’être est en soi. L’être est ce qu’il est» (Sartre, 1966, p. 34). El être pour-soi, en cambio, se define como un no-ser, como una carencia, y es un ser consciente de sí mismo y consciente del mundo, totalmente libre (y completamente responsable).
3 «Gott is für mich in dem Maße, als ich in Freiheit wirklich ich selbst werde. Er ist gerade nicht als Wissensinhalt, sondern nur als Offenbarwerden für die Existenz» (Jaspers, 2019b, p. 37).
4 «Am 27. April befreiten uns die Amerikaner» (Frankl, 2015, p. 40).
5 «Drei Jahre verbrachte ich in vier Konzentrationslagern, in Theresienstadt, Auschwitz, Kaufering III und Türkheim. Ich überlebte, was aber meine Familie –von meiner Schwester abgesehen– anlangt, könnte man mit Rilke sagen: Der Herr gab jedem seinen eigenen Tod. Mein Vater starb im Lager Theresienstadt praktisch in meinen Armen, meine Mutter kam nach Auschwitz und ging ins Gas, mein Bruder kam, wie ich hörte, in ein Filiallager von Auschwitz und kam angeblich in einem Bergwerk ums Leben» (Frankl, 2014b, p. 77).
6 «4. Die Person ist geistig» (Frankl, 2014d, p. 331); «5. Die Person ist existentiell» (Frankl, 2014d, p. 335).
7 El término «increyente» es usado por Muguerza y Estrada en Creencia e increencia: un debate en la frontera.
8 Los Einsatzgruppen (escuadrones de la muerte itinerantes made in Germany formados por miembros de la Sicherheitspolizei (SiPo) y la Sicherheitsdient (SD) (el nombre oficial era Einsatzgruppen der Sicherheitspolizei und des SD) y sus colaboradores lograron masacrar, con tiros en la nuca mayoritariamente y, en ocasiones, con pequeños camiones de gas (monóxido de carbono) entre 1.400.000 (Hilberg, 2019, p. 256) y 2.000.000 («Einsatzgruppen: An Overview», Holocaust Encyclopedia, USHMM) de hombres, mujeres y niños judíos. Las masacres se llevaron a cabo después del 22 de junio de 1941 (Unternehmen Barbarossa). Los Einsatzgruppen operaron durante la invasión de la Unión Soviética, cerca de los pueblitos de las víctimas (en bosques, barrancos, sinagogas y cementerios). El número de Einsatzgruppen era extremadamente pequeño: solamente alrededor de 3.000 (por ello, la entusiasta colaboración de la Orpo, la Wehrmacht y la Schuma fue indispensable). Los Einsatzgruppen estaban organizados en cuatro ballatones (A, B, C y D): el batallón A exterminó a los hombres, mujeres y niños judíos de Lituania, Letonia y Estonia (extinguiendo las comunidades judías de Kaunas, Vilna y Riga); el ballatón B operó en Bielorrusia y exterminó a los hombres, mujeres y niños judíos de Minsk, Grodno, Brest-Litovsk, Slonim y Maguilov; el batallón C operó en Ucrania y aniquiló a miles de hombres, mujeres y niños judíos en Kiev, Leópolis (Lviv en ucraniano, Lwów en polaco, Lemberg en alemán), Krémenets, Ternópil (Tarnopol en polaco), Zhytómyr y Járkiv (la famosa masacre de Babi Yar del 29 y 30 de septiembre de 1941 donde fueron masacrados 33.771 hombres, mujeres, niños y bebés judíos fue perpetrada por el batallón C); y el batallón D operó en el sur, empezando en Rumanía, y masacró a hombres, mujeres y niños judíos en el sur de Ucrania y en Crimea, aniquilando las comunidades judías en Mykoláiv (antigua Nikoláyev), Simferópol y Sebastopol (Sevastópol).
9 «Wir haben den Menschen kennengelernt wie vielleicht bisher noch keine Generation. Was also ist der Mensch? Er ist das Wesen, das immer entscheidet, was es ist. Er ist das Wesen, das die Gaskammern erfunden hat; aber zugleich ist er auch das Wesen, das in die Gaskammern gegangen ist aufrecht und ein Gebet auf den Lippen» (Frankl, 2014a, pp. 130–131).
10 «Pourquoi serais-tu plus vrai aujourd’hui, quand ils te frappent, qu’hier quand tu refusais de boire pour donner ta part à Lucie» (Sartre, 2015, p. 124).
11 «Sie bedarf also zum Behuf ihrer selbst ... keinesweges der Religion, sondern, vermöge der reinen praktischen Vernunft, ist die sich selbst genug» (Kant, 2016, p. 5).
12 «L’existentialisme n’est pas tellement un athéisme au sens où il s’épuiserait à démontrer que Dieu n’existe pas. Il déclare plutôt: même si Dieu existait, ça ne changerait rien; voilà notre point de vue. Non pas que nous croyions que Dieu existe, mais nous pensons que le problème n’est pas celui de son existence; il faut que l’homme se retrouve lui-même et se persuade que rien ne peut le sauver de lui-mème, fût-ce une preuve valable de l’existence de Dieu. En ce sens, l’existentialisme est un optimisme, une doctrine d’action, et c’est seulement par mauvaise foi que, confondant leur prope désespoir avel le nôtre, les chrétiens peuvent nous appeler désespérés» (Sartre, 2003, pp. 77–78).
13 El Luxemburger Abkommen (10 de septiembre de 1952) –muy criticado por las víctimas supervivientes– fue una manera de absolver a Alemania por sus crímenes contra el pueblo judío; pero solamente el 11% de los alemanes apoyó la compensación económica: «the Germans were all too often callous, causing further grief for the victims who managed to survive the slaughter» (Buscher, 1992, p 142). Tanto el Luxemburger Abkommen como la indiferencia de la gran mayoría de los alemanes después de la Shoah fue un verdadero insulto a las víctimas masacradas y gaseadas, y a los supervivientes.
14 «The trouble with Eichmann was precisely that so many were like him, and that the many were neither perverted nor sadistic, that they were, and still are, terribly and terrifyingly normal» (Arendt, 2006, p. 276)
15 El exterminio de las víctimas judías no fue centralizado sino que contó con la colaboración de muchas instituciones y, en especial, de los alemanes comunes: «The anti-Jewish work was carried out in the civil service, the military, the business, and the party. All components of German organized life were drawn into this undertaking. Every agency was a contributor; every specialization was utilized; and every stratum of society was represented in the envelopment of the victims» (Hilberg, 1993, p. 20).
16 Eichmann declaró en su juicio (que duró 56 días –del 11 de abril al 12 de diciembre de 1961– y contó con 112 testigos: la gran mayoría supervivientes de la Shoah que habían perdido a todos sus seres queridos en los guetos, las masacres o los campos de exterminio) que si le hubieran ordenado matar a su padre lo hubiera hecho sin dudar.
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XXIX Nº1 (2024), pp. 82-97. ISSN: 1136-4076
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
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