La precedencia epistemológica del sacrificio sobre el deseo en René Girard: análisis de una transición conceptual desapercibida
The epistemological precedence of sacrifice over desire in René Girard: Analysing an unnoticed
conceptual transition
Unai Buil Zamorano
Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
Recibido: 22/04/2023 Aceptado: 04/09/2023
Resumen
En los estudios sobre el pensamiento de René Girard, suele darse por supuesto que el deseo mimético es la concepción girardiana original sobre el deseo humano, de tal modo que el deseo mimético sería, cronológicamente, el primer descubrimiento de Girard. Asimismo, se asume que de tal hallazgo primigenio se derivarían posteriormente su antropología y su teoría sobre la religión. Sin embargo, mediante el presente estudio se ofrece una interpretación alternativa, que es la siguiente: en realidad, lo que finalmente Girard perfiló como ‘deseo mimético’ fue hallado en un segundo momento, desde la antropología y los estudios sobre las religiones arcaicas. Así pues, se sostiene que el deseo mimético no es la concepción girardiana original sobre la órexis humana, sino el resultado de una desapercibida metamorfosis de las intuiciones primitivas de Girard al respecto (abandonadas finalmente por él) y que fueron expresadas en su primer libro, Mentira romántica y verdad novelesca.
PALABRAS CLAVE
Deseo mimético; sacrificio; mediación; trascendencia
Abstract
In the context of most studies about René Girard’s thought, it is commonly assumed that mimetic desire is Girard’s original idea about human desire as such. In this sense, mimetic desire would be Girard’s first discovery chronologically speaking. Likewise, it is also widely believed that Girard’s Anthropology and his theory about religion would later emerge from what he discovered as mimetic desire. However, an alternative interpretation is offered in this article. Certainly, what Girard finally defined as ‘mimetic desire’ was found in a second moment, thanks to his anthropological insights as well as from his research about ancient religions. Therefore, I sustain the idea that mimetic desire is not Girard’s primitive stance on human órexis, but the outcome of an unnoticed metamorphosis of his original intuitions (which he ended up abandoning) as they were explained in his first book, Deceit, desire and the novel.
KEYWORDS
mimetic desire; sacrifice; mediation; transcendence
Dos mil veintitrés ha marcado el centenario del nacimiento del antropólogo francés René Girard (1923-2015), fundador de la Teoría Mimética. En este sentido, conviene arrojar luz sobre un aspecto central de su pensamiento, que pasó desapercibido al propio Girard y que la mayor parte de los estudios sobre él no han considerado. Tal dato crucial es que las características identificadoras y estructurales de la que se ha terminado por considerar su principal idea, es decir, el ‘deseo mimético’, fueron acuñadas en un segundo momento de la evolución intelectual de este autor. En otras palabras: lo que finalmente acabó siendo la postura definitiva de Girard acerca del deseo humano en general no fue su primera noción al respecto. Tuvo lugar una mutación en la doctrina del pensador galo tras la publicación de su primer libro, Mentira romántica y verdad novelesca (Mensonge romantique et vérité romanesque, de 1961), mutación concretada en la acuñación del término ‘désir mimétique’, aparecido por primera vez en La violencia y lo sagrado (La violence et le sacré, de 1972) e inexistente en su libro de 1961. Como fruto de esa transformación, las intuiciones originales de Girard acerca de la órexis humana acabaron cristalizando en un sentido diverso, si bien relacionado, con las directrices primitivas de partida.
Para aclarar esta transformación y demostrar bibliográficamente su existencia a través de las publicaciones del propio Girard, en primer lugar se expondrá de modo muy sucinto la visión canónica del deseo mimético y sus características principales. En segundo lugar, se mostrará de manera sintética cómo, siguiendo la interpretación más extendida, Girard deriva su teoría antropológica y la explicación del fenómeno religioso y sus componentes fundamentales desde la fisionomía de tal deseo mimético. Posteriormente, se pasará a esclarecer de modo más pormenorizado y analítico cómo, en realidad, Girard solo acaba conceptualizando su pensamiento sobre lo que se conoce como ‘deseo mimético’ en un segundo momento, tras haberse adentrado en los estudios sobre antropología, campo directamente vinculado con la religión arcaica. Por último, se procederá a la introducción de una explicación al porqué profundo de la deriva conceptual del deseo mimético desde el campo de la antropología y no al revés, al contrario de lo que, sin embargo, como se ha indicado, se sostiene habitualmente. La justificación detallada de esta última cuestión, no obstante, tendrá que ser objeto de otro artículo.
II.1 El deseo mimético como origen del pensamiento girardiano
La gran obra intelectual de Girard es la forja de la denominada «Teoría Mimética», que defiende que la ‘mímesis’1 es el rasgo constitutivo de aquello que, en el seno de esta teoría, caracteriza al hombre por encima del nivel de la simple biología: el deseo. Ni la conciencia, ni la inteligencia, ni otros elementos son suficientemente explicativos de por sí como para dar razón de la singularidad humana. El deseo, en cambio, sí lo es; y este deseo es intrínsecamente mimético (véase Ruiz 2005, p. 25). La antropología fundamental girardiana es, así pues, una antropología mimética, basada en el reconocimiento de «la naturaleza mimética del deseo y en sacar todas las consecuencias de dicho conocimiento» (Girard 2006b, p. 83), sobre todo en lo referido al ámbito de lo sagrado y de la religión, que son subproductos del deseo mimético humano, según la visión general que se tiene del pensamiento girardiano.
Verdaderamente, el deseo muestra que el hombre se caracteriza por una falta de ser2, un vacío intrínseco que intenta llenar desde la imitación de lo que otro ser humano desea. Así, «todo deseo es deseo de ser» (Girard 1996, p. 24) y, concomitantemente, «el deseo es siempre y sobre todo reflexión sobre el deseo» (Girard 1982, p. 368; cursivas en el original). El hombre está abierto a ese ‘ser’, es decir, a un horizonte de trascendencia. En consecuencia, el deseo nunca es de sí mismo porque lo que la propia presencia del deseo manifiesta es su ínsita tendencia hacia otro. No en vano, «deseo ese objeto no espontáneamente, sino porque otro a mi lado lo desea, o porque sospecho que ese otro lo desea» (Girard 2010, p. 62). Por tanto, el objeto del deseo, es decir, el ‘ser’ (puesto que todo deseo es deseo de ser) se adquirirá de la manera que sea, pero siempre mediante la participación en un sujeto externo a mí. Así pues, la dinámica oréctica del hombre, transida de mímesis, se manifiesta de entrada en que un sujeto se fija en un ‘modelo’ (llamado también ‘mediador’: véase Girard 1985, pp. 9-10) para establecer la determinación volitiva de un objeto (véase Girard 2002b, p. 26).
La mímesis es un rasgo que tanto humanos como animales comparten pero, en el caso de los integrantes de la especie Homo sapiens, tal característica compartida goza de una intensidad especialmente destacada. El deseo humano es ‘deseo mimético’ y los animales, aunque son miméticos, no tienen deseo como tal, pues solo una fuerza mimética como la presente en el ser humano hace posible que emerja el deseo, más allá de las tendencias instintivas puramente animales. El hombre no es, simplemente, un animal más y, por tanto, su deseo no es algo principalmente instintivo (véase Girard 2012, p. 39). En Girard, la diferencia entre lo humano y lo animal está clara, si bien el antropólogo francés niega que sea una diferencia esencial:
Entre la animalidad propiamente dicha y la humanidad en devenir hay una verdadera ruptura, que es la ruptura del asesinato colectivo, único capaz de asegurar organizaciones basadas en entredichos y en rituales, por muy embrionarios que sean. Por tanto, es posible inscribir la génesis de la cultura humana en la naturaleza, referirla a un mecanismo natural, sin quitarle nada de su carácter específico, de lo que tiene de exclusivamente humano (Girard 1982, p. 111)
Sobre el ‘asesinato colectivo’, mencionado en la segunda línea de la anterior cita, se volverá en breve. Por ahora, lo que debe quedar claro es que «a diferencia de los simples apetitos, el deseo es un fenómeno social que se inicia con un deseo previamente existente, el deseo mayoritario, por ejemplo, o el de un individuo que tomamos como modelo» (Girard 2012, p. 39; cursivas en el original).
Asimismo, tal distinción real del hombre frente a sus predecesores evolutivos no radica en nada esencial o intrínseco, sino en el grado de desarrollo de un elemento (la mímesis), de raigambre biológica que, no obstante, ha engendrado algo ajeno al mundo animal: el deseo, que se dirige al ‘ser’, a la trascendencia. En efecto, la trascendencia real (denominada por Girard ‘trascendencia vertical’: véase Girard 1985, p. 2503) es aquello a lo que es dirigido el hombre mediante su deseo; sin embargo, esta trascendencia genuina se ha frustrado a lo largo de la historia al tratar el hombre de encontrar la encarnación de esa infinitud en objetos inválidos, sugeridos por los deseos de otros individuos. De hecho, siguiendo a Girard, nunca ha habido una relación original positiva con la trascendencia, sino que el hombre ha nacido en un universo en el que la búsqueda del ‘ser’ instada por el deseo mimético se ha convertido en lucha de todos contra todos.
Como indica Girard, «el hombre de la caída […es] el hombre sin más. No hay otro hombre que el hombre de la caída. Al principio está la caída» (Girard 2006a, p. 97). En el fondo, siguiendo el relato girardiano canónico, al haber emergido el deseo de la mímesis y no ser algo sustancialmente distinto de esta, la trascendencia y su objeto (el ‘ser’), al menos en tanto que relacionados con el hombre, serán siempre elementos proyectados desde la inmanencia de la evolución biológica y no realidades como tal. Por ello, la búsqueda de la trascendencia a la que conduce el deseo acaba reventando los moldes de la existencia humana en sociedad al no tener ningún elemento biológicamente asequible equivalente al ‘ser’. La consecuencia de la indeterminación de este deseo mimético en el ámbito de existencia del hombre en el mundo es la violencia, como resultado de un ‘ser’ que no se alcanza a conseguir de modo viable.
II.2. El mecanismo victimario como puerto de llegada del deseo mimético
El mundo de objetos de deseo inadecuados en el que ha caído el hombre ha creado un clima existencial de ansiedad cuyo trasunto social más destacado es, como se ha dicho, la violencia: es el universo de la ‘trascendencia falsa’ (Girard 1986, pp. 217-218)4, o ‘trascendencia desviada’ (Girard 1985, p. 174)5. Como explica acertadamente Hamerton-Kelly (1994), este último tipo de trascendencia, desviada, es «[…] a desire whose goal or direction should be a truly transcendent spiritual person but instead is aroused by the immanent neighbor» (p. 134).
Los seres humanos no sabemos qué desear6. Por eso, determinamos nuestros anhelos por deseos ajenos, concretados en objetos. De hecho, cuanto más intensamente quieren nuestros modelos sus objetos, tanto más fervientemente los ansiamos poseer nosotros; y así es como crecen las rivalidades, puesto que «la mimesis del deseo significa la desunión de quienes no pueden poseer juntos el objeto que juntos ansían» (Girard 2016, p. 252; cursivas en el original). El objeto pasa a ser un objeto disputado: «dos deseos que convergen sobre el mismo objeto se obstaculizan mutuamente. Cualquier mímesis referida al deseo desemboca automáticamente en el conflicto» (Girard 1998, p. 153; cursivas en el original).
Llegados a este punto, «la única solución verdaderamente radical consistiría […] en renunciar de una vez por todas a cualquier deseo de posesión. No […hay] más elección que un conflicto trágico o la renuncia total» (Girard 2016, p. 26). Dicho de otra manera: «irrevocablemente autodestructor, tal es el deseo, y la única solución radical para salir del círculo sin fin de su tiranía reside en dos palabras: la renuncia total» (Girard 2016, p. 161). Esta violencia, siguiendo a Girard, se ha suscitado debido a la insuficiencia humana a la hora de dar respuesta a su deseo vital de trascendencia; los distintos objetos perseguidos y la imitación de los modelos disponibles se han revelado decepcionantes. El malestar generado ha hecho que la violencia aflore en el terreno social, pues los choques entre los rivales se han multiplicado interpersonalmente y se han hecho extensivos socialmente hablando. En ese contexto de violencia individual que se contagia socialmente, solo la emergencia de un medio capaz de contener el delirio mimético y la ansiedad existencial podrá garantizar la supervivencia social; tal medio es el mecanismo del chivo expiatorio7 o mecanismo victimario y su más acrisolada consolidación: la religión8.
Ciertamente, la sociedad debe, por necesidad, hallar ‘algo’ que haga sus veces para ponerle punto final a la violencia que arremete contra ella y amenaza con disolverla. Este ‘algo’ es el ‘chivo expiatorio’9. El único freno posible, en último término, es acudir al sacrificio de un chivo expiatorio10 cuya ejecución traerá la salvación a la sociedad. Ciertamente, como el propio Girard señala:
La teoría mimética supone que, en las sociedades primitivas, esas crisis debían resolverse mediante fenómenos de polarización mimética unánimemente dirigidos contra víctimas aisladas o, si era necesario, contra un pequeño número de víctimas; a esta resolución hipotética de los conflictos la denominamos asesinato fundador o violencia fundadora (Girard 2016, p. 273; cursivas en el original)
Como se observa, la trascendencia a la que abría el hipermimetismo humano, erigido en deseo, supuso un desorden ecológico sin precedentes en la historia evolutiva, dada la violencia generada en la búsqueda del ‘ser’, objeto de la trascendencia. Tal fue el desajuste producido que surgió lo ‘sagrado’, es decir, el uso de una violencia especial que acabara con la violencia meramente humana y que, por ello, parecía un poder inexplicable y benigno en caso de saberlo manejar diestramente. El hombre cree que sus males proceden de ‘alguien’ exterior y que, para solucionar el gravísimo problema del contagio violento, el remedio pasa por implementar lo sagrado mediante la ejecución de ese ‘alguien’ (que es el chivo):
Gracias a la víctima, en cuanto que parece salir de la comunidad y la comunidad parece salir de ella, puede existir por primera vez algo así como un dentro y un fuera, un antes y un después, una comunidad y un algo sagrado (Girard 1982, p. 116)11
Mitos y ritos, como elementos configuradores de lo sagrado dispensados por la religión, tienen como cometido principal la actualización permanente de ese asesinato fundador y sus efectos pacificadores mediante víctimas de sustitución:
Cuando la crisis parece amenazar de nuevo, se recurre a los grandes medios, y se imita lo que la víctima hizo, parece ser, para salvar a la comunidad. Ella acepta hacerse matar. Se va a elegir una víctima sustitutoria y que morirá en su lugar, una víctima sacrificial: es la invención del rito. Por último, se va a recordar esta visita sagrada: a eso se le llama mito (Girard 1996, p. 33; cursivas en el original)
III.1. El problema de la trascendencia en Mensonge romantique et vérité romanesque, punto de partida del recorrido intelectual de Girard
Aunque en Mentira romántica y verdad novelesca, el protagonismo lo acaparan las nociones de ‘trascendencia’ y ‘mediación’, a partir de La violencia y lo sagrado (La violence et le sacré, 1972) y, especialmente, en El misterio de nuestro mundo (Des choses cachées depuis la fondation du monde, 1978), el protagonismo será copado por las nociones de ‘mecanismo victimario’ y ‘deseo mimético’. La importancia de la trascendencia pasa a ser secundaria y, en cualquier caso, queda desplazada: «after Deceit, Desire and the Novel, Girard […] progressively evolved towards a more monist ontology wherein desire depends on imitation taken as a biological trait of mankind [Deceit, Desire and the Novel es la versión inglesa de Mensonge romantique et vérité romanesque]» (Wilmes 2017, p. 75). De modo desapercibido, la ‘imitación’ (que era una característica indudablemente presente en la mediación que llevaba a la trascendencia) estrecha su alcance semántico y se reduce a una ‘mímesis’ teñida de una fuerte carga biológica y animal. De hecho, la mímesis, como se ha indicado al explicar el proceso de hominización a través de lo expuesto en El misterio de nuestro mundo, es un mismo principio compartido por animales y humanos; si a este dato se añade que, para Girard, no hay ruptura metafísica entre ambos mundos y que el hombre surge de la evolución desde los homínidos, entonces se llega a la conclusión de que la imitación en general es un desarrollo de la mera mímesis animal. Un desarrollo hiperbólico, ciertamente, pero del mismo principio esencial, que es de extracción animal. Sin embargo, esa reducción semántica de la noción de ‘imitación’ que se opera en la publicación de obras posteriores a Mentira romántica y verdad novelesca parece estar ausente en esta primera gran obra girardiana; así lo cree también Grande (2009): «[…] in Deceit, Desire and the Novel […] there is no hint of any biologically preconceived mimesis» (p. 23).
En publicaciones posteriores a la recién mencionada, Girard achica el potencial semántico de la imitación en tanto que ligada a un mediador que es camino o portador de la trascendencia. Tal achicamiento léxico tiene como consecuencia la difuminación en el horizonte epistemológico girardiano de una dinámica relacional que, aun con tintes imitativos o mimético-biológicos, se dirigía a la trascendencia real. En el primer libro de Girard, lo fundamental es la relación entre los sujetos humanos en comunidad, ligados por los lazos de la interacción imitativa en tanto que hay una trascendencia que los emparenta de un modo u otro. Pero el acento está en la trascendencia y en la mediación como camino para llegar a ella. No obstante, al tratar de aferrar la trascendencia en las mallas de una acerba crítica científico-evolucionista, la relación de la dinámica oréctico-mimética con la trascendencia mediada por el referente de un modelo (núcleo de Mentira romántica y verdad novelesca) queda oscurecida por esa «monist ontology» mencionada en la anterior cita de A. Wilmes. Así parece entenderlo también Payne (2007): «I am referring therefore to the more limited idea of mimetic desire as imitation of literature rather than the generalized model of human desire as essentially mimetic that Girard develops from it» (p. 127, n. 23).
En su afán de querer construir una teoría científica, Girard propugna una explicación del origen del hombre y de su deseo desde una «monist ontology» arraigada en la ‘mímesis’, de extracción animal. Tal procedimiento epistemológico permite entender el mundo de la trascendencia falsa, pero no facilita ir más allá; y, aunque, ciertamente, la tarea más inmediata de Girard sea fundamentalmente antropológica y crítica (y, por tanto, deje fuera lo metafísico o lo teológico), no menos cierto es que el propio Girard pretende llegar a una trascendencia verdaderamente metafísica e, incluso, a las puertas de la teología sobrenatural.
Así pues, hay que retrotraerse a Mentira romántica y verdad novelesca para ver el punto de partida de la evolución intelectual de Girard, los problemas con los que se carea y las propuestas terminológicas y conceptuales que plantea para armar su hipótesis mimético-victimaria. En este sentido, resulta indicado tener presente que:
Clearly, in Deceit, Desire, and the Novel, the sacred is already a problem. Indeed, a most striking feature of Girard’s hypothesis is his perception of the sacred as a dysfunction of the relationship between subject and mediator. Within the scheme which Girard outlines, the sacred gains its status derivatively; it poses as an inferior substitute for a more fundamental need which Girard identifies as the need for transcendence (Johnson 1992, p. 54; «las cursivas no están en el original»
Como se colige de la lectura de la anterior cita, el origen de la creación de conceptos como ‘deseo mimético’ o ‘mecanismo victimario’ responde a un problema en la manera de articular la relación del deseo humano hacia la trascendencia divina; dicho de otro modo: se trata de un problema de mediación. Y, más en concreto, de cómo el mediador es modelo y el modelo, mediador; en efecto: lo ‘sagrado’ en tanto que gestión de la violencia mediante el sacrificio de víctimas es un sustituto de la verdadera trascendencia. Y, de acuerdo con la anterior cita, lo sagrado nace de la «dysfunction of the relationship between subject and mediator». De saber teorizar cómo puede rectificarse tal relación disfuncional dependerá que lo ‘sagrado’ se pueda reconducir hacia lo trascendente verdadero, tema que puede ser objeto de otro estudio.
En Mentira romántica y verdad novelesca, así pues, Girard aborda la problemática del deseo humano en su relación con la trascendencia. Por lo tanto, el punto de partida de todo su posterior desarrollo intelectual, tal y como este queda plasmado en sus publicaciones, es justamente ese: la relación entre deseo y trascendencia. Y con respecto a esto hay que subrayar que la herramienta conceptual que Girard utiliza para unir los dos extremos de esa relación es la ‘mediación’. La mediación es el concepto central a la hora de lidiar con el deseo humano en su relación con la trascendencia divina; el resto de conceptos o desarrollos teóricos (como ‘deseo mimético’ y ‘mecanismo victimario’) se exponen con posterioridad para articular cómo tiene lugar esa mediación. De entrada, el mediador es modelo en tanto que se le toma como ejemplo para alcanzar un fin, que es el objeto del deseo; en último término, tal fin es la trascendencia y tal objeto, un objeto trascendente (el ‘ser’).
Se advierte que la ‘mediación’ es el modo como el sujeto llega a la trascendencia o, de modo más inmediato, a un objeto concreto de deseo. La trascendencia es la meta; la mediación, el camino. Fundamentalmente, hay dos tipos de mediación: ‘mediación interna’ y ‘mediación externa’. En primer lugar, la mediación externa es la imitación de un modelo cuya emulación no genera violencia porque los marcos existenciales del sujeto imitador y del mediador o modelo imitado son externos entre sí, no entran en contacto y, en consecuencia, la violencia no puede aflorar. Así, «external mediation is a function of society in religious terms, a society in which ritual and prohibition still effectively defer violence» (Girard y Müller 1996, cuestión 3). De modo bastante significativo, Girard incluso define alguno de los elementos constitutivos de la religión como ‘mediación externa’: «el rito es un comportamiento mimético de tipo no conflictivo, una mediación externa» (Girard 2016, p. 287). Por otra parte, el protagonismo de la mediación externa en las obras de Girard no es excesivamente destacado; la atención del antropólogo galo recae, fundamentalmente, en la mediación interna y en los conflictos que crea. Verdaderamente, «con posterioridad a Mensonge romantique, en sus investigaciones sobre la tragedia griega y, sobre todo, en su impresionante trabajo sobre La violence et le sacré, Girard abandona por completo la noción de la mediación externa» (Bandera 1975, p. 79). Lo cierto es que el término ‘mediación externa’ seguirá apareciendo en las obras de Girard ocasionalmente, con posterioridad a la fecha en que escribe Bandera (es decir, 1975); el término ‘mediación externa’ no termina de desaparecer, aunque su importancia se vea desbordada por otras nociones12. En el caso de la mediación interna (que es la que amenaza a las sociedades), los contextos existenciales del individuo imitador y del modelo imitado sí son convergentes y se superponen, lo cual implica que la violencia en la lucha por objetos de deseo puede emerger peligrosamente. Esta mediación interna es la que ha sido descrita en los anteriores apartados de este trabajo y la que ha abocado al hombre al mecanismo victimario. En palabras de Girard:
Hablaremos de mediación externa [médiation externe] cuando la distancia es suficiente para que las dos esferas de posibilidades, cuyos respectivos centros ocupan el mediador y el sujeto, no entren en contacto. Hablaremos de mediación interna [médiation interne] cuando esta misma distancia es suficientemente reducida como para que las dos esferas penetren, más o menos profundamente, la una en la otra» (Girard 1985, p. 15; cursivas en el original)13.
Se trae a colación la distinción más elemental dentro de la mediación (es decir: mediación interna y externa) precisamente porque ambos tipos mantienen una relación directa no solo con lo sagrado sino también con la acuñación girardiana de la noción de ‘deseo mimético’, en estrecha dependencia de la reflexión de Girard sobre el surgimiento de la religión. Ciertamente, como indica Avery (2013):
These ideas of internal and external mediation are the foundation for what Girard later, in V&S [La violencia y lo sagrado] and after, calls mimetic desire, as it is explicated above. Importantly, mimetic desire is now discussed in the context of religion (p. 241; las cursivas no están en el original)
III.2. El descubrimiento a posteriori del deseo mimético
en La violence et le sacré
La idea principal de René Girard es la preponderancia del deseo sobre cualquier otro elemento antropológico (razón, voluntad, instinto) en lo referido a la caracterización esencial del hombre y su estatuto ontológico. Igualmente, este deseo está transido de imitación del deseo ajeno en tanto que busca un objeto (el ‘ser’), es decir, un «más allá» (ámbito de la trascendencia) que, por sus propios medios, el sujeto deseante no puede obtener. Esta idea básica, en realidad, no es, estrictamente hablando, lo que, con posterioridad, acabaría cuajando terminológica y conceptualmente como ‘deseo mimético’, aunque, ciertamente, el componente imitativo (o ‘mimético’, tomando esta palabra en sentido muy amplio) sí está presente y adquiere gran protagonismo. Así pues, la idea del deseo, de la imitación y del papel central del mediador-modelo en relación con aquello a lo que conduce el deseo (es decir, la trascendencia) son rasgos que ya están presentes en Mentira romántica y verdad novelesca, aunque eso todavía no es lo que finalmente ha acabado entendiéndose por ‘deseo mimético’ en los estudios girardianos: «I would argue that there is nothing new here that was not already implied in Deceit [Deceit, Desire and the Novel]» (Johnson 1992, p. 46)14.
Por tanto, se ve nuevamente la conveniencia de retrotraerse a este libro de 1961 para ver cuáles son las preocupaciones de fondo del autor y en qué términos las expresa; a partir de ahí, se entenderá mejor cómo ha ido evolucionando tanto su pensamiento como los conceptos y términos que va usando. En este sentido, el gran ausente en el primer libro de Girard, curiosamente, es el ‘deseo mimético’: «mimetic desire […] specific term, which even Girard himself only coined after the publication of his first book» (Moosbrugger 2013, pp. 153-154)15. En palabras de Avery (2013): «[…] Deceit, Desire and the Novel […] is the first work to present [Girard’s] theory of ‘mediation’ (which becomes ‘mimetic desire’ in subsequent works)» (pp. 17-18; comillas interiores y paréntesis interiores en el original). O, como también observa la propia Avery (2013) en otro lugar de su tesis, «in Deceit, he uses the term ‘mediation’ (the term mimesis does not come into play in Girard’s work until later), and he describes a few different ways that mediation occurs [sic]» (p. 239).
Sin embargo, en contraste con lo anterior, Girard parece no advertir que tal deseo solo ha podido ser hallado desde la religión y desde el mecanismo victimario y sigue pensando que «La violencia y lo sagrado es una extensión de la tesis del deseo mimético a la religión arcaica» (Girard 2006b, p. 42; la cursiva no está en el original). La intuición de la vinculación deseo-imitación ya está presente en Mentira romántica y verdad novelesca, pero tal vinculación no es ya de entrada el deseo mimético. Lo central es que el pensamiento de un autor se acaba resumiendo en la expresión concreta que tal autor le concede a unos problemas que son universales o que están presentes de manera simplemente virtual en sus intuiciones de partida; en este sentido, el deseo mimético no puede ser considerado como la intuición de origen de Girard, sino el producto final de su pensamiento, tras un desarrollo teórico previo, no exento ni de reflexión ni de decisiones intelectuales. Y lo que acaba dando forma a la expresión definitiva del pensamiento de Girard (es decir, su teoría sobre el deseo mimético), aunque él no lo reconoce como tal, es el sacrificio, elemento estudiado en sus investigaciones antropológico-religiosas. Empero, el antropólogo francés no es consciente de ello, sino que cree que el deseo mimético ya estaba presente de entrada en Mentira romántica y verdad novelesca con los mismos rasgos que acabó adquiriendo para siempre tras La violencia y lo sagrado. A este respecto, Girard (2006) declara que:
Mi primer libro trataba el tema del deseo y las rivalidades miméticas en el ámbito de la literatura, y mi segundo libro [se refiere a La violencia y lo sagrado] estaba centrado en el deseo mimético, aunque la definición de tal deseo quedaba aplazada hasta el capítulo 6 (p. 42)
En relación con lo anterior, siguiendo a Girard, la teoría del sacrificio (explicada en buena medida antes del capítulo 6 de La violencia y lo sagrado, si bien continúa después de ese capítulo también) sería, sin más, un tema que precede a la explicación de lo fundamental, es decir, el ‘deseo mimético’; el sacrificio sería un tema relacionado con el deseo mimético, pero externo a él y que, desde el punto de vista conceptual, viene, simplemente, después. La barrera que se alza entre el tema del primer libro de Girard (es decir, el deseo y las rivalidades miméticas, según se lee en la anterior cita) y el tema de La violencia y lo sagrado (el deseo mimético) es el sacrificio; pero tal barrera, siguiendo a Girard (2006), es un mero separador temático:
Empecé con un capítulo sobre el sacrificio porque este tema iba a ser el principal del libro [La violencia y lo sagrado]. De hecho, lo que ante todo yo no quería era que se pudiese tener la impresión de que estaba repitiendo mi primer libro. Fue por eso por lo que no evoqué el deseo mimético hasta el capítulo 6 (p. 42)
Con todo, en realidad, la expresión concreta de la idea básica de René Girard no se amplía por el terreno de los estudios religiosos y antropológicos por casualidad o por mero ensanchamiento de horizontes académicos sino, en buena medida, porque Girard va dándose cuenta de que mímesis y deseo, religión y trascendencia tienen vínculos internos muy fuertes entre sí. Pero el elemento central, el que da impulso a la prosecución intelectual de la intuición fundamental de René Girard (aunque él no se dé cuenta), es el sacrificio, que es, en el fondo, el factor clave de su pensamiento. Lo decisivo es advertir que el sacrificio es el elemento crucial de su teoría, pero no como simple primus inter pares, es decir, no como simple elemento que destaca junto a otros, sino como «motor inmóvil» de su teoría, que mueve sin ser movido, valga la metáfora aristotélica. De hecho, Girard introduce el elemento de la hominización en El misterio de nuestro mundo16 de modo tal que, desde la coherencia interna de lo contenido en tal libro, todo parece cuajar en el proceso evolutivo y en la explicación que Girard da de él solo si se considera al sacrificio como lo fundamental y primario; el deseo sería inteligible y existente en un segundo momento. Lo que conduce a Girard a abordar el tema de la hominización es el sacrificio; al menos, el elemento que aparece vinculado a lo esencial del hombre y a cómo la evolución desemboca en él es el sacrificio, no el deseo.
Sea como sea, el dato central es que el «deseo mimético» se concibe y expresa terminológicamente en el contexto de un nuevo campo temático: la religión y los estudios antropológico-culturales. Por tanto, aunque la idea fundamental de Girard, con todo su potencial, ya está presente en Mentira romántica y verdad novelesca, lo cierto es que el término preciso de ‘deseo mimético’ surge desde la forja de la teorización sobre el mecanismo victimario. Aunque parece que Girard solo llega a conceptualizar el mecanismo del chivo expiatorio en un segundo momento, lo cierto es que Girard únicamente desemboca en el deseo mimético pasando por el mecanismo victimario previamente. Más aún: la explicación sistemática del ‘deseo mimético’ solo empieza a aparecer como tal en el capítulo 6 de La violencia y lo sagrado, como se ha indicado, si bien, siguiendo a Dupuy (2016), el término ‘deseo mimético’ ya apareció años antes de La violencia y lo sagrado:
Dans MR [Mentira romántica y verdad novelesca], le premier livre de Girard, publié en 1961, celui dans lequel il introduit l’idée de désir mimétique, l’expression n’apparaît pas une seule fois […]. L’expression de ‘désir mimétique’ est cependant déjà presente dans le livre de Girard qui suit immédiatement MR, Dostoïevski, du double à l’unité, Plon, 1963 (p. 29, n. 1)
No obstante, tras una investigación exhaustiva por parte de quien escribe este artículo, se comprobó que el término ‘deseo mimético’ (‘désir mimétique’ o ‘mimetic desire’ en los idiomas utilizados por Girard) no estaba presente en ninguna publicación girardiana antes de La violencia y lo sagrado. Así se lo trasladó quien estas líneas redacta al propio Jean-Pierre Dupuy, quien finalmente indicó que su afirmación acerca de la presencia del término ‘désir mimétique’ en Dostoïevski, du double à l’unité era, efectivamente, incorrecta, y no tuvo problema en señalar que tal retractación podía publicarse (Dupuy y Buil Zamorano 2019, 9 de diciembre). En cualquier caso, al margen de que el término ‘deseo mimético’ (‘désir mimétique’) como tal apareciera o no en Dostoïevski, du double à l’unité (aunque, en realidad, verdaderamente no aparece), la proximidad entre ‘deseo’ y ‘mímesis’ (tomado este último concepto en general, como ‘imitación’ sin mayores precisiones) se deja sentir en tal obra, donde el vocablo ‘mimetismo’ (‘mimétisme’) aparece literalmente (véase Girard 1976, p. 88)17. No obstante, como se está demostrando, la presencia de ese vocablo (‘mimétisme’) solo significa que se continúa ligando deseo e imitación, como ocurría en el primer libro de Girard. El dato central es que el concepto de ‘deseo mimético’ (e, incluso, la aparición del propio término) solo cuaja más tarde, a partir de La violencia y lo sagrado y, especialmente, en El misterio de nuestro mundo.
En la publicación de estos últimos libros mencionados, se impone en el Corpus Girardianum la ‘mímesis’, de raigambre biológica y animal, como principal sentido de la noción general de imitación. Dicho de otro modo: hasta la introducción de la teoría del sacrificio y su sistematización, el ‘deseo mimético’ no adquiere rostro propio. En consecuencia, Dostoïevski, du double à l’unité no representa ningún cambio con respecto a Mentira romántica y verdad novelesca; de hecho, en el primer libro de Girard, donde no aparece el término ‘désir mimétique’, sí que está consignada, sin embargo, la palabra ‘mimetismo’ (Girard 1985, p. 28: ‘mimétisme’, en el original en francés), como también lo está, según se ha referido, en Dostoïevski, du double à l’unité.
Girard, mediante la prosecución teórica que acaba consolidándose en la acuñación del ‘deseo mimético’ como fisionomía específica del deseo humano, no lleva a cabo una extensión meramente terminológica de una idea ya sabida de antemano, sino que efectúa una metamorfosis conceptual. Es decir, no se concreta algo ya conocido de entrada, sino que lo que se hace es acabar de entender una noción (hasta ese momento, simplemente intuida) en el acto de formar el término del ‘deseo mimético’ como rostro propio del deseo humano en general. Se trata de una ampliación más que terminológica y no de una mera concreción de ideas. Aunque en Mentira romántica y verdad novelesca puede estar contenido el sistema mimético-victimario en su conjunto de modo virtual, la expresión teórica de un sistema y su especificación en unos u otros términos son, en última instancia, lo definitorio del pensamiento de un autor. Y Girard es su teoría del deseo mimético, que expresa de una determinada manera un contenido de otro modo difuso o poco delimitado. El deseo mimético termina siendo el elemento en el cual Girard acaba condensando su pensamiento y re-encaminando su intuición primigenia. Aunque Girard cree que el ‘deseo mimético’ ha orientado todo su pensamiento desde el principio de su trayectoria intelectual, en realidad, tal ‘deseo mimético’ ha venido en un segundo momento.
Girard se da cuenta de la confusión que pudo suponer la introducción del campo temático de la religión y del elemento del sacrificio en el marco de su teoría mimética; de hecho, trata de «excusarse» por la perplejidad que pudo causar, en el sentido de que quizás dio a entender que lo fundamental era la hipótesis victimaria, por contraposición al componente mimético, que era lo supuestamente más importante:
Han sido muchos los críticos que no han captado la continuidad entre los dos ensayos [Mentira romántica y verdad novelesca y La violencia y lo sagrado]; tales críticos se han centrado en la teoría de la víctima […]. La verdad es que yo mismo potencié un poco este malentendido, al no poner suficientemente de relieve lo esencial, que no es sino la rivalidad mimética (Girard 2006b, pp. 42-43)
Sin embargo, ese curioso protagonismo del mecanismo victimario sobre el deseo mimético no podía pasar desapercibido para uno de los más destacados e inteligentes seguidores de Girard: Eric Gans. Este último, partidario de la mímesis como definidora del deseo humano y provisora de su objeto, se alarmó al advertir que, por más que Girard se «excusara» por haber dado tanto relieve al sacrificio, tal elemento, en realidad, tenía primacía sobre la mímesis en la caracterización del deseo humano como deseo mimético; en otras palabras: parecía que la imitación y su reconfiguración en mímesis de extracción animal no eran lo fundamental en el deseo humano. Y, desde el punto de vista de Gans, para quien lo esencial era la mímesis, tal posición era inaceptable. Como refiere Girard (2006):
Eric Gans fue la única persona que criticó esta composición del libro [La violencia y lo sagrado] […]. Me espetó la cuestión de ‘¿Por qué hay que esperar hasta el capítulo 6? Debería estar en el primero, puesto que convendría empezar por el principio y partir justamente del deseo mimético’ (Girard 2006b, p. 42; las cursivas no están en el original, pero sí lo están las comillas interiores)
Se le puede responder a Gans a la pregunta de la anterior cita del siguiente modo: hay que esperar hasta el capítulo 6 de La violencia y lo sagrado para hablar del deseo mimético porque, en realidad, el deseo mimético solo es epistemológicamente comprensible desde el mecanismo victimario. Y, de modo más sorprendente, podría incluso respondérsele de esta manera: hay que esperar hasta el capítulo 6 porque, en realidad, el deseo mimético fue causado por el mecanismo sacrificial. En el fondo, esta es la razón de por qué solo se puede entender el deseo desde el sacrificio: porque depende ontológicamente de él para su constitución real. El obrar sigue al ser; lo epistemológico, a lo ontológico. Esta conclusión está latente en todo el Corpus Girardianum pero su autor jamás la consignó explícitamente y sus seguidores solo de lejos y de modo no consciente la han sugerido. Únicamente a través de una investigación bibliográfica que amplíe la ya efectuada para este artículo puede justificarse debidamente esta tesis novedosa. Sin embargo, como se ha anunciado, eso ya es objeto de otro trabajo.
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Unai Buil Zamorano es profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Líneas de investigación:
Pensamiento de Alfred Russel Wallace, Genética y Teología. Pensamiento de René Girard, Leonardo Polo y la educación del carácter y emocional.
Publicaciones recientes:
(2023): «Nihil volitum nisi praevolitum ab aliis: la heteronomía fundamental del deseo según René Girard», Revista Quién-Asociación española de Personalismo, 17, 7-19.
(2023): «El algoritmo mimético: un estudio girardiano sobre la relación entre inteligencia artificial y conciencia natural a la luz de la neurobiología vegetal del MINT-Lab», Revista interdisciplinar de Teoría Mimética-Xiphias Gladius, 6, 65-82.
Email: unai.buil@unir.net
1 «La mimesis es la palabra griega que expresa el concepto de imitación» (Girard 1996, p. 55; cursivas en el original). Sin embargo, «[…] Girard, siguiendo el significado etimológico, considera que la mimesis es imitación. Pero, a diferencia de la tradición histórica, nuestro autor no está dispuesto a reducir el término mimesis a un comportamiento meramente representativo […]. Para Girard, la mimesis es un modo característico del comportamiento animal, que la humanidad ha mantenido a lo largo de toda su evolución biológica» (Ruiz 2005, 33).
2 «[Girard’s] analysis of mimetic desire begins with the idea of a basic existential lack» (Bellinger 2001, p. 73).
3 La expresión en el original en francés es ‘transcendance verticale’. Como explica Doran (2011), la trascendencia vertical es «the properly religious concept of transcendence» (p. 170).
4 La expresión en el original en francés es ‘fausse transcendance’.
5 La expresión en el original en francés es ‘transcendance déviée’.
6 «El sujeto que no puede decidir por sí mismo el objeto que debe desear, se apoya en el deseo de otro» (Girard 1982, p. 453).
7 «[El] mecanismo […] redime en cuanto que, al unanimizar el odio, al proporcionar a los hombres el medio de odiar con una sola alma, aporta el gran remedio por la vía común» (Girard 2002a, p. 177; cursivas en el original).
8 Como dice Jones (2008): «religion develops out of the sacrificial action rather than sacrificial rituals being an expression of some religious impulse» (p. 145).
9 «Un chivo expiatorio es, en primer lugar, la víctima del rito judío que se celebraba durante las grandes ceremonias de expiación» (Girard 2002b, p. 200).
10 «El fundamento de mi teoría del sacrificio: el fenómeno llamado del chivo expiatorio» (Girard 2012, p. 75).
11 Efectivamente, «en concentrant le mal collectif sur soi, elle aura pu réaliser l’expulsion de la violence et établir (ou rétablir) un ordre fondé sur une dimension qui est extérieure et transcendante, précisément parce qu’elle contient et masque l’origine violente» (Bucher 1989, p. 186; cursivas en el original).
12 Por ejemplo, Girard (1990) alude a la «mediación externa» (p. 16) en un artículo del año 1990 o en Clausewitz en los extremos (2010, p. 155), cuya versión original en francés es del año 2007.
13 Por otra parte, Girard (1985) incluso subdivide la mediación interna: «así pues, en el mismo seno de la mediación interna podemos oponer la mediación exogámica de Stendhal y de Proust a la mediación endogámica de Dostoyevski» (p. 43; las cursivas están en el original). La diferencia entre ambas modalidades (mediación interna y mediación externa) estriba en una cuestión de ‘distancia’. Así, «Girard identifies two forms of mediation, which he differentiates in terms of the ‘distance’ between the subject and the model» (Watson 1998, p. 313; comillas interiores en el original).
14 Lo mismo opina Webb (1988): «all the elements of Girard’s framework of analysis (in France it is sometimes called le système Girard) were already present in Deceit, Desire, and the Novel» (p. 184; cursivas en el original).
15 Lo mismo señala Grande (2009): «mimetic desire is […] not a term used in this book [Mentira romántica y verdad novelesca]» (p. 23).
16 «Quería que el libro [El misterio de nuestro mundo] contuviese una parte consagrada al deseo mimético, otra al proceso de hominización y a lo religioso arcaico […]» (Girard 2006b, p. 43).
17 El libro de Girard citado como correspondiente a 1976 es Critique dans un souterrain. En él, aparece el texto de 1963 de Dostoïevski, du double à l’unité objeto de reflexión en este pasaje junto con otras publicaciones del propio Girard.
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XXIX Nº1 (2024), pp. 131-148. ISSN: 1136-4076
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
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