Una Inteligencia Artificial guiada por una Inteligencia Humana. La intencionalidad ética como base del avance tecnológico
Sheila López-Pérez
Universidad Isabel I (España)
Nuestra época está marcada por la emergencia de una Inteligencia Artificial (en adelante IA) que asume cada vez más labores que, hasta hace poco, considerábamos propias de los humanos.
Estas nuevas herramientas avisan, a través de su constante mejora, de que en poco tiempo podrán reemplazar no solo nuestras labores automáticas, sino también nuestras actividades creativas. En sus albores, se creía que la IA solo podría hacerse cargo de aquellas actividades tediosas y robotizadas que no requerían de imaginación o de ingenio. Sin embargo, en los últimos dos años hemos presenciado el perfeccionamiento de sus características hasta el punto de que ciertos sectores artísticos, científicos e intelectuales de la sociedad han entrado en pánico por su posible sustitución por parte de la IA.
A lo largo de la historia, numerosos pensadores han descrito las características y atributos que distinguen a los seres humanos de otras especies y de las máquinas. Entre ellas se han encontrado, habitualmente, el razonamiento y el pensamiento abstractos, el lenguaje complejo, la conciencia de uno mismo y de los demás, la creatividad y la expresión artística, el uso de herramientas y de tecnología, la afectividad, la religiosidad y un largo etcétera. A pesar de que estos atributos no son exclusivos de los humanos en su totalidad y de que algunas de estas capacidades también se han observado en otras especies, la combinación y complejidad de estas características ha sido estimada distintiva del ser humano. Partiendo de esto, se ha solido delimitar una máxima cuasi universal: el ser humano es el ser que se crea a sí mismo y que se otorga sentido. El fin del ser humano, que diría Ortega y Gasset, no consiste por tanto en sobrevivir, sino en vivir, en proyectarse hacia un horizonte en el que no hay nada escrito y todo está por construir.
La IA, por su parte, refiere a la capacidad de las máquinas para imitar o simular la inteligencia humana, es decir, para realizar tareas cognitivas de manera eficiente. El auge de la IA ha abierto nuevas posibilidades en diversos aspectos de nuestra vida y se espera que continúe transformando la sociedad de manera continua e ininterrumpida; no obstante, también ha despertado la preocupación por la posible sustitución de las personas por herramientas de IA en diversas profesiones y sectores de la sociedad. En este sentido, ya se han escrito artículos, columnas de opinión y libros intentando dar cuenta de esas características puramente humanas que no están al alcance del perfeccionamiento de ninguna máquina. A pesar de ello, parece que la preocupación por el paulatino mejoramiento de la IA y el desafío que esto supone para lo humano no deja de aumentar.
El presente monográfico compendia una serie de artículos que arrojan luz no tanto sobre las características de la IA como sobre las de la propia humanidad. En concreto, los artículos rescatan aquellas características que, según los/as autores/as, no pueden ser sustituidas por ningún mecanismo no-humano. Se trata de esbozar el estado de la cuestión y los motivos que nos pueden llevar al optimismo o al pesimismo, junto con la justificación teórica y la defensa personal de cada autor.
La búsqueda de aquellas características que nos distinguen como humanos es lo que nos permitirá encontrar no tanto aquellas actividades que no puedan ser realizadas por una máquina como aquellas otras que, a pesar de poder ser realizadas por una máquina, queremos seguir haciéndolas nosotros, porque nos otorgan sentido, porque nos permiten vivir y no sobrevivir.
Para dar paso al monográfico nos gustaría hacer un aserto de fe: en numerosas noticias hemos vislumbrado el miedo de intelectuales y artistas ante la posibilidad de que la IA realice obras indiscernibles de las suyas. También hemos vislumbrado a docentes temerosos de que la IA sustituya su labor en las aulas. Sin embargo, consideramos que la cuestión está en otro lugar. Quizá la IA logre elaborar cuadros, piezas musicales o libros. Quizá también pueda dar una clase. La IA, de hecho, hará lo que le pidamos que haga. En este sentido, consideramos, la IA debería servirnos para hacer la colada y fregar los platos mientras nosotros nos dedicamos a las artes y a las ciencias, al desarrollo del intelecto y al intercambio del conocimiento humano, y no para dedicarse a las ciencias y a las artes mientras nosotros hacemos la colada y fregamos los platos. Dicho esto, agradecemos a todos los autores su colaboración para que este número monográfico haya tenido un resultado tan interesante como enriquecedor:
Reinaldo Batista Cordova analiza en su artículo tres ejes para abordar la cuestión de la Inteligencia Artificial: el concepto de violencia, la deshumanización acelerada y la descripción de la propia IA. Plantea la hipótesis de que la IA podría contribuir a la disrupción de la violencia en una coyuntura de aceleración debido a la ausencia de ética en la toma de decisiones.
Miguel Grijalba Uche abordará la problemática de la diferencia entre lo humano y lo artificial a partir de Damasio y su concepción del hombre, lo humano y lo que caracteriza a la inteligencia humana. Para Damasio, dirá Grijalba, lo humano se entiende como una compleja interacción entre el cuerpo, la mente y el entorno. Es esta capacidad para adaptarnos al entorno y tomar decisiones efectivas la que nos diferencia de la IA.
Valentín Navarro Caro propone un acercamiento a la pregunta «¿Qué es el ser humano?» desde la filosofía de Xavier Zubiri. Desde esta, Navarro argumenta que la esencia humana consiste en ser una realidad abierta y proyectiva, proceso inalcanzable para cualquier IA.
Alberto Benítez Amado reflexiona sobre el rol que deben tener los poderes públicos como instituciones capaces de preservar la ética, los valores y el bien común ante el desarrollo de la IA. Con esto, Benítez argumenta que la preservación de una ética pública ha de constituir un marco de referencia para situar las tecnologías al servicio de la ciudadanía.
Marta Sánchez Viejo apunta a que se deben reconsiderar las relaciones entre los humanos y la tecnología para adoptar una nueva perspectiva ontológica que cuestione la tradicional separación entre sujeto y objeto. En su artículo, Sánchez tratará de desentrañar qué vínculos, similitudes o simetrías se dan entre lo humano y lo no humano, centrándose en el ámbito tecnológico y, concretamente, en la IA.
Pablo Carrera comienza realizando un breve recorrido histórico del desarrollo de la IA. A partir de él, busca revisar las limitaciones de esta «inteligencia» para compararla con la inteligencia humana. Concluye que las capacidades cognitivas complejas con indisociables de un cuerpo biológico en interacción con un mundo físico y sociocultural.
José Miguel Biscaia Fernández parte de los presupuestos ontológicos del funcionalismo y del transhumanismo tecnológicos para analizar las condiciones de posibilidad de atribución mental en perspectiva psicológica. Concluye que, de existir una IA-fuerte con capacidades cognitivas similares a las nuestras, no habría límites nomológicos que impidan algún tipo de atribución mental bidireccional, asimétrica y gradual.
Sara Blanco Peña plantea la problemática ética que puede surgir con la implantación de la Inteligencia Artificial generativa. En concreto, aborda el dilema moral que acaece cuando se enajena a los profesionales humanos hasta el punto de convertirlos en meros datos con los que entrenar a la IA.
Ana Cristina García Pérez reflexiona sobre la introducción, por parte de los docentes, de la IA en sus procesos de enseñanza-aprendizaje. Plantea la necesidad de encontrar un equilibrio entre la tradición y la innovación, de modo que podamos utilizar la tecnología como una herramienta para enriquecer la interacción humana en el aula.
María Caamaño Alegre, en su artículo, asevera que solo los humanos poseemos una esfera de responsabilidad epistémica. Es esta esfera del conocimiento propiamente humana la que nos diferencia de los animales, las máquinas y, por ende, de la Inteligencia Artificial. Una responsabilidad epistémica que desembocará en su contrapartida ética.
Antonio Castillo Ávila, por último, expondrá el problema de la potencial sustitución de lo humano por la IA, problema, indica el autor, tan antiguo como la propia modernidad. Analizará la cuestión a partir de un relato de Italo Calvino, y propondrá que en el origen del sujeto moderno no yace ninguna cualidad distintivamente humana, sino el vacío de un movimiento tropológico de (auto)sustracción siempre en marcha.
Esperamos que disfruten del monográfico tanto como nosotros.
Claridades. Revista de filosofía 16/2 (2024), pp. 11-15.
ISSN: 1889-6855 ISSN-e: 1989-3787 DL.: PM 1131-2009
Asociación para la promoción de la Filosofía y la Cultura en Málaga (FICUM)