Lo humano en la Antropología médica de A. Damasio
The human in the medical anthropology of A. Damasio
Miguel Grijalba Uche
Universidad Isabel I (España)
Fecha de envío: 07/04/2024
Fecha de aceptación: 08/07/2024
DOI: 10.24310/crf.16.2.2024.19663
I. Introducción
Desde los años noventa del siglo pasado, vivimos una auténtica revolución en torno a las ciencias sobre el sistema nervioso central. No habrá que esperar décadas para que las nuevas tecnologías, que emerjan de esta explosión neurocientífica, modifiquen importantes aspectos de los estilos de vida modernos.
La tesis principal de Antonio Damasio es la hipótesis del sujeto cerebral, una imagen neuromaterialista del hombre. En ella defiende que el hombre es una invención del cerebro y que, por tanto, debemos reformular los esquemas antropológicos y éticos cuyo principal defecto consiste en la división lo que siempre fue material. El cerebro genera la mente y, posteriormente, ésta la subjetividad y la inteligencia. Apoyándose en un amplio programa de investigación, que incluye estudios neuroanatómicos, neuropsicológicos y de filosofía de lo mental, Damasio viene a postular que las experiencias psíquicas son manifestación de la capacidad para la adaptación del organismo al medio. Por lo tanto, construye una antropología neurológica monista, emergentista y evolutiva.
En mi opinión, gran parte de las controversias que han generado las más recientes publicaciones de Damasio tienen como telón de fondo su reduccionismo cientificista. No obstante, éste no compromete otra de sus más interesantes propuesta: las vivencias de identidad, inteligencia y personalidad surgen en el creciente dinamismo homeostático y, concretamente, por los complejos mecanismos biológicos de salvaguarda de la estabilidad.
Para Antonio Damasio, lo humano se entiende en términos de una compleja interacción entre el cuerpo, la mente y el entorno. El objetivo de este texto es mostrar qué elementos neurocientíficos y filosóficos del pensamiento de Antonio Damasio nos sirven para definir lo humano y, de esta manera, poderlo diferenciar de un desarrollo tecnológico aledaño.
En primer lugar, voy a desarrollar un concepto clave que subyace en el planteamiento de Damasio y que se denomina la homeostasis de lo mental. Sobre él, voy a desarrollar aquellas claves que Damasio considera que constituyen y definen puramente «lo humano»: la reflexión emocional, la ética sentimental y la teoría gradualista de la conciencia. Todo ello confluirá, en el presente texto, en la concepción de inteligencia y mente que presenta Damasio en su Antropología médica necesaria en el abordaje de los desafíos sociales de nuestra época actual.
II. Damasio y la homeostasis mental
La obra de Antonio Damasio está dirigida a desarrollar y probar dos tesis estrechamente imbricadas: en el estudio del control homeostático se hallan las principales claves para entender, por un lado, qué es un ser vivo y, por el otro, qué relación guardan las nociones cuerpo y mente. Damasio entiende homeostasis el conjunto de reacciones no conscientes coordinadas y automáticas que mantienen los estados internos del organismo (Damasio, 2005: 34). Similar a Nikolas Luhmann, considera que, aunque varíen los componentes estructurales orgánicos, el cuerpo posee una invarianza estructural que define su estabilidad e identidad orgánica (Damasio, 2001: 144). Para dicho propósito, nos aclara Damasio, el cerebro posee una serie de circuitos neurales innatos, los cuales ponen en marcha un conjunto de respuestas que aseguran la supervivencia del organismo, ya sea directamente con una acción o indirectamente al propiciar condiciones ventajosas (Damasio, 2003a: 114-115). Efectivamente, para Damasio, regulación corporal, comportamiento, cognición, supervivencia y mente están íntimamente relacionados (Damasio, 2003a: 121).
La idea más importante idea del autor es que la mente humana requiere una interpretación orgánica ya que es esencial la relación que mantiene el cerebro con el resto del cuerpo. Para esta interpretación, la noción de homeostasis (orgánica y mental) es clave ya que es necesario entender que el organismo sea el precursor biológico de la sensación de ser, la conciencia, la cual surge gracias a la capacidad del cerebro de representar al organismo vivo en relación con el entorno. El segundo pilar en el que se asienta esta interpretación es que la homeostasis es un mecanismo orientado a la supervivencia, fin que da sentido y al que se reducen las más básicas y las más complejas manifestaciones humanas.
La idea de homeostasis de Damasio no es original de él. Guarda similitud con la noción de autorreferencia de Maturana y Varela, la idea de Luhmann que incorpora en su Teoría general de sistemas, o la teoría de la información de Wiener. Evolutivamente, para Damasio, los organismos unicelulares reaccionan ante estímulos, los pluricelulares diferencian funcionalmente sus células para detectar estímulos o para desencadenar respuestas. El autor considera que el sistema nervioso complejo surge, evolutivamente, por enriquecimiento relacional de propiedades presentes en ciertas células primitivas que, en su madurez evolutiva, han llegado a desarrollar la base estructural de un sistema nervioso primitivo1.
En otras palabras, el mundo de la homeostasis está compuesto principalmente por fenómenos no conscientes. Precisamente, este es uno de los hechos que, según él, nos lleva al equívoco de pensar que el mundo de la conciencia es ajeno a la homeostasis y que, por tanto, la mente persigue fines ajenos a la supervivencia. Por el contrario, lo que fenómenos no conscientes y conscientes tienen en común es que ambos son tipos de mecanismos homeostáticos y, por tanto, orientados a mantener la vida de un organismo2.
Si, para Aristóteles, vivir para el viviente es ser (De anima II, 4, 415b: 13), según Damasio, homeostasis explica el conjunto de acciones que definen al viviente y por las que éste persiste en el ser. No obstante, a diferencia de Aristóteles, Damasio elimina toda connotación teleológica en su teoría del origen de la vida: la vida es fruto de fuerzas físicas ciegas y de la selección natural. Damasio toma como premisa que cualquier conducta de un ser vivo tiene como búsqueda de la homeostasis. A partir de ella, Damasio pretende entender la conciencia y la cultura desde los parámetros de funcionalidad para la supervivencia de la especie y del individuo, de lo que es útil.
Damasio da un paso más al incorporar la noción de homeostasis mental a partir de su idea de protoser entendida como una colección coherente de pautas neurales que representan, momento a momento, el estado estructural y funcional del organismo. Su funcionamiento está basado en una sucesión dinámica, continua, de cambios de perfil del organismo dentro de unos límites, conectado con procesos encargados de regular el estado del organismo.
Predicamos el ser de algo cuando una realidad dinámica puede establecer una representación sistémica, que cambia ligeramente con el paso del tiempo, pero que resiste gracias a él. La estabilidad hecha representación —el ser— es necesaria para que el organismo establezca una relación funcional con objetos que le rodean, así como para la coherencia en la toma de decisiones. Luego, la mente está destinada a servir al cuerpo. Sin cuerpo, no hay mente y si uno es el cuerpo, una también es la mente. Por lo tanto, la noción de homeostasis de lo mental en la obra de Antonio Damasio se refiere al equilibrio dinámico y continuo que el cerebro y el cuerpo buscan mantener para asegurar el bienestar psicológico y emocional de un individuo. Damasio sostiene que, al igual que el cuerpo busca constantemente mantener la homeostasis física, el cerebro también busca mantener un equilibrio mental y emocional para el bienestar general de la persona.
III. Primera clave de lo humano: Reflexión emocional
El primero de los conceptos claves que le sirve a Damasio para comprender lo humano es la idea de la reflexión emocional. Damasio utiliza el término emoción para designar un conjunto de respuestas objetivables, tanto químicas como neurales, que conducen a la creación de circunstancias ventajosas para el organismo (Damasio, 2001: 52/Damasio, 2005: 55). Una emoción sería, en consecuencia, un programa motor innato al que se añaden algunas estrategias cognitivas que, en conjunto, tienen como finalidad la conducción de la vida (Damasio, 2010: 175). Ahora bien, la magnitud de la emoción depende del proceso cognitivo que se desarrolla conjuntamente con el estado emocional (Damasio, 2005: 72). El aprendizaje asociativo conecta, de esta manera, emociones y pensamiento. Por supuesto, resulta más fácil recordar los acontecimientos relacionados con episodios emotivos que reexperimentar las emociones vividas (Flórez, 2000: 147).
Derivado del concepto emoción, Damasio introduce una nueva idea: el marcador somático. El marcador somático es un tipo de alarma automática que avisa al organismo respecto a un peligro potencial en un determinado curso de acción, proceso que ayuda al organismo a reducir el rango de elecciones a una matriz manejable. Con la hipótesis del marcador somático, Damasio integra a la emoción en una teoría general de la racionalidad. Para el autor, toda decisión humana es producto tanto de mecanismos emocionales como de procesos cognitivos. En la mayor parte de los casos, estos marcadores nos apartan de alguna elección de la que la experiencia nos disuade, aunque también puede alertarnos con respecto a una excelente oportunidad. De esta manera, se marca la situación como un futuro posible bueno o malo. Así, concluye Damasio, todas las experiencias se marcan emocionalmente de tal modo que si en el futuro se ha tomar una decisión, ésta pueda hacerse del modo más rápido (Damasio, 1994b: 72/1995: 20-24/1998: 258/Adolphs, 2000: 194-213). En conclusión, la hipótesis del marcador somático es una propuesta de explicación de la racionalidad en clave emocional: antes de todo proceso racional hay siempre un acto emocional. Si no hay componente emocional, la cognición fallará. Damasio pretende devolver a las emociones al lugar que merecen y, para ello, presenta el cerebro como el teatro de las emociones, y las emociones serían lecturas de los cambios que tienen lugar en el cuerpo. El problema es que, bajo tal perspectiva, si el cerebro se presenta como ese teatro de las emociones, conduce a Damasio a un nuevo tipo de dualismo, que es precisamente lo que presume haber superado.
El rechazo moderno al estudio de la emoción corre paralelo, en su opinión, a la falta de una perspectiva evolutiva de la mente y del cerebro (con la excepción de Darwin), al olvido de la idea de regulación homeostática del cerebro (exceptuando, en este caso, a Edelman) y con la ausencia de una noción de cuerpo en las ciencias de la mente. Lo particular de la propuesta de Damasio sobre la emoción es que las hace descender del plano fenomenológico hasta el nivel físico, al concebirlas como plenamente objetivables. Y sólo en este contexto adquiere sentido, y valor podría añadirse, su tesis de que no aprendemos emociones sino la unión entre hechos y una emoción.
Con este modelo, Damasio ofrece una teoría de las emociones inconfundiblemente no cognitivista ya que se refiere al proceso emocional en términos de un conjunto de respuestas cerebrales, somáticas y conductuales que ocurren tras la percepción o el recuerdo de un objeto. Sin embargo, también hay que reconocer que este planteamiento adolece de una explicación clara del modo como es posible sentir orgullo, vergüenza o culpa sin tener en mente la representación valorativa, no sólo del objeto, sino también de las situaciones complejas que dan lugar a tales emociones.
Quizá lo más significativo de este ordenamiento es que las estructuras cerebrales, involucradas en la regulación biológica básica, también intervienen en la armonización conductual, y son indispensables para la adquisición y el funcionamiento normal de los procesos cognitivos, de razonamiento y en la creatividad (Damasio, 2003a: 146).
IV. Segunda clave de lo humano: la ética sentimental
Para introducir la cuestión de fondo ya adelanto que, de acuerdo con el autor, lo que un ser humano señala cuando habla de sí mismo lo hace como un sentimiento y no un cuerpo orgánico o una capacidad intelectiva. Éste es la segunda clave para la comprensión damasiana de lo humano. Por un lado, la identidad humana trasciende nuestros límites ya que son las acciones-en-el-medio las que constituyen las representaciones que pueblan el cerebro. Por otra parte, Damasio considera que estas capacidades intelectuales conforman los sentimientos.
Podríamos decir que la obra de Antonio Damasio se articula en torno al problema de los sentimientos, que es un intento por definir lo que él considera piedra angular entre la homeostasis básica y los mecanismos de autorregulación más sofisticados. El sentimiento es una parte del proceso emocional, es la percepción cerebral del estado del cuerpo. La diferencia con la emoción es, por tanto, la misma que existe entre el todo y las partes. Si tras la emoción surge un estado emocional, por su parte, el sentimiento se refiere al resultado de ese estado emocional que, en palabras de Damasio, es un complejo estado mental. Este estado mental incluye, por una parte, la representación de los cambios que están ocurriendo en el propio cuerpo y, por otra parte, diversas alteraciones en el procesamiento cognitivo (Damasio, 1998: 84-86).
Expresándolo con un tecnicismo habitual en Filosofía de lo Mental, los sentimientos son metarrepresentaciones producidas en estructuras cerebrales de segundo orden (Damasio, 2001: 291/2003a: 152). El único modo que tiene el organismo de predecir su vida sentimental es aprendiendo cómo éstos suelen conectarse a los problemas cotidianos3. El origen del sentimiento está en un cuerpo que está siendo cartografiado continuamente en varias estructuras cerebrales y que posee, en términos espinosistas, su conatus4.
Damasio ofrece, por tanto, una interpretación fenomenológica del sentimiento: es la experiencia que el sujeto tiene de su actividad psíquica, el consenso social sobre ella y la experiencia objetiva de las manifestaciones externas de esa actividad (lenguaje, acción, etc.), tal como pueden ser evaluadas por otros. Los sentimientos son, por tanto, las primeras imágenes que acontecen en el proceso neural. Nuestro autor se da cuenta de que cuando experimentamos una emoción, se presenta la posibilidad de yuxtaponer esa reacción concreta con varias ideas prexistentes que se relacionan con el objeto que la ha causado. Cuando percibimos todo (el estímulo que lo ha generado, la reacción en el cuerpo y las ideas que acompañan esa reacción) acontece el sentimiento. El conjunto de estas imágenes, y otras más sofisticadas, es lo que conforma, según Damasio, la mente5. De nuevo aparece aquí otra de las tesis no reduccionistas de Damasio: lo mental es un fenómeno emergente generado en los organismos vivientes.
Para Damasio, sentir es acceder a la representación de un estado particular del cuerpo que nos permite conocer, por ejemplo, que existimos y que existe nuestro alrededor, en el lenguaje de la mente (Damasio, 2003a:140/2005: 85). Damasio establece una importante diferencia entre tener un sentimiento y conocer ese sentimiento. Este último incluye conciencia6. La conciencia añade a la experiencia de sentimiento la capacidad de valorar el impacto interno de las emociones, realzando la capacidad del organismo para responder adaptativamente (Damasio, 2001: 65 y 285-288). Los sentimientos que acompañan a estados favorables, en donde la regulación vital se hace eficiente, se califican como positivos y se caracterizan por variedades de placer. Mientras que los sentimientos que acompañan a estados caóticos y fuera de control se califican como negativos y se caracterizan por variedades de dolor7 (Damasio, 2005: 129). En definitiva, el sentimiento permite planear respuestas específicas, adaptativas y personales, que complementen a la emoción y amplíen su alcance, proceso que da a lugar a la conciencia (Damasio, 2001: 289).
La comprensión de los sentimientos le llevará a Damasio a la construcción de una teoría del ser humano que influirá, según él, en la gestión de la vida pública, mediante la incorporación de principios capaces de aumentar la prosperidad de la vida humana (Damasio, 2005:14)8.
IV.1. Ventajas de los sentimientos
La primera aplicación ventajosa para lo humano se produce durante el proceso de toma de decisiones, que se define como la habilidad para seleccionar el curso de acción más adaptativo para el organismo entre el conjunto de posibles alternativas conductuales. Es un proceso complejo que incluye la consideración de aspectos cognitivos de la situación, las contingencias de recompensa y castigo de cada opción y las señales emocionales asociadas a cada posible respuesta9.
Los sentimientos alertan al organismo sobre el problema al que la emoción ha reaccionado, sobre las circunstancias buenas o malas así como el impacto de las emociones. Así, con el sentimiento, el ser humano memoriza sus experiencias como respuesta a las circunstancias dadas en el entorno, lo que supone una nueva gestión de la vida (Damasio, 2005: 171). La vida sentimental es, en definitiva, la más primitiva expresión del yo, de le mente y de la inteligencia del hombre.
La segunda aplicación del sentimiento a la que hace referencia Damasio está relacionada con lo que denomina sistema ético. Este sistema permitiría que los individuos de una determinada generación encuentren soluciones a partir del acúmulo gradual de sabiduría obtenida de pasadas experiencias sociales. Para ello, una parte de los sentimientos está orientada a inducir la preocupación por los sentimientos de los otros. Y, en efecto, cuando este proceso de inducción falla, ya sea por motivos accidentales o por una mala gestión sentimental, es cuando surgen ese tipo de conductas que denominamos inmorales (Damasio, 2005: 161-162). Spinoza ejerce gran influencia en Damasio y en los argumentos éticos que, a partir de su teoría se derivan, se acepta el fundamento racional de los sentimientos y, con ello, se asume una ética fundada en la autorregulación (Spinoza, Ética, Cuarta parte, Proposición 18).
La regulación de la vida adulta, según Damasio, no sólo va a realizarse por deseos, emociones y sentimientos propios sino también por los de los demás, expresados en las convenciones y normas éticas. Éstas últimas no son sino mecanismos de homeostasis social cuyo fin último es la regulación de la vida. Y es que, a medida que las sociedades humanas se hacen más complejas, es comprensible que la supervivencia y regulación precise de otros mecanismos de gestión ya no automáticos. En este sentido, las emociones y los sentimientos han sido fundamentales para asegurar, según el autor, los fines del grupo y para buscar los medios adecuados de gestión social. Como criaturas racionales, llegamos a comprender que es preferible concertar un acuerdo entre los hombres que nos haga renunciar a deseos contrapuestos y a la búsqueda de nuestros intereses. Ahí reside el principio de toda norma social: si los individuos se unen, y acuerdan vivir conforme al juicio general de todos, sus intereses particulares quedan mejor salvaguardados. En conclusión, las convenciones éticas son extensiones de los mecanismos homeostáticos básicos a un nivel social y cultural.
Los sentimientos de empatía no son innatos, nos afirmaba Spinoza, sino que han de aprenderse a usar. Aquí es donde entra en juego la sociedad o la cultura, gracias a la cual logramos reconocer si algo está bien o mal. También para Damasio, el objetivo de una buena educación es organizar nuestras emociones y sentimientos de tal modo que podamos cultivar las mejores emociones y eliminar las peores, al más puro estilo espinosista. Ese sería el propósito de una educación racional: la búsqueda de emociones competentes adecuándolas a los requerimientos de una cultura determinada.
Damasio, desarrollando la teoría social de Spinoza, establece una clara diferenciación entre fines y medios. La historia de la humanidad debe ser entendida, a este respecto, como el camino de búsqueda de los medios para conseguir los fines. Básicamente, se fundamentarían en no dañar a los demás y, por el contrario, promover el bien de los otros, aumentar el bienestar y reducir el sufrimiento. La enorme dificultad para gestionar los fines sin encontrar los medios se solucionaría, en parte y según el autor, a partir del reconocimiento de que los sentimientos sirven para mantener los fines que el grupo considera fundamentales y suponen una guía para la gestión de los medios. Opina que, si los sentimientos clasifican nuestra vida, también pueden clasificar la vida dentro de un grupo humano (Damasio, 2005: 161). Por supuesto, cabe imaginar la posibilidad de que el nivel de eficiencia en la gestión de asuntos sociales no sea igual que para la gestión de la vida individual. Es ahí donde sitúa la raíz de manifestaciones como el tribalismo, la violencia, el racismo, la tiranía o el fanatismo religioso, conductas que parecen provenir del fracaso de políticas sociales que han despreciado el significado biológico de las emociones y sentimientos sociales (Damasio, 2005: 266-267).
Una tercera función de los sentimientos es el sostenimiento de los acuerdos políticos (Creighton, 2004:1892). Los contratos sociales y políticos, con el fin de buscar un acuerdo social, son extensión de la autopreservación y de la homeostasis del grupo social, y persiguen asegurar la supervivencia y el bienestar, puesto que surgen de negociaciones culturales bajo la influencia de emociones sociales (Damasio, 2005: 164). Por eso, dice Damasio, consentimos en traspasar a un soberano nuestro natural derecho y poder, que mantendrá el acuerdo entre los miembros de la sociedad —el contrato social— promulgando leyes que sirvan a los intereses de los gobernados. En virtud del deber contractual, los gobernantes garantizarían la vida de los individuos, acorde con la paz pública y con el bienestar y seguridad de la sociedad. Las leyes y las instituciones políticas, en cuanto que son dispositivos homeostáticos de mayor nivel, están conectadas con apetitos, emociones sociales y sentimientos que promueven dicho bienestar (Damasio, 2010: 406-407).
La cuarta y última función que otorga Damasio a los sentimientos, culminación de todo lo anterior, se refiere a la gestión del dolor, del sufrimiento y de la muerte, todas ellas situaciones que alteran nuestro proceso homeodinámico. El anhelo de autopreservación y de corrección es una respuesta a la aflicción provocada por la inquietud que provocan dichas experiencias de fatalidad. El organismo integra las emociones negativas en el contexto de su historia personal, lo que permite una acomodación de la angustia, el dolor o la muerte en una trama de sentido que les otorga el valor que, por sí mismos, carecen (Damasio, 2005: 251). Es decir, se trata de la comprensión racional de los acontecimientos naturales (Damasio, 2005: 254). Por supuesto, esta integración incluye no solo el mundo vital del organismo individual sino también el nicho social en el que está integrado. Esto permitía, por un lado, guiar el comportamiento humano más personal (Damasio, 2005: 173) y, por el otro, predecir futuros valorativos (Damasio, 2005: 143).
Damasio compara dos modelos de racionalidad: la razón tradicional de Platón, Descartes o Kant y la ya comentada hipótesis del marcador somático (Damasio, 2003a: 163). En la primera perspectiva, el organismo inteligente debe dejar las emociones fuera de la racionalidad para alcanzar los mejores resultados. Para Damasio, una solución puramente racional requeriría muchísimo tiempo para poder imaginar todas las posibilidades existentes, así como predecir la evolución de los acontecimientos y hacer, además, un cálculo de ventaja/desventaja de cada uno de los supuestos y de las consecuencias de todas ellas. Damasio niega que los procesos estrictamente racionales sean los que se encarguen de resolver por sí solos la mayor parte de decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana (Damasio, 2003a:157)10.
En el marcador somático se integra información sobre el conocimiento actual del mundo exterior, sobre preferencias reguladoras innatas, y sobre el estado corporal y su modificación por dicho conocimiento (Walston, 2000: 161). Pero además, puede provocar la generación de imágenes referentes a cómo serían las cosas si tomáramos la decisión. A lo largo de nuestra vida, aprendemos a emocionarnos ante determinados estímulos y éstos quedan grabados en nuestra memoria. Se crea, de modo inconsciente, una base de datos de todo lo que nos ha emocionado que sirve para evocar un esbozo de la reacción emocional que la situación real provocaría en nosotros. Además, el marcador somático permite categorizar las situaciones, conectando la información de la experiencia con estados corporales alegres o penosos. El resultado de esta clasificación le permite al cerebro descartar con gran rapidez las posibilidades de actuación que han sido, por así decirlo, calificadas como desagradables en ese breve examen emocional. Y, por el contrario, en el caso de las posibilidades marcadas positivamente, le abre el camino a preseleccionarlas para darles preferencia como candidatas a la elección final.
No es que el marcador somático delibere o razone sino que califica automáticamente las predicciones, convirtiéndose en un mecanismo de predisposición (Damasio, 1996: 1413). Los sentimientos guían las decisiones que afectan a la supervivencia y a la calidad de vida, permitiendo al cerebro construir las metarrepresentaciones sobre las relaciones entre mundo interior corporal y mundo exterior ambiental (Craig, 2002: 661). Por eso, Damasio propone que las emociones sirven de suplemento a la lógica y a la inteligencia humana.
V. Tercera clave de lo humano: una teoría gradualista de la conciencia
La filosofía de la mente ha pretendido explicar el concepto de conciencia a lo largo de casi un siglo, con resultados dispares. Cualquier persona capaz de pensar reconoce la naturaleza íntimamente consciente de sus pensamientos, idea que suele ir asociada a la de que cada individuo es propietario de una mente (Damasio, 2010: 20).
Esta perspectiva es la que adopta Damasio: la conciencia es la presencia de una mente con un yo, que sabe de su existencia y de la existencia de objetos a su alrededor, que permite ir construyendo una narración de nosotros mismos y de nuestra vida (Damasio, 2010: 27). La perspectiva de primera persona sobre sí mismo es, bajo dicha descripción, esencial a la noción de conciencia (Damasio, 2010: 241). Desde un punto de vista representacional, la mente apelaría a un proceso marcado por un flujo constante y temporalmente progresivo, ininterrumpido. de pautas mentales (imágenes que pueden provenir de cualquier modalidad sensorial), las cuales estarían interrelacionadas (Damasio, 2001a: 342). El término conciencia haría referencia al reconocimiento de las modificaciones experimentadas en el propio ser debido a la presencia de un estímulo. La conciencia describe la percepción o captación de uno mismo como observador de algo, como agente respecto a algo y como propietario de lo que pensamos (Damasio, 2001: 22). Ello es lo que da lugar a la «sensación del yo en el acto de conocer», mediante el registro sistemático de las modificaciones que se producen en la representación del organismo junto con las causas que las han provocado (Damasio, 2010: 56). Esta nueva entidad puede además, empleando la memoria de objetos y acontecimientos pasados, reconstruir una autobiografía que es erigida, en el tiempo presente, en lo que suele denominarse como personalidad (Damasio, 1989: 54).
En el caso de Damasio, la hipótesis de la conciencia se apoya en datos de alcance fenomenológico. El problema metodológico respecto al modo de conocer la conciencia en tercera persona (el conocimiento científico de la intimidad de los fenómenos de la conciencia y la teorización sobre el estado mental a partir de la observación del comportamiento externo) trata Damasio de correlacionarlo con las pruebas recogidas con los fenómenos neurobiológicos. Esto sería suficiente porque, según Damasio, los procesos de la mente, incluso los de la conciencia, dependen, causan y se correlacionan con la actividad cerebral (Damasio, 2001: 92-94).
V.1. Niveles de conciencia
La descripción que hace Damasio de la conciencia está inspirada, principalmente, por el pensamiento de Spinoza y W. James. Para Spinoza, por un lado, la mente es idea de idea y, según Damasio, la conciencia es el yo que se da cuenta de las imágenes o representaciones, esto es, ideas de las ideas. La conciencia interviene en los procesos de emoción y sentimiento, atención, vigilia y sueño así como en el aprendizaje (Damasio, 2001: 95). Es decir, la conciencia permite una extensión de los mecanismos automáticos de homeostasis en entornos complejos e impredecibles.
Damasio distingue varios tipos de conciencia que conciernen a los diferentes grados en el que el sí mismo se halla presente en la mente según circunstancias. En primer lugar, un precursor biológico de la sensación de ser, el protoser, que representa la unificación sensitiva anterior a la aparición de la conciencia. En segundo lugar, identifica un tipo básico y simple, la conciencia central. Y, por último, identifica una forma compleja, la conciencia ampliada que produce el ser autobiográfico. La tesis de Damasio es que el segundo tipo de conciencia se construye sobre el primero, así como el ser autobiográfico surge sobre el ser central, de modo que para comprender las funciones exclusivamente humanas es necesario estudiar las previas.
V.1.1. La experiencia del protoser
Desde un punto de vista fenomenológico, la primera y más simple representación del organismo (protoser) es denominada por Damasio de dos maneras: sensación espontánea del cuerpo vivo y sentimiento primordial primitivo (Damasio, 2010: 291). Pero lo que nos interesa del protoser es que lo utiliza como elemento de partida para rechazar la idea del homúnculo cartesiano. El protoser no es un conocedor, no interroga al ser ni interpreta nada (Damasio, 2001: 162 y 197). El protoser no está localizado en una única región cerebral, no supone conocimiento ni emplea lenguaje, ni supone percepción o interpretación. Tan sólo aporta la referencialidad de cada estado en que el organismo se encuentra (Damasio, 2001: 162).
El protoser se constituye con las correcciones fisiológicas que proceden del medio interno y de las vísceras, que son la fuente de la invarianza relativa del cuerpo (Damasio, 2010: 292); en segundo lugar, con los mapas del organismo que describen el cuerpo entero, y en tercer lugar, los mapas sensoriales dirigidos hacia el exterior (Damasio, 2010: 299). Así, el protoser es una plataforma estable en donde se inscriben los cambios que conlleva un organismo que interactúa con el entorno dando una sensación de estabilidad e individualidad.
V.1.ii. La conciencia central
Damasio habla de una conciencia de mínimo alcance, también llamada conciencia central, que es la conciencia del aquí y del ahora. Esta experiencia hace referencia a un sí mismo unificado resultado de establecer una relación entre el organismo y cada objeto con el que interactúa el organismo (Damasio, 2003a: 141-143).
La conciencia central es un fenómeno biológico estable a lo largo de la vida del individuo que se dispara ante la percepción o recuerdo de cualquier estímulo (Damasio, 2003a: 28). Éste es una entidad transitoria y constantemente actualizada para cada objeto con el que se relaciona el organismo. Gracias a la sensación de ser en un lugar y en un ahora, el organismo se convierte en protagonista de los contenidos mentales y, por lo tanto, de la noción de subjetividad (Damasio, 2010: 307). Por ello, la sensación de conocer sería la forma más sencilla en la que emerge un cierto conocimiento no verbal sobre las modificaciones producidas en nuestro cuerpo en relación a un objeto (Damasio, 2003a: 199).
Ese ser central es, de alguna manera, la conciencia de que somos una entidad y de que otras cosas, que no son yo, nos afectan (Damasio, 2001: 177). Estas metarrepresentaciones se generan de modo continuo, temporal pero permanente, gracias a la persistente disponibilidad de objetos-estímulo, que llegan desde el exterior o son recordados. Ahí radicaría la causa de la aparente experiencia de continuidad en el tiempo de la conciencia central. La imagen de sí mismo que tiene el organismo es la sensación interna de que existe un sujeto individual en la relación entre el organismo y el objeto, de que somos los propietarios de ese proceso de pensamiento y que podemos actuar sobre los contenidos del mismo (Damasio, 2003a: 132).
En otras palabras, la producción de pulsos de conciencia central garantiza la producción de sentimientos relacionados con el objeto, los cuales incrementan la vigilia y confieren grados de valor (gratificación, refuerzo, displacer) a las imágenes del objeto (Damasio, 2010: 312). Cuando recuperamos un objeto desde la memoria también se origina conciencia central. La causa es que no sólo almacenamos datos del objeto, sino también nuestras reacciones emocionales ante tal, así como el estado del cuerpo en el momento de aprehenderlo. Al recordar el objeto y las respuestas emocionales tenidas en su momento, se altera el protoser de modo similar a como lo hace un objeto percibido (Damasio, 2001: 92).
V.1.iii. La conciencia ampliada
Ahora bien, existe una conciencia de gran alcance, o conciencia autobiográfica, que permite que múltiples objetos registrados como experiencia vivida o futuro anticipado interactúen con el protoser (Damasio, 2010: 279). Es una forma compleja de conciencia que opera de modo estable a lo largo de toda la vida del organismo.
No hay ruptura con la conciencia central, sino una diferencia de grado (Damasio, 2003a: 201). Es el tipo de conciencia que proporciona una identidad, un pasado y un futuro anticipado. Gracias a ella, los recuerdos autobiográficos constituyen los objetos ante los que se reproduce la sensación de conocer, generando una sensación de ser conociendo, de obtener pulsos de ser central en un breve instante de tiempo en relación con contenidos de nuestra biografía (Damasio, 2010: 322).
En otro orden de cosas, el organismo debe mantener activas, simultáneamente y durante un tiempo sustancial, las imágenes que definen el ser autobiográfico y las imágenes que definen al objeto. Esta capacidad sólo se da en organismos dotados de memoria sustancial y capacidad razonadora. Dicha capacidad no pude ser estrictamente entendida como inteligencia (capacidad de manipular conocimiento de un modo afortunado y poner en práctica nuevas respuestas), ni tampoco es un tipo de memoria de trabajo (Damasio, 2003a: 204 y 226). Además, para Damasio, la conciencia no surge después del lenguaje, si bien el lenguaje contribuye decisivamente en formas superiores de conciencia.
La posesión de la conciencia ampliada permite la atención no sólo en ámbito externo sino también en el entorno mental: planea conductas complicadas actuales y de futuro, y es necesaria para el despliegue de los diversos modos sensoriales (Damasio, 2003a: 207). Este es el modo en el que, para Damasio, la conciencia ampliada permitiría llegar a cúspide de las capacidades mentales del hombre: creatividad, conciencia colectiva, estrategias formales ante el dolor y la muerte, etc. A esto hay que añadir que la conciencia ampliada permite al ser humano alcanzar dos de sus más valiosas cualidades intrínsecamente vinculadas al arte, la ética y la ciencia: por un lado, la capacidad de superar la biología; y, por el otro, la búsqueda de la verdad y una dimensión ética. Esta cima ética es a lo que Damasio llama consciencia.
En conclusión, si la noción de identidad en Damasio presenta dos aspectos, singularidad derivada de la unicidad del cuerpo y estabilidad derivada de la invariabilidad relativa, ahora se complementa con el ser autobiográfico, cuya estabilidad no es incompatible con su continua reelaboración del pasado como del futuro (Damasio, 2003a: 150).
VI. Explorando la inteligencia humana desde la perspectiva de Damasio.
La mente, según nuestro autor, es el resultado de interacciones neuronales en el cerebro entre representaciones del cuerpo y del objeto externo con el que interactuamos. Una de las razones que apoyan esta hipótesis, para Damasio, es que la primacía del cuerpo esclarece la cuestión de cómo somos conscientes del mundo que nos rodea. Nuestro cuerpo es utilizado como base para las interpretaciones que hacemos del entorno y para nuestro sentido de la subjetividad. En el fondo, para Damasio, toda forma de razonar es una forma de manipular imágenes, de imaginar situaciones futuras y, también de suscitar las reacciones emocionales que se derivarían de ellas. De esta manera una posibilidad de futuro imaginada estaría marcada por una emoción somática. Así, la acumulación de marcadores somáticos sería un proceso de aprendizaje continuo que sólo cesaría con el fin de la vida. En este contexto cobra sentido la idea de Damasio de que nuestra mente es lo que somos: recuerdos, emociones, sentimientos y experiencias.
Un momento decisivo de la historia de los organismos vivientes superiores es la constitución de una conciencia que permite la experiencia de ser, la sensación de ser propietario de las propias sensaciones, del cuerpo en sí mismo, de las sensaciones internas y externas en los sentidos afectados, así como ser también propietario-actor de las acciones que permiten el dinamismo en un determinado hábitat para beneficio propio (Damasio, 2010: 26). Damasio propone que el término conciencia podría desdoblarse en tres sentidos: en un sentido psicológico, como percepción del yo por sí mismo (apercepción); en un sentido epistemológico, en cuanto sujeto de conocimiento; y en un sentido metafísico, que se refiere directamente al yo. Muy diferente es el término consciencia, o conciencia moral, el cual expresa el conocimiento del bien y del mal imputables a los actos o situaciones. Ahora bien, sólo creamos el sentido del bien y del mal una vez que sabemos de nuestro ser y el de los demás (Damasio, 2001: 318).
Hay una diferencia entre la regulación de la vida antes y después de la aparición de la conciencia que tiene que ver con el paso del automatismo a la deliberación. El cerebro produce una abundancia de imágenes (del cuerpo o del mundo exterior) que deben ser organizadas en narraciones coherentes. Esta selección permite una mejor evaluación del entorno y puede ser realizada bien por factores emocionales (marcadores somáticos) o por señales encubiertas (propensión o predisposición) pero siempre en función de las necesidades del organismo para una gestión eficaz de su vida (Damasio, 2010: 267-270). En otras palabras, la deliberación, bajo la dirección de una autobiografía y una identidad, es consecuencia de la conciencia, aunque sus resultados se limiten por predisposiciones, apetitos o emociones (Damasio, 2010: 407).
En resumen, podríamos decir que, inicialmente, el papel del sistema nervioso era ser protector del organismo. En este estadio, se adquieren las emociones, la sensación de dolor y las costumbres. A partir de estas sensaciones se producen las representaciones (sentimientos) que constituyen la conciencia central, nivel que tiene, como primera utilidad, la comprensión de su relación con una determinada situación en la que es protagonista directo, la posesión de una perspectiva individual. Si la conciencia es el medio más complejo para regular la homeostasis, es entendible que emoción, sentimiento, atención, vigilia y la regulación de los estados corporales se solapen con la conciencia central (Damasio, 2003a: 277). La conciencia definida por Damasio constituye el primer eslabón del conocimiento que sustenta, por un lado, las ideas posteriores de identidad y personalidad y, por el otro, la capacidad homeostática y de aprendizaje (Damasio, 2001: 28 y 36).
La conciencia permite el paso de un organismo dotado de reflejos innatos y de la capacidad de regular su medio interno, a otro netamente mental, preocupado por el mantenimiento de su propia vida (Damasio, 2001: 305). La tecnología, el arte, la ética o la ciencia son las culminaciones de este proceso que no habrían tenido lugar sin la presencia de la conciencia, en concreto autobiográfica (Damasio, 2001: 39).
La conciencia constituye una subjetividad que tiene, como primer acto de conciencia, el sentimiento de propiedad que un determinado estado corporal o mental. A partir de esta experiencia se construye posteriormente un yo que se autoafirma sujeto (narración). La conciencia es así, evolutivamente, un estadio final inevitable del proceso de unificación del sistema nervioso central. En la evolución progresiva hacia ese estado de conciencia es donde va produciéndose el tránsito evolutivo donde el organismo, con mayor o menor vaguedad difusa, va sintiendo su propia entidad orgánica unificada. Si el yo es lo que confiere unidad a los estados de conciencia, entonces el sentimiento del yo emerge desde una síntesis de información procedente de los órganos sensoriales, datos extraídos de la memoria y señales que proceden de emociones y sentimientos (Ivanitskii, 1991: 870).
Damasio no sólo aplica la noción de homeostasis al nivel de los fenómenos psíquicos sino también al nivel de los sociales. Esta última da razón de ser a conceptos como el de justicia, prosperidad, economía, política, arte, medicina, ética (Damasio, 2007: 6). Para él, la construcción evolutiva de la ética es neurobiológica, pudiendo la primera ser tenida en cuenta como una extensión de las disposiciones homeostáticas básicas a nivel de la sociedad y de la cultura. Toda realidad ética es vista, por Damasio, bien como proceso corporal-mental (aspectos de regulación biológica como mecanismos de castigo o premio, motivaciones, reciprocidad) y como parte de un dispositivo de supervivencia que aumenta la posibilidad de regulación social y cultural, que la naturaleza no ha contemplado (Damasio, 2007: 6). Las emociones y los sentimientos, según Damasio, pueden ser usados para crear mejores instrumentos de justicia y crear las condiciones de viabilidad de la misma (Damasio, 2005: 155).
El hecho de sentir como propias sus acciones es lo que permite asumir la responsabilidad moral (Damasio, 2010: 419). En este sentido, el enfoque de la dimensión ética de Damasio es utilitarista: los organismos vivos son organismos autopoiéticos cuya referencia fundamental, en lo que a los valores se refiere, es la propia supervivencia y autorreproducción de sus procesos homeostáticos. La regulación biológica que lleva a la supervivencia de los individuos se extiende, a través de la ética, en un espacio generante de la homeostasis sociocultural, que se añade como una nueva capa funcional de gestión de la vida realizada por la homeostasis biológica (Damasio, 2010: 420). De modo similar, la cultura se presenta aquí como la homeostasis sociocultural modelada por el funcionamiento de muchas mentes cuyos cerebros han sido construidos bajo la dirección de genomas específicos que los dirigen a la persecución del bienestar.
Según Damasio, la conciencia, las emociones y los sentimientos permiten el surgimiento de la religión, de la política, arte, ciencia y tecnología (Damasio, 2001: 16). Les permite a los hombres conocer no sólo que están vivos, sino también que estén preocupados por la subsistencia propia y la ajena (Damasio, 2003a: 17). Las emociones ayudan a describir las premisas de un problema, a tener en cuenta las opciones para resolver problemas inherentes a una situación, a intervenir en la elección entre ciertas opciones presentes o de futuro, a utilizar experiencias de premio y castigo para modular funciones cognitivas, a evitar la falta de resolución, o a adoptar la mejor decisión11.
La religión es otro de los grandes actos creativos humanos, dice Damasio. En todo caso, para él, igual que para Spinoza o James, es un proceso privado, personal, que precisa una racionalización de la emoción y del sentimiento ya que está dominado por alguna variante del sentimiento de alegría (Damasio, 2005: 263-265). Al ser las experiencias religiosas unos procesos mentales, Damasio encuentra una relación con un estado particular del organismo (un sentimiento) que engloba una subjetividad y una consideración del otro (Damasio, 2005: 165/2003b: 309)12.
Damasio intenta aquí establecer una relación entre las ciencias sociales y la biología, sin reducir la primera a la segunda. El principal puente entre ambas son los sentimientos grupales. Tal como ocurre en lo individual, en donde los sentimientos de cada persona representan el estado de la vida, a nivel de sociedades los sentimientos son expresión del bienestar humano (Damasio, 2005: 161).
La mente surge de un tejido biológico con las mismas características que el resto de tejidos del cuerpo, se desarrolla bajo las mismas leyes evolutivas y, como toda entidad biológica, también participa en ellas activamente. Las antropologías de Damasio y Spinoza, por tanto, coinciden en el marco de una antropología no antropocéntrica13. Lo que Damasio aporta es quién es el órgano representacional: rasgo distintivo del cerebro es la capacidad de crear mapas, gracias a los cuales se informa a sí mismo, y pueden ser utilizados de manera no consciente para guiar la conducta del cuerpo de modo eficaz. Y es la conciencia la que permite percibir estos mapas como imágenes14. Las pautas mentales, las imágenes, se conocen sólo subjetivamente (como dadas en el sujeto), en primera persona del singular. En cambio, las pautas neurales lo hacen de manera objetiva, y decimos en tercera persona. Damasio acepta, en parte, cierta identificación entre mental y cerebral (como un materialista reduccionista) pero mantiene al término mente como realidad, de algún modo también diferente del cerebro, acercándose a posturas emergentistas y dualistas. Hay signos suficientes como para afirmar, según Damasio, en primer lugar, que el nivel mental de los fenómenos biológicos tiene especificaciones adicionales que no están presentes en el plano neural, pues posee propiedades emergentes creadas a partir del mapa neural y, en segundo lugar, que la presencia en el cerebro de mapas mentales no hace por sí mismo que la mente emerja. Constituyen una condición necesaria pero no suficiente15.
Al cifrar al cuerpo en mapas, el cerebro crea la base de lo que será el sí mismo, la identidad reflexiva fundamental para dilucidar el problema de la conciencia, según Damasio. El sentido del yo es quien introduce una orientación en este nivel mental: la noción de que todas las actividades representadas en cerebro y mente pertenecen a un solo organismo cuya necesidad de autopreservación es la causa de los acontecimientos que se representan.
Ahora nos viene una de las cuestiones fundamentales de nuestro trabajo: la aproximación de Damasio a la pregunta sobre quién es el hombre, que es una cuestión de carácter monista, evolutivo y emergentista. Damasio no abunda en observaciones sobre el marco evolutivo básico. Pero debemos observar, seguidamente, que lo evolutivo está siempre implícito en sus análisis. También el particular emergentismo de Damasio ha sido tratado previamente. Recordemos que, aunque sitúa a los sistemas causales de la naturaleza de la mente humana en las redes neurales, también reconoce que cuerpo y cerebro forman una unidad funcional indisociable que responde al medio de forma holística, tanto en las respuestas externas (comportamiento) como en las respuestas internas, es decir, en aquello que en los organismos superiores llamamos mente.
Damasio se opone a quienes niegan la emergencia de la mente desde el cerebro cuando objetan que la compilación de datos sobre estados mentales son únicamente correlatos y no una descripción del verdadero estado mental. En realidad, es fruto de su ignorancia, debido a que el presunto abismo entre estados mentales y fenómenos físico-biológicos se deriva de la gran disparidad de los dos cuerpos de conocimiento: la buena comprensión de la mente por introspección, y los esfuerzos de la ciencia cognitiva y su completa especificación nerviosa a través de la Neurología. No hay tal abismo en Damasio, pues los procesos biológicos se corresponden con procesos mentales y son procesos mentales. Es decir, la mente, privada y personal, es de naturaleza biológica, aunque todavía no podamos describirla mediante expresiones biológicas y mentales.
Como respuesta a dichas objeciones, Damasio ofrece una respuesta mediante la división del problema mente-cerebro en dos partes. En la primera, utiliza la metáfora de una «película-en-el-cerebro» para designar la composición integrada y unificada de diversas imágenes sensoriales, como si la mente fuera un espectáculo multimedia. Esta parte requiere una cartografía de las activaciones bioeléctricas y bioquímicas, neurológicas. La segunda parte, relacionada con el problema de la identidad personal, concierne a la generación automática de un sentido de propiedad de esa «película-en-el-cerebro». La segunda anida en la primera, aunque separarlas constituya una estrategia útil de investigación, ya que cada una demanda su propia solución. Respecto de la segunda parte, Damasio halla el fundamento biológico del sentido del yo en los mecanismos cerebrales que representan, instante a instante, la continuidad del mismo organismo. De este modo, se crea una sensación de yo en el acto de conocer, lo que constituye la base para la perspectiva en primera persona que caracteriza a la mente consciente.
Antonio Damasio, conocido por sus contribuciones a la comprensión del papel de las emociones en el pensamiento y la toma de decisiones, ofrece una visión única sobre la inteligencia humana, que abarca aspectos biológicos, emocionales y cognitivos. Damasio argumenta que la inteligencia humana no se limita únicamente a la capacidad de procesamiento cognitivo, sino que también está intrínsecamente ligada a nuestras experiencias emocionales, sentimentales y a la homeostasis biológica. También enfatiza la importancia del proceso mediante el cual el cuerpo mantiene un equilibrio interno estable y la inteligencia humana. Argumenta que nuestra capacidad para adaptarnos al entorno y tomar decisiones efectivas (es decir, inteligencia) está intrínsecamente ligada a nuestra capacidad de regular nuestras necesidades biológicas y emocionales. La inteligencia, en este sentido, se manifiesta en nuestra capacidad para anticipar y satisfacer estas necesidades de manera eficiente. En su obra El error de Descartes, Damasio desafía la noción cartesiana de que la mente y el cuerpo son entidades separadas, y propone que la inteligencia surge de la integración dinámica entre procesos cerebrales, emociones y el cuerpo físico. El problema de la inteligencia natural empieza y termina, por tanto, con el comportamiento físico, químico, eléctrico y de desarrollo de las neuronas y, en especial, de los sistemas de neuronas. El oscuro enigma es el pensamiento (la conciencia, la inteligencia), y el mejor modo de resolverlo son la claras certezas objetivas que proporciona la neurobiología.
La propuesta de Damasio abre una interesante vía de discusión acerca de la relación entre la vida y la inteligencia. Para el neurocientífico, la inteligencia es un tipo de función autorregulatoria de un sistema dinámico. Con todo, Damasio tiene razón en algo: vida e inteligencia son modos de ser intrínsecamente relacionados. Vivir es coexistencia, y no sólo entre lo que es el viviente y lo que es el medio, sino también entre lo que el viviente es y lo que todavía no es, entre su presente y su futuro. Este principio es subjetivo en dos sentidos distintos. Primero, en sentido ontológico, porque su existencia en la realidad se otorga a los vivientes sobre los que se predica una interioridad o límite identitario. Segundo, en sentido epistemológico pues, como antes mencioné, se conoce a través de las experiencias vitales subjetivas propias y, a través de ellas, de manera indirecta y por analogía, de las de los otros.
Descartes con la famosa teoría de la glándula pineal ofrecía una solución tipo Deus Ex Machina. Las imágenes son vistas —el conocimiento surge—, de modo misterioso, en un encuentro entre la sustancia pensante y la sustancia material. No se puede decir lo mismo de Damasio. Quizá parte de la explicación se encuentre en el hecho de que el representacionismo neural de Damasio es más evidente puesto que, en dicho planteamiento, se sustituye el misterioso homúnculo por un fenómeno complejo que comparte los rasgos esenciales de los objetos sobre los que se construye. En sentido estricto, los mapas neurales no representan o informan de nada, al menos por ellos mismos. Es el ser humano el que se informa, el que conoce a través de ellos. Lo contrario es antropomorfizar la realidad. El problema está en que Damasio acaba atribuyendo toda la responsabilidad de la cognición a los procesos de cartografía neural. Y es aquí donde cae en la falacia mereológica. El cerebro humano colabora en el proceso cognitivo, en la percepción, en la toma de decisiones, pero el que conoce, percibe y decide no es el cerebro sino el ser humano, la inteligencia humana.
La conclusión que Damasio extrae de esta hipótesis no es trivial: la identidad e inteligencia humana ha de entenderse en clave emocional, es decir, hay que romper con la clásica definición que, para muchos, significaba enfrentar y privilegiar lo racional sobre lo emocional. De acuerdo con Damasio, lo que un ser humano señala cuando habla de sí mismo es un sentimiento y no un cuerpo orgánico. La identidad humana excede los límites epidérmicos en tanto que nuestra acción en el medio es constitutiva de las diferentes representaciones que construye el cerebro. Y Damasio cree que las capacidades intelectuales conforman los sentimientos, lo que no significa que sean parte de ellos. En términos prácticos, esto implica que la razón únicamente desempeña una función instrumental, tanto en la adaptación al medio como en la elaboración sentimientos. Su hipótesis del marcador somático apela justamente a la posibilidad de encontrar un vínculo entre la adaptación inteligente del organismo al medio y la criba de sentimientos placenteros, la eficiencia y la adaptabilidad. Del marcador somático procede, por tanto, toda normatividad y valor. La normatividad surge y cobra sentido, de acuerdo con Damasio, en el yo autobiográfico, esto es, en ese sentimiento que nos singulariza a través de nuestra biografía, y no en el organismo propiamente dicho. En esta aproximación, el valor de la ciencia o del arte reside en el sentimiento que despiertan dichas actividades en los seres humanos y no en los valores trascendentales por las que clásicamente han sido perseguidos —el bien, la verdad y la belleza—.
VII. A modo de coda final
Para Damasio, lo humano se entiende mejor desde una perspectiva integradora que reconoce la interdependencia entre la biología, la mente y el entorno social y cultural.
Una de los argumentos fuertes que ofrece Damasio es su teoría del cuerpo. De modo que, cuando otorgamos primacía metodológica al cuerpo, queda esclarecida la cuestión de cómo somos conscientes del mundo que nos rodea representado en el cerebro. La teoría de Damasio considera que sólo las representaciones sensoriales que interactúan con representaciones del cuerpo generan conciencia. Por tanto, las emociones y sentimientos, nuestra experiencia y acciones, estarán influenciados por nuestro cuerpo y cerebro. Por tanto, la clave es entender lo humano, para poder diferenciarlo de otros conceptos derivados de la Inteligencia Artificial o el Transhumanismo.
En segundo lugar, para Antonio Damasio, una de las características fundamentales que diferencia al ser humano es la capacidad para experimentar emociones y sentimientos. Las emociones son componentes esenciales que influyen en nuestras decisiones, percepciones, comportamientos y en la formación de la identidad personal, la capacidad de reflexionar sobre estas emociones, de sentir empatía, de planificar el futuro y de imaginar posibles escenarios. Esta capacidad para la reflexión consciente sobre las emociones y los sentimientos es lo que distingue a los humanos de otras especies y tecnologías. Por lo tanto, la inteligencia humana no puede entenderse plenamente sin tener en cuenta el papel de las emociones y los sentimientos en la cognición.
Aún mas audaz se me antoja su teoría de los juicios morales. Para Damasio, el sentimiento es la cualidad mental que permite la percepción directa y momentánea del lenguaje del cuerpo en un estado particular. Frente al concepto de razón kantiano, él propone su hipótesis del marcador somático que integra el conocimiento actual, la memoria y el anticipo emocional, permitiendo una categorización de cualquier situación. El marcador somático convierte la emoción en la bisagra entre la racionalidad y la conducta.
En consecuencia, lo humano es un ser consciente capaz de experimentar y reflexionar sobre su propia existencia y el mundo que lo rodea. La conciencia emerge de la actividad cerebral y la interacción con el entorno. La idea más importante del autor es que la comprensión de la mente humana requiere una interpretación orgánica. Para esta interpretación, la noción de homeostasis (orgánica y mental) es clave. Sólo a través de ella es posible entender que el organismo sea el precursor biológico de la sensación de ser, la cual surge gracias a la capacidad del cerebro de representar al organismo vivo en el acto de relación con el entorno. Damasio salta de la metarrepresentación sentimental a la intuición spinoziana de conatus: el principio de autoconservación como primera ley de regulación en todo ser viviente, que se manifiesta en una especie de sabiduría neurobiológica congénita.
El segundo pilar en el que se asienta esta interpretación es que la homeostasis es un mecanismo orientado a la supervivencia, fin que da sentido y al que se reducen las manifestaciones humanas. A la luz de estas dos claves, la conciencia es el proceso por el que se genera el conocimiento de las imágenes que el cerebro crea con la ayuda de los sentidos. Produce, además, la vivencia del organismo como unidad, que es la principal herramienta de los sistemas inteligentes para adaptarse y transformar inteligentemente el entorno. Sólo por las funciones conscientes, el organismo posee la noción de propietario, de observador y de agente. Sin embargo, esta ideas de ideas, la conciencia, no pasa de ser un fenómeno puramente biológico. Por tanto, Damasio afirma que mente, subjetividad y conciencia son epifenómenos de la actividad neuronal en el creciente dinamismo homeostático de salvaguarda de la estabilidad.
Por último, Damasio reconoce que el hombre no existe en aislamiento, sino que está inmerso en contextos sociales y culturales específicos. Nuestra identidad y experiencia están moldeadas por nuestras interacciones con otros seres humanos y por las normas, valores y creencias de la sociedad en la que vivimos. La capacidad para formar sociedades complejas, desarrollar sistemas de comunicación sofisticados y crear arte y tecnología, dicho en otras palabras, la inteligencia humana se basa en gran medida en nuestra capacidad para experimentar emociones y sentimientos de manera consciente arraigados en contextos sociales y culturales específicos16. Damasio reconoce que no sabemos con seguridad la manera como el cerebro produce esta mente.
En definitiva, desde los tiempos de Descartes y anteriormente, el problema ha sido comprender cómo la materia puede ser inteligente. Aceptar que los mecanismos neuronales son racionales supone dar un salto categorial. La ambigüedad de Damasio cuando habla de la equivalencia entre mente y cerebro reside en que, por un lado, acepta la identificación de ambos términos como lo haría un materialista reduccionista, pero al mismo tiempo mantiene la mente como realidad diferente del cerebro, acercándose al emergentismo y al funcionalismo. En definitiva, la perspectiva de Antonio Damasio ofrece una base sólida para la integración de la inteligencia artificial con aspectos emocionales y biológicos de la inteligencia humana. Al considerar la complejidad de la mente y el cuerpo, nos puede ayudar a encontrar formas de desarrollar sistemas de Inteligencia Artifical más éticos, eficientes y adaptativos, que se alineen mejor con nuestras comprensiones actuales de lo que significa ser inteligente, siguiendo la perspectiva de Damasio.
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Miguel Grijalba Uche: Profesor en Filosofía, Política y Economía en la Universidad Isabel I (Burgos) e investigador.
Líneas de investigación:
– Filosofía contemporánea: Heidegger y su conexión con Foucault; derivas heideggerianas: K. Jaspers, E. Jünger. Filosofía de la finitud y de la enfermedad». Filosofía del desarraigo.
Publicaciones recientes:
– Grijalba, M. (2024). «Notas polémicas en la hermenéutica de la Lección sobre Nietzsche, de Michel Foucault». Dorsal. Revista de estudios Foucaultianos, 16: 95-117.
– Grijalba, M. (2022). «El amor mundi de Hannah Arendt como fundamento de su idea de la política». Differenz, 8: 107-126.
– Grijalba, M. (2020). «Claves hermenéuticas para el análisis de los artículos sobre Irán de M. Foucault». Pensamiento, 76, 290: 491-504.
1. Globalmente, el conjunto de alteraciones define un perfil de separaciones de una gama de estados promedio que corresponden al equilibrio funcional, u homeostasis, dentro de la cual la economía del organismo opera probablemente de manera óptima, con menos gasto de energía y ajustes más simples y rápidos (Damasio, 2001:132).
2. La conciencia es valiosa porque introduce un medio nuevo de conseguir la homeostasis. No me estoy refiriendo a un medio más eficiente de equilibrar el medio interno que la maquinaria completamente no consciente que llevamos desde hace tanto colocada en el tallo cerebral y el hipotálamo. Me refiero a un medio nuevo de resolver distintas clases de problemas que, sin embargo, están conectados con los problemas de la regulación homeostática resueltos por medios previamente existentes (Damasio, 2001: 305).
3. Los sentimientos pueden ser tan mentales como cualesquiera otras percepciones, pero los objetos que se cartografían son partes y estados del organismo vivo en el que surgen los sentimientos (Damasio, 2003a: 90).
4. Los sentimientos nos guían en el instinto de conservación, ya que nos permiten tener en cuenta los resultados derivados del organismo emocionado (Damasio, 2001: 288/2005: 80).
5. Los sentimientos de dolor o placer, o de alguna cualidad intermedia, son los cimientos de nuestra mente (Damasio, 2005: 9).
6. Los sentimientos son los antepasados de la conciencia (Damasio, 2001: 316).
7. Aquí solo quiero dejar claro que nuestro cerebro recibe señales procedentes de lo profundo de la carne viva y de este modo proporciona mapas locales, así como globales, de la anatomía íntima y del estado funcional íntimo de dicha carne viva (Damasio, 2003b: 127).
8. Hemos visto que el sentimiento emerge cuando la colección de pautas neurales que contribuyen a la emoción suministra una imagen mental. Es entonces cuando puede decirse, con propiedad, que el organismo conoce sus emociones. Pues bien, gracias a dicho conocimiento el organismo puede llevar su autorregulación hacia una armonía mayor (Damasio, 2005: 54).
9. Razonar y decidir pueden ser tareas arduas, pero lo es especialmente cuando están en juego la vida personal y su contexto social inmediato. En términos generales, decidir bien en este dominio es elegir una respuesta que a la postre sea ventajosa para el organismo en términos de supervivencia y, directa o indirectamente, de la calidad de esta supervivencia. (...) Cuando digo que una decisión es ventajosa, me refiero a resultados personales y sociales básicos como la supervivencia individual y familiar, la seguridad de un domicilio, el mantenimiento de la salud física y mental, la solvencia económica y laboral y el prestigio en el grupo social (Damasio, 2001:194-196).
10. Desde una perspectiva evolutiva el dispositivo de toma de decisiones más antiguo pertenece a la regulación biológica básica; el siguiente, al ámbito personal y social; y el más reciente, a un conjunto de operaciones abstractas y simbólicas bajo las que podemos encontrar razonamiento artístico y científico, razonamiento utilitario e ingenieril, y los desarrollos del lenguaje y las matemáticas. Pero aunque eones de evolución y sistemas neurales con gran dedicación pueden conferir una cierta independencia a cada uno de estos «módulos» de razonamiento/toma de decisiones, sospecho que todos ellos son interdependientes. Cuando observamos síntomas de creatividad en seres humanos contemporáneos, probablemente estamos asistiendo a la operación integrada de combinaciones diversas de estos dispositivos (Damasio, 2003a: 180-181).
11. Las estrategias racionales del ser humano, maduradas a lo largo de la evolución y plasmadas en el individuo, no se habrían desarrollado sin los mecanismos de regulación biológica, de los que son destacada expresión las emociones y los sentimientos (Damasio, 2003a:10).
12. Tanto si la religión surge de un relato humano como de una creencia, los sentimientos y las emociones sociales han desempeñado, en opinión de Damasio, un papel fundamental. Si la religión tiene un origen humano, como respuesta a la necesidad de crear una autoridad que refrendase las normas y principios éticos, las emociones serían necesarias para que surgiera una tendencia emocional, por parte de los seguidores, de someterse a la autoridad de unos líderes o a la de una entidad protectora. Por el contrario, si la religión tiene un origen sobrenatural, al ser necesario inculcar las normas éticas, en arreglo a premio o castigo (preceptos), necesitaríamos las emociones y sentimientos sociales para relacionar nuestra experiencia con los sentimientos de alegría o pena, que nos llevaran a categorizar los acontecimientos en nuestra memoria según bondad o maldad (Damasio, 2005: 154).
13. Es muy difícil ofrecer de manera satisfactoria una explicación de esta asimetría sin caer en el interaccionismo. Esta es la razón por la que Damasio se ve obligado a aceptar la asimetría entre cuerpo y mente. Damasio describe dicha relación asimétrica como la posibilidad neuronal de representar relaciones y de establecer símbolos. De este modo, nacería la idea del yo.
14. Por un lado, la idea del objeto que percibimos. Por el otro, la idea de nuestro cuerpo y su modificación por la percepción del objeto.
15. El error está en presuponer a la mente (subjetividad) como una parte de los productos mentales y reclamar que esos productos producen la mente pero apenas explica cómo ocurre ésta para que tenga lugar el saber.
16. Una tarea que hoy se impone a los neurocientíficos es la consideración de la neurobiología que sostiene las suprarregulaciones adaptativas (..) No intento reducir los fenómenos sociales a fenómenos biológicos, sino más bien exponer su vigorosa interconexión. Debería estar claro que si bien cultura y civilización surgen del comportamiento de individuos biológicos, las conductas fueron engendradas por un colectivo de individuos en interacción al interior de entornos específicos. Ni cultura ni civilización pudieron surgir de individuos aislados, y por ello es imposible reducirlas a especificaciones genéticas (Damasio, 2003a: 122).
Resumen
El objetivo del presente texto es definir cuál es el concepto que Antonio Damasio desarrolla sobre el hombre, lo humano y la inteligencia humana. La tesis principal de Antonio Damasio es la hipótesis del sujeto cerebral, una imagen neural y materialista del hombre fundamentada en el cerebro. Para Antonio Damasio, lo humano se entiende en términos de una compleja interacción entre el cuerpo, la mente y el entorno. Para ello, se exponen tres nociones clave que definen esta idea en Antonio Damasio: la reflexión emocional, la ética sentimental y la teoría gradualista de la conciencia. Ello confluirá en la concepción personal de inteligencia en Damasio quien enfatiza la importancia de la homeostasis en la inteligencia humana. Nuestra capacidad para adaptarnos al entorno y tomar decisiones efectivas está intrínsecamente ligada a nuestra capacidad de regular nuestras necesidades biológicas y emocionales.
Palabras claves
Antonio Damasio; emoción; sentimiento; conciencia; homeostasis de lo mental; inteligencia humana.
Abstract
The objective of this text is to define the concept that Antonio Damasio develops about man, the human and human intelligence. Antonio Damasio’s main thesis is the hypothesis of the cerebral subject, a neural and materialist image of man based on the brain. For Antonio Damasio, the human is understood in terms of a complex interaction between the body, the mind and the environment. To do this, three key notions that define this idea in Antonio Damasio are presented: emotional reflection, sentimental ethics and the gradualist theory of consciousness. This will converge in Damasio’s personal conception of intelligence, who emphasizes the importance of homeostasis in human intelligence. Our ability to adapt to the environment and make effective decisions is intrinsically linked to our ability to regulate our biological and emotional needs.
Keywords
Antonio Damasio; emotion; feeling; awareness; homeostasis of the mental; human intelligence.
Claridades. Revista de filosofía 16/2 (2024), pp. 47-78.
ISSN: 1889-6855 ISSN-e: 1989-3787 DL.: PM 1131-2009
Asociación para la promoción de la Filosofía y la Cultura en Málaga (FICUM)
– Grijalba, M. (2021). «Heterofobia-universalidad, nacionalismo-ciudadanía. El pensamiento de Fernando Savater sobre la cuestión nacional». Pensamiento al margen, 13: 89-106.
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