Transferencias estereotómicas entre Valencia y Francia en el siglo XVI: la bóveda aristada de la abadía de Beaulieu-lès-Loches*
Víctor Daniel López Lorente
UNED/Cuerpo de Ayudantes de Archivo de la Administración General del Estado
viclopez@geo.uned.es
1. Las bóvedas aristadas del tardogótico valenciano
Desde la segunda mitad del siglo XV y las primeras décadas de la siguiente centuria en todos los territorios europeos tuvo lugar una singular experimentación constructiva, cuyo reflejo se manifestó particularmente en los cubrimientos abovedados. El resultado de este fenómeno fue una renovación del panorama edilicio mediante soluciones ingeniosas que buscaban alejarse de la tradición de las bóvedas de crucería. De forma prácticamente coetánea en Inglaterra se desarrollaron las bóvedas palmeadas, en Centroeuropa las de diamante, en Castilla las plementerías caladas, y en Portugal las de nervios cilíndricos y combados. Tampoco debe olvidarse el hito constructivo que se produjo en Florencia en 1436, cuando Brunelleschi terminó de construir la cúpula de doble casquete de Santa Maria del Fiore.
En los territorios valencianos este camino derivó hacia el perfeccionamiento de la estereotomía. Los maestros Francesc Baldomar (doc. 1425-1476) y su discípulo Pere Compte (doc. 1454-1506) fueron los principales responsables de materializar estos alardes constructivos. Las bóvedas anervadas o aristadas, sustituyen los nervios por dovelas talladas y rematadas en aristas, que muestran la intersección entre los plementos, creando juegos geométricos. Para realizarlas se prescinde de los arcos apuntados que conforman una bóveda de crucería, por lo que los sillares deben labrarse a la perfección para poder ajustarse correctamente, haciendo imprescindible el uso de monteas. Su ventaja es que reducen el uso de las cimbras, dado que las hiladas se pueden apoyar unas sobre otras. Encontramos notables ejemplos en el portal de Quart y en el acceso al campanario de la catedral de Valencia. Pero la más monumental es la que cubre la capilla real del antiguo convento de Santo Domingo, que fue ejecutada entre 1439 y 1467 siguiendo el diseño de Francesc Baldomar, por encargo de Alfonso V (1416-1458) (Zaragozá, 1997; Navarro, 2021: 138-233).
Fuera del territorio valenciano son muy pocos los ejemplos de este tipo de bóvedas que se conocen. La primera está en el claustro mayor de la cartuja de Montalegre, en Barcelona. Debió ser realizada en torno a 1448, y reproduce una bóveda con las claves de piedra, y las aristas de ladrillo. Las otras dos se encuentran mucho más alejadas geográfica y cronológicamente. Se localizan en la sacristía de la iglesia de Saint-Pierre, en Assier (Lot), en el sudoeste de Francia, y en la capilla funeraria del artillero Galiot de Genouillac (1465-1546), emplazada en los pies del mismo templo (Navarro, 2021: 234-281). Esta última es la más monumental, y cubre un espacio de planta cuadrada con una bóveda de ocho aristas con terceletes que emergen desde el centro, y que se apoyan a su vez en pechinas formadas por tres bóvedas triangulares. El espacio fue construido entre 1530 y 1550, prácticamente a la vez que la iglesia, aunque no se conoce el nombre del arquitecto que la diseñó.
2. La bóveda de la abadía de Beaulieu-lès-Loches
A este catálogo de bóvedas aristadas debemos sumar otro ejemplo, localizado en la iglesia de la abadía benedictina de Beaulieu-lès-Loches (Indre-et-Loire), y que hasta ahora no se había estudiado en profundidad. La descubrimos gracias a una escueta cita en un libro de Pérouse de Montclos, que no incluía fotografías ni referencias bibliográficas (2001: 212). Anteriormente Jean Hardion y Louis-Auguste Bosseboeuf ya habían llamado la atención sobre esta estructura, tan alejada de la tradición arquitectónica francesa (1914: 49 y 284). Gracias a la colaboración de Sophie Métadier, alcaldesa de la localidad, obtuvimos unas primeras fotografías del espacio, que nos permitieron comprobar la estrecha relación que guarda con las bóvedas realizadas en Valencia en la segunda mitad del siglo XV. Posteriormente nos abrió las puertas de la abadía, y nos permitió realizar la toma de datos y el estudio físico del espacio que aquí presentamos.
El origen de Beaulieu-lès-Loches hay que buscarlo a comienzos del siglo XI, cuando el conde de Anjou Fulco III (987-1040), regresó de una peregrinación a Tierra Santa con un fragmento del Santo Sepulcro (Foulon, 2005). Es muy poco lo que conservamos del espacio románico, pues durante la guerra de los Cien Años el edificio quedó prácticamente destruido. El templo actual obedece a una reconstrucción parcial de la cabecera, el crucero, y los cuatro primeros tramos de la nave, realizada entre la segunda mitad del siglo XV y las tres primeras décadas del XVI. Estas obras fueron promovidas fundamentalmente por los abades Guillaume III Moreau de Beauregard (1442-1458), Hugues III de Fumée (1485-1494) y su sobrino, Hardouin de Fumée (1494-1521), y por Jean de Bourdeilles (1521-1534) (Ottaway, 1986: 147-159, vol. 1). Del resto de dependencias tan solo se conservan unas arcadas del claustro, y unos edificios construidos en el siglo XVIII, que constituyen la actual sede del Ayuntamiento.
La iglesia tiene unas dimensiones monumentales. Camus señala que los diez tramos originales darían lugar a una nave de 42 m de largo, 14 m de ancho y casi 18 m de altura (2003: 15). Su estructura es de cruz latina, con tres naves, rematadas en un ábside semicircular, dos pequeñas capillas en los brazos del crucero, y otras tres en la cabecera. La bóveda que nos ocupa se encuentra en la antesacristía, en un pequeño lugar de paso de planta cuadrada, al que se accede por el lado occidental del brazo sur del crucero [1]. Tiene apariencia de una bóveda estrellada, con una forma octogonal inscrita en un cuadrado, que descansa sobre cuatro trompas con bóvedas aristadas triangulares que se abren a un aparejo de ocho terceletes anervados dispuestos mediante hiladas radiales [2]. Tanto las trompas como la bóveda tienen un diseño muy similar a las de la cabecera de la capilla real del convento de Santo Domingo –si bien el espacio que se cubre en la antesacristía es de planta centralizada–, pero no son exactamente iguales, dado que los terceletes de la bóveda valenciana forman ángulos rectos, mientras que en Bealieu-lès-Loches se dividen entre el ojivo y el formero [3] y [4].
Dadas las pequeñas dimensiones de la estancia, es posible que para construir la bóveda se utilizase una cimbra, pero la estructura se encuentra ejecutada por hiladas, que fueron realizadas de forma independiente. Esto se evidencia al comprobar que las juntas de los sillares no guardan ninguna relación entre sí. Analizando la disposición de los sillares y de las juntas también puede observarse que algunos de ellos se encuentran repicados. Probablemente esto se realizó durante el mismo proceso constructivo, debido a que la labra no era del todo perfecta, y era necesario eliminar irregularidades para garantizar la continuidad de las aristas.
Además de las semejanzas formales que se pueden establecer con los modelos de la ciudad del Turia, el espacio parece haberse construido siguiendo el sistema métrico valenciano1. Cada uno de los lados de la antesacristía mide 2,63 m, siendo la altura desde el suelo hasta el sillar que funciona a modo de clave de 4,6 m. Si traspasamos las medidas a la unidad utilizada en Valencia podemos comprobar que se aproxima notablemente, dando lugar a una sala de 12 palmos (3 varas) el ancho y el largo, y 15 pies de altura2. En consecuencia, el espacio podría haber sido construido utilizando este sistema de medidas, lo que apuntaría en la dirección de un maestro que conocía aquel medio constructivo.
La bóveda también guarda un parecido muy notable con la capilla de Galiot de Genouillac que ya hemos mencionado, y que creemos que se construyó en unas fechas inmediatamente posteriores. Tanto es así que no puede descartarse que el maestro que la diseñó la conociera, e incluso que se trate del mismo artífice. En esta ocasión el espacio parece que también podría encontrarse dimensionado con el sistema métrico del palmo valenciano (Navarro, 2021: 237).
Se ha podido establecer una relación entre las medidas de la antesacristía de Bealieu-lès-Loches, la capilla de Galiot de Genouillac, y la capilla real valenciana. Si tenemos en cuenta que la capilla de Assier mide 5,38 m, equivalente a 24 palmos (Navarro, 2021: 237), justo la mitad que el ancho de la capilla real, que es de 11,10 m, o 48 palmos (Zaragozá, 2010: 195), podemos ver cómo los 12 palmos que miden cada uno de los lados del espacio de Bealieu-lès-Loches establecen una proporción de 1:4 con el posible modelo de Valencia.
No hemos localizado ninguna referencia documental que nos permita conocer quién fue el maestro que diseñó la estructura de Beaulieu-lès-Loches. Tanto la construcción de la capilla real como la de la Lonja de Valencia fueron empresas que, en su momento de mayor apogeo, llegaron a contar con un gran número de canteros, entre los cuáles hay muchos nombres que sugieren un origen francés, si bien se trata en su mayor parte de individuos anónimos, cuya trayectoria posterior es desconocida. Un ejemplo documentado es la figura de Benoît Augier (doc. 1510-1537), un maestro galo documentado en Reus y Ontinyent que, tras su incursión por los territorios ibéricos, regresó a Francia, donde ejecutó la desaparecida bóveda volada de la torre del donjon del Capitolio en Toulouse, siguiendo modelos valencianos (Gómez-Ferrer, 2012; Zaragozá, Calvo y Natividad, 2012).
Sobre la cronología en la que pudo ser ejecutada, hay indicios para pensar que fue construida en la misma época en la que se reconstruyeron los últimos tramos de las naves de la iglesia, lo que nos sitúa en el periodo en el que la abadía fue regida por Jean de Bourdeilles, entre 1521 y 1534, cuando se abovedó el costado sur, donde se encuentra la bóveda. La hipótesis se basa en los indicios materiales de la lectura del espacio. El paramento del muro del crucero no revela ninguna intervención que permita pensar que el vano de acceso se abrió posteriormente. La antesacristía se encuentra al mismo nivel que el suelo de la nave, y la bóveda se encuentra construida con la misma piedra y modo de aparejo que el cuerpo de la iglesia, una caliza blanca procedente de canteras locales, que dota de gran luminosidad al templo. Puede observarse que los arcos apuntados que se forman en los muros a consecuencia de los terceletes anervados encajan a la perfección en el vano de acceso a la iglesia. Sin embargo, en el costado contrario, en la puerta que se abre al espacio de la sacristía, se observa que los sillares han sido desprovistos de sus vértices a consecuencia de la apertura del acceso, que se revela posterior [2].
Se debe tener presente que los ingenios estereotómicos de estas bóvedas aristadas no pasaron desapercibidos por sus contemporáneos, y quedaron reflejados en varias miniaturas, tablas de retablos, grabados, y seguramente también en dibujos y muestras que no han llegado hasta nosotros. Su facilidad de transporte, el comercio desarrollado por los mercaderes, y en el caso de los grabados, la reproducción mecánica, pudieron ser factores decisivos en la difusión de las formas (Marías, 2000: 31-32, Zaragozá, 2021: 34). Todo ello nos demuestra la admiración que suscitaron estas estructuras. Pero, si bien hay que considerar el papel que los pintores y los mercaderes pudieron desempeñar en la transmisión de las corrientes artísticas, y en la influencia que pudieron ejercer sobre los promotores, hay que aceptar que una obra de esta complejidad estructural sólo podía ser ejecutada por un maestro formado en el entorno valenciano. Solo un arquitecto que había seguido de cerca el proceso constructivo de estas bóvedas podría materializarlas, apoyándose en el empleo de dibujos y de muestras, que pudieron viajar en cabalgaduras, a cuyos lomos también se trasladarían el bagaje y la experiencia práctica adquirida por los responsables de su ejecución.
3. Conclusiones
El estudio de la bóveda de Bealieu-lès-Loches evidencia que la difusión de las bóvedas aristadas valencianas llegó hasta territorios periféricos muy alejados del centro creador. Su construcción prueba la circulación de los artífices y diseños a ambos lados de los Pirineos, y la voluntad de los maestros de obras de reproducir los modelos e intentar superarlos (Ibáñez, 2019). La escasez de bóvedas aristadas, al menos conservadas, en los territorios galos, le otorga aún más valor. Esto evidencia la fama que llegaron a alcanzar los arquitectos valencianos, y el valor que se otorgó a su conocimiento técnico.
Notas
* Artículo realizado en el marco del proyecto PGC2018-093822-B-i00: Corte y Cortes en el tardogótico hispano. Narrativa, memoria y sinergias en el lenguaje visual, concedido por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
1 1 palmo valenciano equivale a 0,2265 m, 1 vara está formada por 4 palmos, a 0,906 m; y 1 pie equivale a 0,302 m.
2 El margen de error oscila entre los 20 y los 30 cm.
Bibliografía
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