«Memorias Mestizas» de Carla Hayes Mayoral

Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid

Del 14 de febrero al 15 de mayo de 2022

Y, si bien hay claras y significativas razones históricas para mantener la «raza», la «sexualidad» y la «diferencia» sexual en esferas analíticas separadas, también hay acuciantes y significativas razones históricas para preguntarse cómo y dónde deberíamos leer, no solo la convergencia de tales esferas, sino los sitios en los cuales ninguna de ellas puede constituirse sin las otras (Butler, 2002: 242)

El cuerpo del artista, su presencia física y lo que esta conlleva, en ocasiones se pierde en las amplias salas blancas de las exposiciones que acogen distintas instituciones artísticas. La mayoría de veces perdemos al artista en cierto sentido para poder disfrutar de su obra. Perdemos quién es la persona detrás de piezas maravillosas y vistosas, tan vistosas que pueden ser expuestas sin importar que no sepamos nada de quien hay detrás de su ejecución. Sin embargo, en muestras como «Memorias Mestizas» de la artista Carla Hayes Mayoral (Málaga, 1997), no podemos dejar de verla a ella. La artista afro-andaluza, como le gusta referirse a sí misma, ha habitado las salas del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid de una manera ejemplar y poderosa, de la mano de Rocío de la Villa como comisaria de esta muestra que se inscribe en el programa KORA, el cual nos trae exposiciones con perspectiva de género. No estábamos acostumbrados/as a lo que esta muestra individual, que además integra distintas obras de la propia colección del museo con las de Carla, tenía que mostrarnos y hacernos ver de manera evidente. En algunos momentos la frase hecha «una imagen vale más que mil palabras» toma sentido, y este es sin duda uno de ellos.

Las piezas instalativas de Carla, hechas todas ellas de rafia, logran atraparnos desde el primer momento que entramos en contacto con ellas al subir las escaleras que llevan a la sala que alberga las obras más voluminosas de la muestra. En la cima nos recibe un estandarte neobarroco que sentencia de manera grave: «Homo homini lupus»; en ese mismo instante nos damos cuenta de que el pasado colonial español va a ser puesto en jaque por las manos de Hayes. Esta nos recuerda, al tejer a mano las piezas que integran esta muestra, a las manos de aquellas personas que fueron encadenadas y cuyas voces fueron brutalmente silenciadas. Es sencillo: «El hombre es un lobo para el hombre». La rafia toma un carácter grave, nada de terciopelo e hilo dorado como en los desfiles procesionales que pueblan las calles andaluzas en Semana Santa. El Barroco es reinventado y reinterpretado, quizá las manifestaciones artísticas de artistas racializados/as de esa época nunca puedan alcanzar las paredes del Thyssen, pero Carla sin duda señala esta falta, esta manera de hacer Historia del Arte que nos lleva acompañando siglos y que deja fuera a casi todo el mundo.

Al entrar a la sala principal que es habitada por la autora de «Memorias Mestizas» nos hacemos conscientes plenamente del cuerpo de la misma: un vestido con un hermoso manto [1], al estilo de las vírgenes y dolorosas de la imaginería andaluza nos da la bienvenida a una habitación que nos muestra cierto grado de intimidad de la artista. El traje está hecho a su medida y frente a él se exponen unas fotografías de Carla ataviada con él y con otros mantos tejidos igualmente por ella. En la pared del fondo encontramos un telón de rafia teñida de verde [2] sobre el que se proyecta un texto que apela directamente a una de las numerosas historias-ficciones narradas por su padre, que usa de manera velada, interfiriendo en la lectura de esta para incidir en la dificultad de la comunicación con él. En diagonal al vestido, justo enfrentado a este en la sala encontramos un manto hecho con tela y rafia teñida también de verde sobre un tronco en el que se puede leer: «Am I not a woman or a sister?», siendo esta pieza una interpretación de la célebre frase de Sojourner Truth perteneciente al movimiento abolicionista que fue rescatada y utilizada en la Convención por los Derechos de la Mujer de 1851 en Estados Unidos1.

Esta habitación podría recordar en cierto sentido a la de Virginia Woolf2, cuando decía que para la creación era necesario contar con una habitación propia. Al mostrar ciertos objetos que podrían perfectamente formar parte de la vida personal de la artista, no solo se refuerza este planteamiento, sino que da fuerza a la idea de que si somos capaces de construir desde nuestras propias experiencias personales y cotidianas, lograremos darnos cuenta de cómo estas son capaces de construir teorías útiles, narrativas basadas en vivencias corporales que puedan sernos de ayuda para transformar las circunstancias en las que nos encontramos y a situar los problemas que parecen privados en la esfera de lo público, consiguiendo de esta manera, que incidan políticamente en nuestras vidas. También en este sentido y apelando directamente a la interseccionalidad que considero indispensable para hablar no solo sobre la obra de Carla Hayes sino para construir nuevas maneras de hacer historias del arte diversas e inclusivas, creo conveniente traer a colación esta reflexión de P.H. Collins:

[…] de cara a diseñar planteamientos políticos radicales queer, necesitamos de una perspectiva interseccional que integre en la base de nuestras prácticas no solo la idea de que los sistemas de opresión están interconectados, sino que las diferentes diferencias se articulan y refuerzan mutuamente (2000: 161).

Si pasamos a las piezas de Carla que se contraponen a los cuadros que pertenecen a la colección permanente del Thyssen [3], primero nos damos cuenta de la contraposición entre pintura y escultura en un museo donde casi todas las obras que se exponen son pictóricas. La segunda diferencia evidente que encontramos sin duda se encuentran en la autoría de las obras pertenecientes a los fondos del museo, siendo en casi su totalidad producidas por hombres cisgénero blancos. La última divergencia sería que los cuadros escogidos por la artista muestran escenas de la época colonizadora española, frente a la presencia de esta que se nos presenta como una resistencia capaz de señalar una problemática que nos afecta a todos/as. Tener referencias es esencial, por eso mismo una de las mejores estrategias de la Historia del Arte más normativa, fue dejar sin referentes, de manera que cuando se mostraban identidades disidentes, se objetificaban o se mostraban exotizadas. Carla rompe esta cadena alzándose como creadora y disidencia. Su identidad es la que se contrapone a estas maneras de hacer que triunfan entre las instituciones artísticas más conservadoras.

Nadie se sorprenderá en exceso si nos atrevemos a afirmar que entre las paredes del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid no se han encontrado demasiadas obras de mujeres en comparación con las de sus compañeros hombres, por no mencionar la presencia casi nula en él de artistas racializados/as, si mezclamos ambas variables no obtenemos una nota muy alta en diversidad3 para el comúnmente llamado Thyssen. En esta ocasión no vamos a entrar a analizar en profundidad la presencia de identidades queer o de personas neurodivergentes a pesar de que obtenemos los mismos resultados. Estos datos parecen suficientes para medir el interés que ha presentado esta institución con respecto a las diferentes visiones del mundo. Aun así no sería justo señalar esta problemática en un solo lugar cuando se pueden encontrar espacios expositivos que parecen solo querer dar voz a un único sujeto que ha protagonizado y sigue protagonizando nuestros libros de Historia del Arte: el hombre heterosexual cisgénero occidental y blanco.

«Memorias Mestizas», parece suponer, sin lugar a dudas, una apertura del mundo del arte español a las voces de artistas cada vez más diversos/as. El Thyssen es una institución de referencia a nivel internacional y estamos completamente seguros/as de que este gesto no quedará como una raya en el agua, si se me permite la expresión. Carla nos ha mostrado su mirada crítica, la cual es atravesada por un gusto tremendo por el detalle y un trabajo de una exquisita calidad a todos los niveles. Solo podemos desearle suerte en su camino como artista e instarla a seguir cuestionando los lugares que nos han enseñado a ocupar desde que nacemos dependiendo de cómo vayamos a ser leídos/as por la sociedad, así como la ficción que supone la Historia del Arte más normativa, la cual expulsó a todo ser con el que pudiera sentirse identificada dejándola sin referentes y teniendo que convertirse ella misma en uno para las generaciones que están por venir. Gracias, Carla, estaremos atentos/as a tus próximos pasos.

Cristina Muñoz del Águila

Universidad de Málaga

Notas

1 Dato aportado por la propia Carla Hayes en el catálogo de la exposición Memorias Mestizas editado por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid.

2 Guiño al libro Una habitación propia de Virginia Woolf, obra referente del feminismo, publicado por primera vez en 1929.

3 Datos recopilados de las programaciones y publicaciones de museos e instituciones españolas por la RIAF (Red de Investigación en Arte y Feminismos). En: <https://riaf.es/>>.

Bibliografía

AHMED, Sara (2019), Fenomenología Queer: orientaciones, objetos, otros, Edicions Bellaterra, Barcelona.

BUTLER, Judith (2002), Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del cuerpo, Paidós, Barcelona.

COLLINS, Patricia Hill (2000), Black Feminist Thought, Routledge, Nueva York.

CÓRDOBA, David, SÁEZ, Javier y VIDARTE, Paco (2005), Teoría Queer. Políticas bolleras, maricas, trans, mestizas, Editorial Egales, Madrid.

DE LA VILLA, Rocío y HAYES, Carla (2021), Memorias Mestizas, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.

ROLNIK, Suely (2019), Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente, Tinta Limón, Buenos Aires.