«Imago Mundi. Libros para tiempos de barbarie y civilización»

Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla, CICUS (Sevilla)

Del 10 de noviembre de 2021 al 27 de febrero de 2022

En el antiguo convento de Madre de Dios de Sevilla, actual sede del CICUS, se ha podido disfrutar durante casi cuatro meses de la exposición «Imago Mundi: libros para tiempos de barbarie y civilización». La muestra ha supuesto un gran esfuerzo por parte de sus comisarios: Luis Méndez Rodríguez, director del CICUS y director general de Cultura y Patrimonio de la Universidad de Sevilla, y Luis F. Martínez Montiel, director del Secretariado de Patrimonio de la misma universidad. Esta exposición, cuya génesis es el veinticinco aniversario de la editorial Ivorypress, ha sido realmente ambiciosa en sus objetivos en cuanto ha tratado de captar «el constante afán del ser humano por fijar, delimitar y compilar el fárrago de elementos físicos e intelectuales que componen el mundo», tal y como se explicaba en la oportuna página web1. Es decir, se ha querido plasmar la memoria de la humanidad, con lo que esto conlleva de autoreflexión, constructo e identidad, asunto fundamental especialmente en el mundo occidental. Este discurso se ha materializado mediante la reunión de casi doscientas piezas de muy diversa cronología y tipología: libros, manuscritos, pinturas, esculturas, fotografías… pertenecientes casi la mitad de ellas al patrimonio de la Universidad de Sevilla. El resto eran préstamos de instituciones de prestigio como la British Library, la Biblioteca Nacional de España, la Catedral de Sevilla, Patrimonio Nacional, el MOMA de Nueva York o el Museo Reina Sofía.

La exposición se articulaba en cuatro secciones, a las que se sumaba una primera sala de introducción o de prólogo –por utilizar un lenguaje librario- bajo el título de «La imagen y la palabra». En esta, además de algunos soportes de escritura y otros utensilios de la Antigüedad, se mostraban diversas representaciones de la bíblica Torre de Babel, símbolo polisémico, que sirve tanto para ilustrar el último reducto de la civilización tras el diluvio y la comunicación, como para mostrar la soberbia humana. Es debido a esta hybris por lo que Yahvé castigó a la humanidad «confundiéndoles» con la creación de diversas lenguas y provocando así su dispersión geográfica. Entre otros libros se exponían incunables y ediciones del siglo XVI de clásicos de la Antigüedad como Aristóteles, Demóstenes, Séneca, Cicerón, San Isidoro o el también incunable Imago Mundi de Pierre d’Ailly, perteneciente a Cristóbal Colón y que presenta sus anotaciones. Entre las representaciones pictóricas de este espacio destacaba la estampa de Athanasius Kircher, realizada en 1679, que sirvió de modelo o de espejo para las obras recientes de Curro González, Luis Mayo o Pérez Villalta. También había tres pinturas dedicadas a personajes del cristianismo relacionados con el mundo del libro, como son el San Jerónimo, obra del taller de van Reymerswaele, el Moisés, pintado por Juan de Espinal y el San Isidoro realizado por Murillo para la catedral sevillana, que sin duda es una de las grandes obras que se pudo disfrutar en la exposición. Se trata de tres personajes a través de los cuales la palabra, el credo cristiano, se difundió, sirviendo de modelo para posteriores exégetas [1].

La primera sección estaba dedicada a «La ciudad y los libros», otorgando un gran protagonismo a la arquitectura. Se mostraban varias ediciones de los tratados más conocidos comenzando con Vitruvio, siguiendo con los renacentistas que le tomaron como modelo, Serlio, Palladio, Alberti, Vignola o Labacco y continuando con los tratadistas del barroco, Battista Montano y Fray Lorenzo de San Nicolás. Había también otros libros de diversa temática como los de Antonio de Lebrija, Fernando de Herrera o Juan de Arfe. De este se exponía la maqueta en madera de la Custodia de la Catedral de Sevilla. Otra escultura del ámbito hispalense que pudo contemplarse fue la Giralda, obra de Juan de Dios, que acompañaba a las figuras de las santas Justa y Rufina de Duque Cornejo de la catedral sevillana. Entre los manuscritos destacaban un proceso de 1604 firmado por Cervantes y las Memorias de diferentes cosas sucedidas en esta mui noble y mui leal ciudad de Sevilla, de 1696. Había además un elenco de trampantojos de artistas como Frans Gysbrechts, Marcos Fernández Correa o Bernardo Lorente Germán, que incorporaban pequeños impresos con poemas, partituras, etc. Una de las pinturas de esta sala era El Caballero y la Muerte de Pedro de Camprobín, donde aparecen varios libros, siempre signo de distinción y cultura. Otra parte de esta sección estaba dedicada a la conexión entre Sevilla, como puerto de partida, y el continente americano, convertido pronto en un gran mercado para el comercio librario, al ser escasas las imprentas allí establecidas. Al respecto se hacía referencia a los envíos de ejemplares El Quijote, acompañándose de un registro de libros con destino en Cartagena de Indias. Entre los lienzos que en esta sección se expusieron eran varios los retratos de personajes de las esferas política, artística y religiosa, como fueron Sebastián Covarrubias, Fray Jerónimo de Guadalupe, Torcuato Benjumea, San Pedro Canisio o el cardenal Fray Gaspar de Molina y Oviedo, creador de la primera biblioteca pública sevillana. Elementos sustanciales en la iconografía de estos retratos es la presencia de los libros como distintivo social.

Al ámbito religioso se dedicó la segunda sección, bajo el título de «La palabra revelada», tema sobre el que ya había obras en la primera sección de la muestra. Se reunían aquí los tres grandes monoteísmos, las religiones del libro, con diferentes ediciones de la Torá, del Corán y de la Biblia. De esta última había varias versiones de gran importancia como la Vulgata o la Biblia del Oso. Mención especial merece la presencia del que probablemente sea el mayor tesoro de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, la Biblia de Gutemberg, uno de los primeros libros salidos del taller del impresor maguntino. En relación con la doctrina cristiana fueron de gran importancia los evangelistas, los padres de la Iglesia y otros santos como San Jerónimo o Santa Teresa de Jesús. A ellos se dedicaba el resto de la sala, con obras tan importantes como la Santa Teresa de Mattia Pretti, los Padres de la Iglesia atribuido a Louis Cousin, el San Jerónimo de José de Ribera de la Colegiata de Osuna o el San Juan Evangelista de Martínez Montañés [2].

La tercera sección «El control de la memoria. El naufragio del papel», trataba un tema ineludible desde la invención de la escritura, como es la conservación de ese legado, así como su destrucción y censura, consecuencia de esa relación tensa y ambivalente que la humanidad ha tenido siempre con la Cultura. En este caso es interesante la conexión establecida entre los procesos inquisitoriales para la censura del libro en la Edad Moderna, protagonizados por el estamento eclesiástico, y el análogo proceso desarrollado durante el siglo pasado y el presente por el estado. Así, se exponen obras de autores proscritos como Erasmo de Rotterdam, Diderot y D’Alembert con su Encyclopédie o Isaac Newton, a ello se sumaba un índice de libros prohibidos de 1632 o un edicto de la Inquisición de México sobre censura a obras de la Revolución Francesa. Junto a estos testimonios y en claro diálogo, con ellas había obras que reflexionaban sobre esta censura o la ilustraban. Es el caso de los libros «tiroteados» de Idoaia Zabaleta o las ediciones quemadas de Farenheit 451 de Joan Fontcuberta, que toma la idea del libro y película homónimos. Desde un prisma más poético y metafórico se encuentran las Wounds del artista de origen indio Anish Kapoor, que, a pesar de su esteticismo, no dejan de representar esas heridas del papel y, por tanto, de la cultura. Como cierre a esta cuestión es conmovedora la fotografía de Gervasio Sánchez de la Biblioteca de Sarajevo destruida durante la guerra, que puede recordar a otras grandes pérdidas históricas para la cultura como fue la quema de la Biblioteca de Alejandría, también en el contexto de una guerra.

La exposición finalizaba con una sección dedicada a «El viaje de los libros», donde principalmente se abordaba la representación de la geografía, la cartografía y el propio viaje. Sin duda, esta cuestión está íntimamente ligada al desarrollo científico y a la creación de instrumentos de observación y medida, de los cuales se exponían varios ejemplos. Entre los numerosos libros mostrados resaltaban algunos como una edición véneta de la clásica Geographia de Ptolomeo o el Liber Chronicarum, editado en Nuremberg en 1498. Asimismo, pueden citarse dos obras célebres del siglo XVI: el Astronomicum Caesareum, que el alemán Pedro Apiano dedicó a Carlos V, y el extraordinario Civitates orbis terrarum de Georg Braun y Frans Hogenberg, cuya edición se inició en Colonia en 1576. No solo había obras estrictamente cartográficas, sino también una edición Delle cose meravigliose del mondo del comerciante y explorador Marco Polo; un diccionario de chino mandarín de Fray Juan Rodríguez, testimonio del contacto de evangelización del mundo hispánico en el territorio asiático; la relación del viaje de Jorge Juan y Antonio de Ulloa o documentos manuscritos acerca de las joyas y obras de plumaria enviados a España desde América. Pero además del estudio de la superficie terrestre, también se trataban otras cuestiones como el origen de la geología en el Mundus Subterraneus de Athanasius Kircher o la astronomía en las Observaciones astronómicas de los citados Jorge Juan y Antonio de Ulloa o el De revolutionibus erbium coelestium de Copérnico. Como en los otros espacios expositivos, también aquí se presentaban obras contemporáneas que, en este caso, reflexionaban sobre el viaje. Es por ejemplo el Detritus de Francis Bacon, un facsímil de su maleta con sus enseres y recuerdos de un viaje, o las fotografías del aeropuerto de Beijing del artista chino Ai Weiwei. Cerraba la muestra el retrato de la familia de Giovanni Battista Gillio realizado a inicio del siglo XVII por un artista de tradición boloñesa aún sin identificar. Esta pintura condensaba el leitmovit de la muestra, haciendo referencia especialmente a cómo el legado cultural se transmite también dentro del ámbito familiar, de una generación a otra [3].

Utilizando como pretexto la exposición de los ricos fondos de la Universidad de Sevilla, Imago Mundi ha logrado aquello a lo que toda exposición ha de aspirar: crear un discurso museográfico rico y complejo, donde obras de diversas procedencias, cronologías y materiales dialoguen entre sí y con el visitante, de tal manera que sea posible reflexionar sobre aquello que emerge a través de «la paradógica fecundidad del anacronismo» como lo calificó el filósofo e historiador del arte francés Didi-Huberman. Es digno de aplaudir tales objetivos máxime cuando algunas instituciones suelen preferir exposiciones más sencillas desde el punto de vista del discurso museográfico. No obstante, quizá pueda señalarse la poca relación que había entre algunas obras contemporáneas con las adyacentes, quedando en cierta medida aisladas, estancas. Además, eran limitados los elementos explicativos que ayudaran al público general a seguir esas conexiones, a veces muy complejas, entre las obras y el discurso expositivo. Desgraciadamente son pocas las exposiciones en las que el libro comparte espacio con obras pictóricas y escultóricas y se convierta en el protagonista. Por eso es importante que, en la labor de difusión del patrimonio bibliográfico, no participen únicamente las bibliotecas, sino que también otros centros de investigación como son las universidades sean cada vez más conscientes del rico patrimonio que poseen y presten atención a su difusión. Es también fundamental para el desarrollo de la Historia del Arte y de las Humanidades, la valoración de estos objetos que en muchas ocasiones han quedado marginados o etiquetados como «artes menores». Sin duda, Imago Mundi ha sido una decisiva apuesta renovadora en el panorama sevillano, que puede servir de referente para exposiciones posteriores. También ha sido una oportunidad para ver en diálogo grandes obras del pasado con creaciones de artistas nacionales e internacionales contemporáneos de gran nivel.

Juan A. González Delgado

Universidad de Sevilla

Notas

1 https://cicus.us.es/evento/expoimagomund08 (fecha de consulta: 18/03/22).