Arquitectura religiosa del siglo XXI en España

FERNÁNDEZ-COBIÁN, Esteban

Universidade da Coruña (Servizo de Publicacións), La Coruña, 2019

ISBN: 978-84-9749-759-6

Tratándose de un tema con el que se han medido casi todos los grandes maestros del Movimiento Moderno, es natural que no falten los trabajos dedicados a realizar una valoración histórica y crítica de la arquitectura religiosa moderna. Por lo que a la situación española se refiere, contamos con dos magníficos estudios de conjunto publicados en los albores del nuevo siglo por Esteban Fernández-Cobián (2005) y Eduardo Delgado Orusco (2013), como resultado de sus respectivas tesis doctorales. El primero de ellos, aunque titulado genéricamente El espacio sagrado en la arquitectura española contemporánea, está centrado en el período comprendido entre 1950 y 1965; el segundo abarca un arco temporal algo más amplio, tal como consta en su título: ¡Bendita vanguardia! Arquitectura religiosa en España, 1950-1975. En cualquier caso, ambos constituyen un buen punto de partida para la realización de estudios monográficos sobre arquitectos concretos o sobre episodios más o menos específicos, de carácter regional o de otro tipo.

En esa tarea de profundización se ha distinguido particularmente Fernández-Cobián, quien desde 2007 viene organizando los Congresos Internacionales de Arquitectura Religiosa Contemporánea (CIARC), que han alcanzado ya la sexta edición (2019) y cuyos contenidos están disponibles a través de la revista electrónica Actas de Arquitectura Religiosa Contemporánea. Esos Congresos han demostrado ser una plataforma útil para la reflexión y el debate de todos aquellos estudiosos o profesionales de la arquitectura dedicados al tema, toda vez que, al haberse celebrado no solo en la Península Ibérica (Orense, Sevilla, Oporto), sino también en Latinoamérica (Puebla, Santiago de Chile), han adquirido una creciente visibilidad. La variedad de cuestiones abordadas en este tiempo pone de manifiesto el interés por la evolución reciente de la arquitectura religiosa a nivel internacional, de lo cual el propio Fernández-Cobián ha venido dando cuenta a través del OARC, un observatorio creado en Internet con esa finalidad.

Ahora, dando un paso más en esa misma dirección, nos ofrece un cuidado catálogo de arquitectura sacra cristiana, católica en su inmensa mayoría, construida toda ella en España en las dos primeras décadas del siglo XXI. El volumen se abre con una introducción del autor, en la que intenta resumir el estado de la cuestión, para dejar paso inmediatamente a la presentación de los veintiséis edificios seleccionados, entre los que se cuentan iglesias, capillas, ermitas e incluso un campanario. De cada uno de ellos se ofrece: un breve texto, en el que sus respectivos autores quieren dejar constancia de las circunstancias e intenciones del proyecto; una cuidada información gráfica, que incluye tanto planos como fotografías; y, finalmente, una ficha técnica con algunos datos básicos de cada intervención. La documentación resulta suficiente y tiene la calidad necesaria para permitir hacerse cargo del alcance y los valores de las obras seleccionadas.

Fernández-Cobián dice haberlas elegido atendiendo «exclusivamente» a sus valores arquitectónicos, pero están sin duda presentes otros criterios, como una cierta diversidad en cuanto a la ubicación, que abarca buena parte de la geografía española, y al tipo de intervención, pues junto a la obra nueva hay también intervenciones en edificios preexistentes. Y parece razonable que así sea en un libro de esta naturaleza, que pretende ofrecer una visión de conjunto de la situación de la arquitectura religiosa más reciente en nuestro país, ya que –como él mismo reconoce– no ha transcurrido aún tiempo suficiente para decir en qué medida pueden resultar significativos los casos aquí recogidos u otros que se hayan podido descartar. Lo que sí parece claro es que todos ellos están planteados desde claves contemporáneas, es decir, articulando un lenguaje más o menos abstracto que se quiere heredero de la condición moderna (o incluso postmoderna).

Al ser arquitecturas que ya habían sido publicadas separadamente, bien en revistas especializadas, bien en diversas plataformas digitales, su actual presentación dentro de un elenco invita a detenernos no tanto a comentar las características particulares de cada una de ellas, como a realizar algunas consideraciones sobre los retos que debe afrontar la arquitectura religiosa en nuestra sociedad supuestamente «postsecular». Es sabido que Habermas propuso este concepto, precisamente a comienzos del nuevo milenio, desde el convencimiento de que el proceso de secularización impulsado por la razón ilustrada necesitaba iniciar un diálogo con las tradiciones religiosas y manifestarse «dispuesto a aprender», que es tanto como estar dispuesto a traducir el potencial normativo de las religiones a un lenguaje universalmente compartido. Y es que, según manifestó el pensador alemán en la conferencia «Creer y saber» (2001), donde empleó por primera vez la expresión «sociedad postsecular», «una secularización no aniquiladora debería realizarse según el modo de la traducción».

Pero al margen de que se compartan o no las tesis habermasianas –que, por lo demás, han sido objeto de numerosas críticas–, es claro que no parece posible prescindir del hecho religioso en un contexto como el contemporáneo; más aún, como afirma Fernández-Cobián, «la arquitectura religiosa constituye una magnífica atalaya para tomar el pulso a la sociedad en general, ya que condensa en sí misma una serie de valores que la hacen especialmente adecuada para captar las ondas invisibles que atraviesan nuestro tejido social». Precisamente por eso, ante los evidentes cambios que nuestra sociedad de minorías viene experimentando, desaparecida ya la convicción moderna de formar parte de un universo cultural más o menos coherente, hay que preguntarse por cuáles puedan ser, con palabras de Romano Guardini, los «signos y resquicios que anuncian para el porvenir una nueva forma» que prestará a la arquitectura religiosa «su expresión y su plástica».

Y, al menos desde mi punto de vista, la definición de esa nueva forma debe ir más allá de su mayor o menor adaptación a los criterios de organización del rito sacramental determinados por la reforma litúrgica derivada del Concilio Vaticano II. Sin obviar ni olvidar los aspectos litúrgicos, considero de especial utilidad volver a las reflexiones de fondo que Guardini planteara a mediados de los años cincuenta en su lúcido ensayo sobre el fin de la modernidad. Allí, «en medio de una situación tan compleja y absolutamente fluida como la de nuestros días», el insigne teólogo alemán osaba «echar una mirada sobre los tiempos venideros aún desconocidos», para intentar una caracterización de las actitudes que el creyente debería asumir para mantenerse firme y orientado en el vacío y el desamparo que estaba por llegar, «en la soledad del mundo que viene, una soledad rodeada precisamente de masas y organizaciones».

Son muchas las cuestiones arquitectónicas que se podrían iluminar a partir de ese discurso de carácter conceptual y que plantean al arquitecto la conveniencia de profundizar en determinados referentes de la arquitectura sacra no necesariamente modernos, algo que parece apuntarse en algunos de los proyectos recogidos en el volumen aquí presentado, aunque de un modo todavía demasiado tímido. El peso de la tradición moderna es demasiado fuerte; no me refiero solo a cuestiones de lenguaje –que también–, sino a asuntos tales como la relación con la ciudad o el entorno físico en que se sitúan. En su inmensa mayoría los edificios presentados responden a la lógica del equipamiento urbano que busca singularizarse en un contexto por lo general de periferia anómica e impersonal; pero ello, lejos de resolver el problema, a menudo lo agrava. Ciertamente, no es algo que afecte únicamente a la arquitectura religiosa, sino a la arquitectura en general, que debe aún encontrar los modos de contribuir a la fijación de una imagen capaz de representar con solvencia la condición contemporánea.

Pasando de la apariencia exterior a la definición del espacio interior, hay que reconocer que la luz, la materialidad y el silencio se encuentran sin duda entre los principales elementos utilizados para construir las iglesias que Fernández-Cobián nos muestra. Son tres elementos que pertenecen a la tradición religiosa de todos los tiempos y que en cada época histórica han sido utilizados de modos muy diferentes y con significados diversos; ahora bien, su empleo no garantiza sin más la sacralidad del espacio resultante. En este sentido, aun apreciando la calidad y el esfuerzo proyectual de los ejemplos aquí seleccionados, cabe señalar también que en muchos de ellos el recurso a una estética que cabría calificar de esencialista no pasa de ser un intento, no siempre logrado, de evocar la trascendencia. A ello contribuye tal vez el hecho de que, en ocasiones, los elementos figurativos que desarrollan el programa iconográfico planteado no lleguen a estar suficientemente integrados con la arquitectura en que se insertan.

Los retos de los que hablaba Guardini distan, pues, de estar resueltos, y el camino para encontrar una nueva forma, cuya plástica exprese los rasgos definitorios del templo de nuestro tiempo, debe ser recorrido aún en gran medida. Por eso, en su aparente sencillez, esta obra, además de ofrecer una eficaz panorámica de la temática de la que se ocupa, se nos presenta como una invitación a la reflexión personal de los arquitectos y las personas interesadas en conocer los derroteros por los que discurre la arquitectura religiosa española más reciente. Y, desde esta perspectiva, su publicación puede resultar un saludable estímulo para la adecuación a las necesidades del presente de una arquitectura tan sensible como la destinada al uso religioso.

Victoriano Sainz Gutiérrez

Universidad de Sevilla