El monasterio interior

CIRLOT, Victoria y GARÍ, Blanca (eds.)

Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017

ISBN: 978-84-15518-69-3

De acuerdo con los trabajos del profesor Gaston Bachelard según los cuales «todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa» –o de lugar vivido «en su realidad y en su virtualidad»– la labor editorial que Victoria Cirlot y Blanca Garí realizan en El monasterio interior resulta en una interesante relectura de los contextos de espiritualidad medieval desarrollada desde el punto de vista de las complejas y constantes dinámicas establecidas históricamente entre el individuo y el espacio.

Consecuentemente, estos cuatro capítulos –presentados por Blanca Garí e ilustrados con un amplio anexo de gráficos e imágenes– se suceden conforme a una metodología de trabajo heredera del giro espacial de la historiografía europea e introducen nuevas retóricas, para los contextos que se tratan en sus páginas, que logran aprehender y comprender en profundidad la polisémica intimidad escatológica del sujeto medieval.

De este modo, y en un dilatado marco cultural descrito por las editoras como «privilegiado en lo que respecta al encuentro del individuo con su interioridad», los autores desarrollan una mirada de conjunto con la que desentrañan las dialécticas sensoriales establecidas entre los diferentes espacios construidos, pensados e imaginados que componen sus corpus de trabajo particulares. Todos ellos ayudan a definir un monasterio interior desvelado en el volumen a un tiempo práctica y espacio practicado en constante retroalimentación.

Sobre el estudio de esos espacios que dotan de identidad propia a una espiritualidad de lo íntimo en contextos de religiosidad femenina versa la aportación de Caroline Bruzelius con la que se inaugura este trabajo. La autora, que durante las últimas décadas se ha erigido como una de las referentes en el campo de los estudios visuales en espacios arquitectónicos de órdenes femeninas, se sirve aquí de un planteamiento que ha venido explorando en trabajos anteriores basado en la significación icónica del monumento edilicio. Con ello, trata los valores que el conjunto conventual de Santa Clara desprende como imagen remisora del planteamiento espiritual damianita en el urbanismo de la ciudad de Nápoles.

Así mismo, y a través del análisis de las prácticas espaciales que forman y conforman estos lugares de representación, la autora rastrea la rúbrica femenina en las campañas de revisión de la espiritualidad mendicante o en los ecos de la autoridad real derivada de su proceso fundacional. De este modo, interpreta y refuerza nuevas posibilidades de análisis para la toponimia particular del centro italiano en relación con su naturaleza doble, sus innovaciones arquitectónicas o el viaje de significación simbólica y espiritual que se produce entre los elementos del templo y del espacio claustral.

Seguidamente, al doctor en teología Marco Rainini le corresponde reivindicar una suerte de conciencia de especificidad y complejidad para una interesante nómina de testimonios visuales de virtudes y, más especialmente, de vicios generados en entornos monásticos del siglo XIII. Para ello desgrana el autor las lecturas exegéticas de la Historia Sagrada, la moral y la escatología presentes en los trabajos de Bernardo de Claraval y de Gregorio Magno como base textual, respectivamente, del planteamiento teórico del tema de vicios y virtudes y del estrato biológico y natural que se explicitará visualmente en los diagramas.

Al tiempo, desarrolla las estrategias visuales y rítmicas –el ordo y el ratio– presentes en las diagramáticas simbólicas del Liber floridus, el riguroso De fructibus carnis et Spiritus de Conrado de Hirsau, el Speculum virginum, la Rota dominice orationis, los diagramas del cisterciense Godofredo de Auxerre o el Hortus deliciarum de Herrada de Hohenburg, imágenes todas ellas concebidas como representaciones visibles de una realidad invisible, en las que prevalecen –con un lenguaje unitario– en su intención por desencadenar en el intelectual un viaje contemplativo hacia la necesaria interioridad espiritual que le permita la revelación del mensaje presentado en sus respectivos textos.

Por otro lado, la íntima religiosidad jerónima de las últimas décadas del siglo XVI sirve a María Tausiet –experta en el campo de la creencia y la superstición marginal durante el movimiento de Reforma protestante hispánica– como marco de estudio para desarrollar, dentro de la corriente revisionista que ha experimentado la Orden de San Jerónimo durante las últimas décadas, el penúltimo de los acercamientos a este monasterio interior. En él, la autora contextualiza el juicio llevado a cabo contra el alquimista fray Juan del monasterio de Santa Engracia de Zaragoza con un interesante retrato del silencio y la soledad acompañada de la celda jerónima como definidores el modelo de interioridad monástica de la orden.

Así, la autora se sirve de la documentación que resulta de esta anécdota histórica para profundizar en las bases filosóficas y clásicas asociadas a las prácticas alquímicas en la espiritualidad cristiana, al tiempo que magistralmente las revela como conformadoras de un «laboratorio interior» para la sublimación, en este contexto de hermetismo filosófico, de una suerte de proceso constructivo de la individualidad.

Finalmente, Victoria Cirlot se desmarca de cronologías medievales para trascender el concepto de interioridad monástica hasta su categorización como esencia del lugar practicado. La catedrática en filología románica desarrolla –en consonancia con estudios previos de naturaleza comparativa entre la Edad Media y siglo XX– una suerte de marco teórico que se promete esencial respecto de autores contemporáneos que han indagado en las relaciones construidas entre el lugar y el no-lugar, el individuo y el espacio o la cabaña y el paisaje. Dichas dialécticas en constante diálogo y transformación sirven a la autora como instrumento para la interpretación de la interioridad espiritual que se desarrolla dentro de un todo simbólico de clave espacial.

De este modo, configuran su corpus los planteamientos filosóficos de Martin Hendegger y su ser-en-la-cabaña, Gaston Bachelard con la fenomenología de lo redondo, Henry Corbin y la Imago Templi, Michel de Certeau en el estudio sobre la mística como la sublimación de las experiencias de la interioridad, las Esferas de Peter Sloterdijk o el cineasta Lars Von Trier y su obra Melancolía.

Resta solo señalar cómo, aún referente en la historiografía actual, El monasterio interior perpetúa un camino de obligada reflexión para los estudiosos de espacios pensados y construidos dentro o fuera de los contextos de espiritualidad monástica medieval. Así, conforme a la manifiesta constancia que es en el individuo la conformación de un espacio interior múltiple y polisémico que se colme con significados de refugio, cabaña, casa o círculo al amparo del exterior, el monasterio interior se instituye con este volumen un nuevo lugar entre aquellos en los que –afirmara nuevamente Gaston Bachelard– «nos reconfortamos reviviendo recuerdos de protección».

Lara Arribas Ramos

Universidad de Salamanca