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Artículo 7/2019 (n.º 188)

¿Qué importa en primer grado?

Evaluación de la de calidad de vida en régimen cerrado

Araceli Aguilar Conde (Universidad de Málaga)

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Resumen: El clima social en prisión es un indicador clave para gestionar y determinar las condiciones de vida dentro de prisión Así, prisiones que

muestren un clima social ético y seguro tendrán una influencia más positiva en la rehabilitación que centros dónde el ambiente social sea más nocivo. Esta investigación utiliza el cuestionario que

mide la calidad de vida en prisión (MQPL) para concretar cuál es la percepción de calidad de vida de los internos en primer grado. Los resultados muestran que variables relacionadas con la humanidad y la dignidad en el trato, con el desarrollo personal y el bienestar así como con

la profesionalidad de cada centro, provocarán diferencias en la percepción de calidad de vida entre unas prisiones y otras.

Palabras clave: calidad de vida en prisión , régimen cerrado, cárcel, clima social en prisión.


Title: “What matters in first grade? Evaluation of the quality of life in closed regime”

Abstract: The social climate in prison is a key indicator for managing and determining the conditions of life in

prison. Thus, prisons that show an ethical and safe social climate will have a more positive influence on rehabilitation than centers where the social environment

is more harmful. This research uses the questionnaire measuring quality of prison life (MQPL) to specify the perception about quality of life in inmates at solitary confinement. The results show that variables related to humanity and dignity in treatment, with personal development and well-being as well as with the professionalism of each center, will cause differences in the perception of quality of life between prisons.

Key words: Quality of prison life, closed regime, prison, social climate

Recepción del original: 17 octubre 2019

Fecha de aceptación: 8 noviembre 2019

Sumario: 1. Introducción. 1.1. El confinamiento en solitario. 1.2. El con- finamiento solitario en españa: el primer grado. 1.3. Del estudio del cli- ma social al concepto de calidad de vida en prisión. 2. En el presente estudio. 3. Metodología. 3.1. Selección de la muestra. 3.2. Análisis de resultados. 4. Resultados. 4.1. Perfil de los internos. 4.2. Variables que influyen en el concepto de calidad de vida. 4.3. Adaptabilidad al medio penitenciario. 4.4. Calidad de vida en los centros penitenciarios visitados.

5. Discusión y conclusiones. 6. Bibliografía


  1. Introducción

    El sistema penitenciario que impera en España desde la promulgación de la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria (en ade- lante LOGP) sigue el modelo de individualización científica. Este modelo se centra en proporcionar a cada recluso un tratamiento individualizado orientado a cumplir con las expectativas de reinserción y reeducación ex- puestas en el artículo 25.2 de la Constitución Española.

    El encarcelamiento es el castigo más severo utilizado por los países de Europa occidental (LAPPI, 2011). El paso por prisión desestructura e incapacita para la vida en libertad. Estos perjuicios se acentuarán cuanto mayor sea la pena de cárcel y cuanto más duras las condiciones en que ésta se cumpla, sobretodo, si durante la ejecución de la pena el interno no tiene posibilidad de disfrutar de beneficios penitenciarios como programas de rehabilitación, terceros grados o la libertad condicional que vayan prepa- rándolo para su vida en libertad (RÍOS y CABRERA, 2002).

    Según POLLOCK et al. (2012) para que una prisión se acerque a esa visión utópica de centros rehabilitadores de delincuentes se debería adop- tar un claro compromiso con los principios de justicia restaurativa y de rehabilitación; la seguridad física y psicológica, la ética y la moral deben ser óptimas para que los internos se puedan centrar en su rehabilitación más que en la supervivencia. El preso debe percibir el clima social como seguro, para ello, las relaciones que establezca con funcionarios y con iguales deben ser sanas y, además, sería importante que fuese capaz de resistir impulsos autodestructivos. Por tanto, el ambiente de prisión debe ser percibido por el interno como moral y ético, sin desequilibrios de poder. De este modo, con la tranquilidad de tener cubiertas estas necesidades, el interno pue- de iniciar su crecimiento personal. Lógicamente, estos aspectos no serán iguales en todos los centros penitenciarios pues dependen más que de la institución penitenciaria del capital humano que conforme cada prisión. El clima social variará de un centro a otro y, en consecuencia, no todas las


    Directora: Deborah García Magna. Coordinadora: Araceli Aguilar Conde. Editado por la Sección de Málaga del IAIC Edificio Institutos de Investigación, Universidad de Málaga. Campus de Teatinos, 29071- Málaga www.boletincriminologico.uma.es Correo electrónico: boletincrimi@uma.es Tel: (+34) 95 213 23 25 Fax: (+34) 95 213 22 42 Dep. Legal: MA-857/1996 ISSN versión impresa: 1137-2427 ISSN versión electrónica: 2254-2043

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    prisiones serán intrínseca e igualmente perjudiciales (o poco efectivas) para sus moradores. En otras palabras, centros que muestren un clima social ético y seguro, dónde se cubran las necesidades básicas de los inter- nos tendrán una influencia más positiva que prisiones dónde este clima social sea más nocivo o dónde no se cubran las necesidades requeridas por los presos. Por tanto, medir el clima social de prisión se ha revelado en los últimos tiempos como un indicador clave para la gestión y determinación de las condiciones de vida dentro de prisión. Si presos que cumplen condena en prisión tienen una buena percepción de calidad de vida y, por tanto, más visos de reinsertarse cuando salgan de ésta, sería bueno conocer qué ha sido lo que ha in- fluido en esta percepción para trasladarlo a otros cen- tros donde la calidad de vida sea peor. Conociendo esta percepción, estaríamos en posición de evaluar y hacer propuestas de mejora continua para que se puedan op- timar las condiciones de vida dentro de prisión y hacer que los programas de tratamiento que se desarrollan en ellas sean más eficaces.

    Surge así la curiosidad de conocer cuál es la calidad de vida percibida por los internos que cumplen condena de la manera más restrictiva que podemos encontrar en nuestro país, el primer grado. El trabajo desarrollado en este artículo se centra especialmente en el régimen cerrado o confinamiento en solitario por considerarse éste un ámbito dentro de prisión poco estudiado en nuestro país y de gran interés al albergar, presumible- mente, a los individuos más conflictivos y desocializa- dos. Se considera que el estudio de su calidad de vida y la identificación de las variables que influyen directa- mente en ésta puede resultar un buen punto de partida para proponer medidas más efectivas de cara a una me- jor rehabilitación de estos internos.


    1. El confinamiento en solitario

      El cumplimiento de la pena de prisión en solitario se ha llevado a cabo desde el inicio de la historia de las prisiones bajo la creencia de que la contemplación silen- ciosa ayudaría a la reforma de los internos más inadap- tados dentro del sistema penitenciario Posteriormente, buscando la mejor forma de gestionar a estos reclusos, algunos países optaron por la dispersión de estos en diferentes centros penitenciarios con el fin de disminuir su influencia a el resto de reclusos buscando mantener el orden dentro de prisión y debilitando posibles alian- zas entre internos.(MEARS, 2008). Así, en la última etapa evolutiva de este régimen penitenciario, algunos países como Estados Unidos (en adelante EE.UU.),

      Inglaterra o los Países Bajos, optaron por política de concentración de estos internos decidieron crear pri- siones destinadas especialmente a albergar a este tipo de internos, haciendo especial hincapié en la seguridad y el aislamiento dejando a un lado el ideal rehabilitador apareciendo las prisiones de máxima seguridad o las instalaciones destinadas a la inhabilitación de reclusos con un determinado perfil (WARD y WERLICH, 2003). Sobre todo de países occidentales, estas prisiones res- ponden a prácticas dirigidas a la búsqueda de la seguridad en un sistema penal, cada vez más severo y que cede a las demandadas de una sociedad progresivamente más punitiva (GARLAND, 2001; HULLEY et al., 2016) ante un delincuencia que los medios de comunicación califican de intencional y malévola, perpetrada por individuos “de- pravados”, que preocupa y alarma a una ciudadanía que los identifica como “enemigos públicos” y que demanda un sistema penal más contundente (DRAKE, 2011: 369). En este sentido, GARLAND (1996: 461) afirma que la respuesta de la sociedad ante estos hechos es inhabilitar a estos delincuentes “sacándolos de la circulación” a tra- vés de la privación de libertad o la pena de muerte. Estas nuevas instalaciones son la respuesta “simbólica” hacia esa inclinación cada vez más punitiva de la sociedad ante

      el crimen (PIZARRO y NARAG, 2008: 38).

      Son “prisiones dentro de prisiones” (PIZARRO y otros, 2014: 182), es decir, estamos ante un sistema de “doble inhabilitación ya que los internos están aislados no solo de la sociedad en general sino también del res- to de reclusos y del personal” (KURKIS y MORRIS, 2001: 391); PIZARRO y NARAG, 2008).

      Las actuales prisiones o unidades de alta seguridad están destinadas a gestionar el riesgo, a castigar e in- habilitar a los delincuentes y a disuadir a la población, tanto general como penitenciaria, de perpetrar nuevos delitos. Ya nada tiene que ver con la reflexión, el diag- nóstico o la intervención de delincuentes pero sí con clasificar y gestionar grupos de internos según su peli- grosidad (KING y RESODIHARDJO, 2010; PIZARRO

      y NARAG, 2008). De hecho se caracterizan por tener una arquitectura y un uso de la tecnología al servicio del control social, la deshumanización y la seguridad, sobre todo para funcionarios. (CARLTON, 2011).

      Son varios los objetivos argumentados a la hora de poner en marcha este tipo de regímenes penitenciarios: mejorar el comportamiento de los internos; disminuir la influencia de algunos internos (líderes de organiza- ciones criminales, terroristas, etc.); proteger a internos con un determinado perfil de otros reclusos; o evitar fugas pero, sobre todo, lo que se busca es aumentar

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      el orden, la seguridad y el control dentro el sistema penitenciario. Este último objetivo es para muchos au- tores lo que justifica la expansión de este tipo de insta- laciones. (MEARS, 2008; MEARS y CASTRO, 2006). Sin

      embargo, según indican WARD y WERLICH (2003), la primera unidad de máxima seguridad no se construyó para mantener el orden sino como un “aviso” para que el resto de internos sean conscientes de las consecuen- cias que tiene infringir las normas dentro de prisión.

      Los estados deberían aclarar cuál es la finalidad de estas instalaciones, pues según cuál sea variará el tipo de interno. Así, si lo que se pretende es mantener el orden dentro de prisión sería lógico que estos centros alber- gasen a individuos disruptivos, que no tienen que ser necesariamente ni los más violentos, ni aquellos que ne- cesitan ser protegidos de otros compañeros. Mientras estos objetivos no queden claros la afirmación hecha por KURKI y MORRIS (2001: 392) sobre las prisiones de máxima seguridad puede seguir siendo cierta hoy: “es difícil estar seguro de quién está asignado a las pri- siones de máxima seguridad, por qué van, quién sale, cuándo lo hacen y en qué estado”

      La mayoría de los autores definen estos centros como instalaciones que albergan a “lo peor de lo peor” (KING, 1999: 164), dónde los internos, por un periodo indefinido, se encuentran en confinamiento unicelular entre 20 y 23 horas diarias sin disfrutar casi de ningún privilegio, tratamiento o servicio (MEARS, 2008).

      KING (1999:171) determina que son tres los ele- mentos esenciales de este tipo de internamiento:


      1. Alojamiento físicamente separado de unidades donde se aloja la población presa general.

      2. El ambiente que caracteriza a estos establecimien- tos especiales enfatiza la seguridad. Se procura la separación física de funcionarios e internos, sobre todo, limitando los movimientos de éstos últimos. En este sentido, SHALEV (2009: 162) remarca la importancia de barreras físicas que minimizan este contacto. Los prisioneros son separados de manera impersonal, utilitaria, estrictamente programada y mecánica”.

      3. Los internos se clasifican en este régimen a través de un proceso disciplinario derivado de comporta- mientos violentos o seriamente disruptivos. (KING y RESODIHARDJO, 2010; PIZARRO et al., 2014). No son los tribunales los que clasifican a estos in- ternos en este régimen, sino los administradores de los centros penitenciarios (MEARS, 2008; PIZARRO y NARAG, 2008; PIZARRO y otros, 2014).

      Con relación a este último punto, la conducta de los internos dentro de prisión será el principal criterio de clasificación que utilizan los administradores del centro penitenciario aunque también influye el comportamien- to extramuros del interno, concretamente, el tipo de delito cometido (MEARS, 2008).

      Algunas investigaciones han revelado la presencia de internos con enfermedades mentales graves en mayor proporción que en la población presa general (un 11% en la población general y un 23% en la población de máxima seguridad) (MEARS, 2008; NADAY et al., 2008).

      Por otro lado, es interesante indicar que otro tipo de perfil de internos que cumplen parte de su condena en confinamiento en solitario son aquellos que prefieren cumplir en este régimen y “se ofrecen voluntarios” para que se les traslade a este tipo de unidades (MEARS y WATSON, 2006: 246). Estos internos si no ven satisfe- cha su petición se pueden involucrar en altercados con comportamientos violentos o disruptivos con el fin de ser trasladados. En MEARS Y WATSON (2006) algu- nos guardias de prisión exponen los motivos por los que los internos toman este tipo de decisiones. Entre ellos: a) no compartir espacio vital con otros internos;

      1. al estar en estas unidades se libran de sus obligacio- nes laborales, o de asistir a programas de tratamiento;

      2. sentirse más seguros, algunos tienen miedo a que otros compañeros les hagan daño; d) estas instalacio- nes suelen estar más cuidadas que las que albergan a la población penitenciaria general.

      Una cuestión a tener en cuenta es el tiempo que un interno debe estar en este régimen. El tiempo de per- manencia debería estar vinculado con la finalidad que tenga esta instalación. Así, si el fin de estos módulos es mantener el orden dentro de prisión y se incluyen a los internos más disruptivos ¿cuánto tiempo deben perma- necer estos internos aislados? ¿hasta que se instaure de nuevo el orden de una prisión?. Si el objetivo es evitar las fugas ¿cuánto tiempo debe estar aislado un recluso para que desista de sus intenciones de fugarse?. ¿Y en el caso de los enfermos mentales?.

      Las bondades y perjuicios de estas construcciones han sido objeto de un amplio debate a nivel internacio- nal. Así, algunos académicos y profesionales del sistema penitenciario afirman que estos centros ayudan a man- tener la seguridad por su efecto disuasorio (PIZARRO y NARAG, 2008) mientras que otros consideran que es el mecanismo más duro de control social formal que un sistema penal puede emplear (exceptuando, lógicamen- te, la pena capital). Grupos de legisladores, profesiona- les y organizaciones de defensa de derechos humanos

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      han expresado su preocupación sobre su aplicación (AMNISTÍA INTERNACIONAL, 2012; OBAMA, 2016;

      COCHRAN et al., 2018) por considerarlos una forma de “castigo cruel e inusual” que puede provocar el debilita- miento de la salud mental de los internos allí clasificados (CLOYES et al., 2006; PIZARRO et al., 2014: 194).

      En relación al debilitamiento mental, el estudio realizado por CLOYES et al. (2006) mostró que estos internos sufren niveles moderados de discapacidad psicosocial. En otro, HANEY (2003) muestra que un ambiente tan estresante pueden hacer que los internos pierdan el contacto con la realidad, tener dificultad para concentrarse, ansiedad, desorientación y disminuir su autocontrol.

      Otros aspectos objeto de controversia son: que no queda claro cual es el impacto sobre la reincidencia, el efecto que tiene sobre la violencia y el orden dentro de prisión o sobre su análisis coste-beneficio (KING, 1999; KURKI y MORRIS, 2001; MEARS y WATSON, 2006; PIZARRO et al., 2006; MEARS, 2008;).

      En relación a la posible mayor reincidencia de estos internos en comparación con la de la población reclusa en general, algunos estudios han mostrado que, efec- tivamente, ésta es más alta pero que su diferencia no es tan grande (MEARS Y BALES, 2009). En un estudio publicado por WARD y WERLICH (2003) en el que se analizó a internos liberados de los centros de máxima seguridad de Alcatraz y Marion en EE.UU. se concluyó que el 16% de los liberados de la prisión de Marion re- gresaron a un centro de máxima seguridad tras su libe- ración y sólo el 3,1% de los liberados de Alcatraz fueron devueltos a aislamiento. Además, de los 80 internos de Marion que concluyeron su condena en este régimen y fueron liberados directamente a la comunidad solo la mitad de ellos reincidieron y volvieron a prisión. En este trabajo también se analizó el efecto que el confinamien- to en solitario pudo tener sobre la salud mental de los internos. Los resultados mostraron que únicamente el 8% de Alcatraz y el 3,1% de Marion tuvieron que ser trasladados a instituciones mentales por desarrollar una enfermedad mental durante su estancia en aislamiento.

      Respecto a su utilidad para mantener el orden y disminuir la violencia dentro de prisión, otros autores concluyen que estas instalaciones podrían contribuir a lo contrario (BOTTOMS, 1999). Sin embargo, KING (2005) entrevistó a 42 internos de prisiones de máxima seguridad en EE.UU. y concluyó que estas institucio- nes podrían tener un efecto positivo para los internos pues, en esas condiciones de vida, tienen tiempo para re- flexionar sobre las acciones que les han llevado a estar en

      prisión. Otros internos manifestaron que habían apren- dido a ser más pacientes y tener un mayor autocontrol. También manifestaban que el alejarse de internos que les influían negativamente había sido positivo para ellos. Con relación a su efectividad, algunos profesiona- les penitenciarios opinan que existen alternativas más eficientes y económicas a este tipo de reclusión como, por ejemplo, el uso de programas de tratamiento con- ductuales y educativos más específicos para este tipo de internos (MEARS y CASTRO, 2006; MEARS, 2008).

      Sin embargo, la realidad es que los reclusos en estas instalaciones reciben poca atención en lo que a progra- mas o servicios de tratamiento se refiere (KING, 2005; MEARS, 2008), situación que merma aún más la poca eficiencia de estas instalaciones.

      SHALEV (2009) quien efectúa una profunda revi- sión sobre prisiones de máxima seguridad, afirma que no se alcanzan ninguno de las metas oficialmente pro- puestas a excepción de la del aumento de la seguridad del personal penitenciario. Concluye que este tipo de confinamiento no reduce la violencia ni favorece el or- den dentro de prisión, ni proporciona seguridad a la población general. Sin embargo sí que está de acuerdo con que el coste humano, económico y social de estas políticas es excesivamente elevado llegando a cuestio- narse la legitimidad de estas instalaciones.

      En el ámbito académico la principal crítica que se hace a las opiniones que justifican este tipo de tratamiento es la poca evidencia empírica en la que se basan. En este punto es importante mencionar que la mayor parte de los argumentos en defensa de estas instalaciones se basan en estudios metodológicamente débiles. Por ejemplo, en el caso de la investigación de WARD y WERLICH (2003), no se administró una prueba previa para determinar cuál era el estado mental de estos internos antes de su con- finamiento en solitario y en el caso de la investigación hecha por KING (2005), el propio autor acepta las limi- taciones de sus conclusiones al disponer de un tamaño de muestra especialmente pequeño.

      Teniendo en cuenta todo lo expuesto hasta el mo- mento y la expansión de este tipo de instalaciones, en el ámbito criminológico se presenta un interesante campo de investigación, en general poco explorado y en el aún queda mucho por aportar, sobre todo en países como España.


    2. El confinamiento solitario en España: El primer grado Una vez visto cuáles son los objetivos, las característi- cas, los internos clasificados, los perjuicios y las bonda- des de este régimen penitenciario a nivel internacional,

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      se plantean las siguientes cuestiones: ¿cómo se lleva a cabo este tipo de régimen en España?, ¿cuáles son sus principales características?

      Lo primero que se debe mencionar es que en España no existen prisiones de máxima seguridad tal y como se entienden en otros países occidentales. Sí que exis- ten departamentos especiales o módulos de régimen cerrado, normalmente situados dentro de prisión, con mayores medidas de seguridad dónde se interna a los presos clasificados en primer grado.

      En nuestro ordenamiento jurídico la LOGP en su ar- tículo 10 prevé la existencia de estos establecimientos. Los define como espacios o departamentos especiales para penados de “extrema peligrosidad” o para quienes muestren signos de “inadaptación a los regímenes or- dinario y abierto”. Además en el apartado 3 del mismo artículo se definen las características de este grado pe- nitenciario: “las actividades en común de los internos se verán limitadas y se caracterizarán por estar sometidas a un mayor control y vigilancia”. Queda claro que para el legislador este régimen tiene una finalidad: mantener el orden social dentro de prisión a través de la seguridad. Legalmente, las razones por los que los internos pueden ser clasificados o regresados a primer grado vienen dispuestas en el artículo 102 del RP. A saber: Peligrosidad extrema e inadaptación a las normas ge- nerales de convivencia del régimen ordinario o abierto. Dicha peligrosidad e inadaptación deben fundarse en causas objetivas que constarán en una resolución mo- tivada. Así, según el RP se deben tener en cuenta los

      siguientes factores:


      1. Naturaleza de los delitos cometidos a lo largo de su historial delictivo, que denote una personalidad agresiva, violenta y antisocial.

      2. Comisión de actos que atenten contra la vida o la integridad física de las personas, la libertad sexual o la propiedad, cometidos en modos o formas espe- cialmente violentos.

      3. Pertenencia a organizaciones delictivas o a ban- das armadas, mientras no muestren, en ambos casos, signos inequívocos de haberse sustraído a la discipli- na interna de dichas organizaciones o bandas.

      4. Participación activa en motines, plantes, agresio- nes físicas, amenazas o coacciones.

      5. Comisión de infracciones disciplinarias califica- das de muy graves o graves, de manera reiterada y sostenida en el tiempo.

      6. Introducción o posesión de armas de fuego en el establecimiento penitenciario, así como la tenencia

        de drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psi- cotrópicas en cantidad importante, que haga presu- mir su destino al tráfico.


        Además, cuando se clasifica a un interno en este ré- gimen, según la infracción que haya cometido, se le puede aplicar unas medidas de seguridad más o menos estrictitas dentro de primer grado. Concretamente, los artículos 93 y 94 del RP especifican las modalidades de vida en régimen cerrado presentado el primero unas condiciones de vida más estrictas que las del artículo 94. De hecho, para algunos autores a las infracciones que van desde a) hasta la d) del artículo 102 del RP, relati- vas, a excepción de la d), a la conducta extramuros del interno, les podría corresponder la modalidad de vida especificada en el artículo 93 del RP mientras que a los apartados e) y f), más relacionados con el comporta- miento intramuros, les correspondería la modalidad del artículo 94 del RP. (FREIXA, 2014).

        La asignación a régimen cerrado así como la elección de la modalidad de vida se acuerdan por la junta de tra- tamiento (en adelante JT) y se aprueba por el centro directivo. Como se puede apreciar, en España, como ocurre a nivel internacional, la asignación del primer grado depende de la administración penitenciaria y no de ningún tribunal o juez de vigilancia penitenciaria.

        El sistema de clasificación penitenciaria español es dinámico por lo que los internos pueden progresar o regresar en grado. Incluso, dentro de un mismo grado también existe este avance o retroceso en las condi- ciones de vida. Así, un interno que es destinado a un departamento especial, con condiciones de vida muy estrictas (art. 93 RP), puede progresar a un módulo de régimen cerrado donde las condiciones de vida son mejores (art. 94) y volver a regresar a un departamento especial si su comportamiento se torna disruptivo y cesa su buena evolución.

        La permanencia en régimen cerrado será por el tiem- po mínimo necesario, hasta que desaparezcan o dismi- nuyan significativamente las razones o circunstancias que sirvieron de fundamento para su aplicación. Cada tres meses, como máximo, se revisará tanto la clasifi- cación como la asignación de modalidad de vida del interno. Sin embargo, como muy bien explica FREIXA (2014) en relación con esto, se debe tener en cuenta que para que un interno pase de primer a segundo grado, este interno debe estar disfrutando de la modalidad de vida menos restrictiva dentro de primer grado peniten- ciario (art. 94 RP). En cambio, no podrá pasar a segun- do grado si padece las condiciones de vida del artículo

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        93 del RP. Este sistema de progresión tiene consecuen- cias en cuanto al tiempo mínimo de permanencia de un interno en primer grado. Si un interno es clasificado a primer grado (art. 93 RP) debe permanecer tres meses hasta poder pasar a un módulo de régimen cerrado (art.

        94) y cuando esté aquí, contando con que no cometa ninguna infracción, participe en actividades y muestre motivación, tendrá que esperar un mínimo de seis me- ses para que la JT decida su progresión de grado. Esto suma un mínimo de 9 meses de espera aunque una de las cualidades del primer grado sea su transitoriedad (un interno permanecerá el tiempo mínimo imprescindible para corregir su conducta y cuando “desaparezcan los motivos” que lo llevaron a primer grado “debería pro- gresar a un régimen de vida ordinario”) (FREIXA, 2014: 3). El supuesto expuesto es complicado que se cumpla pues cualquier sanción disciplinaria puede prolongar su estancia en este departamento por un tiempo indeter- minado e ilimitado.

        En relación con este carácter ilimitado TAMARIT et al. (2005: 273) afirman que el primer grado se puede volver la peor sanción disciplinaria al “no tener uno límites máxi- mos de duración”. Esta incertidumbre sobre la duración crea sentimientos de indefensión, hostilidad y agresividad en los internos por lo que supone un aumento del dolor de la condena. (SHALEV, 2008). El factor temporal tam- bién pueden afectar psicológica y psicosocialmente a los internos clasificados en primer grado, sobre todo si este es prolongado, pues este hecho entorpecerá las capacida- des de resocialización de estas personas.

        En cuanto a los efectos que este tipo de encarce- lamiento produce en los internos que lo padecen en España RÍOS (2013: 138) afirma que las condiciones de vida tienen un efecto “despersonalizador y animali- zador incompatible con la letra y espíritu” en el que se basa nuestro régimen penitenciario. Se estaría dejando a un lado el carácter rehabilitador y reeducativo de la pena de prisión y todo lo referente al cumplimento de la normativa sobre derechos humanos.

        Pensando en la intervención con estas personas FREIXA (2014:23) argumenta que el primer grado debería suponer: “a) Unos programas de tratamien- to especializados; b) Una evaluación continua de las intervenciones; c) Una evaluación del riesgo; d) Una plantilla especializada; y, e) Un plus de atención sobre los jóvenes”. Enfatizar la participación de estos inter- nos en ocasiones es complicado por las restricciones inherentes al propio régimen de vida.

        CAPDEVILA y FERRER (2009) apuntan a que estos reclusos suelen tener un mayor número de sanciones y

        faltas. GARRIDO et al. (2006: 947) afirman que la per- manencia durante largos periodos de tiempo en primer grado puede ser un predictor de reincidencia.

        RÍOS y CABRERA (2002) realizan uno de los pri- meros estudios sobre las condiciones de vida en primer grado a partir del envío de cuestionarios a 190 internos clasificados en él. El trabajo hace referencia a que este tipo de internos reincidentes son habituales del sistema penitenciario y que tuvieron su primer ingreso siendo menores. El resultado de esta instucionalización es que son personas que no saben desenvolverse en sociedad y cuando salen en libertad vuelven a delinquir para entrar en prisión.

        Se ha visto, tanto a nivel internacional como na- cional, que los programas de regreso paulatino a la comunidad dónde se trabajan las habilidades sociales, adicciones y los vínculos sociales son los más efectivos a la hora de intentar que estos internos no vuelvan a reincidir (CID y TEBAR, 2010).


    3. Del estudio del clima social al concepto de calidad de vida en prisión

Aunque no existe una definición oficial y aceptada so- bre qué se entiende por clima social, ha habido varios intentos de definir lo que se entiende por clima social en prisión.

El primero en proponer una definición fue MOOS. Su definición surge de la creencia del autor de que el clima social en prisión está formado tanto por la manera que se organiza la institución como por el tipo de insti- tución de que se trate. Así, ambos aspectos dotarán de una personalidad única (clima social) a cada institución (MOOS y TIMKO, 2004).

Posteriormente, ROSS, DIAMOND, LIEBLING y SAYLOR (2008: 447) en su estudio comparado sobre el clima social de las prisiones estadounidenses e ingle- sas. Proponen que el clima social en prisión lo forman “las características sociales, emocionales, organizativas y físicas de una institución correccional según sean per- cibidas por los internos y el personal”.

TONKIN (2016: 1377) propone que el clima social se entienda como “un constructo multifactorial, que consta de varios componentes que describen como una institución determinada es percibida por su personal o residentes”.

En 2018, BENNET y SHUKER definen clima social de forma más amplia como los “factores observables u objetivos, sino también a percepciones de los miembros de la comunidad” (p. 45) o como “elementos del medio ambiente, cultural social, interacciones interpersonales

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y relaciones que son distintivos de la organización según se perciba por quienes viven y trabajan en ella” (p. 46).

Las definiciones dadas apuntan a que el clima social en prisión es un concepto plurifactorial formado por la interacción de aquellos aspectos (tanto materiales como inmateriales) que se desarrollan durante la vida en prisión y que es percibido por los integrantes de la mis- ma. Esto hace que autores como WILLIAMS, GREEN Y CHERNOFF (2019) se decidan por la definición dada por DAY, CASEY, VESS y HUISY (2012) quienes en- tienden el clima social como los “entornos donde se desarrollan las relaciones del individuo con el ambiente y con otras personas y que refleja tanto las limitaciones como las fortalezas de estas interacciones” (p. 5).

Derivado, principalmente, de las definiciones he- chas respectivamente por MOOS (1968) y por ROOS et al. (2008), y sus referencias sobre cómo influye en el clima social la organización de la institución, surge el término clima organizacional que viene a referirse a “los atributos de la institución” y no únicamente a valo- res y creencias compartidas por sus miembros (LUGO, 2016: 357). Para LUGO (2016) el clima organizacional puede influir en el comportamiento de las personas que componen la institución, ya sean internos o personal de prisión, pues el contexto organizacional no sólo dic- ta políticas y procedimientos sino también prácticas, tanto administrativas como de liderazgo y de gestión que influyen en la percepción del clima social de pri- sión tanto de personal que trabaja en prisión como de los internos. Así, si el interno percibe que la aplicación de las normas por parte de la institución es desigual o errática, pueden clasificar como ilegítima su autoridad sobre ellos (BOTTOMS, 1999) y, por tanto, dejaran de cumplir las normas empeorándose el clima social car- celario con las subsecuentes consecuencias negativas que este detrimento del ambiente social tendría sobre el comportamiento de las personas que constituyen la institución penitenciaria, entrándose en una espiral de continuo empeoramiento del clima social de prisión.

TAXMAN, CROPSEY, MELNICK y PERDONI

(2008) realizaron uno de los pocos estudios que mide de manera explícita el clima organizacional en prisión. Concretamente se examinó la relación entre las variables organizacionales y su impacto en la administración del tratamiento de los reclusos. Concluyeron que el clima organizacional puede tener un impacto no sólo en la sa- tisfacción y productividad del personal, sino también en la prestación de servicios a los internos lo cual, en defini- tiva, sería beneficioso para los internos pues estarían reci- biendo su tratamiento de una manera más eficaz. A este

mismo hecho hace referencia BOTTOMS (2003) quien argumenta que el éxito en los programas de tratamiento no solo va a depender de la participación de los internos sino del personal y el contexto institucional.

Parece claro que el clima social de prisión tendrá, por un lado, un componente humano derivado de las relaciones que se dan entre las personas que forman parte de este ambiente y, además, tendrá un componen- te organizacional derivado de los sistemas de gestión y ambos incidirán de manera conjunta, a través del clima social, en el comportamiento de los individuos que for- man parte de la institución.

¿Cómo se ha medido el clima social hasta el momento? El periodo en el que se desarrollan los primeros estudios en los que se utilizan herramientas específicas para medir el clima social de prisión coincide con el periodo de re- gencia del ideal rehabilitador en el entorno penitenciario. Es con la llegada de los profesionales del tratamiento a prisión, sobre finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo XX, cuando comienza el interés por el evaluar el medio social de prisión (LIEBLING y ARNOLD, 2004; MARTÍ, 2017; RODRÍGUEZ, LARRAURI y GÜERRI, 2018).

Surge pues una amplia investigación que examina los efectos de el clima institucional en los entornos clínicos y penitenciarios. Las primeras aportaciones significa- tivas a esta línea de investigación vendrá de la mano del psicólogo estadounidense RUDOLF MOOS (1968). MOOS, como se pudo comprobar durante el análisis a la definición que el autor hace de clima social, entiende que cada centro penitenciario tiene un ambiente social propio, en términos de MOOS: su propia personalidad. Por tanto, cada prisión se caracterizará por poseer una serie de factores y cualidades que harán que su clima de prisión sea diferente respecto al de otras prisiones. Es por el interés de conocer estas diferencias donde surgen las evaluaciones dentro de prisión.

El estudio del clima social de las organizaciones de- sarrolla su marco teórico bajo el paraguas de las teo- rías de la personalidad. Estas teorías sugieren que el comportamiento es una función conjunta “tanto de la persona como de su entorno” (MOOS, 1968: 175). Sin embargo la mayor parte de los estudios se han dedi- cado al estudio de la persona y dejándose a un lado la conceptualización y la evaluación de las dimensiones ambientales (SCHALAST y LAAN, 2017).

El propio MOOS (1968) incluye como excepciones a esta tendencias los trabajos desarrollados por los psi- cólogos LEWIN (1935) y MURRAY (1938) quienes han intentado vincular formalmente a sus modelos tanto

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variables ambientales como personales. Entre ellos des- taca especialmente MURRAY por desarrollar el modelo interaccionista de la personalidad.

El supuesto principal del que parte la teoría de la per- sonalidad de MURRAY es que la conducta estaría deter- minada, en parte, por variables personales; en parte, por variables situacionales (ambientales); pero, fundamental- mente, por la interacción de ambos tipos de determinan- tes. Bajo este modelo de sistema abierto, la personalidad no sería una máquina ni una entidad estanca, sino un sistema autorregulador en permanente interacción con otros sistemas y con el medio. A pesar de que su evi- dencia empírica no se muestra hasta el último cuarto del siglo XX, la idea de interacción no era en absoluto nue- va en psicología (MOOS, 1968; WENK y MOOS, 1972; BERMÚDEZ, PÉREZ y SANJUÁN, 2017).

Así KANTOR (1924) (citado en BERMÚDEZ, et al. 2017) fue uno de los primeros en proponer una in- terpretación psicológica del interaccionismo, al con- siderar que debía tomarse como unidad de análisis “la forma en que el individuo interactúa con los diversos tipos de situaciones que constituyen sus circunstan- cias conductuales. Propuso que una concepción de la personalidad debe ser predominantemente funcional y conceder una gran atención tanto a las condiciones es- timulares como a la interacción de la persona con ellas. No obstante KANTOR enfatizaba la consideración del ambiente físico (es decir, sus características más obje- tivas) contrastando en este sentido con LEWIN (1935, 1936) que consideraba que lo importante era el entorno subjetivo o interpretación psicológica de la situación. A partir de aquí MURRAY (1938) postuló una teoría de necesidad-presión de la personalidad cuya característica esencial sería la interacción entre factores personales y situacionales, distinguiendo entre presión “alfa” o am- biente físico y presión “beta” o entorno psicológico (BERMÚDEZ et al., 2017).

La presión del entorno, tal y como la percibe el in- dividuo, le determina con qué debe lidiar y le aclara que camino elegir con respecto a su comportamiento con el fin de encontrar satisfacción y recompensa dentro de la cultura dominante en la institución. En este sentido presión del entorno se entendería como aquella per- cepción privada que cada persona tiene de los eventos en los que participa. A esto es lo que MURRAY (1938) llama presión beta. Pero llegará un punto en el que el mundo privado del individuo colisione con el del resto de individuos, pues las personas tienden a compartir una interpretación común. Esto sugiere a MOOS la presencia de una necesidad beta privada y otra nece-

sidad beta consensual que es la que se compartirá con la sociedad. La Escala de Clima Social desarrollada por MOOS medirá esta presión beta consensual.

Por tanto MOOS (1968) cree que si el comportamien- to es una función interactiva entre las necesidades del individuo y la presión del ambiente, es prioritario inves- tigarlo y construir herramientas con las que evaluar los ambientes (MOOS, 1968: 174) pues hasta el momento se habían llevado a cabo muchos estudios que dejaban claro la importancia del entorno y la interacción de la persona con el comportamiento, aspecto que sugiere a MOOS el hecho de que una evaluación sistemática de los entor- nos “podría aumentar la precisión de las predicciones de comportamiento” (MOOS, 1968: 175).

MOOS (1968) desarrolla el Ward Atmosphere Scale (WAS), se trataba de un instrumento de 100 ítems que se podía utilizar en diferentes tipo de instituciones, incluidas las prisiones. Con posterioridad adapta la es- cala WAS de manera exclusiva al ámbito penitenciario creándose así la escala CIES (Correctional Institutions Environment Scale). WENK y MOOS (1972) fueron los primeros en probar este cuestionario para medir los factores ambientales en las prisiones. El cuestionario fue aplicado a los internos y al personal de 16 unidades de corrección juveniles. Fueron entrevistados tanto jó- venes como adultos. Con los resultados MOOS pudo crear una serie de dimensiones con las que predecir el clima social y su impacto en los programas de tratamien- to. En la versión original creada por WENK y MOOS (1972: 140) el instrumento tenía 86 ítems organizados en nueve escalas distribuidas en tres dimensiones: las relaciones entre personas, programas de tratamiento y funcionamiento de la institución (para una definición de cada subescala véase WENK y MOOS, 1972: 141 y ss.; o también LIEBLING y ARNOLD (2004: 84), una traducción a castellano la ofrece MARTÍ, 2017: 32))

A pesar de ser una herramienta “inmensamen- te influyente y ampliamente utilizada” (LIEBLING y ARNOLD, 2004: 89). Para la autora inglesa “el modelo de Moos está limitado” (LIEBLING y ARNOLD, 2004:

88) pues se centra en la predicción del comportamiento de los internos y deja de lado la percepción del perso- nal sobre su entorno de trabajo. Otras críticas hacen referencia a lo obsoleto de sus términos, a su longi- tud que implica una gran duración en su aplicación, y su ineficacia debido a que, estadísticamente, tiene una baja consistencia interna (LIEBLING y ARNOLD, 2004: ROSS et al. 2008; DAY et al., 2012; CASEY, DAY y REYLONDS, 2016; WILLIAMNS et al., 2019). Para SAYLOR (1984) la influencia de la herramienta de

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MOOS en la investigación del clima social de prisión puede deberse más que a su “idoneidad a la escasez de otros instrumentos que midan el clima social de pri- sión” (LIEBLING y ARNOLD, 2004: 91).

Con posterioridad a MOOS, LIEBLING y ARNOLD (2004: 91) marca como otro hito de referencia en el desarrollo de las herramientas evaluativas del clima so- cial en prisión bajo el marco rehabilitador la elaborada por HANS TOCH (1977) quien desarrolla el Prison Preference Inventory (PPI). La preocupación del autor era identificar que características del medio penitenciario eran estresantes y cuales no. Se les preguntaba a los in- ternos sobre sus percepciones de las dificultades y cómo las afrontaron (ROSS et al. 2008: 449). El cuestionario planteaba 56 preguntas sobre sus preferencias en relación al funcionamiento y la organización de la vida en pri- sión. Del análisis cualitativo de 900 entrevistas a internos Toch identificó ocho temas importantes que denominó: privacidad, seguridad, infraestructura, apoyo, empatía, motivación, actividad y libertad. (TOCH, 1977; ROSS et al. 2008; TONKIN y HOWELLS, 2011; MARTÍ, 2017).

Para WRIGHT (1985) las dimensiones encontradas por TOCH son preocupaciones globales de cualquier recluso. Además afirma que el instrumento creado por TOCH (PPI) adolece de defectos metodológicos, sobre todo de índole estadístico. WRIGHT (1985) en su búsqueda de herramientas que le ayudaran a prever comportamientos violentos, problemas de saludo física o mental o problemas de convivencia decidió modificar el cuestionario de TOCH y construyó a partir de él una batería de 121 ítems relacionados con las ocho dimen- siones resultantes de TOCH. Seleccionó dos muestras de internos en instituciones penitenciarias de seguridad media en el estado de Nueva York distribuidos al azar. Ambas muestras probaron el instrumento de WRIGHT. Tras varias pruebas y modificaciones del instrumento original finalmente se quedó con un instrumento final de 48 ítems llamado Prison environmental inventory (PEI) que supera los errores metodológicos de su an- tecesora (ROSS et al., 2008: 449)

Para LIEBLING y ARNOLD (2004) estos estudios evaluativos tratan de conocer qué clima de prisión es el más favorable de cara a la rehabilitación del interno. Con ellos lo que se busca es responder a la pregunta de qué tipo de climas son los más efectivos de cara a potenciar los programas de tratamiento. Esta autora no está de acuerdo con el modelo de evaluación de MOOS o de TOCH, pues simplemente miden la relación del clima social con cambio de comportamiento o con la

eficacia del tratamiento y en su evaluación quedan fuera aspectos que son esenciales en el desarrollo de la vida en prisión (MARTÍ, 2017; RODRÍGUEZ et al., 2018)

Con el comienzo del declive del ideal rehabilita- dor de prisión surge una visión más gerencialista de la institución cuyo único objetivo es el confinamiento. Durante este periodo surgen sistemas de evaluación que estarán influenciados por la corriente gerencialista de la época y que se centrarán en medir dentro de prisión aspectos mucho más objetivos y sencillos de cuantificar y cuyo fin es controlar la actividad de los centros peni- tenciarios. El problema con estos trabajos es que basan sus indicadores en aspectos fácilmente medibles pero que no son importantes a la hora de determinar el clima social de una prisión (LIEBLING y ARNOLD, 2004; LIEBLING, HULLEY y CREWE, 2012; MARTÍ, 2017).

Ante este problema de las evaluaciones de corte ge- rencialista surgen nuevos estudios que intentan pro- fundizar en el conocimiento de la vida en prisión. Son dos las herramientas que se destacan en este periodo el cuestionario que mide la calidad de vida en prisión (en adelante MQPL por sus siglas en inglés de Measuring the Quality of Prison Life) creado por LIEBLING y ARNOLD (2004) y el cuestionario llamado Essen Climate Evaluation Schema (en adelante EssenCES) creado por SCHALAST, REDIES, COLLINS, STACEY y HOWELLS (2008).

Nos centraremos a continuación en el desarrollo de la herramienta que mide la calidad de vida en prisión, que es en la que se basa este trabajo. Para LIEBLING, las condiciones de vida dentro de prisión no sólo están determinadas por esos aspectos materiales sino por, y fundamentalmente, por aspectos morales de corte cua- litativo y más difíciles de medir como “justicia, equidad, seguridad, orden, humanidad, confianza o desarrollo per- sonal” que, en conjunto, LIEBLING y ARNOLD (2004) denomina “moral performance” (p. 50) (traducido como desempeño moral) (SANHUEZA, 2015; SANHUEZA y SAGREDO, 2015; BARQUÍN, CANO y CALVO, 2016, 2019; MARTÍ, 2017 y RODRÍGUEZ et al. 2018).

Para poder llegar a medir lo que realmente importa dentro de prisión esta autora y su equipo desarrolla, a partir de una metodología mixta que explica detallada- mente en su obra Prisons and their moral performance (LIEBLING y ARNOLD, 2004: 132-136) en la que se

combinan metodologías cuantitativas y cualitativas para la investigación. Este trabajo se divide claramente en dos fases. Durante la primera fase se utiliza la metodo- logía cualitativa conocida como indagación apreciativa

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(“appreciative inquiry”) (p. 132). Se trabajó estrecha- mente con los grupos de discusión de funcionarios e internos. Se pretendía que cada persona del grupo ima- ginara la prisión en su mejor momento (durante el taller el grupo trataba sobre la historia del prisión) para así centrarse en lo importante. Una vez descritas los regis- tros se debatían de nuevo con el grupo para comprobar que se habían interpretado bien los aspectos que más importaban. El trabajo de investigación se prolongó durante un año en 5 prisiones inglesas.

Así, se identificaron temas que se convirtieron en la base para acordar dimensiones conceptuales importan- tes pero difíciles de medir como: el respeto, la humani- dad, la seguridad y confianza. El resto del tiempo, tras esto, el equipo de investigación trabajo en darle signi- ficado a estas dimensiones hasta llegar interpretarlas como categorías conceptuales que pudieran operacio- nalizarse. Una vez operacionalizadas las variables iden- tificadas como importantes para medir el clima social en prisión se podía pasar a la segunda etapa: la medición.

Para la creación del cuestionario se propusieron más de 100 ítems que según el equipo de investigación re- flejaban bien las diferentes dimensiones, y con la ayuda del personal y los internos éstas primeras versiones se pudieron probar. Las respuestas a los ítems se daban en forma de escala Likert 1 a 5 (LIEBLING, et al. 2012).

La autora se refiere al resultado obtenido por el cues- tionario como una medida del desempeño moral de las cárceles (LIEBLING y ARNOLD, 2004 y LIEBLING et a. 2012). Esto equivaldría, en términos de SPARKS (1994) y de SPARKS y BOTTOMS (2008) a evaluar la legitimidad del interior de la prisión. (LIEBLING et al., 2012).

Desde su creación en 2004 el cuestionario ha evolu- cionado, se trata de una herramienta viva que se ha pro- bado y versionado en diferentes ambientes (JOHNSEN, GRANHEIM y HELGESEN, 2011; BOONE y KOX, 2014; SANHUEZA, 2015; BARQUÍN et al., 2016; POZO, NAVARRO, NAKAHIRA y CUTIÑO, 2018; RODRÍGUEZ et al., 2018; SALES, 2018). Su última

versión esta formada por 126 ítems que se agrupan en 21 dimensiones que quedan englobadas en 5 catego- rías: 1)Humanidad y dignidad 2) Profesionaliadad; 3) Seguiridad, 4) Condiciones materiales y contacto fami- liar y 5) Bienestar y desarrollo personal.

En palabras de LIEBLING et al. (2012) esta herra- mienta y sus dimensiones:


representan un marco conceptual cuidadosamen- te equilibrado para reflexionar acerca de la calidad moral de una prisión, tal como la experimentan los

presos. La encuesta constituye una herramienta para la reflexión y el análisis, y para la “identificación de síntomas” que indica fallas morales,(…). Explorar las relaciones entre las dimensiones, (…) y observar de cerca las dimensiones de puntuación más bajas y más altas en general, nos dice mucho sobre la experiencia carcelaria contemporánea.” (p. 370).


Las dimensiones obtenidas avalan que el ambiente dentro de prisión es multifactorial y, por tanto, cada pri- sión tendrán una calidad de vida propia y comparable con otras prisiones. Para LIEBLING, la clave para explicar esta diferencias estará en las relaciones interpersonales que se establezcan dentro de cada prisión (LIEBLING et al. 2012, MARTÍ, 2017, RODRÍGUEZ et al. 2018).

Antes de terminar este capítulo sería interesante hacer un breve repaso sobre las bondades que ofrece a sus usuarios que en una institución que tenga un clima social positivo. Entre los numerosos beneficios encon- trados en las diferentes investigaciones se encuentran la reducción del mal comportamiento del interno (FRENCH y GENDRAU, 2006), mejora la motivación del interno mayor satisfacción y eficacia del personal, otros inciden en que se reducen los intentos de suicidio y, además un clima social positivo se asocia con una mayor seguridad (WILLIAMS et al. 2019). HARDING (2014) apunta a que en igualdad de condiciones los programas de tratamiento que se han demostrado que funcionan dentro de prisión como los de corte cogniti- vo conductual darán mejores resultados en una prisión con clima social positivo que en una que no lo tuviera. En un sentido parecido LIEBLING y ARNOLD (2004:

446) especula con que los internos liberados de las cár- celes que puntúan más alto en las medidas de respeto, justicia, y un trato bueno con los funcionarios tendrán más posibilidades de salir de prisión con identidades más sanas que los que se han sentido abusados. Un claro ejemplo de que los programas de tratamiento y de rehabilitación de delincuentes tienen más éxito si se brindan en un entorno penitenciario favorables es el trabajo de GENDERS y PLAYER (1995) sobre las tasas de reincidencia de internos liberados de la pri- sión terapéutica de Grendon en Reino Unido. Con un planteamiento inverso pero cuya respuesta puede dar- nos información de utilidad, se desarrolla el estudio de CHEN y SHAPIRO (2007) quienes responde a la cuestión de si unas condiciones de vida dura reducen la reincidencia. Su investigación concluye sin evidencia de que la mayor dureza de un centro penitenciario no reduce la reincidencia, en todo caso la aumenta.

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Por descontado, si existen efectos bondadosos brin- dados por climas sociales positivos, los climas sociales negativos harán la estancia en prisión más dolorosa. Así, GRIFFIN (1999) identificó cuatro elementos del clima social como factores predictivos importantes de incidentes institucionales: comunicación interno-per- sonal, capacitación del personal, experiencia del per- sonal y moral del personal. Un metaanalisis hecho por GADON, JOHSTON y COOKE (2006) demostró que el clima social se puede correlacionar con la incidencia del desorden y la violencia pues el clima social contie- ne los factores que pueden desencadenar estos eventos (HARDING, 2014: 165).

En línea con estas consecuencias negativas HANEY (2006: 265) expone que el problema de este clima social negativo no es que “las prisiones se hagan más incómo- das, sino que se vuelven más destructivas”.

A lo largo de todas estas páginas se ha ido referen- ciando la importancia que tiene medir el clima social pero para algunos autores la información que da la pre- sencia o ausencia de un clima social determinado va mucho más allá. Así, BOTTOMS (2003) enfatiza sobre la importancia que tiene el estudio del clima social en prisión sobre todo si se tienen en cuenta aspectos como la legitimidad, la equidad o la justicia. De hecho, afirma que las intervenciones para modificar ciertas conductas o comportamientos y el clima de prisión se producen como resultado de una interacción entre las actitudes y valores del personal y de los internos. Los aspectos que son claves para BOTTOMS (2003) son: la legitimi- dad, la importancia de la percepción de justicia, la co- herencia y las relativas al control de internos respecto al personal. Este autor afirma que el clima en el que se produzcan estas intervenciones no es algo nimio, sino de gran importancia, pues si este es percibido por los internos como injusto o incoherente puede provocar sentimientos de resentimiento o tener efectos contra- producentes sobre, por ejemplo, la efectividad de un tratamiento.

Hay autores que piensan que el clima de prisión es el reflejo del sistema penal que lo alberga y de las ideo- logías de la sociedad que los mantiene. (ROSS et al., 2008). Por tanto, se puede suponer, sin temor a equi- vocarse, que habrá tantos tipos de climas sociales en prisión como países. Incluso, dentro de un mismo país las prisiones tendrán diferentes climas sociales y cada uno de sus módulos también tendrá otro diferente y, si se sigue extrapolando, incluso habrá un clima social diferente cada vez que se produzca un cambio de guar- dia dentro o entre un interno nuevo.

Para CASEY et al. (2016) uno de los principales mo- tivos para interesarse por el estudio del clima social de una prisión es la influencia que tiene éste sobre el proceso terapéutico de los internos y cómo, un clima social positivo dentro de prisión podría favorecer un cambio de comportamiento en el interno hacia acti- tudes más receptivas con el tratamiento y esto, como bien apuntan los autores, en instituciones con escasez de recursos económicos, “es una forma de enriquecer la cultura institucional de manera económica y práctica” (p. 286). Además de la variedad se debe tener en cuenta el potencial de transformación que tiene el clima de prisión, sea este positivo o negativo sus efectos traspa- sarán los “muros de prisión” (WILLIAMS et al., 2019). Además, estas evaluaciones del clima social de pri- sión pueden utilizarse como si fueran herramientas de gestión con las que medir el grado de aplicación de una determinada política penitenciaria y la forma en que ésta se está llevando a cabo dentro de prisión. Se esta- rían por tanto utilizando la evaluación para cuantificar metas medibles que las administraciones penitenciarias se han propuesto bajo el prisma de la orientación polí- tica que impere en el país en ese momento. Por tanto lo que se incluirá en las herramientas será lo que interesa medir a la administración de prisiones pero, también, lo que es aceptado por la mayoría de la sociedad y que, aunque en la evaluación su resultado sea malo, se sabe que no provocará graves problemas de indignación social (ROSS et al., 2008). Por esto, para HARDING (2014) estas evaluaciones también se pueden utilizar

como un indicador de la dignidad de la institución.


  1. En el presente estudio

    El presente estudio pretende conocer cual es la per- cepción de la calidad de vida en prisión de los internos clasificados en primer grado. Para ello, a partir del uso del cuestionario MQPL y el análisis estadístico de las respuestas dadas por los internos, se tratará de identifi- car cuáles son las variables más influyentes en la forma- ción del concepto de calidad de vida de estos internos, se analizará cuál ha sido la adaptación de estos reclusos medio penitenciario y se comparará la calidad de vida percibida en los diferentes centros penitenciarios visi- tados.

    Tras todo lo expuesto hasta el momento se esperan hallar los siguientes resultados:


    Hipótesis 1: La percepción de los internos recluidos en primer grado será peor que la hallada en segundo grado.

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    Hipótesis 2: A la hora de formar su concepto de ca- lidad de vida estos internos darán prioridad a as- pectos como el trato percibido y la relación con los funcionarios y con otros internos pues, se supone, según investigaciones previas como la de LIEBLING (2004), RODRÍGUEZ et al. (2018) o BARQUÍN et

    al. (2016, 2019), que las relaciones de los internos son un factor clave a la hora de definir cómo es la calidad de vida en prisión.

    Hipótesis 3: Por el tipo de régimen en el que se en- cuentran estos internos se espera que hayan tenido una mala adaptabilidad al medio.

    Hipótesis 4: Se espera que la calidad de vida percibi- da en cada módulo de régimen cerrado visitado sea diferente y además estas diferencias estarán basadas en aspectos “morales” (LIEBLING, 2004) más que en aspectos ambientales o arquitectónicos.


  2. Metodología

    1. Selección de la muestra

      Repartidos por todo el territorio nacional y gestionados por la Administración General del Estado existen 69 cen- tros penitenciarios que albergan a 50.6121 internos. De ellos, 835 internos están clasificados en primer grado.

      En cuanto a la selección de centros, para la reco- lección de los datos se han visitado los centros peni- tenciarios de: Algeciras, Córdoba, Estremera, Huelva, Picassent, Puerto I, Puerto III, Soto del Real y Villabona. Se debe mencionar que no fue posible acceder a los mó- dulos de primer grado pues de los centros de Córdoba y Huelva, a pesar de tener el correspondiente permiso de la Secretaría General de Instituciones penitenciarias para realizar esta investigación. Los equipos directivos de estas prisiones alegaron motivos de seguridad para justificar la revocación del permiso de entrada. Los 7 centros de donde sí se pudieron obtener datos brinda- ron un universo muestral de 335 internos. De ellos, 115 accedieron a participar en esta investigación.

      En este trabajo se invitó a participar a todos inter- nos que se encontraron en primer grado durante las visitas. Por tanto, la muestra la forman todos aquellos que voluntariamente accedieron a colaborar. A todos se les informó verbalmente y por escrito sobre en qué consistiría su participación, cuáles eran los objetivos de la investigación y de que su colaboración no supondría ningún beneficio penitenciario. También se les informó sobre su derecho a dejar de participar en cualquier mo- mento si así lo decidían. A todos los interesados se les

      facilitó un documento informativo y de consentimien- to que fue firmado por el interno. Se cree que este pro- cedimiento era el menos coercitivo para los internos.

      La confidencialidad de las respuestas de los partici- pantes ha sido prioritaria en este trabajo. Las respuestas al cuestionario se realizaron de manera individual en una sala habilitada para ello como la consulta médica o alguna similar que garantizara la total privacidad de lo que el interno pudiese responder. El tiempo dedicado a responder cada cuestionario osciló entre los 90 y los 120 minutos.


    2. Análisis de los resultados

      Para conseguir los objetivos planteados en este trabajo a partir de las respuestas dadas en el cuestionario por los internos se llevarán a cabo contrastes de hipótesis para dos muestras independientes con el fin de compro- bar si existen diferencias significativas en la percepción de la calidad de vida de la población interna en primer grado con respecto a la clasificada en segundo grado. Para conocer cuales son las variables que influyen en la formación del concepto de calidad de vida en estos internos se llevará acabo un análisis de regresión lineal múltiple y un análisis de varianza para comparar si las diferencias sobre la calidad de vida de los distintos cen- tros penitenciarios son estadísticamente significativas. Para poder realizar este análisis se han empleado el pro- grama IBM-SPSS-Statistics en su versión 25.0.


  3. Resultados

    1. Perfil de los internos

      El perfil de la persona que se encuentra en primer grado es el de un hombre en torno a 35-40 años en tres de cada cuatro casos de nacionalidad española.

      Como muestra la tabla 1, se trata de un interno rein- cidente. Una gran parte de ellos han estado al menos en dos ocasiones anteriores en prisión (44, 3 %) e incluso un 10,4% de los entrevistados afirma haber entrado y salido de prisión en tres o más ocasiones.

      Suelen ser individuos que llevan un tiempo consi- derable en la prisión en la que se le hecho la entrevista. Los centros de Estremera y Soto del Real son los que albergan mayor porcentaje de individuos que llevan más de 10 años en ese mismo centro penitenciario.

      Cuando se les pregunta por su principal actividad diaria, como era esperar por el régimen en que se en- cuentran, la mayoría afirma que se dedican a estar en su celda. Algunos internos de los centros de Puerto III,


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      1. A fecha de 1 de enero de 2019 según la página web de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (http://www.institucionpenitenciaria.es)

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        Valencia y Villabona suelen asistir a actividades edu- cativas como la escuela. Destaca la participación del 12,7% de los entrevistados en Puerto I en trabajos re- munerados dentro de prisión (destinos). Debe aclararse que el centro penitenciario Puerto I es el único centro penitenciario español destinado en su totalidad a alber- gar internos clasificados en primer grado. En realidad, funciona como un centro penitenciario ordinario pero con las restricciones regimentales que corresponden a primer grado de ahí que para llevar a cabo labores de limpieza, reparto de comidas, etc. se acuda a los inter- nos que cumple condena allí.

        Un 7% de los entrevistados afirman haber estado ingresados durante al menos dos días en una unidad psiquiátrica y sobre el 10% ha intentado suicidarse.

        En cuanto al consumo de drogas antes de entrar en prisión, la práctica totalidad de los internos reconocer haberlas tomado (82,6%).

        Respecto al contacto con el exterior de estos internos y al mantenimiento de sus vínculos sociales el 47% reco- noce estar en un centro penitenciario que está alejado de su domicilio habitual. De hecho esto ocurre con el 78% de los internos de Algeciras y el 75% de los de Soto del Real. Reciben visitas el 73,9% de los entrevistados y sólo


        Tabla 1. Resumen datos de interés población primer grado (Porcentaje y media)



        Centros visitados


        Algeciras


        Estremera


        Puerto I


        Puerto III

        Soto del v Real


        Valencia


        Villabona

        Total primer grado


        Edad

        M DT

        37

        6,56

        39

        6,31

        40

        9,19

        36

        5,65

        41

        7,51

        34

        6,55

        40

        12,98

        39

        8,34

        Nacionalidad

        Uso de drogas antes de

        Española Marroquí Otros

        55,6

        33,3

        11,1

        100

        81,8

        9,1

        9,1

        100

        87,3

        3,6

        9,1

        80

        60

        26,7

        13,3

        73,3

        37,5

        25

        37,5

        100

        63,6

        18,2

        18,2

        63,6

        83,3

        16,7

        0

        83,3

        74,8

        13

        12,4

        82,6

        su entrada en prisión

        Situación actual Edad de la primera

        No

        Cumpliendo condena Preventivo

        Otros

        Mayor de edad

        0

        77,8

        11,1

        11,1

        44,4

        0

        81,8

        9,1

        9,1

        36,4

        20

        80

        5,5

        14,5

        63,7

        26,7

        93,3

        6,7

        0

        46,7

        0

        87,7

        0

        12,5

        75

        36,4

        72,7

        18,2

        9,1

        54,6

        16,7

        83,3

        16,7

        0

        50,1

        17,4

        81,7

        7,8

        10,4

        56,5

        entrada en prisión

        Primera vez en prisión

        Menor de edad

        Sí No

        55,6

        44,4

        55,6

        63,6

        36,4

        63,6

        36,3

        23,6

        76,4

        53,3

        53,3

        46,7

        25

        37,5

        62,5

        45,4

        27,3

        72,7

        49,9

        16,7

        83,3

        43,5

        31,3

        68,7

        Veces que ha estado en

        1

        2

        11,1

        44,4

        0

        63,6

        9,1

        49,1

        0

        20

        12,5

        37,5

        0

        63,6

        0

        0

        6,1

        44,3

        prisión

        3

        Más de 3

        0

        0

        0

        0

        9,1

        9,1

        13,3

        13,3

        0

        12,5

        0

        9,1

        33,3

        50

        7,8

        10,4

        Cuanto tiempo lleva en

        Entre 1 y 2 años

        Entre 2 y 5 años

        11,1

        44,4

        18,2

        45,4

        27,3

        36,3

        53,4

        39,9

        12,5

        25

        72,8

        27,2

        50

        50

        32,2

        38,3

        esta prisión

        Entre 5 y 10 años

        Más de 10 años

        22,2

        22,2

        0

        36,4

        18

        18,4

        6,7

        0

        25

        37,5

        0

        0

        0

        0

        13

        16,7


        Principal actividad durante el día

        Estar en la celda Tratamiento/

        Educación Destinos

        100

        0

        0

        100

        0

        0

        87,3

        0

        12,7

        93,3

        6,7

        0

        100

        0

        0

        72,7

        27,3

        0

        66,7

        33,3

        0

        88,7

        5,2

        6,1

        Ociosidad (más de 6

        Otros Sí

        0

        100

        0

        100

        0

        70,9

        0

        100

        0

        100

        0

        100

        0

        100

        0

        86,1

        horas sin actividades) Ingresado en módulo

        No

        0

        11,1

        0

        0

        29,1

        7,3

        0

        13,3

        0

        0

        0

        0

        0

        16,7

        13,9

        7

        psiquiátrico (> 2 días)

        No

        Nunca

        88,9

        77,8

        100

        36,4

        92,7

        81,8

        86,7

        93,3

        100

        87,5

        100

        81,8

        83,3

        100

        93

        80

        Intento de suicidio


        Cercanía domicilio

        Sí (solo en prisión)

        Sí (tanto dentro como

        fuera) Cerca

        Lejos

        22,2

        0

        22,2

        77,8

        63,6

        0

        63,6

        34,4

        5,5

        12,5

        56,4

        43,6

        0

        6,7

        53,3

        46,7

        0

        12,5

        25

        75

        0

        18,2

        54,5

        45,5

        0

        0

        83,3

        16,7

        10,4

        9,6

        53

        47

        Recibe visitas

        No

        66,7

        33,3

        100

        0

        74,5

        25,5

        66,7

        33,3

        62,5

        37,5

        72,7

        27,3

        66,7

        33,3

        73,9

        26,1

        Contacta con su familia

        No

        88,9

        11,1

        100

        0

        90,9

        9,1

        100

        0

        87,5

        12,5

        100

        0

        83,3

        16,7

        93

        7

        Puntuación CV

        M

        DT

        2,89

        2,03

        3,90

        2,21

        4,24

        2,21

        4,20

        2,08

        1,5

        0,93

        5,36

        2,73

        6,67

        0,51

        4,13

        2,32

        Muestra

        Universo (N)

        Muestra (%)

        29

        31,03

        23

        47,82

        158

        34,81

        46

        32,6

        28

        28,57

        32

        34,38

        19

        31,57

        335

        34,33

        Fuente: elaboración propia

        image

        ajustado

        Pág. 14 BOLETÍN CRIMINOLÓGICO Artículo 7/2019 (n.º 188)


        un 7% no mantiene ningún tipo de contacto ni epistolar

        Podemos ver como el valor de R2

        es de 0,713,

        ni telefónico con sus amigos o familiares.


    2. Variables que influyen en el concepto de calidad de vida Uno de los objetivos de este trabajo era conocer qué variables del cuestionario MQPL influyen significati- vamente en la percepción de la calidad de vida de los internos de primer grado entrevistados. Parar ello se ha llevado a cabo un análisis de regresión lineal múltiple. La tabla 2 muestra el resumen del modelo de la recta de regresión que mejor se ajusta a los resultados dados por los internos.

      es decir, este modelo explica en torno a un 71% de la varianza de la variable dependiente (calidad de vida en prisión).

      El contraste de hipótesis del modelo de regresión se muestra en la tabla 3. Los resultados permiten aceptar la existencia de una relación lineal significativa entre la percepción de calidad de vida en prisión y el resto de variables de este modelo de regresión.

      Para estos internos el modelo identifica diez varia- bles que influyen significativamente en su percepción de calidad de vida. Como se muestra en la tabla 4, al ser


      Tabla 2. Resumen del modelo de regresión lineal múltiple


      ModeloR


      R2

      R2 aju.S

      ig. Cambio F

      Durbin Watson

      10

      0,859

      0,738

      0,713

      0,036

      1,721

      Fuente: elaboración propia


      Tabla 3. Contraste de hipótesis del modelo de regresión (ANOVA)


      Modelo 10

      Suma de cuadrados

      gl

      Media cuadráticaF


      Sig.

      Regresión

      125,457

      10

      12,546

      29,326

      0

      Residuo

      44,491

      104

      0,428



      Total

      169,948

      114




      Fuente: elaboración propia


      Tabla 4. Variables que influyen en la percepción de calidad de vida en prisión


      Modelo 10

      BB

      eta (b)t


      Sig.

      Constante

      -1,21-


      4,626

      0

      Esta prisión no está mal (es decente)

      0,417

      0,376

      6,449

      0

      Los internos en celdas de aislamiento son bien tratados

      0,269

      0,255

      3,771

      0

      Cuando entré en esta prisión me sentí bien tratado

      0,252

      0,256

      4,463

      0

      Me siento estancado en el sistema

      -0,201

      -0,197

      -3,244

      0,002

      Las instalaciones para mantenerse aseado son adecuados

      0,174

      0,157

      2,974

      0,004

      Siento que estoy "pasando el tiempo" en lugar de "aprovechando el tiem-

      -0,126

      -0,117

      -2,013

      0,047

      po" de mi condena





      Para conseguir algo hay que pedirlo una y otra vez

      0,268

      0,232

      3,338

      0,001

      Esta prisión está bien organizada

      0,149

      0,138

      2,105

      0,038

      Tener contacto con la familia (visitas, teléfono)

      0,721

      0,151

      2,746

      0,007

      La experiencia de estar preso en esta cárcel es muy estresante

      -0,204

      -0,163

      -2,129

      0,036

      Fuente: elaboración propia


      Tabla 5. Motivos de las sanciones a internos


      Sanciones

      Porcentaje %

      No cumplir con los horarios establecidos

      5

      Sacarse la medicación de la boca

      13

      Posesión de objetos punzantes/cortantes en la celda

      10

      Agresión a funcionario

      7,5

      Agresión a otro interno

      12

      Discutir con compañero

      15

      Discutir con funcionario

      17,5

      Carro (lanzar objetos por la ventana de una celda a otra)

      20

      Fuente: elaboración propia


      image

      Tabla 6. Adaptación al primer grado

      BOLETÍN CRIMINOLÓGICO Artículo 7/2019 (n.º 188)

      Pág. 15


      Reclusión estresanteM

      e siento tenso

      Clasificación injusta

      Algeciras

      4,33

      ,9

      3,7

      Estremera

      3,57

      43

      ,87

      Puerto I

      3,79

      3,88

      3,64

      Puerto III

      4,42

      4,53

      ,57

      Soto del Real

      4,67

      4,71

      4,57

      Valencia

      3,12

      33

      ,33

      Villabona

      3,23

      ,6

      3,4


      Fuente: elaboración propia


      todos sus p-valores menores a 0,05 se acepta que todas las variables expuestas influyen significativamente en la percepción de calidad de vida en prisión de los internos de primer grado.

    3. Adaptabilidad al medio penitenciario

      Para conocer cómo ha sido la adaptación de estos inter- nos a prisión se han tenido en cuenta varias variables. Por un lado se les preguntó a los internos si habían sido sancionados alguna vez en la prisión en la que estaban siendo entrevistados, el 52,6% afirmó haber sido san- cionados en el módulo dónde cumplen condena. Los motivos por los que se sancionaron a este 52,6% se recogen en la tabla 5:

      Además del motivo de las sanciones, otro aspecto que mide el grado de inadaptación del interno a la vida en prisión es conocer si han sido reducidos alguna vez por los funcionarios mediante el uso de la fuerza. Los resultados muestran que el 67,5% de los individuos que fueron sancionados también fueron reducidos al menos una vez mientras que el 32,5% restante fueron sólo sancionados (no reducidos).

      Con el fin de conocer si esta aparente mala adapta- ción provoca en los internos sensaciones de incomodi- dad o desacuerdo se analizaron tres variables relativas a su adaptación en primer grado puntuadas mediante una escala Likert de 1 a 5 dónde 1 es muy en desacuerdo y 5 totalmente de acuerdo. La tabla 6 muestra las puntua- ciones medias para estas tres variables. Valores superio- res a 3 estarían indicando cierto grado de inadaptación. Los valores muestran que los internos de Soto del Real son los peor adaptados. Consideran que el primer grado es un tipo de reclusión muy estresante (4,67), se sienten tensos (4,71) y consideran su clasificación en este régimen injusta (4,57). Otros centros penitencia- rios que muestran signos de que sus internos no están suficientemente cómodos son los internos de Puerto III (4,42) y el centro penitenciario de Algeciras (4,3) que sienten la reclusión como algo estresante. Además


      de la tensión percibida por los internos de Soto del Real, también se sienten tensos los de Puerto III (4,5) y Estremera (4). Además los internos de este último centro (3,87) y de Algeciras (3,7) sienten que están clasificados injustamente.

      En el extremo opuesto a Soto del Real tenemos los centros penitenciarios de Valencia y Villabona dónde, a pesar de tener puntuaciones superiores a 3, se encuentran los internos que más cómodos se sienten en este régimen.


    4. Calidad de vida en los centros penitenciarios visitados Puesto que el cuestionario MQPL es una herramienta evaluativa se puede utilizar para conocer cuál es la cali- dad de vida o el clima social en cada uno de los departa- mentos o prisiones de primer grado que se han visitado. Al final del cuestionario MQPL se pedía a los inter- nos que puntuaran entre 1 y 10 la calidad de vida o las condiciones de vida ofrecidas por el centro en el que estaban recluidos, siendo 1 unas condiciones de vida

muy malas y 10 muy buenas.

La medida media dada a esta cuestión por todos los internos de primer grado entrevistados otorga una per- cepción de calidad de vida de 4,13 puntos estando la medida media de segundo grado en 5,12 puntos. A pe- sar de la cercanía de estos valores se prefirió realizar una prueba de contraste de hipótesis de medias iguales para dos muestras independientes con el fin de comprobar si estas puntuaciones eran diferentes estadísticamente (tabla 7).

Atendiendo a los resultados de la tabla 7 el p-valor asociado al estadístico de contraste F en la prueba de Levene es superior a 0,05 e indica que se debe aceptar el requisito de igualdad en las varianzas. Se está, entonces, en condiciones de interpretar los resultados de la prue- ba t habiéndose aceptado que las varianzas son iguales. El p-valor asociado a su estadístico de contraste (0,000) lleva a rechazar la hipótesis nula que asume la igualdad de medias. Por tanto, con un 95% de confianza, se acepta

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Prueba t para igualdad de medias

95% intervalo de con-

fianza de la diferencia

Tabla 7. Contraste de hipótesis de igualdad de medias




Prueba de Levene



Prueba t para igualdad de medias


95% intervalo de confianza de la diferencia



FS ig.t


gl

Sig.

Dif. de

Dif. de error estándar

InferiorS

uperior




(bilateral)

medias


Puntuación

Varianzas iguales

3,015 0,083

4,475

1101

0,000

0,978

0,218

0,5493

1,4072

media CV

1-10

Varianzas distintas



4,301


139,089


0,000


0,978


0,227


0,5285


1,4280

Fuente: elaboración propia


que existen diferencias estadísticamente significativas entre las puntuaciones medias de calidad de vida dadas por los internos de primer y segundo grado. Pero ¿qué aspectos son claves en este empeoramiento de la per- cepción de la calidad de vida en primer grado?

Como se aprecia en el gráfico 1 cada módulo de pri- mer grado tiene una medida media de percepción de calidad de vida diferente.

Observando el gráfico 1, se aprecian variaciones im- portantes en la medida media de calidad de vida dada para los diferentes centros, sobre todo en lo que respecta a


Soto del Real que muestra el valor más bajo dado (1,5), sobre todo si se compara con aquellos , que han obtenido puntuaciones más altas: Villabona (6,67) y Valencia (5,36). Para comprobar si entre estas puntuaciones existen diferencias significativas se utilizarán contrastes de hipó- tesis no paramétricos al no cumplir la muestra en cada centro las condiciones de normalidad y de homocedasti- cidad. Por tanto, se realiza la prueba H de Kruskal-Wallis

cuya hipótesis nula (H0) es que los promedios poblacio- nales (de cada centro penitenciario) son iguales. La tabla 8 muestra los resultados de esta prueba.


Gráfico 1. Puntuaciones medias de cada prisión en percepción de calidad de vida

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Fuente: elaboración propia


Tabla 8. Prueba de Kruskal-Wallis para muestras independientes

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Fuente: elaboración propia

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Puesto que el nivel crítico (Sig. asintótica) es menor que 0,05 se está en condiciones de rechazar H0 y se puede concluir que al menos un centro penitenciario difiere en su clima social respecto al resto.

Una vez que se conoce que existen diferencias sig- nificativas en las percepciones de calidad de vida da- das para cada centro, se estaría preparado para realizar comparaciones entre los módulos de régimen cerrado y conocer cual o cuales tienen distribuciones diferen- tes. En la tabla 9 se pueden observar los resultados de

estas comparaciones múltiples por pares. La H0 que se maneja en esta prueba de comparación es que las distribuciones de la calidad de vida de la Muestra 1 y

la Muestra 2 son las mismas. Por tanto, si los valores de significación ajustada (mediante la corrección de Bonferroni) para sus estadísticos de contraste son me- nores a 0,05 se rechaza esta hipótesis nula y se acepta que en las prisiones comparadas las distribuciones de la percepción de calidad son diferentes estadísticamente. Cuando se comparan por pares los módulos de ré- gimen cerrado visitados se aprecia que la percepción de calidad de vida en Soto del Real difiere estadísticamente de la presentada en los centros penitenciarios Puerto I, Valencia y Villabona mientras que, la percibida en el módulo de régimen cerrado de Algeciras difiere de la

de Villabona.



Tabla 9. Comparaciones entre parejas de centros penitenciarios

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Fuente: elaboración propia


Tabla 10. Variables significativamente distintas entre pares de prisiones


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Fuente: elaboración propia

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Tabla 11. Puntuaciones medias a variables más distintivas


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Fuente: elaboración propia


Profundizando un poco más en el análisis de estos resultados la siguiente pregunta que se plantea es qué ocurre en el régimen cerrado de estos centros para que la percepción de calidad de vida sea diferente estadísti- camente ¿Cuáles son las variables que provocan estas diferencias entre centros penitenciarios?

Para resolver esta cuestión se realiza la prueba H de Kruskal-Wallis con las variables que forman parte del cuestionario MQPL por prisiones. La tabla 10 recoge las variables que se distribuyen de manera distinta en cada comparación por pares de prisión que presentaban diferencias estadísticamente significativas.

Las tres prisiones que tienen diferencias significati- vas con Soto del Real coinciden en tener discrepancias


con la prisión madrileña en dos variables: 1) sentir que el trato recibido alguna vez ha sido humillante y 2) en- tender que el plan individual de tratamiento es útil.

En el caso de la pareja de centros formada por Algeciras y Villabona, las respuestas que dieron sus internos al cuestionario MQPL apuntan a que sus di- ferencias se refieren únicamente a que los internos en celdas de aislamiento estén bien tratados.

Queriendo ahondar algo más en las diferencias ha- lladas entre pares de centros se creó una variable nueva llamada “Relaciones” a partir de la unión de aquellas variables que versaban sobre relaciones entre internos y funcionarios o entre otros internos2. Esta nueva varia- ble también se incluyó en la prueba no paramétrica de


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  1. El indicador “relaciones” está formado por las variables: a) Las relaciones entre el personal y los internos son buenas; b) Recibo el apoyo del personal cuando lo necesito; c) Confío en los guardias de esta prisión; d) En general, los funcionarios de esta prisión me tratan de manera justa; e) En esta prisión se confía en los internos; f) Aquí el personal me trata con amabilidad; y g)En esta prisión los internos en celdas de aislamiento son tratados correctamente.

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Kruskal-Wallis con el fin de comprobar si también las respuestas dadas por los internos de los centros peni- tenciarios que presentaban diferencias a estas variables podían influir en que en estos centros se percibiera la calidad de vida de manera distinta. Viendo los resulta- dos de sus valores de significación, en la última fila de la tabla 10, puede comprobarse como las cuestiones re- lativas a las relaciones entre internos con iguales y con funcionarios también ayudan a que existan diferencias entre los pares de prisiones comparados.

Se conocen pues las variables que hacen que unos centros sean diferentes de otros pero no se conoce el sentido de esta relación, es decir, percibir que algunas veces el trato que se recibe es humillante es una variable que hace que la calidad de vida se perciba de manera diferente en Soto del Real y en Valencia, pero no se co- noce en cual de los dos centros los internos se sienten menos humillados.

La tabla 11 muestra las puntuaciones medias dadas a las variables que originan las diferencias estadística- mente significativas entre centros. Se recuerda que las puntuaciones se basan en una escala de Likert donde 1 corresponde a estar muy en desacuerdo con la afirma- ción dada y 5 a estar muy de acuerdo.

Las casillas sombreadas muestran la puntuación me- dia en cada variable en aquellas prisiones que tienen diferencias en su percepción de calidad de vida. Así, se puede observar como Soto del Real tiene las puntuacio- nes más extremas cuando la variable recogen aspectos negativos de la vida en prisión.

En el caso de la pareja de centros formada por Algeciras y Villabona se ve claramente que Algeciras necesita mejorar su trato a los internos instalados en el módulo de aislamiento.

La distribución de las puntuaciones medias para la variable “Relaciones” vuelve a confirmar a Soto del Real como el centro donde las relaciones entre internos con sus iguales y con funcionarios, se desarrollan más lejos de la confianza, la justicia y el buen trato.


  1. Discusión y conclusiones

    Este trabajo pretendía conocer la percepción de calidad de vida de los internos en primer grado. Gracias a la he- rramienta evaluativa MQPL se han podido medir los as- pectos que realmente son importantes para los internos (desempeño moral) y no sólo aspectos materiales fácil- mente medibles. Para LIEBLING y ARNOLD (2004) el modo en que se distribuyen los bienes materiales, la forma en que el personal trata a los internos y cómo se vive en prisión serán aspectos clave en la percepción

    de calidad de vida y harán que unos centros se puedan diferenciar de otros. En línea con esto, los resultados del contraste de hipótesis para dos poblaciones inde- pendientes (t) muestran, efectivamente, puntuaciones sobre percepción de calidad distintas estadísticamen- te entre las poblaciones de primer y segundo grado. Además de esta independencia, los datos reflejan una caída de casi 1 punto en la valoración de la calidad de vida de primer grado con respecto a la de segundo gra- do, o lo que es lo mismo, los internos de primer grado consideran que la calidad de vida en régimen cerrado es peor que la de los internos de segundo grado.

    Se confirma, por tanto, la primera hipótesis plan- teada en esta investigación que refería justo lo que se acaba de exponer: los internos en primer grado tendrán peor percepción de calidad de vida que los de segundo grado. Lo que a simple vista podría parecer evidente es avalado por los resultados. No resulta extraño que un régimen penitenciario que contempla: mayor libertad de movimientos dentro de prisión, más facilidades para que los internos accedan a programas de tratamiento y a actividades de tipo formativo, más horas fuera de la celda para poder relacionarse con otros compañeros y funcionarios o compartir celda con otro compañero, puede resultar bastante más atractivo que otro dónde lo que prima es la seguridad y el interno tiene la totali- dad de sus movimientos controlados y vigilados. Ahora bien, quizá lo que debería llamar la atención es que la variación en la puntuación de calidad de vida entre am- bos regímenes penitenciarios no fuese aún más vasta. Esto puede deberse a varios motivos: 1) Por el perfil de los internos recluidos en régimen cerrado éstos podrían tener mas conflictos en un módulo ordinario que en uno de primer grado. Esta situación conllevaría que, a la hora de hacer una valoración global sobre el clima social (la calidad de vida), los internos de primer grado com- parasen como era su vida en segundo grado con la de primer grado y al ser esta última más tranquila, global- mente se puntuaría mejor; 2) Puede que los internos de segundo grado sean más exigentes con el sistema, pues al estar en segundo grado tendrían la posibilidad, ideal, de disfrutar de los beneficios penitenciarios que ofrece la institución penitenciaria y, en la realidad, al no poder obtener todo aquello que aspiran, creen tener unas con- diciones de vida no demasiado buenas comparadas con sus expectativas. En cambio, la visión de los individuos de primer grado sería más realista desde el principio porque verdaderamente conocen lo peor del sistema y pueden relativizar su situación. Puede que antes creyeran que estaban en unas condiciones inhumanas

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    pero, al ser conscientes, de la dureza del primer gra- do, cuando se les pide que puntúen sus condiciones de vida aquí dan unas puntuaciones peores, pero mucho más objetivas (no tan a la baja) que las que dadas por internos que no han salido de segundo grado; 3) Los internos de primer grado son más “agradecidos” con cualquier iniciativa que se ponga en marcha en primer grado. Valorarán mucho más salir una tarde cada quince días al polideportivo solos o con un compañero, asistir a la escuela o que una puerta se habrá de manera manual y no automática que los internos de segundo grado. Están tan carentes de actividades y de contacto humano que cualquier alteración positiva será bien recibida y, por tanto, bien valorada.

    Vistas las diferencias en las puntuaciones de cali- dad de vida entre primer y segundo grado, el análisis de regresión lineal múltiple mostró los aspectos que importan a los internos de primer grado. Por un lado aparecen variables difíciles de medir, que favorecen a un buen clima social, como son: considerar que la pri- sión en la que se cumple condena sea decente, que los internos en aislamientos sean tratados correctamente o sentirse bien tratados durante su ingreso en prisión y que se encuentran vinculadas a la categoría humanidad y la dignidad en el trato. El modelo de regresión también recoge variables que afectan de manera negativa a la percepción de calidad de vida como: encontrarse estan- cado en el sistema, tener la sensación de estar perdiendo el tiempo en lugar de aprovechando el tiempo de la condena o sentir que la experiencia de estar preso es muy estresante, vinculadas éstas últimas a la categoría bienestar y desarrollo personal. Por otro lado, el mode- lo también recoge variables más fácilmente medibles como que las instalaciones para mantenerse aseado sean adecuadas insertas en la categoría condiciones objetivas de vida (aspectos materiales) o como tener que pedir las cosas una y otra vez y creer que la prisión está bien organizada que se englobaría en la categoría profesiona- lidad y funcionamiento del centro la profesionalidad y el funcionamiento del centro o el contacto con el exterior. Finalmente, en la categoría condiciones físicas y relación con el exterior se encontraría la variable tener contacto con familiares y amigos.

    Ante tales resultados, se estaría en condiciones de aceptar parcialmente la segunda hipótesis planteada pues a la hora de formar el concepto calidad de vida los internos de primer grado darían prioridad a variables relativas al trato percibido y a las vinculadas con las re- laciones entre internos y entre internos y funcionarios (LIEBLING y ARNOLD, 2004).

    Esta hipótesis se confirma parcialmente porque, efectivamente, los internos de primer grado entrevis- tados dan importancia al trato percibido pero, en el análisis estadístico, no aparecen variables relativas a las relaciones entre internos y funcionarios o entre iguales. Sin embargo, sí que aparecen como importantes para ellos cuestiones relativas a su desarrollo personal, su bienestar, la organización de la prisión o el contacto con el exterior.

    La explicación a la ausencia de estas variables clave en la formación de la percepción de calidad de vida de los internos de primer grado puede estar, precisamen- te, en el grado penitenciario en el que están recluidos. Estos internos no pueden considerar importantes para su percepción de calidad de vida elementos de los que no disponen. Sencillamente, no dan impor- tancia a las relaciones entre internos y funcionarios porque estas no se dan (o no se dan de manera que el interno interprete que existe una relación). El interno se refiere al trato y no a relación porque para que la segunda se dé es necesario que haya un encuentro con una duración relativamente prolongada que vaya más allá del tiempo que dura un traslado, la apertura de la celda (en los pocos casos que sea manual (Puerto

    I) o un cacheo. En este tipo de régimen, las nuevas tecnologías han hecho que el contacto del interno con el funcionario se vea mermado (SHALEV, 2009; CARLTON, 2011). El uso de cámaras de videovigi- lancia y la apertura automática de puertas hace que ya no sea necesario que el funcionario vaya a abrir la celda y acompañar hasta el patio al interno, periodo en el que quizá fuera posible algún intercambio dia- léctico que con el transcurso del tiempo diera lugar a una relación. Algo parecido ocurre con las relaciones entre internos. Los internos de primer grado no salen todos juntos al patio, como ocurre en los módulos de segundo grado, lo hacen acompañados, como máxi- mo, de otros dos internos más y tampoco comparten celda por lo que su contacto con otros iguales es muy limitado. En cambio, para ellos sí que es importante sentir que tienen cubiertas sus necesidades, mante- ner contacto con su familia o el desarrollo personal, principalmente porque de cómo sea este depende su progresión en grado.

    En relación con el desarrollo personal debe preocu- par el hecho de que internos en primer grado se sientan estancados en el sistema o que no están aprovechando el tiempo de su condena. Este hecho ratificaría la au- sencia de actividades de tratamiento en primer grado y quedaría clara la política de corte retributivo que estaría

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    siguiendo la Administración penitenciaria, sobre todo en este grado penitenciario, obviando el mandato cons- titucional impuesto en el artículo 25.2 sobre el carácter reeducador y reinsertador de la pena privativa de liber- tad. Parece que dónde más falta hacen los programas de tratamiento es dónde menos se llevan a cabo. Esto daría una idea de la baja eficacia y eficiencia que tendrían este tipo de instalaciones.

    Los resultados muestran una población de primer grado masculina (de los 115 participantes solo 3 eran mujeres), de entre 35 y 40 años, español (74,8%), rein- cidente penitenciaria (el 68,7% ha estado al menos una vez más en prisión), muy institucionalizada (casi el 30% llevaba más de 5 años en la prisión dónde se le entrevistó y 42,5% lleva 10 años de su vida o más dentro de prisión) y con problemas de drogadicción (el 82,6% de los inter- nos entrevistados eran consumidores habituales).

    A la vista de estos resultados parece que la afirma- ción de RIOS y CABRERA (2002) sobre que estos internos son habituales dentro del sistema penitencia- rio y que están altamente institucionalizados podría continuar siendo cierta hoy.

    Se estaría también de acuerdo con GARRIDO y otros (2006) cuando afirman que los internos que per- manecen durante mucho tiempo en primer grado tie- nen más posibilidades de reincidir. No se puede saber si los internos participantes en esta investigación volverán a prisión o a ser clasificados en primer grado pues estas cuestiones quedan fuera de objeto de estudio de este trabajo. Sin embargo, no sería descabellado llegar a una afirmación así porque los resultados muestran a un per- fil de interno con un estilo de vida basado en la entrada y salida continua de prisión.

    Los resultados muestran que un 7% de los internos de primer grado estuvieron ingresados en un módulo psiquiátrico durante al menos dos días. Este porcentaje es más bajo que el de la población reclusa ordinaria que afirma en un 9,3% haber estado ingresada en este tipo de módulos. Estos resultados no estarían en concor- dancia con los que afirman que en primer grado hay una sobrerrepresentación de enfermos mentales (MEARS, 2008; NADAY y otros, 2008) con respecto a la pobla- ción de segundo grado y su interpretación debe hacerse con cautela pues son respuestas dadas por los internos ante una situación puntual y no resultados de haber pasado pruebas diagnósticas.

    Parte de los trabajos académicos consultados hacen referencia a que los internos sometidos a primer grado son individuos disruptivos del orden social de la prisión (KING, 1999; PIZARRO et al., 2014).

    Este trabajo quería conocer el grado de adaptación de estos internos al medio penitenciario y al primer grado. Los resultado mostraron que el 52,6% de ellos habían sido sancionados alterar el orden de prisión (dis- cusiones y agresiones tanto a internos como funciona- rios). Además el 67,7% de los entrevistados había sido reducido mediante el uso de la fuerza. Se analizaron, también, las puntuaciones medias en cada centro para tres variables: 1) sentir que la reclusión es estresante; 2) sentirse tenso; y 3) considerar que su clasificación era injusta (véase tabla 6). Los resultados mostraron que los internos más a disgusto se encontraban en Soto del Real y Puerto III mientras que los de Villabona y Valencia fueron los que más cómodos se sentían en este régimen. Ante estos resultados, y coincidiendo con la lite- ratura, se confirmaría la tercera hipótesis planteada en este artículo en la que se esperaba que los internos cla- sificados en este grado penitenciario hubieran tenido

    una mala adaptación al medio penitenciario.

    El último objetivo que se planteaba este trabajo de investigación era comparar la calidad de vida de los mó- dulos de régimen cerrado que se habían visitado. Para ello, a partir e contrastes de hipótesis no paramétricos, se llegó a la conclusión de que la calidad percibida en las 7 instalaciones visitadas difería estadísticamente. Concretamente se averiguó que la calidad de vida per- cibida en Soto del Real era diferente estadísticamente a la percibida en los centros de Puerto I, Valencia y Villabona mientras que la percibida en Algeciras difería de la de Villabona. Ahondando en qué aspectos se ba- saban estas diferencias se advirtió que, en relación con Valencia, los internos de Soto del Real no entendían las decisiones que se tomaban sobres ellos, en ocasiones, se sentían humillados, estancados en el sistema y debían tener cuidado con todo lo que hacían porque podía ser utilizado en su contra y consideraban que el plan indi- vidual de tratamiento era inútil.

    Con respecto a los de Villabona los internos de Soto del Real, se sentían, en ocasiones, humillados, no se sentían seguros y tenían miedo de que otros internos los agredieran o insultasen, no consideraban que su prisión estuviera organizada, no tenían la sensación de que se respetaran sus derechos como internos, conside- raban que los internos en aislamiento no estaban bien tratados y, además, tampoco sentían la utilidad del plan individual de tratamiento.

    Respecto a las diferencias encontradas con Puerto I, los internos de Soto del Real se sienten humillados, tienen miedo a ser atacados por otros internos y consi- deran que los internos con antecedentes de autolesión

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    no reciben toda la ayuda que necesitan. También creen inútil el plan individual de tratamiento. Por el con- tario los internos de Soto del Real no creen que las drogas provoquen problemas entre los internos cosa que sí opinan los de Puerto I. Esto se debe básicamen- te, como se ha expuesto antes, al funcionamiento de Puerto I que aún siendo una prisión de primer grado su funcionamiento se asemeja a una prisión de segun- do grado dónde los internos salen en grupo al patio, realizan actividades e incluso desempeñan trabajos re- munerados dentro de prisión. Este modo de gestión favorece las relaciones entre internos pero también fomenta el trapicheo de drogas y los conflictos que derivan de éste.

    El otro par de prisiones que presentaba diferencias significativas era Algeciras y Villabona. La diferencia entre ellas estriba principalmente en el trato otorgado a los internos de primer grado. Los internos del centro andaluz se sienten peor tratados.

    Para ver si las relaciones entre internos y funciona- rios tenían algún peso diferenciador entre estos pares de prisiones se creó una nueva variable que agrupaba a aquellas del cuestionario MQPL relativas a relaciones. Se vio que la nueva variable también ayudaba a fomentar las diferencias entre centros. Siendo Villabona el módu- lo de primer grado dónde las relaciones eran mejores y Soto del Real dónde eran peores.


  2. Bibliografía

Ante estos resultados, se acepta la cuarta hipótesis de este trabajo que suponía que la calidad de vida per- cibida en cada módulo de régimen cerrado era diferente y que las diferencias estaban basadas en aspectos “mo- rales” más que en otros de tipo ambiental o arquitectó- nico. Los resultados también serían concordantes con otros estudios relativos a la calidad de vida realizados en España (BARQUÍN et al., 2016, 2019; POZO et al., 2018; RODRÍGUEZ et al. 2018)

Todas estas diferencias reflejan el tipo política de gestión que tiene cada centro. Así, todo parece indicar que Soto del Real tiene una política que tiende más hacia la retribución que hacia la rehabilitación. Muestra de esto es el hecho de que sus internos no consideren útil el plan individual de tratamiento y que esto sea un elemento diferenciador con los otros centros. El hecho de que los internos de este centro se sientan humillados algunas veces también respaldaría la presencia de políti- cas más coercitivas dónde el interno es visto como “el delincuente”, como “el otro” (DRAKE, 2011) que se diferencia de mí. En este punto parece que la dirección del centro se olvidó que trataba con personas que en algún momento deben salir de primer grado y reinser- tarse, en un principio, en segundo grado y, con el paso del tiempo en la sociedad. Sería, por tanto, mucho más eficiente invertir recursos de tipo tratamental y rehabi- litador con estos internos pues son, posiblemente, los que más esfuerzo requieran para poder vivir en libertad.

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Sobre la autora

Araceli Aguilar Conde es profesora-tutora del Grado de Criminología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Marbella. Es graduada en Criminología con maestrías en Criminalidad e Intervención social en Menores y en Técnicas actuales de estadística aplicada. Desde 2008 pertenece al equipo investigador del Instituto de Criminología de Málaga. Entre sus áreas de interés se encuentran las condiciones de vida en prisión, la me- todología de investigación, los menores infractores y la migración. Actualmente realiza su tesis doctoral sobre Calidad de vida en prisión.


Contacto con la autora: araguilarc@uma.es

Cómo citar este artículo: AGUILAR CONDE, Araceli, “¿Qué importa en primer grado? Evaluación de la de calidad de vida en régimen cerrado”, en Boletín Criminológico, artículo 7/2019 (nº 188). Disponible en www.boletincriminologico.uma.es/ boletines/188.pdf [Fecha de consulta:]