ARTÍCULO 6/2022 (N.º 218)
JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ, ANA REDONDO, JOSSUÉ BELANDRIA, NELSON GARRIDO. UNIVERSIDAD DE LOS ANDES (ULA)
Title: “The “moral filtering” of physical violence in intimate partner conflicts. A partial test of the Situational Action Theory by gender.”
Acción Situacional, encuesta factorial de viñetas. Recepción del original: 8 de agosto 2022 Fecha de aceptación: 12 de diciembre 2022
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5. Resultados. 5.1. Diferencias de género en las variables teóricas y en la contempla- ción de la VPI física. 5.2. Análisis de la generalidad y validez teórica de los procesos re- lacionados con el filtro moral en función del género. 5.2.1. Predicción de la contempla- ción de la VPI física. 5.2.2. Efectos principales e interactivos de la moralidad individual y el contexto moral sobre la contemplación de VPI física. 6. Discusión y conclusión.
7. Bibliografía.
En muchas partes del mundo ocurren, esporádica o reiteradamente, amenazas o prác- ticas de abuso psicológico, sexual y físico por parte de un hombre o de una mujer hacia su pareja sentimental, es decir, contra aquella persona con la que se tiene o se ha tenido una relación íntima y sexual en el contexto del noviazgo, concubinato o matrimonio (Arbach y Bobbio, 2018; Rodríguez, 2014; Rodríguez et al., 2009). La
«violencia de pareja íntima» (en adelante VPI) es un serio problema de salud pública que afecta la integridad psicológica y física de las víctimas, a tal punto de que, po- tencialmente, puede dar lugar a la muerte (Di Marco et al., 2022; Duff et al., 2017). Debido a esto, en las últimas cuatro décadas ha crecido la atención científica por la naturaleza de la perpetración/victimización asociada a la VPI (Makepeace, 1981) y también por sus respectivos correlatos o marcadores de riesgo y protección (lo que especialmente ha ayudado a orientar programas de evaluación, prevención e inter- vención) (Arbach y Bobbio, 2018; Arbach et al., 2015; Duff et al., 2017). Asimismo, los investigadores sociales se han interesado de alguna manera por la formulación/ comprobación de teorías o modelos que contengan explicaciones/descripciones sobre los posibles factores y procesos causales involucrados en la etiología de este tipo de abuso (Barton-Crosby, 2017); aunque esto es menos frecuente en el contexto de la Criminología científica1.
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En este artículo nos centramos en la explicación de los actos físicos de la VPI a partir de la «Teoría de la Acción Situacional» (en adelante TAS) formulada por Wikström (2004). Específicamente, examinamos la dinámica de «contemplación» de la violencia física entre parejas íntimas y la noción teórica de «filtro moral» que forma parte del mecanismo de ac- ción situacional («proceso de percepción-elección») de la TAS. Las variables, conceptos y mecanismos (en especial los procesos que llevan a la acción) de esta teoría pueden resultar muy útiles y pertinentes para comprender la etiología de la VPI desde un enfoque crimi- nológico. Sumado a esto, navegamos también en el tema del género que constituye una pieza clave en nuestro estudio porque nos ha permitido explorar —y, hasta donde ha sido posible, intentar explicar en el propio marco de la TAS— potenciales brechas o similitudes entre hombres y mujeres en los niveles autoinformados de contemplación (percepción) de la violencia física como un curso de acción concreto en una discusión de pareja íntima. Al mismo tiempo, el género es relevante porque funciona en esta investigación como un
«sistema de organización» de datos y resultados desagregados (Rodríguez, 2009) me- diante el cual evaluamos, en muestras independientes de hombres y mujeres, la validez y generalidad de algunas proposiciones establecidas en la TAS. Por lo tanto, basándonos principalmente en el uso de la encuesta factorial de viñetas, recogimos datos de grupos comparables de hombres y mujeres universitarios de Venezuela para examinar cómo el filtro moral que acompaña al proceso de percepción-elección, regula la probabilidad de ver o considerar la violencia física como una alternativa de acción en un conflicto de pareja.
Por casi dos décadas, Wikström (2004), junto a otros colaboradores (p. ej., Wikström et al., 2012; Wikström y Kroneberg, 2022), ha intentado dar respuesta a por qué y cómo las personas violan las leyes o, lo que es lo mismo, rompen las normas morales con independencia de qué leyes sean. En la TAS, Wikström y su equipo integran factores individuales y ambientales y, en líneas generales, señalan que la violencia y el delito (dos formas de ruptura de las normas morales) están orientados por lo que se considera moralmente «aceptable o inaceptable», «bueno o malo» o «correcto o incorrecto» hacer en determinadas situaciones, por lo tanto, se deben explicar como una «acción moral» (Wikström y Treiber, 2010). Para ello, apelan a dos nociones básicas que son relevantes para este estudio y que desarrollaremos a continuación.
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Las causas interactivas de la acción: Propensión individual a cometer actos violentos y exposición a entornos moralmente favorables a la violencia
En cuanto a la primera noción básica, la TAS postula que la «propensión individual a incurrir en actos violentos» y la «exposición a entornos que alientan la violencia» —y la relación interactiva entre ellas— son las causas inmediatas de la propia acción transgresora (Wikström et al., 2012; Wikström y Treiber, 2010). La propensión de una persona a actuar (o no) con violencia depende de la «moralidad individual» y de la «capacidad de ejercer el autocontrol» (Wikström y Treiber, 2010). La moralidad individual es definida por las normas internas de conducta (creencias morales y valores) y por las emociones negativas (culpa y vergüenza anticipadas) generadas por el quebrantamiento de las mismas. Según esta teoría, el ejercicio del autocontrol es un proceso cognitivo fundamentado en la moral. Esta característica personal define y gestiona el tipo de acción que debe ejecutarse situa- cionalmente para hacer frente a las presiones del ambiente (tentaciones y provocaciones) y asegurar un comportamiento conforme a las convicciones morales internalizadas y a las emociones que las refuerzan (Wikström y Treiber, 2016). Por otro lado, la «exposición» a un entorno conductual donde directamente se produce (o no) la acción violenta compren- de el «tiempo de exposición», el «contexto moral» y la «capacidad disuasiva» del mismo. El «contexto moral» se refiere a la importancia de las normas morales que se establecen y aplican en dicho escenario. Este contexto tiene que ver particularmente con el «orden de normas morales» externo de la situación (es decir, con las expectativas de comportamiento de aquellas personas que están presentes física o, incluso, mentalmente) y con su grado de cumplimiento o imposición. La «capacidad de disuasión» se relaciona con los niveles de observancia de las normas morales conocidas en un espacio determinado y puede variar según los niveles de aplicación de las mismas mediante el control e intervención (formales e informales) y las probables consecuencias (reales o percibidas) por su ruptura, entre las que se encontrarían las sanciones y castigos. En realidad, la propensión individual a actuar de modo violento no es más que la tendencia general de un hombre o una mujer hacia la percepción (contemplación) y elección de —por ejemplo— la violencia como una posible respuesta a un conflicto íntimo, mientras que un entorno apropiado para la acción vio- lenta es la proclividad de un lugar que lleva a ver o identificar este tipo de conductas con el mismo fin. Por lo tanto, la acción recíproca o interacción entre la persona (propensión individual) y su ambiente (favorable o no a la violencia) actúa y conduce el proceso causal de percepción-elección situacional.
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El proceso causal de percepción-elección situacional
La segunda noción hace referencia al proceso de percepción-elección que consiste en un mecanismo cognitivo de dos etapas, cuyo papel es esencial para la explicación de los factores y dinámicas situacionales que llevan a la acción violenta. En la etapa inicial de
«percepción» —que representa un «proceso causal moral» basado en la percepción de la información a través de los sentidos— están involucradas la «motivación» percibida (tentaciones o provocaciones/fricciones) y la «moralidad individual». La motivación es el factor que activa el proceso situacional de percepción. La moralidad individual (normas y emociones morales) es clave porque marca un proceso (causal) profundamente moral que establece qué alternativas de acción (desviadas o conformes a la norma) tomará en consideración alguien cuando es tentado o provocado en una situación propicia para el quebrantamiento de las normas (Wikström et al., 2012). Según la TAS, solo se cometerá un acto violento si una persona contempla o percibe la violencia como una posibilidad en una determinada situación y dicha percepción está condicionada, en un principio, por los niveles de moralidad individual (y, como apuntaremos más adelante, por su interacción con el contexto moral del entorno). Esto quiere decir que, si el uso de la violencia se identifica como una opción moralmente válida en una situación concreta, pasa al reper- torio de potenciales conductas que, en seguida, se someterán a un proceso de valoración y toma de decisiones. En tal sentido, la segunda etapa de «elección» —que representa en sí un «proceso causal de cálculo instrumental» vinculado a la formación de la decisión de actuar— implica decantarse por alguna de las opciones (incluida la acción violenta) que fueron reconocidas o contempladas en la etapa previa. Esta fase se basa la mayoría de las veces en un proceso de deliberación sobre los alcances en términos de costes y beneficios (elección racional) de cada una de estas opciones. Un elemento categórico en la relación entre ambas etapas es el filtro moral puesto que, en determinadas condiciones, consigue que el comportamiento violento sea totalmente impensable como una práctica plausible en el proceso moral inicial, evitando así su paso al proceso instrumental de toma de decisiones.
El filtro moral
La TAS postula que la percepción de opciones de comportamiento causada por un motivador situacional (provocación o tentación) está sujeta a la interacción entre la
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moralidad individual y contextual, es decir, al filtro moral (Wikström et al., 2012). Este filtro es un proceso neurológico instantáneo (Brauer y Tittle, 2017) que, si es lo suficientemente fuerte o eficaz, impide que la violencia física se contemple (perciba) como una alternativa posible, quedando así excluida de la etapa de elección (Wikström et al., 2012; Wikström y Treiber, 2016). Para ello, la moralidad individual y el contexto moral del entorno deben coincidir en la conformidad o apego a las normas morales/ leyes convenidas2. Ahora, si el filtro moral es muy débil o ineficaz en estos términos, la violencia se verá como una opción y accederá dentro del grupo de alternativas de acción que serán evaluadas en la fase instrumental de cálculo (etapa de elección). Esta última es una fase donde el autocontrol o la disuasión3 (control interno y externo, res- pectivamente) pasan a ejercer un efecto definitivo sobre la decisión final de adoptar o rechazar la violencia como una respuesta real a un motivador situacional. En el caso de las relaciones románticas (ver figura 1), por ejemplo, la provocación que suele acom- pañar a un conflicto (esto es, intereses enfrentados y desacuerdos) debería, según la TAS, accionar el efecto interactivo entre la moralidad del actor y el contexto moral del lugar donde se encuentra (filtro moral), lo que resulta crítico al momento de identificar qué acciones son potencialmente viables (o no) en dicha circunstancia, incluida, por supuesto, la violencia física. Con base en esto, resulta evidente que para entender más a fondo por qué un hombre o una mujer incurre en actos violentos contra su pareja, debemos analizar aquellos factores y procesos de carácter situacional implicados en la interacción persona-entorno, los cuales, en algunos casos, pueden favorecer (o no) la contemplación de la violencia como una alternativa de acción.
La Teoría de la acción situacional y el género
Si bien es cierto que el sexo/género —al igual que la edad o la situación económica— no es según la TAS una causa directa de la violencia y el delito o, en otras palabras, el hecho de ser hombre o mujer no impulsa a una persona a perpetrarlos4, algunos autores no han perdido el interés por aclarar dos aspectos importantes de esta temática en el marco de esta teoría. El primero de ellos es si las proposiciones de la TAS son igualmente aplicables y válidas para grupos masculinos y femeninos y, el segundo, si las variables y procesos causales contenidos en la TAS pueden dar cuenta de la brecha de género (gender gap) asociada a la delincuencia/violencia (Hirtenlehner y Treiber, 2017; Ivert
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et al., 2018; Pauwels, 2012; Schils y Pauwels, 2014; Weerman et al., 2015). En cuanto a la generalidad —o comparación de la validez— entre hombres y mujeres, la mayoría de estos estudios reportan que las principales variables de la TAS presentan relaciones significativas con los indicadores de delincuencia indistintamente del sexo/género. Además, apoyan también la idea de que la interacción entre la propensión individual y la exposición, o entre elementos constitutivos específicos (p. ej., creencias morales y autocontrol) ocurre invariablemente en ambos grupos de género, así como el proceso de percepción-elección (en el que está insertado el filtro moral) que explica la ruptura de cualquier norma moral. Todo esto indica que, hasta el momento, las principales proposiciones de las TAS son válidas para comprender de forma general los actos de violencia y delitos cometidos por hombres y mujeres. No obstante, los resultados acerca de la capacidad de la TAS para explicar las diferencias de género en los niveles de delincuencia (gender gap) son menos concluyentes que los referidos a su validez y generalidad (ver a Hirtenlehner y Treiber, 2017; Weerman et al., 2015).
Figura 1. El filtro moral de la TAS adecuado a la VPI física
Adaptado de Wikström et al. (2012)
Este estudio se centra exclusivamente en la primera etapa del proceso de percepción-elec- ción y, por consiguiente, hemos decido utilizar la contemplación como un indicador de la percepción de la violencia física, entendida esta última como una de las posibles prácticas que se pueden considerar en un conflicto de pareja íntima. Nuestra atención se centra bá- sicamente en evaluar la proposición teórica de que el filtro moral impide que algunas per-
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sonas perciban o contemplen la violencia como una alternativa de acción viable (Brauer y Tittle, 2017; Hirtenlehner y Leitgöb, 2021; Wikström et al., 2012). Además, tomando en cuenta que el género es una variable tratada frecuentemente en la investigación y teoría criminológica, nos interesa analizar la dinámica de contemplación (o no) de los actos físicos de la VPI y el funcionamiento del filtro moral tanto de hombres como de mujeres. En este sentido, trataremos dos aspectos importantes desde la lente del género. En primer lugar, nos planteamos examinar si la brecha de género que caracteriza a la perpetración de delito y a la violencia en general5 —un hecho empírico analizado especialmente por la Criminología, incluida la perspectiva feminista sobre la violencia de género dentro y fuera de esta disciplina (p. ej., Daly y Chesney-Lind, 1988; Dobash y Dobash, 1979; Dobash et al., 1992)—, se observa también en algunos «procesos cognitivos» ligados a este tipo de acciones. De forma particular, exploraremos si existen diferencias entre hombres y mujeres en la probabilidad media de contemplación (percepción) de la VPI física. De hallar alguna diferencia con relación a esto, comprobaremos si las principales variables de la TAS, concretamente las involucradas en el filtrado moral, ayudan a explicar la misma. En segundo lugar, debido a que la TAS se formuló para explicar las causas de la violencia en diferentes segmentos o grupos poblacionales como, por ejemplo, los definidos por categorías de género (Wikström, 2011), evaluaremos parcialmente si las premisas que hacen alusión al rol del filtro moral en el proceso de percepción de la violencia, son vá- lidas y generalizables para hombres y mujeres. Es decir, analizaremos si las variables e indicadores que representan elementos medulares en la composición y eficacia del filtro moral (p. ej., creencias y emociones morales, moralidad individual y contexto moral) presentan efectos (principales e interactivos) significativos sobre la contemplación de la VPI física tanto de hombres como de mujeres y, por ende, si tienen la capacidad de explicar de modo equivalente el proceso de percepción de la violencia experimentado a raíz de un desacuerdo o discusión de pareja.
Muestra
La «muestra por conveniencia» de este estudio estaba conformada por universitarios (n
= 570) provenientes de diferentes facultades vinculadas a la Universidad de los Andes en Mérida, Venezuela. La misma presenta una distribución equivalente de hombres
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(49%) y mujeres (51%) quienes al momento de la aplicación de la encuesta se encon- traban en una relación de noviazgo heterosexual. Los participantes tenían edades que abarcaban de los 17 a los 40 años (media = 21,80; DT = 3,42). El 25,7% informó que su relación de pareja era nueva u ocasional, 67,4% la describió como estable o seria y 7% reveló estar comprometido en matrimonio. El 40% manifestó ver todos los días a su pareja y el resto de la muestra hacerlo de forma más esporádica. Al final, se excluyeron 20 encuestados de la muestra debido a inconsistencias en sus respuestas.
El diseño de la encuesta factorial con viñetas: escenario de conflicto y fricción
Los «diseños de encuesta factorial con viñetas» es una versión especializada del mé- todo de viñetas y combina las propiedades de la investigación experimental (control, manipulación, sistematización y aleatorización) con la encuesta convencional (Aguinis y Bradley, 2014; Alexander y Becker, 1978; Rossi y Anderson, 1982). Las viñetas o escenarios son pequeñas historias de eventos ficticios —o incluso verdaderos — rela- cionados con «una situación personal o social que contienen referencias precisas sobre los factores que se consideran más importantes en el proceso de toma de decisiones o de juicio de un encuestado» (Alexander y Becker, 1978: 94). En tal sentido, el diseño factorial de viñetas hace factible el análisis de las condiciones situacionales que afectan el proceso de percepción-elección según la TAS.
En el cuadro 1 ofrecemos un ejemplo de la viñeta diseñada para el presente estudio en la que se narra una situación de conflicto relacional ficticio protagonizado por una pareja heterosexual. El personaje principal de la breve historia es una persona que tiene el mismo sexo del encuestado. Pedro es el nombre del protagonista de la viñeta para la muestra de hombres6 (ver sección 1). En la situación de viñeta, esta pareja se encuentra en un apartamento. La novia de Pedro quiere dar un paseo con otra persona del sexo opuesto, lo que es objetado por él. La negativa de Pedro motiva dos tipos de reacciones diferentes por parte de su novia: (1) ella ignora el punto de vista de él y duda si salir con su amigo, aunque lo termina haciendo o (2) lo agrede psicológica y físicamente y decide marcharse (ambas respuestas nos permiten manipular los niveles de «provoca- ción/fricción»). Esta situación se desarrolla en presencia o ausencia de compañeros de estudio con la finalidad de manipular los niveles de control social informal que pueden
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hacer que una persona abandone (o no) la idea de elegir el uso de la fuerza física con- tra su pareja (mediante esto buscamos controlar el grado de «disuasión» debido a la probabilidad de detección).
Las cuatro versiones o condiciones experimentales a las que fueron asignados alea- toriamente los encuestados se manipularon teniendo en cuenta estas dos dimensiones (provocación/fricción y disuasión) compuestas por igual número de niveles cada una (ver Sección 2), lo que significa que el universo de viñetas de nuestro estudio se ajusta a un diseño factorial 2x2. Las cuatro condiciones experimentales cruzaban la disuasión (ausencia/presencia de compañeros de clase) y la provocación/fricción de la pareja (baja/ alta provocación). Este último aspecto es importante porque define los niveles de contin- gencia y gravedad del conflicto de pareja en cada una de las cuatro adaptaciones de la his- toria7. Se subrayan en la viñeta de ejemplo (cuadro 1) las manipulaciones experimentales.
Medidas y operacionalizaciones
Variable dependiente
¿qué tan probable es que “contemples” o “pienses” en las siguientes respuestas?» Las respuestas a esta pregunta son un indicador de la probabilidad de «ver» o «percibir» los actos físicos de la VPI como una alternativa de acción seleccionable. En una escala que iba de 0 a 5, en la que 0 es «No es probable» y 5 es «Totalmente probable», los participantes respondieron a esta pregunta tomando como referencia doce conductas que están asociadas a un conflicto de pareja según la literatura. Estas alternativas de acción las tomamos de la versión modificada de la Conflicts Tactics Scale (M-CTS) (Muñoz-Rivas et al., 2007; Neidig, 1986; Rodríguez, 2014; Straus, 1979). Debido a que este estudio se centra en la perpetración de la violencia física, escogimos para nuestros análisis solo las nueve opciones contenidas entre los ítems 4 y 12 de la sección 1 del cuadro 1. Aplicamos un análisis factorial exploratorio que mostró que estos ocho ítems se agrupan en un único factor cuya varianza explicada fue 53%. El coeficiente alfa de Cronbach fue de .87. Construimos un «índice total de contemplación de la VPI física» sumando estos ocho ítems. Puntuaciones altas representan una mayor probabilidad
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general de ver la violencia física como una posible acción en respuesta a un conflicto de pareja. Presentamos en la tabla 1 las estadísticas descriptivas de este índice (y del resto de las medidas usadas) desagregadas por género.
Cuadro 1. Ejemplo de viñeta para la muestra masculina, dimensiones, niveles y categorías de respuesta
SECCIÓN 1 | ||
Pedro está en su apartamento estudiando con unos compañeros de clase. También se encuentra su novia. | ||
De pronto, ella le dice que un amigo la pasará buscando para dar una vuelta. | ||
Pedro no está de acuerdo con la idea y, verbalmente, le prohíbe que vaya. | ||
A su novia parece no importarle mucho lo que él piensa, aunque muestra alguna duda antes de irse con su amigo. | ||
a. Imagínate que fueras Pedro, ¿qué tan probable es que contemples o pienses en las siguientes respuestas? No es probable (0); Es muy poco probable (1); Es algo probable (2); Es probable (3); Es bastante probable (4); Es totalmente probable (5) | ||
SECCIÓN 2 | ||
Dimensiones | Niveles | Codificación |
Provocación (Fricción) | A su novia parece no importarle mucho lo que él piensa, aunque muestra alguna duda antes de irse con su amigo/ Su novia lo ofende, lo empuja y decide irse con su amigo. | 0 (baja provocación)/1 (alta provocación). |
Disuasión (Control informal respecto a la probabilidad de detección) | Pedro y su novia están a solas en el apartamento de él./Pedro está en su apartamento estudiando con unos compañeros de clase. | 0 (ausencia de espectadores)/1 (presencia de espectadores). |
ignorarla y seguir estudiando
pedirle a otra persona que la convenza de que no se vaya con el amigo
gritarla, insultarla o maldecirla
amenazarla con golpearla o lanzarle algún objeto
intentar sujetarla físicamente
lanzarle algún objeto
jalarle el cabello
empujarla
cachetearla
pegarle con el puño o patearla
darle una golpiza
usar un arma contra ella
Variables independientes vinculadas al filtro moral
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consideran moralmente inadecuados en este tipo de relaciones. Esta variable la hemos operacionalizado y medido con diez preguntas que se centran en la valoración moral de hombres y mujeres con respecto al uso de la violencia física contra la pareja. Todas ellas las adaptamos utilizando indicadores originales de Wikström et al. (2012). Por ejemplo, le preguntamos a los participantes qué tan mal consideraban que era «golpear con el puño o patear», «empujar» o «usar un arma» contra su pareja. En este caso, adoptamos una escala tipo Likert de 4 puntos que iba de 0 = No está mal a 4 = Está muy mal. Los resultados obtenidos de un análisis factorial de componentes principales dan respaldo a una solución de un solo factor. Este factor reproduce el 62% de la varianza. El alfa de Cronbach para estos ítems fue de .92.
Tabla 1. Estadísticas descriptivas por medida y género de los participantes
Medidas | Hombres (n = 271) Media (DE)Min-Máx. | Mujeres (n = 282) Media (DE)Min-Máx. | Valor t Student (d de Cohen/ Tamaño del efecto) |
Variable dependiente | |||
Contemplación VPI | .68 (2.66) 0-27 | .98 (2.41) 0-17 | -1.31 (-0.30/Pa) |
Moralidad individual y contextual | |||
Creencias morales VPI | .14 (.94) —4.34-.61 | -.12 (1.00) —4.34-.61 | 3.0** (0.26/P) |
Culpa anticipada VPI | .08 (.94) —2.96-.43 | -.07 (1.04) —2.96-.44 | 1.73 (0.15/P) |
Vergüenza anticipada VPI | .08 (.88) —4.50-.38 | -.10 (1.11) —4.50-.38 | 2.11* (0.18/P) |
Moral individual global VPI | .30 (1.93) —10.99-1.43 | -.23 (2.36) —11.80-1.43 | 2.83**(0.54/Mb) |
Contexto moral VPI | .17 (1.54) —7.16-1.65 | -.16 (1.47) —5.42-1.65 | 2.58* (0.33/P) |
Moralidad individual global*Contexto moral | .66 (5.89) —11.35-78.71 | .74 (3.85) —7.76-29.07 | -.19 (-.08/P) |
Motivación | |||
Provocación/fricción | .49 (.50) 0-1 | .50 (.50) 0-1 | - |
Sentimiento de ira | .73 (.44) 0-1 | .88 (.32) 0-1 | -4.48***(-0.15/P) |
Control externo e interno | |||
Disuasión | .48 (.50) 0-1 | .48 (.50) 0-1 | - |
Autocontrol | .01 (1.05) —3.85-1.76 | .00 (.95) —3.38-1.76 | .14 (.01/P) |
Edad | 22.24 (3.42) 17-40 | 21.41 (3.55) 17-35 | - |
*p ≤ .05; **p ≤.01; ***p ≤.001; a Pequeño; b Moderado; c Grande
Por su parte, mediante seis preguntas referidas a la «culpa anticipada» medimos qué tan culpables se sentirían los encuestados si rompieran las normas morales vinculadas a la VPI (p. ej., ¿Piensas que te sentirías culpable si…usaras un arma contra tu novio/novia?). También formulamos cuatro preguntas para evaluar la «vergüenza anticipada» que puede experimentar un sujeto si cometiera algún acto de incumplimiento de las normas morales relacionadas con las VPI y otras personas significativas como los amigos, profesores, fa- miliares directos y de la pareja se enterasen (p. ej., ¿Piensas que sentirías vergüenza si…tus familiares/amigos/profesores se enteraran que golpeaste a tu novio/novia?). A este último grupo de preguntas añadimos dos más para medir si los encuestados sentirían vergüenza por ser detenidos por la policía o procesados en un tribunal por golpear a su pareja (p. ej.,
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¿Piensas que sentirías vergüenza si… te detuviera la policía por golpear a tu novio/no- via?). En cualquiera de estas preguntas las opciones de respuesta las presentamos en una escala de tres puntos que varía de 0 para «No, en absoluto» a 2 para «Sí, mucho». Tanto para la culpa como para la vergüenza anticipada sus respectivos indicadores se agruparon en un solo factor que explicó el 89% de la varianza en el caso de la primera y el 74% de la varianza en el caso de la segunda. El alfa de Cronbach de la culpa anticipada fue de .98, mientras que el de la vergüenza fue de .92. Por último y dado que la moralidad individual la concebimos como un constructo multidimensional, construimos una medida compuesta («Moralidad individual global») transformando en puntuaciones z y luego sumando los índices totales de creencias morales, vergüenza y culpa anticipada.
Contexto moral: Este constructo apunta hacia el ajuste entre las normas de compor- tamiento que otras personas de referencia que forman parte de un contexto inmediato (o, incluso, de un contexto social más amplio y distante como, por ejemplo, un Estado o país) definen como apropiadas —confiriéndole significado moral a ese lugar— y el nivel de aplicación o imposición de las mismas. Decidimos operacionalizar este con- cepto a partir de un índice global que combina dos indicadores sobre la fuerza de las normas morales relacionadas con la VPI física en el grupo de compañeros de clase del entrevistado. Uno de ellos mide hasta qué punto los compañeros consideran moral- mente malo (o no) agredir psicológica o físicamente a la pareja («normas morales de los compañeros»). La categoría de respuesta va de 1 (Para nada mal) a 4 (Extremadamente mal). El otro indicador mide cuántos de esos compañeros han agredido psicológica o físicamente a su pareja durante el último año («número de compañeros de clase invo- lucrados en VPI física»). La respuesta oscila entre 1 (Todos) y 4 (Ninguno). Las res- puestas a ambas preguntas las hemos transformado en puntuaciones z y luego sumado para crear un índice sobre el contexto moral. Niveles más altos representan exposición a contextos sociales donde las normas morales y el comportamiento son contrarios al uso de la VPI.
4.3.3 Variables de control estadístico
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en el diseño factorial. Como detallamos anteriormente, asignamos de manera aleatoria a nuestros encuestados a una viñeta en la que la provocación era baja (0) o alta (1) y en la que terceras personas estaban ausentes (0) o presentes (1) al momento del conflicto.
Autocontrol: Utilizamos la versión PADS+ de la Low Self-Control Scale de Grasmick et al. (1993) para medir el autocontrol (Wikström et al., 2012). Esta escala constaba de ocho ítems8 que capturan tres componentes de la escala de Grasmick: Impulsividad, temperamento difícil y tendencia al riesgo. Las respuestas, en formato tipo Likert, variaban de «No me describe para nada» (0) a «Me describe muy bien» (3). En el presente estudio las respuestas originales las invertimos, de modo que puntuacio- nes altas en esta medida indican altos niveles de autocontrol. Obtuvimos un coeficiente alpha de Cronbach de .92. El índice total también lo transformamos en puntuaciones z.
Estrategia de análisis
Para analizar los datos utilizamos el programa estadístico SPSS versión 27. Conforme a nuestros objetivos de investigación, nos apoyamos en estadísticas descriptivas (media, desviación típica y valores máximos y mínimos) para la caracterización de las muestras
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de hombres y mujeres con respecto a las variables de estudio (tabla 1). Igualmente, utilizamos en la misma tabla pruebas t de Student combinadas con pruebas d de Cohen para comprobar si existían diferencias significativas entre hombres y mujeres en la probabilidad media de contemplación de los actos físicos de la VPI y en el resto de las variables analizadas y, además, para calcular el tamaño del efecto de dichas diferencias. Luego preparamos una serie de regresiones lineales mediante mínimos cuadrados or- dinarios (OLS, por sus siglas en inglés) con el propósito de evaluar un posible efecto del género sobre la contemplación de la VPI, controlando los predictores ligados al filtro moral y el resto de variables analizadas.
Tabla 2. Matriz de correlación de las variables de estudio para hombres y mujeres
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | |
1. Contemplación VPI | -.26*** | -.24*** | -.00 | -.22*** | -.14* | .13* | .10 | .01 | -.14* | -.14* | |
2. Creencias morales VPI | -.43*** | .31*** | .29*** | .69*** | .23*** | -.08 | -.04 | -.04 | .25*** | .23*** | |
3. Culpa anticipada VPI | -.03 | .15* | .45*** | .77*** | .11 | -.16** | .17** | -.18** | -.07 | .07 | |
4. Vergüenza anticipada VPI | -.16* | .32*** | .20** | .80*** | .14* | .05 | .13* | -.05 | -.01 | .09 | |
5. Moral individual global VPI | -.31*** | .71*** | .65*** | .72*** | .21** | -.08 | .13* | -.12 | .06 | .15* | |
6. Contexto moral VPI | -.21** | .23*** | .08 | .11 | .21** | -.01 | -.01 | -.14* | .06 | .01 | |
7. Provocación/fricción | .15* | -.02 | -.10 | .00 | -.05 | -03 | .13* | .02 | -.06 | -.05 | |
8. Sentimiento de ira | .13* | -,14* | -.01 | .08 | -.03 | .07 | .18** | -.06 | -.05 | -.10 | |
9. Disuasión | .02 | -.00 | .00 | .06 | .04 | -.09 | .02 | .03 | .05 | -.07 | |
10. Autocontrol | -.26*** | .36*** | .08 | .27*** | .36*** | .19** | .00 | -.01 | -.05 | .18** | |
11. Edad | -.07 | -.00 | .09 | .04 | .06 | -.08 | -.06 | -.04 | .15* | .04 |
Nota: Coeficientes de correlación por debajo de la diagonal son para la muestra de hombres y por encima para la muestra de mujeres
*p ≤ .05; **p ≤.01; ***p ≤.001
Para abordar el problema de la generalidad de la TAS desarrollamos primero un análisis de correlación de Pearson para la muestra total (no mostrados aquí) y dividida por género (tabla 2) con el fin de estimar la fuerza y dirección de la relación entre las variables de interés. Nuevamente dividimos la muestra por género y aplicamos regresiones (OLS) por separado para explorar si el filtro moral y las demás variables de estudio eran predictores significativos de los niveles medios de contemplación de la VPI física de una manera estable entre hombres y mujeres. Finalmente, debido a que la TAS postula que el efecto del filtro moral está condicionado por la interac-
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ción entre la moral individual y el contexto moral de un lugar, calculamos términos de interacción que fueron introducidos a nuevos modelos de regresión con errores estándares robustos (Hirtenlehner et al., 2014; Serrano, 2018) preparados tanto para hombres como para mujeres. Cabe mencionar que diagnosticamos la multicolinealidad en todos los modelos de los análisis de regresión mediante el cálculo de los factores de inflación de la varianza (FIV). En ninguno caso estos factores alcanzaron un valor que excediera de 2, por lo tanto, la multicolinealidad aparentemente no fue un problema en este estudio. Además, en algunos modelos de regresión utilizamos la prueba z para contrastar diferencias de género en los coeficientes de todas las variables de la TAS (Paternoster et al., 1998).
Diferencias de género en las variables teóricas y en la contemplación de la VPI física
La tabla 1 contiene las diferencias de género en las variables de estudio. En cuanto a los factores relacionados con la «moralidad individual y contextual», los hombres reportaron niveles significativamente más altos que las mujeres en: las creencias morales sobre cuán mal piensan que son los actos físicos de la VPI, la vergüenza anticipada asociada a la probabilidad de incurrir en este tipo de agresiones, la moral individual global (suma de creencias morales, culpa y vergüenza anticipada) y la ex- posición a contextos morales cuyas normas y prácticas son incompatibles con la VPI física. No encontramos diferencias significativas de género en lo relativo a la culpa anticipada y al término de interacción (multiplicativo) entre la moralidad individual y el contexto moral. Acerca de las variables referidas a la «motivación», las mujeres mostraron niveles significativamente más altos de ira (sensibilidad a la fricción) en comparación con los hombres. El autocontrol tampoco presentó diferencias sig- nificativas de género. Por consiguiente, nuestros resultados evidencian una brecha de género en la mayoría de las variables concernientes al filtro moral, en este caso, los hombres presentan mayores niveles en cada una de ellas, excepto en la culpa anticipada, en la que no observamos diferencias estadísticas. Sin embargo, según la d de Cohen, el tamaño del efecto del género es pequeño (P) para la mayoría de las diferencias encontradas, excepto para la moralidad individual global que muestra un efecto de tamaño medio (M).
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Por último, de acuerdo con los resultados de esta tabla, las mujeres presentan una puntuación media más alta en la probabilidad general de contemplar la VPI física en respuesta a una provocación/fricción hipotética que sus homólogos masculinos, pero esa diferencia no alcanza a ser estadísticamente significativa. De forma complementaria, desarrollamos varios modelos de regresión múltiple lineal (no presentados aquí) con los que evaluamos los efectos únicos del género sobre la variable dependiente para así confirmar la posible ausencia de una brecha de género en la contemplación de la VPI física. Los análisis no mostraron un efecto significativo del género sobre nuestra varia- ble respuesta. Este resultado fue estable tanto en el modelo de partida donde incluimos solo el género como regresor, como en el resto de los modelos en los que, paso a paso, fuimos controlando las variables centrales de la TAS junto con la edad. Esto confirma que las mujeres y los hombres de esta muestra no difieren en la probabilidad media de contemplación de la violencia física hacia la pareja, incluso cuando se controlaban los efectos de otros predictores relevantes. Por lo tanto, a partir de ahora centraremos nuestros análisis en la validez y generalidad de la TAS, debido a que en nuestra muestra no existen diferencias estadísticas en las puntuaciones medias de contemplación de los actos físicos de la VPI en función del género que requieran ser explicadas.
Análisis de la generalidad y validez teórica de los procesos relacionados con el filtro moral en función del género
En cuanto a la correlación bivariada de las variables teóricas con la probabilidad de con- templación de la VPI física, observamos que un gran número de relaciones se dan en la dirección esperada indistintamente del género (ver tabla 2). Centrándonos estricta- mente en las variables vinculadas al filtro moral comprobamos que, en ambos grupos, las relaciones de estas medidas con la variable dependiente presentan signo negativo, lo que apunta a que niveles más altos en creencias morales contrarias a la VPI, moralidad individual global y exposición a un contexto moral que desestimula este tipo de violencia, se asocian significativamente con una menor probabilidad de contemplar la VPI física. No obstante, hallamos diferencias de género en dos aspectos importantes: (1) la culpa anticipada no se relaciona estadísticamente con la variable respuesta en la muestra de hombres y lo mismo sucede con la vergüenza anticipada en la muestra de mujeres; y (2) la mayoría de las correlaciones son más fuertes en la muestra masculina.
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Predicción de la contemplación de la VPI física
Para evaluar el efecto conjunto de los principales componentes del filtro moral sobre la contemplación de los actos físicos de la VPI, estimamos cuatro modelos de regre- sión (modelo 1 = creencias morales + controles; modelo 2 = emociones morales + controles; modelo 3 = contexto moral + controles; modelo 4 = todas las variables morales + controles). Varios resultados son relevantes en la tabla 3. En primer lu- gar, las creencias morales (modelo 1) y el contexto moral (modelo 3) presentan un efecto negativo y significativo sobre la probabilidad media de contemplación de la VPI física de hombres y mujeres. En segundo lugar, las emociones morales (modelo 2) también presentan una relación negativa y significativa con la variable respuesta, pero para la muestra masculina es la vergüenza anticipada el indicador estadística- mente significativo (b = -.35, p =.05), mientras que para la muestra femenina lo es la culpa anticipada (b = -1.11, p =.000). En tercer lugar, en el modelo 4 (integra- do) de nuevo las creencias morales y el contexto moral predicen significativamente (y en la dirección esperada) la variable dependiente de ambos grupos analizados; aunque el efecto del contexto moral casi desaparece en el grupo de mujeres (p =
< .07). Además, las emociones morales (culpa y vergüenza anticipada) presentan un efecto significativo solo en el modelo femenino, pero no en el masculino. Para las mujeres la culpa anticipada es el predictor que ejerce el mayor efecto (negativo) sobre la variable dependiente (b = -1.01, p =.000). Contrariamente a lo esperado, el signo positivo de la relación de la vergüenza anticipada con la variable dependiente sugiere que, para ellas, altos niveles de vergüenza anticipada contribuyen a una ma- yor probabilidad de considerar actos físicos de violencia contra la pareja, lo que es incompatible con las proposiciones teóricas de la TAS. En cuarto lugar, esta tabla contiene la prueba z9 de igualdad de los coeficientes de regresión para el modelo 4 de hombres y mujeres. Estos resultados indican que solo los coeficientes de ambas emociones morales son significativamente diferentes entre géneros. La diferencia es significativa a p = .001 para una prueba de una cola (z = -2.70). Por último, com- parados con los resultados de la muestra femenina, cualquiera de nuestros cuatro modelos explica mejor las variaciones de la contemplación de la VPI en el grupo de hombres (p. ej., 22% de la varianza explicada del modelo 4 de los hombres frente al 13% del modelo 4 de las mujeres).
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Tabla 3. Comparación entre hombres y mujeres del efecto de las variables de estudio sobre la contemplación de la VPI física
Hombres | Mujeres | ||||||||
Modelo 1 (Creencias morales) b (E) [ß] | Modelo 2 (Emociones morales) b (E) [ß] | Modelo 3 (Contexto moral) b (E) [ß] | Modelo 4 (Moralidad integral) b (E) [ß] | Modelo 1 (Creencias morales) b (E) [ß] | Modelo 2 (Emociones morales) b (E) [ß] | Modelo 3 (Contexto moral) b (E) [ß] | Modelo 4 (Moralidad integral) b (E) [ß] | Dif. Valor z Modelo 4 H y M | |
Creencias morales VPI | -.87 (.16) [-.36]*** | --- | --- | -.81 (.16) [-.33]*** | -.72 (.24) [-.20]** | --- | --- | -.51 (.25) [-.14]* | -1.01 n.s. |
Culpa anticipada VPI | --- | .09 (.15) [.04] | --- | .13 (.15) [.05] | --- | -.1.11 (.25) [-.32]*** | --- | -1.01 (.25) [-.29]*** | 3.91**** |
Vergüenza anticipada VPI | --- | -.35 (.16) [-.15]* | --- | -.23 (.15) [-.10] | --- | .37 (.22) [.12] | --- | .49 (.22) [.16]* | -2.70*** |
Contexto moral | --- | --- | -.33 (.09) [-.23]*** | -.23 (.10) [-.15]* | --- | --- | -.35 (.16) [-.14]* | -.29 (.16) [-.12]a | .31 n.s. |
VPI | |||||||||
Provocación/ fricción | .42 (.26) [.10] | .41 (.27) [.10] | .47 (.26) [.11] | .42 (.26) [.10] | .55 (.46) [.08] | .49 (.46) [.07] | .81 (.47) [.11] | .30 (.46) [.04] | .22 n.s. |
Sentimiento de ira | .34 (.29) [.07] | .67 (.30) [.15]* | .52 (.29) [.11] | .44 (.30) [.09] | .62 (.69) [.06] | 1.12 (.69) [.10] | .73 (.72) [.07] | .93 (.69) [.09] | -.65 n.s. |
Disuasión | .32 (.25) [.08] | .38 (.26) [.09] | .22 (.26) [.05] | .26 (.26) [.06] | .13 (.46) [.02] | -.28 (.45) [-.04] | -.03 (.47) [-.00] | -.33 (.45) [-.05] | 1.13 n.s. |
Autocontrol | -.34 (.13) [-.17]** | -.49 (.13) [-.24]*** | -.48 (.13) [-.24]*** | -.28 (.13) [-.14]* | -.33 (.24) [-.09] | -.44 (.24) [-.12] | -.38 (.24) [-.10] | -.39 (.24) [-.11] | .40 n.s. |
Edad | -.03 (.04) [-.04] | -.01 (.04) [-.02] | -.03 (.04) [-.04] | -.04 (.04) [-.06] | -.07 (.07) [-.07] | -.09 (.06) [-.09] | -.13 (.07) [-.12]* | -.08 (.07) [-.08] | - |
R2 ajustado | .21 | .11 | .14 | .22 | .07 | .10 | .05 | .13 | |
N | 214 | 214 | 214 | 214 | 231 | 231 | 231 | 231 |
Nota: b = coeficientes de regresión no estandarizados, error estándar (E entre paréntesis) y coeficientes
estandarizados [ß entre corchetes]
ap ≤ .07; *p ≤ .05; **p ≤.01; ***p ≤.001; **** p ≤.0001; n.s.= no significativo
Efectos principales e interactivos de la moralidad individual y el contexto moral sobre la contemplación de VPI física
Para explorar si existe un efecto interactivo entre el contexto moral y la moralidad personal y, más importante aún, si es invariable en cuanto al género, hemos establecido
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dos modelos tanto para hombres como para mujeres, donde la probabilidad de con- templar la VPI física fue predicha de manera independiente por ambos factores morales (modelo 1) y, luego, por su interacción (modelo 2). Los resultados de la tabla 4 revelan algunas semejanzas, aunque también importantes diferencias entre los dos grupos analizados. En primer lugar, en el modelo de partida de los hombres ninguna de las variables ligadas al filtro moral mostraron un efecto significativo sobre la variable dependiente, mientras que para la muestra femenina sí y en la dirección esperada: mayores niveles de moralidad individual y de exposición a un contexto moral que desfavorece la VPI, disminuye la probabilidad de que ellas piensen en la violencia como una forma de respuesta a los conflictos con la pareja. En segundo lugar, observamos que el término de interacción (modelo 2) ejerce un efecto signifi- cativo en la contemplación de la VPI física solo para los hombres. Esto significa que el coeficiente de moralidad individual global ofrece efectos condicionales en los hom- bres expuestos a un contexto moral que desestimula el uso de la fuerza física contra la pareja. Para ellos, altos niveles de moralidad individual (contraria a la violencia de pareja) se asocian negativamente con contemplar la VPI física cuando aumenta el efecto negativo que ejerce el contexto moral (que desaprueba este tipo de violencia) sobre la contemplación. En cambio, cuando el contexto moral favorece la VPI, la baja moral individual aumenta la contemplación de la misma. Este resultado está en total consonancia con la noción de la TAS sobre el «principio de correspondencia moral». Ahora, observamos en el modelo 2 de las mujeres que el término de interacción no se relaciona significativamente con la probabilidad media de contemplación de la VPI física. En este caso, ambas variables actúan de forma autónoma sobre nuestra variable dependiente. Por consiguiente, el efecto de la combinación de la moralidad personal y el contexto moral (contrarios a la VPI física) sobre la contemplación de la violencia y, en particular, el «principio de correspondencia moral», no se confirma en los datos femeninos. En tercer lugar, según la prueba z ninguno de los coeficientes de regresión difiere significativamente entre hombres y mujeres, excepto el efecto del término de interacción en la contemplación del VPI (z = 2.01) que, como ya hemos comentado, es significativo únicamente para los hombres, pero no para las mujeres. En último lugar, comparado con cualquiera de los modelos analizados (incluidos los de la tabla 3), el modelo 2 de los hombres es el que mejor explica las variaciones de la contemplación de la VPI física (R2 ajustado = 35%).
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Tabla 4. Comparación entre hombres y mujeres de los efectos principales e interactivos de las medidas del filtro moral sobre la contemplación de la VPI física
Hombres | Mujeres | ||||
Modelo 1 b (S.E.) [t] | Modelo 2 b (S.E.) [t] | Modelo 1 b (S.E.) [t] | Modelo 2 b (S.E.) [t] | Dif. Valor z Modelo 2 H y M | |
Moral individual global VPI | -.28 (.16) [-1.76] | -.44 (.19) [-2.31]* | -.28 (.13) [-2.04]* | -.30 (.13) [-2.28]* | -.60 n.s. |
Contexto moral VPI | -.24 (.16) [-1.52] | -.39 (.19) [-2.01]* | -.28 (.12) [-2.38]* | -.28 (.11) [-2.51]* | -.05 n.s. |
Provocación/fricción | .37 (.25) [1.48] | .19 (.21) [.89] | .67 (.36) [1.83] | .66 (.36) [1.82] | -1.13 n.s. |
Sentimiento de ira | . .62 (.20) [3.18]** | .36 (.20) [1.80] | .86 (.33) [2.57]** | .91 (.33) [2.69]** | -1.43 n.s. |
Disuasión | .26 (.26) [.98] | .17 (.24) [.71] | -.19 (.47) [-.40] | -.21 (.47) [-.45] | .72 n.s. |
Autocontrol | -.39 (.16) [-2.47]* | -.24 (.15) [-1.59] | -.39 (.38) [-1.02] | -.40 (.38) [-1.03] | .39 n.s. |
Edad | -.01 (.02) [-.77] | .00 (.03) [.20] | -.08 (.04) [-1.97]* | -.08 (.04) [-1.96]* | - |
Moralidad individual global*Contexto moral | - | .38 (.19) [2.05]* | - | -.04 (.06) [-.67] | 2.1* |
R2 ajustado | .16 | .35 | .08 | .07 | |
N | 214 | 214 | 231 | 231 |
Nota: b = coeficientes de regresión, error estándar robusto (entre paréntesis) y t-ratio [entre corchetes]
*p ≤ .05; **p ≤.01; ***p ≤.001; n.s.= no significativo
Muy poca atención se le ha prestado al hecho de si la TAS es útil para explicar algu- nos aspectos de la VPI física (ver, por ejemplo, Barton-Crosby 2017; Miley, 2017; Sjödin, 2017), una forma de violencia que, al igual que la violencia no íntima u otros tipos de delitos en general, se puede considerar un acto de ruptura o infracción de normas morales y, en consecuencia, explicarse —como bien lo justifica Barton- Crosby (2017)— desde la perspectiva de esta teoría. Además, con respecto a otras Teoría Generales del Delito en Criminología, muy pocos estudios han utilizado la TAS para evaluar si es un marco explicativo igualmente aplicable a la conducta vio- lenta y/o delictiva de hombres y mujeres (p. ej., Weerman et al., 2015; Hirtenlehner y Treiber, 2017). El presente estudio ofrece una evaluación empírica de las diferen- cias de género tanto en el ejercicio de la contemplación (percepción) del uso de la violencia íntima en miembros de parejas heterosexuales como en los indicadores correspondientes al filtro moral. Además, prueba la validez y generalidad de las proposiciones teóricas referentes al efecto del filtro moral en grupos de género, basándose todo esto en una muestra de estudiantes universitarios de Venezuela y en una encuesta factorial de viñetas.
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Nuestros resultados descriptivos mostraron que, por término medio, los (bajos) niveles de contemplación de la VPI física masculina y femenina en respuesta a un conflicto hipotético de pareja no eran estadísticamente diferentes. Es decir, ante una provocación situacional, las mujeres de este estudio consideran o piensan en la vio- lencia física como una potencial alternativa de acción contra su pareja tanto como los hombres. Debido a este patrón de resultados, decidimos abandonar cualquier intento de comprender y explicar posibles discrepancias entre hombres y mujeres en cuanto a este proceso perceptivo basándonos en las ideas centrales de la TAS. De hecho, es- tos resultados nos hacen pensar ahora en cómo debemos interpretar unos datos que apuntan más bien hacia la «similitud de género» que es lo que parece describir mejor a este fenómeno cognitivo.
En cuanto a esto, en la literatura observamos dos líneas de análisis claramente en- frentadas que se disputan el mando de la discusión sobre la controvertida relación del género con la VPI física. Una de estas perspectivas (denominada «perspectiva de género»), conducida en particular por la corriente feminista (Cobo, 2000), sostiene que la VPI física es una expresión del control y dominación de los hombres sobre las mujeres, cuyo origen se encuentra en las estructuras socioculturales abiertamente pa- triarcales y machistas (Dobash y Dobash, 1979). De ahí que la VPI física es «asimétrica» ya que las mujeres son las principales víctimas de la VPI y los hombres sus principales perpetradores (Dobash y Dobash, 1979; Dobash et al., 1992; Russo y Pirlott, 2006). El otro enfoque, guiado en este caso por los analistas de la violencia familiar (deno- minada «perspectiva de la violencia»), considera que la VPI física no es motivada por el patriarcado, sino que es más bien el resultado de conflictos o desacuerdos en las relaciones íntimas. Para esta perspectiva, la VPI física es más un problema «humano» de agresión que un problema de «género» (Straus y Scott, 2009) y, por tanto, se in- teresa por comprender su naturaleza y características a nivel individual y no como el resultado de un sistema sociocultural específico. Para este enfoque el factor género no es decisivo en este tipo de violencia porque el patrón de perpetración no varía en función del mismo o, lo que es igual, es «simétrico». Es decir, la VPI física masculina y femenina en términos no solo de porcentaje o prevalencia, sino también de frecuencia
—o incluso de motivación, iniciación, gravedad, determinadas formas de violencia y
factores de riesgo— es muy similar (Hamby, 2017; Medeiros y Straus, 2006; Straus, 1993; Straus y Ramirez, 2007; Straus y Scott, 2009).
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Sobre esto, cabe destacar que no encontramos ningún estudio acerca del proceso de contemplación de la violencia íntima de la forma como lo hemos analizado aquí y tampoco algún hallazgo empírico que nos permita confirmar la «simetría/asimetría de género» en dicho proceso. Sin embargo, creemos que los defensores del concepto de «simetría» (Langhinrichsen-Rohling et al., 1995; Straus y Ramirez, 2007) sugeri- rían que, en vista de que ambos géneros actúan con violencia de modo semejante, los hombres y mujeres deberían también presentar niveles aproximadamente iguales de contemplación de la VPI física en respuesta a un conflicto de pareja, que en efecto es lo que indican nuestros resultados descriptivos. Es decir que, además de actuar de forma muy parecida como lo sostiene la «perspectiva de la violencia», un hombre y una mujer podrían —como sugieren nuestros datos— presentar la misma probabilidad de pensar en la violencia física contra su pareja como una posible acción en el contexto de un conflicto con características muy particulares como el descrito a cada género en nuestro estudio. Al no diferir significativamente las puntuaciones medias de contemplación de hombres y mujeres, nuestros resultados pueden considerarse como una primera eviden- cia sobre la «simetría de género» en el proceso perceptivo que lleva a ver o considerar los actos físicos de la VPI como una alternativa de acción en un conflicto de pareja.
Debemos mencionar además que de las seis medidas vinculadas al filtro moral (ta- bla 1), los hombres con respecto a las mujeres mostraron un mayor nivel de creencias morales en contra de la VPI física, vergüenza anticipada y contacto con contextos que desalientan moralmente el uso de los actos físicos de la VPI. Sin embargo, aunque en estas medidas se observan diferencias de género estadísticamente significativas, la magnitud o tamaño de este efecto (d) es pequeño. Sumado a esto, los hombres pun- tuaron más alto en el índice de moralidad individual global que las mujeres, pero la magnitud de esta diferencia fue moderada; inclusive, encontramos medidas como la culpa anticipada que no presentaron diferencias de género significativas. En definitiva, unos y otras contemplan el uso de la VPI física en la misma medida y las diferencias en las creencias morales, las emociones morales (cuando existen) y el contexto moral próximo son tan pequeñas que nos permite pensar al igual que Hyde (2005), que am- bos géneros perciben y experimentan el mundo —incluidas determinadas experiencias de la violencia en pareja— de modo muy parecido. Así, nuestros resultados, que en cierta forma contradicen algunas creencias generales sobre el proceso de perpetración de la VPI física y, particularmente, las de aquellos que investigan este fenómeno desde
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la perspectiva feminista10, plantean la posibilidad de que la «simetría de género» en el proceso de contemplación de este tipo de violencia puede atribuirse a que hombres y mujeres poseen prácticamente las mismas actitudes y características (individuales y contextuales) que, potencialmente, afectarían (o no) a dicho proceso, interrumpiendo así su llegada a la siguiente fase de toma de decisiones.
Por otra parte, nuestro otro objetivo era probar un aspecto clave de la TAS: el funcio- namiento del filtro moral en el proceso de percepción de la VPI física. Concretamente, exploramos si las variables clave involucradas en este proceso y, en especial, el con- cepto de filtro moral postulado por esta teoría se relaciona de forma similar con la contemplación de la VPI física de hombres y mujeres. Los análisis de correlación y de regresión OLS divididos por grupos de género indican que las relaciones y efectos de los indicadores del filtro moral sobre los niveles de contemplación de la violencia íntima no difieren en su amplia mayoría entre hombres y mujeres. Quizá las diferencias más notables según nuestros resultados bivariados son, por un lado, la ausencia de una relación significativa de la culpa anticipada con la contemplación de los actos físicos de la VPI para los hombres y, por otro, la falta de relación de nuestra variable dependien- te con la vergüenza anticipada en el caso de las mujeres. Estas dos variables fueron, a nivel multivariado, predictores significativos de la contemplación exclusivamente en la muestra femenina. Esto último sugiere que para las mujeres las emociones morales juegan un papel importante en la causalidad de la VPI física y, concretamente, en el proceso de percepción de la misma. Sin embargo, la relación positiva de la vergüenza anticipada con la contemplación de los actos físicos de la VPI es un resultado inespe- rado cuya interpretación es un desafío complejo (tabla 3). Este resultado posiblemente se debe a factores y expectativas socioculturales específicas de Venezuela que afectan la manera como las mujeres experimentan y gestionan este sentimiento en respuesta a problemas de violencia de género (por ejemplo, en nuestro contexto ejercer o solo pensar en la violencia de pareja cuenta con cierta aceptación social si es la mujer quien la usa contra el hombre con el pretexto de defensa) o, quizás, se deba a aspectos de orden metodológico como, por ejemplo, algún problema en las relaciones lineales entre las variables incluidas en nuestros modelos de regresión. En cualquier caso, el tipo de efecto encontrado no favorece las predicciones de la TAS sobre el papel que debería jugar la vergüenza anticipada en el proceso de filtrado moral lo que, de alguna manera, pone en duda la estabilidad del constructo «moralidad individual».
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Más allá de estas diferencias, nuestras pruebas confirman que los hombres y las mujeres de esta muestra comparten la mayoría de los factores concernientes al fil- tro moral, aunque no todos, pero sí aquellos que son clave en el proceso causal de percepción como las creencias morales y el contexto moral (variables que por cierto coinciden con los factores de riesgo o correlatos identificados por la amplia literatura sobre la violencia de género y la VPI [Capaldi et al., 2012]). Esto significa que, con independencia del género, los indicadores básicos del filtro moral (es decir, creencias morales y contexto moral en la tabla 3 y moralidad individual global y contexto moral en la tabla 4) están relacionados estadísticamente con nuestra variable dependiente y, según los resultados arrojados por la prueba z, la magnitud de su efecto es similar en ambas submuestras. Es más, con respecto a los estudios de la VPI que indican que la
«simetría» de género de la violencia física comprende también una etiología homóloga (Medeiros y Straus, 2006; Straus y Scott, 2009), los factores causales más importantes del proceso de percepción que conllevaría a la perpetración de la VPI física podrían ser prácticamente los mismos y presentar efectos (especialmente principales) equivalentes tanto para hombres como para mujeres. Además de estar nuevamente alineados con las ideas generales de la corriente de la «simetría de género» en la VPI (Dutton y Nicholls, 2005), estos hallazgos también respaldan la posición de otros autores en Criminología que sostienen que los mismos factores de la violencia masculina pueden ser válidos para explicar la violencia femenina y, por lo tanto, no son necesarias teorías específicas para cada género (Smith y Paternoster, 1987; Piquero et al., 2005). Hasta este momento, la TAS, en tanto que teoría general, parece estar en la capacidad de ofrecer explicaciones universales que resultan válidas para comprender los procesos etiológicos de la violencia (incluida la de parejas íntimas) y delincuencia, y nuestros resultados podrían respaldar en cierta medida la noción de aplicabilidad y generalidad de esta teoría según el género.
Sin embargo, observamos un aspecto muy importante que podría debilitar el com- pleto carácter general y universal de los procesos o mecanismos causales planteados en la TAS. Estudios anteriores sugieren que los efectos de interacción son iguales para ambos géneros (Pauwels, 2012). Aunque observamos que la contemplación de la VPI física está estadísticamente relacionada con la moral individual y el contexto moral en la muestra de hombres y mujeres (tabla 4), al analizar la interacción entre estos dos componentes del filtro moral en esta misma tabla, notamos que únicamente predice la contemplación de los hombres, pero no de las mujeres. Asimismo, nuestras pruebas z
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de comparación de coeficientes indican que el efecto del término de interacción sobre la contemplación de la VPI física fue significativamente diferente entre hombres y mujeres (tabla 4), mientras que la mayoría de los indicadores eran prácticamente los mismos en ambos grupos. Todo esto revela que solo para los hombres existe a nivel multivariante un efecto positivo y estadísticamente significativo del término de inte- racción multiplicativo sobre nuestra variable dependiente. Por lo visto, para ellos una alta moralidad individual que desalienta los actos físicos de violencia contra su pareja disminuye la probabilidad de contemplarlos como una opción, especialmente en aque- llos hombres expuestos a contextos de amigos que desaprueban la violencia íntima. El impacto de esta «combinación» que configura el filtro moral es, empíricamente, congruente con las hipótesis de la TAS (y, en concreto, apoyan las proposiciones sobre la «correspondencia moral»). En cambio, para las mujeres el efecto de la moralidad individual y contextual sobre la contemplación es independiente y, aparentemente, aditivo ya que la interacción entre ambas variables no es significativa, pero sí los efec- tos principales de ambos predictores. Este particular hallazgo introduce cierta duda con respecto a la estabilidad del «principio de correspondencia moral» y, en general, sobre la noción de filtro moral de la TAS. En definitiva, aun cuando los predictores relacionados con el filtro moral están asociados con la contemplación de la violencia tal como lo postula esta teoría, el efecto de ellos parece operar de forma distinta para hombres y mujeres.
Sumado a lo anterior, se observa que estas variables (incluido el propio término de interacción) explicaban el 35% de la varianza de la contemplación de la VPI física de los hombres y únicamente el 7% de la varianza de la muestra femenina en la tabla 4, lo que se interpreta como un mejor modelo para explicar el proceso de percepción de ellos. Esto indica que el grado de eficacia de estos predictores (y de manera específica la moralidad individual y el contexto moral) que, parecen ser los mismos para mujeres y hombres que consideran la VPI física, depende del género. Todo esto sugiere que quizás sea necesario una cierta reconsideración o, si se quiere, un refinamiento teó- rico al momento de describir determinados aspectos del mecanismo situacional y, en particular, de algunos predictores (principalmente los concernientes a las emociones morales) y procesos interactivos contenidos en este, que permita explicar con mayor eficacia la implicación masculina y femenina en diferentes tipos de violencia como la experimentada en las relaciones románticas.
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Para concluir, hay una serie de limitaciones que se deben tener en cuenta para inter- pretar los resultados de este estudio. En primer lugar, nuestros análisis se enfocaron en una de las dos etapas del mecanismo situacional de la TAS, en este caso en el proceso de percepción. Como resulta lógico, contemplar la violencia física en un conflicto de pareja íntima no equivale per se a elegirla y ejercerla (aunque para infringir intencio- nalmente una norma moral, es decir, perpetrar una acción violenta, hay que percibir primero el comportamiento en cuestión como una alternativa de acción según la TAS [Wikström et al., 2012]); por lo tanto, cabe la posibilidad según la lógica de esta teo- ría de que cualquier potencial diferencia de género en los «índices de perpetración de violencia íntima» podrían deberse a algún tipo de efecto diferencial de los controles internos y externos que definen el proceso de elección de hombres y mujeres. Este es un asunto que no podemos aclarar con nuestros datos, pero que sería muy impor- tante analizar en futuras investigaciones. En segundo lugar, debido a los objetivos de un proyecto de investigación más amplio, escogimos una versión modificada de las CTS de Straus para diseñar nuestras medidas y operacionalizar la contemplación de la VPI, lo que puede ser un tema polémico. Esto es importante porque algunos autores sostienen que el patrón de simetría de género (al menos el observado en los índices de perpetración y victimización) es un artefacto producido por determinados factores que afectan las medidas de la CTS y que ponen en duda su validez como instrumento para obtener estimaciones no sesgadas de la VPI con respecto al género (ver Giles, 2004; Kimmel, 2002). Así que invitamos a otros investigadores a que tomen en consi- deración las críticas acumuladas sobre la validez de la CTS al momento operacionalizar y diseñar futuras medidas de contemplación (o, de ser el caso, medidas de elección y perpetración) de la VPI. En tercer lugar, nuestra viñeta reproduce particularmente un escenario de conflicto que se desarrolla al calor de la ira, y en el que se puede usar po- tencialmente la violencia como una forma de resolverlo. En un futuro, otros estudios pueden explorar escenarios alternativos (preferiblemente visuales y no escritos como lo sugieren van Gelder et al., 2014) que supongan situaciones que motiven otro tipo de violencia de género como, por ejemplo, la vinculada al «terrorismo íntimo» (Johnson, 1995; 2005). Consideramos que se debe pensar en otras fuentes instigadoras de la VPI física distintas a la provocación derivada de un conflicto, como el poder, el control, la venganza o, incluso, la tentación, las cuales susciten una motivación diferente a la analizada por nosotros. En cuarto lugar, un problema de este estudio que no es ajeno al de otras investigaciones es el de la medición del contexto moral que, en nuestro caso,
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se limita a dos ítems que no fueron diseñados a nivel situacional. Nuestra viñeta tenía como fondo un apartamento como escenario principal y solo se manipuló la provoca- ción y un elemento potencialmente disuasorio como pensamos que sería la presencia de espectadores al momento del conflicto. Las normas morales presentes en ese even- to concreto no se describieron y, por lo tanto, no se pudieron manipular. La falta de medición de las normas morales en la propia situación de conflicto analizada puede suponer una importante limitación metodológica. En vista de esto, sugerimos integrar las expectativas o normas morales (o cualquier otro tipo de característica situacional como, por ejemplo, la presión de los compañeros de clases o el control formal de una autoridad) al escenario hipotético como lo plantea en su estudio Sattler et al. (2022). Una vez comentado esto, esperamos que este estudio lleve a futuras investigaciones, especialmente en Latinoamérica, a emplear la perspectiva de la TAS para continuar profundizando en los matices, complejidades y potencial explicativo de la misma y, particularmente, seguir explorando su validez no solo a través de grupos poblacionales y diferentes tipos de delitos, sino también a través de comparaciones interculturales.
Algunos criminólogos que se han ocupado de explicar la VPI (desde la perspectiva de la perpe- tración o de la victimización) se apoyan en las principales teorías criminológicas como, por ejem- plo, las teorías del control, la teoría de la tensión general, las teorías de la asociación diferencial y del aprendizaje social, la teoría de las actividades rutinarias y en otras teorías generales (Ngo et al., 2022). Por su parte, las explicaciones sobre las causas y procesos relacionados con este tipo de violencia con base en las proposiciones teóricas de la TAS han ido ganado terreno en estos últimos años gracias a los trabajos pioneros de Barton-Crosby (2017), Miley (2017) o Sjödin (2017).
La alineación entre la moralidad individual y el contexto moral que actúa en un entorno deter- minado se denomina en la TAS «principio de correspondencia moral». Según este principio, la vi- olencia es más probable cuando ambos factores la impulsan y, al contrario, resulta menos probable si la moralidad individual y el contexto moral la desaniman por ser una acción injustificada.
El autocontrol y la disuasión únicamente afectan la elección de la acción violenta/delictiva —o conforme— en circunstancias muy precisas y a esto se le conoce como el «principio de la rele- vancia condicional de los controles». Ambas formas de control serían relevantes solo cuando una persona delibera sobre si quebrantar o no la norma y cuando existe un conflicto o incongruencia entre la moralidad individual y las normas morales del entorno, lo cual debilita el funcionamiento del filtro moral haciéndolo más «poroso». Por ejemplo, cuando las normas morales de una persona desalientan la violencia, pero en cambio las normas morales del entorno la inducen, el ejercicio del autocontrol tendría que ser decisivo en esta situación; y cuando las normas morales de una persona estimulan la violencia, pero las normas morales del entorno son refractarias a la misma, las prácticas disuasivas del escenario sería el elemento crucial en el proceso de toma de decisiones (Wikström et al., 2012).
En consonancia con Wikström, para varios autores como, por ejemplo, Hirtenlehner y Treiber (2017), Ivert et al. (2018) o Weerman et al. (2015), el género es más bien un atributo interconect- ado o vinculado a las causas inmediatas de la acción violenta o delictiva como son la propensión
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individual y la exposición a determinados contextos criminógenos o violentos, factores causales que, como hemos visto, rigen el proceso de percepción-elección.
Por dar un ejemplo, las investigaciones han demostrado sistemáticamente que los hombres pre- sentan niveles más altos de agresión física y verbal en diferentes ámbitos de la vida cotidiana que las mujeres (Hyde, 2005). Además, una amplia gama de estudios a nivel internacional indica que las tasas de violencia perpetrada son mayores para los hombres que para las mujeres, especialmente en delitos violentos graves como el homicidio, las violaciones y las lesiones personales (Steffens- meier y Allan, 1996).
Isabel fue el nombre escogido para la viñeta correspondiente a la muestra de mujeres.
La condición menos favorable para el uso de la violencia es la de un escenario con presencia de otras personas y bajos niveles de provocación y, en cambio, la condición más favorable es la de un escenario sin espectadores y con altos niveles de provocación por parte del novio/novia.
Los ocho ítems que utilizamos en esta escala son los siguientes: (1) Cuando estoy realmente molesto, es mejor que las personas se alejen de mí; (2) A menudo actúo impulsivamente en el momento, sin pensar; (3) A veces me resulta emocionante hacer cosas que son peligrosas; (4) No pienso ni me esfuerzo en la planificación de mi futuro; (5) A veces asumo algunos riesgos solo por el gusto de hacerlo; (6) Nunca pienso en lo que me va a suceder en el futuro; (7) Me aburro con facilidad de las cosas y (8) Pierdo la paciencia fácilmente.
Paternoster y sus colegas (1998) han propugnado esta técnica, explicando que la fórmula apro- piada para z tiene a b1 - b2 (la diferencia entre los dos coeficientes) como numerador y a la raíz cuadrada de SEb12 + SEb22 (el error estándar estimado de la diferencia) como denominador. Si esta fórmula arroja un valor de z que sobrepasa a 1,64, se rechaza la hipótesis nula de que b1 = b2 (para una prueba de una cola con un nivel de alfa de 0,05).
Un ejemplo son los mayores niveles de moralidad en contra de la VPI física que encontramos a favor de los hombres, los cuales son contrarios a la suposición de que la VPI física es una con- ducta eminentemente masculina y que para algunos investigadores se pueden explicar en función de reglas particulares del uso de la violencia que establecen que los ataques u ofensas físicas hacia parejas femeninas por parte de los hombres dañan su identidad masculina (Archer, 2000).
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Juan Antonio Rodríguez: Criminólogo (ULA, Venezuela) y Doctor en Psicología Social (USC, España). Profesor Titular del Departamento de Metodología Criminológica (Escuela de Criminología, ULA) e investigador acreditado (PEI, ULA). Director del Centro de Investigaciones Penales y Criminológicas “Héctor Febres Cordero” (CENIPEC). Líneas de investigación: delin- cuencia juvenil autoinformada, teoría criminológica, criminología comparada, miedo al delito y criminología narrativa.
Ana Redondo: Criminóloga (ULA). Directora del Centro de Investigaciones Psicológicas (CIP- ULA) y Profesora de Psicología Social y Asesoría Criminológica (ULA). Miembro del Grupo de Investigación Expresiones y Representaciones de la Violencia en América Latina y El Caribe (VALEC). Áreas de investigación: criminología y psicología social.
Jossué Belandria: Criminólogo (ULA) y licenciado en filosofía (UNICA). Profesor asistente de la cátedra: Orientación Psicoeducativa, perteneciente al Departamento de Ciencias de la Conducta (ULA). Líneas de investigación: criminología organizacional, orientación psicoeducativa.
Nelson Garrido: Criminólogo y Abogado (ULA). Especialista en Ciencias Penales (UCV). Magister en Derechos Humanos (UNIA). Doctorando (ULA). Docente de la Escuela de Criminología. Jefe de la Sección de Criminología del CENIPEC. Líneas de investigación: políticas públicas, seguri- dad ciudadana, modelos de prevención de la violencia, niñez y juventud.