ARTÍCULO 1/2022 (N.º 213)
Title: “Differential risk factors between men and women in prison”
VALVERDE, Eva; GUZMÁN ORDAZ, Raquel; ORGAZ BAZ, Begoña:
“Factores de riesgo diferenciales entre hombres y mujeres en prisión”,
en Boletín Criminológico, artículo 1/2022 (nº 213).
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estadísticos 4. Resultados. 4.1. Riesgos personales. 4.2. Carencias prosociales. 4.3. Oportunidades delictivas. 5. Discusión y conclusiones. 6. Bibliografía.
Desde hace décadas, el reto de la psicología, la criminología y otras disciplinas afines fue identificar los factores de riesgo más frecuentes en la delincuencia, pero especialmente, pretendían determinar, de manera categorizada, la interacción entre los mismos (Battin- Pearson et al., 1998; Vázquez, 2003; Graña y Rodríguez, 2010; Mampaso et al., 2014).
Con el estudio de los factores de riesgo se pretende explicar la etiología de la delin- cuencia desde un modelo multifactorial, entendiendo el comportamiento antisocial de la persona desde la influencia de los factores personales, la interacción con el contexto y las relaciones con los demás (Redondo y Andrés-Pueyo, 2007).
Configuración de los factores de riesgo según el Modelo Triple Riesgo Delictivo
Redondo (2008) configura un modelo explicativo de la delincuencia que parte de las teorías validadas de diferentes disciplinas de estudio; el modelo pretende integrar todas ellas, además de los diferentes estudios referentes a los factores de riesgo.
Este modelo categoriza tres fuentes de riesgo relacionadas con la conducta delictiva: los factores de riesgo individuales, las carencias prosociales y las oportunidades delictivas.
Los riesgos individuales son aquellas características o capacidades de la persona que pueden favorecer los comportamientos antisociales, e incluyen variables biológicas, características de la persona relacionadas con el pensamiento y el comportamiento, así como situaciones traumáticas. Estudios relacionados con las victimizaciones previas consideran que las experiencias traumáticas vividas con anterioridad causaron un inten- so impacto emocional tras ser objeto de una conducta violenta (Echeburúa et al., 2002).
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Arias (2004) y Krug et al. (2002) han demostrado que, vivencias traumáticas du- rante la infancia, se correlacionan con comportamientos posteriores en la vida adulta, como es la implicación en el delito. Estudios similares como los de Kao et al. (2014) indican que la población penitenciaria suele mostrar experiencias victimizantes durante la infancia, adolescencia y en la vida adulta previa al internamiento. En el estudio de González (2016) sobre el ciberacoso y la victimización previa, también se muestra que estas experiencias son comunes en este tipo de delitos. La investigación científica con- cluye que existe relación entre exposición al maltrato y/o la violencia, y probabilidad de realizar conductas delictivas y antisociales (Jennings et al., 2012), por lo que se deduce que es posible que las personas violentas, previamente hayan podido ser víctimas de estas mismas situaciones.
Continuando con el modelo explicativo de Redondo (2008) se consideran como otra fuente de riesgo las carencias prosociales, que son el conjunto de variables configuradas por la falta de apoyos en el proceso de socialización. La teoría del apoyo social desarro- llada por Cullen (1994) y a posteriori ampliada por Cullen y Wilcox (2013) y Redondo y Garrido (2013), concluye que existe una relación importante entre la red social de calidad y un menor riesgo de delincuencia, hasta el punto de que una red social adecuada es un factor de protección en el ámbito de la delincuencia (Ullrich y Coid, 2011).
Los estudios sobre la socialización diferenciada consideran que en el proceso de socialización desde la infancia se inculcan las creencias inherentes a la diferenciación entre chicas y chicos. Según Ferrer y Bosch (2013) una de las explicaciones de la diferenciación entre hombres y mujeres se relaciona con el proceso de socializa- ción y los agentes participantes, caracterizándose en una socialización diferencial fundamentada en los mandatos de género y, de manera específica, en los vínculos establecidos en las relaciones de pareja basados en la idea del amor romántico, al transmitir mensajes que son interiorizados como creencias propias y la actuación en base a ellas. Según Redondo (2015) esta fuente de riesgo se identifica con la falta de apoyos sociales durante el desarrollo personal por parte de los diferentes sistemas sociales a los que pertenece el sujeto, como pueden ser: privaciones en la familia de origen (crianza familiar inapropiada, pobreza o conflictos graves), desvinculación escolar, amigos delincuentes, exposición a la violencia simbólica o internamientos prolongados.
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La última fuente de riesgo incluida en el modelo de Redondo (2008) son las oportunida- des delictivas, que se componen de las diferentes situaciones facilitadoras de las conductas infractoras, tales como, las expulsiones del colegio, el ingreso en un centro de menores y la prisión, los problemas legales, la reincidencia, la edad del primer delito, y la percepción de gravedad de su comportamiento delictivo. El estudio realizado por Rolison et al. (2013) demuestra la influencia de las oportunidades ambientales delictivas en la comisión de con- ductas delictivas futuras, en relación a la participación en comportamientos de riesgo.
Son muchos estudios los que demuestran el interés de la delincuencia en el ámbito científico, pero no ocurre lo mismo con la delincuencia diferenciada de hombres y mujeres. La desatención tanto en la evaluación como en el tratamiento de las mujeres que cometen delitos (Loinaz, 2016) puede explicarse por la escasa representación de esta en los comportamientos delictivos, la dificultad de acceso a muestras y otras con- sideraciones de diferente índole relacionadas con la mayor atribución de las mujeres como víctimas que como infractoras (Bobbio, 2021).
Según Loinaz (2014) es necesario el estudio de diferentes tipos de violencia femeni- na y perfiles de agresoras, incidiendo, entre otros aspectos, en la diferenciación entre mujeres delincuentes adultas y adolescentes.
2.1. La delincuencia femenina
Según los datos de Instituciones Penitenciarias de diciembre de 2019 se encontraban in- ternas en prisión 58.517 personas, siendo el 92.53% (54.146) hombres y el 7.47% (4.371) mujeres. En relación al territorio en el que se ha realizado la investigación, la estadística de población reclusa recogida por el Consejo General del Poder Judicial en 2020, muestra que en Castilla y León se encontraban en prisión 3.262 hombres y 221 mujeres, lo que representa un 6.3 % de hombres sobre el total de la población penitenciaria española, y un 1.86 % sobre el de la población femenina. Aunque los datos estadísticos reflejan la baja prevalencia de mujeres que cometen delitos frente a los hombres, deben tenerse en cuenta para el estudio de la delincuencia. Desde finales de los años ochenta, se han realizado algunos estudios sobre delincuencia femenina, como el de Clemente (1987) o, en los últimos años, el de Soldino et al. (2016), que demuestran que la criminalidad
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femenina es más compleja, ya que, en la mayoría de los casos, las mujeres se muestran como víctimas y delincuentes. Concluyen que las mujeres delincuentes han sufrido vic- timizaciones a lo largo de su vida y consideran necesario analizar las padecidas durante la infancia y adolescencia, ya que, los principales factores que explican el inicio y el manteni- miento de la delincuencia femenina, se deben a experiencias de victimización. En relación al apoyo social, Galván et al. (2006) exponen que las mujeres presas carecen de apoyo social, tanto de su red social, como familiar, concluyendo que sufren más abandono de su entorno cuando ingresan en prisión. En cuanto al entorno familiar, según Yagüe (2007) las mujeres en prisión mantienen la responsabilidad del cuidado familiar, no sólo en el aspecto económico, sino también en otros ámbitos, como el del cuidado de sus hijos u otras personas dependientes.
El estudio realizado por Caravaca et al. (2013) concluye que, el colectivo de mujeres en las prisiones murcianas es más victimizado que los hombres, además de presentar un perfil más característico de exclusión social y ser más consumidoras de drogas en prisión.
Pese a que, en los últimos años, ha sido de gran interés la introducción de la perspec- tiva de género en las políticas públicas, en el caso de la delincuencia femenina no ha sido tan habitual, probablemente por ser considerado un grupo minoritario dentro de un sector minoritario (Cámara Arroyo, 2020). Es evidente, que las mujeres delincuentes presentan diversas vulnerabilidades que es necesario atender, ya que se encuentran en mayor situación de desigualdad que los hombres.
Este trabajo pretende analizar los factores de riesgo que describen a la mujer y hom- bre delincuente, con la pretensión de hacer más visibles las invisibilidades sufridas por este colectivo, es decir los factores de riesgo detectados, para así proponer medidas de intervención en pro de su eliminación.
Analizar los factores de riesgo de este colectivo, según el MTRD (Redondo, 2008).
Comparar las diferencias entre hombres y mujeres, respecto a las variables que con- figuran las fuentes de riesgo según Redondo (2008).
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Población y participantes
En este estudio, se consideraron dos poblaciones diana: por una parte, la de varones y, por otra, la de mujeres, que cumplen condena por un delito en un centro penitenciario.
En ambos casos, su participación en el estudio fue voluntaria. Se recogieron datos de un total de 60 participantes (30 varones y 30 mujeres) que, en el momento de rea- lizar la investigación, se encontraban cumpliendo condena en el centro penitenciario de Topas (Salamanca).
Como se observa en la tabla 1, la muestra total tenía una edad comprendida entre 22 y 62 años, con una media de casi 40 años; su nacionalidad era española en la mayoría de los casos (60%); tenían estudios primarios u obligatorios (46.7%), y un porcentaje importante tenían bachillerato (21.7%) e incluso estudios universitarios (8.3%); la mayoría, o bien trabajaba por cuenta ajena (33.3%), o bien estaba en el paro (35%) antes de entrar en prisión; en cuanto a la estructura familiar, la mayoría ha vivido con sus padres y hermanos (66.7%) y son familias numerosas, con una media de 4 hermanos (hay familias hasta de 13 hermanos). No se obtuvieron diferencias significativas entre varones y mujeres en cuanto a las variables sociodemográficas: edad [t (58) =1.42, p=.16], nacionalidad [x2(1, N=60) =1.11, p=.29], nivel de estudios [x2(5, N=60)
=7.36, p=.20], situación laboral antes de entrar en prisión [x2(4, N=60) =7.46, p=.11] y estructura familiar [x2(2, N=60) =1.05, p=.59]
Tabla 1. Perfil sociodemográfico de la muestra (n=60)
Variables sociodemográficas | Total n (%) | Mujeres(n=30) n (%) | Varones (n=30) n (%) |
Edad | M=39.82 DT=9.25 Rango (22-62) | M=38.13 DT=7.87 Rango (22-52) | M=41.50 DT=10.30 Rango (22-62) |
Nacionalidad Español/a Extranjero/a | 36 (60.0) 24 (40.0) | 20 (66.7) 10 (33.3) | 16 (53.3) 14 (46.7) |
Nivel de estudios Sin estudios Estudios primarios Graduado escolar / ESO Bachillerato Formación profesional Universitarios | 6 (10.0) 12 (20.0) 16 (26.7) 13 (21.7) 8 (13.3) 5 (8.3) | 6 (20.0) 5 (16.7) 7 (23.3) 6 (20.0) 3 (10.0) 3 (10.0) | 0 (0.0) 5 (16.7) 9 (30.0) 7 (2.3) 5 (16.7) 2 (6.7) |
Situación laboral antes prisión Empleado/a Autónomo/a Parado/a Trabajo sin cotizar Otros | 20 (33.3) 5 (8.3) 21 (35.0) 10 (16.7) 4 (6.7) | 7 (23.3) 1 (3.3) 15 (50.0) 5 (16.7) 2 (6.7) | 13 (43.3) 4 (13.3) 6 (20.0) 5 (16.7) 2 (6.7) |
Estructura familiar Padres juntos Padres separados/divorciados Otras | 40 (66.7) 19 (31.7) 1 (1.6) | 20 (66.7) 9 (30.0) 1 (3.3) | 20 (66.7) 10 (33.3) 0 (0.0) |
N.º hermanos | M=4.25 DT=2.89 Rango (0-13) | M=4.70 DT=2.32 Rango (1-10) | M=3.80 DT=3.34 Rango (0-13) |
Medidas
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Se diseñó una entrevista estructurada, siguiendo el Modelo de Triple Riesgo Delictivo de Redondo (2008) y el cuestionario Iris-R del mismo autor (Redondo y Martínez- Catena, 2014), para facilitar la categorización de las variables de estudio. En primer lu- gar, se incluyeron las cuestiones relativas a las variables sociodemográficas (sexo, edad, nacionalidad, nivel de estudios, situación laboral antes de entrar en prisión, estructura familiar) y, a continuación, las cuestiones para evaluar las variables: riesgos personales, carencias prosociales y oportunidades delictivas.
Se aplicó la categorización que Redondo (2013) realiza en las diferentes variables, según las tres fuentes de riesgo. En cuanto a las preguntas que se formularon en la entre- vista, en relación con los riesgos personales, fueron: las victimizaciones sufridas durante la infancia y la adolescencia, como maltrato infantil y/o abuso sexual; los antecedentes familiares de drogodependencia; la enfermedad mental y la necesidad de atención psicoló- gica. En todas estas preguntas la opción de respuesta fue sí o no. En cuanto a las preguntas relacionadas con el inicio y mantenimiento del consumo de drogas, se distinguieron diferentes opciones de respuesta como: no consumo, consumo ocasional o abusivo. En cuanto a la evaluación de antecedentes familiares relacionados con enfermedad mental y/ o consumo de drogas, se les preguntó sobre si tenían algún miembro de su familia con enfermedad mental y/o consumo de drogas, pidiéndoles que especificaran la tipología.
En lo relativo a las preguntas sobre las carencias prosociales, se les pidió que indi- caran su referente educativo, es decir, personas que fueran figuras de apoyo emocional y educativo a lo largo de su desarrollo personal, distinguiéndose si podrían ser ambos
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padres, padre o madre, abuelos y otros, por la posibilidad de que fueran tutelados por instituciones o por otros familiares. Al investigar sobre el estilo educativo, se indagó sobre las estrategias de crianza utilizadas por los tutores correspondientes a lo largo de su desarrollo evolutivo, distinguiéndose entre autoritario, democrático o permisivo. En cuanto al tipo de educación recibida, se analizaron los valores aprendidos en relación a las actitudes sexistas o no, indicando si su educación había sido sexista o igualitaria. En el estudio de la red familiar y social, se investigaron las relaciones familiares y sociales en las distintas etapas de la vida, distinguiéndose entre malas-regulares y buenas-excelentes. En cuanto a las preguntas relacionadas con las oportunidades delictivas, se distin- guieron según las siguientes circunstancias: conductas antisociales como la expulsión del colegio, el ingreso en un centro de menores y/o en prisión. Por último, respecto a los antecedentes de problemas legales de reincidencia, se les preguntó por el número de delitos cometidos con anterioridad, número de veces en prisión, si había sido conde- nado/a por el mismo delito y gravedad del delito actual, distinguiendo entre ninguna, poca, regular, bastante y mucha.
Procedimiento
El estudio cumplió con los valores éticos requeridos en la investigación con seres huma- nos, respetando los principios fundamentales incluidos en la Declaración de Helsinki: consentimiento informado y derecho a la información, protección de datos personales y garantías de confidencialidad, no discriminación, gratuidad y posibilidad de abando- nar el estudio en cualquiera de sus fases.
Una vez obtenidos los permisos de la secretaria general de Instituciones Penitenciarias y del Comité Ético de la Administración, se solicitó la autorización pertinente al equi- po directivo del centro penitenciario, y se decidieron los módulos en los que se iba a trabajar, en coordinación con los equipos técnicos correspondientes.
La aplicación de la entrevista ad hoc se llevó a cabo por el grupo de expertas que diseñaron el instrumento y consensuaron la fórmula de exponer las preguntas (espe- cialmente, en las preguntas con respuestas tipo Lickert). La entrevista de evaluación se realizó en una sala separada, dentro del centro penitenciario, cumpliendo los criterios
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necesarios para conseguir un buen rapport: estuvieron informados, en todo momento, de la voluntariedad de su participación y de la confidencialidad de sus datos, firmando, cada uno de ellos, la conformidad con la misma.
La selección de la muestra se realizó en base a los siguientes criterios de inclusión:
Las personas participantes se encontraban cumpliendo condena en módulos de respeto. En el caso de las mujeres participó el único módulo de mujeres del penal.
Las personas aceptaron voluntariamente participar en la investigación.
Análisis estadísticos
Los análisis estadísticos se realizaron con el paquete estadístico SPSS v.23, con un nivel de significación α= .05.
Para analizar las diferencias de las variables categóricas entre los grupos se calculó la prueba Fischer, y el tamaño del efecto se calculó con la V de Cramer. En los casos en los que la prueba de Fischer muestra una asociación significativa, se utilizó un residuo estandarizado ± 1.96. Las diferencias de grupo con respecto a los datos continuos, se analizaron mediante la prueba t de Student y el tamaño del efecto con η2.
La V de Cramer se interpretó de acuerdo con la siguiente recomendación: .20= el menor efecto, 20-.50= efecto medio y .50 mayor efecto, y η2 ha sido interpretado de acuerdo con la siguiente recomendación: .01=efecto más pequeño, .06=efecto medio y .14 efecto mayor (Cohen, 1988).
Riesgos personales
En la muestra total, destaca un porcentaje importante de antecedentes de victimización relacionado con la conducta de maltrato infantil (41.7%) y abuso sexual (11.6%), y también, antecedentes familiares de enfermedad mental (16.7%) y abuso de drogas (40%).
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Un 15% de los participantes presentan un consumo abusivo de alcohol, y un 36% de drogas. La edad de inicio del consumo estuvo, en ambos casos, en torno a los 19 años. Y, por último, más de la mitad recibió asistencia psicológica en algún momento de su vida (53.3%).
Como muestra la tabla 2, cuando se analizaron las diferencias en riesgos personales en función del sexo, únicamente se encontraron diferencias significativas en victimiza- ción de abuso sexual [χ2(1, N=60) =7,93, p=.005, V=.36]. Un 23.3% de las mujeres fue víctima de abusos sexuales en la infancia, frente a ningún caso en los hombres.
Tabla 2. Perfil de riesgos personales de la muestra
Riesgos personales | Total (N=60) n (%) | Mujeres (n=30) n (%) | Varones (n=30) n (%) | p-value |
Víctima de maltrato infantil | ||||
Sí | 25 (41.7) | 12 (40.0) | 13 (43.3) | ns |
No | 35 (58.3) | 18 (60.0) | 17 (56.7) | |
Víctima de abuso sexual | ||||
Sí | 7 (11.6) | 7 (23.3) | 0 (0.0) | .005 |
No | 53 (88.3) | 23 (76.7) | 30 (100) | |
Antecedentes familiares de enfermedad mental | ||||
Sí | 10 (16.7) | 7 (23.3) | 3 (10.0) | ns |
No | 50 (83.3) | 23 (76.7) | 27 (90.0) | |
Antecedentes familiares de abuso de drogas | ||||
Sí | 24 (40.0) | 14 (46.7) | 10 (33.3) | ns |
No | 36 (60.0) | 16 (53.3) | 20 (66.7) | |
Consumo de alcohol | ||||
No | 14 (23.3) | 10 (33.3) | 4 (13.3) | ns |
Ocasional | 37 (61.7) | 17 (56.7) | 20 (66.7) | |
Abusivo | 9 (15.0) | 3 (10.0) | 6 (20.0) | |
Edad inicio consumo alcohol | M=18.93, | M=18.60, DT=4.89 | M=19.21 | |
DT=5.87 | Rango | DT=6.67 | ns | |
(14-30) | Rango | |||
Rango (8-40) | (8-40) | |||
Consumo de drogas | ||||
No | 25 (41.7) | 12 (40.0) | 13 (43.3) | ns |
Ocasional | 13 (21.7) | 7 (23.3) | 6 (20.0) | |
Abusivo | 22 (36.6) | 11 (36.7) | 11 (36.7) | |
Edad inicio consumo drogas | M=18.89, DT=7.28 Rango (11-40) | M=18.72 DT=5.67 Rango (11-30) | M=19.06, DT=8.86 Rango (11-40) | ns |
Atención psicológica | ||||
Sí | 32 (53.3) | 19 (63.3) | 13 (43.3) | ns |
No | 28 (46.7) | 11 (36.7) | 17 (56.7) |
Carencias prosociales
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Como muestra la tabla 3, los referentes familiares que participaron en la crianza y educación de estas personas fueron principalmente los padres, conviviendo unidos en el seno familiar (72.7%). Aproximadamente el 20% componían el núcleo familiar con una única figura parental, y en el 10% la referencia parental era sustituida por la guarda y cuidado de los abuelos o institucional.
En cuanto al estilo educativo se analizaron dos tipos: el autoritario (41.7%) y el democrático (41.7%), en cuanto el tipo de educación recibida destacó en la mayoría de los casos la no sexista (61.7%) frente a la igualitaria.
Respecto a las relaciones familiares, la mayoría describieron una vinculación buena o excelente en las diferentes etapas de su vida: infancia (78.3%), adolescencia (63.3%) y adultez (68.4%). Se pudo constatar que el porcentaje desciende en las sucesivas etapas, principalmente en la etapa adolescente. No obstante, un 86.7% se sintieron apoyados por la familia. En relación a la red social, la mayoría describieron vínculos sociales buenos o excelentes en la etapa infantil (73.3%) y adolescente (71.6%), descendiendo esos porcentajes en la adultez (53.3%).
En cuanto a las diferencias de género, como se observa en la tabla 3, se encontraron diferencias significativas en las relaciones de amistad en la adultez [χ2 (1, N=60) =4,29, p=.04, V=.27]. Un 60% de las mujeres manifestaron tener relaciones sociales malas o regulares, frente al 33.3% de los varones. Por otra parte, también cabe señalar las dife- rencias en tipo de educación, aunque no es significativa [χ2 (1, N=60) =3,46, p=.06, V=.24]: el porcentaje de mujeres que recibieron una educación sexista es superior al de varones (50% y 26.7%, respectivamente).
Tabla 3. Perfil de carencias prosociales de la muestra
Carencias prosociales | Total(N=60) n (%) | Mujeres (n=30) n (%) | Varones (n=30) n (%) | P-Value |
Crianza | ||||
Padres | 43 (72.7) | 20 (66.7) | 23 (76.7) | ns |
Padre / Madre | 11 (18.3) | 5 (16.6) | 6 (20.0) | |
Abuelos | 3 (5.0) | 3 (10.0) | 0 (0.0) | |
Otros | 3 (5.0) | 2 (6.7) | 1 (3.3) |
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Estilo educativo | ||||
Autoritaria | 25 (41.7) | 10 (33.3) | 15 (50.0) | ns |
Democrática | 25 (41.7) | 15 (50.0) | 10 (33.3) | |
Permisiva | 10 (16.6) | 5 (16.7) | 5 (16.7) | |
Tipo de educación | ||||
Sexista | 23 (38.3) | 15 (50.0) | 8 (26.7) | ns |
Igualitaria | 37 (61.7) | 15 (50.0) | 22 (73.3) | |
Relaciones familiares: | ||||
Infancia | ||||
Malas/ regulares | 13 (21.7) | 6 (20.0) | 7 (23.4) | ns |
Buenas / excelentes | 47 (78.3) | 24(80.0) | 23 (76.6) | |
Adolescencia | ||||
Malas / regulares | 22(36.7) | 10 (33.3) | 12(40.0) | ns |
Buenas/ excelentes | 38 (63.3) | 20 (66.7) | 18(60.0) | |
Adultez | ||||
Malas / regulares | 19 (31.6) | 12 (40.0) | 7(23.3) | ns |
Buenas/ excelentes | 41 (68.4) | 18 (60.0) | 23 (76.7) | |
Relaciones de amistad Infancia | ||||
Malas/ regulares | 16(26.7) | 9 (30.0) | 7 (23.3) | ns |
Buenas/ excelentes | 44 (73.3) | 21 (70.0) | 23(76.6) | |
Adolescencia | ||||
Malas/ regulares | 17 (28.4) | 9 (30.0) | 8(26.6) | ns |
Buenas / excelentes | 43 (71.6) | 21(70.0) | 22(73.4) | |
Adultez | ||||
Malas/ regulares | 28 (46.7) | 18 (60.0) | 10 (33.3) | .04 |
Buenas/ Excelentes | 32(53.3) | 12(40.0) | 20 (66.7) | |
Apoyo familiar | ||||
sí | 52 (86.7) | 24 (80.0) | 28 (93.3) | ns |
no | 8 (13.3) | 6 (20.0) | 2 (6.7) |
Oportunidades delictivas
En relación con los comportamientos antisociales, la mayoría los participantes en el estudio no fueron expulsados del colegio (66.7%), ni internados en un centro de me- nores (85%), ni han tenido problemas legales con anterioridad (76.7%), es decir que en el momento de la entrevista se encontraban cumpliendo su primera estancia en prisión,
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aunque un importante porcentaje sí habían estado anteriormente en prisión (45%) y habían vivido situaciones de violencia (46.7%).
La mayor parte inició su carrera delictiva al cumplir la mayoría de edad, aunque un 36.7% de los casos lo hizo con anterioridad, y un 23.3% después de los 30 años. Como muestra la tabla 4, en cuanto a la reincidencia, la media del número de delitos cometidos y del número de veces que estuvieron en prisión, está en torno a 2, y la gravedad del delito por el que están actualmente en la cárcel es considerada como muy grave por un importante porcentaje de casos (41.7%).
En relación con las diferencias de género, observando la tabla 4, se encontraron diferencias significativas en cuanto a los antecedentes de problemas legales [χ2 (1, N=60) =9,32, p=.002, V=.39]: el porcentaje de mujeres que habían tenido proble- mas legales anteriormente es significativamente superior al de varones (40% y 6.7%, respectivamente). También se obtuvieron diferencias significativas en las situaciones de violencia vividas anteriormente [χ2 (1, N=59) =18,45, p<.001, V=.56]: el porcentaje de mujeres que habían sufrido situaciones de violencia es significativamente superior al de varones (73.3% y 20%, respectivamente).
Tabla 4. Perfil de oportunidades delictivas de la muestra
Oportunidades delictivas | Total (N=60) n (%) | Mujeres (n=30) n (%) | Varones (n=30) n (%) | p-value |
Expulsiones del colegio | ||||
Sí | 20 (33.3) | 10 (33.3) | 10 (33.3) | ns |
No | 40 (66.7) | 20 (66.7) | 20 (66.7) | |
Centro de menores | ||||
Sí | 9 (15.0) | 4 (13.3) | 5 (16.7) | ns |
No | 51 (85.0) | 26 (86.7) | 25 (83.3) | |
Problemas legales | ||||
Sí | 14 (23.3) | 12 (40.0) | 2 (6.7) | .002 |
No | 46 (76.7) | 18 (60.0) | 28 (93.3) | |
Prisión anterior | ||||
Sí | 27 (45.0) | 15 (50.0) | 12 (40.0) | ns |
No | 33 (55.0) | 15 (50.0) | 18 (60.0) | |
Violencia anterior | ||||
Sí | 28 (46.7) | 22 (73.3) | 6 (20.0) | <.001 |
No | 31 (51.7) | 7 (23.3) | 24 (80.0) | |
Edad primer delito | ||||
Menos de 18 años | 22 (36.7) | 4 (13.3) | 18 (60.0) | ns |
18-30 | 24 (40.0) | 17 (56.7) | 7 (23.3) | |
31-50 | 14 (23.3) | 9 (30.0) | 5 (16.7) |
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N.º de delitos cometidos | M=1.65 DT=0.84 Rango (1-3) | M=1.73 DT=0.91 Rango (1-3) | M=1.57 DT=0.77 Rango (1-3) | ns |
N.º de veces en prisión | M=1.88 DT=2.48 Rango (0-15) | M=2.13 DT=3.41 Rango (0-15) | M=1.63 DT=0.89 Rango (0-4) | ns |
Gravedad delito actual | ||||
Ninguna | 7 (11.7) | 4 (13.3) | 3 (10.0) | ns |
Poca | 11 (18.3) | 4 (13.3) | 7 (23.3) | |
Regular | 11 (18.3) | 6 (20.0) | 5 (16.7) | |
Bastante | 6 (10.0) | 3 (10.0) | 3 (10.0) | |
Mucha | 25 (41.7) | 13 (43.3) | 12 (40.0) |
Nuestro estudio concluye que las características identificadas como riesgos perso- nales en la muestra, se relacionan con las experiencias vividas de victimizaciones durante la infancia, los antecedentes familiares de trastorno mental y el abuso de sustancias. En relación a las carencias prosociales, destaca la manifestación general de buena relación en la infancia y adolescencia, tanto con su red social, como fami- liar, aunque hay que reseñar que los participantes describieron mayor deterioro de la relación en la edad adulta. Consideran que los referentes familiares, en su proceso educativo, fueron los padres, mediante un estilo educativo principalmente demo- crático o autoritario, destacando el tipo educativo igualitario frente al sexista. En lo relativo a las oportunidades delictivas presentes en la historia de vida de las per- sonas analizadas, destaca la experiencia de internamiento en el medio penitenciario, en casi la mitad de los casos, y la vida en un entorno violento. Hay que destacar el inicio tardío en la carrera delictiva y la percepción generalizada de que, su estancia en el penal, se debió a un comportamiento delictivo valorado como muy grave en la mayoría de los casos.
En nuestra investigación diferenciada por sexos, las mujeres presentan más riesgos en las tres fuentes de riesgo definidas por el modelo explicativo de Redondo (2008). En relación a los riesgos individuales, las mujeres presentaron mayor victimización por abuso sexual que los varones, tal y como otros estudios han destacado (Picado et al., 2018). Con respecto a las carencias prosociales, en las mujeres destacó un mayor deterioro social a lo largo de su vida, siendo más intenso en la edad adulta. Y, por últi- mo, en relación a las oportunidades delictivas, las mujeres vivieron en un entorno más violento y presentaron más antecedentes de problemas legales.
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En nuestro estudio la vulnerabilidad está marcada por dos variables relacionadas de la delincuencia y la victimización: los antecedentes familiares por enfermedad mental y las experiencias de abuso en la infancia, especialmente el maltrato y abuso sexual. En el caso de agresores jóvenes, existen estudios que relacionan la victimización anterior, especialmente el abuso sexual, con las conductas del agresor (Drew, 2013; Leenarts et al., 2015) sin embargo, otros no consideran tal relación, aunque la propia experiencia traumática sí que lo explica (Van Wijk et al., 2006).
En relación al consumo de drogas, hemos constatado una falta del mismo, en con- traste con los datos estadísticos referentes a la población penitenciaria, ya que, la última encuesta realizada por Instituciones Penitenciarias, en el año 2016, se indicaba que el 71% de los internos consumieron alguna droga ilegal. Es significativo que, en este trabajo, frente a lo que indican los estudios de consumo de drogas en adolescentes y población reclusa (EDADES, 2015), los sujetos presentaron un inicio tardío del consumo experimental de sustancias, como el alcohol u otras drogas. Es destacable que más de la mitad de las personas que participaron, en algún momento de sus vidas recibieron atención psicológica, siendo más habitual en la etapa comprendida entre la infancia y la adolescencia, lo que demuestra la existencia de experiencias de situaciones vitales estresantes o impactantes, es decir, situaciones que les provocaron una fuerte carga emocional en su estado psicológico.
En nuestra investigación, la relación parental se caracterizó por una comunicación intrafamiliar escasa y poco afectuosa, en el estilo autoritario. En relación al estilo educativo, percibieron principalmente un modelo educativo igualitario, aunque no es despreciable que en el 40% de los casos hayan podido interiorizar actitudes y valores sexistas, haciendo especial referencia a ellos en el caso de las mujeres, en contraste con los hombres, lo que coincide con los resultados obtenidos en las investigaciones de Fernández et al. (2011) y Picado et al. (2019).
En relación a la educación inculcada, en nuestro estudio las mujeres recibieron mayor educación sexista que los hombres, o por lo menos es la percepción que am- bos tienen. Las mujeres tuvieron mayores pautas educativas relacionadas con roles y estereotipos sexistas, pero no es descartable que los varones normalicen conductas sexistas confundiéndolas con igualitarias, según las expectativas del rol de desempeño
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por hombres y mujeres, obteniendo resultados similares a los de Yurrebaso et al. (2018).
En nuestro estudio, las diferencias de género son significativas en el factor de carencias sociales, como el deterioro de las relaciones sociales y la educación sexista, siendo ambas variables más prevalentes en el caso de las mujeres. Tal y como indican las teorías del desarrollo, los efectos del apoyo social acontecen a lo largo del curso vital, y en nuestro caso, en ambos grupos los participantes percibieron este deterio- ro a lo largo de su vida, desde la infancia hasta la edad adulta, pero de manera más acuciante en el caso de las mujeres. Esta situación puede ser explicada desde tres prismas: las relaciones establecidas dentro de prisión caracterizadas por ser intensas, pero con desconfianza; la crítica de la red de apoyo por encontrarse presa, y el propio proceso de socialización caracterizado por relaciones superficiales e instrumentales. Las relaciones superficiales se dan también en los varones, en los procesos adictivos y delictivos (Picado, 2018).
En estudios sobre mujeres en situación privativa de libertad se ha demostrado el abandono de las redes sociofamiliares (Almeda-Samaranch, 2017; García-Vita,2017) en el momento de encarcelamiento, no coincidiendo con el estudio de García et. al (2020). En los estudios analizados se considera necesario analizar los apoyos de la red familiar y social en el tránsito a la libertad.
En relación a las oportunidades delictivas, ambos grupos presentaron experiencias repetidas de comisión delictiva. Según Cid y Martí (2012), Liem y Richardson (2014), y Martín et al. (2019), es necesario analizar los comportamientos delictivos repetitivos, prestando atención a los factores personales y sociales del delincuente en el transcurso de su vida, ya que, el cambio de comportamiento en prisión está muy relacionado con el contexto social fuera de prisión y la red de apoyo social tras salir del penal (Cid y Martí, 2011, 2012).
El estudio realizado por Martin et al. (2019) indica que las variables relacionadas con la reincidencia son el apoyo familiar, y la red social y emocional. En nuestro estudio quedó demostrado un empeoramiento de dichas relaciones sociales y familiares a lo largo de la vida de las personas analizadas, siendo esta situación peor en el caso de las mujeres
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Como conclusión general del estudio, cabe destacar que los resultados obtenidos avalan la existencia de diferencias estadísticamente significativas entre los grupos de mujeres y hombres. La fuente de riesgo que más diferencia presenta entre ambos sexos es la de las carencias prosociales. La red social y familiar puede presentar influencia, marcando la diferencia entre hombres y mujeres, y en caso de víctimas y agresores, aunque en ambos grupos se percibe un deterioro en las relaciones sociales y familiares, que se acentúa en el caso de las mujeres. En relación a los riesgos individuales, las victi- mizaciones sufridas en la infancia y la adolescencia son factores influyentes, siendo el abuso sexual en las mujeres la variable de vulnerabilidad más predominante. También en el caso de las oportunidades delictivas las mujeres presentan mayor reincidencia.
Aunque el objetivo de este trabajo no era analizar la tipología delictiva por la que se encontraban en prisión (sí que fue analizada la carrera delictiva), ha supuesto una limitación del estudio no concretar el delito cometido para poder relacionarlo con los factores de riesgo analizados.
Los resultados ofrecen un perfil característico de mujer delincuente y hombre delin- cuente, señalando las victimizaciones sufridas como una variable necesaria para profun- dizar en investigaciones futuras junto con las creencias sexistas, además de considerar los apoyos sociales y familiares como necesarios para incidir en este colectivo. Los factores analizados y sus resultados son de gran interés para el diseño de intervencio- nes específicas que se ajusten a las necesidades reales de la población penitenciaria, lo que supondría incorporar la perspectiva de género en el tratamiento penitenciario de manera real.
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(1) Interseccionalidad, (2), Desigualdades múltiples, (3) Ciudadanía, (4) Género, y (5) políticas
públicas y estudios críticos sobre educación.