EDICIÓN ESPECIAL. II Encuentro de Jóvenes Investigadores en Criminología. ARTÍCULO 6/2020_EJIC (N.º 202)
Title: “Patterns of Criminal Conduct and Socialization in Scholar Adolescents in Brazil”
Abstract: Juvenile delinquency in Brazil pro- motes concern - especially the acts commit- ted by young with more serious (violent) and persistent criminal conduct patterns, which are associated with specific personality traits. The objective of this study is to compare levels of criminal conduct among Brazilian schoolars, grouped according to aspects of socialization personality, from a group of 467 male adolescents. Three clusters are identi- fied from the scores in Agreeableness (S1), Prosociality (S2) and Trustiness (S3). Knowing that the highest scores suggest the greatest social adaptation, Cluster 1, “Low Trustiness” (C1; n = 134) presents the lowest means in Prosociability, besides the lowest means in Trustiness and the greatest means in criminal conducts. The Clúster 2, “High Socialization” (C1; n = 185) presents the best indica- tors of social adaptation, which is reflect- ed in fewer self-reported criminal behavior. Finally, Clúster 3, “Low Agreeableness” (C3; n = 148), presents a history of conducts sim- ilar to the “High Socialization” Clúster, but with the presence of a subgroup with greater self-reported delinquency. The results show variations in the sample studied, in socializa- tion (psychological development), and in themanifestation of criminal conducts.
Key words: personality; juvenile delinquen- cy; adolescence; violence.
Contacto con los autores: rafaelle.costa@usp.br
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yecto, Adquisición de financiación.
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3.1 Objetivos de la Investigación. 3.2 Hipótesis. 3.3 Muestra. 3.4 Herramientas.
3.5 Análisis de Datos. 4. Resultados. 4.1 Conductas delictivas en la muestra total.
4.2 Agrupamiento de adolescentes desde variables de personalidad. 4.3 Comparación de la conducta delictiva autoinformada por los clústeres. 5. Discusión. 6. Conclusiones.
7. Referencias
La delincuencia en Latinoamérica es un problema que genera mucha preocupa- ción (Dávila, & de Aguiar Arantes, 2015), por sus elevados índices de violencia (UNODC, 2019; Chioda, 2016), alcanzando tasas de 21 homicidios por cada
100.000 habitantes en el rango de 15-17 años; 46 en el rango de 18-19 años y 52 de 20-24 años (UNODC, 2019). De esta región, Brasil concentra las más elevadas tasas de homicidios, de 28 por cada 100.000 habitantes (UNODC,2019) y de 65 para la población joven (UNODC, 2019). Los que más mueren son, mayoritaria- mente, jóvenes del sexo masculino y de clases socioeconómicas bajas (Diniz et al., 2015). Asimismo, lo que más preocupa a la opinión pública son los delitos violen- tos cometidos por jóvenes (Santibanez et al., 2015). A ese respecto, se destaca que la mayoría de los delitos cometidos por este grupo son hurtos y tráfico de drogas (Rodrigues et al., 2017) y que el 9-10% de asesinatos son cometidos por jóvenes (Rodrigues et al., 2017). Sin embargo, en el sistema de justicia en Brasil, la tasa de adolescentes en cumpliendo una medida socioeducativa es de aproximadamente 111 por cada 100.000 habitantes de este grupo de edad. En relación a los adolescentes en general, un 77% declara ya haber cometido un delito al menos una vez a lo largo de la adolescencia (Komatsu & Bazon, 2015) y un 19,4% de los adolescentes declara haber llevado a cabo actos violentos (Peres et al., 2018).
En cuanto a las tasas de delincuencia juvenil, se sabe que la incidencia de actos de esta naturaleza es más elevada al comienzo de la adolescencia y alcanza su pico al final de esta etapa, disminuyendo al principio de la vida adulta (Cauffman et al., 2016). Como delincuencia juvenil, se consideran las actividades ilegales y, en algunos estudios, también conductas desviadas o antisociales como, por ejemplo,
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consumo de sustancias (alcohol y drogas), conducción sin carné, implicación en peleas, rebeldía familiar o escolar, absentismo escolar y acceder al transporte pú- blico sin pagar (Kazemian et al., 2019). Esta relación edad-delincuencia se explica por la fase de pleno desarrollo de los adolescentes. Un aspecto fundamental es la inmadurez neurobiológica de zonas como el córtex prefrontal asociada al control de impulsos, atención y anticipación de consecuencias (Arain et al., 2013; Komatsu et al., 2018). Psicosocialmente, los adolescentes muestran además mayores niveles de impulsividad, búsqueda de estimulación, falta de orientación hacia el futuro y de susceptibilidad a la influencia de los amigos, factores que pueden favorecer la comisión de delitos (Sweeten, et al., 2013).
Moffitt (2018), en una revisión reciente, actualiza los hallazgos de su taxonomía del desarrollo de la conducta antisocial, propuesta en el Dunedin Study (Poulton et al., 2015). Esta investigadora reitera que el pico de la curva edad-delincuencia (que considera también los actos antisociales) se sitúa entre los 15 y 19 años. En este gru- po de edad, el 90% comete actos de esta naturaleza de forma puntual (en inglés, este grupo recibe el nombre de adolescence limited (AL); Moffit, 2018), lo que se explica en parte por los cambios de esta fase del desarrollo. Sin embargo, algunos adolescentes presentan trayectorias con continuidad hasta la vida adulta, en las cuales puede haber actos frecuentes y/o graves (violentos) (en inglés, este grupo recibe el nombre de life course persistent (LCP); Moffitt, 2018). Estos dos grupos tienen diferentes niveles de implicación en conductas delictivas en términos de la diversidad de delitos cometidos, frecuencia y presencia de violencia en los actos (Liu et al., 2011).
Este tipo de trayectoria de conducta antisocial persistente se asocia al acumulo de problemas en la vida adulta (Fazel et al., 2016; Pulkkinen, et al., 2020) y de un mayor riesgo de muerte antes de los 54 años (Pulkkinen, et al., 2020). Es importante pues dise- ñar estudios útiles para el desarrollo de programas de prevención de estas trayectorias. Para tal, es fundamental tener en cuenta que diferentes trayectorias suelen asociarse a diferentes factores de riesgo (Harder et al, 2015; Komatsu & Bazon, 2017) lo que debe, por lo tanto, ser delimitado de la forma más precisa posible para que los programas estén basados en evidencias (Greenwood, 2014). A este respecto, se ha identificado que algunos rasgos de personalidad se asocian a un elevado nivel de implicación en delitos (Jolliffe & Farrington, 2019).
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Los rasgos de personalidad son definidos como disposiciones básicas del individuo y se asocian con la formación de la identidad (Buss & Plomin, 2015). Actualmente, el Five Factor Model (FFM; Costa & McCrae, 2012) es el modelo más utilizado en el campo de la personalidad (McAdams & Olson, 2010) y describe cinco di- mensiones compatibles con rasgos de personalidad: 1) apertura a la experiencia,
2) responsabilidad, 3) extraversión, 4) amabilidad y 5) neuroticismo (Feist et al., 2015). Teniendo en cuenta este modelo, estudios en criminología han abordado la relación entre diferentes niveles de los rasgos de personalidad del FFM y las conductas antisociales.
Jolliffe (2013), a partir de una muestra de 376 varones con edades entre 13 y 17 años en Reino Unido, identificó que aquellos que informaron haberse implicado frecuen- temente en la delincuencia en el último año (consumo de drogas, diferentes tipos de hurtos y robos) puntuaron más bajo en amabilidad y en responsabilidad. Ljubin-Golub et al. (2017), a su vez, estudiaron una muestra de 117 varones estudiantes en Croacia, de edades entre 15 y 17 años. Para estos participantes, la dimensión de amabilidad fue el único factor que correlacionaba –negativamente– con la implicación en la delincuencia (entendida de manera amplia, desde problemas de comportamientos hasta conductas violentas graves) a lo largo de la vida. El rasgo extroversión, a su vez, correlacionó positivamente con la prevalencia vida de la delincuencia.
Metaanálisis recientes, realizados con estudios basados en la delincuencia autoin- formada, corroboran que la amabilidad y la responsabilidad se correlacionan negativa- mente, de manera consistente, con la comisión de delitos (Vize et al., 2018), siendo la dimensión de amabilidad la que tendría la correlación negativa más fuerte, específica- mente, en conductas agresivas y antisociales, seguida por la estabilidad emocional y la responsabilidad (Vize et al., 2019). Considerando el mayor peso de los rasgos amabili- dad y responsabilidad, Walters (2018) propuso estudiar la relación de dichos rasgos con la implicación en conductas delictivas. Sus resultados muestran que la baja amabilidad tiene más influencia en delitos premeditados, mientras la baja responsabilidad tiene más peso para delitos impulsivos y sin planificación.
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Por lo tanto, se puede plantear que el rasgo de amabilidad sería un componente importante para la implicación intencional en actividades ilegales. En China, Jin et al., (2016) condujeron un estudio de comparación entre grupos de adolescentes infractores judicializados y no infractores. Los autores encontraron que el grupo de infractores presentó niveles más bajos de amabilidad e impulsividad, comparado con el grupo de no infractores. Con relación a los hallazgos de esta investigación, se destaca el rol del rasgo amabilidad – la impulsividad, a su vez, ya es bien establecida como un factor importante del campo individual para comprender la delincuencia (Burt, 2020; Hay & Meldrum 2016; Vazsonyi et al., 2017)
Frente a lo expuesto, se defiende que, entre los rasgos de personalidad que pueden constituir factores de riesgo en la implicación de conductas delictivas, la amabilidad tiene mucha relevancia. Este rasgo hace referencia a las tendencias interpersonales y elevados niveles describen una persona empática y altruista, que simpatiza con los demás, se dispone a ayudarles y además cree que los otros estarán igualmente dispues- tos a ayudar (Feist et al., 2015). Así, se entiende que los sentimientos de empatía y la habilidad de inferir estados psicológicos de otros tienen un importante rol en reducir respuestas violentas y en aumentar comportamientos prosociales (Zhou et al., 2018). Por ello, estas características favorecen la adaptación social, lo que supone una mejor adaptación escolar y laboral, lo cual también es crucial para romper el ciclo de la vio- lencia (Gorostiaga et al., 2014; Richaud et al., 2017).
Objetivos de la investigación
Este estudio transversal se propone identificar la relación entre aspectos de personali- dad1, y los parámetros que describen aspectos de la trayectoria de conducta delictiva. Para plantear los objetivos de esta investigación, se tuvo en cuenta la heterogeneidad de la población adolescente, tanto en términos de conducta como en aspectos de la persona- lidad, por lo que se optó por proponer el agrupamiento de la muestra estudiada. Además,
Descritos como “Socialización”, referentes a la calidad de las relaciones interpersonales y compatibles sobre todo con el rasgo Amabilidad del FFM (Nunes, 2007).
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aunque no hablemos de causalidad en estudios sobre el comportamiento humano, determinados aspectos de personalidad son considerados factores de riesgo para la realización conductas delictivas y antisociales y, por lo tanto, predicen las mismas, por lo cual el agrupamiento se realiza desde las variables de personalidad. Finalmente, son analizados datos provenientes solamente de adolescentes varones porque se con- sidera que el desarrollo de trayectorias de conductas delictivas y antisociales poseen dinámicas diferentes entre los sexos (McAdams et al, 2014) por lo que puede ser más pertinente diseñar investigaciones separadas para ambos sexos, con aporte de literatura específica (Cernkovich et al, 2008).
Nuestros objetivos son los siguientes:
Describir la delincuencia de la muestra;
Identificar grupos en la muestra con relación a variables de personalidad;
Comparar los grupos identificados entre sí, con relación a la conducta delictiva.
Hipótesis
Frente a revisión de literatura presentada, se plantean las siguientes hipótesis para este estudio:
H1: La muestra es heterogénea en el plano de la personalidad.
H2: Todos los clústeres identificados presentan algún nivel de actividad delictiva, pero con diferentes patrones.
H3: El clúster con indicadores de socialización que sugieren mejor adaptación social presenta niveles más bajos de delincuencia.
H4: El clúster con indicadores de socialización que sugieren más dificultad en adaptación social presenta niveles más elevados de delincuencia.
Muestra
Los participantes de este estudio fueron reclutados en las instituciones de enseñanza en las cuales estudiaban: 13 institutos de la ciudad de Ribeirão Preto (provincia de São
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Paulo, Brasil), de los cuales, siete eran públicos y seis privados. Fueron invitados a participar en la investigación todos los jóvenes de los cursos a los cuales cada instituto ofrecía permiso para invitarlos, recogiendo datos de 568 adolescentes varones. Después de excluir los casos con respuestas incompletas, la muestra final del estudio estuvo compuesta por 467 adolescentes, con rango de edad de 11 a 19 años, con promedio de 15,1 años y desviación estándar (DE) de 2,0. Del total, un 76,4% (n = 357) estudiaba en institutos públicos y un 23,6% (n = 110) en institutos privados en la ciudad de Ribeirão Preto. La Tabla 1 presenta información referente a la distribución de edad y de estatus socioeconómico de la muestra. El estatus socioeconómico está presentado de acuerdo con el Critério de Classificação Socioeconômica Brasil (ABEP, 2016). Este criterio fue desarrollado por la Associação Brasileira de Empresas de Pesquisa (ABEP) y tiene como objetivo dividir la población en clases socioeconómicas desde el poder adquisitivo de las familias. Las clases son derivadas del método ordinal de clase latente y están organizadas desde aquella cuyo poder adquisitivo es más alto (A) hasta la que es más bajo (conjunto D-E) (Mazzon & Kamakura, 2016).
Los datos fueron recogidos después de obtener la autorización, tanto del Comité de Ética en Investigación con Seres Humanos de la Faculdade de Filosofia Ciências e Letras de Ribeirão Preto – Universidade de São Paulo como de las instituciones de enseñanza donde se realizó la recogida de datos. Participaron únicamente los alumnos con Término de Consentimiento Libre y Esclarecido (TCLE) firmados por sus padres, en caso de adolescentes con edad hasta 17 años, o por ellos mismos, para aquellos con edad igual o mayor a 18 años. Los instrumentos fueron aplicados de forma colectiva, en las aulas de los institutos que colaboraron con el estudio, entre los meses de agosto de 2018 y noviembre de 2019.
Contrastando el nivel socioeconómico de la muestra con el de la población de la provincia de São Paulo (SP), es necesario especificar que la muestra posee más indivi- duos de las clases más altas y menos de las clases más bajas, por ejemplo, en la clase B1 del estudio hay 24% y en SP hay 7,5%. Mientras, en la clase C2 del estudio hay 7,7%% mientras en SP hay 25% (ABEP, 2016).
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Tabla 1. Distribución de edad y de clase socioeconómica en la muestra
Variable | Frecuencia % | |
Edad (años) | ||
11 | 6 | 1,3 |
12 | 52 | 11,1 |
13 | 66 | 14,1 |
14 | 64 | 13,7 |
15 | 69 | 14,8 |
16 | 71 | 15,2 |
17 | 73 | 15,6 |
18 | 60 | 12,8 |
19 | 6 | 1,3 |
Clase | ||
A | 36 | 7,9 |
B1 | 112 | 24,0 |
B2 | 172 | 36,8 |
C1 | 100 | 21,4 |
C2 | 36 | 7,7 |
D - E | 11 | 2,4 |
Total | 467 | 100,0 |
Herramientas
Escala Fatorial de Socialização (EFS; Nunes & Hutz, 2007a)
La EFS es una herramienta brasileña que mide las dimensiones de personalidad “Socialización” (compatibles sobre todo con el rasgo Amabilidad del FFM; Nunes, 2007), la cual describe la calidad de las relaciones interpersonales típicas de los indi- viduos. Esta escala fue desarrollada considerando los valores culturales, diversidades regionales y especificidades de los cuadros clínicos del país, lo que diferencia esta herra- mienta de otras que fueron creadas en otros países y adaptadas a Brasil (Nunes, 2007). Además, ha demostrado convergencia con el Youth Level of Service/Case Management Inventory (YLS/CMI), medida que identifica adolescentes con diferentes niveles de riesgo en la implicación en actividades delictivas (Maruschi et al., 2013).
Esta escala está compuesta por 70 ítems que describen sentimientos, opiniones y actitudes, a los cuales se contesta en una escala Likert de siete puntos, desde “1” (no
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me describe nada) hasta “7” (me describe muy bien). Los resultados son presentados en tres subescalas: “Amabilidad” (S1) mide el nivel de atención, comprensión y empatía hacia las personas, el grado que uno intenta ser agradable, pendiente de las opiniones o necesidades de los otros; “Prosocialidad” (S2) representa la tendencia a presentar o no comportamientos de riesgo, de estar de acuerdo con leyes y reglas sociales y a mani- festar o no agresividad y patrones de consumo de bebidas alcohólicas. Elevados niveles están relacionados a una menor tendencia a involucrarse en conductas antisociales. Sin embargo, bajos niveles no se asocian directamente a la implicación en dichas conductas, toda vez que los ítems que componen esta subescala abordan este constructo desde el punto de vista relacional y de tendencias del individuo, con poco énfasis en conductas antisociales. Por fin, la subescala “Confianza” (S3) describe cuanto uno confía en los otros y cree que no van a causarle daño. Las puntuaciones más elevadas sugieren mayor adaptación.
Questionário de Comportamentos Juvenis (QCJ; Komatsu, 2014; Komatsu et al., 2020)
Basado en el Second International Self-Reported Delinquency Study (ISRD2; Marshall & Enzmann, 2012) y adaptado al contexto brasileño por Komatsu (2014), el QCJ investiga ámbitos de la vida del adolescente, incluyendo información útil para esta investigación, como el nivel socioeconómico y las conductas delictivas.
Las conductas delictivas, a su vez, son abordadas por medio de una encuesta de delincuencia autoinformada, una metodología ya bien establecida, según presentan Jolliffe y Farrington (2014). El adolescente informa en el cuestionario si ya cometió, a lo largo de su vida, alguno de los 13 siguientes delitos: 1) tráfico de drogas; 2) hurto;
3) hurto en establecimiento comercial; 4) hurto en interior de coche; 5) hurto de co- che o moto; 6) herir animales; 7) lesión corporal; 8) lesión corporal con instrumento;
9) porte de arma de fuego; 10) daño; 11) receptación; 12) participación en luchas de grupos y 13) robo. Por cada delito abordado que el adolescente señala ya haber come- tido, se le pide relatar qué edad tenía cuando lo hizo por primera vez y el número de veces que cometió ese delito en los últimos 12 meses. Para los delitos interpersonales violentos, el adolescente debe responder si la persona que sufrió la agresión necesitó de atención médica o no (para no tener en cuenta peleas menores típicas de la infancia o adolescencia).
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Análisis de datos
Con la finalidad de describir la muestra en términos de sus conductas delictivas, se calculó el porcentaje de la muestra total que había informado “Ninguna ocurrencia” o “Al menos una ocurrencia” en la comisión de 1) delitos en los últimos 12 meses; 2) delitos a lo largo de la vida; 3) delitos violentos en los últimos 12 meses y 4) delitos violentos a lo largo de la vida.
Posteriormente, para identificar grupos entre la muestra, fueron realizados los análisis de clústeres, desde las puntuaciones en las subescalas Amabilidad (S1), Prosocialidad (S2) y Confianza en las personas (S3). En la primera etapa, de verificación de tendencia a clusterización, la estadística de Hopkins (H) calculada resultó en un valor de 0,26 señalando que el conjunto de datos podría ser sometido a este análisis (Lawson & Jurs, 1990). En la segunda etapa, se verificó el número ideal de grupos que podrían formarse. Esto se hizo por medio del cálculo del índice de Hubert y del índice D. En ambos cálculos son generados varios índices que indican la mejor solución en términos de número de clústeres por medio de la identificación de un punto significativo que corresponde a un aumento del valor de la medida. Los índices calculados sugirieron que el mejor número de clúster sería tres.
Así, se realizó el análisis de clústeres kmeans, lo cual identificó en la base de datos los tres subgrupos cuyo patrón de respuestas a las subescalas de personalidad eran más semejantes entre sí. Elegido el número de grupos, el análisis de clústeres fue realizado por medio del método kmeans, y cada participante fue asignado a un clúster. Estos análisis referentes al agrupamiento fueron realizados en el software R, con el paquete NBClust (Charrad et al., 2014).
Por último, los clústeres fueron descritos y comparados entre sí en las variables sociodemográficas y en las variables estudiadas (de personalidad y de conducta), por medio de Análisis de Varianza (ANOVA) – y de la prueba chi-cuadrado (X²) en caso de variable categórica. El ANOVA evidencia si la distribución de al menos uno de los grupos es distinta de las demás, pero no indica entre qué grupos puede haber esta diferencia. Por eso, se realizaron también pruebas de comparación múltiple por medio análisis post hoc de Tukey (Abdi & Williams, 2010). Después, para obtener la
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magnitud de las diferencias encontradas entre los clústeres, fue calculado el estadístico d de Cohen (Lee, 2016).
Conductas delictivas en la muestra total
En la Tabla 2 se presentan los resultados de delincuencia de la muestra total (N=467). Focalizando el total de 13 delitos abordados –violentos y no violentos–, se percibe que un 37% de la muestra informó haber cometido al menos un delito en los últi- mos 12 meses, mientras 53,6% ha informado haber cometido al menos un delito a lo largo de la vida. Con respeto a los delitos violentos (lesión corporal, lesión cor- poral con instrumento, participación en luchas de grupos y robo), se observa que un 8,1% ha informado haber cometido al menos un delito violento en los últimos 12 meses y un 24,1%, ha informado haber cometido al menos un delito violento a lo largo de la vida.
Tabla 2. Resultados descriptivos de las conductas delictivas de la muestra total
Conductas delictivas | Ninguna ocurrencia | Al menos una ocurrencia |
Delitos cometidos | ||
Últimos 12 meses | 63% | 37% |
A lo largo de la vida | 46,4% | 53,6% |
Delitos violentos | ||
Últimos 12 meses | 91,9% | 8,1% |
A lo largo de la vida | 75,9% | 24,1% |
Agrupamiento de adolescentes desde variables de personalidad
Para la identificación de subgrupos en la muestra total, se realizó un análisis de clúste- res, que se refiere a cómo un conjunto de datos se agrupa por factores – en este caso, las variables de personalidad. Cada participante fue asignado a uno de los tres clústeres propuestos y, con eso, se obtuvo el Clúster 1 (C1), con 134 adolescentes; el Clúster 2 (C2), con 185 adolescentes y el Clúster 3 (C3), con 148 adolescentes.
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La Figura 1 presenta los promedios de las puntuaciones de los clústeres en las subes- calas de la Escala Fatorial de Socialização (EFS), que fueron el factor de agrupamiento de los clústeres. Los promedios más elevados sugieren mayores niveles del aspecto abordado y, por ende, mayor adaptación interpersonal en este ámbito.
Figura 1. Puntuaciones promedias de los clústeres en las subescalas de la Escala Fatorial de Socialização (EFS)
Nota: C1 = Clúster 1 con “Baja Confianza”; C2 = Clúster 2 con “Alta Socialización”; C3 = Clúster 3 con “Baja Amabilidad”.
En la Figura 1, se observa que el Clúster C1 posee los promedios más bajos en Prosocialidad (S2) y Confianza en las Personas (S3). El promedio en Amabilidad (S1), a su vez presenta una magnitud de diferencia de 0,46 con relación al Clúster 2 y de 1,91 al Clúster 3. El Clúster (C2) presenta los promedios más elevados en las tres subescalas: Amabilidad (S1), Prosocialidad (S2) y Confianza en las Personas (S3). Por último, el Clúster (C3) destaca con el promedio más bajo en Amabilidad (S1). Para facilitar la lectura y comprensión del trabajo, fueron propuestas etiquetas para cada uno de ellos, teniendo en cuenta las puntuaciones promedias que más diferencian los clústeres entre sí. El C1, por presentar el más bajo promedio en Confianza entre los clústeres y por ser este el más bajo promedio obtenido en este clúster, recibió la etiqueta “Baja Confianza”; el C2, recibió la etiqueta “Alta Socialización”, por los más altos niveles en las tres subescalas. Finalmente, el C3, “Baja Amabilidad”, por el más bajo promedio en Amabilidad entre los clústeres y por ser este el más bajo promedio obtenido por este clúster.
La Tabla 3 presenta, para cada clúster, los promedios (P) y DE para las variables edad y SES (clase socioeconómica) y el porcentaje de pertenencia a cada tipo de instituto
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de enseñanza, bien como los valores de residuos ajustados (Res Aj) de la prueba de chi-cuadrado. Para cada variable, se presenta el resultado de la prueba estadística de comparación.
Tabla 3. Caracterización sociodemográfica y tipo de instituto de pertenencia de los tres clústeres
Variables | C1 | C2 | C3 | Pruebas de contraste |
Sociodemográficas | P (DE) | P (DE) | P (DE) | ANOVA |
Edad | 15,45 (1,9) a | 15,29 (1,9) b | 14,54 (2,6) ab | F(2, 464) = 8,8, p < 0,001 |
SES | 25,15 (6,4) | 25,57 (6,7) | 25,5 (5,7) | F(2, 464) = 0,2, p = 0,84 |
Institutos | % (Res Aj) | % (Res Aj) | % (Res Aj) | X² |
Público Privado | 81,3 (0,6) 18,7 (-1,2) | 69,7 (-1,0) 30,3 (1,9) | 80,4 (0,5) 19,6 (-0,9) | x² (2) = 7,7, p = 0,02 |
Nota: C1 = Clúster 1 “Baja confianza; C2 = Clúster 2 “Alta socialización”; C3 = Clúster 3 “Baja amabilidad”; SES = estatus socioeconómico. Diferencias significativas entre grupos se indican con el mismo subíndice (a e b).
Con respecto a la edad, la prueba de comparación sugiere un promedio de edad más bajo en el clúster “Baja Amabilidad” (con tamaño de efecto de 0,4 en relación con el clúster “Baja Confianza” y 0,33 en relación al clúster “Alta Socialización”). En cuanto al estatus socioeconómico, los tres clústeres presentan promedios equivalentes entre sí. Por fin, con relación al instituto al que frecuentan los participantes de cada clúster, se nota que en el clúster “Alta Socialización”, la proporción de adolescentes de institutos privados es mayor que el esperado, según el resultado de la prueba chi-cuadrado y el valor del residuo ajustado, que es muy próximo a 2 (Sharpe, 2015).
Respecto a las puntuaciones de cada clúster en las subescalas de personalidad, la prueba ANOVA indica que los tres clústeres presentan diferencias en los promedios de sus variables; para Amabilidad (S1) la estadística es F (2, 464) = 257,8, p < 0,001, para Prosocialidad (S2), es F (2, 464) = 241,5, p < 0,001 y, por fin, para Confianza (S3) es F (2, 464) = 217,1, p < 0,001. Esto se esperaba, una vez que estos datos fueron criterio de agrupamiento.
Comparación de la conducta delictiva autoinformada por los clústeres
Identificados los tres clústeres en la muestra, cada grupo fue comparado entre sí res- pecto a la conducta delictiva. En la Tabla 4 están descritos los parámetros descriptivos
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de conducta delictiva de los clústeres. Además, están presentadas las puntuaciones que se encuentran en el percentil 90 (P90) y en el valor máximo (Máx.) para dicha variable. Se presenta este percentil porque la diferencias en las variables de conducta delictiva entre los clústeres se empiezan a notar más desde este punto de corte –por ejemplo, el valor mínimo no diferencia los clústeres, porque es para todos los clústeres en todas las variables– a excepción de Diversidad total, cuyo valor es 1. La Frecuencia total describe el número de delitos cometidos en los últimos 12 meses y la Diversidad total describe los tipos de delitos diferentes (entre los 13 tipos abordados) cometidos a lo largo de la vida. La Frecuencia (V) describe el número de delitos violentos cometidos en los últimos 12 meses; la Diversidad (V) describe los tipos de delitos diferentes (entre los 4 tipos abordados) cometidos a lo largo de la vida.
Tabla 4. Resultados descriptivos de las variables conducta delictiva para cada clúster de la muestra
Conducta delictiva | C1 (n = 134) | C2 (n = 185) | C3 (n = 148) | |||
P (DE) | P90 – Máx. | P (DE) | P90 – Máx. | P (DE) | P90 – Max | |
Frecuencia total | 19,79 (71,8) ab | 24 – 455 | 0,91 (2,4) a | 3 – 20 | 3,40 (17,5) b | 7 – 203 |
Diversidad total | 2,13 (2,0) ab | 5 – 11 | 0,80 (1,1) a | 2,3 – 5 | 1,01 (1,6) b | 3 – 11 |
Frecuencia (V) | 2,91 (14,4) ab | 3 – 105 | 0,13 (0,9) a | 0 – 10 | 0,32 (1,9) b | 0 – 16 |
Diversidad (V) | 0,60 (0,8) ab | 2 – 3 | 0,20 (0,5) a | 1 – 3 | 0,27 (0,6) b | 1 – 4 |
Nota: C1 = Clúster 1 “Baja confianza; C2 = Clúster 2 “Alta socialización”; C3 = Clúster 3 “Baja amabilidad”. P90 = percentil 90; Máx. = valor máximo. El (V) indica las variables que cuentan únicamente los delitos violentos; Valor máximo para Diversidad total es 13 y para Diversidad (V) es 4; Diferencias significativas entre grupos se indican con el mismo subíndice (a e b).
Los resultados de la ANOVA sugieren diferencias entre al menos dos clústeres para todas las variables: Frecuencia total (F (2, 464) = 9,7, p < 0,001), Diversidad total (F (2,464) = 30,1, p < 0,001), Frecuencia de delitos violentos (V) (F (2,464) = 5,7, p < 0,001) y Diversidad de delitos violentos (V) (F (2,464) = 15,7, p < 0,001). Además, el método de Tukey señala que los promedios del clúster “Baja Confianza” son mayores que los promedios de los clústeres “Alta Socialización” y “Baja Amabilidad”, para las cuatro variables, mientras los promedios de los clústeres “Alta Socialización” y “Baja Amabilidad” son equivalentes entre sí.
Según las pruebas realizadas, los promedios de los clústeres “Alta Socialización” y “Baja Amabilidad” no presentan diferencias estadísticas entre sí, para las variables de conducta. Sin embargo, los valores máximos del clúster “Baja Amabilidad” son
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mayores que los del “Alta Socialización” para todas las variables (y mayor que el del clúster “Baja confianza” para Diversidad (V). Asimismo, la presencia de estas variables para los clústeres “Alta Socialización” y “Baja Amabilidad” son muy seme- jantes. Analizando los tamaños de efecto calculados, presentados en la Tabla 5, se percibe que las diferencias entre los grupos suelen ser mayores entre los clústeres “Baja confianza” y “Alta Socialización” y más pequeñas entre “Baja confianza” y “Baja Amabilidad”.
Tabla 5. Magnitud de la diferencia (d de Cohen) entre los promedios de los clústeres
C1xC2 | C1xC3 | C2xC3 | |
Frecuencia total | 0,37 | 0,31 | -0,20 |
Diversidad total | 0,82 | 0,62 | -0,15 |
Frecuencia (V) | 0,27 | 0,25 | -0,13 |
Diversidad (V) | 0,60 | 0,47 | -0,13 |
Nota: C1 = Clúster 1 “Baja confianza; C2 = Clúster 2 “Alta socialización”; C3 = Clúster 3 “Baja amabilidad”. Tamaño del efecto 0,20 pequeño, 0,50 medio y 0,60 grande (Sullivan & Feinn, 2012).
Los resultados obtenidos pueden ayudar a comprender mejor los clústeres for- mados. En cuanto a Frecuencia Total, los valores de percentiles y de máximo des- tacan debido a que este clúster posee un subgrupo (7%) cuyos adolescentes han informado, individualmente, más de 90 delitos en los últimos 12 meses, mientras el 43,3% informó no haber cometido ningún delito en el mismo período. Para el Clúster “Baja Amabilidad”, el valor máximo de 203 se considera un outlier, el se- gundo valor más elevado es de 53 y un 67,6% de los adolescentes de este clúster informó no haber cometido ningún delito en este período. En la Diversidad Total, se percibe que el Clúster “Baja Amabilidad” alcanza valor máximo 11, así como el clúster “Baja Confianza” – aunque tenga más adolescentes con valores más elevados en Diversidad Total.
Para la Frecuencia (V), el clúster “Baja Confianza”, además de presentar el valor máximo más elevado, es también el único clúster con P90 diferente de cero – o sea, para los clústeres 2 y 3, por lo menos 90% del clúster no ha informado la comisión de ningún delito violento. Así como para la variable de Frecuencia de Delitos total, este clúster posee un subgrupo que ha informado más delitos violentos. Por último, para Diversidad (V), se observa un patrón semejante.
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En relación con estudios precedentes, el porcentaje de 53,6% de adolescentes que infor- mó ya haber cometido algún delito a lo largo de la vida es inferior al 77% obtenido en el estudio de Komatsu y Bazon (2015). Sin embargo, el porcentaje de 24,1% que informó ya haber cometido algún delito violento a lo largo de la vida es mayor que el 19,4% encontrado en el estudio de Peres et al. (2018). Estas divergencias pueden ser debidas al procedimiento de muestreo de las investigaciones o a cuestiones metodológicas. Por ejemplo, un reto es contabilizar adecuadamente las peleas como delitos violentos. Muchos estudios suelen contabilizar peleas propias de la infancia y adolescencia, sin gravedad, lo que crea sesgos en los resultados. En la presente investigación, las peleas solo fueron contabilizadas en casos en los cuales el adolescente informó que la víctima había necesitado cuidados médicos.
En cuanto a identificación de subgrupos, fueron identificados tres clústeres, lo que confirma la hipótesis H1 planteada sobre la heterogeneidad de la muestra respecto a los rasgos de personalidad. Los niveles de Amabilidad, Prosocialidad y Confianza son distintos entre los tres clústeres, según lo cual fueron denominados “Baja Confianza”, “Alta Socialización” y “Baja Amabilidad”. Con respeto a sus características sociodemo- gráficas, los clústeres “Baja Confianza” y “Alta Socialización” tienen rangos de edades semejantes entre sí. Por esta razón, son más fácilmente comparables entre sí. En cuanto al estatus socioeconómico, se muestra equivalente entre los tres clústeres. Finalmente, en cuanto a la institución de enseñanza, se percibe que en el clúster “Alta Socialización”, la proporción de adolescentes provenientes de institutos privados es más elevada que en los otros dos clústeres – resultado que será discutido a continuación.
A continuación, se discute la relación entre las variables de personalidad de cada clúster y sus conductas auto informadas. Primeramente, el clúster “Baja Confianza” es el que ha presentado las puntuaciones más bajas en Prosocialidad y Confianza. La baja Prosocialidad define la tendencia a conductas de riesgo y a no estar de acuerdo con reglas sociales y leyes, lo que puede aumentar la ocurrencia de conductas ilegales, incluso las violentas (Peres et al., 2018). Bajos niveles de Confianza describen una des- confianza hacia las personas y una tendencia a creer que los otros le van a perjudicar o causar daño lo que, por ende, dificulta el establecimiento de relaciones interpersonales.
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La baja Confianza, al lado de la baja Prosociabilidad, predispone a problemas con la autoridad, baja tendencia a respetar leyes, malinterpretaciones de las intenciones de otros y actitudes favorables a la violencia. Estas características son especialmente importantes en jóvenes que han sufrido experiencias adversas durante la infancia (Wolff et al, 2020). Este clúster, con respecto a las conductas delictivas, es el que ha informado más ocurren- cias –no violentas y violentas– lo que converge con la literatura (Vize et al., 2018; Vize et al., 2019) y parcialmente con la hipótesis H4, según la cual el clúster con indicativos de peor adaptación social, desde las subescalas de personalidad, presentarían los más elevados niveles en las variables de conducta delictiva. La hipótesis fue corroborada parcialmente porque se esperaba que el clúster “Baja Confianza” también presentase el más bajo pro- medio en Amabilidad (Jolliffe, 2013; Ljubin-Golub et al., 2017).
El clúster “Alta Socialización” presentó mayores promedios en todas las subesca- las: Amabilidad, Prosocialidad y Confianza. Patrones de Socialización desarrollados son compatibles con elevados niveles de empatía, que favorecen una buena adapta- ción social al joven (Gorostiaga et al., 2014; Nunes & Hutz, 2007a; Richeaud et al., 2017). En relación con la implicación en conductas delictivas, estos aspectos indican una tendencia a sentir indiferencia o insensibilidad a los otros y, por lo tanto, inhiben comportamientos motivados por rabia, sadismo y desprecio (Vachon & Lynam, 2016). Con respecto a las conductas delictivas, aunque presente promedios equivalentes al clúster “Baja Amabilidad”, muestra los percentiles y valores máximos más bajos, por lo cual se sugiere que es el clúster con niveles más bajos en las variables conductuales
– en conformidad con la literatura y con la hipótesis H3, según la cual el clúster con indicativos de mejor adaptación social, desde las subescalas de personalidad, presenta- rían los más bajos niveles en las variables de conducta delictiva. Sin embargo, en este clúster, hay adolescentes que han informado implicación en conductas delictivas. Por la baja frecuencia y, por los aspectos de socialización más favorables, se supone que para este grupo la comisión de delitos está motivada por los cambios psicosociales de esta fase de la vida, siendo de naturaleza exploratoria y sin continuidad (Moffitt, 2018; Sweeten et al., 2013).
Con relación a las variables sociodemográficas, el clúster “Alta Socialización” presenta mayor porcentaje de adolescentes provenientes de institutos privados, en comparación con los otros dos clústeres. A este respecto, se hipotetiza que esto tiene
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relación con el sistema educativo brasileño. Se verifican desigualdades internas –entre público y privado– las cuales, en sí, dan como resultado diferentes cualidades de la enseñanza ofrecida (Sekkel & Pandita-Pereira, 2020). Igualmente, los estudiantes de institutos públicos experimentan más violencia y desorden en la institución y en el vecindario donde se encuentra el instituto, en comparación con los estudiantes de los institutos privados (Peres et al., 2018). Este resultado abre la reflexión sobre cómo diferentes contextos de aprendizaje y socialización pueden influir de forma positiva o negativa en el desarrollo psicosocial de los jóvenes (Chen, 2018). En Brasil, se concluye que los jóvenes que estudian en institutos privados tienen más oportunidades de desarrollo de habilidades interpersonales y que esto puede estar reflejado en la muestra estudiada.
El clúster “Baja Amabilidad” presentó el promedio más bajo en la subescala Amabilidad. En cuanto a las otras subescalas, tampoco presentó los promedios más elevados. Si, por un lado, niveles elevados de Amabilidad pueden evitar la implicación en conductas delictivas (Vachon & Lynam, 2016), por otro lado, bajos niveles se re- lacionan con conductas delictivas futuras (Walters, 2018). En cuanto a las pruebas estadísticas realizadas, este clúster es muy semejante al clúster “Alta Socialización”, en términos de las variables de conducta. Sin embargo, los valores máximos del clúster “Baja Amabilidad” son mayores que los de “Alta Socialización” para todas las varia- bles. Focalizando los resultados obtenidos, de acuerdo con el tamaño del efecto, se percibe que el clúster Alta Socialización” es más distinto al de “Baja Confianza” que el “Baja Amabilidad”. En relación a las variables sociodemográficas, se verifica que el clúster “Baja Amabilidad” está compuesto por los varones más jóvenes de la muestra. En la etapa final de la adolescencia, las conductas son más intencionales y asociadas a la formación de la identidad (Thompson & Gullone, 2008)
Este estudio ha analizado, con una muestra de 467 adolescentes varones de Brasil, la relación entre aspectos de personalidad socialización y el cometimiento de delitos auto informado. Por todo lo anterior, se considera que los objetivos del estudio fueron alcan- zados. De igual manera, las hipótesis del estudio fueron corroboradas. La Hipótesis H2,
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en concreto, de que todos los clústeres presentarían algún nivel de historial delictivo, también se ha confirmado. Sin embargo, en cada clúster, parece haber diferentes sub- grupos de adolescentes con respeto a la conducta delictiva. Esto tiene sentido según la literatura, debido a que los factores de riesgo están en los dominios social e individual (Jolliffe & Farrington, 2019). Así, adolescentes con un funcionamiento psicológico semejante pueden tener distintas configuraciones en los demás factores de riesgo, lo que puede llevarlos a no implicarse en delitos.
La hipótesis H4, sin embargo, la cual hace referencia que el clúster con más delitos autoinformados presentaría indicadores de personalidad que sugieren más dificultad en adaptación social estuvo parcialmente respondida. Para los clústeres identificados, los bajos niveles de Prosocialidad y de Confianza estuvieron asociados a más conduc- tas delictivas auto informadas. Sin embargo, este clúster no presentó bajos niveles de Amabilidad – incluso si es comparado con el clúster de “Alta Socialización”. La Amabilidad, por su parte, pareció tener un rol importante para el clúster “Baja ama- bilidad”, en el cual un subgrupo de adolescentes muestra tener historial delictivo. Estudios longitudinales serían recomendados para conocer mejor el desarrollo de estas trayectorias y cómo prevenirlas. Con esto, quizá se podría concluir que en caso de bajos niveles de Amabilidad –o de otras señales-, por ejemplo, el instituto, la comunidad y las familias deberían estar pendientes, en plano de la prevención del empeoramiento en la conducta delictiva.
Entre las limitaciones de este estudio, destaca que la recolección de datos se reali- zó solamente en una ciudad de la provincia de São Paulo. Aunque se haya intentado tomar datos en las diferentes zonas de la ciudad, no se pudo realizar un muestreo probabilístico. Además, la distribución de los participantes según en Critério Brasil no es compatible con lo que se encuentra en la provincia de São Paulo. Así, no se pue- de considerar que esta muestra represente la población y, por lo tanto, los resultados obtenidos deben ser tomados con cautela. Se cree, además, que haber tenido en cuenta variables de otros dominios (Harder et al., 2015; Komatsu & Bazon, 2017) podría ha- ber ofrecido evidencias más robustas sobre el fenómeno. Igualmente, investigaciones futuras deben focalizarse en la población de adolescentes del sexo femenino, teniendo en cuenta la especificad de este fenómeno para este grupo, como el importante rol de la victimización (Guimarães & Bazon, 2020; Salgado et al., 2017).
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Asimismo, con los datos de los cuales se disponía, se defiende que los análisis de datos efectuados fueron adecuados y que se pueden sacar conclusiones y reflexiones importantes. En esta realidad social, en la cual se sabe que muchos niños y adolescentes sufren victimización y tienen sus derechos civiles violados (en los contextos familiares, comunitarios, en educación, cultura, deportes y ocio) (Nemer et al., 2020; Nunes et al., 2020; Oliveira et al., 2020; Zoettl, 2020), se defiende que este grupo de edad merece la atención no solo por la violencia cometida por ellos, sino porque también la sufren. A este respecto, es importante tener en cuenta que las políticas de prevención son fundamentales. Así mismo, en casos en que no se han logrado los resultados espera- dos, es fundamental lidiar con los efectos de esta esta sobreexposición a experiencias adversas, una vez que aumentan el riesgo de violencia (Faus et al., 2019). En la pobla- ción brasileña, estos efectos suelen ser problemas interpersonales, de salud mental, y comportamentales (Nunes et al., 2020).
Finalmente, se considera que los resultados obtenidos, desde el enfoque de los per- files comparativos, son muy pertinentes para la comprensión de diferencias individua- les (El Sayed et al., 2018; Harder et al., 2015; Luyckx et al., 2014). Así, se espera que puedan ser útiles para futuras investigaciones que tengan como objetivo más directo el desarrollo de programas de prevención y tratamiento para adolescentes. Estos pro- gramas, si se focalizaran en los aspectos de socialización investigados, pueden ayudar a reducir el desajuste social de los jóvenes, igualmente la violencia y otros problemas como el acoso escolar. Además, puede ayudar a mejorar los resultados de aprendizaje, sobre todo en instituciones ubicadas en sectores socialmente más vulnerables.
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