Bolufer Peruga, Mónica (2019), Mujeres y hombres en la Historia. Una propuesta historiográfica y docente, Comares, Granada, 144 págs. ISBN: 978-84-9045-780-1

La exclusión femenina del relato histórico es una realidad que ha permanecido de evidencia hasta la génesis, a finales de los 70 en España, de la denominada historia de las mujeres, la cual estuvo intrínsecamente vinculada al movimiento feminista, a la lucha contra la dictadura franquista o a las transformaciones socioculturales que trajo consigo la Transición española o la democratización de las universidades. Sobre las aportaciones de la historia de las mujeres y el género a la disciplina histórica, versará, entre otros aspectos, la obra que procedemos a reseñar: Mujeres y hombres en la Historia. Una propuesta historiográfica y docente, cuya autora es Mónica Bolufer Peruga, catedrática en Historia Moderna en la Universidad de Valencia. Dicha investigación –perteneciente a la colección “Mujeres, Historia y Feminismos” de la editorial granadina Comares–, nos ofrece un recorrido por los debates más clásicos y novedosos de la vertiente histórica, abordando a su vez las corrientes más actuales: la historia global, la historia biográfica o la historia de las emociones.

Tras indagar en el proceso de renovación histórica en torno al positivismo iniciado por la escuela de los Annales o la historiografía marxista, su autora se adentra en las nuevas formas de hacer historia a finales de los 70, las cuales pondrán de relieve lo cualitativo y lo individual frente a la rigidez colectiva que había imperado en la historia de cuño estructuralista o marxista. Este análisis abarca desde el marxismo británico, que preconizó una historia más abierta y articulada sobre la acción de los sujetos históricos; hasta la eclosión de la historia de las mujeres en la tercera oleada del feminismo, que pretendió poner coto a su invisibilización en la historiografía. Una historia que, pese a autoproclamarse objetiva y universal, hacía caso omiso de la mitad de la humanidad. Otra de las formas de narración que presta atención a los sujetos individuales ha sido la microhistoria, la cual se ubica en la historia cultural. Influenciada por el “giro lingüístico de los 90”, propugna que la realidad está social y culturalmente construida, de manera que el lenguaje, lejos de constreñirse a reflejarla, constituye la percepción que los individuos tienen del mundo, de su identidad o posición en el mismo. En suma, en este primer capítulo, se pretende demostrar cómo tanto la microhistoria, los estudios postcoloniales como, muy especialmente, la historia de las mujeres han coadyuvado a “descentrar la Historia, enfocándola desde sujetos y ángulos distintos no solo al tradicional sujeto individual y elitista del positivismo histórico, sino también al sujeto fundamentalmente grupal y colectivo de la historia estructural” (p. 24), posibilitando así la configuración de una historia más compleja y plural.

Desde una óptica mucho más reciente, la prof.ª Bolufer nos presenta una analítica selección de las tendencias emergentes de la disciplina histórica en la actualidad, entre las que hallamos: la historia biográfica, insoslayable para la reconstrucción y demostración de agencia de los sujetos individuales, a contracorriente del humanismo de la historia estructural, que anulaba a los seres humanos como sujetos históricos relevantes; la historia global, centrada en la interacción de Europa con el resto del planeta; la world history, que en contraposición a la anterior, enfatiza la necesidad de una visión menos eurocéntrica; o la historia de las emociones, la cual, gracias a la historia de las mujeres y del género, ha propiciado una mejor comprensión de los sentimientos y la subjetividad como realidades culturales e históricas, y no meramente de un cariz natural.

Una vez delimitadas las tendencias historiográficas de las últimas décadas, se plantea el interrogante de por qué es necesaria la historia de las mujeres y del género. Una cuestión que la investigadora esclarece definiéndola acertadamente como un enfoque o perspectiva –y no como un conjunto de temas, una rama particular ni un apéndice–, que atañe a la Historia en su conjunto, instándola a debatir sobre sus supuestos y a extraer interpretaciones más complejas de las sociedades del pasado (p. 47). Para proseguir con este segundo capítulo, se analiza, además de las infructuosas tentativas de integración entre feminismo y marxismo, cómo la inclusión del colectivo femenino en la Historia, tanto desde el marxismo histórico como desde Annales, se efectuó en calidad de grupo marginal, llegándoselas a asimilar con otras minorías o grupos oprimidos. Con todo, la verdadera vicisitud de su integración en la Historia no reside en el solo hecho de su infrarrepresentación, sino en que las ciencias sociales en su conjunto no hubiesen reparado en la diferencia de los sexos como un factor que concernía al estudio de las sociedades. De este modo, no se cuestionaron su pretendida diferencia por naturaleza y la subsecuente desigualdad que emanaba de este rebatible principio justificador.

Habría que aguardar hasta los años 70 para que emergiera el concepto de género, el cual alude a una construcción sociocultural de la diferencia sexual, que, junto a otras nociones que interseccionan con él, constituye uno de los principales criterios de organización y jerarquía de la sociedad. Es digno de atención que la historiadora prosiga esta misma estela de análisis examinando la recepción traductológica del vocablo “género”. Por su carácter ambiguo, ha conducido a imprecisiones teóricas, al correlacionarse en ocasiones la globalidad femenina con la categoría del género, lo cual induce equívocamente a vincular el género masculino con lo universal. En este segundo capítulo, se profundiza, entre otras nociones, en la construcción cultural de las identidades o la complejidad de las relaciones sociales de poder y resistencia. A su vez, Mónica Bolufer articula una valiosa reflexión sobre los “egodocumentos” (memorias, diarios, cartas, autobiografías…) y la construcción de las identidades a través del relato. Desde esta perspectiva, la investigadora nos invita a reflexionar sobre cómo el interés particular que la historia de las mujeres ha vertido al estudio de casos individuales –mujeres con nombre y apellidos– no ha de resultar baladí, en tanto que nos ayuda a comprender las formas en que estas expresaron sus acuerdos y disidencias, transgrediendo y a la vez transformando los dictámenes establecidos por el discurso dominante.

Tras estos dos primeros capítulos, destinados a esbozar una revisión de las diferentes corrientes historiográficas y a emplazar la irrupción de la historia de las mujeres, la investigadora prosigue con una interesante propuesta pedagógica. En concreto, detalla la inclusión de la perspectiva de género y la presencia del colectivo femenino en la asignatura Mujeres y hombres en la Historia, hoy en día de carácter obligatorio y perteneciente al último curso de Grado en Historia de la Universidad de Valencia, una de las universidades pioneras en la implantación de contenidos relativos a la historia de las mujeres y del género en la Licenciatura. Aunque en el territorio español la primera asignatura que versaba sobre las mujeres en la Historia data de 1974 en la Universidad de Barcelona, no sería hasta la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior cuando se amplificaron los conocimientos respecto a esta materia en los/as jóvenes historiadores/as. En el contexto español, cabe mencionar la Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres, institución de obligada referencia en este ámbito que ha contribuido a democratizar la enseñanza de la historia de las mujeres y del género en aras de alcanzar una sociedad más justa e igualitaria.

Entre otros propósitos, el objetivo primordial de la materia analizada, implementada desde el curso 2013-2014, es que el estudiantado desarrolle la habilidad de “aprender a pensar históricamente” (p. 83); es decir, ayudarlos a comprender que ciertos aspectos de la realidad considerados naturales –como los sentimientos o las identidades, y entre ellas las de género–, no son atemporales e inherentes al ser humano, sino que también están sometidos al cambio. No se trata de enseñarles una historia “más íntima” –revelador distintivo empleado por uno de sus estudiantes en un intento por caracterizar su descubrimiento por esta estimulante perspectiva–, sino una historia que incluya las relaciones entre los seres humanos (hombres y mujeres), tanto en sus relaciones entre sí como con su propio sexo (p. 90). No cabe duda de que estamos ante una obra de suma utilidad, no solo en lo concerniente a la inclusión de la historia de las mujeres en el currículo universitario, sino también para todas aquellas personas interesadas en la evolución de la historiografía, al ser un estudio de carácter recopilatorio que traza el recorrido de las renovaciones historiográficas hasta la era actual. La presente investigación supone, asimismo, un punto de referencia en lo atinente a la docencia, en cuanto que presenta una atrayente propuesta pedagógica, ya llevada a la praxis, lo cual permitirá al profesorado en ciernes conocer su pertinencia, la recepción del alumnado, así como las eventuales vicisitudes y aciertos que conlleva cualquier innovación docente. Por ende, constituye una relevante y necesaria contribución para comprender mejor las relaciones de género y su trascendencia en el contexto histórico con el que interactúan.

Estamos, en suma, ante una valiosa lectura, que, más allá de proponernos un programa para la enseñanza de la historia de las mujeres, nos permite reflexionar sobre la imperiosa necesidad de implementar una docencia con perspectiva de género, tanto en las materias específicas como, de manera transversal, en el resto del currículo educativo. Si bien es cierto que, como asevera la profesora Bolufer, la integración de contenidos relativos a las mujeres en la Historia ya es una dinámica generalizada en los Grados en Historia (p. 85), aún queda mucho camino por recorrer en el resto de las materias, cuyo profesorado no siempre está dotado de una manifiesta conciencia de género. Una iniciativa que nos parece de vital importancia, dado que todavía son muchos los/as jóvenes que viven en el “espejismo de la igualdad”, concepto acuñado por Amelia Valcárcel (2011)10 para designar la entelequia en la que viven quienes creen que la igualdad ya existe, interiorizando como natural y argumentada esta equívoca realidad.

Raquel García Fuentes

Université Sorbonne Nouvelle - Paris 3

10. Valcárcel, Amelia (2011), El espejismo de la igualdad, conferencia celebrada en la Universidad Pública de Navarra en enero de 2011. Disponible en la URL: <http://docpublicos.ccoo.es/cendoc/031776EspejismoIgualdad.pdf>