De Dios FernánDez, Eider (2019), Sirvienta, empleada, trabajadora de hogar. Género, clase e identidad en el franquismo y la transición a través del servicio doméstico (1939-1995), Umaeditorial, Atenea. Estudios de Género, Universidad de Málaga, 477 págs. ISBN: 978-84-17449-00-1.

Es una grata tarea intelectual para mí reflexionar sobre este interesante libro que aporta historias, testimonios y experiencias de vida sobre los colectivos de mujeres que desde hace siglos se ocupan de los trabajos domésticos remunerados. Ayas, nodrizas, dueñas, criadas, sirvientas, chachas, tatas, doncellas, empleadas domésticas, trabajadoras de hogar, son nombres que en sus diversas acepciones han dado lugar a un concepto poliédrico pero con una cara bien marcada: la realización de las tareas que otras mujeres no quieren o pueden ejercer, muchas veces por su posición social, y que históricamente han adquirido significados que conllevan un fuerte carácter despectivo. Bien claro lo dice Miguel Delibes en su obra Cinco horas con Mario, publicada en 1966, donde la protagonista se queja de que las chicas de servicio aspiran a tener una vida parecida a las de las señoritas. Con el tiempo el servicio doméstico se convertiría en una profesión con tintes de trabajo mal remunerado, escasa o nula consideración social, y una situación discriminada y paternalista. En 1985 pasó a formar parte del régimen laboral y las sirvientas experimentaron cambios significativos en el ejercicio de su trabajo, en sus vidas y sus identidades, a pesar de la pervivencia de algunos de los rasgos señalados anteriormente.
Eider de Dios Fernández, galardonada por esta obra con el XXVII Premio de Investigación Victoria Kent en 2017 y el Premio Nacional de Edición Univer- sitaria a la mejor monografía en Ciencias Jurídicas y Sociales (2018), utiliza las variables analíticas género, clase e identidad, así como numerosas fuentes archi- vísticas, hemerográficas y orales, rescatando la memoria individual y colectiva de las mujeres a las que ha entrevistado y ocupándose de las transformaciones vividas por sus protagonistas desde el franquismo a la democracia. El libro está compuesto por tres partes bien diferenciadas: la primera, titulada “La sirvienta”, consta de tres capítulos en los que la autora presta atención a la inclusión a las mujeres de las clases populares en el servicio doméstico. Aunque durante la II República se produjeron algunos intentos para igualar esta actividad económica con otros trabajos mejor considerados y las criadas se sindicaron, los avances no fueron los esperados. La “edad de oro” (1939-1959) de este oficio se desarrolló en un ambiente paternalista y clasista, ocupando a más de la mitad de la población

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activa femenina. Mujeres de economías humildes, huérfanas de guerra, viudas y represaliadas políticas engrosaron el número de sirvientas que trabajaban en nu- merosas ocasiones por la manutención y el hospedaje, y muy pocas veces por un sueldo. Estas mujeres estaban al servicio de “sus señoras” en los hogares de los vencedores de la contienda civil, renunciando muchas veces a su propio proyecto familiar para vivir una suerte de celibato laico a partir de modelos marianos o de reconocidas santas, ya que la Iglesia Católica se implicó a fondo en la elaboración del modelo ideal de feminidad de la “Nueva España”. El Papa Pio XII llegó a decir a decir que ese modelo era un ejemplo de abnegación, sacrificio y obediencia, virtudes que debían “adornar” a las sirvientas. Las mujeres de Sección Femenina (SF) intentaron dar a las empleadas del servicio doméstico un amparo socio- sanitario que lamentablemente no sería de obligado cumplimiento, al permanecer esta profesión sin regular, quedando la iniciativa en el campo del paternalismo.
La segunda parte del volumen, “La empleada de hogar (1960-1969)” está formada por tres capítulos en los que se aborda la llegada de un “nuevo tiempo” ubicado en la España desarrollista. En este periodo histórico se instala en el ima- ginario la figura de las “Gracitas”, ampliamente difundida en el cine por la actriz Gracita Morales, y se redefine el ideal de domesticidad debido a la introducción de patrones de conducta más “modernos” ligados a la llegada del turismo, a la progresiva ubicación de las mujeres en el marco laboral y a la necesidad de com- binar el trabajo remunerado femenino con la maternidad. En los años sesenta las condiciones del servicio doméstico se transformaron gracias a la paulatina adop- ción de un “nuevo orden cultural” y a la profesionalización de las mujeres de las clases medias, aspectos que incidieron en el servicio doméstico. Así, la figura de “la interna” fue desapareciendo para dar paso al trabajo por horas, lo que permitió a las antiguas “sirvientas” ocuparse de sus propias familias y aportar un modesto salario a la economía doméstica. El concepto de asistenta o interina implicaba la realización de trabajo más independiente, moderno y profesional, acorde con las ideas innovadoras del Papa Juan XXIII, que en el Concilio Vaticano II difundió la necesidad de democratizar la Iglesia, implicarse con los estratos más débiles de la sociedad y postular reformas laborales. La Juventud Obrera Católica (JOC) fue la primera organización que integró a las mujeres en el movimiento obrero. Los nombres de “chacha”, “criada” o “sirvienta” fueron sustituidos por el de “em- pleada de hogar”, cambio que fue calando en la sociedad y en el mercado laboral, contribuyendo a transformar algunas pautas laborales y socioculturales. En 1969 el servicio doméstico fue recogido en el denominado Régimen Especial para Empleadas de Hogar. La imagen de la mujer con cofia y uniforme dio paso al prototipo de mujer trabajadora que establece una relación laboral, bastante significativa, entre empleada-empleador/a. En este sentido los planteamientos de la Sección Femeni- na se modificaron con innovadoras propuestas. En 1974 se celebró la Asamblea Nacional de Empleadas de Hogar, cuyas conclusiones dieron lugar a importantes reivindicaciones, entre las que se cuentan la delimitación de la jornada laboral, las vacaciones remuneradas y la prevención de riesgos laborales. Las antiguas

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“sirvientas” sintieron la necesidad de empoderarse y formar parte del engranaje social, algo que traería consigo la doble jornada laboral y, con ella, unos fuertes costes personales. El hecho es que el ideal femenino de la perfecta ama de casa se transformó en el modelo de “super-mujer”, que se reforzó en décadas posteriores.
En la tercera parte, “La trabajadora del hogar”, Eider de Dios se ocupa del periodo histórico que va desde la transición a la democracia. Es cierto que tras la muerte de Franco el servicio doméstico adquirió cierto predicamento social. A partir de entonces se difundió la idea de que las condiciones laborales de las mujeres ocupadas en esta actividad económica tenían que mejorar. Por otra parte, numerosas mujeres organizadas en la JOC pasaron a formar parte de los sindicatos (CCOO, UGT, USO) que, una vez legalizados, impulsaron planes de actuación, propuestas de mejoras y nuevas leyes. El hecho de “salir a trabajar” contribuyó a consolidar un ideario social diferente entre las mujeres de las clases medias. Disponer de servicio doméstico se convirtió, además, en una importante seña de identidad de las familias de clase media y alta. El Estatuto de los Trabajadores (1980) contribuyó a que se reconsideraran las tareas domésticas remuneradas. De la mano del movimiento asociativo femenino se aprobó el Régimen Especial para las Trabajadoras del Hogar. Hay que señalar también que el feminismo fue un eslabón importante en la cadena de transformaciones llevadas a cabo. El Real Decreto de
1985 cerró un ciclo respecto a la situación legal de estas empleadas que habían sido tratadas como menores de edad durante el franquismo. Los Centros de Promoción de la Mujer, uno de cuyos objetivos fue la obtención por parte de las féminas que acudían a ellos del título de Graduado Escolar, prácticamente obligatorio a la hora de desempeñar cualquier trabajo, no fueron escuelas de feminismo pero sí lugares donde se hablaba de los numerosos problemas que afectaban a la población feme- nina. Según Eider de Dios, en este periodo histórico las trabajadoras de hogar se percibían a sí mismas como luchadoras activas contra el orden social establecido.
Hay que resaltar la importancia de la historia oral en la obra que comen-
tamos. Su introducción contribuye a que el público lector reflexione sobre la construcción de las identidades subjetivas y sociales de las empleadas de hogar durante las últimas décadas del siglo XX. En este sentido, la autora proporciona una serie de testimonios interesantísimos sobre más de veinte mujeres. Son las voces de María, Adela, Paula, Elena, Concepción, Puri, Josefa, Carmen y Aurelia, entre otras. Sus testimonios muestran una imagen optimista del sector, que es la que han querido transmitir estas mujeres. De este modo, en lugar de mostrarse como víctimas del sistema se consideran activas luchadoras decididas a mejorar sus condiciones laborales y vitales. Es obvio que en una investigación de largo recorrido como la que plantea este libro, su autora sólo ha podido interpretar una parte de la historia de las empleadas de hogar. Indudablemente quedan muchas cuestiones por aclarar sobre el servicio doméstico y también sobre los trabajos de cuidado que tanto afectan, de un modo o de otro, a toda la sociedad. No se debe olvidar que, transcurridos más de cuarenta años desde la muerte de Franco, el eco de la división entre servidos/as y sirvientes/as resuena todavía en la actualidad.

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La estigmatización de este trabajo, la condición de sirviente -aunque ya no se utilice esta palabra-, que supuso un importante freno para la obtención de dere- chos civiles y políticos durante una centuria, en cierta medida sigue vigente con otros “uniformes” y otras/os protagonistas procedentes a veces de países lejanos.
En suma, estamos ante un libro cuya lectura recomiendo vivamente. En él se siguen los cambios registrados en el servicio doméstico durante más de medio siglo, desde que las mujeres se colocaban como “criadas” o “sirvientas hasta la actualidad. En la elaboración de las experiencias vividas por estas trabajadoras se han utilizado fuentes plurales, destacando entre ellas aportaciones testimoniales de enorme valor para la historia de las mujeres, la historia del trabajo femenino (y la historia del hrabajo, en general) desde el comienzo de la dictadura franquista hasta la democracia. Sin duda la confluencia de estos y de otros muchos elementos facilitan y enriquecen la lectura del libro de Eider de Dios Fernández.
Magdalena López Pérez
Universidad de Extremadura

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