Franco LLopis, Borja y Moreno Díaz DeL caMpo, Francisco Javier (2019), Pintando al converso. La imagen del morisco en la península ibérica (1492-1614), Cátedra, Madrid, 489 págs. ISBN: 978-84-376-4036-5

Se cumplen 450 años de la Rebelión de las Alpujarras. Esta efeméride ha motivado la organización de numerosas actividades culturales y académicas, en- tre las que destaca el Congreso Internacional “Recordar la Guerra, Construir la Paz”, celebrado en noviembre de 2018. Contó con más de cien aportaciones de diferentes disciplinas, incluyendo las de los autores de este libro, que ve la luz en un contexto en el que la sociedad, en general, y la historiografía, en particular, han acrecentado su interés por la cuestión morisca.
Los especialistas se han referido asiduamente a la construcción de la ima- gen del morisco en la península ibérica durante la Edad Moderna, pero no se había acometido un análisis sistemático de este aspecto. Los nuevos modos de vida, emanados de los cambios económicos, políticos y sociales del siglo XVI y principios del XVII, determinarán la conveniencia de la catalogación social, que inevitablemente tendrá uno de sus exponentes más visibles en las manifestaciones artísticas y literarias.
La contribución de Franco Llopis y Moreno Díaz del Campo es notable en la historiografía morisca de los últimos años. También en los estudios iconográficos de la sociedad moderna, especialmente en la creación de identidades, la alteridad religiosa y la cultura material. Les avala, por tanto, una amplia base de conocimiento, que aflora en este libro, resultado de una amplia y compleja investigación. No obs- tante, mediante una excelente redacción, han ordenado su exposición con claridad, brindándonos un imprescindible aporte teórico para interpretar con exactitud la imagen moderna del morisco. Además, se han apoyado en una acertada selección bibliográfica y aclaraciones a pie de página que facilitan la comprensión del texto.
Este libro, cuyo título Pintando al converso podría suscitar alguna duda en
tanto en cuanto se identifique “converso” con el judío que abraza la fe cristiana (de ahí la pertinencia aclaratoria del subtítulo, La imagen del morisco en la península ibérica (1492-1614), que nos sitúa en la categoría de converso a la que se refieren), cuenta con un prólogo de José María Perceval y Luis F. Bernabé Pons que, desde el primer momento, ensalzan su originalidad, invitándonos a leerlo. Se trata de un trabajo ambicioso, puesto que no solo estudia la representación del morisco en el arte y en la literatura, sino que examina la creación del imaginario morisco en su heterogeneidad. Bien apuntan los autores que no existía una única identidad

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morisca, por lo que tampoco podemos pensar en una única representación de la misma. Por consiguiente, esta investigación va más allá de la imagen demonizada del morisco, como singular representación del mal, y nos proporciona un necesario abanico de matices para la consecución de su objetivo: distinguir al morisco real del imaginado. Los autores formulan dos preguntas clave: “¿Existió un morisco real y otro imaginado?” (p. 15). Y, en segundo lugar, si realmente existió dicha distinción, ¿qué diferencias étnicas y etnológicas se aprecian entre un cristiano viejo y un morisco? Para responder a estas cuestiones, a las que se suman progre- sivamente otras trasversales, estructuran el libro en tres grandes bloques y ocho capítulos, todos ellos interconectados y adecuadamente abordados a partir de una metodología multidisciplinar, que mantiene en todo momento una línea argumental. Uno de los méritos de los autores consiste en ensamblar una extensa bibliografía sobre estas cuestiones con el análisis de conceptos como “raza” o “imagen útil”, y con documentos archivísticos e ideas, lo que no es tarea fácil. Afrontan esta pro- blemática con ejemplos paradigmáticamente elegidos y magníficamente explicados.
El prefacio constituye una introducción a la obra, donde los autores exponen sus
objetivos principales, justifican la organización del texto y presentan su contenido. El primer bloque se ocupa de la alteridad desde la Edad Media. Está dedicado a la representación de la conversión medieval a través del martirio de Bernardo de Alzira, que comparan hábilmente con otras fuentes. Añaden un dilatado análisis lexicográfico de términos como “raza” o “etnia”, de su evolución y connotaciones, manteniendo un exquisito cuidado respecto del uso anacrónico de los mismos, pues resultan piezas claves para entender la construcción del imaginario morisco y su representación a través del color de la piel o la indumentaria, para comprender mejor cómo se ha desdibujando la realidad morisca mediante la estandarización y la creación de estereotipos. Inciden los autores en la necesidad de observar la comunidad morisca en sus diversas variantes, tanto desde el punto de vista geográ- fico como cronológico, así como desde la perspectiva de la cultura material. Los “estereotipos” y “arquetipos” han sido herramientas útiles para la estandarización y la clasificación. La literatura convirtió al morisco en un animal, en un monstruo. Las representaciones artísticas deformaron su cuerpo y caricaturizaron su rostro, mostrándolo como un sujeto inferior. Franco y Moreno finalizan esta introducción metodológica comentando los inconvenientes provocados por el uso indiscriminado de conceptos como “mudéjar”, “maurofilia” o “vestir a la morisca”.
El morisco descrito ocupa un vasto espacio en el libro, habida cuenta de lo
que encontramos en la literatura, en la vestimenta o en diversas representaciones artísticas como las fiestas. En este apartado adquieren importancia especial las representaciones periegéticas, entre las que señalan el Tranchtenbuch de Cristoph Weiditz y el Civitatis Orbis Terrarum, donde el morisco aparece representado de forma exótica. La Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa inaugura el “gé- nero morisco”. Le seguirán la primera parte de las Guerras Civiles de Granada, escrita por Ginés Pérez de Hita, y la Historia de Ozmín y Daraja, ambientada en la Sevilla de finales del XVI e inserta en el Pícaro Guzmán de Alfarache de

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Mateo Alemán. En estas obras el morisco aparece llamando a la tolerancia y la convivencia, aunque hay una evolución clara entre el tópico morisco representado en El Abencerraje y el acercamiento a la realidad social de la época, cuando ya el asunto morisco parece insalvable (Historia de Ozmín y Daraja).
Por otro lado, tras la guerra de las Alpujarras los romances escenificarán acon- tecimientos amatorios o bélicos que servirán de puente entre la visión tolerante del morisco y la visión malevolente, entre la maurofilia y la maurofobia. En efecto, la guerra de las Alpujarras supuso un punto de inflexión en la percepción del morisco y en el diseño de un imaginario encaminado a su expulsión definitiva del solar hispano. Este conflicto, que se alargó durante tres años, fue narrado por numerosos autores, entre los que sobresalen los cronistas Diego Hurtado de Mendoza, Luis de Mármol Carvajal y el mencionado Pérez de Hita. Tras su resolución los moriscos continúan apareciendo en las novelas de los grandes literatos, mudando su repre- sentación con ropas al estilo de la indumentaria turca en Cervantes hasta diluirse las diferencias entre moro y turco en la obra de Lope de Vega o a vislumbrarse una cierta intención dignificante en los personajes moriscos de Calderón.
En el capítulo tercero los autores ahondan en el aspecto físico del morisco,
preguntándose si hay un morisco percibido. Esta cuestión aún no ha sido resuelta por la historiografía debido a varias causas: la inexistencia de diferencias de calado, o la falta de documentación que contenga datos o descripciones de moriscos más allá de apreciaciones subjetivas. En el capítulo cuarto se detienen en uno de los símbolos señeros para definir un determinado grupo social, el vestido, que tuvo implicaciones legales, económicas, culturales, religiosas o de tradición local y que, como puede verse en los inventarios nupciales, no fue un elemento estático, sino todo lo contrario, evolucionó considerablemente a lo largo de la centuria. Cierra este bloque el capítulo quinto, en el que se ocupan del estudio de lo efímero, de la fiesta, y su vinculación con la sociedad. Los juegos y las representaciones visuales en las decoraciones festivas, en las entradas triunfales o en ceremonias y pompas fúnebres de la Corona proyectaban en la sociedad la lucha de la Mo- narquía Hispánica contra el infiel. Esta simbología atravesaría nuestras fronteras. También los autores reflexionan sobre los silencios en torno a la representación de los moriscos, sobre sus presencias y ausencias como elemento propagandístico e ideológico del poder en las ciudades a través de las fiestas.
La tercera y última parte, que comprende desde el capítulo sexto al octavo,
está dedicada al morisco representado, a la imagen visual del converso. Para pro- fundizar en lo que han denominado “imagen útil”, los autores utilizan los relieves de la Capilla Real de Granada y la serie de lienzos de la expulsión de la Fundación Bancaja. La utilidad proviene de que estas representaciones son, inevitablemente, símbolos de poder e, incluso, de género, como ocurre en el caso de las diferen- cias entre el bautismo de moriscos y moriscas. Estos ejemplos se amplían con las ilustraciones de la Historia eclesiástica de Granada, en la que los martirios de Ugíjar destilaron un ingrediente “demonizador”, apareciendo los moriscos vestidos de turcos, con los que compartían la condición de infieles. Por último, analizan

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la representación pictórica del morisco oculto a través de los Desposorios místi- cos del Venerable Agnesio, del Bautismo de Cristo y de San Esteban acusado de blasfemo de Joan de Joanes.
Así pues, en conclusión, el libro Pintando al converso. La imagen del morisco en la península ibérica (1492-1614), de Borja Franco Llopis y Francisco J. Moreno Díaz del Campo, es una obra que, además de presentar un extenso estado de la cuestión sobre cada uno de los temas tratados, permite repensar la construcción del imaginario morisco a través de la imagen y abre numerosas líneas de investigación. Un libro de calidad que cumple los objetivos marcados por los autores y que ha de convertirse en referencia obligada para indagaciones futuras.
Raúl Ruiz Álvarez
Universidad de Granada - CEHVAL

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