Ortega del Cerro, Pablo e Hidalgo Fernández, Francisco (eds.) (2021), Entre venturas y desdichas. Trayectorias familiares en el ocaso del Antiguo Régimen (siglos XVIII-XIX), Sílex, Madrid, 330 págs. ISBN: 978-84-18388-87-3
Al calor de los cambios producidos en la historiografía desde los años 80 o incluso antes, emergió el interés por el sujeto y, particularmente, por la reconstrucción de familias gracias a la puesta en valor del método nominativo1. La historia social de la familia estaba llamada a ser piedra angular del análisis histórico dada la capacidad explicativa de la que goza el medio familiar2. En esta línea, la producción bibliográfica no ha hecho más que aumentar en lo que llevamos de siglo, como han señalado García González y Crespo Sánchez3. Su fundamentación teórica y metodológica ha tenido y tiene magníficos exponentes que han construido un potente entramado conceptual. Nociones como estrategia y trayectoria familiar se han unido en simbiosis con imágenes ligadas al estudio del cambio social como son las experiencias de transformación y las siluetas de cambio4. Y es que la familia se erige como el entorno cardinal para la observación de las experiencias que prefiguran las transformaciones de la sociedad. Así lo entienden Ortega del Cerro e Hidalgo Fernández y así lo demuestran en la obra que nos ocupa, en la cual se ponen en práctica los presupuestos teóricos anteriores mediante la reconstrucción de las trayectorias de doce familias en sendos estudios de caso. Antes de acercarnos más detenidamente a cada uno de ellos, es preciso señalar la pertinencia de la cronología elegida: los siglos XVIII y XIX o el ocaso del Antiguo Régimen. Es una deuda de la historiografía tratar estos períodos intermedios y aun intempestivos para los investigadores de las eras que estos siglos dividen; es decir, la Edad Moderna y la Contemporánea. El tiempo de la sustitución o imposición por contraposición apriorística de ambas épocas acabó, para ofrecer una visión mucho más enriquecedora, como es la de los contextos híbridos, jalonados de permanencias a la par que de mutaciones, complejizando el análisis del cambio social, eludiendo concepciones lineales y deterministas y esbozando una etapa dinámica, de movimientos a diferentes ritmos y velocidades, que no rehúye la consideración de la contingencia. Subir y bajar, como perfilan los coordinadores de la obra.
En la línea de las investigaciones de historiadores como Hernández Franco o Rodríguez Pérez sobre el desvanecimiento de los linajes nobiliarios en favor de las casas a lo largo de la Edad Moderna, Begoña Martínez San Nicolás analiza la política matrimonial de la genealogía de los Álvarez de Toledo durante la primera mitad del siglo XVIII. Las estrategias de la familia se vieron afectadas por vicisitudes tan naturales como la muerte de titulares sin herederos, pero también por un conflicto bélico de escala internacional como fue la Guerra de Sucesión. El apoyo al candidato austriaco forzó su exilio en Viena, donde forjaron conexiones. Al permitírseles el regreso en 1725, la primera mujer titular del ducado de Alba, María Teresa Álvarez de Toledo, tuvo que afrontar la reconstrucción del poder y las relaciones en torno a la corte borbónica a través de alianzas matrimoniales negociadas para sus hijos.
Del mismo modo, la Casa de Osuna, estudiada por Raquel Tovar Pulido, hundía sus raíces en los albores de la Modernidad. El momento de mayor brillantez de los Téllez-Girón llegó tras el conflicto sucesorio y su apoyo al pretendiente borbón. Su posición se consolidaría a lo largo del setecientos gracias a una esmerada política matrimonial, frecuentemente consanguínea y ligada a otras grandes familias. Pero incluso la más concienzuda estrategia es susceptible a la contingencia, como lo fue la muerte del primogénito que hizo recaer la titularidad en el segundón, que previamente había casado con la heredera de los Benavente –en principio tampoco llamada a serlo–, que aunaba cinco grandezas de España. El capítulo acaba con la quiebra de la casa mediado el siglo XIX.
Los dos siguientes trabajos abordan una cuestión fundamental: el patrimonio como sustentador de la posición social y su exteriorización desde un plano simbólico e identitario, siempre a través del estudio de la trayectoria de una familia. Por un lado, Natalia González Heras indaga en el salto a la nobleza de título de los Rodríguez de los Ríos en el contexto de la Guerra de Sucesión, merced a sus servicios a la Corona como financieros. Los ahora marqueses de Santiago, sin abandonar los medios que los habían aupado al título –como asentistas, arrendadores de impuestos y muy especialmente sus negocios inmobiliarios–, se afanaron en exhibir una imagen noble, a través de factores materiales y culturales, desde la vivienda y la cercanía a los espacios cortesanos, al coleccionismo artístico y el patronazgo religioso. Por otro, Luciana Luque Greco escudriña, desde la perspectiva de la historia de la cultura material, la vivienda y los objetos domésticos de una familia de la oligarquía murciana como los Buendía-Fontes.
Tan importante como amasar y exteriorizar un buen patrimonio era legarlo convenientemente. La transmisión constituía con frecuencia un punto conflictivo como ha estudiado Isabel M.ª Melero Muñoz para el caso de los Alderete, que protagonizaron un tortuoso pleito para dilucidar quién debía heredar un mayorazgo instituido años atrás, al morir su titular sin descendencia legítima, pero sí natural. Aquello derivó en investigaciones genealógicas, consultas en archivo y argumentos de abogados que amenazaron incluso con deteriorar la buena imagen de la familia.
Judit Gutiérrez de Armas analiza, por su parte, la conflictividad social generada en la isla de Tenerife en torno a la familia de los Soler-Chirino y sus propiedades. Llegados en plena fase de colonización en el siglo XVI, encontraron siempre en el proceso de señorialización la resistencia y las rebeliones del campesinado local o el enfrentamiento pleiteante con familias rivales. Esta genealogía de sucesos, visible a través de la trayectoria de la familia, contextualiza el asesinato del marqués ya en el siglo XIX, así como la progresiva sustitución de esta élite señorial por la caciquil.
Otra familia caracterizada por la movilidad es la estudiada por Pablo Ortega del Cerro. Se trata de los Lasquety, dedicados al comercio y arraigados en la floreciente Cádiz de las postrimerías del XVII procedentes de Italia. Su cursus honorum durante el setecientos, siempre ligado a los negocios, resultó en la obtención de la hidalguía y, seguidamente, de un título nobiliario. En la segunda mitad de la centuria, parte de la progenie ya asentada buscó nuevas vías de posicionamiento en la carrera militar y política, si bien la contingencia –epidemias, guerras, ruptura del comercio monopolístico español– revolvió a esta familia a inicios del ochocientos.
Un análisis de larga duración realizado por Francisco Cebreiro Ares sobre los García Pan de Santiago de Compostela revela una tendencia al continuismo, a la persistencia en un tipo concreto de obtención de recursos como era la banca tradicional. Constituye un ejemplo de estatismo monetario. Esta saga de prestamistas consiguió la hidalguía gracias a sus sólidos apoyos a principios del XIX, pero, a juicio del autor, la recompensa a sus esfuerzos llegó tarde y sin apenas ya apetencia para una familia que empezaba a comportarse ahora al estilo burgués.
Del ámbito rural al urbano para acceder al gremio de plateros se desplazaron los Oliver-Copons estudiados por Francisco Hidalgo Fernández. La transmisión del oficio fue la tónica general durante el siglo XVIII de esta familia, que se esforzaba igualmente por conseguir propiedades inmobiliarias. Se acrisolaba paulatinamente su distinción y calidad, en lógica con la contextura tradicional del Antiguo Régimen, al disfrutar asimismo de sangre limpia –alejada de oficios viles y mecánicos– y conseguir la hidalguía. Con estos antecedentes, a finales de siglo la platería pasó a un segundo plano y el linaje viró a la representación de una clase media universitaria que pronto copó cargos públicos o se dirigió a la Iglesia, el Ejército y a las profesiones liberales. Conminado uno de sus miembros al exilio en el convulso primer tercio del siglo XIX, la trayectoria individual lo llevó a América y a malvivir en Inglaterra, respectivamente, para después morir arruinado. También a América arribó el linaje judicial navarro de los Osés, examinado por Francisco Miguel Martín Blázquez. Allí vivió las alteraciones auspiciadas por el liberalismo y el inicio de los movimientos emancipadores de principios del XIX. Dos generaciones más tarde la familia volvería a la Península en un nuevo contexto de la Administración y la Justicia y aun de la sociedad.
Descendiendo en la escala social, Carlos Vega Gómez se adentra en los Hernández, una familia de seis hermanos labradores albaceteños que, al morir los progenitores, tuvieron que orientar sus vidas y la de su hermana menor, que debía ser tutelada. A través de las fuentes el autor intuye la falta de afecto a la pequeña, que recaló en la casa de su tía, ante el desinterés aparente de sus hermanos. Complementariamente, observa ciertos indicios del creciente individualismo de la sociedad liberal frente a la antiguorregimental. Una familia humilde del entorno rural palentino es, por otra parte, el objeto de estudio de Cynthia Rodríguez Blanco. Múltiples adversidades acosaron a los Mucientes, como la muerte, la pobreza y la deshonra por embarazo que llevó a la desdichada Gaspara a pleitear y buscar sustento por un tiempo como nodriza en un hospital de la ciudad.
En conclusión, se trata de una obra que viene a satisfacer la necesidad –expresada por ejemplo por el profesor García González5– de llevar a la praxis el andamiaje teórico de la historia social de la familia y que lo hace excelentemente a través de un variado elenco de autores y estudios de caso, que son diversos desde un punto de vista geográfico y social, exhibiendo así una amplia panorámica de una sociedad en transformación como fue la de finales del Antiguo Régimen.
Álvaro Sánchez López de Vinuesa
Universidad de Málaga
1. Sobre este asunto y la evolución de la historia social: Chacón Jiménez, Francisco (2008), «La revisión de la tradición: prácticas y discurso en la nueva historia social», Historia Social, 60, pp. 145-154; García Cárcel, Ricardo (2008), «Veinte años de historia social de la España Moderna», Historia Social, 60, pp. 91-112, y Ginzburg, Carlo y Poni, Carlo (1991), «El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico», Historia Social, 10, pp. 63-70.
2. Chacón Jiménez, Francisco (1998), «Presentación: propuestas teóricas y organización social desde la historia de la familia en la España Moderna», Studia Historica. Historia Moderna, 18, pp. 17-26.
3. García González, Francisco y Crespo Sánchez, Francisco Javier (2017), «Radiografía de un impulso compartido. La historia de la familia en España e Iberoamérica (2000-2015)», en O. Rey Castelao y P. Owen (eds.), Familias en el Viejo y el Nuevo Mundo, Universidad Nacional de La Plata, pp. 44-78.
4. Son de obligada mención García González, Francisco (2021), «Trayectorias familiares. Reflexiones metodológicas para la investigación en el Antiguo Régimen», en F. García González (ed.), Familias, trayectorias y desigualdades. Estudios de historia social en España y en Europa, siglos XVI-XIX, Sílex, Madrid, pp. 27-54, y Ortega del Cerro, Pablo (2018), «Cambio e Historia: necesidades y posibilidades del análisis historiográfico a través de las “experiencias de transformación”», Revista de Historiografía, 29, pp. 277-296.
5. García González, Francisco (2021), «Trayectorias familiares. Reflexiones metodológicas para...», pp. 27-54.