Morales Muñoz, Manuel (2020), Málaga, 1833-1885. Los contrastes de una ciudad en transformación, Teatro Cervantes de Málaga e Iniciativas Audiovisuales, Málaga, 249 págs. ISBN: 978-84-0924-380-8

Ya desde el título queda patente tanto el espacio como el tiempo que aborda esta obra, enmarcada en el ciento cincuenta aniversario de la inauguración del emblemático Teatro Cervantes en la capital malagueña. A lo largo de sus páginas brinda una información clara y exhaustiva de la Málaga coetánea, de sus protagonistas y del pulso de una sociedad dinámica, con perspectivas de progreso, pero paralelas a un conjunto de obstáculos que no se pueden obviar. Y esto lo consigue Manuel Morales Muñoz, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Málaga, a través de cinco capítulos bien estructurados, acompañados de una introducción, un epílogo y una serie de anexos trufados de datos y referencias que enriquecen y amplían las expuestas en el escrito.

El periodo estudiado coincide con el fin del absolutismo y la consolidación del Estado liberal, proceso durante el cual Málaga llegó a duplicar su población a la par que se desarrollaba la economía y crecían las oportunidades de negocios para las personas emprendedoras que se aprestaban a iniciar aventuras comerciales. En este contexto de revolución liberal-burguesa el primer capítulo expone las peculiaridades de la clase social que la lleva a cabo. Un pequeño grupo que representaba el 5 % de la población y que supo aprovechar el reinado isabelino para construir y avanzar en un sistema de gobierno distinto. Un nuevo régimen asentado en los principios de la Ilustración y el capitalismo, que les garantizaba el ascenso y protagonismo social y político. El eco de este triunfo puede observarse en la certera recopilación de los actores destacados de la burguesía malagueña, donde no faltan personalidades de la relevancia de Manuel Agustín Heredia o Martín Larios, sin dejar de lado otras figuras como Miguel Crooke Castañeda o Eduardo Galwey. De todos se señalan sus negocios y actividad política, elementos que se entrelazan mostrando un panorama de desarrollo y poder.

Este éxito no solo les afectaba personalmente, sino que, dada su gran influencia, tuvo impacto en varios frentes. Entre ellos la ordenación territorial, que evolucionó hacia la aparición de grandes zonas abiertas. Este urbanismo de esparcimiento favoreció el ocio de dicha clase social mediante elementos como los paseos públicos, entre los cuales la Alameda Principal, lugar de tránsito obligado para quienes quisieran participar en el juego de las relaciones de buena sociedad, era el paradigma. En la misma línea se insertaba la proliferación de teatros, cafés, plazas de toros, librerías, liceos, etc.

Una dinámica similar a la que configuró la distribución y funcionalidad de los espacios del centro inspiró las transformaciones de los barrios proletarios, concentrados alrededor de las nuevas industrias y con instalaciones asistenciales y de corrección para la clase obrera como los asilos y los hospitales. La precariedad del trabajo obligaba al paro en determinados periodos, teniendo que recurrir un número significativo de los trabajadores a la mendicidad. Esta situación se encontraba en la base de lo que se dio en conocer como la cuestión social, que afectó a toda España y movió a la preocupación de las élites gobernantes por lo que significaba de riesgo para la convivencia y el control social.

En el espacio rural la realidad no era mucho mejor. La desamortización dejó, en una sociedad donde el 60 % se dedicaba a la agricultura, a cientos de jornaleros sin recursos y a ayuntamientos sin una de sus fuentes de ingresos. Esto provocó el asalto de tierras, la quema de cosechas y la destrucción de los registros de propiedad. Las clases populares se veían marginadas de la política y la educación, con apenas unas pocas escuelas y el predominio del analfabetismo. El hambre se extendía durante las crisis laborales y de subsistencia, lo que acrecentaba las muertes a las que se sumaban las producidas por epidemias de tifus, gripe, tuberculosis… Para intentar aliviar este escenario la burguesía recurrió entre otros recursos a la caridad, ejercida principalmente por las mujeres, en tanto que virtud cristiana, creando sociedades benéficas, abriendo suscripciones y adoptando diversas medidas favorables a las clases trabajadoras que, sin embargo, no alcanzaron a solucionar el problema.

El segundo capítulo se centra en la política, iniciándose con referencias al liberalismo tras el restablecimiento del régimen constitucional en 1820 y el gran recibimiento en Málaga de sus promotores, en especial de Rafael de Riego. Se narra con detalle, como es propio de un especialista en la temática, la actuación de los liberales y de los absolutistas en estos años de lucha por la construcción del Estado liberal y las resistencias de las fuerzas del Antiguo Régimen. Así, a la muerte de Fernando VII, y ante la posibilidad de subida al trono de su hermano Carlos María Isidro, parecía más conveniente al liberalismo el apoyo a María Cristina y la opción de Isabel, hija del monarca. A su vez el Estatuto Real de 1834 no caló entre los malagueños, multiplicándose las manifestaciones a favor del regreso a la Constitución gaditana. Ya en 1836 la milicia se levantó en armas contra el gobierno, acabando estos episodios con la vida del gobernador militar de la provincia. Se narra la compleja vida política de estos momentos sin dejar de lado la importante actuación de los progresistas y la evolución detallada de los principales actores de la vida política, concluyendo con el afianzamiento de la práctica política del liberalismo.

Por otra parte, los movimientos democráticos en la capital malacitana los formaban personas sobre las que recayó una estricta vigilancia dirigida por las autoridades isabelinas que, temerosas de la aparición de agitación y altercados, trataron de impedir sus encuentros y reuniones. A ellos se les unieron los grupos cercanos al krausismo, con los que compartían ciertas ideas como la demanda de libertad intelectual y el interés por modernizar España desde el punto de vista cultural y social, lo que favoreció la colaboración por la consecución de diversos objetivos.

Avanzando en el tiempo, con el inicio del Sexenio Revolucionario se comprobó la implantación republicana en Málaga a través de unas elecciones municipales celebradas por sufragio universal y que permitió a estos gobernar en poblaciones como Antequera, Ronda y Málaga capital. Tras la proclamación de la república en 1873 y espoleados por el ejemplo de otras zonas como Cartagena, se declaró el cantón malagueño, que, pese a la intervención del ejército, consiguió resistir dos meses, contrastando con lo efímero de otras experiencias equivalentes surgidas en otros puntos de la geografía española.

Continúa el tercer capítulo con un repaso de los aspectos culturales y educativos, sobresaliendo la referencia al Plan general de instrucción pública de 4 de agosto de 1836. El primero que desde los principios liberales iba a forjar ciudadanos educados en centros surgidos al albur de la efervescencia del periodo y donde se formarían la mayoría de los promotores del Teatro Cervantes. Centros como el Colegio de Isabel II y el Colegio Mercantil de Málaga, creados en 1835 y de los cuales el autor desarrolla sus principales rasgos. Asimismo, exhibe el contraste entre el avance en la enseñanza pública secundaria y la escasa atención que se prestaba a la instrucción primaria pública que presentaba un panorama sombrío, que perduró a pesar de la ley Moyano (1857): pocos centros, reducidos, con mala iluminación y ventilación, impagos a los maestros, etc. Como consecuencia, las cifras de analfabetismo en 1877 eran terribles, con un 60 % de la población mayor de siete años que no sabía leer ni escribir. La exploración de soluciones no se sustentaría únicamente en la edificación de nuevos colegios, sino en medidas, siempre desde el prisma de las clases burguesas, para acercar al obrero a la lectura e instrucción. Simultáneamente se le debía alejar de vicios como el juego y el alcohol, y en los casos extremos internarlos en correccionales.

Antes de concluir este apartado se hace mención expresa sobre el desolador panorama para los libreros malagueños de principios del siglo XIX. Este no se iba a arreglar en parte hasta mediados de 1849, cuando la ciudad contaba con siete librerías a las que ese mismo año se sumó La Puntualidad. Establecimiento de carácter moderno y lujoso, podía competir con las mejores librerías de Madrid y Barcelona, pero su promotor, Moya, tuvo que sortear numerosas dificultades y obstáculos, convirtiéndose no obstante en un referente de la actividad cultural.

El cuarto capítulo estudia los mecanismos de sociabilidad que dieron origen en la localidad malacitana a diversas sociedades industriales, científicas, literarias, políticas, benéficas, artísticas, etc. Entre ellas, según el autor, sobresalieron El Liceo Científico, Literario y artístico en los años 40 por la gran diversidad dentro de su oferta de actividades; ya en 1862 El Círculo Mercantil que disponía de la mayor parte de los periódicos de España y los principales del extranjero; la Sociedad Lope de Vega, conformada por un importante núcleo de amantes de la música; la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga; La Sociedad Filarmónica en 1869 y la Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales. Sin olvidar las tertulias informales que surgían en librerías de forma repetida protagonizada por contertulios habituales.

Del mismo modo posa su mirada en las formas de socialización populares, influidas por los mecanismos de imitación de los modelos burgueses dominantes. Así, durante los años 40 las clases trabajadoras crearían sociedades corales, sociedades de socorros mutuos, casinos y cooperativas de resistencia al capital. Esta sociabilidad de carácter horizontal y con tendencia hacia la izquierda política se basaba en la búsqueda de mecanismos esenciales para el progreso social en un contexto de gran dificultad. Así se hacía más necesario que nunca forjar herramientas que proporcionaran socorro monetario y moral en caso de necesidad. No sólo en lo material sino también en lo político donde destacaron sociedades secretas como la Sociedad del Mortero, Los Hijos del Pueblo o la Venta Nacional. En la misma línea el profesor Morales recalca que Málaga fue una de las primeras ciudades donde se respondió cuando los Trabajadores de la Federación de la Región Española (AIT-FRE) propusieron la celebración de un Congreso Obrero de ámbito nacional. A continuación, en 1870, se crearía la Federación malagueña de dicha asociación.

El último capítulo se ocupa del mundo teatral abarcando todas las referencias ineludibles sobre la edificación del Teatro Cervantes, entrando en el detalle de los antecedentes, protagonistas y pormenores. A su vez nos recuerda la vinculación existente entre las artes escénicas y la política. Fundamentalmente debido a una capacidad de difusión que era temida por los mandos gubernativos cuando las ideas desplegadas eran contrarias a las propias, llegando a promulgarse leyes que restringían los contenidos que se podían representar desde las tablas. Continúa el texto explicando una historia de superación fraguada en una urbe que hasta ese momento solo contaba con escenarios menores, incluyendo determinados cafés, así como recintos especializados tal que el Teatro-Circo de la Victoria, el Teatro-Circo de la Merced y por último el Teatro de La Libertad. Precisamente el incendio de éste último fue el motivo de la iniciativa para la constitución de la Sociedad del Nuevo Teatro que consiguió inaugurar en diciembre de 1870 el conocido como Teatro Cervantes. Durante sus primeros pasos contó con unas programaciones que fueron auténticos éxitos de público, siendo merecedor de los primeros elogios y logrando ocupar un sitio en el ambiente teatral y cultural.

El epílogo pone el foco sobre la crisis económica malagueña, iniciada en los años 70 del siglo XIX y que conllevó un declive que el autor explica por la competencia catalana, asturiana, vizcaína en diferentes sectores económicos e industriales, la reducción de la demanda interior, las potentes huelgas de 1890 y 1894, la crisis agraria provocada por la expansión de la filoxera, etc. La situación alentó los movimientos migratorios interiores, provinciales y hacia el extranjero, a la vez que aumentó el desempleo y las situaciones críticas de hambre. Esta realidad afectó al Teatro Cervantes, que padeció una disminución de funciones sucediéndose los malos datos de recaudación, a la par que la maltrecha sociedad malagueña iba sufriendo penalidades como el terremoto del 25 de diciembre de 1884, que extendió la ruina, el hambre y los heridos.

Equilibrio entre una sólida información y levantado sobre la base de las fuentes históricas y un importante aparato crítico, Morales nos brinda un libro completo que aborda con honestidad y profundidad la realidad de Málaga en un periodo de esplendor, pero a la vez lleno de contrastes, en el que se alternan las dificultades y las oportunidades. Tras su lectura queda bien perfilada la realidad histórica en la que surge el Teatro Cervantes, protagonista silente durante toda la obra. Nos encontramos ante un ensayo recomendable para quienes quieren conocer en profundidad, tanto a nivel divulgativo como a nivel académico, este hecho, así como la historia de la ciudad donde tuvo lugar.

Víctor José Ortega Muñoz

Universidad de Málaga