ISSN: 0212-5099

E-ISSN: 2695-7809

DOI: https://doi.org/10.24310/baetica43202316502

HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO ORDEN SOCIAL: GENEALOGÍAS FEMINISTAS Y MILITANCIA DE MUJERES EN MENDOZA (ARGENTINA)

Laura Rodríguez Agüero*

CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas)

UNCUYO (Universidad Nacional de Cuyo)

RESUMEN

En este trabajo, en vistas a rastrear genealogías feministas, indagaremos en algunas experiencias ocurridas en la década del ´70 en Mendoza. En investigaciones anteriores hemos reconstruido las principales características que tuvo la lucha de clases en los álgidos ’60 y ´70. En esta ocasión, pondremos el foco en algunos tempranos debates feministas que cuestionaron «el orden social machista», apuntando a poner en valor la temprana presencia de esas discusiones en una provincia periférica, y a rastrear de qué modo esas experiencias se fueron conectando y creando redes que fueron parte fundamental tanto del proceso de movilización política de los ´70 como de la organización del movimiento de mujeres durante los ’80.

Palabras clave: Genealogías, mujeres, feminismos, historia reciente, militancias

Enviado: 27/03/2023 Aceptado: 13/07/2023

*lrodriguezaguero@gmail.com

ISSN: 0212-5099

E-ISSN: 2695-7809

DOI: https://doi.org/10.24310/baetica43202316502

TOWARDS THE CONSTRUCTION OF A NEW SOCIAL ORDER: FEMINIST GENEALOGIES AND MILITANCY OF WOMEN IN MENDOZA (ARGENTINA)

Laura Rodríguez Agüero*

CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas)

UNCUYO (Universidad Nacional de Cuyo)

RESUMEN

In this paper, in order to trace feminist genealogies, we will investigate some experiences that occurred in the 70's in Mendoza. In previous research we have reconstructed the main characteristics of the class struggle in the peak '60s and '70s. On this occasion, we will focus on some early feminist debates that questioned «the machsta social order», aiming to value the early presence of these discussions in a peripheral province. Also we will focus on how these experiences were creating networks and were a fundamental part of the political mobilization process of the '70s and the organization of the women's movement during the '80s.

Key words: Genealogies, women, feminism, recent history, militancy

Enviado: 27/03/2023 Aceptado: 13/07/2023

*lrodriguezaguero@gmail.com

1. INTRODUCCIÓN

El pasado se presenta a menudo deshilvanado y disperso. De

él hemos ido recuperando con dificultad frágiles genealogías

de mujeres que se presentan a la manera de pequeñas

interrupciones apenas visibles, relámpagos, iluminaciones

fugaces que permiten establecer conexiones con ese pasado1

En este trabajo nos proponemos rastrear genealogías feministas en la provincia de Mendoza (Argentina) entre los ´70 y los ´80, apuntando a poner en valor la temprana presencia de esas discusiones en una provincia periférica. En esa dirección, por un lado, analizaremos algunos de los debates y experiencias que cuestionaron «el orden social machista», y por otro, rastrearemos de qué modo esas experiencias se conectaron y crearon redes que fueron parte fundamental tanto del proceso de movilización política de los ´70 como de la organización del movimiento de mujeres durante los ’80. Para realizar esta investigación partimos de dos anticipaciones de sentido. En primer lugar, que los debates feministas de la «segunda ola» también tuvieron lugar en el denominado interior del país, aunque poco conozcamos al respecto2; y, en segundo lugar, que la dictadura militar (1976-1983) además de la imposición de un plan de exterminio que dejó un saldo de 30000 personas desaparecidas, produjo, a través de prácticas sociales genocidas, una interrupción en la transmisión de experiencias organizativas disruptivas3. No obstante, hubo continuidad en ciertas tramas sociales, hecho plasmado, entre otras cosas, en el resurgimiento de organizaciones de mujeres a comienzos de los ´80.

Para abordar estas experiencias tendremos en cuenta las marchas y contramarchas que «acechan a quienes procuran por genealogías de mujeres y feministas desde el Sur, desde esa tierra que los europeos denominaron América»4. Para el caso analizado, se trata, además, de experiencias que ocurren en Mendoza, una provincia alejada de la capital del país, hecho que también «es constitutivo de la experiencia política»5. Conscientes del carácter episódico de la historia de los sectores subalternos y de las discontinuidades históricas a que han sido sometidas las genealogías de mujeres, apuntaremos, siguiendo a Ciriza, a la construcción de genealogías –contradictorias y ambivalentes– que vinculan tradiciones subalternas de mujeres entre el pasado y el presente, y que se reactualizan en distintas luchas a lo largo de la historia6.

En vistas a recuperar algunos de esos hilos, en este trabajo indagaremos en una serie de instancias protagonizadas por mujeres que fueron tejiendo la trama social de los ´60 y ´70. Comenzaremos rescatando una experiencia pionera ocurrida a fines de los ´60: el Centro de Investigaciones de la Mujer (CIM) vinculada al IASYF (Instituto de Acción Social y Familiar) que hacia 1968 publicó algunos boletines y un libro, que daban cuenta de los principales debates de la denominaba «segunda ola feminista». A continuación, luego de una breve descripción de la persecución estatal y paraestatal sufrida por las personas vinculadas a las organizaciones abordadas, prestaremos atención tanto a la interrupción como a la continuidad de esas experiencias, atendiendo al resurgimiento de estas redes en los ´80 en el marco de FEC (Federación Ecuménica de Cuyo).

Algunos interrogantes iniciales que estructuran este artículo son ¿Adónde y como se manifestaron los primeros debates feministas en la Mendoza de los ´70? ¿De qué modo se vincularon con el proceso de radicalización política de la época? ¿Qué ocurrió con esos incipientes feminismos luego de la última dictadura militar? ¿De qué modo resurgieron y se rearticularon dichas experiencias en la postdictadura? Este trabajo, que se inscribe en el campo de la historia reciente y los estudios feministas, será realizado con diarios, revista y entrevistas a protagonistas de la época.

2. UN BREVE CONTEXTO

En Argentina, luego del golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955, se abrió un proceso de radicalización política y social que tuvo hondas repercusiones en las décadas siguientes. Numerosas investigaciones señalan que, a partir del derrocamiento y proscripción del peronismo (1955), y del avance sobre las condiciones de trabajo y de vida de los y las trabajadoras (producto del agotamiento del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones7) comenzó un «ciclo de protestas» que se cerró abruptamente con el golpe de Estado de 1976. Dos actores sociales fueron fundamentales en este proceso: obreros/as y estudiantes quienes realizaron numerosas acciones de protestas conjuntas, alcanzando un alto grado de fusión en las revueltas populares conocidas como «azos» (Cordobazo, Rosariazo, Mendozazo, entre otros). La provincia de Mendoza no fue ajena a este proceso y también se produjeron numerosas protestas, principalmente por parte de trabajadores/as estatales, docentes, bancarios, contratistas de viña, obreros del cemento, municipales, telefónicos, metalúrgicos y estudiantes, produciéndose el 4 de abril de 1972 la revuelta conocida como Mendozazo8 punto de tensión más alto del periodo.

Los ´60 y ´70 además, trajeron múltiples transformaciones para las mujeres y los y las jóvenes. Si bien el denominado proceso de modernización cultural9 no produjo transformaciones radicales, tal como han señalado Cosse (2009) y Nari, Feijoo (1996), se produjo una significativa alteración en pautas culturales y sociales respecto de lo que implicaba «ser joven» y del lugar de las mujeres en el mundo del trabajo, la política, la educación y en la sociedad en general.

En este contexto, y como un intento de institucionalizar las protestas, en 1973 se levantó (luego de 18 años) la proscripción del peronismo, que en marzo de ese año ganó las elecciones con la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima, aliviándose por un breve lapso las tensiones políticas y sociales. A meses de asumir Cámpora, la derecha peronista junto a sectores conservadores vinculados a las FFAA, sabotearon las políticas progresistas del tercer gobierno peronista, y tras la muerte de Perón en 1974, el gobierno de Isabel Perón consolidó el giro a la derecha que había comenzado cuando el líder se hallaba vivo. Fue así que se agudizó el accionar violento de bandas paraestatales que perseguían, secuestraban y asesinaban a personas vinculadas a las izquierdas peronista y marxista10. Como ha señalado Gilly «las alas duras de las dos corporaciones gemelas, el ejército y la burocracia, ya habían percibido la magnitud del desafío» y habían unido sus fuerzas para resolver, a través de las 3 A, «la anomalía cuya presencia autónoma habían detectado pero cuyos contornos no podían todavía precisar»11. Finalmente, en un contexto de dictaduras en el Cono Sur, la permanente puja capital-trabajo tuvo su desenlace a favor del capital, a partir de la dictadura que tomó el poder en marzo de 1976. Tal como sostiene Canelo, «las clases dominantes, civiles y militares, supieron advertir la oportunidad histórica que se les presentaba para implementar el proyecto refundacional más devastador de la historia argentina»12. En la misma dirección, Petras señala que el estado capitalista jamás había actuado de forma tan incondicional y directa a favor del capital, como lo hizo la dictadura que se instaló en el poder en marzo de 197613.

En esta investigación queremos hacer hincapié en la idea de que el golpe de Estado de 1976 no solo apuntó a resolver la situación de crisis económica, política y social, sino que además persiguió restaurar los roles «naturales» de género cuestionados durante los ´60 y ´70. Como ya hemos señalado, «la dictadura también implicó una «revancha patriarcal» y un proceso de «restauración moral» que buscaba poner freno a la «subversión» de las relaciones inter-genéricas y de los valores occidentales y cristianos, que habían sido puestos en riesgo por la «infiltración comunista» y las «ideologías extranjerizantes»14. A continuación, analizaremos de qué modo, a escala local, durante los primeros ´70, se cuestionaron desde diversos sectores sociales, algunos de los pilares del orden social patriarcal –y capitalista–.

3. LOS FEMINISMOS DE LOS ´70

Hacia la década del ´70, en el marco de la denominada segunda ola feminista y en un contexto de creciente radicalización política y social, en Argentina prosperaron agrupaciones feministas. Tal como sostiene Eva Rodríguez Agüero, si bien en los países centrales el feminismo «adquiría características de movimiento de masas, aquí, en cambio, se trató más bien de grupos pequeños, pero muy activos»15. Esas organizaciones eran: UFA (Unión Feminista Argentina) que se inició en 1970, el MLF (Movimiento de Liberación Feminista) en 1971. «Los fundamentos de este último eran similares a los sustentados por los movimientos feministas de Europa y Estados Unidos y ese mismo año inauguran una campaña por el aborto libre y gratuito»16. Además, este grupo fundado por María Elena Oddone, editó la revista Persona. Dentro de esta orientación se hallaban ALMA (Asociación para la Liberación de la Mujer Argentina) «nacida en 1974 a partir de desprendimientos de UFA y el MLF»17. En 1970 también aparece Nueva Mujer, un grupo editorial que se dedicó a la traducción y edición de clásicos del feminismo. «Dos de sus pioneras fueron Marta Míguelez y Mirta Henault. Cuando Nueva Mujer se disuelve por causa de divergencias ideológicas, algunas de sus integrantes pasan a formar parte de UFA»18. Esta editorial publica «Las mujeres dicen basta», libro pionero del feminismo argentino. Otras agrupaciones eran Eros (agrupación de universitarios provenientes de la izquierda que promovía el amor libre), Safo (agrupación de lesbianas) y el FLH (Frente de Liberación Homosexual). Dentro de los partidos de izquierda, también surgieron organizaciones feministas: en el PST (Partido Socialista de los Trabajadores) surgió la revista Muchacha, y en 1974 «se creó el MOFEP (Movimiento Feminista Popular) como un desprendimiento del FIP (Frente de Izquierda Popular), que manifestaba las preocupaciones de ese partido por la «doble jornada» de trabajo y por la socialización de las tareas domésticas que las mujeres deben asumir de manera exclusiva en las sociedades capitalistas»19.

Ciriza y Rodríguez Agüero han demostrado el papel fundamental que cumplieron en la difusión de las ideas feministas en Argentina algunas «viajeras apasionadas» que tuvieron la posibilidad de desplazarse entre el norte y el sur, y fomentaron la circulación de ideas, libros y autoras. Sin embargo, no se trataría de la «influencia» de las europeas y las norteamericanas sobre las feministas del sur, sino más bien «de tráficos, viajes, traducciones, realizadas como experiencias de traspaso de las fronteras espaciales, temporales, entre las lenguas»20. En este punto nos interesa resaltar que la circulación de ideas entre el norte global y las grandes urbes del sur, en este caso Buenos Aires, también irradió redes hacia el denominado interior del país. En el caso de Mendoza nos encontramos con el paso de una de esas «viajeras apasionadas», Gabriela Christeller de UFA, quien «había conocido a Simone de Beauvoir y tomado contacto con la obra de Carla Lonzi, además de mantener activa relación con colectivos feministas en Francia e Italia21». La italiana estuvo en más de una oportunidad en la provincia22, lo que explicaría, en parte, algunos de los debates y lecturas que se dieron en el marco de una comprometida militancia social cristiana vinculada a la izquierda peronista. Nos referimos específicamente al Centro de Investigaciones de la Mujer (CIM) que existió entre 1969 y 1972 (ligado a grupos ecuménicos y tercermundistas) y que realizó por esos años conferencias y seminarios en el Instituto de Acción Social y Familiar (IASYF). Hay que mencionar que este espacio de discusión política y teológica surgido en 1968 agrupó a personas que provenían de diversas instancias organizativas barriales, educativas, religiosas y partidarias; y se propuso «trabajar en el área educacional en la tarea de estructuración de un curso de orientadores educacionales y sociales»23.

4. LA MILITANCIA SOCIAL Y EL CUESTIONAMIENTO AL «ORDEN SOCIAL MACHISTA»

La Mendoza de los 70 tuvo una marcada presencia de militantes mujeres en distintos espacios, tal como ha sido demostrado por investigaciones que han rescatado, de modo fragmentario, la presencia de «mujeres transgresoras» en diversas instancias de organización: en las jornadas del Mendozazo24, en las experiencias gremiales del combativo gremio docente, en el de trabajadores/as estatales, en organizaciones político militares, en el trabajo barrial, en el ámbito artístico-cultural y en novedosas experiencias de educación popular25.

Pero además de haber tenido una activa participación política, algunas mendocinas fueron parte de distintas vertientes militantes que impulsaron debates en clave feminista, que confluyeron y atravesaron la densa trama social de la época. Si bien desde diversos espacios se impulsaron esos debates, acá nos ocuparemos de la militancia social ligada a sectores de izquierda del cristianismo. Brevemente diremos que, en la provincia, para la época estudiada, tuvo una enorme gravitación el MSTM (Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo) y algunas tendencias cristianas, todas ellas vinculadas a la izquierda en general y a la peronista en particular. Es decir que no se puede comprender cabalmente el clima de la época, sin tener en cuenta las raíces religiosas que impregnaron gran parte de las experiencias políticas radicalizadas, ya que, desde allí, se desplegaron otras redes que fueron ligando a militantes de diferentes extracciones y que dieron lugar a las experiencias feministas que nos interesa abordar26. Nos referimos particularmente al Instituto de Acción Social y Familiar, en el marco del cual nació el CIM.

Desde estas instancias de militancia de izquierda y cristiana, surgieron las publicaciones que nos interesa analizar. Una de ellas fue el libro «Opresión y marginalidad de la mujer en el orden social machista», resultado de los encuentros semanales realizados en el IASYF y cuyos autores/as, fueron miembros fundadores de este espacio de formación. Nos referimos a Ezequiel Ander Egg, Norma Zamboni, Anabella Yáñez, Jorge Gissi y Enrique Dussel. Tal como hemos señalado en trabajos anteriores, «este libro parte de la idea de que ha llegado la hora de las mujeres, el momento de entrar en el mundo que los hombres concibieron y edificaron a su imagen y semejanza para transformarlo cambiando por entero el rostro de la civilización humana»27. Siguiendo a Stuart Mill señalaban «que las mujeres habían sido entregadas como esclavas a los hombres desde los primeros días de la sociedad humana y que su emancipación sería la medida de la emancipación humana»28. En este escrito, Ander Egg y Zamboni brindan algunas herramientas teóricas feministas, Yáñez reflexiona sobre la alienación que viven las mujeres en sus vidas cotidianas, y el yugo que implica el amor romántico, el matrimonio y la maternidad como destino. Para esta autora, sólo a través de una ardua reflexión individual y colectiva se abrirá el camino hacia la «emancipación» que transformará al orden social en su conjunto. De ahí la tarea fundamental que les espera a las mujeres: «Sí, hermanas, temamos ahora que aún estamos a tiempo de poseer futuro. Aún podemos ser nosotras mismas». A lo que agrega:

Esas mujeres del tiempo que se anuncia, esas que deberán construir colectivamente un proyecto de liberación humana serán solidarias entre sí pues no serán los varones, sino ellas mismas el centro de sus vidas y proyectos. De las dificultades del camino hacia la liberación, pues hay mujeres que desconocen su subordinación; mujeres que la conocen, pero temen enfrentarla; mujeres que luchan por el cambio, pero se destruyen en el esfuerzo aislado, [surge]… la imperiosa necesidad de una praxis colectiva29.

Si bien el texto es extenso y solo haremos una muy breve mención, nos interesa señalar su carácter disruptivo cuando plantea los límites de la lucha de las mujeres «sin un cambio radical de estructuras sociales», a lo que agrega que «en nuestra sociedad enferma son tremendas las dificultades que se oponen a toda revolución», la principal de ellas «es la reacción del hombre ante estos planteos» la que clasificaba en «una mentalidad reaccionaria, una reformista y una revolucionaria». Esta última implicaba «que acepta la necesidad de liberación de la mujer, pero considerándola como incluida en la liberación del hombre». En este punto pareciera que la autora señalara los límites de los militantes varones al considerar la opresión femenina como una contradicción «secundaria» dentro de las desigualdades del sistema. A su vez caracterizaba tres formas de rebelión femenina, «una disfrazada, una reformista y una radical». Esta última involucraba «una modificación total de la situación por un cambio de mentalidad en su raíz, de estructuras sociales, culturales, económicas, políticas, dentro de la cual la mujer sea protagonista de su vida, deviniendo ser libre y por lo tanto persona»30.

El libro también incluía un folleto del psicólogo chileno Jorge Gissi, «Mitología de la femineidad», y el artículo de Enrique Dussel «Hacia una mitología de la femineidad. La mujer, ser oprimido». Vale la pena destacar que el escrito en primera persona de Yáñez, titulado «Diagnóstico de la situación de la mujer en el momento actual» es el resultado de una experiencia colectiva de reflexión realizada durante esos años31.

Por otra parte, el CIM publicó algunos boletines que, aunque no contenían producciones originales –ya que apuntaba a constituirse en material de difusión dirigido a un público amplio– contaba con una editorial, sugería lecturas y reproducía extractos de textos. Al final, en la contratapa, convocaba a las reuniones abiertas que se realizaban cada tres sábados, en el local del IASYF.

El segundo número del boletín (el único al que hemos tenido acceso) comenzaba con una editorial que anunciaba sus objetivos: «procuramos continuar con nuestra labor de concientización acerca de una problemática que es considerada de trascendental importancia en el mundo actual: la promoción integral de las mujeres, sus derechos a la justicia y a la libertad»32. Y continuaba:

Esta meta sería ilusoria, si la mujer misma no es la protagonista en la tarea de emancipación. Tarea que ha de comenzar por la toma de conciencia de su situación; rever su pasado genérico y personal, reconocer los siglos de condicionamiento y opresiones que dieron lugar al así llamado «segundo sexo», mutilado, sometido, dependiente, incapaz de pensarse a sí mismo33.

Estos primeros párrafos plantean en un lenguaje llano algunos de los puntos cardinales de los debates de la época: el rol protagónico de las mujeres en el proceso de emancipación, la importancia de la toma de conciencia y el carácter histórico de la opresión femenina. También, haciendo alusión al segundo sexo, traía a colación la emblemática obra de Simone de Beauvoir, fundamental para el feminismo de esos años. Luego denunciaba la reclusión de la mujer al ámbito doméstico «el destino único de millones y millones de mujeres ha sido siempre el hogar, hogar que no puede ser plataforma permanente de realización plenamente humana, sino, de ordinario, refugio de una personalidad confinada y reducida a una condición perpetua de minoridad»34. La editorial también denunciaba que las mujeres eran «mero objeto decorativo o instrumento de placer del hombre» y finalizaba manifestando el carácter histórico y cultural de la dominación femenina «sobre este trágico destino se asienta la falta de conciencia de la propia alienación, la carencia de lucidez y la pasividad para enfocar los propios problemas, aceptando su situación como natural»35. A continuación, hacía un llamado a las mujeres mendocinas a leer el boletín que «sale al encuentro de todas las mujeres que aspiran a ser personas autodeterminadas, libres; a ser mujeres nuevas, junto a hombres nuevos, capaces de construir una sociedad más solidaria y más justa»36. La referencia a la idea guevarista del hombre nuevo muestra el estrecho vínculo entre estos feminismos, las izquierdas y el proceso de radicalización política de la época.

El Boletín además realizaba las siguientes sugerencias de lectura: Margaret Randall (Las mujeres, ed. S. XX), Margaret Mead (El hombre y la mujer, colección Mirasol), Margaret Mead y otros, (La promoción de la mujer, Paidos), Oshleymontagne, que en realidad era Ashley Montagu (La mujer sexo fuerte) y Leclerq J. (La mujer hoy y mañana, col. Hinneni). Luego, presentaba una serie de artículos: «Cultura, biología y papeles sexuales» de Diana Trilling; «Hombre y mujeres pueden colaborar?», resultado de una investigación antropológica presentada por la dra. H. Harmsen al Seminario internacional sobre este tema en Holanda en 1969; una nota sobre «El eterno femenino» y otra sobre «La mujer colonizada».

Como ambas publicaciones demuestran, en los tempranos ´70 en Mendoza, ya circulaban, aunque de manera acotada, los principales debates feministas de la «segunda ola». Debates que lejos de quedarse en el plano discursivo impregnaron las discusiones y prácticas de algunos gremios, como bancarios y docentes, donde se cuestionó la división sexual trabajo, el carácter sexista de la distribución de tareas en el mercado de trabajo, la monopolización de cargos en los gremios por parte de los varones, etc37.

Además de la extensión horizontal de estas redes, a medida que se agudizaba la lucha de clases, se producía también una multiplicación de las organizaciones. En ese marco, el IASYF y el CIM pronto devinieron en nuevas y mayores organizaciones que siguieron vinculando a las distintas militancias de la época. A comienzos de los ´70 surgió el ILPH (Instituto de Liberación y Promoción Humana) en el que confluyeron la mayor parte de las personas ya mencionadas: Ezequiel Ander-Egg, Felipe Bracelis, Rolando Concatti, Luis Fernández, Anabella Yánez, Norma Zamboni, José Penzoti, Mauricio López y Enrique Dussel. A ellos/as se sumó la pastora metodista feminista Alieda Verhoeven en la creación de las FEC (Fundación Ecuménica de Cuyo) en 197338.

Un hecho ocurrido en 1973 articuló todas las experiencias mencionadas. Nos referimos al proceso de ayuda y solidaridad hacia refugiados/as chilenos/as que llegaron de manera masiva a Mendoza –debido a su carácter de provincia de frontera– luego del golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende en setiembre de 1973. Las personas vinculadas a ILPH, IASIF, CIM, como a los gremios nombrados, y a otras experiencias no abordadas en este trabajo, fueron parte desde la FEC, de ese proceso. Para tal fin, a comienzos de 1974 se creó el CEAS (Comité Ecuménico de Acción Social) que tuvo «el aval del ACNUR, para conseguir las garantías legales del refugiado y, junto a la colaboración del Consejo Mundial de Iglesias, dinero para asistirlos»39. Este hecho, que entrelazó todas las tramas militantes tuvo dos figuras fundamentales, Alieda Verhoeven y Mauricio López40.

Si bien todas estas experiencias se hallaban sumamente consolidadas, la represión desatada a mediados de los ´70 comenzó a afectarlas fuertemente. Detrás de la difusa idea de «subversión» impuesta por las fuerzas armadas y de seguridad, se ubicaba un vasto universo de personas que eran consideradas sospechosas de atentar contra las bases «occidentales y cristianas» de la nación. Y en ese contexto, la militancia cristiana de izquierda se transformó en uno de los blancos del accionar represivo. Durante los años previos al golpe de Estado, fueron víctima de bombas por parte de organizaciones paratestatales41 los excuras tercermundistas Oscar Bracelis, Rolando Concatti del IASYF y la imprenta Paulos, de otro excura tercermundista. En esta última fue dejado un volante en el que se la acusaba de «adoctrinar a personas de intereses ajenos a la patria»42. En 1975, una bomba demolió el edificio que el ILPH utilizaba desde 1973, ubicado en calle San Juan y Vicente Zapata de la ciudad de Mendoza. En septiembre de ese año, otra bomba destruyó la fachada de la iglesia metodista donde funcionaba el CEAS. También estallaron bombas en la capilla Virgen de los pobres del Barrio San Martín (donde militaba el padre Macuca Llorens) y Ezequiel Ander Egg y Norma Zamboni sufrieron un atentado en su casa que los llevó a salir del país en un temprano exilio a España. Enrique Dussel también debió partir al exilio luego de que en octubre de 1973 sufriera un atentado con bomba acusado de «apátrida y de envenenar las conciencias de la juventud con la inmunda doctrina marxista». El volante dejado en el lugar del atentado también advertía «Su sangre los alcanzará a todos»43. Ya en dictadura, la mayoría se exilió o insilió44, y en 1977, Mauricio López, pilar del CEAS, fue secuestrado y continúa desaparecido.

5. LAS DERIVAS FEMINISTAS DE LA FEDERACIÓN ECUMÉNICA DE CUYO DE LOS 80

La dictadura implicó, para la trama social argentina caracterizada por enormes grados de movilización, un corte abrupto. Sin embargo, pese a algunas lecturas que plantearon que la desmovilización fue total, hubo micro resistencias y medidas de lucha explicitas. En el caso de la clase trabajadora, por ejemplo, en los últimos años se ha demostrado que hubo una resistencia abierta y activa lo que llevó a poner en tela de juicio, las hipótesis sobre la desmovilización absoluta del movimiento obrero45.

Para el caso analizado podemos decir, que pese a las persecuciones, en plena dictadura comenzó el reagrupamiento clandestino alrededor de la FEC. Es decir que lejos de provocarse una desarticulación total de las organizaciones, varias de las participantes de las experiencias descriptas, comenzaron a reunirse. Esto nos lleva a sostener la hipótesis de que, hacia el final de la dictadura, en un clima de desmovilización, por lo menos a escala local, fueron las organizaciones de mujeres las que lograron articular nuevas demandas ligadas ahora a la búsqueda de justicia.

En este reagrupamiento fue fundamental la pastora feminista Verhoeven, quien al regreso de su exilio en 1979, comenzó a «atender en silencio a los familiares de presos, detenidos desaparecidos y exiliados internos»46. Luego junto a Pocha Camin y Eva Ruppert organizaron «una asistencia integral a presos, liberados y familiares» que abarcaba San Juan y San Luis y consistía en asesoramiento jurídico, servicios de salud, acompañamiento pastoral y social, educación en DDHH, trabajo con hijos/as de desaparecidos/as y múltiples actividades con «liberados y retornados»47. A partir de 1984, comenzaron con presentaciones en la Legislatura y el poder Judicial: «Pasamos de un trabajo clandestino a un trabajo en legalidad (…) vivimos la expectativa de lograr JUICIO Y CASTIGO a todos los culpables (Informe primer semestre 1893). Vale la pena mencionar que el Movimiento Ecuménico de DDHH (MEDH) organizó en Mendoza junto a Madres de Plaza de Mayo, las denuncias por desapariciones y menores apropiados v representó, hasta la actualidad, a las víctimas del terrorismo de Estado en los juicios de lesa humanidad llevados a cabo desde 2010.

De modo paralelo, nació en 1980 el Grupo Ecuménico de Mujeres (GEM). «Sin estructura orgánica, su finalidad era la reflexión compartida sobre el papel de la mujer en las sociedades latinoamericanas, se inspiraba en una visión cristiana liberadora, y se formó motivado fundamentalmente por la problemática de los DDHH»48. Retomando las líneas de continuidad con las experiencias previas, hay que señalar que el GEM convocó a militantes de los ´70 «que veían su participación en la organización como una continuidad de su práctica política anterior, trunca en los años de la última dictadura en Argentina»49. Las actividades comenzaron en 1981 «con mujeres pobladoras y campesinas insertadas en organizaciones de mujeres mixtas o solamente de mujeres que asumen un rol protagónico en la solución de las necesidades primarias». La labor desarrollada apuntaba a «promover la toma de conciencia (concienciación) de mujeres de sectores bajos y clase media de su propia capacidad» y hacía hincapié en la condición «de doblemente explotada por la clase y el género» de las mujeres. La labor se organizaba a través de la asistencia directa, el acompañamiento a organizaciones, aportes teóricos y metodológicos a través de talleres, la creación de ámbitos de socialización, articulación de las mujeres a nivel barrial local, regional y nacional50. Como podemos observar, estas organizaciones de comienzos de los 80 tenían un alcance mucho mayor que sus predecesoras, ya no eran mixtas, sino que estaban conformadas solo por mujeres y apuntaban especialmente al trabajo territorial, sin descuidar «la producción teórica en la temática de la mujer, a partir de nuestras prácticas y vivencias»51.

Por su parte, el tercer grupo de trabajo, el GEP (Grupo de Educación Popular) organizó el colectivo «Mujeres pobladoras» que reunía a mujeres de barrios populares de la región. Probablemente debido a la enorme labor llevada adelante por el CEAS –y por Verhoeven– con exiliados/as chilenos/as, parte de los territorios en los que militaban eran aquellos fundados por chilenos/as: nos referimos a los barrios Cristo Salvador (nombrado así en recuerdo de Salvador Allende), Unidad Latinoamericana y Pueblo Unidad, ambos bautizados de esta forma en honor a la Unidad Popular, coalición que llevó al poder a Allende. Además, las actividades del área de educación popular de la secretaria de la Mujer estaban siempre destinadas a «pobladoras» nombre utilizado en Chile para nombrar a mujeres que viven en barrios populares llamados «poblaciones»52.

Con la reapertura democrática se creó, en 1985, la secretaria de la mujer de la FEC, a cargo de Verhoeven, que «privilegió la acción sobre la reflexión», y nucleó a todos los grupos vinculados con el trabajo territorial con mujeres. La secretaria contaba con las siguientes áreas: Comunicación social (producía las publicaciones Apuntes y aportes de la mujer ecuménica y Diario de las chicas), nucleamientos femeninos (que organizó el III Encuentro Nacional de Mujeres y otras instancias de encuentros), y trabajo barrial que organizaba mini encuentros barriales en el gran Mendoza y en Cuyo53. La «intencionalidad» de estos grupos apuntaba a «revertir la situación de postergación social de la mujer a partir de la toma de conciencia de la propia discriminación». Las diversas instancias promovidas apuntaban siempre a formas organizativas alternativas a las tradicionales «evitando fórmulas hechas ni bajar línea», promoviendo espacios «donde cada una elija su lugar y qué hacer». Tal como ellas declaraban, buscaban «que cada mujer sea consciente de las relaciones de poder y de su propia situación evitando todo tipo de paternalismo-maternalismo». Por ello todas las instancias grupales eran «encuentros y no cursos de capacitación», en las que «cuidaban que la palabra sea de todos, prefiriendo las exposiciones colectivas». Además, teniendo en cuenta que «las mujeres no se organizan a partir de lo genérico sino desde su inserción laboral y social», apuntaban a trabajar articuladamente con «instituciones sociales de base»54.

Aparte de las múltiples actividades y tareas realizadas, la secretaria de la Mujer se ocupó especialmente de la creación de instancias de reflexión y difusión de herramientas teóricas y prácticas vinculadas a problemáticas que atañían a las mujeres: se presentaban artículos y ponencias, se realizaban reuniones de estudio y de sistematización de experiencias y se impulsaban espacios radiales55. Un lugar central ocupaba las actividades para conmemorar efemérides feministas como el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), y el Día de la no violencia contra las mujeres (25 de noviembre). Al mismo tiempo, retomando la tradición de volcar en publicaciones dirigidas a un público amplio los debates teóricos y las reflexiones basadas en experiencias individuales y colectivas, desde el GEP y el GEM se creó un espacio de interlocución «entre mujeres de barrios empobrecidos del gran Mendoza y mujeres comprometidas con los DDHH y la participación política»56. El canal de comunicación «fue, por el lado del GEP, una publicación que daba cuenta de experiencias múltiples y mixtas, que se llamó la Palabra de Pueblo; por el lado del GEM, en un primer momento boletín de la Secretaria y el Diario de las Chicas»57. Finalmente, analizaremos brevemente los primeros dos años del «Diario», y algunas de las transmisiones del programa de radio de una de las referentas de los 70, Anabella Yánez, apuntando a observar qué debates previos fueron retomados y cuáles fueron novedosos.

5.1. El Diario de las Chicas

El contexto del país a comienzos de los ´80 era muy distinto al de los ´70 cuando surgieron los primeros grupos de mujeres analizados. Ahora, en un escenario de restauración democrática, los horizontes de lucha eran distintos y las reivindicaciones apuntaron a leyes que ampliaran derechos para las mujeres: divorcio, patria potestad compartida, discusiones sobre derechos sexuales y reproductivos58. Es decir que, el horizonte revolucionario y las experiencias militantes radicalizadas, dieron paso a organizaciones que apuntaron en la dirección mencionada, tal como quedo plasmado en una de las publicaciones de la FEC, el Diario de las Chicas.

Esta revista, promovida desde la Secretaría a cargo de Alieda Verhoeven, estaba integrada por las expresas políticas y militantes de los ´70 Sofia D´ Andrea y Carola Abrales, por María Elsa José militante universitaria expulsada de la UNCuyo y Lynn Fisher, feminista norteamericana compañera de Alieda. El Diario surgió con el propósito de recuperar los avances y luchas del feminismo, «difundir actividades de las organizaciones de mujeres, abordar con sentido crítico los temas socio-económicos de la realidad, informar sobre temas de interés para la mujer e incorporar el esparcimiento»59. Tenía una primera sección que rescataba episodios de la historia de las mujeres llamado «Nuestra historia no es un rincón» donde se abordaba temas como la participación femenina en el mercado de trabajo en Argentina, la lucha por derechos laborales y el sufragio, la presencia de mujeres en la lucha por la independencia, entre otros. Tenían una presencia destacada notas referidas a cuestiones legales ubicadas en la sección «Nuestros derechos» donde se trataban tópicos que abarcan desde el régimen de vacaciones, cobro de escolaridad, derechos de las mujeres en situación de embarazo, lactancia, maternidad; hasta cómo iniciar un juicio laboral en caso de despido o un juicio por alimentos. También estaban presentes debates sobre la ley de matrimonio civil y divorcio vincular y las problemáticas y derechos de las empleadas domésticas. La voz de las mujeres en primera persona, que atravesaba toda la revista, aparecía además en los reportajes realizados a trabajadoras de la agroindustria, militantes gremiales, mujeres analfabetas que decidían a estudiar, «solteronas» que se enfrentaban a los estereotipos de género, víctimas de violencia intrafamiliar, amas de leche. La experiencia concreta de las mujeres servía de puntapié para todas las discusiones políticas y teóricas. En el contexto de transición democrática, encontramos también editoriales en defensa de la democracia y de condena hacia las FFAA, particularmente frente al levantamiento militar de 1987.

Los debates sobre trabajo productivo y reproductivo, que ocupaban un lugar relevante en la década anterior, apenas estuvieron presentes. Si bien se ponía en valor las labores domésticas como trabajo, no aparecía un cuestionamiento a la asignación exclusiva de esas tareas a las mujeres ni se las enmarcaba en el sistema capitalista. Las notas al respecto más bien reclamaban la poca relevancia que se le otorgaba a esas labores, y en algunos casos su posible salarización. Entre las pocas notas al respecto, encontramos una en el n.° 4 en la que M. E. José abordaba las tensiones entre trabajo productivo y reproductivo: «las que trabajamos en la casa atendiendo a nuestros hijos y maridos conocemos la rutina y la desvalorización de una tarea que nunca se tiene en cuenta (salvo cuando quieren vendernos un perfume o un lavarropas que no podemos comprar)»60. Reafirmando el poco reconocimiento del trabajo doméstico, José sostenía: «todavía hay quienes contestamos ´yo no trabajo, soy ama de casa´. Sin embargo, cada una de nosotras sabemos que es un trabajo que requiere tiempo, esfuerzo y técnica»61. Luego de una descripción de infinitas tareas que realizaban las mujeres, la autora rescataba la importancia del hogar «a pesar de todo yo sé que coincidiremos en que la casa es linda. Pero cuidado doña, no nos engañemos. Reconozcamos que la casa es para muchas de nosotras un lugar-prisión»62.

Entre los primeros quince números de los dos primeros años (1987 y 1988) hallamos una sola nota que cuestionaba la división sexual del trabajo y la vinculaba a ciertos estereotipos de género. Explicaba Yeye Piola que es en el marco de dichos estereotipos que «se inserta nuestro oscuro, cotidiano, mal reconocido y peor pagado trabajo doméstico». Piola avanzaba un poco más que otras cronistas al animar a las lectoras a realizarse las siguientes preguntas: «¿a quién sirve nuestro trabajo de ama de casa? ¿Con este trabajo aportamos al funcionamiento de la sociedad?» Para cerrar reclamando que estas labores fueran reconocidas con un salario y se promulgara la ley de jubilación de ama de casa.

Para finalizar, y frente a la pregunta sobre el destino de aquellas que impulsaron los primeros debates feministas de los ´70, traemos a colación el programa de radio que hacia fines de los 80 tuvo Anabella Yáñez, referenta del CIM de los ´70, para observar, una vez más, las continuidades y rupturas en los debates de mujeres y feministas a escala local.

5.2. Tiempo de Mujer63

El programa de radio de Yáñez «Tiempo de mujer» se inició a fines de los 80 y estaba destinado a las mujeres en general pero particularmente a las amas de casa. Como mencionamos, una de las principales luchas en la postdictadura, apuntó al reconocimiento de salarial de las amas de casa y a la protección legal de las empleadas domésticas.

La conductora aspiraba a constituirse en «la voz del SACRA (Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina) en Mendoza» y difundía noticias del gremio a nivel nacional, «para que sepan que no están solas o aisladas en sus casas y pueblos». En esa dirección, a lo largo de las transmisiones Anabella reforzaba la idea de que las labores reproductivas eran trabajo en sentido pleno. En uno de los primeros programas, la conductora llamaba a las amas de casa a reflexionar sobre el valor de su trabajo: «generalmente al contestar una encuesta o preguntas de un censo, las amas de casa responden: No, no trabajo (…) pero si las amas de casa no trabajamos ¿Qué hacemos entonces durante todo el día?». A través de preguntas de este tipo, Yáñez buscaba interpelar a las mujeres en sus experiencias cotidianas. Siempre cuidadosa de no transmitir un discurso derrotista, «alentaba» a sus oyentas:

tal vez usted esté cocinando, o limpiando los cuartos, o planchando, quizás pensando en algo que le preocupe (…) sea lo que sea, queremos ayudarla a ver el lado positivo de esas situaciones que a veces nos preocupan o desaniman (…) quizás te hayas vuelto cínica a causa de las injusticias y la maldad del mundo actual y se te ocurre pensar: ¿De qué sirve tener principios o preocuparme siquiera por hacer valer lo que considera justo, bueno o verdadero?64

Si bien la mayor parte de los temas se vinculaba con cuestiones laborales dentro y fuera del hogar, Anabella planteaba distintos tópicos que afectaban a las mujeres tales como los efectos de los medios de comunicación en el hogar y en sus vidas cotidianas, los estereotipos de género, la llegada a la vejez, la pareja, la familia, entre otros. En uno de los programas, en la columna «La mujer y el trabajo», explicaba que el trabajo fuera del hogar si bien era importante, no implicaba en sí mismo la «liberación de la mujer»:

La mujer no se libera por la incorporación al trabajo fuera del hogar, tiene derecho a ese trabajo y necesite ese trabajo. El trabajo fuera puede ser tan rutinario y aburrido como el trabajo en el hogar. Las tareas domésticas no tienen por qué ser labores «femeninas», aunque en el reparto de los «roles», así se ha establecido»65

De esta manera, retomando las discusiones que ella misma había planteado en el libro colectivo del CIM en los 70, volvía a desnaturalizar la asignación de las labores domésticas y –con otro tono– ponía en cuestión la división sexual del trabajo. Ahora, acorde a los debates de la época, insistía una y otra vez, en que las labores domésticas eran trabajo y combatía la idea de que la salida de la mujer del hogar traía aparejada cierta libertad.

Se habla de «labores femeninas» o de «tareas propiamente femeninas» (siendo el hombre quien determinó que es lo que corresponde a la mujer) contraponiéndolas a las «masculinas». Las femeninas serían esencialmente las del hogar y las masculinas las tareas en el mundo. Por eso se tolera el trabajo de la mujer fuera del hogar, siempre que no afecte su función esencial (ser madre y esposa) y que sus funciones de trabajo sean secundarias, de adorno y subordinadas66

A su vez, denunciaba la doble carga que implicaba para las mujeres que trabajaban fuera del hogar hacerse cargo de las labores domésticas: «en la mayoría de los casos, debe realizarse un doble trabajo pues después de sus horas en la oficina o fabrica, le espera una montaña de tareas postergadas e imprescindibles». A lo que agregaba «¿Por qué ella debe traer los bifes en la cartera, llegar como loca a limpiar, cocinar, poner la mesa, mientras el marido o los hijos leen el diario o ven la televisión, despreocupados?». Aunque las denuncias eran similares a las realizadas a comienzos de los 70, las soluciones que planteaba eran diferentes: «Realicemos los cambios que están a nuestro alcance, ya que los cambios socio-económicos-políticos que se han formulado aún están lejanos». Las transformaciones a las que hacía referencia implicaban una posible «socialización de las tareas domésticas, lavanderías, comedores comunales, etc.». Ya no planteaba, como en la década anterior, un cambio «de raíz» de estructuras sociales, culturales, económicas y políticas; más bien proponía «cambiar nuestro ámbito familiar (…) Eso no querrá decir ´menos amor´ sino un amor más maduro y equilibrado». Es decir que, lejos de proponer una transformación radical del orden vigente, en los 80 Anabella apostaba por una militancia que tendiera a la transformación de los vínculos familiares, y en esa dirección es que tenía un programa de radio que aspiraba interpelar a las amas de casa en sus hogares.

«Tiempo de Mujer» también retomando tradiciones anteriores, daba un lugar relevante a las efemérides. El 1° de mayo saludaba «a todas las mujeres que trabajan en su casa y en las oficinas, fábricas, laboratorios, comercios». Yáñez aprovechaba esta fecha para, una vez más, «valorizar nuestro trabajo fuera y dentro de la nuestra casa, sea reconocido o no». Esta fecha también le servía para desmitificar la idea de que el acceso de las mujeres al mundo del trabajo era reciente «la mujer siempre trabajó, aunque no se reconociera su trabajo como productivo» señalaba Anabella, y, recuperando debates anteriores, explicaba a la audiencia femenina que las de amas de casa «con su trabajo reproducían la fuerza de trabajo de su familia»67.

Las emisiones radiales cerraban con frases en clave feminista. Transcribimos algunas de ellos:

«El aprovechamiento del agua más eficaz que hay en el mundo son las lágrimas femeninas»

«Realizar tareas domésticas es igual que caminar por las vías del tren. El fin parece cerca pero nunca llega»

«Las tareas domésticas son algo que uno hace y nadie percibe a menos que uno deje de hacerlo»68

6. ALGUNAS NOTAS FINALES

Este recorrido por genealogías feministas cuyanas apuntó a rescatar los tempranos debates surgidos desde las militancias cristianas y a poner en valor la densa trama social de los 70, en la que se articularon diversas redes militantes que bregaban por una transformación radical del orden vigente.

En esta nueva etapa, la militancia social y feminista que había comenzado a fines de los 60 con el IASYF sirvió de plataforma para aquellos/as que, pese a lo vivido, volvían a organizarse, ahora con nuevos móviles y nuevas formas. El caso de la FEC (heredera del IASYF, ILPH y CEAS) durante los 80, es un claro ejemplo de reagrupamiento de personas víctimas de la represión, que en nuevo escenario político actualizaron sus horizontes para dar nacimiento a un embrionario movimiento de mujeres que convergía con la lucha por esclarecer los crímenes del terrorismo de Estado. Desafiando a la dictadura, «desde las catacumbas» y con la defensa de los DDHH como telón de fondo, «las mujeres de la Ecuménica» comandadas por Alieda Verhoeven, recrearon tópicos anteriores y plantearon nuevos problemas, impulsaron un profundo trabajo territorial y de reclutamiento de militantes, haciendo hincapié en nuevas modalidades de participación política, caracterizadas por la horizontalidad en la organización y en la toma de decisiones. Su repertorio de acciones fue amplio, ya que recurrieron a herramientas organizativas diversas que apuntaban a distintos aspectos de la vida comunitaria y personal de las mujeres. Si bien las instancias teóricas de la década anterior no perdieron importancia, ahora los debates prestaron especial atención a la conquista de derechos y a la promulgación de ciertas leyes. En el nuevo escenario, las lecturas marxista previas –articuladas con las feministas– y el cuestionamiento al sistema capitalista dio paso a una férrea defensa de las instituciones democráticas y a la lucha vinculada a los DDHH y a una ciudadanía plena para las mujeres.

7. BIBLIOGRAFÍA

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1. A. Ciriza (2018), 97

2. Para el caso mendocino seguimos el antecedente de A. Ciriza (2018) y N. Naciff, (2021)

3. En síntesis, esta noción nos permite ver que los efectos del genocidio no terminan con su realización material, sino que se prolongan y se realizan en el ámbito simbólico e ideológico, en las formas de representar y narrar la experiencia traumática. D. Feierstein (2014).

4. A. Ciriza (2015), 84

5. A. Ciriza, (2020), 147.

6. A. Ciriza (2015).

7. La ISI (Industrialización por sustitución de importaciones) es un modelo o estrategia basada en el reemplazo de oferta externa por producción nacional. En Argentina comenzó hacia 1930 pero su etapa de apogeo se produjo durante las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón.

8. El 4 de abril de 1972, en medio de un clima de descontento y repudio generalizado hacia las políticas de la Revolución Argentina, se produjo un aumento de 300 % en las tarifas eléctricas, lo que llevó a la formación de la Coordinadora «No pague la luz»; la cual dispuso concentraciones, apagones y asambleas. Por su parte la CGT regional convocó a un paro con movilización para el 4 de abril. Ese día una multitudinaria movilización tomó las calles. La respuesta por parte del gobierno no se hizo esperar, y ya en la mañana del 4 fueron brutalmente reprimidos/as trabajadores/as de la educación frente a su sede gremial y trabajadores de la CGT que estaban concentrados frente al local de la misma. Luego, el enfrentamiento se trasladó a Casa de Gobierno. Ese día, el saldo fue de un muerto y cientos de heridos y detenidos. El conflicto se extendió por varios días y provocó la renuncia del interventor Gabrielli y la suspensión de los aumentos de tarifas. L. Rodriguez Agüero (2013)

9. El denominado proceso de modernización cultural de los ´60 y ´70 hace alusión a las transformaciones sociales y culturales provocadas por la aparición de nuevos productos y pautas sociales novedosas, nuevas formas de organización de la vida y nuevos sistemas de valores que produjeron una «mujer moderna» cuyos deberes y deseos fueron definidos por los medios masivos de comunicación. En Argentina estos cambios, impulsados por jóvenes de sectores medios, fueron moderados y ambiguos, e implicaron una bisagra entre el modelo de domesticidad y la aceptación de pautas familiares novedosas. Al respecto véase I. Cosse (2009), M. C. Feijoo, M. Nari (1996), C. Trebisacce (2010).

10. L. Rodríguez Agüero (2014), 5.

11. A. Gilly (2003), 207.

12. P. Canelo (2003).

13. J. Petras (1986).

14. A. Ciriza, L. Rodríguez Agüero (2015), 50.

15. E. Rodríguez Agüero (2013), 70.

16. Idem

17. Idem

18. Idem

19. Idem

20. E. Rodríguez Agüero, A. Ciriza (2012), 10.

21. Ibidem, 16.

22. Entrevista a Norma Zamboni, abril de 2022.

23. F. González Soler (1973), 73.

24. El 4 de abril de 1972 se produjo el punto más alto del ciclo de protestas –el Mendozazo– cuando miles de trabajadores/as y estudiantes llevaron la lucha a las calles. Ese día se produjo una multitudinaria movilización y la respuesta por parte del gobierno no se hizo esperar. En la mañana del 4 fueron brutalmente reprimidos/as trabajadores/as de la educación frente a su sede gremial y trabajadores de la CGT que estaban concentrados frente al local de la misma. Luego, el enfrentamiento se trasladó a Casa de Gobierno. El saldo fue de un muerto y cientos de heridos y detenidos. El conflicto se extendió por varios días y provocó la renuncia del interventor Gabrielli y la suspensión de los aumentos de tarifas. L. Rodríguez Agüero (2018), 2.

25. Al respecto véase V. Ayles (2019), L. Rodríguez Agüero (2014), E. Rodríguez Agüero y A. Ciriza (2011), D. Chaves, (2014), A. Ciriza (2020).

26. L. Rodríguez Agüero (2019).

27. A. Ciriza, L. Rodríguez Agüero (2015), 54.

28. Idem

29. A. Yáñez (1972), 9.

30. A. Yáñez (1972), 95.

31. A. Ciriza, L. Rodríguez Agüero (2015), 55.

32. Editorial Boletín CIM, n°2 (s/a)

33. Idem.

34. Idem.

35. Idem.

36. Idem.

37. L. Rodríguez Agüero (2014c).

38. Si bien no nos detendremos en esta figura, es preciso señalar que Alieda, quien fue presbítera de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (convirtiéndose en la primera pastora del país) trajo su impronta feminista a las experiencias por las que transitó, y fue fundamental en el naciente movimiento de mujeres de los ´80.

39. A. Paredes (2007), 75.

40. Fue profesor de lógica y filosofía, de psicología y pedagogía y colaboró en la organización de la Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad. «Mauricio era una persona muy comprometida tanto en su tarea docente como en su vida como cristiano. El año de 1973 fue significativo en su vida: fue nombrado Rector de la recién creada Universidad Nacional de San Luis, cargo que ocupó hasta el golpe militar de 1976, y participó activamente de la organización de la recepción de los exiliados chilenos. Fue secuestrado el 1 de enero de 1977 de su casa de Mendoza, y estuvo detenido en el CCD Las Lajas». https://lesahumanidadmendoza.com/2021/03/mauricio-amilcar-lopez-2/ (consultado el 2/7/2002)

41. Nos referimos al Comando Anticomunista Mendoza (CAM) y Comando Moralizador Pío XII.

42. Mendoza, 8/9/1974.

43. Los Andes, 19/4/1973.

44. Se denomina insilio al proceso atravesado por personas que, en un contexto represivo, deben ocultarse al interior del propio país.

45. A. Carminati (2011), F. Venero (2012).

46. Informe FEC 1987, 2.

47. Idem.

48. Informe de la FEC del 20 abril de 1992, 3.

49. N. Naciff, 2021, 4.

50. Informe de la FEC del 20 abril de 1992, 1.

51. Idem, 3.

52. Informe Eje Mujer Área de Educación Popular, 1988.

53. Informe GEM, 1987.

54. Idem.

55. Informe GEM, 1988.

56. Idem.

57. N. Naciff, 2022, 5.

58. Bajo la presidencia de Menem, en ocasión de la reforma constitucional de Santa Fe, se pretendió cerrar a través de la introducción de la llamada «cláusula Barra», toda posibilidad de legalización e incluso de despenalización del aborto. La cláusula Barra pretendía establecer la garantía del derecho a la vida desde el momento de la concepción como derecho constitucional. Fue entonces que las feministas, entonces agrupadas en distintas organizaciones (la Comisión por el Derecho al Aborto, el Foro por los derechos reproductivos y otros grupos) se movilizaron a través de Mujeres Autoconvocadas por el Derecho a Decidir. A. Ciriza (2009).

59. Borrador Proyecto Boletín,1986.

60. M. E. José, Diario de las Chicas n°4.

61. Idem.

62. Idem.

63. Contamos con un escrito de Anabella Yáñez donde ella registra los programas, pero no tenemos acceso a las fechas exactas de las transmisiones ni al horario.

64. Tiempo de Mujer, 2.

65. Tiempo de Mujer, 4.

66. Tiempo de Mujer, 6.

67. Idem.

68. Idem.