LA PESTE DE 1649: IMPACTO DEMOGRÁFICO DE UN EVENTO DE MORTALIDAD EPIDÉMICA EN LA COLLACIÓN DE SANTA MARÍA MAGDALENA, SEVILLA
Alejandro José Viña González*
Universidad de Sevilla
resumen
A mediados del siglo XVII, Sevilla sufrió una de las crisis sanitarias más graves de las que se tiene constancia en su prolongada historia. Se estima que la peste que golpeó a la ciudad en 1649 provocó una pérdida de alrededor de 60.000 personas: aproximadamente, la mitad de la población total. Este trabajo estudia la repercusión del evento epidémico a través de un estudio de caso, que centra su análisis en cómo la enfermedad modificó los parámetros demográficos en la feligresía de La Magdalena. Para ello, se han utilizado los registros de bautismos, defunciones y matrimonios contenidos en los libros parroquiales (entre 1644-1654), así como otra documentación primaria de interés para la investigación. Los resultados concluyen un cambio sustancial en la ‘normalidad’ demográfica de la collación, en el que todas las series estudiadas ven alteradas su dinámica previa al brote.
Palabras clave: peste, Sevilla, siglo XVII, crisis demográfica, fuentes parroquiales
Enviado: 22/1/2023 Aceptado: 15/3/2023
ISSN: 0212-5099
E-ISSN: 2695-7809
DOI: https://doi.org/10.24310/baetica43202316073
THE PLAGUE OF 1649: DEMOGRAPHIC IMPACT
OF AN EPIDEMIC MORTALITY EVENT IN THE COLLATION OF SANTA MARÍA MAGDALENA, SEVILLE
Alejandro José Viña González*
Universidad de Sevilla
ABSTRACT
In mid-17th century, Seville suffered one of the most severe sanitary crises of which there is evidence in its long history. It is estimated that the plague which beat the city in 1649 caused a loss of about 60,000 people: approximately, half of the total population. This essay studies the consequence of the epidemical event through a case study, which focus its analysis on how the disease modified the demographic parameters in La Magdalena Parish. For that purpose, baptisms, deaths, and marriages registers contained in parish books have been used (between 1644-1654), as well as other primary sources of interest for this research. The results conclude a significant change in parish demographic ‘normality’, in which all series studied notice an alteration in their dynamics prior to the outbreak.
Key words: plague, Seville, XVIIth century, demographic crisis, parish sources
Send: 21/1/2023 Accepted: 15/3/2023
1. INTRODUCCIÓN
La peste fue una de las enfermedades endémicas más recurrentes entre los siglos XIV y XVIII1. En 1649, Sevilla, tras haber sido golpeada por la enfermedad en múltiples ocasiones desde el Medievo, sufrió el que se considera el más mortífero de los brotes ocurridos en la ciudad. La historiografía ha coincidido en estimar que la peste desencadenada en la primavera de 1649 tuvo consecuencias demográficas devastadoras, perdiéndose hasta la mitad de la población total. Sin embargo, son escasos los trabajos que aborden con rigurosidad cuál fue el impacto y las repercusiones demográficas que este evento epidémico tuvo sobre la población sevillana.
A través de un estudio de caso, la presente investigación pretende aportar nueva información sobre la significancia que tuvo la peste de 1649, precisamente, en su plano demográfico. Acudiendo a las fuentes disponibles en los fondos parroquias de Santa María Magdalena, se presenta el antes y el después del conjunto poblacional de esta collación, una de las más populosas de la ciudad, tras haber acusado el golpe de la enfermedad. Como se verá, la descripción y análisis de las series bautismales, matrimoniales y de difuntos apunta a un cambio de comportamiento evidente, que termina por trastocar la dinamicidad de la demografía en esta feligresía tras 1649.
¿Cómo alcanzó la peste a Sevilla en el fatídico año de 1649? El brote sevillano no fue un caso aislado, sino que se insertó en un ciclo epidémico iniciado, probablemente, dos años antes en la fachada mediterránea, lugar tradicionalmente origen de penetración y difusión para buena parte de los embates pestíferos en la Península Ibérica2. Desde Valencia, primera ciudad en dar la voz de alarma, la enfermedad migró hacia el sur, atacando a su paso enclaves urbanos como Orihuela, Alicante, Cartagena, Murcia3 o Lorca4. La hipótesis más probable es que la peste arribara a la actual Andalucía por los puertos del extremo oriental, como Almería o Almuñécar5. Sucesivamente, Málaga, Marbella, Gibraltar, Tarifa, Cádiz y Sanlúcar de Barrameda decretarían la presencia del mal en su suelo, además de afectar en los años sucesivos a poblaciones interiores como Utrera, Écija, Córdoba o Cabra, entre otros. En Sevilla, las fuentes literarias coinciden en apuntar que la peste irrumpió con la inauguración de la primavera de 16496.
El conocimiento que se tenía en Madrid de la extensiva propagación de esta peste precipitó a la Corona a promulgar una Real Provisión, con fecha en 18 de mayo de 1649, para proveer a las ciudades ya sitiadas por la epidemia de unas directrices de carácter profiláctico que tratasen de contener los daños ocasionados. Además, se intentó confinar las áreas afectadas (sur y levante), estableciéndose, en el caso de la región meridional, puertos y pasos de control en Sierra Morena, con el fin de limitar la movilidad y evitar, de tal modo, que la peste pudiese extenderse aún más por el resto de Castilla7.
Para conocer las vicisitudes que padeció Sevilla durante aquellos aciagos meses, pueden consultarse las contadas, aunque prolijas en descripciones, fuentes primarias de carácter literario que se conservan. Dos relaciones de sucesos aportan sendos testimonios en primera persona de los acontecimientos; por un lado, la visión de un religioso anónimo que se dirige al padre general de su orden8 y, por otro, la del fiscal de la Real Audiencia, Francisco Vizcarreto y Luján9, quien hubo de conocer la catástrofe verdaderamente al ser encargado de la gestión del lazareto Madre de Dios, abierto durante el brote para dar asistencia a los enfermos en Triana. Asimismo, el historiador Francisco Morales Padrón10 transcribió y editó un manuscrito, hallado en la Biblioteca Capitular y Colombina, que recoge noticias diversas del siglo XVII, entre las que se encuentran varias páginas dedicadas a los sucesos de 1649. Igualmente útil resulta leer lo que escribe Ortiz de Zúñiga en sus célebres Anales11. Menores aportaciones pueden extraerse de las compilaciones epidemiológicas del siglo XIX12 toda vez que suelen limitarse a parafrasear la documentación primaria que se acaba de referir. En cuanto a autores contemporáneos, Domínguez Ortiz13 describe y analiza la narración de la Copiosa relación… anteriormente mencionada, mientras que una buena síntesis puede verse en la obra de Carmona García14, mejor obra de conjunto de las pestes en Sevilla hasta el momento.
El telón de fondo que rodeó a la declaración del brote acompañó a que la enfermedad triunfase y afectara extraordinariamente sobre la demografía hispalense. En lo climatológico, los meses precedentes habían sido inusualmente fríos y lluviosos15. Durante la Semana Santa, que aquel año corrió entre el 28 de marzo y el 4 de abril, no cesó de llover. El Domingo de Resurrección, el río Guadalquivir se desbordó y anegó buena parte de las collaciones aledañas al curso fluvial. Así lo recoge Francisco de Borja Palomo en su obra sobre las riadas históricas del Guadalquivir16. La insalubridad supuesta por las aguas estancadas hubo de ser, sin duda, un factor decisivo en crear un ambiente propicio para una enfermedad que ya llevaría instalada, probablemente, desde semanas atrás17.
Rápidamente, se conformaron una Junta Municipal y una Junta de Salud, esta última a instancias de la propia Corona, para que gestionasen la crisis sanitaria abierta en la ciudad. Sevilla se cerró, y fueron nombrados diputados para algunas feligresías de la ciudad, así como un diputado general de la peste, encargo que recayó en don Jerónimo Pinelo de Guzmán, caballero veinticuatro de la ciudad. Mandó el dicho diputado la instalación de dos lazaretos para apestados: uno en una sala aneja al Hospital de la Sangre, ubicado en la explanada que enfrenta a la Puerta Macarena, en el que puede que muriesen cerca de 23.000 personas18, y otro a las afueras de Triana, próximo a Santa María de las Cuevas, nombrado Madre de Dios, a cuyo frente quedó el ya referido fiscal Vizcarreto y Luján19.
Lo trágico de lo que se vivió en aquellos meses pareció despertar la piedad y la imploración de misericordia a la divinidad, pudiendo distinguirse cómo el castigo infligido por la ira de Dios, por los pecados cometidos, es causa frecuentemente perceptible en las relaciones20. En consecuencia, se registran hasta un total de 11 procesiones en rogativas por el cese de la peste y en acción de gracias tras la superación de la enfermedad. De todas ellas, es célebre la salida del Cristo de San Agustín el 2 de julio, que acudió a la Catedral desde su emplazamiento original en la comunidad de agustinos, cuyo convento se ubicaba extramuros, cercano a la Puerta Carmona. La apreciable remisión de enfermos y muertos apestados en el mes de julio fue atribuida milagrosamente a la intercesión de la sagrada imagen21.
El total de fallecidos es difícil de concretar. Las fuentes literarias apuntan a cifras de alrededor de 200.000 muertos, entre los que se cuentan los huidos22. Esta cantidad hoy está desacreditada, pues se estima que la población de Sevilla en aquellos momentos rondaría los 120.000 habitantes; de ellos, unos 60.000 habrían sucumbido a la peste23, lo que representaría prácticamente la mitad de la población sevillana. La ciudad fue vaciada, quedando muchas collaciones prácticamente deshabitadas24. Como se comprobará a continuación, esta sangría demográfica no sólo repercutió directamente en un exceso de mortalidad notoria, sino que también acabaría por trastocar la normal en otras variables poblacionales como el número de nacimientos/bautizados o la celebración de enlaces matrimoniales.
2. FUENTES Y METODOLOGÍA
Los resultados de la presente investigación han sido extraídos, fundamentalmente, de la consulta de los libros de defunciones, bautismos y matrimonios custodiados en el Archivo Parroquial de Santa María Magdalena de Sevilla (de ahora en adelante, APSMMS), información que ha permitido conocer la evolución del panorama demográfico de la feligresía. De los registros de las tres variables han sido recopilados todos los datos proporcionados, en la siguiente forma.
En el caso de las defunciones (libro 2), se han anotado el nombre del difunto, sexo y condición de niño o adulto (no pudiendo especificar edad al no aparecer ésta en ningún caso). Asimismo, se ha contabilizado el número de ‘pobres’, ya sean nominados o innominados, cuando se indica. En todos los casos, se han registrado los reales otorgados en pago por la sepultura, las capas, los dobles, los ciriales y la cruz del sepelio. En un apartado de observaciones, han sido incluidas anotaciones de interés tales como calle de residencia del difunto, condición jurídica de esclavo, convento al que se le llevaba a enterrar, relaciones de parentesco con otras personas, dedicaciones socioprofesionales, entre otros aspectos. No existe información acerca de testamentos hasta octubre de 1653.
Para los bautismos (libros 21 y 22), los registros proporcionaban el nombre del bautizado, su sexo, el cura que administró el sacramento, el nombre del padre y/o madre y del padrino(s) y/o madrina. Ha podido contabilizarse el número de niños expósitos, identificables por su denominación como ‘hijo de la Iglesia’, ‘hijo de Dios y de Santa María’, o ‘hijo de la Cuna’. Asimismo, se ha especificado aquellos hijos/as de madres esclavas.
Por último, en el caso de los matrimonios sólo ha sido recontado el número de enlaces celebrados, por mes y año. Como excepción, ha sido registrado el número de matrimonios en el que uno o ambos contrayentes eran viudos de un cónyuge anterior, así como sus respectivos nombres. Esta distinción se ha realizado únicamente para los años 1649 y 1650, a fin de reconocer matrimonios de viudos que perdieron a sus anteriores esposos/as durante el contagio. Este último objetivo justifica las indagaciones realizadas en el Archivo General del Arzobispado de Sevilla (de ahora en adelante, AGAS), a fin de consultar los expedientes matrimoniales abiertos en nupcias de viudos/as en el año y medio posterior a la ocurrencia de la epidemia. La identificación se ha realizado en base a la inicial del nombre del contrayente masculino y al año de tramitación del expediente, posible, en ocasiones, gracias al cruce con los registros matrimoniales conservados en la Magdalena. Otros matrimonios no registrados en los libros parroquiales sí han sido descubiertos por la conservación de los correspondientes expedientes. La lectura de todos ellos ha proporcionado información valiosa, como la constatación de la efectiva muerte por el contagio, el paso por alguno de los centros hospitalarios para socorrer a los tocados por la enfermedad, o el traslado de los cónyuges difuntos a carneros extramuros, entre otros datos, como se explicará más adelante.
3. LAS SERIES DEMOGRÁFICAS EN LA PARROQUIA DE LA MAGDALENA (1644-1654)
3.1. Situación espacial y poblacional de la collación
La alusión a las calles en la que moraban los fallecidos, contenida en los registros de defunciones, ha permitido delimitar, aproximadamente, los límites de la parroquia, y dar cuenta de las considerables proporciones de esta (Figura 1), extendida a varias calles extramuros. Además de conocer la nomenclatura pasada –y actual, en algunos casos– del viario de la collación, también se mencionan edificios emblemáticos como el Hospital del Espíritu Santo, los conventos de San Pablo el Real, dominico, del Santo Ángel de la Guardia, carmelita, y de Nuestra Señora del Pópulo, agustino, así como a varios corrales de vecindad.
La envergadura de esta feligresía se traduce en un elevado número de vecinos, al menos, de lo que puede desprenderse de los censos disponibles. En la Tabla 1, puede apreciarse la evolución demográfica de la collación para tres momentos cronológicos clave: 1591, año de finales del Quinientos, siglo en el que la ciudad alcanzó su mayor esplendor económico y poblacional; 1642, pocos años antes de la debacle sufrida por la peste; y 1655, muestra de la importantísima pérdida sufrida en términos de población. El primero y el tercero de estos censos son recogidos por Domínguez Ortiz25, siendo levantados por orden arzobispal. En el caso de 1642, los datos vecinales son extraídos de un memorial elaborado por Juan de Santelices, asistente de la ciudad, a instancias de la Corona, interesada en conocer el número de extranjeros avecindados en la ciudad26.
Los datos para La Magdalena se presentan comparados con los apreciados para el conjunto de Sevilla y otras cuatro collaciones, Santa María la Mayor, San Andrés y San Bernardo27. Obsérvese el notable crecimiento de estas parroquias en cuestión de medio siglo, frente al contenido aumento en el caso de La Magdalena. No obstante, todas comparten una caída brusca, como cabría esperar, 6 años después de la epidemia, del orden superior a la mitad de los habitantes que tenían años antes de verse golpeadas por la enfermedad. Con todo, en San Andrés, una collación en el corazón de la ciudad, de perfil socioeconómico elevado, la caída es sensiblemente inferior. La posibilidad de mejor aislamiento o, directamente, de poder huir de la ciudad a posesiones fuera de ella explicaría, de acuerdo con Fernández Martín, estos datos más atenuados28. En la misma línea se sitúa la parroquia de San Bernardo, siendo la collación que menos habría acusado los estragos de la enfermedad sobre su población previa29.
Figura 1. Mapa de situación de la collación (detalle sobre Plano de Olavide, 1771)
Fuente: Plano topográphico de la M. N. Y M. L. ciudad de Sevilla (1771)30.
Tabla 1. Evolución de la población en Sevilla y collaciones (datos expresados en número de habitantes)31
1591 |
1642 |
Var. % 1591-1642 |
1655 |
Var. % 1642-1655 |
|
Sevilla |
123.667 |
139.411 |
+12,7 |
53.017 |
-62 |
La Magdalena |
8.484 |
9.094 |
+7,2 |
3.605 |
-60,4 |
Santa María la Mayor |
16.776 |
25.600 |
+52,6 |
10.234 |
-60 |
San Andrés |
1.110 |
1.842 |
+65,9 |
1.111 |
-39,7 |
San Bernardo |
1.323 |
2.043 |
+54,4 |
1.284 |
-37,2 |
Fuente: Domínguez Ortiz (1989), 9. AGS, GyM, leg. 1455, citado en S. de Luxán Meléndez y M. Ronquillo Rubio (1995), 469-471. Elaboración propia.
3.2. Las defunciones
Para la serie temporal 1644-1654, el libro de defunciones n.º 2 del APSMMS registra un total de 2.354 fallecimientos, de los cuales, 889 hombres, 906 mujeres y 559 niños (Tabla 3, Gráfico 1). El número promedio de muertes para el quinquenio 1644-1648 es de 226 fallecidos, observándose una relativa estabilidad a lo largo del subperiodo, tanto en el valor total como en las diferencias entre hombres y mujeres, que son insignificantes. Por el contrario, llama la atención el pico registrado en las muertes de niños para 1646, superándose ligeramente el centenar. Es, de hecho, la cifra más elevada de muertes en esta categoría en toda la serie, por encima incluso de la registrada en 1649; lo que sugiere la posible ocurrencia de algún otro tipo de mal, no necesariamente pestífero, que actuase mayormente sobre la población infantil. Sin embargo, ninguna referencia a este particular se distingue en las fuentes.
Gráfico 1. Evolución en el número de defunciones, 1644-1654
Fuente: APSMMS, Libro de defunciones [Lib. Def.], 2. Elaboración propia.
Con estos antecedentes se alcanza el fatídico 1649. Mientras que los dos primeros meses, enero y febrero, apenas registran variaciones con respecto al promedio 1644-1648 (17 y 14, para unos valores medios de 15 y 12, respectivamente), los 40 fallecidos recogidos en marzo apuntan ya a una tendencia al alza. La media de muertes en el mes de marzo para el lustro antecedente había sido de 15 defunciones, y el número apuntado para marzo de 1649 asciende a 40. En efecto, si se analiza el número de muertes registrados diariamente, se comprueba un incremento en los últimos días del mes. Entre el 26 y el 31, en los que de forma ininterrumpida se producen decesos, se obtiene un total de 21 muertes. Los dos días postreros, 30 y 31, alcanzan el valor máximo de muertes en el mes, con 5 fallecidos en cada día. Por consiguiente, la concentración de mortalidad es muy notoria, por cuanto en apenas una semana de duración se registran la mitad de todos los fallecimientos ocurridos en marzo.
Coincidiendo con las atribuciones clásicas de la historiografía, durante los meses primaverales de abril, mayo y junio la ciudad de Sevilla acusó una sobremortalidad catastrófica apabullante, y no lo fue menos en el caso de la parroquia de la Magdalena, donde en este trimestre se registraron 551 muertes (109 en abril, 250 en mayo y 192 en junio). Fueron 680 muertes registradas para el total del año completo, un dato que triplica a la media de 226 muertes para el subperiodo 1644-1648, y de las que un 81 % se produjeron en los tres meses que duró la peste. La certeza de que la ola pestífera se había desencadenado en la ciudad queda corroborada por una anotación que quedó al margen de la primera partida de bautismo del mes de abril: «En este [día, lunes 5 de abril] comenzó la peste que vbo en esta ciudad. Acabó el mes de julio»32.
La evolución semanal en el número de fallecimientos es incesante hasta principios de junio (Gráfico 2). Dicha subida es apreciada desde la semana del 12 al 18 de abril. Previamente, como ya se identificó, los últimos días de marzo ya presagiaban una tendencia al ascenso. Con todo, llama la atención la leve bajada de casos en la semana del 5 al 11, toda vez que el 4 de abril, Domingo de Pascua de Resurrección, las memorias coinciden en apuntar el extraordinario desbordamiento del Guadalquivir en aquel día; lo que, en una feligresía como la Magdalena, tan próxima a su cauce, debiera haber sido causa del registro de bastantes muertos provocados por la propia inundación. En cualquier caso, el batimiento de récords semanales es ininterrumpido hasta la primera semana de junio, exceptuando un tenue decrecimiento en la semana precedente. No en balde, el 1 de junio aglutina el mayor número de muertes registrados en todo el evento, alcanzándose los 14 fallecidos. A partir de esta semana, se distingue una progresiva disminución de los casos hasta inaugurarse el mes de julio, en el que no se llega a superar en ninguna semana la decena de muertes ocurridas, coincidiendo con la mejoría en que concuerdan todos los testimonios coetáneos. Aunque, con toda seguridad, en las primeras semanas del primer mes de verano la peste continuó causando estragos, el total de 24 decesos en todo julio indica cierta recuperación del patrón normal de mortalidad, por ser el promedio 1644-1654 de 25 defunciones.
Gráfico 2. Evolución semanal en el número de defunciones (15/03-01/08)
Fuente: APSMMS, Lib. Def., 2. Elaboración propia.
Una información muy ilustrativa se desprende de las referencias a las calles donde vivían los finados. En abril –único mes para el que se dispone de estos datos–, se comprueba cómo un elevado número de las personas para las que se anota la calle moraban en calles extramuros (Tabla 2)33. Este hecho sería sintomático de la trayectoria lógica de difusión de la peste, que habría azotado antes a la zona más expuesta, fuera de la relativa protección ofrecida por el recinto amurallado34. Aun con la elevada proporción de muertes en las que esto no queda especificado, ya se entreven fallecimientos acaecidos en calles intramuros (San Roque, por ejemplo). Durante mayo y junio, por el contrario, rara vez queda recogida esta información. Sin embargo, sí puede subrayarse el importante número de muertos que son mandados enterrar en el Pópulo, que entre el 23 de mayo y el fin de junio asciende a 52 personas. Ha de recordarse que en las inmediaciones del convento se ubicó uno de los tantos carneros extramuros que se abrieron con motivo de la sobremortalidad causada por la epidemia.
Tabla 2. Procedencia de los fallecidos durante el mes de abril de 1649
Ubicación |
Total |
Fuera de la Puerta |
13 |
Calle Vírgenes |
12 |
Calle Galera |
10 |
En la Cestería |
4 |
En las Eneas |
3 |
Entorno del Pópulo |
2 |
Junto a la Puerta Triana |
4 |
Entorno de San Pablo (incluye Dormitorio) |
4 |
En la Rabeta |
3 |
Calle San Roque |
3 |
No se indica |
39 |
Otros |
12 |
Fuente: APSMMS, Lib. Def., 2. Elaboración propia.
En cuanto a si la peste afectó diferencialmente a hombres y mujeres, no se aprecia que la peste atacara en mayor medida a un sexo que a otro. Así, la diferencia porcentual es de unos 6 puntos, siendo mayor la proporción de mujeres fallecidas durante todo 1649, pero no en claro contraste superior con respecto a los hombres, al menos no de forma acentuada35. Por su parte, se comprueba cómo la representación de niños muertos en aquel año fue sorprendentemente baja, sobre todo si se compara con los porcentajes obtenidos para toda la serie temporal. Efectivamente, para 1644-1654 las proporciones varían, incrementándose el porcentaje de niños fallecidos en el periodo, hasta casi suponer una cuarta parte de todos los fallecimientos registrados36. Esto hace que los porcentajes de mujeres y hombres se reduzcan, estrechándose asimismo el margen diferencial entre ambos sexos (no alcanza el 1 %), menor que el distinguido para 1649. Igual mención merece que se destaque del número de pobres –al menos, de los que se registraron como tal en las partidas de defunciones– fallecidos durante aquella primavera. Fueron un total de 70, entre pobres nominados e innominados, frente a un promedio de 37 pobres fallecidos en la media de 1644-1648 (Tabla 3). Parte de la historiografía ha venido a insistir en la mayor predisposición a la muerte por peste, como consecuencia de las deplorables condiciones de vida, de los pobres como grupo social frente a las familias pudientes, ante la posibilidad de estos últimos para emprender la huida en el momento de declaración de un brote37.
Tras el embate epidémico, la notable reducción de los efectivos demográficos repercutió en que las cotas de mortalidad observadas en el lustro que siguió a la tragedia se ajustasen a la realidad de un nuevo contingente poblacional mermado. Así, el subperiodo 1650-1654 posee un promedio de mortalidad de 109 muertes, lo que supone una reducción a la mitad de las muertes que se registraban en la media de 1644-1648.
Tabla 3. Serie de defunciones, 1644-1654
Año |
T |
PI |
PN |
E |
Hombres |
PI |
PN |
E |
Mujeres |
PI |
PN |
E |
Niños |
P |
E |
1644 |
238 |
32 |
14 |
16 |
95 |
23 |
9 |
6 |
72 |
2 |
5 |
8 |
71 |
7 |
2 |
1645 |
194 |
22 |
11 |
8 |
75 |
18 |
7 |
1 |
67 |
1 |
4 |
4 |
52 |
9 |
3 |
1646 |
248 |
19 |
10 |
14 |
67 |
10 |
6 |
3 |
75 |
2 |
4 |
8 |
106 |
7 |
3 |
1647 |
217 |
34 |
11 |
10 |
91 |
26 |
4 |
1 |
82 |
7 |
7 |
7 |
44 |
1 |
2 |
1648 |
231 |
22 |
12 |
14 |
75 |
17 |
4 |
2 |
89 |
3 |
8 |
9 |
67 |
2 |
3 |
1649 |
680 |
60 |
10 |
7 |
281 |
51 |
6 |
3 |
325 |
6 |
4 |
3 |
74 |
3 |
1 |
1650 |
91 |
22 |
0 |
3 |
43 |
21 |
0 |
1 |
36 |
1 |
0 |
2 |
12 |
0 |
0 |
1651 |
101 |
28 |
0 |
1 |
48 |
27 |
0 |
1 |
28 |
0 |
0 |
0 |
25 |
1 |
0 |
1652 |
122 |
15 |
0 |
5 |
37 |
11 |
0 |
1 |
39 |
1 |
0 |
1 |
46 |
3 |
0 |
1653 |
110 |
15 |
13 |
3 |
40 |
10 |
6 |
0 |
47 |
5 |
7 |
3 |
23 |
0 |
0 |
1654 |
122 |
9 |
31 |
0 |
37 |
4 |
11 |
0 |
46 |
2 |
20 |
0 |
39 |
3 |
0 |
NT |
2354 |
284 |
112 |
78 |
889 |
218 |
53 |
19 |
906 |
30 |
59 |
45 |
559 |
36 |
14 |
%/T |
100 |
12’1 |
4’8 |
3’3 |
37’8 |
24’5 |
6 |
2’1 |
38’5 |
3’3 |
6’5 |
5 |
23’7 |
6’4 |
2’5 |
Nota. T: total; PI: pobres innominados; PN: pobres nominados; P: pobres; E: esclavos. Los pobres innominados totales incluyen los totales de niños pobres, dado que (casi) nunca se anotan los nombres de los niños, sean pobres o no. En cursiva, porcentajes sobre totales de grupo (hombres/mujeres/niños). Fuente: APSMMS, Lib. Def., 2.
3.3 Los bautismos
Número muy similar al de defunciones es el acumulado en bautismos para la serie temporal 1644-1654, con un total de 2.326 bautizos, de los cuales fueron 1148 niños, 1159 niñas y 19 adultos (Tabla 4). El Gráfico 3 demuestra la estabilidad del trienio 1644-1646, con una cifra inalterable de 229-230 bautizos. En los dos años siguientes, el incremento es notable, hasta alcanzarse el techo del periodo total en 1648, sobrepasándose la barrera de los 300 bautizos. La causa fundamental de este repunte se explica por la oleada de niños expósitos o abandonados que se produce entre septiembre de 1647 y junio de 1648. La particularidad de estos expósitos responde al tratamiento que se les asigna, al ser referidos como ‘hijos de la Cuna’, apareciendo frecuentemente en grupos de 2 a 5 niños/as en una misma partida de bautismo. Durante estos 9 meses, 170 ‘hijos de la Cuna’, de un total de 201 expósitos, habrían recibido las aguas bautismales, lo que representa un sobresaliente 84,6 %. La proporción es igualmente significativa dentro del cómputo global de bautizados entre septiembre y junio: casi la mitad, un 47,9 %, fueron niños expósitos de la Cuna. Después de junio de 1648, nunca más vuelven a aparecer expósitos con este apelativo en lo que sigue de serie temporal38.
Gráfico 3. Evolución en el número de bautismos, 1644-1654
Fuente: APSMMS, Lib. Baut., 21-22. Elaboración propia.
El desplome de los bautizados es evidente en el año de la epidemia: un total de 127 bautizados, justo la mitad de lo que se recogía para el valor medio de los cinco años anteriores. La caída se hace patente a partir de junio, y se mantiene en mínimos inferior a la decena hasta abril de 1650. Desde mayo hasta final de ese año, el repunte es notable. Por ejemplo, sólo en agosto se bautizaron 26 niños, estando el resto de los meses próximos a la veintena. Aun así, la recuperación no es tal como para volver a referirnos a valores promedios del subperiodo anterior a la enfermedad. En concreto, la media de 185 bautismos en 1650-1654 supone una reducción de un 27’5 % con respecto a 1644-1648; observándose, al mismo tiempo, fuertes vaivenes en los años del último lustro de la serie temporal39.
Tabla 4. Serie de bautismos, 1644-1654
Año |
T |
Exp. |
Hº. Escª |
Niños |
Exp. |
Hº. Escª. |
Niñas |
Exp. |
Hª. Escª. |
Adultos |
1644 |
229 |
35 |
9 |
115 |
16 |
4 |
111 |
19 |
5 |
3 |
1645 |
230 |
37 |
5 |
105 |
20 |
2 |
122 |
17 |
3 |
3 |
1646 |
230 |
22 |
9 |
117 |
11 |
8 |
108 |
11 |
1 |
5 |
1647 |
267 |
92 |
4 |
134 |
47 |
2 |
132 |
45 |
2 |
1 |
1648 |
318 |
150 |
5 |
153 |
73 |
3 |
164 |
77 |
2 |
1 |
1649 |
127 |
27 |
4 |
63 |
15 |
1 |
64 |
12 |
3 |
0 |
1650 |
160 |
25 |
4 |
84 |
15 |
3 |
76 |
10 |
1 |
0 |
1651 |
212 |
30 |
4 |
109 |
15 |
2 |
101 |
15 |
2 |
2 |
1652 |
161 |
25 |
4 |
82 |
13 |
0 |
78 |
12 |
4 |
1 |
1653 |
204 |
26 |
5 |
89 |
11 |
1 |
114 |
15 |
4 |
1 |
1654 |
188 |
28 |
4 |
97 |
18 |
2 |
89 |
10 |
2 |
2 |
NT |
2326 |
497 |
57 |
1148 |
254 |
28 |
1159 |
243 |
29 |
19 |
%/T |
100 |
21’4 |
2’5 |
49’4 |
22’1 |
2’4 |
49’8 |
21 |
2’5 |
0’8 |
Nota. T: total; Exp.: expósitos; Hº/ª Escª.: hijo/a de esclava. Todos los adultos bautizados en la serie son esclavos. En cursiva, porcentajes sobre totales de grupo (niños/niñas).
Fuente: APSMMS, Lib. Baut., 21, 22.
3.4. Los matrimonios
Las crónicas de la epidemia de 1649 coinciden en señalar cómo, en los meses inmediatamente posteriores a la ocurrencia del contagio, se produjo un verdadero ‘boom’ nupcial, fenómeno que parece ser usual en el tiempo inmediatamente posterior a la ocurrencia de brotes epidémicos40. Alguna fuente cita que en 40 días se casaron 1.500 personas, y que incluso se celebraron casamientos ‘anómalos’, por cuanto se juntaron cónyuges de distinta categoría social: «dexó [el señor juez de la Iglesia] aparte muchos y gente de bien, que en el rigor de la enfermedad se casaron con mugeres que nunca lo hizieran, por no ser iguales»41.
Gráfico 4. Evolución en el número de matrimonios, 1644-1654
Fuente: APSMMS, Libro de matrimonios [Lib. Matr.], 11, 12; AGAS, Sección Vicaría General [SVG], Serie Expedientes Matrimoniales Ordinarios [SEMO], vv. cajas. Elaboración propia.
Hubo temor a que las personas que contraían nuevas nupcias pudiesen reavivar la enfermedad, dado que «prosiguen los casamientos sin cessar; no sé si con gran riesgo de la salud, porque él, o ellas, o ambos, an padecido el contagio»42. La avalancha de matrimonios pareció seguir hasta el otoño, especialmente en individuos que habían enviudado como consecuencia del brote: «todavía a 20 de octubre no cessan los casamientos, que entiendo
que con auer sido tantos los viudos y viudas, no lo a de quedar ninguno según la priesa que se dan a casar»43.
Esta oleada nupcial se comprueba en los registros matrimoniales de la Magdalena (Tabla 5). En el Gráfico 4 se distingue claramente el umbral máximo de matrimonios oficiados, un total de 147 en el mismo 1649, el más alto de la serie temporal. El incremento venía precedido de una tendencia al descenso ocurrida entre 1645 y 1647, con un leve aumento en 1648.
Gráfico 5. Número de matrimonios celebrados en 1649-1650 (mensual)
Fuente: APSMMS, Lib. Matr., 11, 12; AGAS, SVG, SEMO, vv. cajas. Elaboración propia.
Si nos detenemos a analizar mes a mes los años 1649 y 1650 (Gráfico 5), se corrobora la tesis de un auténtico hito en el movimiento nupcial. Después del nulo matrimonial de abril, llama la atención el repunte del mes de junio, en el que la ciudad aún se encontraba bajo el azote del mal. Tras un nuevo descenso en el mes siguiente, la subida es importante durante el resto del verano –registrando esta estación el 37,4 % de los matrimonios celebrados en el año–, así como a inicios del otoño. Tiende a una nueva caída progresiva hasta la primavera de 1650, periodo estacional que logra aglutinar el 35,9 % de los matrimonios totales de todo 1650. En junio se registra un segundo máximo, que rompe la barrera de los veinte matrimonios. Desciende nuevamente y lo que queda de año se estabiliza en torno a la decena de enlaces. Por consiguiente, los años 1649 y 1650 son claves en la serie temporal, en tanto que la suma agregada de ambos años (147 y 131, respectivamente) representa un 28,6 % de todos los matrimonios efectuados entre 1644 y 1654 (para un total de 958).
Comparando entre promedios, la reacción nupcial del bienio 1649-1650 (con 133 matrimonios de media) representaría un incremento del 61,6 % con respecto a la media matrimonial del subperiodo 1644-1648 (con 82 enlaces en promedio). Tras este pico, el subperiodo 1651-1654 reduce un 46,6 % de media su número de matrimonios (de 71 matrimonios de media, inferior incluso al subperiodo antecedente al brote).
Por otra parte, la indagación documental realizada en los expedientes matrimoniales conservados en el AGAS ha permitido identificar hasta 49 enlaces conyugales habidos entre parejas en las que uno o ambos contrayentes eran viudos/as de personas muertas durante los meses de la peste (en total, 66 personas)44. No obstante, lo heterogéneo de la información proporcionada obliga a realizar una clasificación tripartita, según el grado de detalle de las descripciones contenidas en los expedientes.
Así, para 27 fallecidos tan sólo contamos con una mera referencia temporal, cuya ubicación cronológica induce a pensar en la más que probable causa de fallecimiento como consecuencia de la enfermedad. Es el ejemplo contenido en el expediente de Juan Montero y María Infanzón. Él era viudo de María Vázquez, de la que se asegura «puede aber tres meses que la susodicha murió. Y este contrayente la vido muerta naturalmente, y se enterró en la Magdalena […]». De ello dan fe Francisco de Mata y Cristóbal de Aguilar, testigos45.
En una cifra casi idéntica, 26 personas fueron muertas por causa directa, explicitada en las fuentes, de la peste. Incluso, se han hallado testimonios de personas que pasaron por las salas de enfermos habilitadas en el Hospital de la Sangre. Caso excepcional es el de Juan González, casado de nuevo con Beatriz María de León, tras la muerte de su anterior esposa, María de Padilla. El expediente refiere como
[…] puede auer los ochos meses restantes que la susodicha cayó enferma del contaxio, por lo qual este contrayente la lleuó a curar a el Hospital de la Sangre desta ciudad, a donde después de passados cossa de siete días supo de algunas personas del dicho hospital como la susodicha auía muerto en él, y la auían enterrado en el carnero del […]46.
José Gómez, uno de los testigos aportados, declara que:
[…] estando este testigo en el Hospital de la Sangre del contaxio, escribiendo las perssonas que entrauan y morían, bido entrar en forma del contaxio a la dicha María de Padilla […]; la qual, después de algunos días de su entrada y cura murió del dicho mal, y este testigo la bido muerta naturalmente, y sentó en el libro donde escriuía las perssonas que morían, y la enterraron en el carnero del dicho Hospital, y se lo dixo al dicho su marido […]47.
Palabras semejantes fueron las aportadas por el segundo de los testigos, Pedro Rodríguez, que dijo cómo:
[…] yendo a ber algunos amigos suyos, después de aber estado la susodicha [María de Padilla] en el dicho Hospital y abiendo entrado en él, y preguntado por ella le dixeron que aquel mismo día abía muerto, y este testigo la bido muerta naturalmente, porque fue a el sitio donde estaua muerta, y bido la llevaron a enterrar a el carnero del […]48.
El último de los grupos lo conformarían 13 fallecidos, de los que se conocen pruebas acerca de la forma y lugar de su enterramiento. Por ejemplo, María Vázquez, casada con Juan González, aseguró que Francisco Martínez, su anterior marido «abra que murió vn mes. Y lo bio muerto naturalmente, y llebar a enterrar en el carro de la Magdalena», lo cual fue corroborado por Melchor de los Reyes y María González, testigos49. Más elocuentes son si cabe las muertes sufridas por Ana del Cerro y Felipe Martín, cónyuges fallecidos de Jacinto Gómez y María de Lara, respectivamente, que contraen nupcias tras quedar viudos. La primera de ellas «puede auer catorse meses que […] murió. Y este [Jacinto Gómez] la uido muerta naturalmente y lleuar a enterrar en un carro a el canpo de San Sebastián […]». De esto último fueron testigos Juan Gallego y Juan de Dueñas. Lo mismo para el caso de Felipe Martín, también muerto hacía 14 meses, de quien María de Lara dice que «lo uido muerto naturalmente y lleuar a enterrar en un carro a lo alto de Colón», según afirman, igualmente, Salvador de Trujillo y Fernando Aires50. El traslado a lugares extramuros coincide con la localización lógica, apuntada asimismo por los relatos de la época, de carneros en los que se amontaban los cuerpos inertes de los fallecidos por peste.
Tabla 5. Serie de matrimonios, 1644-1654
Año |
T |
%/T |
1644 |
99 |
10’2 |
1645 |
102 |
10’5 |
1646 |
76 |
7’8 |
1647 |
64 |
6’6 |
1648 |
69 |
7’1 |
1649 |
147 |
15’1 |
1650 |
131 |
13’5 |
1651 |
80 |
8’2 |
1652 |
56 |
5’7 |
1653 |
94 |
9’7 |
1654 |
53 |
5’5 |
T |
971 |
100 |
Nota: T: total.
Fuente: APSMMS, Lib. Matr., 11, 12.
Gráfico 6. Proporción de matrimonios de viudos, mayo 1649-diciembre 1650
Fuente: APSMMS, Lib. Matr., 12; AGAS, SVG, SEMO, vv. cajas. Elaboración propia.
El peso relativo que cobran los matrimonios de viudos celebrados entre los meses de la peste y 1650 es reseñable, representado prácticamente la mitad de todos los que tuvieron lugar (Gráfico 6). Si se toman como referencia el número de matrimonios de los que, con más o menos seguridad, se conoce uno o ambos cónyuges eran viudos de personas fallecidas durante el brote (medio centenar), las proporciones son igualmente significativas. En el cómputo global de matrimonios, 2 de cada 10 enlaces nupciales habrían tenido al menos un contrayente viudo de una persona muerte por peste. Este porcentaje se incrementa si se pone en relación con el total de viudos, hasta rozar casi el 43 %. Teniendo en cuenta que no todos los expedientes de viudedad han podido ser objeto de consulta, limitándose la investigación a una cata, es muy probable que la proporción sea en realidad mayor a la obtenida.
Asimismo, resulta de interés subrayar que 8 de las 49 parejas formadas por uno o ambos cónyuges viudos de la peste contribuyeron a la recuperación parcial de la natalidad entrevista a partir de 1650. En los cuatro años que siguen hasta el final de la serie temporal, el número de hijos habidos por estas uniones osciló entre uno y tres hijos.
4. COMPARATIVA CON OTRAS FELIGRESÍAS DE LA CIUDAD
La historiografía local cuenta con algunos estudios de demografía histórica a nivel parroquial, para series temporales muy dilatadas, de las que se puede extraer información inédita relativa a los números de bautismos, matrimonios y defunciones de 1649 y años de nuestro tracto cronológico en varias collaciones de la ciudad51.
En la feligresía de Santa María la Mayor (Sagrario), la más populosa de las parroquias de la ciudad, los meses de la epidemia supusieron la acumulación del 82,3 % de las muertes de todo el año, con un registro máximo en mayo que superó el millar de muertos (Gráfico 7). La naturaleza de la mortalidad catastrófica de 1649 en esta collación presenta dos particularidades: una, la escasa proporción de niños difuntos, de 10’7 % en los meses que atacó la enfermedad, frente a un 30 % de promedio para el periodo 1641-75; otra, la diferencia porcentual, de hasta 16 puntos entre hombres (42 %) y mujeres (58 %). Además, los autores estiman que la pérdida poblacional no fue muy marcada, de un 12 % con respecto a una población que, para mediados del Seiscientos, suponen de unos 15.000 habitantes. Consideran como posible factor explicativo las características socioeconómicas del vecindario, más elevado con respecto a otras feligresías52.
Gráfico 7. Evolución mensual en el número de defunciones en las parroquias del Sagrario, San Andrés, La Magdalena y San Bernardo año 164953
Fuente: APSMMS, Lib. Def., 2; J. M. Cires Ordóñez y. P. E. García Ballesteros (1995), 92; J. Fernández Martín (2013), 230-231; P. Moreno Parra y B. Toscano Domínguez (2022), 144. Elaboración propia.
La afección en la serie de bautismos se tradujo en una reducción del 52,6 % en el número de bautizados si comparamos los años 1637 y 1649. El lastre de la caída de este último año provocó que el promedio 1637-1649 decreciese un 13,3 % con respecto al periodo 1607-36, que había sido ascendente. Las cotas de nacimientos nunca se volverán a recuperar hasta niveles anteriores a la epidemia en el resto de la serie temporal analizada. En cuanto a la nupcialidad, 1649 y 1650 registraron los récords de celebración de matrimonios en la totalidad de la serie, y presenta paralelismos con la reacción pronupcial distinguida en otros contextos adversos, como la ocurrida tras los años de la peste atlántica de principios de siglo54.
Si se compara con lo descrito y analizado para el caso de la Magdalena, se comprueban ciertas semejanzas, como el registro del máximo número de muertes en mayo –aunque, luego, la caída en junio es brusca en el Sagrario, y menos pronunciada en la Magdalena–, o el ‘boom’ matrimonial ocurrido en los meses que siguieron al contagio. En contraposición, la collación de San Andrés pareció presentar un comportamiento diferente. En ella, los efectos de la peste no se llegan a entrever en el número de muertes hasta el mes de mayo. Quizás, su carácter más céntrico permitió que su población pudiese evadir, al menos durante abril, el envite de la enfermedad. Fernández Martín apunta, como ya indicaban los autores del estudio para el Sagrario, que el estatus socioeconómico de los vecinos de San Andrés pudiese dar respuesta a unas repercusiones demográficas menos desastrosas que las apreciadas en otras parroquias55. No obstante, la sobremortalidad acumulada entre mayo y julio alcanzó el 80 % de los fallecimientos totales registrados en aquel año, sin duda sintomático de que la peste también causó estragos en esta feligresía56.
En un análisis de mayor recorrido cronológico (1644-1654), San Andrés experimenta una tendencia al alza de sus defunciones en los años precedentes a 1649, superando el centenar en este último. La caída luego es abrupta, pero carecemos de los datos para evaluar el comportamiento de la mortalidad después de 1650. Los bautismos, por su parte, apenas presentan variaciones, apreciándose una relativa estabilidad, no modificada por la adversidad de 1649: así lo acreditan los valores promedios, de 44 en 1644-48 y 42 en 1650-5457.
En la parroquia de San Martín, colindante al norte de la anterior, la evolución de las tres series es muy similar a la que indicábamos para la Magdalena. La estabilidad de las defunciones se vio interrumpida por el choque de 1649, registrándose 341 muertes, lo que supuso que el número de decesos casi se cuadruplicase con respecto al promedio del quinquenio anterior (87 muertes). El desplome posterior es más que elocuente, con un promedio de tan sólo 28 muertos, es decir, reduciéndose en un 67’8 % la incidencia de la mortalidad. En la serie de bautismos, la reducción porcentual entre promedios es más tibia, de en torno al 23,5 %, pero igualmente relevante. Si en los primeros años de la serie los bautizados se aproximaban al centenar, después de 1649 apenas sobrepasan los 70. La caída también se entreve en periodos más amplios, con un 36 % menos de bautismos en 1649-70 sobre el promedio de 1633-48. En cambio, en los matrimonios se advierte el repunte nupcial de 1649-50, cuyos enlaces suponen el 34,5 % del total de la serie, para luego descender a una media de 19 matrimonios entre 1651-54 (5 puntos por debajo del promedio de 1644-48). También es interesante señalar que, entre 1650-59, en la mitad de los matrimonios efectuados alguno o ambos cónyuges eran viudos, lo que supone la mayor proporción de matrimonios con presencia de viudos de la serie multisecular (1563-1749, para los matrimonios) que estudia y analiza García-Baquero en su obra. El engrosamiento de las personas que enviudaron tras la epidemia se cree debe ser un factor decisivo para la explicación de este fenómeno58.
La parroquia de San Bernardo, en lo que se refiere al impacto sobre el número de defunciones, sigue la misma tónica apreciada en el resto de las collaciones estudiadas, aglutinando el 78,6 % de las muertes registradas en 1649 en los meses de mayo y junio. Lo mismo aplica en la repercusión sobre la curva de bautismos, que en aquel año registra su mínimo (55 bautismos), frente a una recuperación sostenida en los años siguientes, hasta 1653, en el que se registran casi un centenar de personas bautizadas59.
Por su parte, en la collación de San Salvador, durante el mes de mayo de 1649 se registraron el 44,4 % de los fallecimientos totales acaecidos ese año, un dato del todo significativo teniendo en cuenta que el promedio anual para los 3 años anteriores había sido de 285 muertes. Las autoras del estudio demográfico para esta parroquia estiman, refiriéndose a los datos del censo de 1642, que la población de la collación disminuyó un 9 % tras el golpe de la peste. En cuanto a los bautismos, la gráfica elaborada por meses para la cronología de su muestra subraya el declive a apenas una decena de bautismos durante el año que siguió a la epidemia. El nuevo incremento registrado a partir del verano de 1650 coincide con lo observado en La Magdalena, subrayándose en el caso de San Salvador los importantes altibajos sufridos hasta el final de la serie60.
Menor información para su comparación puede extraerse de otras collaciones. El censo hallado y analizado por Aguado de los Reyes para Santa Cruz y San Roque revela datos levantados ex profeso para cuantificar la afección de la epidemia, descendiendo al nivel de calle y vivienda. Los resultados desprenden que la pérdida poblacional habría sido muy acusada en San Roque, barrio extramuros, y más tenue en Santa Cruz. El autor apunta a la mayor fortaleza socioeconómico de esta última feligresía61, coincidiendo con lo mismo que proponía Fernández Martín para el caso de San Andrés. Más restringidos son los datos para collaciones como Santa Ana, San Nicolás o Santa María la Blanca, para las que puede destacarse reducciones, por ejemplo, en el número de bautismos del orden del 35-60 % con respecto a medias anteriores a 164962.
5. CONCLUSIONES
El análisis abordado para las series de defunciones, bautismos y matrimonios de la parroquia de la Magdalena ha demostrado la importante alteración que supuso el brote de peste de 1649 en la caracterización demográfica de la collación. Así, la comparación entre los periodos anterior y posterior a la ocurrencia de la enfermedad arroja como resultado una modificación sustancial de los tres parámetros demográficos estudiados, como se desprende de los cambios observados en los valores promedios de cada uno de ellos. Todos ellos presentan una tendencia al descenso, salvando el incremento coyuntural de los matrimonios, que no se prolonga más allá del año siguiente a la epidemia, destacando la alta representatividad de los enlaces celebrados entre personas que habían enviudado como consecuencia de la peste. Los bautismos, por su parte, aunque experimentan una inmediata recuperación –coincidiendo con el breve ‘boom’ nupcial–, no vuelven a retomar los niveles anteriores a 1649. Tampoco lo hacen las defunciones, que se desploman tras la sobremortalidad experimentada en los tres meses que la población sevillana acusó el golpe.
En vista de estos datos, el descenso poblacional debió ser reseñable, pudiendo cotejarse con la sobresaliente caída distinguida en la estadística proporcionada por el censo de 1655, que sugería una reducción de hasta el 60 % en el número de habitantes con respecto a años antes de la epidemia. Además, la afección en las dinámicas demográficas de la collación se confirma y reproduce, con variantes, si atendemos a la comparativa con otras collaciones; sobre todo, en lo que se refiere a las características comunes apreciadas en las series de defunciones y bautismos. En la primera de ellas, todas las parroquias acusan un volumen sobresaliente de muertes para los meses de la peste; mientras que, en el caso de los bautismos, se distingue un resentimiento prolongado, para luego experimentar un repunte vinculado al incremento de la natalidad post-epidémica.
6. BIBLIOGRAFÍA
Fuentes manuscritas
Archivo Parroquial de Santa María Magdalena de Sevilla (APSMMS).
Libro de bautismos 21, 22.
Libro de defunciones, 2.
Libro de matrimonios, 11, 12.
Archivo General del Arzobispado de Sevilla (AGAS).
Sección Vicaría General, Serie Expedientes Matrimoniales Ordinarios, Cajas 5719 (266), 7696 (1963), 5500 (91), 7716 (1983), 6415 (741), 7101 (1375), 5803 (335), 7065 (1344), 7941 (2174), 8132 (2378), 5867 (382).
Archivo General de Simancas (AGS).
Sección Guerra y Marina, legajo 1455.
Fuentes impresas (anteriores al siglo XX)
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Palomo, Francisco de Borja (1878), Historia crítica de las riadas o grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla, desde su Reconquista hasta nuestros días, Imprenta de Francisco Álvarez y Cía, Sevilla.
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1. Esta publicación es parte del proyecto de I+D+i 'La esclavitud en la economía y la sociedad de la España del siglo XVI (MERCATRAT)' PID2022-138444OB-I00, financiado por el MCIN/ EI/10.13039/501100011033.
2. Jean-Noël Biraben señala la región mediterránea como principal foco afectado por esta oleada pestífera, prolongando su azote en otras partes del continente europeo hasta finales de la década de los 50. En J-N. Biraben (1987).
3. Para un estudio de las implicaciones políticas, sanitarias, económicas y religiosas que comportó el brote de peste de 1648 en Murcia, véase J. F. Caballero Ponce (2018).
4. J. A. Crespo Aledo (2019), 151-159.
5. En el caso de Granada, un reciente estudio ha descartado que la crisis demográfica acusada en estos mismos años se debiese a una irrupción de la peste en la ciudad nazarí. Más bien, apuntan los investigadores que, basándose en la estacionalidad del fenómeno –que tendría su cénit en los meses de otoño e invierno– apuntaría a un posible brote de tifus, y no de peste, puesto que esta se desarrolla preferentemente en meses cálidos. En S. A. Jiménez-Brobeil, R. M. Maroto-Benavides y F. Sánchez-Montes (2020), 117-119.
6. V. Pérez Moreda (1987), 15-17. F. J. Alfaro Pérez y F. J. Marichalar Vigier (2020), 24-27.
7. F. J. Alfaro Pérez y F. J. Marichalar Vigier (2020), 27-30. Para conocer los modos de actuación de las administraciones locales frente al estallido de brotes contagiosos, véase F. J. Alfaro Pérez (2020), 9-29.
8. Anónimo (1649).
9. F. Vizcarreto y Luján (1650).
10. F. Morales Padrón (1981).
11. D. Ortiz de Zúñiga (1677), libro XVII, 707-712.
12. J. de Villalba (1803). J. Velázquez y Sánchez (1866).
13. A. Domínguez Ortiz (1996), 263-274.
14. J. I. Carmona García (2004).
15. D. Ortiz de Zúñiga (1677), libro XVII, 707.
16. F. de B. Palomo (1878), 297-298.
17. D. Ortiz de Zúñiga (1677), libro XVII, 708.
18. Anónimo (1649), fols. 4v-10r, 13v-14r.
19. F. Vizcarreto y Luján (1650), fols. 5r-7v.
20. F. Morales Padrón (1981), 123-124. F. Vizcarreto y Luján (1650), fols. 13r-14r.
21. F. Morales Padrón (1981), 157-176.
22. Anónimo (1649), fols. 21r-21v. D. Ortiz de Zúñiga (1677), libro XVII, 709. F. Morales Padrón (1981), 122.
23. A. Domínguez Ortiz (1984), 72-78.
24. D. Ortiz de Zúñiga (1677), libro XVII, 709-710.
25. A. Domínguez Ortiz (1989), 5, 7.
26. Archivo General de Simancas [AGS], Guerra y Marina [GyM], leg. 1455, citado en S. de Luxán Meléndez y M. Ronquillo Rubio (1995), 469-471.
27. La elección específica de estas tres collaciones responde a la disponibilidad de datos demográficos que existe, en el caso del lapso cronológico estudiado, para estas cuatro parroquias, como se verá más adelante (véase apartado 4).
28. J. Fernández Martín (2013), 220-222.
29. Ello, a pesar de ser una feligresía extramuros, cuyos moradores pertenecerían a un estrato socioeconómico bajo y estar cercana a cursos de agua como el arroyo Tagarete, foco importante para el desarrollo de enfermedades contagiosas. En P. Moreno Parra y B. Toscano Domínguez (2022), 137.
30. Levantado y delineado por Francisco Manuel Coelho, por disposición de D. Pablo de Olavide, asistente de Sevilla. Ejemplar digitalizado de la Real Academia de la Historia – Colección: Departamento de Cartografía y Artes Gráficas – Signatura: C-Atlas E, II, 17. Rescatado de la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, disponible en <https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=423028> (consulta: 13/01/2023).
31. En todos los casos, quedan excluidos de la relación clérigos y religiosos. Para la conversión de vecinos a habitantes en el censo de 1642, se ha determinado aplicar el coeficiente 4,46, que es el usado por Domínguez Ortiz (1989) para realizar las correcciones oportunas a los censos de 1591 y 1655.
32. APSMMS, Libro de bautismos [Lib. Baut.], 22, fol. 101r.
33. Un estudio de la concentración de los fallecimientos según el viario también puede verse, para el caso de San Salvador, en C. López Sagardoy y C. Ruiz Granada (2022), 119. En esta collación, la calle Sierpes, Dados, Gallegos y Francos son las que registran mayor número de personas fallecidas en los meses de la peste. Por su parte, Moreno Parra y Toscano Domínguez reconstruyen, en base a las alusiones en los libros parroquiales de San Bernardo, la vecindad de los finados de su collación, estableciendo una diferenciación por tipologías residenciales (casas, hornos, huertas, tiendas…). En P. Moreno Parra y B. Toscano Domínguez (2022), 150-158.
34. No es coincidencia que uno de los testimonios de época indique, como primeras zonas de la ciudad en las que se constató la presencia de la peste, calles de esta collación, como se comprueba en la Tabla 2: «sauíase ia que en Triana, Calle de las Vírgines, y de la Galera, Hierro Viejo i Carretería estaban apestadas», en F. Morales Padrón (1981), 116.
35. Tomamos como referencia el dato total del año por la escasa representatividad de las muertes ocurridas fuera de abril-mayo-junio.
36. Con todo, es preciso enfatizar en la más que probable infrarrepresentación de los niños, no sólo en puntuales momentos de sobremortalidad –como la peste de 1649– sino, por lo general, en el conjunto de las defunciones inscritas. En L. C. Álvarez Santaló (1980a), 9. Por consiguiente, no podría concluirse que la peste fuera una enfermedad con mayor proclividad en adultos que en niños, sólo ateniéndonos a los datos registrados oficialmente.
37. C. M. Cipolla y D. Zanetti (1972), 197-202.
38. Estos datos harían pensar en una posible ubicación de la Casa Cuna en la feligresía. Pero los trabajos de Álvarez Santaló (1977, 1980b) lo descartan, puesto que desde 1648 la institución pasa a radicar en la calle Carpintería (actual Cuna).
39. En el estudio de José Moreno, en L. C. Álvarez Santaló (1980a), 4, se apunta a la manera en que desde 1626 el número de bautismos venía cayendo en un 30 %. Refiere este autor cómo en 1648 hubo una recuperación –acaso debido al incremento puntual que se ha identificado aquí, gracias a los niños expósitos de la Cuna–, y el descenso en un 50 % de los bautismos después del evento epidémico (sobre el promedio de 1629-47, un arco cronológico más amplio al nuestro). También apunta a una recuperación para 1650-57 –idéntico fenómeno el apuntado para el subperiodo 1650-54–, y que a partir de 1660 el número de bautismos se estabiliza en la mitad de la media de 1620-25.
40. V. Pérez Moreda (2020), 5.
41. Véase F. Morales Padrón, 1981, 123-125.
42. Idem.
43. Idem.
44. AGAS, SVG, SEMO, vv. cajas.
45. AGAS, SVG, SEMO, caja 5719 (266). Su partida de defunción en APSMMS, Lib. Def., 2, f. 48v., y partida matrimonial en Lib. Matr., 12.
46. AGAS, SVG, SEMO, caja 7941 (2174).
47. Idem.
48. Idem.
49. AGAS, SVG, SEMO, caja 5719 (266).
50. AGAS, SVG, SEMO, caja 8132 (2378). Su partida matrimonial en APSMMS, Lib. Matr., 12.
51. J. M. de Cires Ordóñez, P. E. García Ballesteros y C. A. Vílchez Vitienes (1985). J. M. de Cires Ordóñez y P. E. García Ballesteros (1995). G. García-Baquero López (1982). J. Fernández Martín (2013). E. Corona Pérez (2020). J. Aguado de los Reyes (1989). L. C. Álvarez Santaló (1980a).
52. J. M. de Cires Ordóñez y P. E. García Ballesteros (1995), 93-96.
53. La gran disparidad de cifras entre las tres collaciones ha de ponerse en relación con las notables diferencias poblacionales y dimensionales existentes entre ellas (véase Cuadro 1).
54. J. M. de Cires Ordóñez, P. E. García Ballesteros y C. A. Vílchez Vitienes (1985), 39-41, 44-45, 80-81.
55. J. Fernández Martín (2013), 221.
56. Ibidem., 230-231.
57. J. Fernández Martín (2013), 229. E. Corona Pérez (2020), 104.
58. G. García-Baquero López (1982), 94-95, 195, 295, 312-313.
59. P. Moreno Parra y B. Toscano Domínguez (2022), 138-139, 144.
60. C. López Sagardoy y C. Ruiz Granada (2022), 118-119, 123.
61. J. Aguado de los Reyes (1989), 48-55.
62. L. C. Álvarez Santaló (1980a), 4, 10, 12.