Del Arco Blanco, Miguel Ángel (2022), Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la guerra civil española (1936-2021), Crítica, Barcelona, 450 págs. ISBN: 978-84-9199-328-5

Un aspecto que no siempre ha sido tratado en profundidad por parte de la historiografía ha sido el de aquellos elementos culturales vinculados al desarrollo y la legitimación de los regímenes políticos, en especial los monumentos dedicados a la memoria de los antepasados y, como en el caso que nos ocupa, a la de los caídos en los diversos conflictos, que durante los siglos XIX y, sobre todo, el XX han tenido una considerable impronta tanto en España como en el resto de Europa. Estos aspectos nos acercan a la perspectiva de la Historia Cultural y a la imbricación de la misma con formas de análisis provenientes de las Ciencias Sociales, y especialmente de la disciplina antropológica, de forma que al conocimiento sobre los hechos del pasado se une la capacidad de profundizar en los significados y el entramado simbólico y ritual que se estableció en torno a los monumentos en cuestión.

Contribuir al conocimiento sobre este ámbito de investigación y analizar la función y los significados de los monumentos, en este caso los monumentos dedicados a la memoria de los caídos en la Guerra Civil española y, más concretamente, las cruces de los caídos, es lo que ha procurado Miguel Ángel del Arco Blanco con la obra Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la guerra civil española (1936-2021).

El autor, profesor del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada, pertenece a una generación de historiadores e historiadoras que ha venido teniendo continuidad durante las últimas décadas y que se han acercado al estudio de la España del siglo XX a través de una perspectiva inicial vinculada especialmente con la mirada histórico-social y que posteriormente han ido complementando con la histórico-cultural. Las etapas de la Segunda República, la Guerra Civil, el franquismo y la Transición a la democracia han sido predilectas entre dichos investigadores, siendo el franquismo la etapa en la que se ha venido centrando desde sus inicios como investigador el autor de esta obra, alcanzando con los años un amplio reconocimiento, especialmente a la hora de abordar aspectos como el hambre de posguerra, las formas de resistencia y de la vida cotidiana, así como los apoyos sociales al franquismo, especialmente en las provincias orientales andaluzas.

Esta obra, dedicada de forma monográfica a los monumentos que el régimen franquista erigió para recordar y conmemorar a los caídos del bando sublevado durante la Guerra Civil, considerados como héroes y mártides de la causa «nacional», supone una muy completa aproximación al tema, abordándolo no solo a nivel provincial o autonómico sino nacional. Las fuentes y la abundante bibliografía consultada, así como las numerosas imágenes procedentes de muy diversas localidades españolas, contribuyen a adquirir una visión de conjunto del fenómeno como pocas veces se había realizado hasta ahora. Fuentes archivísticas y hemerográficas, en alguna ocasión incluso extranjeras, constituyen las bases sobre las cuales el autor despliega la descripción y el análisis de la importancia de estos monumentos para generar la nueva comunidad nacional pensada por el franquismo, y cuya identidad se intentaba reforzar a través de dichas obras monumentales.

La obra se divide en tres partes que constan de diversos capítulos, a través de los cuales se abordan varios aspectos. La primera parte está dedicada a la Guerra Civil y los monumentos consagrados a los caídos «por Dios y por España», la segunda a los significados y la estética de las cruces de los caídos y la tercera a la historia de los monumentos a los caídos entre el franquismo y la actualidad, desde el final de la guerra hasta nuestros días.

La Guerra Civil supone el punto de partida para la construcción de lo que algunos historiadores e historiadoras han denominado como la «cultura de la Victoria», de la que formarían parte las cruces dedicadas a los caídos. La guerra es, además, el mito fundacional del régimen franquista, y el 18 de julio la fecha inaugural de la «Cruzada» y el «Movimiento Nacional». El mito de los caídos surge también durante el conflicto, unido a la idea de dar la vida por Dios y por España, que une el catolicismo con la nación, y el mismo se pone al servicio de la movilización popular en defensa de la causa de los sublevados y como forma de lograr un mayor número de apoyos sociales al régimen franquista, sirviendo como elemento de la propaganda política tanto durante el desarrollo del conflicto como una vez finalizado el mismo.

El proceso de construcción de los monumentos a los caídos se iría fraguando a lo largo del desarrollo de la guerra, pasando de las sencillas cruces de madera de los inicios de esta a los monumentos en piedra más elaborados y llenos de símbolos, que se convertirían en el modelo habitual durante la posguerra. La normativización del modelo de las cruces de los caídos correría a cargo de arquitectos e ideólogos del régimen, quienes imponían las normas a seguir por las autoridades locales a la hora de construir las cruces.

La participación popular en el culto a los caídos se manifestaba a través de la elevación de los monumentos en lugares principales de los municipios en la que ayudaban los vecinos, así como especialmente en la participación de muchos de ellos en las formas de ritualidad ligadas a dicho culto, como las eucaristías, las ofrendas y las concentraciones en torno a los monumentos para rendir culto a su memoria. En dichas concentraciones se recitaba la oración a los caídos, se cantaba el Cara al sol, brazo en alto, y se entonaban otros himnos, culminando el ritual con las frases «José Antonio Primo de Rivera ¡Presente!» y nombrando a los caídos, concluyendo con el grito de «¡Presentes!». Las autoridades del Movimiento colocaban una ofrenda floral, una corona de flores en este caso, a los pies del monumento.

La construcción de una comunidad nacional basada en los mitos y los principios surgidos a partir del estallido de la guerra, vinculada a una determinada percepción, marcadamente católica, de la nación, tendría en el culto a los caídos una de las principales muestras de su adhesión al nuevo Estado y a las formas de ritualidad que el mismo estaba generando, así como a los discursos de la victoria franquista, ahondando en la «renacionalización» del país y del espacio público del mismo.

Se creaba una estética basada en un estilo «nacional», que tenía en el clasicismo español de la época imperial su principal fuente de inspiración, y la cruz suponía un elemento central, imbricado en la tradición cultural de la nación y que por lo tanto podía ser fácilmente reconocido por todos los españoles. La cruz, emblema del nacionalcatolicismo, convivía en los monumentos a los caídos con los emblemas de la «Nueva España», como el nuevo escudo nacional, con el águila de san Juan y la frase «Una, Grande y Libre», la cruz de Borgoña de los tradicionalistas y el yugo y las flechas de los falangistas. De esta forma, las diversas tendencias ideológicas existentes en el seno del Movimiento Nacional quedaban representadas en estos monumentos.

Otros elementos dedicados a la memoria de los caídos eran las lápidas y placas que los nombraban, que seguían el mismo patrón de las inscripciones de las cruces y que se situaban en lugares emblemáticos de las localidades, especialmente en las paredes de las iglesias o en el interior de los templos. Las propias cruces podían constar de altares, esculturas, elementos naturales y zonas ajardinadas, así como, en determinadas ocasiones, estar iluminadas por la noche. Al ser construidas habitualmente en piedra, se pretendía concebir las cruces como una forma de perpetuar la memoria de los caídos a lo largo del tiempo. El Valle de los Caídos supondría el lugar más icónico dedicado a tal fin, y su cruz la que se alzaba por encima de todos los monumentos, constituyendo esta la cruz por antonomasia y la basílica el espacio más emblemático destinado a dicha memoria. El autor dedica precisamente un capítulo del libro al Valle de los Caídos, dada su importancia, explicando los detalles de su construcción y analizando su simbolismo.

Si bien durante la posguerra y los años de consolidación del régimen los monumentos a los caídos supondrían una fuente de consenso en torno a la «cultura de la Victoria», como espacios de culto y ritualidad ligados a la memoria y el discurso oficial, durante los años del desarrollismo y el tardofranquismo estos monumentos comenzarían a ser cuestionados por algunos sectores sociales que disentían con la visión oficial del régimen. De esta forma, iban a convertirse en lugares de conflicto que eran agraviados y contra los que se cometían atentados, en ocasiones por parte de grupos afines al nacionalismo vasco y catalán y al republicanismo, y que posteriormente eran desagraviados y ensalzados por las autoridades y los sectores sociales afines al régimen. La llegada de la democracia a partir del proceso de transición a la misma conllevaría una nueva conflictividad vinculada a la búsqueda de espacios de memoria democrática, y con el paso de los años esta necesidad de una memoria de carácter democrático se ha ido incrementando, desapareciendo estas cruces en numerosas ocasiones del espacio público a partir sobre todo de los años ochenta, dado que su carácter religioso no resultaba el preponderante sino el ideológico, por lo que no concordaban con los ideales democráticos de la España constitucional. La obra finaliza con un epílogo en el que se reflexiona sobre ello.

Dada la consistencia y la calidad de la investigación realizada por el autor, esta obra resulta sumamente recomendable para quien desee profundizar en el conocimiento de la historia cultural del franquismo, especialmente en relación a los monumentos elevados por el régimen, y en los cambios producidos en la sociedad española desde la Guerra Civil hasta la actualidad en relación a la memoria y las mentalidades que han marcado nuestra contemporaneidad y marcan los debates actuales, algo que se puede constatar mediante las diversas políticas relativas a la memoria democrática que se han venido fraguando a lo largo de las últimas décadas. Un estudio que imbrica la Historia con las disciplinas que le son más afines, y que esperemos sirva de ejemplo para futuras investigaciones que ahonden en los elementos culturales tanto del franquismo como de las demás etapas de la España contemporánea.

Miguel Ángel Carvajal Contreras

Universidad de Granada