ISSN: 0212-5099

E-ISSN: 2695-7809

DOI: 10.24310/BAETICA.2022.vi42.14447

MUJERES GOBERNANDO HOGARES.

SOLTERÍA, VIUDEDAD Y ABANDONO EN LA TIERRA DE CAMPOS PALENTINA A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII

Cynthia Rodríguez Blanco*

Universidad de Valladolid

RESUMEN

Con este trabajo, y a través de los datos contenidos en la obra fiscal de Ensenada, lo que se pretende es analizar las jefaturas domésticas femeninas de tres localidades palentinas: Paredes de Nava, Fuentes de Don Bermudo y Frechilla. Con ello lo que se busca es conocer su edad, su estado civil, la tipología familiar que predominaba en sus hogares y las estrategias de supervivencia que desarrollaban ante la ausencia o falta definitiva del varón. Un trabajo que contribuirá al conocimiento de las mujeres en una zona geográfica en la que las investigaciones sobre este ámbito aún escasean.

Palabras clave: mujer, familia, gobierno doméstico, Palencia, siglo XVIII

Enviado: 11/03/2022 Aceptado: 21/09/2022

*cynthiarguez46@gmail.com

ISSN: 0212-5099

E-ISSN: 2695-7809

DOI: 10.24310/BAETICA.2022.vi42.14447

WOMEN GOVERNING HOUSEHOLDS.

SINGLENESS, WIDOWHOOD AND ABANDONMENT IN THE LAND OF CAMPOS PALENTINA IN THE MID-EIGHTEENTH CENTURY

Cynthia Rodríguez Blanco*

Universidad de Valladolid

ABSTRACT

The aim of this work is to analyse the female heads of household in three localities in Palencia: Paredes de Nava, Fuentes de Don Bermudo and Frechilla, using the data contained in the Ensenada tax work. The aim is to find out their age, their marital status, the family typology that predominated in their homes and the survival strategies they developed in the absence or definitive absence of the male. This work will contribute to the knowledge of women in a geographical area where research on this subject is still scarce.

Key words: women, family, home government, Palencia, 18th century

Send: 11/03/2022 Accepted: 21/09/2022

*cynthiarguez46@gmail.com

1. INTRODUCCIÓN

Es una realidad que en los últimos años los estudios que han versado sobre las mujeres y la familia han experimentado un gran auge, contribuyendo a la creación de un discurso histórico sensato e integrador que cada vez abarca más líneas de investigación y áreas geográficas aportando datos totalmente novedosos1. Aunque la mujer como sujeto histórico puede ser estudiado desde innumerables facetas que incluyen la maternidad, la laboralidad, la transmisión patrimonial e incluso las desobediencias familiares, en mi caso he optado por el estudio de la dirigencia doméstica que ejercían todas aquellas que no se hallaban sujetas a la autoridad del varón en una zona muy concreta de la provincia de Palencia: la Nava. He elegido esta zona porque, aunque es cierto que en años posteriores algunos autores como Sanz de la Higuera2 o Pérez Álvarez3 se han lanzado al estudio de las jefaturas femeninas castellano leonesas, aún en el territorio existe un claro déficit documental acerca de este aspecto. Situación que contrasta con la vivida en Galicia4, Logroño5, Albacete6, Jaén7, Granada8, o Navarra9 entre otros.

Teniendo en cuenta que de las jefaturas femeninas desarrolladas en la provincia de Palencia a lo largo del siglo XVIII apenas nada se conoce más allá del trabajo de Hernández García para Astudillo10, se ha considerado que el estudio de los memoriales presentados en la zona de la Nava, concretamente en las tres localidades de mayor entidad: Paredes de Nava, Fuentes de Don Bermudo y Frechilla, pueden aportar datos de gran interés acerca no solo de las estructuraciones familiares de sus vecinos sino sobre el mundo laboral femenino. Y es que es una suerte que, en la sección de Respuestas Generales de Frechilla las autoridades ordenasen incorporar un detallado informe acerca del contingente humano que se ocupaba en la fabricación y tejeduría de paños. Así, y consultando detenidamente las páginas de los libros de legos, se ha procedido a la realización de un análisis socioeconómico de todas ellas reparando en su identidad, su estado civil, su edad, su ocupación laboral, su acceso a la propiedad y por supuesto su acompañamiento familiar. Un aspecto este último muy interesante que, a través del sistema de estructuración familiar ideado por Laslett y Hammel, ha permitido la clasificación de los hogares en solitarios, nucleares y extensos11.

2. CONTEXTO GEOGRÁFICO DE LAS VILLAS

Paredes de Nava, Fuentes de Don Bermudo (actual Fuentes de Nava) y Frechilla, fueron a lo largo del siglo XVIII tres importantes villas de señorío ubicadas dentro de la comarca de Tierra de Campos donde se desarrolló una importante actividad textil gracias a las fábricas de estameñas y paños allí ubicadas. Localizadas en el extremo occidental de la provincia de Palencia, y distando de la capital entre tres y cuatro leguas, albergaron en su interior un gran dinamismo económico que llevó a Paredes de Nava a competir en momentos muy puntuales con la ciudad, pues no es casualidad que fuera precisamente esta villa la que más contingente humano aportase en los sorteos de quintos que se celebraban en la provincia. Esa intensa llamada de mozos fue la que propició que, en la villa, en detrimento a lo observado en otras comarcas como la Vega-Valdavia, se contase con numerosas mujeres que declaraban hallarse casadas pero solas por «hallarse mi marido en el servicio y no sé si es vivo o muerto»

Sin duda la localidad que había visto nacer allá por el siglo XV al poeta Jorge Manrique era la más importante y poblada de las tres llegando a albergar en el momento de elaboración del catastro 700 vecinos, cifra que en Fuentes de Don Bermudo y Frechilla se reducía hasta los 447 y 294 respectivamente. Vecinos que vivían, no de los paños que vendían a comerciantes vallisoletanos y riosecanos, sino de los rendimientos que obtenían de la tierra al practicarse en la zona una agricultura de secano que permitía obtener cosechas anuales de trigo, cebada, avena y uva. Una producción de base cerealista a la que se sumaba, gracias a las aguas del río Carrión y del río Valdeginate en Fuentes de Don Bermudo, leguminosas de escasa consideración y productos hortícolas. Con estos últimos se llegaba incluso a comerciar, pues todos los viernes en Fuentes de Don Bermudo se celebraba un mercado en el que se vendían legumbres, frutas, lienzos gruesos montañeses y algún cerdo o buey en época de matanza. Villas de cierta entidad, abastecidas de variados servicios, que al igual que la ciudad de Palencia dependían de los pueblos de alrededor para poder abastecerse de un bien tan necesario como lo era el pan. Así y ante la falta de panaderías, se veían obligadas a surtirse de «panaderos aventureros» que colocaban diariamente un pequeño puesto en la plaza o de vecinos que amasaban y cocían este alimento en sus propios hornos tal y como lo hacían las paredeñas María Martínez e Isabel Martínez (obteniendo por dicha actividad 600 reales anuales)12.

Además de estar dotadas de mesones, abacerías, cererías, herrerías, talleres e incluso tiendas de mercería y lienzos, Paredes de Nava y Fuentes de Don Bermudo tuvieron la suerte de contar con escuelas de niños e incluso de niñas. Decía Margarita Nieto Berdoya que ciento veintitrés eran las localidades que en 1752 contaban con este tipo de instituciones de enseñanza dentro de la provincia de Palencia (un 39,93 % del total)13. Cifra que se reducía drásticamente en el caso de la instrucción femenina, pues tan solo tres pueblos (entre ellos Paredes de Nava) contaron con la presencia de una maestra ocupada en enseñarlas las primeras letras u otros saberes propios de su sexo como la costura. No sabemos si se trata de un error, pero el cruce de la información contenida en Respuestas Generales y el Libro de Relaciones Seglares ha hecho que nos planteemos la posibilidad de que en Paredes existieran dos mujeres dedicadas a dicha labor, pues por un lado el concejo declaraba retribuir a María Bamba anualmente con 500 reales por dicho trabajo y por otro lado una mujer llamada María Santiago de 50 años indicaba a las autoridades fiscales que percibía anualmente 300 reales porque «me ejercito enseñando y educando niñas»14.

Localidades con protagonismo no solo económico sino religioso. No hay más que recordar que por aquellos años en Paredes de Nava existían 4 iglesias parroquiales (Santa Eulalia, San Martín, Santa María y San Juan) asistidas por un total de 56 curas, beneficiados de preste y capellanes que se encargaban no solo de celebrar la misa sino de asistir a todo aquel que lo necesitase, especialmente a los pobres de solemnidad que se hallaban recogidos en el Hospital de San Andrés. Institución ocupada del hospedaje de peregrinos y necesitados administrada con los escasos caudales de una de las cofradías existentes. Junto a este, y cumpliendo también con una labor asistencial, el cabildo eclesiástico y el ayuntamiento gozaban del patronato del extinto Hospital de San Marcos, ocupado no del hospedaje sino de la curación de vecinos aquejados de calenturas proporcionando a los convalecientes: cama, visita médica, medicinas y 40 maravedíes de alimentos diarios. A pesar de tener un tamaño más reducido, Frechilla y la antigua Fuentes de Don Bermudo también estuvieron provistas de hospitales: el de Santiago y el de la Santísima Trinidad respectivamente que sirvieron tanto de cobijo para los peregrinos como de asilo para los enfermos. Es más, el hospital fuentero estuvo provisto de cuatro habitaciones destinadas al cobijo de viudas pobres que vivían de la caridad15. Cuartos en los que habitaban ellas y su prole, pues Catalina de Ofero Cuevas, ejercitada en el hilado de la rueca, residía en el hospital de limosna junto a sus tres hijos de 22, 20 y 15 años16. Igual que su compañera Antonia de Castro que hacía lo propio junto a sus dos hijas de 16 y 10 años, «todas mendicantes»17. Una labor asistencial que se hizo extensible a las cofradías, pues en Frechilla existían cinco casas destinadas a la vivienda de pobres en manos de las cuatro cofradías de Santa Cristina (algunas mujeres calificadas como pobres de solemnidad hicieron constar en sus memoriales que vivían de limosna en el mal llamado Hospital de Santa Cristina) y en Fuentes de Don Bermudo un edificio denominado «Casa de la Cruz» o «Casa de la Veracruz» donde además de reunirse los cofrades homónimos quedaban recogidas algunas mujeres con título de pobres de solemnidad que no tenían familia.

3. EL LIDERAZGO FEMENINO DE LOS HOGARES

Según las informaciones contenidas en los libros de legos, 162 fueron las mujeres que asumieron las jefaturas de sus hogares en Paredes de Nava, 133 en Fuentes de Don Bermudo y 76 en Frechilla, constituyendo por lo tanto casi una cuarta parte del total de los núcleos familiares, concretamente un 20,3 %, un 24,6 % y un 22,5 % respectivamente. Unas cifras similares a las documentadas en el Bierzo18 y ligeramente superiores a las constadas en otros lugares de la península como las localidades granadinas de Almuñécar, Lujar o Rubite donde no llegaron a superar el 18 %19. El estudio que con anterioridad se ha realizado sobre Palencia y su alfoz ha permitido observar que en el territorio provincial no existió homogeneidad en lo que respecta a esta cuestión, pues la presencia de mujeres solas en la Nava fue mucho mayor que en Villamuriel de Cerrato (8,2 %) o Fuentes de Valdepero (12,7 %)20. Mujeres de edades muy dispares que, en soledad o en compañía de familiares y amigos, ejercían el gobierno del hogar e incluso de su propia persona al no depender de manera directa de la voluntad de un varón. Aspecto que les facultaba para tomar decisiones por sí mismas e incluso en nombre de sus hijos.

3.1. Las viudas

Como se aprecia en la tabla 1 dentro de ese cajón de sastre que constituyeron los hogares gobernados por mujeres, existió una más que visible preponderancia de las viudas (ejercían la jefatura en 8 de cada 10 núcleos). Un porcentaje casi idéntico al observado en Palencia (79 % para la capital y 87,3 % para el alfoz)21, en Burgos (80,5 %)22 y en la localidad gallega de Ares (78,2 %)23, pero por debajo del 91,2 % registrado en albaceteña Sierra de Alcaraz24. Como ya sabemos, la viudedad era una condición que se hacía fuerte en la sociedad a medida que las mujeres se adentraban en la vejez gozando de mayor protagonismo en la franja etaria que abarcaba desde los 40 a los 65 años. Así la edad media del conjunto para la zona de estudio era de 52,8 años, igual a la registrada en la capital y en sus alrededores25. Fueron excepcionales los casos de muchachas viudas menores de 25 o 30 años que se situaban al frente de sus hogares, no porque no sufriesen las tempranas muertes de sus cónyuges sino porque estas, de manera general, solían reintegrarse en el núcleo de sus progenitores en busca de ayuda. Tan solo en Fuentes de Don Bermudo se ha hallado el caso de una viuda menor de 25 años: Laura Martín, hilandera de 23 años que vivía completamente sola y subsistía gracias a los pocos reales que le daba la rueca26. De su condición social simplemente señalar que más del 90 % eran pecheras siendo meramente anecdótica la presencia de mujeres de condición hidalga o nobiliar.

Tabla 1. Estado civil de las «cabezas de familia»

Paredes de Nava

Fuentes de D. Bermudo

Frechilla

Total

Viudas

128

79 %

107

80,5 %

59

77,6 %

294

Solteras

19

11,7 %

17

12,8 %

16

21,1 %

52

M. A.1

6

3,7 %

8

6 %

1

1,3 %

15

M. ED.

9

5,6 %

1

0,7 %

-

-

10

100 %

100 %

100 %

371

Fuente: Elaboración propia.

Por distintas cuestiones de índole demográfica, social e incluso mental la experiencia ha demostrado que el colectivo de las viudas tuvo un peso mucho mayor que el de los viudos. En una sociedad en la que el matrimonio se configuraba como eje vertebrador de las relaciones sociales y económicas, no era extraño que tras el fallecimiento del cónyuge se buscase restituir tempranamente su pérdida a través de unas segundas nupcias que librasen a la viuda de una vejez de miseria y asegurasen cuidados en la casa del viudo27. A pesar de ser las segundas nupcias una realidad tangible aceptada en gran medida por la sociedad, lo cierto es que las mujeres sufrían unas mayores dificultades a la hora de contraerlas, llevando a muchas de ellas a acabar sus días en soledad. Los hombres, por el contrario, volvían a unirse con mayor rapidez y eso se dejó sentir en el entramado social, pues del total de varones que dirigían sus hogares en Paredes de Nava tan solo un 5,8 % eran viudos, en Fuentes de Don Bermudo un 8,1 % y en Frechilla un 11,1 %.

3.2. Las célibes

Muy por detrás se ubicaban las célibes o «doncellas en cabello»28, mujeres que por decisión propia o circunstancias personales (falta de dote, cargas familiares, pérdida de honor como consecuencia del sufrimiento de una violación o estupro…) no contraían nupcias. Un estado poco o nada deseado que impedía la sujeción natural de la mujer al varón. Y es que no hay que perder de vista que los preceptos morales vigentes defendían que la mujer había sido creada para ser hija durante la niñez y esposa y madre durante la adultez29. Del total de las jefaturas femeninas contabilizadas, las solteras copaban el 11,7 % en Paredes de Nava, el 12,8 % en Fuentes de Don Bermudo y el 21,1 % en Frechilla, esta última una cifra bastante elevada que se halla aún muy lejos del 43,5 % registrado en la localidad gallega de Caldas30. Si comparamos esos porcentajes con los hallados en la vera del Carrión (en Palencia las solteras constituían un 13,9 % mientras que en su alfoz tan solo un 5,7 %31) rápidamente nos percatamos de que la zona de la Nava guarda más similitudes con la capital que con su medio rural. Algo que puede hallar su explicación en la potente industria lanera que se desarrolló en las tres villas, pues a lo largo del Antiguo Régimen las fábricas textiles actuaron como foco de atracción de jóvenes muchachas que buscaban empleo en las inmediaciones de su lugar de origen. Algo que ya constató Ricardo Hernández en Astudillo32. A diferencia de las viudas, la presencia de las solteras comenzaba a disminuir a medida que cumplían años situándose su edad media en los 43,8 años (tablas 2, 3 y 4). Ni que decir tiene que la mayor parte de las célibes, especialmente aquellas de menor edad, no se constituían como cabezas visibles de sus hogares quedando resguardadas bajo la autoridad de sus padres o hermanos tal y como hizo el frechillano Manuel Cebrián, mozo soltero de 35 años que se mantenía en compañía de sus dos célibes hermanas de 28 y 25 años33.

Tabla 2. Distribución por edades de las jefaturas femeninas

y masculinas en Paredes de Nava34

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 3. Distribución por edad de las jefaturas femeninas

y masculinas en Fuentes de Don Bermudo

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 4. Distribución por edades de las jefaturas femeninas y masculinas en Frechilla

Edades

Vdas.

%

Vdos.

%

Sltas.

%

Sltos.

%

M. A.

%

<25

-

-

-

-

-

-

1

14,3

-

-

25-35

6

10,2

5

17,2

2

12,5

2

28,5

1

100

36-45

13

22

2

6,9

7

43,8

1

14,3

-

-

46-55

13

22

12

41,4

6

37,5

1

14,3

-

-

56-65

18

30,5

6

20,7

-

-

1

14,3

-

-

>65

9

13,3

4

13,8

1

6,2

1

14,3

-

-

Total

59

100

29

100

16

100

7

100

1

100

Fuente: Elaboración propia.

De nuevo los solteros al igual que los viudos, gobernaron menos hogares que aquellas que compartían su condición al ejercer por excelencia la autoridad dentro del matrimonio. Es más, su presencia a diferencia de la de las solteras, se hacía notar no a partir de los 40 años sino en edades más tempranas concretamente entre los 25 y los 35. Ciñéndonos al área geográfica escogida, del total de jefaturas masculinas contabilizadas en Paredes un 0,8 % estaban presididas por solteros, en Fuentes de Don Bermudo un 2,2 % y en Frechilla un 2,6 %. Dos puntos por debajo a la registrada por Francisco González en la zona centro-sur de la península35.

3.3. Las viudas blancas o viudas de vivos

Si la presencia de las doncellas al frente de sus hogares era mínima aún más lo fue la de las llamadas viudas blancas o viudas de vivos, mujeres casadas que tomaban las riendas del gobierno del hogar debido al abandono temporal o definitivo que habían sufrido por parte de sus esposos. Recordando las palabras de Francisco González estas mujeres «ejemplifican las contradicciones de una existencia basada en la incertidumbre»36, pues a pesar de seguir legalmente comprometidas y sujetas a un varón del que nada se sabía, debían ser ellas quienes asumiesen la responsabilidad del hogar criando no solo a sus hijos sino trabajando y administrando los bienes de la parentela. Un tipo de dirigencia doméstica que no se distribuía de forma homogénea por el territorio, tendiendo a concentrarse en aquellos lugares donde se desarrollaba una economía de fuerte componente migratorio o donde los reclutamientos para servir al rey eran más numerosos como ocurría en Paredes de Nava. Las investigaciones llevadas a cabo sobre este colectivo han demostrado que su presencia solía situarse en una horquilla porcentual comprendida entre el 1 % y el 3 % (Santiago de Compostela 0,9 %37, Sierra de Alcaraz 0,8 %38, Burgos 3,8 %39 y Palencia 3,8 %40). En la Nava esos porcentajes variaban, pues mientras que en Frechilla tan solo constituían en 1,3 %, en Paredes de Nava se incrementaban hasta el 3,7 % y en Fuentes de Don Bermudo hasta el 6 %. Algo que contrasta, ya no solo con la capital, sino con otras localidades del Cerrato palentino y de la Tierra de Campos como Villamuriel de Cerrato, Villalobón, Grijota o Fuentes de Valdepero donde en su momento tan solo un testimonio.

Este colectivo llama la atención no solo por su «fuerte» presencia, en comparación con otras localidades, sino por su juventud, presentando 31,5 años de media, casi diez años por debajo de los 39 de las palentinas41 y de los 38,5 de las burgalesas42. Destaca Bernarda Maso que, con tan solo 18 años, sin propiedades y sin oficio del que poder vivir, tuvo que ponerse al frente de su recién estrenado hogar como consecuencia de la marcha de su esposo, Manuel de la Fuente, a la ciudad de Palencia para emplearse como estameñero.

De las 15 viudas de vivos halladas: 5 declaraban que sus cónyuges se hallaban sirviendo a su majestad en los distintos destacamentos existentes, 2 que estos estaban trabajando y 7 que desconocían el paradero de sus cónyuges, no teniendo la menor pista acerca de si estaban vivos o muertos. La mujer restante era Teresa Pajares, labradora de 42 años que asumió el gobierno de su familia no por muerte ni ausencia de su cónyuge sino por «estarse tratando al presente divorcio con Blas Delgado, mi segundo marido», lo que propició que se quedase al cargo de sus 5 hijos de 16, 12, 10, 7 y 5 años43. Un proceso para nada común que podía ser solicitado por maltrato o por abandono de la vida maridable44, es decir porque uno de los cónyuges hubiese abandonado el hogar con la intención de iniciar una relación extramatrimonial con otro individuo concurriendo en adulterio, amancebamiento o concubinato. Por ser propietaria de numerosas tierras de cultivo, la marcha de Blas no le supuso un grave problema y más teniendo en cuenta que mientras se trataba la causa este estaba obligado a hacerse cargo de su manutención. Aunque Teresa gozó de una buena situación económica, lo cierto es que a otras mujeres la marcha de sus esposos les sumió en la más absoluta miseria. Una miseria que se hacía palpable en la figura de Teresa González, una joven de 26 años que, en compañía de sus dos hijas de 4 y 1 año, se vio obligada a tener que recurrir a la caridad quedando recogida por amor de Dios en el Santo Hospital de Fuentes de Don Bermudo45. A pesar de que trabajaba como hilandera, parece ser que los reales que obtenía no le permitían sacar adelante a sus dos pequeñas.

Hay que tener presente que, en la mayoría de las ocasiones, el abandono temporal del hogar por parte del hombre resquebrajaba por completo a la familia viéndose la mujer imposibilitada para ejercer el gobierno doméstico principalmente por motivos económicos que la llevaban también a tener que marcharse en busca de un empleo. Cuando Claudio López fue llamado a filas, su esposa Petrona Pérez se vio obligada a desplazarse a Palencia en busca de una casa en la que servir teniendo que dejar a su hijo Cayetano de dos años en manos de su suegro Joaquín López46.

4. SOLAS O EN COMPAÑÍA: COMPOSICIÓN FAMILIAR DE LOS HOGARES ENCABEZADOS POR MUJERES

El estado civil y la edad de aquellas que se situaban al frente de sus hogares influían de manera directa en la composición y estructuración del núcleo familiar que las acompañaba y las ayudaba a sobrevivir.

4.1. Los hogares de las viudas

Siguiendo el orden lógico anteriormente expuesto, de las 269 mujeres viudas que se han documentado (excluidas las pobres de solemnidad por constituir estas un grupo aparte) 182 (67,6 %)47 conformaban hogares nucleares en los que se constataba tan solo la presencia de hijos y muy ocasionalmente la de personal de servicio (en tan solo 35 hogares ha sido corroborada la presencia de criados y mozos de labranza)48. El perfil de las matriarcas era el de una mujer de 50 años que mantenía en su hogar a una media de 2,4 hijos (2,7 en Paredes de Nava y 2,2 en Fuentes de Don Bermudo y Frechilla), por encima, pero sin alejarse de los 1,9 de la capital49. Si comparásemos esos datos con los aportados por Maldonado Cid, rápidamente nos percataríamos de que, a pesar de la lejanía, en la provincia de Granada se registraban unos porcentajes similares: Albuñol 2,2, Motril 1,7 y Lújar 1,8950. Hijos que, en su mayoría, se hallaban adentrados en la puericia o en la adultez y que ayudaban a sus madres ya no solo en los quehaceres diarios de la casa sino empleándose como mancebos del campo, pastores, mozos de servicio, criadas, hilanderas o porteadores de verduras. Trabajos que comenzaban a desempeñar desde edades muy tempranas si la necesidad se mostraba acuciante.

Tabla 5. Tipología familiar de los hogares de viudas (excluidas pobres de solemnidad)

Tipo de hogar

Paredes de Nava

Fuentes de Don Bermudo

Frechilla

Nuclear

84

71,8 %

63

64,3 %

35

64,8 %

Solitario

29

24,8 %

34

34,7 %

12

22,2 %

Extenso

3

2,6 %

1

1 %

7

13 %

Indeterminado

1

0,8 %

-

-

-

-

117

100 %

98

100 %

54

100 %

Fuente: Elaboración propia.

En un segundo plano, detentando un 27,9 % del total, aparecen los hogares solitarios y unipersonales en los que la viuda declaraba no gozar de la compañía de ningún pariente que pudiera socorrerla. Eran mujeres ya ancianas, con un promedio de edad de 61,9 años (en la capital esa edad disminuía hasta los 56), que se veían obligadas a seguir trabajando hasta edades muy tardías en el telar o sirviendo en la casa de algún señor para conseguir algunos reales con los que poderse alimentar. Situación que se tornaba aún más compleja si sufrían alguna minusvalía, pues Ángela Ibáñez se hallaba postrada en cama con 80 años sin recibir ayuda de nadie51.

El alto grado de acceso a la propiedad que tuvieron todas ellas (97,4 % Paredes de Nava, 85,7 % Fuentes de Don Bermudo y 96,3 % Frechilla) alivió su coyuntura económica al no tener que pagar renta por el cuarto o casa que moraban y al obtener unos réditos, aunque fueran mínimos, por las tierras, viñas y majuelos que poseían.

Por detrás de estas estructuraciones domésticas aparecen los hogares extensos (4,1%) en los que se documenta, además de la presencia de hijos, la de otros parientes, principalmente padres, hermanos y nietos, que además de acompañarlas les ayudaban a sobrevivir. Al fin y al cabo, dentro de las estrategias de ayuda familiar no era extraño que, cuando una mujer enviudaba joven teniendo hijos muy pequeños a su cargo, marchase a vivir con algún familiar o este se desplazase a su hogar en caso de que también se hallase sin compañía. María Antonia Espinosa y sus tres hijas de 19, 12 y 9 años vivían junto a el hermano de esta, el cual «me mantiene a mí de limosna y a mis dos hijas: Lucía y Manuela (las menores). A la otra hija no, porque se mantiene de la rueca»52. Otras veces no eran las viudas quienes recibían la ayuda sino quienes la dispensaban a sus parientes más cercanos: Isabel Martín de 66 años, y ocupada en el servicio doméstico, mantenía en su hogar a un nieto de 13 años «que está sin padre ni madre»53.

En último lugar, y detentando un porcentaje marginal, afloran los hogares de naturaleza indeterminada (0,4 %) conformados por individuos que no estaban unidos mediante vínculos de consanguineidad. Así de entre todas las viudas que han compuesto la muestra solo una de ellas, Ana Gutiérrez, declaraba hallarse en compañía de 2 niñas de 10 años a las que no estaba unida por ninguna relación de parentesco54.

A pesar de que la viudedad no debe ser asimilada a pobreza y soledad, por vivir la mayor parte de ellas acompañadas y tener derecho a la recuperación de su dote, lo cierto es que hubo mujeres a las que la muerte de sus esposos les causó graves problemas económicos viéndose obligadas a solicitar ayuda a sus familiares tal y como hicieron la ya nominada María Antonia o Isabel Martínez que, con 46 años y 4 hijos, salía adelante gracias a la ayuda que le brindaba un tío suyo sacerdote55.

4.2. Los hogares de las célibes

Prosiguiendo con las solteras, la estructuración de sus unidades domésticas era completamente distinta predominando el hogar solitario (87 % del total). Una situación ya observada en las localidades de Villamuriel de Cerato, Villalobón, Grijota o Fuentes de Valdepero donde ese porcentaje se disparaba hasta alcanzar el 100 %56. Quienes se situaban al frente de estos hogares no eran muchachas jóvenes sino mujeres adentradas en la adultez que presentaban una edad media de 43,9 años. Cuestión que no debería sorprender a nadie, pues durante la juventud lo habitual era que las doncellas permaneciesen bajo la guarda y custodia de sus padres o de sus hermanos, una guardia que en ocasiones nunca llegaban a abandonar, propiciando que el estudio de la soltería a través de las fuentes censales sea siempre de carácter parcial. Por detrás de estos hogares solitarios se ubicarían los extensos (8,7 %) conformados principalmente por hermanas que vivían bajo el mismo techo, es más 3 de los 4 hogares hallados tenían esta composición. El restante le conformaba María Teresa Calderón, moza hidalga de 48, que mantenía en su morada a 6 sobrinos de 18,15, 12, 11, 8 y 3 años57.

Aún constituyendo una excepción, los hogares nucleares gobernados por solteras hallados en la Nava (4,3 %) dan buena cuenta de que el modelo de moralidad defendido, nada tenía que ver con la realidad que vivía el pueblo. Si echamos la vista unas líneas atrás recordaremos que el matrimonio y la maternidad eran los dos destinos que debían dirigir la vida de toda mujer. Desde el púlpito se hizo gran hincapié en que las mozas guardasen con celo su honor para que llegado el momento se le pudiesen entregar, en sagrado vínculo matrimonial, al futuro padre de sus vástagos. Quienes no habiéndose unido mediante votos a un varón decidían cohabitar con él, echaban a perder su honor y el de su familia quedando señaladas de por vida, especialmente si quedaban en estado de preñez. En palabras de Ruiz Sastre «la capacidad de procrear podría traer al peor enemigo de la honra de la mujer cuando se transgredía la norma: el hijo ilegítimo»58. La maternidad acaecida durante la soltería era un lance difícilmente superable que llevó a muchas de ellas a abortar, cometer infanticidio o abandonar a sus hijos nada más nacer en el primer recoveco que hallaban para evitar que existiera testigo del desliz cometido. Y es que, ante la negación, desidia y despreocupación del varón, la mujer se veía obligada a afrontar la maternidad en solitario. Una situación difícilmente superable y más cuando no se tenían apoyos familiares, pues no debe ser tomado por casual el hecho de que las dos mozas halladas viviesen solas con sus hijos. En Frechilla Isabel Guijelmo de 41 años reconocía mantener junto a ella a una hija de 7 años de «padre desconocido»59. En Fuentes de Don Bermudo María Iglesias, hilandera de 21 años, afirmaba tener bajo su regazo a un hijo de 5 meses llamado Miguel Iglesias «y que por ser el padre persona privilegiada no pongo aquí su nombre»60. Al portar el pequeño solo el apellido de María ya se nos deja entrever que el padre no le había reconocido por legítimo, nada extraño y más teniendo en cuenta la supuesta disparidad social de los progenitores. A pesar de haberle arrebatado su honra, María decidió proteger al padre de su hijo omitiendo su identidad bien fuera para evitar murmuraciones o para que la justicia pudiese actuar en su contra en caso de que la hubiese forzado a consentir las relaciones mediante la fuerza o el engaño.

Tabla 6. Tipología familiar de los hogares de solteras

(excluidas pobres de solemnidad)

Tipo de hogar

Paredes de Nava

Fuentes de Don Bermudo

Frechilla

Nuclear

-

-

1

6,2 %

1

8,3 %

Solitario

16

88,9 %

15

93,8 %

9

75 %

Extenso

2

11,1

-

-

2

16,7 %

Indeterminado

-

-

-

-

-

-

18

100 %

16

100 %

12

100 %

Fuente: Elaboración propia

4.3. Los hogares de las viudas blancas o viudas de vivos

Por último, en lo que concierne a las viudas blancas de nuevo observamos que la tipología nuclear predominaba sobre la solitaria llegando a copar los primeros un 57,1 % del total. El no haberlas hallado formando parte de hogares de tipología extensa refuerza la idea de que, estas tras la marcha de sus esposos, asumían en solitario la dirigencia de sus hogares sin contar con la ayuda de otros parientes. Una soledad que resquebrajó hogares y vidas haciendo necesario que los hijos colaborasen de la economía doméstica desde muy pequeños. Manuela García de 37 años y madre de 3 hijos, se servía de los dos mayores para salir adelante estando estos empleados en el pastoreo. El primero ganaba 9 ducados y el segundo «por tener tan solo 8 años gana lo que le quisieran dar»61.

Tabla 7. Tipología familiar de los hogares de viudas de vivos (excluidas pobres de solemnidad)

Tipo de hogar

Paredes de Nava

Fuentes de Don Bermudo

Frechilla

Nuclear

4

80 %

4

50 %

-

-

Solitario

1

20 %

4

50 %

1

100 %

Extenso

-

-

-

-

-

-

Indeterminado

-

-

-

-

-

-

5

100 %

8

100 %

1

100 %

Fuente: Elaboración propia

4.4. Hogares encabezados por pobres de solemnidad

Mención aparte merecen los «pobres de solemnidad», entendido este como un colectivo social formado por hombres y mujeres de distintas edades que se veían obligados a recurrir a la limosna y a las donaciones particulares para poder sobrevivir al hallarse en estado de indigencia o mendicidad. En sus manos se hallaba un certificado expedido por el alcalde o párroco del lugar que les eximía del pago de contribuciones debido a sus especiales condiciones de enfermedad, adversidad familiar o carencia de todo tipo de bien o trabajo62. Una carencia de bienes que no siempre era absoluta, pues los memoriales demuestran que, en ocasiones, estos individuos poseían propiedades de escaso valor como «casucas» o algunos «cuartos de tierra». Cuestión que en Paredes de Nava se aprecia perfectamente ya que de las 13 matriarcas que adquirieron esta calificación, 7 se intitulaban propietarias.

Un colectivo, el de los pobres de solemnidad, poco numeroso y con un peso social poco significativo, pues en el área de estudio tan solo se han documentado 32 liderazgos domésticos femeninos recogidos bajo esta acepción (8,6 % del total). Porcentaje similar al recogido en Palencia capital. Solteras, viudas y casadas que, por pobreza, ancianidad, invalidez, falta de apoyos familiares y vergüenza social, recurrían a las donaciones particulares y a la beneficencia pública para disponer ya no solo de comida sino de un cuarto donde poderse recoger. Se ha estimado que en torno a un 28 % de ellas tuvieron que ser recogidas en casas de familiares63 o en instituciones de carácter asistencial (hospitales de San Andrés y Santiago y las casas de obras pías). En conformidad a lo apreciado en otros territorios, dentro de este grupo tan heterogéneo las viudas eran las más numerosas (78,1 %) seguidas de las solteras (18,8 %) y las malcasadas (3,1 %). Que predominen las viudas no es algo que deba extrañarnos, pues como recuerda Carasa Soto el certificado de pobreza solía ser entregado con mayor frecuencia a aquellas mujeres que teniendo hijos veían comprometida su subsistencia tras el fallecimiento del cabeza de familia al quedar desamparadas socialmente64. Un riesgo que también corrían las doncellas que habían perdido su honra, pues repudiadas por su familia y sin nadie en quien apoyarse, no les quedaba más alternativa que echarse a la calle. María Díez, moza soltera de 36 años y pobre de solemnidad, declaraba no tener más apoyo en el mundo que el de su hijo Santiago Díez de 10 años «al cual le mantengo de limosna»65. Otro testimonio más de esa maternidad en solitario que anteriormente reseñábamos.

La situación de las viudas blancas no era mucho mejor, pues a pesar de que en la zona solo ha sido hallada una mujer bajo esta acepción, sabemos que la marcha de su esposo no solo la hizo formar parte de un sector social marginado, sino que la obligó a emplearse como ama de cría de una niña de 14 meses.

Con esta atención paternalista por parte del estado, y autocomplaciente en opinión de algunos, se buscaba protegerlas a ellas y a sus familias. Algo que no siempre se conseguía, pues las estrecheces que marcaban sus trayectorias vitales eran tan grandes que sus hijos al igual que ellas también se veían obligados a practicar la mendicidad yendo de puerta en puerta corriéndose el riesgo de que en un futuro se convirtiesen en unos vagos sin oficio. Rosa Alonso, viuda de 30 años y pobre de solemnidad señalaba que sus dos vástagos de 10 y 5 años «vivían de la limosna»66.

Por último, en cuanto a la estructuración de sus hogares en la tabla 8 se puede apreciar perfectamente que en sus vidas predominaba la soledad, tanto en la de las viudas como en la de las solteras.

Tabla 8. Tipología familiar de los hogares femeninos dirigidos por pobres de solemnidad

Tipo de hogar

Viudas

Solteras

Viudas de vivos

Nuclear

10

40 %

1

16,6 %

-

-

Solitario

15

60 %

4

66,8 %

-

-

Extenso

-

-

1

16,6 %

-

-

Indeterminado

-

-

-

-

1

100 %

25

100 %

6

100 %

1

100 %

Fuente: Elaboración propia.

5. OCUPACIONES FEMENINAS EN LA ZONA DE LA NAVA

Tras haber analizado la edad, el estado civil y la composición de las unidades domésticas encabezadas por todas ellas, llega el momento de reflexionar acerca de los oficios que desempeñaban en la sociedad. En las tablas 9 y 10 quedan reseñados todos los oficios que se han documentado para las villas de Fuentes de Don Bermudo y Frechilla. Hubiese sido de gran interés realizar el mismo análisis documental con Paredes de Nava, pero la parcialidad de los datos lo ha impedido, pues tan solo un 8,6 % (14) del total de mujeres que ejercían la jefatura de sus hogares relacionaron con exactitud el oficio al que se dedicaban: labradoras, criadas, hilanderas, comerciante de verduras, panadera y maestra. Las 148 féminas restantes no lo reseñaron o simplemente indicaron a la administración que se mantenían «de sus aventuras», entendiéndose por «sus aventuras» trabajos temporales de naturaleza desconocida. El hecho de que gran parte de ellas tuviesen tierras en propiedad y sus hijos se dedicasen al cultivo del campo, hace pensar que quizás al igual que estos dedicasen su tiempo a la labranza, algo que de nuevo no podemos afirmar taxativamente debido a la falta de datos.

Teniendo esto presente, las tablas muestran que tanto en Fuentes de Don Bermudo como en Frechilla existió un claro predominio de las actividades textiles debido a la tradición lanera de ambas localidades y de Castilla en general, pues como bien escribía hace unos años García Fernández «el textil como necesidad social básica constituía el principal sector productivo de toda Castilla»67. Así las hilanderas, estameñeras, fabricantes de paños, costureras, peinadoras, tejedoras y cardadoras constituyeron entre las viudas un 63,5 % y un 24,4 % respectivamente. Una cifra, la de Fuentes de Don Bermudo, muy parecida a la registrada en la ciudad de Palencia donde el sector textil empleaba al 70,2 % de las viudas68. Predominancia del sector que se mantuvo intacta entre las viudas blancas (62,5 %) y las solteras (47,1 % y 12,5 %) llamando la atención la labor de Teresa Martín, una moza de 50 años que declaraba ser alfayate o sastre ocupada en el corte y cosido de vestidos de hombre69. Que Teresa declarara ser sastre era algo inusual ya que la sastrería era una labor puramente masculina. Es más, sus otros cuatro compañeros eran varones mejor remunerados que ella.

Es importante tener en cuenta que, a diferencia de Palencia donde se halló una diversificación laboral femenina enfocada hacia el producto final y el comercio (gorreteras, pasamaneras, botoneras…)70, en la Nava las actividades textiles femeninas iban más encaminadas hacia el tratamiento de la lana que se debía realizar como previo paso a la confección de las prendas. Así tras entresacar, limpiar y secar la lana, algunas mujeres como Manuela Melendro y Manuela Obejero se encargaban de cardarla y rastrillarla a través de las cardas con la intención de hacerla más suave para que a continuación otras compañeras como María de Valles se encargasen de peinarla y desenredarla. Una vez que el proceso de cardado había finalizado eran las hilanderas quienes se ocupaban de transformar los copos de lana en hilo a través de la utilización de husos, ruecas y tornos71. Estas eran el grupo más numeroso, pues a diferencia de ciudades como Valladolid donde los sastres predominaban sobre hilanderas y tejedores, parece ser que la provincia de Palencia siempre estuvo bien abastecida de este contingente humano. El proceso textil que llevaban a cabo las mujeres en la Nava no finalizaba aquí y es que, tras disponer del hilo en madejas, eran los tejedores o fabricantes quienes se ocupaban de formar la trama y la urdimbre de la tela (paños y estameñas). Hubo dos mujeres: María García y María Alario que declararon dedicarse no a la tejeduría de paños sino a la de medias y calcetas72.

Con un porcentaje menor: 6,5 % de las viudas de Fuentes de Don Bermudo y 8,8 % de las viudas de Frechilla, aparecen las mujeres ocupadas en la labranza y cuidado del campo. Todas ellas eran viudas y propietarias, siendo ellas mismas o sus hijos quienes se encargaban de labrar sus propias tierras, pues tan solo dos contaban con la ayuda de mancebos del campo (concretamente aquellas que no tenían hijos).

Por detrás de las labradoras aparecían las criadas o amas, mujeres ocupadas del gobierno y del cuidado de la casa de un tercero. En ocasiones por el desempeño de estas ocupaciones (limpieza, preparación de comida, realización de recados, cuidado de los niños…) eran retribuidas exclusivamente mediante salarios en especie (comida, vestidos, techo…). La frechillana Clara Ramón asistía como ama a su cuñado (beneficiado) a cambio «de mantenerla y vestirla a ella y a sus hijos»73. Lo mismo que hacía su vecina Clara Alonso, moza soltera de 41 años, que servía como criada al párroco de esa misma localidad «por los vestidos que la daba» (valorados en 100 reales anuales)74. Quienes sí percibían salario líquido recibían cantidades muy variables: Isabel Matía, soltera de 20 años, recibía 12 ducados75; Juana Chacón de la misma condición y de 45, percibía 90 reales anuales76 y Lucía Merino, ama del cura de Frechilla, 132 reales77. Dentro del sector doméstico era frecuente que aquellas que tenían familiares ordenados sacerdotes se empleasen en su asistencia a cambio de que las mantuviesen con todo lo necesario. Al fin y al cabo, estaba mejor considerado que los siervos de Dios estuviesen atendidos por una mujer de su familia (hermana, prima o sobrina) que por una completa desconocida que pusiese en peligro su voto de castidad. Y es que a lo largo del siglo XVIII los tribunales eclesiásticos se vieron obligados a tratar numerosas causas a consecuencia de la disoluta vida de sus párrocos y capellanes, los cuales olvidados de las obligaciones de su estado se excedían en confianza con sus amas y criadas cohabitando con ellas. Aunque la servidumbre doméstica era un oficio que podía ser desempeñado en cualquier momento de la vida, lo cierto es que comúnmente se realizada durante la soltería para poder, ya no solo subsistir, sino formar una dote con la que bien casarse en un futuro.

Debido al dinamismo económico de estas localidades en ellas encontramos, al igual que en la ciudad, mujeres dedicadas al comercio: mesoneras, tratantes de estameñas y tenderas. Oficios que no les reportaban grandes beneficios, pues a la mesonera María de Castro se le regulaban de ganancia anual tan solo 100 reales78 y a Isabel Pan e Inés de Herrera, ocupadas en el trato de especería y legumbres, apenas 50 reales más79.

Tabla 9. Oficios de mujer desempeñados en Fuentes de Don Bermudo

Actividad

Estado civil

Total

Viudas

Solteras

M. A

M. ED

N.º

%

Comerciantes

Mesonera

1

-

-

-

2

1,5

Tratante estameñas

1

-

-

-

Sector Textil

Hilandera

60

7

5

-

81

60,9

Estameñera

2

-

-

-

Costurera

1

-

-

-

Peinadora

1

-

-

-

Tejedora

2

-

-

-

Cardadora

2

-

-

-

Sastre

-

1

-

-

A.Domésticas

Criada

1

2

-

-

3

2,3

A.Agrícolas

Labradora

7

-

-

-

7

5,3

Otros oficios

Matrona

1

-

-

-

1

0,7

Empleo desc.

28

7

3

1

39

29,3

Total

107

17

8

1

133

100

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 10. Oficios desempeñados por mujeres en Frechilla

Actividad

Estado civil

Total

Viudas

Solteras

M. A

N.º

%

Comerciantes

Tendera

1

2

-

3

3,9

Sector textil

Fabricante paños

12

2

-

17

22,4

Hilandera

3

-

-

A.Domésticas

Criada/Ama

2

3

-

5

6,6

A.Agrícolas

Labradora

5

-

-

5

6,6

Empleo desc.

36

9

1

46

60,5

Total

59

16

1

76

100

Fuente: Elaboración propia.

5.1. Las mujeres y la industria textil lanera en Frechilla

A tenor de los datos encontrados es innegable que, en Frechilla, Fuentes de Don Bermudo y Paredes de Nava el trabajo textil (incluyendo actividades de fabricación, tejeduría, hilado, cardado, peinado y tundido) se configuró como actividad primordial en el desarrollo económico de buena parte de las familias que allí residían. Actividades en las que participaban hombres, mujeres e incluso niños, pues los puestos de lanzaires (ayudantes que asistían al tejedor devolviendo la lanzadera desde el otro lado del telar) y canilleros (personas encargadas de elaborar las cañas que se colocaban en la lanzadera permitiendo a los tejedores devanar el hilo o la seda) solían ser ocupados por las esposas e hijos de los titulares del telar. Trabajos considerados en cierta medida marginales por los que percibían un jornal, al menos en la zona palentina, un 25 % inferior al de los aprendices80. Gracias a las relaciones contenidas en las Respuestas Generales de Frechilla y Fuentes de Don Bermudo sabemos que en las fábricas y telares de ambas localidades los lanzaires recibían un real al día mientras que los canilleros debían conformarse con tan solo medio81. Acercarnos a estos oficios secundarios y al número total de mujeres que se emplearon en la industria textil de las tres localidades elegidas resulta complicado, pues en los memoriales que componen los distintos libros de Relaciones Seglares se tendió a invisibilizar el oficio desempeñado por esposas e hijos haciendo constar únicamente el empleo de aquel que poseía el control jurídico y económico de la familia: el del varón.

En ocasiones ese vacío documental, difícilmente superable, hace que tengamos una visión distorsionada de la realidad, pues conocemos bien los oficios desempeñados por solteras y viudas, pero poco o nada sabemos de las tareas desempeñadas por las casadas. Mujeres que no se intitulaban como dirigentes domésticas al hallarse sujetas a la autoridad de su esposo, pero que en su mayoría se ocupaban no solo del gobierno del hogar sino de otras muchas actividades que les permitían adquirir una pequeña remuneración con la que incrementar los recursos económicos familiares. No hay que pasar por alto que, el sueldo de los varones que se empleaban en las faenas agrícolas solía ser estacional e irregular. Algo que obligaba a una buena parte de ellos a tener que ausentarse temporalmente del hogar en busca de otras labores que les mantuviesen ocupados durante los famosos «tiempos muertos» del campo. Así sus esposas podían emplease como jornaleras, demandaderas, amas de cría, panaderas, tenderas, canilleras, hilanderas… trabajos en los que sufrían una clara discriminación salarial respecto a sus compañeros varones, a pesar de desempeñar el mismo trabajo. En 1752 en Frechilla existían 4 tenderos ocupados en la venta de especería y legumbre: Juan Alonso, Bernardo de Herrera, Isabel Pan (viuda) e Inés de Herrera (soltera), a los dos primeros se les regulaba de ganancia 360 reales al año mientras que a las segundas tan solo 150. Una desigualdad salarial apreciada no solo en los oficios mecánicos o artesanales sino también en los intelectuales, pues las maestras de niñas tampoco cobraban lo mismo que los maestros de niños: en Paredes de Nava a Gerónimo Fernández se le retribuía con 700 reales anuales y a María Bamba con tan solo 50082. Diferencia que parece ser que haya justificación en el menor número de alumnos que atendían83, pues a lo largo del siglo XVIII e incluso XIX las escuelas de niñas estuvieron menos demandadas al considerarse que el espacio doméstico era por excelencia el lugar natural de la mujer.

Acercarnos a las actividades desempeñadas por todas ellas no resulta fácil, pues como indicaba Hernández García el hecho de que en la localidad vecina de Astudillo los dirigentes censales ordenasen anotar el nombre, la edad, el oficio y el parentesco de todo habitante sin distinción de sexo ni gradación familiar no deja de ser una excepción84. A pesar de ello, y en un intento por arrojar luz a tan opaca realidad, considero que el análisis de la relación fabril presentada en Frechilla –en la que se hizo constar el número de fabricantes y tejedores– puede acercarnos a ese mundo laboral femenino presidido por la pluriactividad.

Centrándonos en esa relación. Frechilla se configuró a lo largo del siglo XVIII como un importante centro productor lanero junto con Amusco, Astudillo, Villada y Paredes de Nava. Localidad que desde finales del siglo XVII había experimentado una evolución in crescendo del sector textil pasando de 20 telares comunes en la década de 1690-1700 a 29 en la de 1740-1750 y a 36 en 1780-180085. Un crecimiento que se vio fuertemente frenado en la década de los 70 de la centuria siguiente como consecuencia de la desindustrialización que se llevó a cabo en las áreas rurales en favor de unos pocos centros como Palencia y Astudillo debido a los grandes esfuerzos económicos que exigía la modernización de la industria textil86. Atendiendo a los datos aportados por el fabricante Santiago Bramujero y un tejedor llamado Andrés, a la altura de 1752, en Frechilla se fabricaban paños ordinarios de 30 varas a un precio de 19 reales la unidad, paños «regalados» de 24 varas valorados en 36 reales cada uno y cordellates de diferente longitud a 24 maravedíes la vara. Así en el recuento poblacional se hizo constar que entre sus habitantes se contaban 12 tejedores de cordellate, 1 tejedor de estameñas, 2 tejedores de mantas (exceptuando esta localidad y Amusco, el resto de la fabricación de mantas estaba concentrada en la ciudad87), 5 tejedores de paños, 4 fabricantes de paños, 1 lanzaire, 6 canilleros, 2 cardadores, 1 peinador, 2 abatanadores y 1 tundidor de paños88.

Gracias a esa relación se ha podido saber que al menos fueron 13 las mujeres que participaron en el proceso de fabricación, una cifra que a todas luces sería bastante superior, pues en la relación quedaron excluidas las mujeres casadas que ayudaban a sus esposos en el telar, las hilanderas y aquellas que detentaban la categoría de jornaleras. Es más, algunas de las féminas que figuran en ese listado cuando presentaron sus memoriales no se definieron como fabricantes de paños sino como labradoras tal y como hicieron Antolina García, Antolina Pozuelos, Josefa Arenillas o las hermanas García. Algo que no se sale de la norma y más teniendo en cuenta que los escasos beneficios que aportaba la venta de paños ordinarios (los más comunes en Tierra de Campos) obligaba a los tejedores a diversificar sus actividades. En Castilla era común que los labradores se empleasen durante determinadas épocas del año en el telar en busca de unos mayores ingresos, pues ellos eran realmente los únicos que disponían del capital suficiente para realizar la inversión que exigía la puesta en marcha de un telar89. Si en vez centrar nuestra mirada en las mujeres la dirigimos hacia los varones, observamos que esa diversificación laboral fue mayor e incluso más variada, pues de los 128 hombres que fabricaban paños en la villa tan solo 47 (36,7 %) hicieron constar en sus memoriales que se dedicaban a la fabricación o tejeduría de productos textiles, es más de esos 47 tan solo 17 (36,1 %) empleaban su tiempo únicamente en el telar. Los 81 varones restantes (63,3 %) combinaron la tejeduría de paños, mantas, cordellates y estameñas con las siguientes actividades:

Tabla 11. Pluriactividad laboral de los fabricantes

y tejedores frechillanos

Oficio

Número

Porcentaje

Labradores

25

31 %

Jornaleros

41

50,7 %

Doradores/pintores

1

1,2 %

Herreros

1

1,2 %

Pastores

1

1,2 %

Zapateros de lo viejo

1

1,2 %

Sastres

3

3,7 %

Albañiles

1

1,2 %

Tenderos

1

1,2 %

Carpinteros

1

1,2 %

Escribanos

1

1,2 %

Carreteros

1

1,2 %

Abatanadores

2

2,6 %

Tundidores

1

1,2 %

Total

81

100 %

Fuente: Elaboración propia.

Habiendo observado la estacionalidad del empleo textil, a continuación se enumeran las mujeres que fabricaban paños en Frechilla.

Tabla 12. mujeres de dedicadas a la fabricación

de paños en Frechilla en el año 1752

Nombre

Producción anual

Valor

Ana Martínez Paredes

1 paño ordinario

19 reales

Ángela Bramujero

4 paños ordinarios y ½ paño ordinario

94 reales

Antolina García

1 paño ordinario

19 reales

Antolina Pozuelos

4 paños ordinarios, ½ paño regalado y 20 varas de cordellantes

94 reales por los paños y 480 mrs. por el cordellante

Ana Calonge

1 paño ordinario

19 reales

Catalina de Ciera

1 paño y medio ordinario

28,5 reales

Josefa Arenillas

1 paño ordinario

19 reales

Juana de Arenillas

8 paños ordinarios

152 reales

María Bramujero

2 paños ordinarios

38 reales

María Tejerina

3 paños ordinarios y 30 varas de cordellante

57 reales por los paños y 720 mrs. por el cordellante

María Bartolomé

1 paño ordinario y 15 varas de cordellante

19 reales por el paño y 360 mrs por el cordellante

María y Catalina García

16 paños ordinarios y un paño regalado

340 reales

Sebastiana Fernández

1 paño ordinario

19 reales

Fuente: Elaboración propia.

De las 13 mujeres que aparecen recogidas en la relación, 11 eran viudas (84,6 %) y 2 eran solteras (15,4 %) invisibilizándose de nuevo a las casadas pues, aunque estas participasen en el proceso textil era su marido quien aparecería como fabricante. Es más, de los 128 hombres que dedicaban su tiempo, aunque fuera parcialmente, a la fabricación de paños: 118 eran casados (92,2 %), 9 viudos (7 %) y 1 soltero (0,8 %). Por la naturaleza del oficio parece poco probable que estos hombres desarrollasen su actividad sin más ayuda que la de algún oficial o aprendiz. Las mujeres participaban activamente del proceso textil bien fuera escogiendo la lana, hilándola, cardándola, tundiendo los paños o incluso elaborando las canillas. Volviendo a los datos contenidos en la tabla, si les observamos detenidamente rápidamente nos percatamos de que su producción, y por lo tanto los beneficios que obtenían de ella, eran muy dispares yendo desde los 19 reales anuales que obtenía Ana Martínez por la fabricación de un paño ordinario hasta los 340 que obtenían María y Catalina García por los 17 paños que manufacturaban a lo largo de todo el año.

6. CONCLUSIONES

A pesar del carácter regionalista de la investigación, y las limitaciones documentales que ello supone, estas páginas contribuyen al conocimiento de las jefaturas femeninas en el medio rural palentino. Una zona que hasta el momento apenas ha sido analizada más allá del estudio que hace algunos meses se realizó sobre la ciudad. Tomando como base los datos ya obtenidos, nos hemos percatado de que en ocasiones algunas localidades del medio rural poseían una composición social y económica más parecida a la de la capital que a la de las localidades de su entorno. Algo que contribuye a mostrar que, en contra de lo que se haya podido pensar, el mundo rural era un espacio heterogéneo digno de ser estudiado pormenorizadamente. Aunque es cierto que en él la presencia de féminas gobernando hogares solía ser más baja, en la zona de la Nava estos hogares constituían una cuarta parte del total. Un porcentaje muy elevado que nos habla de mujeres independientes jurídicamente que, con o sin la ayuda de sus allegados, eran capaces de luchar por sus intereses. Mujeres de todas las edades y condición que participaban activamente de la vida social.

7. BIBLIOGRAFÍA

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Bellido Blanco, Antonio (2006), «Aproximación al patrimonio industrial de Tierra de Campos», Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 77, pp. 263-293.

Birriel Salcedo, Margarita (1998), «Mas allá del repartimiento: Género, familia y patrimonio», Chronica Nova, 25, pp. 77-91.

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1. Investigación llevada a cabo dentro del marco del proyecto de investigación: Conflictos Intergeneracionales y Procesos de Civilización desde la Juventud en los Escenarios Ibéricos del Antiguo Régimen, ref. PID2020-113012GB-I00, dirigido por los IPs D. José Pablo Blanco Carrasco y D. Máximo García Fernández.

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16. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8205, fol. 310. 1752.

17. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8205, fol. 87. 1752.

18. M. J. Pérez Álvarez (2012), 2.

19. D. Maldonado Cid (2019), 197.

20. C. Rodríguez Blanco (2021), 192.

21. Idem.

22. F. J. Sanz de la Higuera (2005), 435.

23. S. Rial García (1999), 179.

24. A. López Jiménez (2015), 96.

25. C. Rodríguez Blanco (2021), 193.

26I. Por M. A. y M. ED. entiéndase mujeres con marido ausente y mujeres de estado desconocido, respectivamente.

. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 285, 8208, fol. 236. 1752.

27. C. Hernández López (2011), 56.

28. A la hora de presentar los memoriales las solteras en ocasiones quedaban recogidas con el apelativo de doncellas o «doncella en cabello». La fuenteña Ana Cabeza Rejón, pobre de solemnidad de 40 años hacía constar que era «doncella en cabello» que vivía por amor de Dios en la casa de la cofradía de la Santísima Veracruz hasta que Dios quiera. AHPPa, CME, Libro de Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8205, fol. 89. 1752.

29. R. Tovar Pulido (2020), 152.

30. S. Rial García (1999), 181.

31. C. Rodríguez Blanco (2021), 192.

32. R. Hernández García (2003b), 213.

33. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Frechilla, lib. 247, 8173, letra M, fol. 14. 1752.

34. Abreviaturas utilizadas en las tablas 2, 3 y 4: Vdas.: Viudas; Vdos.: viudos; Sltas.: solteras; Sltos.: solteros; M. A.: mujeres con marido ausente; M. ED.: mujeres de estado desconocido; y H. ED.: hombres de estado desconocido.

35. F. García González (2015), 147.

36. Ibidem, 154.

37. S. Rial García (1995), 30.

38. F. García González (1997), 120.

39. F. J. Sanz de la Higuera (2002), 170.

40. C. Rodríguez Blanco (2021), 192.

41. Ibidem, 204.

42. F. J. Sanz de la Higuera (2006), 216.

43. AHPPa, CME, Familias Seglares de Paredes de Nava, lib. 474, 8341, fol. 1519. 1752.

44. A. M. Macías Domínguez y M.ª L. Candaú Chacón (2016), 121.

45. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 286, 8209, fol. 166. 1752.

46. AHPPa, CME, Libro de Relaciones Seglares Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8205, fol. 313. 1752.

47. Los porcentajes disgregados por localidades se pueden observar en la tabla 5.

48. Un porcentaje similar al hallado entre los viudos, pues de los 90 varones (excluidos de nuevo los pobres de solemnidad) que habían perdido a sus esposas 60 (66,7 %) residían única y exclusivamente junto a sus hijos.

49. C. Rodríguez Blanco (2021), 194.

50. D. Maldonado Cid (2019), 200.

51. AHPPa, CME, Familias Seglares de Frechilla, lib. 255, 8179, fol. 11. 1752.

52. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Frechilla, lib. 247, 8173, letra M, fol. 2. 1752.

53. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8207, fol. 588. 1752

54. AHPPa, CME, Familias Seglares de Paredes de Nava, lib. 474, 8341, fol. 139. 1752.

55. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8207, fol. 591. 1752.

56. C. Rodríguez Blanco (2021), 202.

57. AHPPa, CME, Familias de Seglares Paredes de Nava, lib. 474, 8341, fol. 358. 1752.

58. M. Ruiz Sastre (2016), 203.

59. AHPPa, CME, Relaciones Seglares Frechilla, lib. 255, 8179, fol. 36. 1752.

60. AHPPa, CME, Relaciones Seglares Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8205, fol. 263. 1752.

61. AHPPa, CME, Familias Seglares de Paredes de Nava, lib. 47, 8341, fol. 354. 1752

62. P. Carasa Soto (1987), 134.

63. Bernarda Nogal, soltera de 76 años y pobre de solemnidad se hallaba por aquel entonces recogida en casa de su hermana María. AHPPa, CME, Familias Seglares de Paredes de Nava, lib. 474, 8341, fol. 307. 1752.

64. P. Carasa Soto (1987), 135.

65. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Frechilla, lib. 255, 8179, fol. 78. 1752.

66. AHPPa, CME, Familias Seglares de Frechilla, lib. 255, 8179, fol. 74. 1752.

67. M. García Fernández (1996), 155.

68. C. Rodríguez Blanco (2021), 204.

69. AHPPa, CME, Respuestas Generales de Fuentes de Don Bermudo, fol. 278. 1752.

70. C. Rodríguez Blanco (2021), 204.

71. M. García Fernández (1996), 157.

72. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 286, 8209, fol. 41. 1752.

73. AHPPa, CME, Familias Seglares de Frechilla, lib. 255, 8179, fol. 17. 1752.

74. AHPPa, CME, Familias Seglares de Frechilla, lib. 255, 8179, fol. 18. 1752.

75. AHPPa, CME, Relaciones Seglares de Fuentes de Don Bermudo, lib. 284, 8207, fol. 585. 1752.

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79. AHPPa, CME, Respuestas Generales de Frechilla, fol. 341. 1752.

80. R. Hernández García (2003b), 39.

81. AHPPa, CME, Respuestas Generales de Fuentes de Don Bermudo, fol. 285. 1752.

82. AHPPa, CME, Respuestas Generales de Paredes de Nava, fols. 416-417. 1752.

83. M. Nieto Bedoya (1988), 127.

84. R. Hernández García (2003a), 115.

85. A. Bellido Blanco (2006), 275.

86. Idem.

87. R. Hernández García (2003a), 128.

88. AHPPa, CME, Respuestas Generales de Frechilla, fols. 355-356. 1752.

89. Para la zona de Astudillo y de amusco, otros dos grandes centros laneros de la Tierra de Campos, Ricardo Hernández señala que en ningún caso los fabricantes «puros» (aquellos que su actividad laboral única y exclusivamente en el telar) superarían el 40 % del total. R. Hernández García (2003b), 139.