Cebreiro Ares, Francisco (2020), El Banco de San Carlos en Galicia (1783-1808). Periferia financiera, plata hispánica y final del Antiguo Régimen monetario, Éditions Hispaniques, París, 262 págs. ISBN: 978-2-85355-107-6

La obra del joven historiador Francisco Cebreiro titulada El Banco de San Carlos en Galicia (1783-1808). Periferia financiera, plata hispánica y final del Antiguo Régimen monetario, publicada por la Universidad de la Sorbona, viene a aportar luz a la historia económica en general y, particularmente, a la historia monetaria que desgraciadamente no se ha caracterizado por tener un particular sustrato historiográfico. Como bien nos indica el propio autor, este trabajo ha sido el resultado de una revisión profunda y adaptación de uno de los capítulos de su tesis doctoral y, aunque su objetivo principal es sacar a la luz la gestación y desarrollo de la oficina coruñesa del Banco de San Carlos, la obra no es para nada un estudio de carácter local, pues nos abre un abanico de posibilidades que nos ayuda a entender cómo funcionaba el sistema financiero de la monarquía española en el Antiguo Régimen.

El trabajo de Cebreiro es mucho más complejo, pues no solo nos permite conocer el funcionamiento interior y la evolución de una oficina periférica del San Carlos, aportando algo de luz al ya de por si escaso conocimiento existente acerca de las distintas factorías provinciales; sino que también proporciona un mejor entendimiento de la propia estructura de la institución ideada por Francisco Cabarrús. Del mismo modo, este estudio nos posibilita conocer los circuitos y el tráfico monetario del imperio durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, evidenciando el carácter global de la economía española a finales del siglo XVIII.

Por otro lado, me gustaría destacar el enorme esfuerzo que el autor ha llevado a cabo al trabajar con una gran variedad de fuentes documentales: fiscales, notariales, eclesiásticas y económicas, como las sacadas del Registro de Hipotecas y las propias del banco, en su mayor parte desconocidas. Es reseñable destacar que el autor ha estudiado más de dos mil quinientas cartas entre la sede coruñesa y la madrileña conservadas en el propio archivo de la institución, equivalentes a dos décadas de correspondencia. Además, en esta investigación se han recogido más de trece mil transferencias por letras de cambio, la mayoría ejemplificadas en unos gráficos, que ayudan al autor a reconstruir las rutas del dinero, no exclusivamente destinadas desde A Coruña a Madrid, sino a centros como París, Londres o Ámsterdam, conectando los flujos monetarios locales con las transacciones globales o exteriores.

Especialmente, he agradecido el estudio preliminar que el autor ha incluido en la propia introducción, donde explica con gran maestría y dominio, varios conceptos que desde mi perspectiva son esenciales para entender todo el desarrollo posterior. En primer lugar, hay que destacar la explicación que lleva a cabo de la estructura y la transformación socio-económica del territorio gallego, como sabemos eminentemente rural y con un grado de mercantilización escaso, pero volcado al mar y en contacto con el comercio internacional, poniendo particular atención a la importancia creciente del reino de Galicia gracias a la creación de uno de los grandes arsenales de la Armada española (Ferrol) en 1750 y, posteriormente, al nombramiento de la ciudad de A Coruña como base de los Correos Marítimos desde 1764. Esta última institución permitió la entrada de la plata y el oro americano en cantidades de gran relevancia, lo que motivó la creación de la propia oficina. Lo mismo ocurre con la magnífica definición del funcionamiento del Antiguo Régimen monetario a finales del siglo XVIII. Inteligentemente, Cebreiro no se olvida de analizar y estudiar en esta parte de su obra el espacio en el que se enmarca su trabajo, poniéndolo en perspectiva con los trabajos más recientes, sin olvidar a los clásicos de cuyas resultas queda un estupendo debe y haber historiográfico. En mi opinión la introducción en su conjunto es una maravillosa explicación del entramado financiero antiguo regimental, muy necesaria para aquellos que no trabajamos historia monetaria o económica, donde de forma sencilla y bastante explícita, clarifica determinados conceptos clave que se van a desarrollar a lo largo de los capítulos del libro.

Después de esta primera parte, el autor va a reconstruir el devenir de la factoría coruñesa en siete capítulos que van desde su creación en 1783 hasta su final agonía en 1808. En cada uno de ellos el autor seguirá un hilo cronológico que facilita la claridad de la lectura, acompañado de datos minuciosos que permiten al lector reconstruir de forma exhaustiva la labor de esta oficina del San Carlos. El primero de ellos titulado «Los orígenes de la factoría: Zelaeta y la búsqueda de accionistas (1783-1785)», recoge los primeros años de incertidumbre en la creación de la nueva oficina, tan solo un año después de la fundación del Banco de San Carlos y unos meses antes de la apertura oficial del mismo, lo que nos indica la importancia que tenía para los creadores de esta institución la ciudad gallega. Esta primera etapa está monopolizada por los perfiles biográficos Francisco Antonio Zelaeta y José Ramos, corresponsales iniciales de la factoría a comisión, cuyo objetivo primordial fue la búsqueda de accionistas, en su mayoría minoristas. El autor, de forma minuciosa, recorre en esta primera etapa la búsqueda de suscripciones, finalizándola con el conflicto por la sucesión de la factoría y las dificultades para remitir los caudales.

Tras el periodo fundacional, en el capítulo dos «Letras y plata: la formación de una oficina bancaria con Mendinueta (1786-1789)» se desgrana la verdadera trasformación de la primigenia factoría en una verdadera oficina operativa del San Carlos en Galicia a cargo de Pedro María de Mendinueta. En esta etapa las remesas de caudales llegadas de América aumentaron exponencialmente, del mismo modo que el predominio de los envíos de pesos se centró en Francia, siguiendo las políticas de Francisco Cabarrús; aunque en menor medida también se hacían envíos a plazas como Cádiz y Ámsterdam. Este ciclo cambió en 1789, momento en el que estalla la Revolución francesa y se produce el cambio de política dentro del banco. Fundamentalmente durante estos años la institución se ocupaba de la venta de letras sobre la capital española a particulares coruñeses, la recaudación y envío de los montantes de oro y plata que llegaban de las Indias a través de los Correos Marítimos y por último la devolución de los productos monetarios a la sede central. Al final de este epígrafe el autor incluye un análisis de los lanzadores de letras privados sobre Madrid durante el año de 1788 muy detallado.

A esta época de esplendor viene a seguirle otra etapa monopolizada por los cambios realizados por el nuevo director del Banco San Carlos, el marqués de Iranda. En el capítulo tres, titulado «El cambio de política bajo el marqués de Iranda (1790-1792)», Francisco Cebreiro nos explica cómo cambia la mecánica de la oficina coruñesa que hasta ese momento se había dedicado principalmente a enviar «la mayor cantidad posible de pesos fuertes que fuese posible por vía terrestre a Bayona y consignación de Cabarrús, intentando no perder de vista las crecientes necesidades de la caja de Madrid», mientras que a partir de 1790 esta dinámica cambia y «bajo el designio del marqués de Iranda, se va a favorecer que las extracciones sean realizadas por vía marítima y por cuenta de particulares, logrando el banco solo una parte del beneficio de la extracción» (p.105). Alteraciones destinadas a relegar al fundador del San Carlos y «descomponer el monopolio de extracción de la plata» (p. 105).

Tras estos años de transformación, la oficina de A Coruña tendría que hacer frente a las sucesivas guerras en las que la monarquía de Carlos IV entraría a finales del siglo XVIII. En el capítulo cuatro, «El giro de la guerra de la Convención (1793-1795)», se detallan los difíciles momentos por los que atravesó la sucursal que debió transformar sus clásicas transacciones con la plaza parisina, una vez declaradas las hostilidades en marzo de 1793, a otras ciudades que hasta ahora habían sido secundarias o apenas habían aparecido como Ámsterdam, Lisboa o Londres. «El primer modelo sostenido sobre el envío de letras a Madrid y las entregas de los caudales de los correos coloniales llegaba a su fin, sustituido por un circuito anglo-portugués que no debía de ser nuevo, pero que con la guerra se tornaba ahora en hegemónico» (p. 145). Tras la firma de la paz de Basilea se produjo un nuevo empuje positivo en los intercambios, así como una progresiva variación hacia Francia, a la vez que se tensaba la diplomacia anglo-española en los meses finales de 1795.

En la siguiente etapa, nos encontramos una vez más ligados los devenires de la sucursal de A Coruña al inicio de otro enfrentamiento bélico, en este caso contra Inglaterra a partir de octubre de 1796. El autor en su capítulo cinco, el de mayor extensión de la obra y titulado «Las finanzas de la oficina durante la guerra con Inglaterra (1796-1801)», estudiará diversos parámetros a tener en cuenta. En primer lugar, la transformación iniciada desde la sede madrileña de la oficina coruñesa, que pretendía proporcionarle una «nueva planta» tanto a nivel peninsular como en el exterior. Por esta, se ampliaba el cambio a Londres, se inauguraba el de Génova y en el interior se habilitaba el de Barcelona y Málaga, de la misma forma que se abría el giro a Bayona y a Hamburgo, más el fracaso no se hizo esperar. Los problemas internos de la monarquía de Carlos IV asfixiada por los gastos militares provocaron enormes problemas financieros, que repercutieron en la institución bancaria, especialmente la depreciación de los vales reales y la desaparición progresiva del tráfico de metales.

No obstante, esta situación mejoró algo durante «El breve optimismo de Amiens (1802-1803)». Tras la firma de los preliminares de Londres, ratificados posteriormente en el congreso de Amiens se cerraba la lucha con Inglaterra, lo que proporcionaba a la factoría coruñesa un soplo de aire fresco, pues durante estos meses los vales se revalorizaron y los caudales americanos volvieron a llegar al puerto coruñés de forma continua, restableciéndose lentamente del desastre de 1800-1801. La recuperación experimentada no duraría demasiado, pues a partir de 1804 problemas internos y externos acabarán por hacer desaparecer la sucursal tan solo cuatro años después. Esto se recoge en el último capítulo, titulado «Los descuentos de Adalid y la lenta agonía (1804-1808)», en el que la muerte de Mendinueta y el impacto que esta tuvo en la nueva gestión de la factoría por parte de Manuel Adalid, en medio de una nueva coyuntura bélica con Gran Bretaña, provocó, junto a otros problemas internos, que esta fuese perdiendo progresivamente su actividad hasta ser casi nula en 1806 y terminando por desaparecer en 1808, coincidiendo con el hundimiento del Antiguo Régimen monetario.

Por último, Cebreiro en sus conclusiones realiza una magnífica síntesis de la oficina coruñesa y de su papel en las transacciones interiores y exteriores de la monarquía española, recogiéndose las principales aportaciones de la obra. En primer lugar, destaca la relevancia de la oficina coruñesa que «cumplió un rol relevante en la extracción de pesos fuertes y luego pasaría a cubrir la liquidez de la caja central de Madrid» (p. 232), frente a otras como la de Cádiz, destacando que la sucursal gallega cumplió su función como eje integrador de dicho territorio en los circuitos financieros europeos, llegando a exportar fuera del territorio peninsular «589,3 millones de reales de vellón en moneda metálica, 179,2 millones de reales de vellón en letras sobre las oficinas centrales en Madrid y 17,9 millones sobre otras delegaciones europeas del banco» (p. 231). En segundo lugar, este estudio ayuda a comprender el «hundimiento del Antiguo Régimen monetario» (p. 242) que va desde la dependencia francesa en la década de los años ochenta hasta los noventa, momento en el que surgen otros centros relevantes, hasta que a principios del siglo XIX Inglaterra se va imponiendo sobre la colapsada hacienda hispánica y va fraguando su posterior hegemonía financiera.

Ainoa Chinchilla Galarzo

Universidad Complutense de Madrid