ISSN: 0212-5099

E-ISSN: 2695-7809

DOI: 10.24310/BAETICA.2021.vi41.12526

Martín de Rada y Juan Cobo,

dos grandes misioneros y científicos

en Manila durante el siglo XVI

José Antonio Cervera Jiménez*

Centro de Estudios de Asia y África, Colegio de México

RESUMEN

Los españoles se establecieron en Filipinas en la segunda mitad del siglo XVI. Desde el inicio, uno de los objetivos fundamentales de los misioneros que llegaron al archipiélago fue fundar una misión en el imperio chino. El agustino Martín de Rada y el dominico Juan Cobo se hicieron eco de ese objetivo y trataron de acercarse a China. El primero logró realizar un viaje a la provincia de Fujian en 1575, mientras que el segundo, sin pisar nunca territorio chino, estudió su lengua y fue el autor de obras en chino muy destacadas. Rada y Cobo coincidieron también en su valía como científicos. En este artículo, se introduce la vida y la obra de ambos personajes, los cuales ayudan a entender los objetivos y los alcances de la Monarquía Hispánica durante la modernidad temprana.

Palabras clave: Martín de Rada, Juan Cobo, Filipinas, China, siglo XVI

Enviado: 10/05/2021 Aceptado: 21/10/2021

* jacervera@colmex.mx

MARTÍN DE RADA AND JUAN COBO,

TWO PROMINENT MISSIONARIES AND SCIENTISTS

IN MANILA DURING THE 16TH CENTURY

José Antonio Cervera Jiménez*

Centro de Estudios de Asia y África, Colegio de México

ABSTRACT

Spaniards arrived in the Philippines during the second half of the 16th century. From the very beginning, one of the main goals of the missionaries who arrived in the archipelago was to enter the Chinese Empire. The Augustinian Martín de Rada and the Dominican Juan Cobo both had interest in China. The first one managed to travel to Fujian Province in 1575, while the second one, although he never entered the Chinese territory, studied his language, and wrote several outstanding works in Chinese. Both Rada and Cobo also may be considered as scientists. This paper is devoted to the introduction of both missionaries’ life and work, which may help to understand the objectives and scope of the Spanish Empire during the early modern period.

Keywords: Martín de Rada, Juan Cobo, Philippines, China, 16th century

Enviado: 10/05/2021 Aceptado: 21/10/2021

1. INTRODUCCIÓN: CONTEXTO HISTÓRICO

Es bien conocido que el primer objetivo de los españoles y los portugueses para llegar a Asia oriental fue el comercio de las especias. Los portugueses se lanzaron a la circunnavegación de África, mientras que los españoles intentaron el camino hacia el oeste. El inesperado encuentro con la desconocida América hizo que los españoles retrasaran varias décadas su llegada a Asia oriental, hecho que ocurrió en la expedición de Magallanes y Elcano (1519-1522). Aparte de ser la primera navegación alrededor del mundo, este viaje supuso la apertura del camino hacia Asia para los españoles. En tiempos del reinado de Carlos I, los españoles todavía realizarían varias expediciones más a Asia oriental: una desde la propia España (al mando de García Jofre de Loaisa) y tres desde la Nueva España (Saavedra Cerón, Grijalva y López de Villalobos)1.

Tras esos primeros viajes, se vio que era fundamental encontrar la forma de cruzar el extenso océano Pacífico desde Asia oriental hacia América, para no tener que pasar por el área asignada a Portugal por el Tratado de Tordesillas cada vez que se quería volver a Europa desde aquellas tierras. La búsqueda de la ruta de vuelta, de acuerdo con las corrientes marinas y los vientos, se convirtió en un problema acuciante para la expansión de España por Asia oriental. La persona a la que comúnmente se atribuye el hallazgo de la ruta del tornaviaje de Asia a América es Andrés de Urdaneta (1508-1568), el cual viajaría en la expedición comandada por Miguel López de Legazpi, quien consiguió un asentamiento permanente para los españoles en Asia oriental. Con ese asentamiento y con la ruta del tornaviaje, las Filipinas quedarían ligadas al virreinato de la Nueva España durante dos siglos y medio.

Para entender el contexto en el que tuvieron lugar esas expediciones españolas al Pacífico, hay que tener en cuenta la confrontación con los portugueses y los dos tratados involucrados. El primero y más famoso, el ya citado de Tordesillas, dejaba dudas sobre cuál de los dos países tenía soberanía sobre toda la región de Asia oriental y suroriental. Este tratado de 1494 hablaba solamente del meridiano que pasaba por el actual Brasil, dejando sin resolver qué pasaba en el otro extremo del mundo; en ningún lugar del tratado se hablaba de una posible partición del mundo ni se hacía referencia a Asia oriental2. Años después, cuando tanto españoles como portugueses llegaron a las islas del sureste asiático, se empezó a suscitar el problema.

Sin embargo, debido a la dificultad científica para hallar la longitud geográfica en aquella época, no quedaba claro dónde se encontraría el contrameridiano de Tordesillas. Ambas coronas (España y Portugal) clamaban sus derechos sobre todo el Sureste Asiático. Las expediciones comandadas por Magallanes y por Loaisa se inscriben en esa indefinición. Tras esta última, Carlos I había esperado el control de las especias e incluso había promovido la creación de una Casa de Contratación en La Coruña, diferente de la de Sevilla, para el comercio de esas valiosas especias al resto de Europa3. Ante las dificultades para establecer un asentamiento español en el sureste de Asia, el emperador firmó el Tratado de Zaragoza con el rey de Portugal, en 1529, por el que empeñaba sus presuntos derechos sobre toda la región4.

A partir de la firma del Tratado de Zaragoza, no quedaba ninguna duda de que las Molucas (y también las Filipinas) quedaban dentro de la zona empeñada y, por tanto, los portugueses gozaban de la exclusividad para conquistar, navegar y comerciar en todo ese territorio, incluyendo ambos archipiélagos. A pesar de eso, los españoles no dejaron de enviar expediciones a Asia desde el continente americano, hasta la que conseguiría un asentamiento permanente de los españoles en las islas Filipinas durante más de trescientos años5.

La flota comandada por Miguel López de Legazpi zarpó del puerto novohispano de la Navidad el 21 de noviembre de 1564 y llegó a Filipinas el 13 de febrero de 1565. Tras pasar por varias islas, llegaron a Cebú el 27 de abril del mismo año. El 1 de junio partió del puerto de Cebú la nave San Pedro, dirigida por Andrés de Urdaneta. El 8 de octubre de 1565, la nave arribó a Acapulco, hecho que suele acreditarse como el del inicio de la relación transpacífica entre la Nueva España y Filipinas6.

Los primeros años en Filipinas, mientras Legazpi y los suyos estuvieron establecidos en Cebú y después en Samar, los españoles pasaron grandes penalidades. Los indígenas prácticamente los mataban de hambre. Para recaudar los impuestos, se recurría con frecuencia a la violencia. Los misioneros, miembros del Patronato regio, debían lealtad hacia la Corona y hacia el gobernador de las Filipinas, que permitía la violencia, pero, por otra parte, los métodos repugnaban a sus conciencias. Esta terrible situación alimentó los deseos de los misioneros por abrir otros campos de apostolado, como una especie de «huida hacia adelante». Esta circunstancia se unía, además, al hecho de que el archipiélago fue considerado, durante las primeras décadas, como una plataforma para dar el salto hacia un objetivo mayor. Se planteaba, o bien dirigirse a las Molucas, las islas de la Especiería que habían sido el objetivo principal de españoles y portugueses al principio de su búsqueda para llegar a Asia, o bien lanzarse hacia China. Ese deseo de entrar en China fue especialmente grande entre los misioneros de Filipinas, debido, entre otros motivos, al gran contacto que tuvieron con los chinos que vivían en las islas. Por otra parte, los primeros españoles en las Filipinas hacían un paralelismo con lo que había sucedido en América, en el sentido de que las islas antillanas habían constituido la base de operaciones para llegar a un objetivo de mayor calado, la Nueva España, en el continente. Por eso se pensaba que las islas Filipinas podían ser el trampolín para establecerse en China7.

En ese primer momento, en las Filipinas, los españoles se encontraban ante tal disyuntiva: ¿Se debía seguir en Cebú, lugar más adecuado para explotar las especias de las Molucas, o bien trasladarse a la bahía de Manila, mejor situada para el comercio con China? La duda se hace explícita en una carta escrita por López de Legazpi el 25 de julio de 1570 y dirigida al virrey novohispano:

También querría estar çierto de la voluntad de su magestad si é de cobrar a maluco y lo que más le perteneçe de aquella parte, porque para esto está más cómodo el asiento de çubú que otro por la bondad del puerto, pero si su magestad pretende que sus ministros se estiendan a la parte del norte y costa de china, tengo por más açertado hazer asiento en la ysla de luçón, de donde vino agora el maestre de campo, donde descubrió vn puerto, avnque pequeño, pero cómodo para media doçena de navíos, legua y media del pueblo de manilla, cabezera de toda aquella provinçia, el qual y la gente que con él fue truxeron buen contento de la tierra, porque allaron tierra que tiene oro y ropa y gente que lo defienda8.

El traslado del asentamiento principal de los españoles de las Visayas a Manila al año siguiente significa que se renunció a la pretensión de establecerse en las Molucas y se optó por una mayor cercanía a China. Este hecho, realmente importante para poder entender la historia del archipiélago filipino, hoy es reconocido por la mayor parte de los investigadores9.

¿Qué impresión tenían sobre China los misioneros de las órdenes mendicantes que llegaron a Filipinas en las últimas décadas del siglo XVI? El objetivo de este artículo es mostrar que China constituyó, en el imaginario de los primeros misioneros españoles en Asia oriental, su meta más importante. Tomando dos casos particulares, un agustino y un dominico, se hará patente ese anhelo para establecerse en China. Los dos misioneros en los que se centra este artículo, Martín de Rada y Juan Cobo, tenían sus ojos puestos en China. A pesar de pertenecer a distintas órdenes religiosas y a que ambos estuvieron en Filipinas en diferente tiempo y no llegaron a coincidir, los dos soñaban con evangelizar China. Rada llegó a visitar el país, mientras que Cobo, aunque nunca puso sus pies en el imperio Ming, estudió chino y se preparó durante años para dar el salto al continente.

Pero su deseo por ir a China no es lo único que tenían en común Rada y Cobo. Ambos ejemplifican también la relación estrecha entre el poder político y los miembros de las órdenes religiosas en la Monarquía Hispánica. Los dos religiosos eran frailes mendicantes, y como tales, prácticamente eran funcionarios reales pertenecientes al Patronato regio y, por tanto, tenían que llevar a cabo actividades de carácter diplomático o político10. Los religiosos mendicantes que salían de Europa debían contar con la aprobación de la Corona. El rey tenía la potestad de transferir, promover o expulsar a los misioneros de una región particular11. Los miembros de las órdenes mendicantes debían obedecer no solo a las autoridades eclesiásticas, sino también a la Corona, en este caso a sus representantes en el archipiélago filipino. Esto es muy importante para entender el funcionamiento de los mecanismos del poder en las tierras conquistadas por los castellanos. Para comprender estos procesos, el estudio de la vida y la obra de Rada y Cobo puede dar mucha luz. Y también su muerte. Ambos religiosos fallecieron en el mar como consecuencia de misiones diplomáticas que seguramente no les interesaban, pero que estaban obligados a llevar a cabo. Por último, otro elemento que tuvieron en común ambos misioneros es que los dos realizaron actividades que podrían calificarse como científicas12.

Aunque tanto Rada como Cobo han sido investigados por los especialistas, no hay estudios comparativos13. Con el objetivo de entender la importancia que tenía China para los miembros de las órdenes mendicantes establecidas en Filipinas, así como para comprender la historia de la Monarquía Hispánica en Asia oriental durante la modernidad temprana, particularmente ese vínculo entre el poder temporal y el poder religioso, se describirán los hitos más importantes de las vidas de Martín de Rada y Juan Cobo, y se analizarán algunos de los textos escritos por ambos religiosos. Con ello, se obtendrá una imagen coherente sobre los primeros años de las órdenes mendicantes en Filipinas y su relación con el gran imperio chino de la dinastía Ming.

2. LOS PRIMEROS AGUSTINOS EN FILIPINAS: MARTÍN DE RADA

La primera orden religiosa en establecerse en el archipiélago filipino fue la de San Agustín. En la expedición comandada por López de Legazpi, llegaron a Cebú cinco agustinos. De todos ellos, el más destacado desde el punto de vista de la ciencia y el más relacionado con China fue Martín de Rada.

Rada nació en Pamplona el 20 de julio de 1533, en el seno de una familia noble14. A los 11 años fue enviado a estudiar a la Universidad de París, junto con su hermano Juan. Estudió griego y las ciencias del quadrivium, «y salió aventajadísimo estudiante, especialmente en Matemáticas, Geografía y Astronomía»15. Volvió de París y fue a Salamanca a continuar sus estudios. Allí recibió el nombramiento como titular del priorato de Ujué y la abadía de la Oliva en encomienda. Sin embargo, debido a varias intrigas, la abadía estuvo vacante durante más de una década16. Probablemente esa fue la razón por la que el joven Rada decidió entrar en el convento de San Agustín de Salamanca. Allí ingresó en la orden de San Agustín, en noviembre de 1554.

Su estancia en París primero y en Salamanca después fueron determinantes para su desarrollo intelectual y, en particular, científico. En aquel momento, la universidad de Salamanca vivía con efervescencia los nuevos derroteros que estaba siguiendo la ciencia, especialmente todo lo relacionado con la geografía y la astronomía, tan importantes para la náutica. No hay que olvidar que Salamanca se encuentra muy cerca de Portugal, país pionero en las rutas de navegación oceánicas. La Universidad de Salamanca estaba al tanto de las novedades científicas; los libros sobre náutica o sobre geografía publicados en Sevilla o en Valladolid, ciudades donde se encontraban la Casa de Contratación y el Consejo de Indias, llegaban fácilmente a la universidad salmantina, y ese ambiente intelectual influyó decisivamente en la formación matemática y cosmográfica del joven Rada17.

En aquella época, en toda España se estaba reclutando a frailes que quisieran participar como misioneros en las nuevas tierras conquistadas. A pesar de la oposición familiar, Rada decidió alistarse para ir a las misiones de la Nueva España. Esto ocurría en 155718. Al llegar a la Ciudad de México, conoció a Alonso de la Veracruz, uno de los personajes más ilustres de la orden de San Agustín en México y con quien Rada mantendría una correspondencia fluida durante años desde Filipinas19. El joven Rada, que ya se había empezado a formar en Salamanca, pudo continuar su aprendizaje en el colegio de San Pablo de México, donde Alonso de la Veracruz había reunido los mejores libros europeos de la época.

Cuando supo que se necesitaban agustinos para evangelizar Asia oriental, se alistó para cruzar el Pacífico en la expedición de López de Legazpi. Para entonces, Rada ya era considerado uno de los personajes más sobresalientes de la misión de la Nueva España. Tras arribar a la isla de Cebú en abril de 1565, Rada aprendió muy pronto la lengua bisaya y es considerado el primer predicador en la isla de Cebú20. Rada había aprendido otomí en la Nueva España, y en Filipinas, además de la lengua bisaya, también aprendería un poco de chino.

Rada permaneció cinco años en Cebú y dos más en Panay, antes de trasladarse en 1572 a Manila, nuevo centro neurálgico de los españoles en el archipiélago. Allí enseguida tomó contacto con los sangleyes o chinos que comerciaban en la ciudad, y desde el inicio tuvo, como la mayor parte de sus compañeros, el objetivo de ir a China. El agustino escribió una carta al virrey de la Nueva España, fechada el 10 de agosto de 1572, donde hace patentes sus motivaciones para viajar a China:

Quisimos en un navio dellos embiar alla un par de religiossos porque los mismos chinos se ofrecian a ello pero nunca quiso el governador sino fuese o por mandato del Rey o de vuestra excelencia. Dixome que avía embiado a pedir licencia al governador de Chinchiu para embiar alla el año que viene un par de hombres a tratar con el de la paz y contratación. No se que respuesta daran a vuestra excelencia. Suplico embie a mandar que si pudiera ser se embien alla un par de religiosos por que de mas de que podra ser se abra gran puerta al evangelio y servicio de nuestro señor servira tambien de que ternemos de alla verdadera noticia de lo que ay y ellos declararan a los chinos la grandeza de nuestro rey y quan bien les esta en tener su amistad y si ellos reciben la fe les daran a entender la obligaçion que tienen a servir a su Magestad pues a su costa y provision les embia ministros que les enseñen y aunque no fuese más de servir de lenguas y que se pudiese contratar con ellos, no sería poco importante su ida, y para ello, si a mí me lo mandasen, lo ternía por particular merced, y lo haría de muy buena voluntad21.

En el anterior fragmento, Rada enumera las motivaciones por las que quiere ir a China. Además de la más importante para él como religioso, la propagación de la fe («podra ser se abra gran puerta al evangelio y servicio de nuestro señor»), también dice que «ternemos de alla verdadera noticia de lo que ay», es decir, una motivación que se podría considerar como científica, la exploración de nuevas tierras. Por otra parte, quizá con idea de convencer a las autoridades (hay que recordar que es una carta enviada al virrey de la Nueva España), Rada muestra una motivación que se podría considerar como política, al añadir nuevos súbditos a la Monarquía Hispánica («les daran a entender la obligaçion que tienen a servir a su Magestad») y otra económica («que se pudiese contratar con ellos»).

La oportunidad para ir a China llegó en 1574. El corsario Lin Feng 林风 (Limahon en los textos españoles de la época), pirata que había causado graves daños en China y que atacó Manila, fue cercado por los españoles en una bahía cercana. El capitán chino Wang Wanggao 王望高 (Homoncon) invitó a algunos españoles a ir a China. Fueron elegidos los agustinos Martín de Rada y Jerónimo Marín, y los soldados Miguel de Loarca y Pedro Sarmiento.

El 12 de junio de 1575 partieron de Manila y, tras permanecer algunos días en Bolinao, llegaron el 5 de julio al puerto chino de Xiamen (Amoy, llamada en la dinastía Ming Zhongzuosuo 中左所, de donde procede el nombre dado por los españoles en sus crónicas de la época, Tansuso); de allí fueron a Tong’an 同安 (Tangua según la Relación de Rada) y después a Quanzhou 泉州 (españolizado como Chincheo), adonde llegaron el 9 de julio. Allí el intendente preguntó a los dos soldados de la expedición sobre el pirata Lin Feng. El día 12, los expedicionarios partieron primero a Xinghua 興化 y después a Fuzhou 福州, adonde llegaron el 17 de julio. Fuzhou (españolizado como Aucheo) era la capital provincial, y allí fueron recibidos por el gobernador Liu Yaohui. Este no tomó ninguna decisión, sino que se limitó a tramitar la petición de los misioneros de establecer una misión al emperador22.

Mientras Rada y sus compañeros estaban en Fujian, se dieron dos hechos que influirían en el fracaso para conseguir un asentamiento español permanente en China: la huida de Lin Feng del cerco al que le tenía sometido Juan de Salcedo, y la muerte del gobernador de Filipinas, Guido de Lavezares. Este último fue sustituido por Francisco de Sande, el cual no tenía una opinión de los chinos tan positiva como su predecesor, lo cual entorpecería todo el proceso. Al descubrirse en China que el pirata Lin Feng había huido, las autoridades de Fujian creyeron que los españoles les habían mentido y decidieron expulsarles. Desde Fuzhou, Rada volvió a Quanzhou y de allí a Xiamen. La embajada salió de China el 22 de agosto. Tras varias semanas, en las que se detuvieron entre otros lugares en la costa occidental de Taiwán, Rada y sus compañeros llegaron a Manila el 17 de octubre de 1575. Los eventos de esta expedición son narrados íntegramente en el primer libro de la segunda parte de la Historia del Gran Reino de la China, de Juan González de Mendoza (1545-1618)23.

El viaje de Rada a China es importante debido a que las detalladas anotaciones que tomó el misionero dieron lugar a uno de los primeros textos escritos en castellano sobre China: la Relación del viaje que se hizo a la tierra de la China, de 1575 años24. La primera parte de esta Relación constituye un relato del viaje que Rada y sus compañeros hicieron a la provincia de Fujian en 1575. En la segunda parte, se realiza una descripción de China, en los ámbitos geográfico, histórico, político y religioso. La Relación de Rada fue una de las fuentes utilizadas por González de Mendoza para escribir su influyente obra Historia del Gran Reino de la China, que se convirtió en la base del conocimiento sobre China en Europa durante décadas25.

El viaje de Rada a China también es significativo porque, según algunos autores posteriores, el agustino adquirió una gran cantidad de libros chinos y los llevó a Manila. Esa colección se convirtió en parte principal de las obras que después pudieron utilizar no solo los agustinos, sino también los misioneros de otras órdenes religiosas, para elaborar sus obras relacionadas con China26. Algunos autores consideran que ésta es la primera colección de libros chinos que dio a conocer a los europeos algunos aspectos importantes de la cultura y de la organización política y social de China27. Según Henri Bernard, el viaje de Rada «marca una fecha importante en la historia del conocimiento de China, porque fue propiamente la primera exploración científica del país»28.

Martín de Rada siguió viajando durante los últimos años de su vida. En 1576, intentó otro viaje a China, en esa ocasión sin éxito. En 1578, seguramente debido a su cargo como prior del convento agustiniano de Manila, fue convocado por el gobernador Francisco de Sande para formar parte de una expedición a Borneo, la cual tenía el objetivo de participar en una lucha interna y apoyar a uno de los candidatos, quien estaba dispuesto a reconocer a Felipe II a cambio de la ayuda de los españoles para conseguir el trono. Los agustinos se opusieron a esa campaña, pero como miembro eclesiástico del patronato regio, no pudo negarse a la petición de las autoridades de Manila. Aunque la aventura fue en cierto modo exitosa, los españoles se contagiaron de unas fiebres y, cuando volvían en el barco hacia Filipinas, el propio Rada sucumbió a esas fiebres, cuando tenía 45 años de edad. Eso ocurría en junio de 1578, y su cuerpo fue arrojado al mar29.

3. OBRAS CIENTÍFICAS DE MARTÍN DE RADA

La mayoría de los investigadores actuales acreditan a Martín de Rada como un gran matemático y astrónomo, aunque todos están de acuerdo en la pérdida de sus obras30. A este respecto, existe un documento de primera mano. Se trata de una carta escrita por el propio Rada, fechada en Manila el 3 de junio de 1576 y dirigida a Alonso de la Veracruz. En ella describe sus obras científicas perdidas. La segunda parte de la carta dice lo siguiente:

Ya yo escrevi a V. p. sobre que V. p. me embio a pedir si tenia algun obra hecha. Como algunas que tenia se me avian perdido yo escrevi un libro de recta hydrographie ratione y avia escripto gran parte de geometria practica en romançe, por parescerme que no ha salido desta materia en romançe cosa de vez y una distinta en siete libros y despues pensava escrevir otros siete de cosmographia y astronomia y los año passados escrevi de astrologia judiciaria del qual libro me ha quedado el borrador. No he cargado tanto el juicio sobre este por no serme parescer cosa decente a religioso, aunque bien podriamos dejandonos de los que inmediatamente la impugnan. Tambien escrivi un libro de toda manera de hazer relojes. De todo esto si a V. p. le parescia ser cosa que es justo que nos ocupemos en hazer procurare de trabajar que mucho me ha quitado el animo ver mis trabajos perdidos por estos mares. Pero sabiendo que doy en ello gusto a V. p. reçebirlo he en merced que V. p. me lo mande. Y no solo esso pero cualquier cosa que V. p. mandare de cosas de mathematicas porque entiendo que para ellas me dio el señor particular habilidad y inclinacion aunque falto de libros. Porque no tengo mas de geometria a Euclides y archymedes, de astronomia a Ptolomeo y Copernico, de perspectiva Vitellio, de judiciaria Hali aben Zagel. Tengo tambien un libro de triangulos y las direcciones de mote regio, y el ephemerides de Cipriano Leonistio y las tablas alphonsinas y Prusenicas. Si otros algunos libros buenos V. p. tuviere rescebire toda charidad en lo que por oy no hiziere falta31.

Esta carta es muy significativa, ya que da una lista de las obras de carácter científico escritas por Rada y al mismo tiempo enumera los libros científicos de que disponía en las Filipinas. Como se puede observar, Rada era entendido en muchas ciencias y técnicas, ya que escribía tanto de hidrografía como de astronomía, de la construcción de relojes como de geometría. Es reveladora la mención que hace a una «geometría práctica en romançe». El mismo hecho de escribir un libro de geometría en castellano (según Rada, no había ningún libro importante de geometría escrito en español, ya que casi todo se escribía en latín), da idea del talante avanzado del fraile agustino.

Es igualmente significativa la relación de libros científicos de que dispone Rada en Manila. Se queja de que «solamente» tiene libros de Euclides, Arquímedes, Ptolomeo, Copérnico… Esos científicos son suficientemente conocidos y no necesitan presentación. En cuanto a las otras fuentes citadas, también corresponden a autores de gran relevancia en la época de Rada: Vitellio (Witelo, c. 1225-c. 1275) escribió un libro sobre perspectiva que fue publicado por primera vez en 1535 en Nuremberg32; Hali aben Zagel (Ali ibn abi-r-Rijal, 988-1061/1067) escribió un libro sobre astrología judiciaria, publicado en 1551, muy popular en su tiempo33. En cuanto a «mote regio» (Regiomontano, 1436-1476), se trata de uno de los astrónomos ptolemaicos más importantes del siglo XV, que publicó en 1467 las Tabulae directionum, probablemente la obra a la que Rada se refiere en su carta. Cipriano Leonistio publicó en 1557 unas efemérides relativas a Venecia correspondientes a los años desde 1556 hasta 160634. Las Tablas Alfonsinas, realizadas en Toledo en el siglo XIII por iniciativa del rey de Castilla Alfonso X el Sabio (1221-1284), fueron utilizadas ampliamente por los astrónomos durante los siguientes siglos, pero fueron superadas por otras tablas, como las Pruténicas, realizadas por Erasmus Reinhold (1511-1553) utilizando el sistema de Copérnico, una copia de las cuales también estaban en manos de Rada.

Hay que recordar que el fraile agustino no se encontraba en una universidad europea, sino en una tierra recién descubierta, a meses de viaje de cualquier centro de saber europeo. La lista de libros con que contaba en Manila es muy destacable. Particularmente, el hecho de que en fecha tan temprana tuviera el De Revolutionibus Orbium Coelestium de Copérnico y las tablas realizadas con esa obra (las Tablas Pruténicas) en el otro extremo del mundo con respecto a Europa, es una indicación del alto grado intelectual y científico de este misionero agustino.

Aparte de las obras citadas en la carta anterior, existen algunas otras igualmente perdidas. Por ejemplo, se cita un Tratado de navegación en una carta que Juan de la Isla escribió al rey Felipe II, donde se puede leer que Rada «ha scripto vn libro sobre la navegación y sobre la medida de la tierra y mar»35. El propio Juan de la Isla creía que había sido enviado a Felipe II por medio de fray Diego de Herrera. Sin embargo, ese libro también se encuentra en paradero desconocido. Existe otra referencia vaga a un libro titulado De latitudine et longitudine locorum invenienda, que probablemente esté indicando la misma obra. De este libro se habla en una carta del virrey de la Nueva España, Martín Enríquez, a Felipe II, fechada en México el 5 de diciembre de 1573, donde el virrey dice que han llegado dos navíos de las islas Filipinas, y que le envía algunas de las cosas que han llegado en ellos, nombrando «vn librillo que embía fray martín de Rada a V. M. de latitudine et longitudine locorum invenienda»36. Entre los intereses científicos de Rada, estuvo la náutica. Se acredita al fraile agustino la primera noticia del estrecho de Anián, un paso que uniría el Pacífico con el Atlántico por el norte del continente americano y que después se identificaría con el estrecho de Bering (aunque finalmente, el mítico «paso del Noroeste» nunca existió); Rada había hablado de la existencia de este estrecho al navegante Hernando de los Ríos Coronel, quien lo habría considerado como una ruta que podría acortar el tiempo de navegación entre España y Filipinas37.

Otra obra científica de Rada de la que hay noticia y que también se perdió en tiempos de su autor, son unas tablas astronómicas. La obra es mencionada por Rada en otra carta a Alonso de la Veracruz, fechada en Calompit el 15 de julio de 1577, en la cual se dice lo siguiente:

…otros papeles, y libros y tablas, muchas astronómicas por mí inuentadas, se me han perdido en la mar y quemado quando Limhón quemó la casa de Manila; la prolixidad de tornarlas a hazer me espanta. Si por ay vuiesse quien pretendiesse que escriuiesse yo sobre alguna cosa, sería incitar el ingenio a ynuentar algo, que se entorpesce y encoge no auiendo quien le aguije. También me ha de ocupar harto gran summa de obseruaciones que su magestad me embía a mandar que haga a petición de vn Juan Baptista Jesio38, que yo no conozco; y ocuparme ha más por la falta que tengo de instrumentos para hazerlas, que auré primero de hazerlos39.

Rada no pudo completar las observaciones que el rey le había mandado hacer. Lo dice él mismo en su última carta conservada, escrita en Borneo el 25 de abril de 1578 y dirigida al agustino Alonso de la Veracruz:

El libro que V. p. me embio a pedir no lo ha podido trasladar porque no he parado todo ogaño y aun ha 7 años que no hago otra cosa sino barquear de un cabo a otro. Y lo mismo ciertas observaciones que me embio a mandar su magestad que hiziese no se han podido ogaño hazer por la misma causa ni aun aqui en burney se podia hazer porque estamos metidos en una gran quebrada que no tenemos el horizonte libre40.

Sin embargo, esas observaciones fueron empezadas en Manila antes de salir hacia Borneo, como sabemos por la carta escrita por el agustino Agustín de Albuquerque al rey el día 22 de junio de 1578 desde Manila, pocos días después de morir Rada:

… y agora á querido nuestro Señor, por sus secretos juizios, lleuarnos a fray martín de Rada, que V. M. tanto ella. Estaua ocupado en las obseruaciones que V. M. le mandó escreuir por el orden que Juan baptista Jessio pedía, y el gouernador francisco sandi le hizo dexar lo que escreuía y lo lleuó a la jornada de Burnei, de cuya buelta murió. Los papeles de su escriptura están en el monasterio donde él viuía, çient leguas deste puerto, que por no auer lugar despertarlos, este nauío no los lleua; recogerse an todos en el estado que los dexó y embiarse a V.M41.

La última frase citada de la carta de julio de 1577 a Alonso de la Veracruz indica que Rada pensaba construir algunos instrumentos para llevar a cabo las observaciones astronómicas. Dado que un año después, al morir, ya había comenzado dichas observaciones, es probable que en el último año de su vida pudiera realizar esos instrumentos. De todas formas, es importante considerar que el propio Rada, por lo que decía en sus cartas, no estaba demasiado satisfecho. De forma sutil se quejaba de que tenía que realizar unas observaciones que le había mandado Felipe II para un cosmógrafo que él no conocía, y para colmo, no le dejaron trabajar en paz, sino que le mandaron que acompañara al gobernador en la expedición a Borneo. No volvería nunca a Manila. Las obligaciones de Rada hacia las autoridades en Filipinas que le imponía el Patronato regio serían pagadas con su vida.

4. LOS PRIMEROS DOMINICOS EN LAS FILIPINAS: JUAN COBO

Aunque la Orden de Predicadores fue la última de las cuatro grandes órdenes religiosas que llegaron a las Filipinas, fue la primera que realmente se dedicó, de forma sistemática, a la predicación a los chinos que vivían en el archipiélago. Como ya se ha dicho al principio de este artículo, el gran objetivo de todos los misioneros que fueron a Asia oriental era predicar en China. Pero las puertas del imperio Ming parecían cerradas, y los intentos realizados hasta entonces por los agustinos y los franciscanos no habían conseguido un asentamiento permanente en el continente. El estudio del chino en Manila requería un esfuerzo muy grande, exigía demasiadas energías, con unas posibilidades remotas de éxito inmediato, siendo que en las mismas Filipinas se podía cristianizar a mucha gente de forma más fácil y segura. Aunque había habido precursores importantes, como Martín de Rada, el esfuerzo por la posible misión en China no había encontrado continuadores. Cuando los dominicos llegaron a las Filipinas en 1587, ninguna de las órdenes religiosas allí presentes estaba ocupándose de forma seria de intentar predicar a los chinos y aprender su lengua. Los dominicos, desde el principio, se marcaron tal tarea como una de las más importantes en su misión del archipiélago filipino, con el fin último de dar el salto al territorio del imperio Ming42. El primer dominico que llegó a dominar la lengua china, tanto hablada como escrita, fue Juan Cobo. Junto con Martín de Rada, Cobo es el misionero más destacado en las Filipinas durante el siglo XVI desde el punto de vista intelectual y científico.

Cobo nació en Consuegra (Toledo) en 1546 o 154743. Se formó en el convento de Ocaña, donde ingresó en la Orden de Predicadores en 1563. Después estudió en Santo Tomás de Ávila, posteriormente en Alcalá de Henares y después volvió a Ávila como profesor. Fue entonces cuando decidió viajar a Asia oriental. Partió de Cádiz en 1587. Permaneció en la Nueva España unos meses, y finalmente llegó a Manila en mayo de 1588. Poco después de su llegada, fue destinado a evangelizar a los chinos residentes en Manila o sangleyes, con los que ya trabajaba Miguel de Benavides. Según los textos de la época, aprendió chino en poco tiempo. Cobo llegó a saber, leer y escribir tres mil caracteres. Este hecho le puso en contacto con la cultura china y con las obras clásicas, lo cual influiría para la composición de sus dos grandes libros. El dominico trabajaba en Binondo, lugar poblado mayoritariamente por chinos en el siglo XVI y hasta el día de hoy44.

En aquel tiempo, Japón, tras décadas de luchas internas, estaba en un período de plena expansión bajo el poder de Toyotomi Hideyoshi. En 1592, este envió un emisario a Filipinas para pedir tributos, bajo la amenaza de invasión. El gobernador español, Pedro Gómez Dasmariñas, envió a Cobo como embajador a Hideyoshi. Cobo fue a Japón y se entrevistó con él. Sin embargo, tras concluir su misión, quiso volver rápidamente a Filipinas, a finales de 1592, cuando no hacía buen tiempo para la navegación. Su barco naufragó frente a las costas de Taiwán y murió a manos de los indígenas45.

A pesar del poco tiempo que pasó en las Filipinas antes de morir (apenas cuatro años), Cobo es el autor de algunas de las obras más importantes escritas en Asia oriental por los europeos en el siglo XVI. Además, según algunos investigadores, él fue el que introdujo en las Filipinas la costumbre de encuadernar los libros46. Cobo fue uno de los autores de una Doctrina Cristiana en Letra y Lengua China, que contiene las verdades fundamentales que debe saber un neófito cristiano sobre su religión47. Escribió una Carta de la China, enviada a sus compañeros dominicos de la Provincia de Guatemala y Chiapas48. Esta obra empieza describiendo las islas Filipinas y su gente, pero enseguida se centra en los chinos de Manila, con los que Cobo convivió durante los años que pasó en Filipinas. Las descripciones que realiza del Parián de Manila, donde vivían los sangleyes, sus vestidos, sus oficios, la relación con los españoles, el comercio, y otros temas, hacen de esta carta uno de los documentos más importantes para conocer la ciudad de Manila durante los últimos años del siglo XVI.

Sin embargo, los dos libros principales escritos por Cobo son el Beng Sim Po Cam y el Shilu. El Beng Sim Po Cam (Espejo rico del claro corazón), o Mingxin Baojian 明心寶鑑 utilizando la pronunciación del chino mandarín y la transcripción pinyin, es el primer libro chino traducido a la lengua castellana, al menos, de los que se tiene constancia clara de su existencia49. No fue publicado en el siglo XVI, aunque existen varias ediciones y estudios a partir de la segunda mitad del siglo XX50. El Beng Sim Po Cam es un libro bilingüe. En el recto de los folios se encuentra la traducción al castellano de Cobo, y en el verso, el original chino.

Esta obra se compone íntegramente de sentencias de diversos autores clásicos chinos, sobre la moral o las relaciones humanas. No se trata de un libro clásico chino, de la categoría de las Analectas de Confucio, traducido décadas después por los jesuitas, sino de una compilación. Según la opinión más general, la compilación original fue llevada a cabo por Fan Liben 范立本 en 139351. La obra se sitúa dentro de la tradición de libros de tipo meng shu 蒙書, utilizados en las escuelas para enseñar a escribir a los jóvenes. Mediante este tipo de libros, no solo se enseñaba a leer y escribir, sino que al mismo tiempo se aportaban conocimientos culturales y enseñanzas morales básicas.

El Beng Sim Po Cam es un libro muy plural. Además de citarse a Confucio y a Mencio, también aparecen frases de daoístas como Laozi y Zhuangzi, del neoconfuciano Zhu Xi, e incluso extractos de los edictos de varios emperadores de las dinastías Tang y Song52. Tras pasar en Filipinas solo cuatro años, es dudoso que pudiera haber traducido un libro chino sin ayuda. Probablemente, su colaborador fue Juan Sami, un sangley convertido al cristianismo que también fue uno de sus compañeros durante su viaje a Japón al final de su vida53.

¿Por qué tradujo Cobo el Beng Sim Po Cam? El principal objetivo del dominico era escribir una obra en lengua china para propagar las verdades fundamentales del cristianismo entre la comunidad de los sangleyes. Pero antes, quiso traducir un libro chino que le sirviera de referencia temática y estilística54. Por eso escogió el Beng Sim Po Cam, una obra china popular en su tiempo y cuyo contenido abarcaba temas de ética. La traducción del chino al español del Beng Sim Po Cam le sirvió al dominico como una forma de entrenamiento. Sin embargo, su proyecto fundamental era introducir a los sangleyes los fundamentos filosóficos de la fe cristiana. Para lograr ese objetivo, Cobo escribiría durante los últimos años de su vida el Shilu.

5. EL SHILU DE JUAN COBO

La obra más importante de Juan Cobo es su Shilu55. Este es uno de los libros más importantes jamás escritos en relación con los intercambios científicos entre Oriente y Occidente56. Desde un punto de vista exclusivamente bibliográfico, se trata de uno de los dos o tres primeros libros impresos en las Filipinas; desde un punto de vista sinológico, es el segundo libro escrito en chino por un europeo (tras el Tianzhu Shilu 天主實錄, Verdadero Registro del Señor del Cielo, del jesuita Michele Ruggieri, 1543-1607); es también la primera obra escrita en chino que trata de introducir la religión católica desde un punto de vista racional y no dogmático. Y este último aspecto conlleva que se trate del primer libro escrito en chino que introduce ideas científicas europeas de la época. Si a esto se le añade que es, hasta donde se sabe, el primer libro escrito en chino en toda la historia que afirma claramente que la tierra es esférica, dando pruebas para demostrarlo, se puede llegar a la conclusión de que el Shilu de Cobo es una auténtica obra de arte de la literatura española y china de todos los tiempos. No es extraño que el historiador Carlos Sanz, quizá con demasiado entusiasmo, pero con parte de razón, llegara a calificar este libro como «la más inestimable joya bibliográfica ultramarina y el libro de más subido valor existente en nuestras bibliotecas públicas o privadas»57.

El Shilu es la adaptación de otro texto, la Introducción al símbolo de la fe, del también dominico fray Luis de Granada (publicado en Salamanca en 1583)58. ¿Qué pretendía Cobo al escribir este libro? Se puede comparar con el libro Doctrina Cristiana en Letra y Lengua China. Este último iba dirigido a los nuevos cristianos chinos, a la gente humilde; su finalidad era dar a conocer las verdades fundamentales de la religión cristiana a los nuevos conversos. Sin embargo, el Shilu va dirigido a los letrados chinos no cristianos que quieren tener una explicación detallada de por qué deben creer en la religión católica de forma racional. Cobo trata de mostrar que el cristianismo no es una religión extranjera, como creían la mayor parte de los chinos, sino universal, portadora de la verdad que rige el Universo. Los términos empleados e incluso el lenguaje difieren bastante de los utilizados en la Doctrina Cristiana. El Shilu está escrito en chino clásico. Probablemente, fue entendido por muy pocos de los sangleyes de las Filipinas, la mayoría de los cuales serían comerciantes sin estudios clásicos. Entonces, ¿cuál fue la razón primera para ser escrito y publicado por los dominicos?

Para responder a esa pregunta, hay que considerar lo que estaba pasando en el territorio de la dinastía Ming. A lo largo de este artículo ha quedado patente el deseo de las distintas órdenes religiosas por establecer una misión permanente en China. Junto con las órdenes mendicantes, también los jesuitas intentaron llegar a China, y con más éxito que los frailes de Filipinas. Michele Ruggieri fue el primero que logró penetrar en el imperio Ming, en 1682, pero sería sobre todo Matteo Ricci (1552-1610) quien, a lo largo de varias décadas, lograría introducirse en la sociedad china, con un conocimiento de la filosofía y la cultura chinas como ningún extranjero antes que él, hasta establecerse en la capital imperial, Beijing, desde 1601 hasta su muerte. Ricci es el más famoso de los jesuitas en China, como representante más destacado de la política de acomodación o adaptación del mensaje cristiano a la realidad social y filosófica de China59.

Los dominicos de Filipinas, que deseaban dar al salto a China y conseguir lo que ya tenían los jesuitas, querían mostrar que eran capaces de hacerlo tan bien como ellos, no solo en cuanto a la evangelización, sino también en el campo de la adaptación filosófica, y esa fue la razón principal para que Cobo escribiera en chino su Shilu. Al menos, así lo argumenta Lucille Chia, que afirma que

el Shilu fue escrito para mostrar lo que los dominicos eran capaces de hacer en su tarea para convertir a los chinos. […] Probablemente no se llegó a imprimir muchas copias del Shilu si su principal objetivo era mostrar la competencia de los dominicos, y no tanto distribuirse ampliamente entre los posibles conversos60.

Juan Cobo debió conocer el Tianzhu Shilu 天主實錄 (Verdadero Registro del Señor del Cielo), de Michele Ruggieri, publicado en 1584. De hecho, Cobo utiliza el término Tianzhu 天主 (“Señor del Cielo”) para designar al Dios cristiano, como había hecho Ruggieri. Sin embargo, el Tianzhu Shilu es un libro mucho más dogmático que el Shilu de Cobo. Es por eso que antes se apuntaba que la obra de Cobo es la primera en chino que introduce el cristianismo de manera racional, con elementos filosóficos, y también la primera con contenido científico. Desde ese punto de vista, el Shilu de Cobo se adelanta a la famosa obra de Matteo Ricci, el Tianzhu Shiyi 天主實義. (Verdadero Significado del Señor del Cielo, o Verdadero Significado de Dios), considerada a veces, erróneamente, como el primer libro que realiza un vínculo filosófico y teológico entre el cristianismo y el confucianismo. Es por eso que la obra de Cobo es pionera en las relaciones filosóficas entre Europa y China.

¿Cómo pudo Cobo llevar a cabo semejante obra, escrita en chino clásico, con tan poco tiempo de estudio de la lengua china? Sin duda fue ayudado por chinos educados, muy posiblemente los intérpretes asignados para trabajar con los frailes dominicos61. El Shilu debió tener un amanuense chino que trabajó mano a mano con Cobo, y que debía ser un letrado que habría tenido contacto con la cultura española en Filipinas durante años; de no ser así, no habría podido expresar en chino clásico las ideas filosóficas y religiosas europeas de una manera tan certera62.

El Shilu tiene nueve capítulos y está escrito en forma de diálogo entre un religioso europeo (Cobo) y un intelectual chino, al cual Cobo explica sus ideas y le responde sus dudas. Básicamente, los tres primeros capítulos son filosófico-teológicos y los otros seis científicos. El primer capítulo, que se podría traducir como «Discusión de la Propagación de la Verdadera Religión», indica el objetivo primordial de Cobo al escribir su obra: sustentar y hacer creíble la religión cristiana, para él la única verdadera. Tras ese capítulo introductorio, el autor entra más en materia, al querer mostrar que existe un ser infinito, creador del mundo y el ser humano. El segundo capítulo trata «Sobre la existencia de un ser infinito, principio de todas las cosas», y el tercero se podría traducir como «Hablando de las cosas infinitas». Para tratar de demostrar la existencia de ese ser infinito, usa pruebas similares a las Vías de Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, Cobo no puede, al final, llegar a esclarecer el misterio divino a sus oyentes, ya que la razón humana es finita y por tanto nunca podrá llegar a entender lo infinito. Lo que sí puede el ser humano es contemplar y admirar la grandeza, orden y belleza de las criaturas, y así admirar a su Creador. Por eso los capítulos cuarto al noveno se dirigen a estudiar la estructura de la tierra, los cielos y los seres vivos.

El capítulo cuarto es el más importante del Shilu desde el punto de vista científico. En él, Cobo comienza a hablar de la naturaleza, y lo hace empezando por lo más grande, es decir, por la tierra en su conjunto y los astros celestes. En el libro de Fidel Villarroel, el título de este capítulo se traduce como «Sobre asuntos de geografía». Sin embargo, un título más adecuado sería «Sobre la naturaleza de la tierra» o «Sobre las ciencias de la tierra», que puede dar una mayor idea del tema del capítulo, el cual no trata exclusivamente de lo que actualmente entendemos por geografía63. A mitad de este capítulo se insertan cuatro fojas que contienen las ilustraciones de carácter científico del libro.

Una de las ilustraciones muestra el sistema cosmológico europeo. Aunque basado en una concepción geocéntrica, el dibujo constituye la primera imagen de la astronomía europea vertida en el ámbito cultural chino. Sin embargo, quizá lo más importante es que el texto cuenta con la primera expresión clara de la esfericidad de la tierra escrita en el idioma chino en toda la historia, al menos hasta donde hay noticia, dando además varias pruebas para demostrarlo. Algunas de esas pruebas nos parecen faltas de lógica, pero al menos una de ellas es válida y muy ingeniosa. Cobo señala que la sombra que provoca una vela de un objeto circular es también circular, la sombra de un objeto cuadrado es cuadrada, y la de un objeto triangular, es un triángulo. Dado que un eclipse de luna está provocado por la sombra de la tierra sobre ella, y puesto que esa sombra es redonda, nuestro planeta debe tener forma esférica. Esta prueba se representa en una de las ilustraciones del libro.

El capítulo quinto trata «Sobre la realidad de las diez mil cosas del mundo»64. En él, Cobo da algunas ideas muy básicas sobre la física, utilizando tanto nociones chinas como europeas. Por ejemplo, al hablar del agua, se puede vislumbrar el tratamiento de la naturaleza de los daoístas y la teoría de las dos fuerzas fundamentales, el yang y el yin. Sin embargo, al hablar del aire, de manera muy clara se hace referencia al horror al vacío aristotélico65. Sin duda, el Shilu es un ejemplo extraordinario de síntesis de ideas europeas y asiáticas66.

En el capítulo sexto, «Sobre las plantas terrestres y demás vegetales», Cobo argumenta que Dios ha dado a cada planta su forma y su finalidad. Todas las cosas han sido creadas para servir al ser humano. En particular, las plantas tienen cuatro posibles utilidades: adornar, dar alimentos, proporcionar materiales de construcción (por ejemplo, la madera) y sanar el cuerpo (es decir, como medicinas). En el capítulo séptimo se habla «Sobre cosas del reino animal». Aquí los chinos le preguntan a Cobo por qué hay algunos animales feroces o venenosos, siendo que los animales han sido creados para el bien y la utilidad del hombre. Cobo, para explicarlo, tiene que recurrir por una vez a la doctrina revelada y decir que es un castigo por el pecado original de Adán al oponerse a Dios. Además, dice que el alma de los animales es mortal y la de los seres humanos es inmortal, negando así radicalmente la reencarnación budista67.

El capítulo octavo trata «Sobre cómo los animales conocen lo que deben comer y beber», y el noveno «Sobre cómo los animales de este mundo conocen las medicinas que deben usar». En estos capítulos hay también algunas ilustraciones. En una se ve cómo un cangrejo se come una almeja, colocando una pequeña piedra entre las dos valvas de su concha; en otra se ve cómo un zorro caza a un cangrejo, poniendo su cola en el agua para que éste se suba encima. De todo esto se concluye que el zorro es más inteligente que el cangrejo, que a su vez es más inteligente que la almeja. Cobo argumenta que hay animales superiores a otros, aunque todos obtienen esa inteligencia de Dios y todos ellos están por debajo del ser humano. El último grabado, del noveno capítulo, muestra cómo una golondrina cura la ceguera de sus polluelos y cómo una cigüeña se cura una enfermedad de vientre con agua salada. La conclusión de Cobo es clara: Dios es quien muestra a los animales cómo deben curarse de sus enfermedades.

Finalmente, el Shilu enseña que existe un Dios Creador, cuya infinitud, bondad y sabiduría se pueden admirar en el mundo de la naturaleza. La obra acaba de la siguiente manera:

Por ahora temporalmente escribió algunos capítulos. Lo que queda del trabajo aún no está acabado. Casualmente recibió la comisión de ser legado de la nación. El próximo año detalladadamente escribiremos toda la discusión completando la obra. Ahora temporalmente escribo esto poco a modo de introducción68.

Queda claro que la idea de Cobo era continuar la obra, bien siguiendo con descripciones de la naturaleza, bien con la explicación de la religión católica. Sin embargo, el libro no pudo concluirse, debido a la prematura muerte de su autor al volver a Filipinas desde Japón. Como en el caso de Rada, también Cobo falleció debido a sus obligaciones con las autoridades de Manila, que le impusieron la misión diplomática a la corte de Hideyoshi, cuando estaba a mitad de escribir la obra cumbre de su vida, su Shilu.

6. CONCLUSIÓN

A lo largo de este artículo, se ha estudiado la vida y la obra de dos misioneros que llegaron a Filipinas a finales del siglo XVI: el agustino Martín de Rada y el dominico Juan Cobo. Ambos personajes pueden ser considerados como científicos, especialmente Rada, cuyos conocimientos sobre matemáticas y astronomía le dieron fama tanto en el archipiélago filipino como en Nueva España. Pero también Cobo, cuando escribió el Shilu, mostró conocimientos sobre cosmografía, zoología y botánica que fueron plasmados en chino en su gran obra.

Aunque pertenecieron a órdenes religiosas diferentes, los paralelismos entre Rada y Cobo son notorios. En primer lugar, los dos soñaban con ir a China y establecer allí una misión católica para su orden religiosa. Esto no es extraño. Como ha sido dicho, Filipinas fue considerada en un primer momento como una plataforma para dar el salto a China. Durante varias décadas, hubo intentos de misiones diplomáticas e incluso planes de conquista de China por las armas69. Para los religiosos, el gran imperio chino también constituía un objetivo fundamental, en parte por la gran cantidad de población que tenía, que lo convertía en un enorme campo de apostolado, y en parte por tener una civilización antigua y sofisticada que podía dialogar con la cultura europea cristiana y, según se creía en la época, ser convertida al cristianismo. Desde que el jesuita san Francisco Javier (1506-1552) conociera Japón y muriera a las puertas de China, tanto los miembros de la Compañía de Jesús como los frailes mendicantes (agustinos, franciscanos, dominicos) soñaban con establecer una misión permanente en el imperio chino.

Serían los jesuitas los que tendrían éxito, gracias a Matteo Ricci y sus sucesores, en establecer una misión en China desde finales del siglo XVI hasta el siglo XVIII, la cual sería considerada como uno de los procesos más ricos de intercambio científico y cultural entre las civilizaciones70. El proceso de «acomodación» que llevaron a cabo los jesuitas en China, tanto a nivel filosófico como científico, ha sido estudiado y elogiado por los investigadores71. No es este el lugar para minimizar los logros de Ricci, sin duda uno de los hombres que más hicieron por conseguir un diálogo entre Oriente y Occidente. Pero sí es el lugar para señalar que él no fue el primero en establecer ese diálogo, sino que tuvo precursores como Rada y Cobo.

Ya ha quedado claro que Cobo se adelantó a Ricci al escribir una obra filosófica en la que se intentaba establecer un puente entre el cristianismo y el confucianismo, su destacado Shilu. En cuanto a Rada, él fue el primero que claramente escribió que el mítico Catay no era otra cosa que la China de su tiempo. Durante décadas, los historiadores de los jesuitas en China atribuyeron a Ricci el «descubrimiento» de que Catay era China72. Sin embargo, años antes de que Ricci llegara a poner sus pies en el imperio chino, Rada afirmaba claramente en su Relación de 1575 lo siguiente:

La notiçia delagranchina. Del Reyno quenosostros llamamos china. Aunquese tenia alguna enconfuso ansipor escrituras antiguas Cual es la demarco polo beneçiano quelollama elrreyno de cataya eandubo la mayor partedel Como tambien por las escrituras modernas delos portugeses quetratan enel yestan poblados enla provinçia llamada canton73.

Otro elemento que une a Rada y Cobo, y que diferencia a ambos de Ricci, es su relación con las autoridades locales. Como jesuita, Ricci era relativamente independiente de los poderes coloniales de España y Portugal. Pero tanto Rada como Cobo, al ser frailes mendicantes, se encontraban bajo la jurisdicción del Patronato regio, y por tanto tenían que obedecer a las autoridades y actuar como «funcionarios reales» cuando así les fuera requerido. Curiosamente, ambos misioneros fallecieron a una edad muy similar, unos 45 años, y ambos debido a percances acaecidos en sus respectivos viajes de vuelta a Filipinas después de misiones encomendadas por las autoridades de Manila, Rada retornando desde Borneo y Cobo desde Japón. Probablemente los dos habrían preferido quedarse en Manila dedicados a sus labores científicas y pastorales. Pero no podían elegir.

En definitiva, Martín de Rada y Juan Cobo pueden ayudarnos a comprender un aspecto de la Monarquía Hispánica en el rincón más recóndito del imperio, donde el poder temporal y el poder religioso estaban unidos de manera inextricable. La vida y la obra de ambos religiosos permiten entender mejor las tareas y las inquietudes de los primeros misioneros que cruzaron el Pacífico en el siglo XVI para establecerse en Filipinas, siempre con los ojos puestos en China.

7. BIBLIOGRAFÍA

Aduarte, Diego (1962), Historia de la Provincia del Santo Rosario de la Orden de Predicadores en Filipinas, Japón y China, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid. Original publicado en Manila en 1640.

Aspe Armella, Virginia (2020), «Nuevas fuentes para una aproximación de argumentos culturales en Alonso de la Veracruz, Vasco de Quiroga y Bartolomé de las Casas», en P. Monjaraz, G. Martínez y J. A. Motilla (eds.) Pensamiento en México: tradiciones multiculturales, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, San Luis Potosí, pp. 9-34.

Barrón Soto, María Cristina (coord.) (2012), Urdaneta novohispano. La inserción del mundo hispano en Asia, Universidad Iberoamericana, México D.F.

Bangert, William V. (1981), Historia de la Compañía de Jesús, Sal Terrae, Santander.

Bernabéu Albert, Salvador (1992), El Pacífico ilustrado: Del lago español a las grandes expediciones, Mapfre, Madrid.

Bernal, John D. (1989), Historia Social de la Ciencia, vol. 1, La ciencia en la historia, Península, Barcelona.

Bernard, Henri (1933), Aux portes de la Chine. Les Missionnaires du Seizième Siècle. 1514-1588, Hautes Études, Tientsin.

Borao, José Eugenio (2018), «Observaciones sobre traductores y traducciones en la frontera cultural del Mar de la China (Siglos XVI y XVII)», Monográficos Sinoele, 18, pp. 453-472.

Boxer, Charles R. (1953), South China in the Sixteenth Century, The Hakluyt Society, London.

Boxer, Charles R. (1978), The Church Militant and Iberian Expansion, 1440-1770, The Johns Hopkins University Press, Baltimore.

Brockey, Liam M. (2007), Journey to the East. The Jesuit Mission to China, 1579-1724, Harvard University Press, Cambridge, Mass & London.

Busquets Alemany, Anna (2013), «Primeros pasos de los dominicos en China: Llegada e implantación», Cauriensia, VIII, pp. 191-214.

Castro, Agustín María de (1954), Misioneros agustinos en el Extremo Oriente 1562-1780, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid. Original de 1780.

Cervera, José Antonio (2009), «El trabajo científico de Andrés de Urdaneta y el problema de la longitud geográfica», en S. Truchuelo García (coord.), Andrés de Urdaneta: un hombre moderno, Ayuntamiento, Ordizia, pp. 507-553.

Cervera, José Antonio (2013), Tras el sueño de China. Agustinos y dominicos en Asia Oriental a finales del siglo XVI, Plaza y Valdés, Madrid.

Cervera, José Antonio (2015), Cartas del Parián. Los chinos de Manila a finales del siglo XVI a través de los ojos de Juan Cobo y Domingo de Salazar, Palabra de Clío, México D.F.

Cervera, José Antonio (2016), «El Shilu del dominico Juan Cobo (1593): apuntes sobre su interpretación de algunos conceptos filosóficos chinos», Revista Estudios, 32, pp. 496-517.

Chan, Albert (1989), «A note on the Shih-lu of Juan Cobo», Philippine Studies, 37, pp. 479-487.

Chia, Lucille (2011) «Chinese Books and Printings in the Early Spanish Philippines», en E. Tagliacozzo y Wen-Chin Chang (eds.), Chinese Circulations. Capital, Commodities, and Networks in Southeast Asia, Duke University Press, Durham & London, pp. 259-282.

Crossley, John N. (2011) Hernando de los Ríos Coronel and the Spanish Philippines in the Golden Age, Ashgate, Farnham, Surrey, UK.

Dunne, George H. (1962), Generation of Giants. The Story of the Jesuits in the last Decades of the Ming Dynasty, University of Notre Dame Press, Notre Dame, Indiana.

Fernández, Pablo Emilio (1958), Dominicos donde nace el sol. Historia de la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas de la Orden de Predicadores, Talleres Gráficos Yuste, Barcelona.

Folch, Dolors (2008), «Biografía de Fray Martín de Rada», Revista Huarte de San Juan, Geografía e Historia, 15, pp. 33-63.

Folch, Dolors (2018), «Martín de Rada’s Book Collection», Sinología Hispánica, China Studies Review, 6-1, pp. 9-18.

González de Mendoza, Juan (1990), Historia del Gran Reino de la China, Miraguano Ediciones y Ediciones Polifemo, Madrid (original publicado en Roma en 1585).

González Valles, Jesús (ed.) (1987), Cuatro Siglos de Evangelización (1587-1987), Rutas Misioneras de los Dominicos de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario, Huellas Dominicanas, Madrid.

González, José María (1955-1967), Historia de las Misiones Dominicanas de China, 5 vols., Studium, Madrid.

Hsia, Florence C. (2009), Sojourners in a strange land. Jesuits and their scientific missions in late imperial China, University of Chicago Press, Chicago.

Knauth, Lothar (1970), «El inicio de la sinología occidental. Las traducciones españolas del Ming Hsin Pao Chien», Estudios Orientales, V, pp. 1-21.

Koyré, Alexandre (1990), Estudios galileanos, Siglo XXI, Madrid.

Kuhn, Thomas (2002), La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México D.F.

Liu, Limei (2005), Espejo rico del claro corazón. Traducción y Transcripción del texto chino por Fray Juan Cobo, Letrúmero, Madrid.

Miguel Bosch, José Ramón de (2008), Urdaneta y su tiempo, Ayuntamiento, Ordizia.

Mungello, David (1989), Curious Land: Jesuit Accommodation and the Origins of Sinology, University of Hawaii Press, Honolulu.

Needham, Joseph (1959), Science and Civilization in China, vol. 3, Mathematics and the Sciences of the Heavens and the Earth, Cambridge University Press, Cambridge, UK.

Ollé, Manel (ed.) (1998), Rico Espejo del Buen Corazón (Beng Sim Po Cam), de Fan Liben, traducido por Juan Cobo hacia 1590, Península, Barcelona.

Ollé, Manel (2002), La empresa de China. De la Armada Invencible al Galeón de Manila, Acantilado, Barcelona.

Ostolaza Elizondo, María Isabel (2006), «Fray Martín de Rada, evangelizador, cosmógrafo y embajador en China», Revista Huarte de San Juan, Geografía e Historia, 13, pp. 177-198.

Parker, John (1978), Windows into China: the Jesuits and their books, 1580-1730, Trustees of the Public Library of the City of Boston, Boston.

Remesal, Antonio (1988), Historia General de las Indias Occidentales y particular de la Gobernación de Chiapa y Guatemala, Porrúa, México D.F. (original publicado en Madrid en 1619).

Rodríguez Rodríguez, Isacio (1978), Historia de la Provincia Agustiniana del Smo. Nombre de Jesús de Filipinas, vols. 13 y 14, Arnoldus Press, Manila.

Ross, Andrew C. (1994), A Vision Betrayed. The Jesuits in Japan and China. 1542-1742, Orbis Books, New York.

Rumeu de Armas, Antonio (1992), El Tratado de Tordesillas, Mapfre, Madrid.

San Agustín, Gaspar de (1975), Conquistas de las Islas Filipinas (1565-1615), Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid. Original publicado en Madrid en 1698.

Sánchez Pons, Jean-Noel (2009), «Tiempos Malucos. España y sus Islas de las Especias, 1565-1663», en S. Truchuelo García (coord.), Andrés de Urdaneta: un hombre moderno, Ayuntamiento, Ordizia, pp. 621-650.

Santiago Vela, Gregorio (1922), Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vol. 6, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, Madrid.

Sanz, Carlos (1958), Primitivas relaciones de España con Asia y Oceanía. Librería General Victoriano Suárez, Madrid.

Sanz, Carlos (1959), Introducción al Beng Sim Po Cam, por Fray Juan Cobo, O. P., Librería General Victoriano Suárez, Madrid.

Sola, Diego (2018), El cronista de China. Juan González de Mendoza, entre la misión, el imperio y la historia, Universitat, Barcelona.

Standaert, Nicolas (ed.) (2001), Handbook of Christianity in China. Volume One: 635-1800, Brill, Leiden, Boston & Koln.

Truchuelo García, Susana (ed.) (2009), Andrés de Urdaneta: un hombre moderno, Ayuntamiento, Ordizia.

Van der Loon, Piet (1966-1967), «The Manila Incunabula and early Hokkien studies», Asia Major. A British Journal of Far Eastern Studies, 12, pp. 1-42, y 13, pp. 95-186.

Villarroel, Fidel (ed.) (1986), Pien Cheng-Chiao Chen-Ch’uan Shih Lu. Apología de la Verdadera Religión, UST Press, Manila. Reproducción facsímil y traducción del original chino de Juan Cobo (Manila, 1593).

Wessels, Cornelius (1992), Early Jesuit Travellers in Central Asia, 1603-1721, Asian Educational Services, New Delhi & Madras.

1. No es este el lugar para profundizar en estas expediciones, ya que existe abundante bibliografía al respecto. Véase, por ejemplo, S. Bernabéu Albert (1992).

2. A. Rumeu de Armas (1992), 207.

3. J. R. de Miguel Bosch (2008), 35.

4. El Tratado de Zaragoza establecía una línea imaginaria de polo a polo situada a 17 grados al este de las Molucas. A. Rumeu de Armas (1992), 226. Toda la región al oeste de ese meridiano sería de dominio exclusivo de la Corona portuguesa, a cambio de trescientos cincuenta mil ducados de oro que Juan III dio a Carlos I, dinero que le ayudaba a este a sostener sus guerras en Europa. J. A. Cervera, (2013), 66.

5. A pesar del Tratado de Zaragoza, los españoles del virreinato novohispano siguieron con los ojos en las islas del sureste asiático. Esgrimieron diversos argumentos para seguir navegando desde América a Asia por el Pacífico. Cuando, finalmente, López de Legazpi estableció un asentamiento en las Filipinas, se utilizó el argumento de que el Tratado de Zaragoza establecía un «empeño», no una cesión permanente a Portugal, y por tanto, si el rey castellano devolvía el dinero, podría justificar su presencia en el archipiélago filipino (siempre que la zona estuviera dentro de la demarcación española según el original Tratado de Tordesillas, lo cual no estaba nada claro, como ya se ha dicho). El propio Urdaneta, junto con otros cosmógrafos de la época, escribieron varios textos en los que trataban de justificar el derecho de Felipe II al establecimiento en las Filipinas. Todo este asunto es estudiado en profundidad en el artículo de J. A. Cervera (2009). Incluso años después del establecimiento de los españoles en Filipinas, algunos de los personajes más influyentes del archipiélago, como Hernando de los Ríos Coronel (c. 1559-c. 1621), seguían creyendo que las Filipinas pertenecían a la demarcación española. J. N. Crossley (2011), 9.

6. Dos libros colectivos que tratan en profundidad el establecimiento de los españoles en las Filipinas son: S. Truchuelo García (2009); M. C. Barrón Soto (2012).

7. M. Ollé (2002), 40.

8. Archivo General de Indias (AGI), Patronato, 24, reproducido en <https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/lega1570.htm> (consulta: 16/04/2021).

9. Así lo aseveran, por ejemplo: M. Ollé (2002), 46. J. R. de Miguel Bosch (2008), 125. D. Folch (2008), 45. J.-N. Sánchez Pons (2009), 624.

10. Se conoce como patronato regio al conjunto de facultades y privilegios que los reyes, particularmente los monarcas ibéricos durante la modernidad temprana obtenían de los papas. Los reyes de España y Portugal tenían, entre otras, la prerrogativa de presentar a la Santa Sede una lista de candidatos para todos los obispados, arzobispados y abadías en las tierras sobre las que reinaban. Eso significaba también que los misioneros de las órdenes mendicantes en las tierras conquistadas por España tenían que obedecer tanto a sus autoridades eclesiásticas como a las reales. Véase C. R. Boxer (1978), 73.

11. Ibidem, 78-79.

12. Entiendo que el concepto «ciencia» ha ido cambiando a lo largo del tiempo. En el siglo XVI, personajes como Rada y Cobo no se consideraban a sí mismos como «científicos», porque ni siquiera existía el término con la connotación que adquirió después y como lo entendemos hoy en día. Sin embargo, durante buena parte del siglo XX y lo que llevamos del XXI, se ha estudiado la ciencia desde muy diversos puntos de vista: la relación de la ciencia con la sociedad de una manera general, por ejemplo, J. D. Bernal (1989), la Revolución Científica específica de la época de Galileo, por ejemplo, A. Koyré (1990), la relación entre la ciencia, la filosofía y la sociedad, como la influyente y multi citada obra de T. Kuhn (2002), y muchos otros. Todos ellos hablan de la «ciencia» a través de la historia, y desde ese punto de vista, no cabe duda de que tanto Rada como Cobo realizaban tareas científicas y, por tanto, podemos calificarlos como «científicos». Ese es el criterio que se ha seguido en este artículo.

13. Una de las investigadoras que más se ha dedicado al estudio de la vida y la obra de Martín de Rada es D. Folch (2008); (2018). Hay también mucha información de Rada en varias obras sobre las misiones agustinianas en Filipinas y China, por ejemplo: G. Santiago Vela (1922); A. M. de Castro (1954); G. de San Agustín (1975); I. Rodríguez Rodríguez (1978). En cuanto a Juan Cobo, se puede encontrar información sobre su vida y obra en obras sobre las misiones dominicanas en Asia oriental, por ejemplo: D. Aduarte (1962); J. M. González (1955-1967); P. E. Fernández (1958); J. González Valles (1987). Un recuento biográfico general de Cobo se puede encontrar en: F. Villarroel (1986) 1-37; J. A. Cervera (2013), 335-355.

14. Para una biografía exhaustiva de Martín de Rada, véase D. Folch (2008).

15. G. Santiago Vela (1922), vol. 6, 444.

16. D. Folch (2008), 35.

17. M. I. Ostolaza Elizondo (2006), 183.

18. D. Folch (2008), 36.

19. Alonso de la Veracruz (1509-1584) es considerado como el filósofo más importante de la Nueva España durante el siglo XVI. Para un estudio en profundidad sobre su obra filosófica, véase V. Aspe Amella (2020).

20. D. Folch (2008), 43.

21. AGI, Patronato, 24, n. 1, R. 22, reproducido en <https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/rada2.htm> (consulta: 14/10/2021).

22. D. Folch (2008), 43.

23. J. González de Mendoza (1990), 159-245.

24. El original de esta obra se encuentra en la Biblioteca Nacional de París, ocupando los folios 16-31 de los manuscritos, dentro del Fondo Español. Ha sido reproducido total o parcialmente en numerosas ocasiones. Habría que esperar al siglo XIX para que se imprimiera la Relación en su integridad, en la Revista Agustiniana, Valladolid, vol. 8 (1884), 51-53, 112-122, 201-210, 293-300, y vol. 9 (1885), 231-237. Fue traducida al inglés con numerosos comentarios en el libro de C. R. Boxer (1953). También aparece completa, en el español original, en la obra de I. Rodríguez Rodríguez (1978), vol. 14, 262-330. Para este artículo, se ha utilizado la transcripción íntegra que se encuentra en <https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/radapar.htm> (consulta: 16/04/2021).

25. El libro Historia del Gran Reino de la China, de Juan González de Mendoza, fue publicado en Roma en 1585, originalmente en español. Su éxito fue enorme. Solamente entre 1585 y 1590, contó con treinta ediciones y fue traducido a varios idiomas europeos: italiano, francés, inglés y alemán. D. Sola (2018), 36. Esta obra de González de Mendoza fue la más difundida en Europa sobre China durante los últimos años del siglo XVI y las primeras décadas del XVII. Para 1625, la Historia del Gran Reino de la China ya contaba con cincuenta ediciones y reimpresiones en varios idiomas, realizadas en numerosas ciudades de toda Europa, tanto católicas como protestantes (Ibidem, 255).

26. Los libros que probablemente llevó Rada a Manila tras su viaje a China han sido estudiados por D. Folch (2018).

27. G. H. Dunne (1962), 17.

28. H. Bernard (1933), 108.

29. D. Folch (2008), 58.

30. Hace décadas, el conocido historiador de los imperios portugués y holandés en el Sureste de Asia, Charles R. Boxer, afirmaba que «Es muy desafortunado que ninguna de las obras científicas de Rada haya aparecido hasta el momento, aunque queda la posibilidad de que alguna de ellas esté olvidada en algún archivo español o en algún monasterio». C. R. Boxer, (1953), LXXV. Desgraciadamente, hasta el momento no se ha logrado localizar obras científicas de Rada en archivos o monasterios, en España, México o Filipinas.

31. Bibliothèque Nationale de France (BNF), Fonds Espagnol, 325.7 (M F 13184), f. 36, reproducido en <https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/rada7.htm> (consulta: 16/04/2021).

32. J. N. Crossley (2011), 32-33.

33. Rada siempre fue aficionado a la astrología judiciaria, incluso llegó a escribir un libro sobre este tema, tal como aparece en el fragmento citado de su carta a Alonso de la Veracruz. Cuando fue a China, Rada compró libros sobre astrología judiciaria. D. Folch (2008), 58.

34. J. N. Crossley (2011), 33.

35. I. Rodríguez Rodríguez (1978), vol. 13, 553, n. 1904.

36. Ibidem, vol. 14, 161.

37. J. N. Crossley (2011), 85.

38. El matemático Juan Bautista Gesio, de origen milanés, se convirtió en cosmógrafo de Felipe II después de trabajar un tiempo en Portugal. Llevó a cabo numerosos encargos del Consejo de Indias, tales como informes geográficos, dictámenes, o claves cifradas para documentos confidenciales. Murió poco después que Martín de Rada. Véase M. I. Ostolaza Elizondo (2006), 196-197.

39. I. Rodríguez Rodríguez (1978), vol. 14, 475.

40. BNF, Fonds Espagnol, 325.6 (M F 13184), f. 33-34, reproducido en <https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/rada8.htm> (consulta: 16/04/2021).

41. AGI, Aud. de Filipinas, 84, reproducido en <https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/albu1578.htm> (consulta: 16/04/2021).

42. Los dominicos tendrían éxito en establecer una misión permanente en China varias décadas después, a principios de la década de 1630. Los intentos de la Orden de Santo Domingo para entrar en China, su llegada y su implantación son estudiados en el trabajo de A. Busquets Alemany (2013).

43. Además de las obras citadas anteriormente en relación con la vida de Cobo en la nota a pie de página 13, otras fuentes en las que aparecen ampliamente documentados la llegada de los dominicos a Filipinas y su trabajo con los chinos de Manila, así como la vida y la obra de Cobo, son la voluminosa obra de A. Remesal (1988), 544-580, y la de C. Sanz (1958), 121-175.

44. J. N. Crossley (2011), 40.

45. D. Aduarte (1962), vol. 1, 222.

46. J. N. Crossley (2011), 116.

47. El único ejemplar que se conserva de este libro está en la Biblioteca Vaticana. La autoría es atribuida a los miembros de la Orden Dominicana en su conjunto, aunque no cabe duda de que Cobo, al ser pionero en su conocimiento de la lengua china, debió ser uno de los principales autores. Aunque durante décadas se pensó que había sido publicada en 1593 o antes. C. Sanz (1958), 189­, posteriormente se vio que debió ser publicado en los primeros años del siglo XVII, probablemente hacia 1605. P. Van der Loon (1966), 13-22. L. Chia (2011), 263.

48. Esta carta fue publicada por primera vez en 1619 en una obra del dominico Antonio Remesal –versión moderna, A. Remesal (1988), 557-570–. También fue incluida en el libro de C. Sanz (1958), 274-291. Más recientemente, fue reproducida en su integridad, junto con un estudio crítico, en el libro de J. A. Cervera (2015), 84-101.

49. La romanización Beng Sim Po Cam de los caracteres chinos 明心寶鑑 corresponde al dialecto chino Minnan (sur de Fujian).

50. El Beng Sim Po Cam fue editado por primera vez por C. Sanz (1959). Más adelante, apareció una edición a cargo de M. Ollé (1998). Es remarcable el estudio de esta obra llevado a cabo en Liu Limei (2005). El original se encuentra en forma de manuscrito en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, con la referencia Mss/6040. Se puede consultar en el sitio web <http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/4175596> (consulta: 07/05/2021).

51. No todos los autores están de acuerdo en asignar la autoría del Beng Sim Po Cam a Fan Liben sin discusión. Por ejemplo, J. E. Borao, (2018), 467-468, analiza varias posibilidades, incluyendo que el libro hubiera sido publicado poco antes de la llegada de Cobo a Manila. Sin embargo, los autores de las dos últimas ediciones de la obra, M. Ollé (1998) y Liu Limei (2005), parecen estar de acuerdo en que el autor del Beng Sim Po Cam fue Fan Liben, a finales del siglo XIV.

52. L. Knauth (1970), 10.

53. Ibidem, 1.

54. J. E. Borao (2018), 462.

55. No existe portada del libro. Probablemente la tuvo, pero se perdió. Para dar un título, los especialistas que lo han estudiado han tenido que echar mano de los primeros caracteres que aparecen en la primera página de la obra. F. Villarroel (1986) lo titula como Bian Zhengjiao Zhenchuan Shilu 辨正教真傳實錄, título que él mismo traduce como Apología de la Verdadera Religión, pero que se podría traducir de manera más exacta como Auténtico registro de la discusión de la verdadera propagación de la Religión Ortodoxa. P. Van der Loon (1966), 2, lo titula como Xinke sengshi Gao Muxian zhuan Wuji Tianzhu zhengjiao zhenzhuan Shilu 新刻僧師高母羨撰無極天主正教真傳實錄, que él mismo traduce como Una edición impresa del Registro verdadero de la tradición auténtica de la verdadera fe en el Dios Infinito, por el maestro religioso Kao-mu Hsien [Juan Cobo]. En este artículo, por comodidad, he adoptado la forma simple de llamar al libro Shilu.

56. El único ejemplar que se conserva de esta obra, que fue publicada en Manila en 1593, se encuentra en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, con la referencia R/33396. Se puede consultar en el sitio web <http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/2532052> (consulta: 07/05/2021). Existe un facsímil junto con una traducción al español y al inglés: F. Villarroel (1986). Esta es la edición que se ha utilizado para este artículo.

57. C. Sanz (1958), 249.

58. F. Villarroel (1986), 87. J. E. Borao (2018), 462.

59. La fascinante historia de los jesuitas en China está fuera de las pretensiones de este artículo. El tema ha sido estudiado por muchos investigadores a lo largo de décadas. Algunos de los libros más reconocidos de los últimos años sobre las misiones jesuíticas en las dinastías Ming y Qing son los de A. C. Ross (1994), N. Standaert (2001), L. M. Brockey (2007) o F. C. Hsia (2009).

60. L. Chia (2011), 262.

61. Ibidem, 261.

62. A. Chan (1989), 484.

63. El título original en chino es Lun dili zhi shiqing zhang zhi si 論地理之事情章之四. F. Villarroel (1986), 210.

64. En el pensamiento tradicional chino, se suele hablar de las «diez mil cosas» (wan wu 萬物) para referirse a todas las cosas del mundo. Villarroel traduce el título del quinto capítulo como «Sobre la realidad de las cosas mundanas». F. Villarroel (1986), 270.

65. «En el vacío de un agujero si no hay agua hay tierra, si no hay tierra hay fuego, si no hay fuego hay aire; si el agujero está vacío el aire penetrará, por eso es necesario que allí exista el aire. Parece que no lo hay y lo hay; parece que está vacío y está lleno». F. Villarroel (1986), 285.

66. Aunque este artículo se centra en algunos contenidos científicos de la obra de Cobo, el Shilu también constituye un puente entre la filosofía europea y la filosofía china. A finales del siglo XVI, la corriente predominante en el imperio Ming era el neoconfucianismo. Igual que después haría Ricci en China, en su obra Tianzhu Shiyi 天主實義 (Verdadero significado del Señor del Cielo, o Verdadero significado de Dios), publicada en 1603, Cobo utilizó elementos del confucianismo para tratar de explicar algunos de los conceptos filosóficos fundamentales del cristianismo, creando una amalgama entre ambas corrientes filosófico-religiosas que muestran un gran grado de apertura, pero que al mismo tiempo, pudieron llevar a grandes confusiones y malentendidos entre los letrados chinos que tuvieron acceso al libro. Para más información, véase J. A. Cervera (2016).

67. «El día que nacen [los animales], con ellos nace el alma y su constitución. Cuando mueren, el alma les sigue en la muerte y se aniquila». F. Villarroel (1986), 318.

68. F. Villarroel (1986), 378.

69. El investigador que más se ha dedicado al estudio de los planes de conquista de China por las armas, particularmente del máximo responsable de esos planes, el jesuita Alonso Sánchez (1547-1593), es M. Ollé (2002).

70. J. Needham (1959), 437.

71. Véase, por ejemplo, la obra de D. Mungello (1989).

72. Véase, por ejemplo: G. H. Dunne (1962), 80. J. Parker (1978), 10. W. V. Bangert (1981), 202. C. Wessels (1992), 6-7.

73. Relación del viaje de Rada a China de 1575. URL: <https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/radapar.htm> (consulta: 16/04/2021).