Ramírez Sánchez, Manuel y Rodríguez Marín, Francisco (eds.) (2020), Cementerios patrimoniales y turismo: una visión multidisciplinar, Editorial Síntesis, Madrid, 401 págs. ISBN: 978-84-1357-016-7

El acercamiento a los dormitorios eternos, a los lugares de descanso, a la frontera entre dos espacios, constituye el eje de esta obra en la que se fusiona el patrimonio en su carácter integral analizando y contextualizando los bienes muebles, inmuebles e inmateriales que engloban estos espacios. La misma nos aproxima a su interés patrimonial y turístico a través de una visión multidisciplinar. Concretamente se articula en tres partes y presenta un arco cronológico que arranca, en su mayoría, en el último tercio del siglo XVIII, con la aprobación de la Real Cédula de 1787 y, sin dejar de mirar al futuro, llega hasta la actualidad. La primera parte se centra en el análisis histórico-artístico de los cementerios, la segunda en aspectos de carácter social y la última en su desarrollo turístico.

De la clasificación realizada por Stone1 en la que analiza el Turismo Oscuro el libro se concentra en los cementerios o «lugares de descanso». Estos se sitúan en el centro de una tabla en la que se plantea el grado de sufrimiento en distintos espacios oscuros. Consideramos que dicho hecho no es baladí pues, el emplazarse ahí, nos ayuda a poder establecer la necesaria visión múltiple que ayuda a tutelar dichos lugares desde un punto de vista patrimonial.

La obra nos atrapa desde un principio al entroncar con un sentimiento inherente al ser humano: el valor que otorgamos a la muerte. El prólogo nos permite comprobar la plena consciencia de los editores sobre la inalcanzable magnitud del objeto de estudio en un sólo volumen. Se agradece la invitación a la reflexión de investigadores que quizá sean ajenos al potencial de la cultura material aportado por la muerte en todo el mundo.

Es un compendio que posibilita recapacitar sobre el cambio que se produce en la sociedad frente a la muerte en los últimos siglos y su repercusión en la actualidad a nivel social, artístico, y turístico, pues los cementerios son un reflejo del mundo de los vivos al mostrar la visión que tienen sus seres queridos de los finados y la que quieren perpetuar tras su muerte.

El lector se enfrentará a capítulos desarrollados por autores nacionales e internacionales provenientes de América (Uruguay, Chile o México) pero también de Europa (Italia) y en el ámbito nacional de Oviedo o Canarias, con prevalencia de las investigaciones centradas en la provincia de Málaga. Todos provienen del ámbito universitario o de la gestión patrimonial y posibilitan observar la complejidad de esta por su amplitud territorial y disciplinas que derivan en aproximaciones del todo diversas.

Es un libro extenso, de más de cuatrocientas páginas y veintidós capítulos. Sus características nos obligan a presentar los puntos esenciales del mismo en conjunto a partir de los temas sobre los que gira, es decir, la masonería, los cementerios ingleses, el turismo, las nuevas tecnologías, los estudios histórico-artísticos, sociedad, mujer, economía, tutela patrimonial, higiene y pandemia, paisaje, naturaleza y legislación.

Con la lectura de esta investigación queda patente la presencia del pensamiento masónico en los cementerios, tanto en capítulos que viran en torno a este tema, como «Leer entre líneas: pedagogía y simbología masónica en el arte funerario» desarrollado por Almeida López Lozoya, así como en otros en los que se analiza de modo tangencial. Es el caso de Montemuiño al tratar el tema en el cementerio británico. En el primero se presenta la muerte como parte fundamental en la educación masónica; se analizan los principios pedagógicos de alguno de los símbolos funerarios masónicos; su iconografía y la importancia de la masonería en la educación del siglo XIX y principios del XX en Canarias, en espacios privados y públicos; junto a sus principales representantes.

De manera explícita Marchant, Montemuiño en «Historia y arte en el Cementerio Británico de Montevideo» y Domínguez en «Cultura británica en Andalucía: los cementerios británicos de Huelva», y puntualmente Camacho, Rodríguez Marín u Ojeda y Morales, llevan su investigación al análisis de cementerios ingleses en territorios cristianos. Marchant se dedica al cementerio inglés de Málaga y Montemuiño contextualiza la aparición del cementerio británico de Montevideo en la región y su traslado a una segunda ubicación. Por su parte, Domínguez inicia con el auge de la minería a mediados del siglo XIX en Huelva, que lleva consigo la llegada de ingleses y escoceses que necesitarán sepultura, y la construcción del cementerio inglés de Riotinto, el cementerio británico de Huelva y el cementerio inglés de Tharsis. Todos destacan por su exhaustivo trabajo de campo sobre la historia del cementerio y el registro de su patrimonio. Así, por ejemplo, en el caso de Montevideo, se tienden puentes a los estudios histórico-artísticos al documentar el desarrollo vital de personajes como Thomas Havers importante ingeniero de la segunda mitad del siglo XIX en Montevideo y autor de destacadas construcciones en la ciudad, proporcionando así documentación a otros campos de investigación. En todos los casos destaca la presencia de población foránea con fines comerciales. Este hecho se estudia en detalle por Doulot que analiza la creación de cementerios de inmigrantes de otras religiones: protestantes, coptos, sirios, griegos o rusos ortodoxos, etc. y los cementerios hebreos creados con motivo del éxodo producto de la persecución nazi y que tienen su núcleo más importante en Argentina. Esto se puede leer en «Los cementerios en Latinoamérica: una visión general y caleidoscópica», donde se manifiesta la confluencia de pueblos originarios e inmigración; arte moderno y popular y la creación de cementerios clandestinos que llegan a oficializarse. Además, se plantea un desarrollo cronológico de los cementerios.

También encontramos una honda investigación en los capítulos de carácter histórico-artístico y turístico. En lo que respecta a los primeros debemos señalar que constituyen el bloque más extenso e inicial. Concretamente el primer capítulo de la obra es el titulado «Mensajes desde el más acá: plástica y simbología en los cementerios contemporáneos», realizado por Bermejo Lorenzo, plantea las temáticas e iconografías de los cementerios católicos del norte de España y detalla la producción de sus escultores. Además, analiza los temas religiosos y los profanos distinguiendo entre retratos, alegorías y sentimientos y atiende a enterramientos individuales (tumba de Ulacia en el cementerio de Vista Alegre en Derio, Bilbao) y colectivos (Monumento a las víctimas de la catástrofe del buque Cabo Machichaco en el cementerio de Santander). Al mismo tiempo presenta a los artistas implicados a nivel nacional y extranjero. De igual modo Montemuiño presenta a escultores uruguayos ayudando a la creación de un corpus de artistas a tal respecto.

En los capítulos dedicados al turismo se observan interconexiones de carácter artístico como por ejemplo las alusiones de Rodríguez Marín a la presencia de una de las esculturas del Pensador de Rodin en el Cementerio de Laeken. Las vías de comunicación continúan abiertas con Camacho Martínez en «Los cementerios católicos de Málaga: valor simbólico y patrimonial». En él se establece, según los lugares de enterramiento en la ciudad, una estructura estamental definida tras la muerte y plantea cómo la trama urbana de nuestras ciudades permite desentrañar espacios relacionados con la muerte en el pasado, como las plazas que fueron antiguos lugares de enterramiento junto a las iglesias. A partir de este punto reivindica la importancia patrimonial del cementerio de San Miguel describiendo los panteones más destacados, como el de los Heredia, las tipologías de los mismos y sus autores. Dicho monumento es estudiado en profundidad en el capítulo de Caputo Calloud que lleva por título «Lorenzo Bartolini: sus aportaciones a la estatuaria funeraria y precisiones sobre el monumento Heredia de Málaga».

Por su parte Girbés Pérez con «La planimetría como herramienta de estudios de los cementerios, los concursos de la academia de Bellas Artes: el caso del Cementerio General de Valencia» articula su aportación en torno a tres claves: la necesidad de estudiar y dar a conocer las tipologías arquitectónicas del cementerio de Valencia; la presentación de cementerios neoclásicos; y su relación con las pruebas de la Real Academia de Bellas Artes. Esto entronca con proyectos harto estudiados como el del cementerio de Nuestra Señora de La Almudena en Madrid o el Cementerio Ideal de Teodoro de Anasagasti y se pone en relación con los primeros cementerios extramuros construidos como el de Cádiz. De nuevo, a esta investigación se le suma la realizada por Pérez García que profundiza en «Aspectos artísticos e históricos de los cementerios de Cádiz», que nos permite descubrir la pluralidad de cementerios en Cádiz y comprobar la fusión de investigación, conservación y difusión como elementos claves en la tutela patrimonial. Para ello realiza un magnífico trabajo de síntesis contextualizando históricamente el objeto de estudio y centrándose en la presentación de arquitectos, artistas y lapidarios y sus obras.

Siendo conscientes de las líneas de investigación desarrolladas por los editores del libro no es de extrañar que uno de los bloques se dedique a la gestión turística de los espacios objeto de estudio, tanto Rodríguez Marín como Ramírez presentan su contribución en este apartado. El bloque parte de «Experiencias de gestión y turismo en cementerios europeos» de manos de Rodríguez Marín donde se nos invita a viajar por el cementerio del Bosque (Estocolmo), el cementerio Glasnevin (Dublín), el cementerio monumental de los Ángeles (Sicilia), y el cementerio de Laeken (Bruselas) y plantea el necroturismo junto a diversos tipos de gestión como solución a la salvación de estos pues, por ejemplo, en el de Glasnevin se realizan multitud de actividades culturales.

En el siguiente capítulo Rubio Gutiérrez presenta el modelo de gestión privada desarrollado por la empresa Cultopía Gestión en cementerios en la provincia de Málaga. Dicha empresa se inicia a partir de un trabajo universitario y sigue siendo un referente en la actualidad, entre otros motivos, por crear vínculos entre la población y el bien. Uno de los cementerios en los que se trabaja y que constituye un punto en común con el siguiente capítulo es el de Casabermeja que es estudiado en profundidad por Alberto López en «La conceptualización patrimonial de los cementerios: el caso de Casabermeja (Málaga)» como dinamizador turístico, en el que se hace hincapié en el uso de instrumentos legales como fórmulas de tutela y puesta en valor de los mismos.

Ahora bien, existen otras fórmulas de tutela presentadas por Ramírez o Rodríguez Marín como la creación de redes, tal es el caso de la Asociación Europea de Cementerios Singulares (ASCE) que ha ayudado al desarrollo turístico de los cementerios de Montjüic o Poblenou, o ya en 1994, la declaración como Patrimonio Mundial del cementerio del Bosque como señala Rodríguez Marín. Esta idea se prolonga en Romero y Rodríguez Socorro al plantear la conversión de los cementerios en museos al aire libre al no considerarlos lugares exclusivos de enterramiento.

Del mismo modo es fundamental la imbricación de los cementerios y la cultura artística contemporánea en el cementerio de Montevideo como receptor de diversas expresiones artísticas, o en el cementerio de San Miguel en el que Camacho alude a la tutela patrimonial con la rehabilitación de la «sala de Pésames», que actualmente se destina a realizar actividades culturales como exposiciones o visitas culturales. La actualidad de esta compleja puesta en valor del mismo modo se trata por Domínguez, a colación del cementerio de Tharsis que se rehabilitó parcialmente para su visita, y también en lo concerniente al cementerio de Riotinto en el que existe un proyecto para su limpieza.

Las nuevas tecnologías constituyen otro tema tratado en este libro principalmente de manos de Ramírez con el capítulo «Los cementerios patrimoniales más allá del turismo 2.0: análisis de marca a través del turismo de experiencias», en el que plantea la visibilidad de los cementerios patrimoniales en internet y sobre todo en las web de turismo 2.0 incidiendo en la importancia de la imagen de marca de los espacios culturales. Del mismo modo Romero y Rodríguez Socorro, a colación de la difusión de los cementerios canarios, precisan la necesidad del uso de las nuevas tecnologías para aproximarse a estos bienes.

El libro refleja que los cementerios constituyen una fuente inagotable de conocimiento del pasado y de la sociedad actual pues, tal y como señala Montemuiño, el espacio de descanso de nuestros antepasados permite reconstruir la historia de la sociedad, sus profesiones, religiones, países de origen, etc. Este tema también es atendido por Doulot al diferenciar entre obras realizadas por la academia y por el pueblo en los cementerios o al referirse a la creación natural de cementerios clandestinos surgidos en poblaciones pobres (Cementerio de Codó en Brasil o el Cementerio Virgen de Lourdes en Lima) que finalmente llegan a regularizarse. En España ocurre algo parecido, retratado por Girbés con respecto a Cádiz, donde se presentan construcciones provisionales como el cementerio de San Roque o Chipiona cuya construcción definitiva se produce gracias a la figura de un benefactor.

Dos de los capítulos que seguro tocarán la fibra sensible del lector son los que reflejan la investigación de De la Cruz Lichet titulado «En torno a una antropología de la muerte: la fotografía post morten y de difuntos» y el de Fernández Macías «De letra presente. Un paseo por las escrituras mínimas de los cementerios actuales». En el primero se presenta la fotografía en los cementerios como espejo de la memoria del difunto, pero también como reflejo de una puesta en escena; se contextualiza su presencia; y se muestran las diferencias entre la fotografía post morten atendiendo a las fotografías como vivos, dormidos y muertos. Del mismo modo entronca con el estudio realizado por Domínguez en el que destaca la alta mortalidad infantil presente en el cementerio de Riotinto. En el segundo, la autora se aproxima a los detalles, a las personas detrás de las escrituras mínimas que aparecen en los cementerios como medio de comunicación entre los vivos y el difunto; a su carácter efímero, premeditado, íntimo, pero a la vez público, ya que son escrituras privadas con modelos de expresión propios. Este texto hace florecer en el lector un fuerte sentimiento de empatía y tristeza al presentar mensajes gráficos o epigráficos realizados por niños o mayores que necesitan comunicarse, y no pueden, con un ser querido.

Tal y como señalan autoras como Marchant o Camacho junto a Ojeda y Morales, el análisis de los cementerios es muestra de la multiculturalidad de las ciudades y las reticencias sociales al cambio de ubicación de estos. Respecto a la primera cuestión cabe añadir que Camacho, en el caso de Málaga, plantea en su investigación el discurrir del cementerio de San Rafael y el cementerio hebreo e incluso presenta cementerios proyectados que no llegan a ejecutarse como el integrado en el Plan de Grandes Reformas de Málaga de manos de Guerrero Strachan y que refleja las inquietudes y problemas de la sociedad malagueña. La multiculturalidad, plantean Ojeda y Morales en «Los cementerios de Valparaiso (Chile) y los discursos políticos, religiosos e higienistas del s. XIX» no siempre fue fácil, debido, en este caso, a la pugna entre la iglesia católica y los migrantes protestantes al no permitirse la libertad de culto en los primeros años de convivencia. La construcción de un cementerio común, aunque parcelado, supone comprender la realidad de dos grupos humanos que habitaban la misma ciudad de los vivos, pero no de los muertos. El primero, el cementerio general n.º 1 dedicado a los católicos y entendido como la puerta del cielo, y el segundo, el cementerio general n.º 2 de los disidentes que acoge a población británica y norteamericana en su mayoría. Será el capítulo «Multiculturalidad en los cementerios melillenses como recurso turístico» de Saruel Hernández el que de manera más específica analiza la cohesión de tres culturas en una misma ciudad mediante el estudio de los espacios de enterramiento. Concretamente se plasma el estudio realizado sobre el cementerio cristiano de la Purísima Concepción, los cementerios hebreos de San Carlos o de la Alcazaba, el otro cementerio judío y el cementerio musulmán.

Esta visión social ayuda a reconstruir la historia y a conocer las tan actuales consecuencias de las pandemias como la fiebre amarilla que asoló ciudades a principios del siglo XIX traídas por Girbés con respecto a la provincia de Cádiz.

La mirada de género está también presente de manos de Marchant, quien en «Cementerio inglés de Málaga (España): el retrato de los viajeros (siglos XVIII-XIX)» da a conocer dicho espacio a través de la mirada de viajeros, fundamentalmente ingleses como Richard Ford, George Dennis, Martin Haverty, el reverendo Thomas Debary, Edwin Lee, Hans Christian Andersen, como documento histórico y también sitúa el trabajo realizado por viajeras como Lady E. Mary Grosvenor, Dora Quillinan, Dora Wordsworth y un largo etc. que dejaron por escrito su perspectiva sobre Málaga en general y el cementerio en particular y que parecen olvidadas frente a figuras como Ford o Andersen. Por su parte, Montemuiño en «Historia y arte en el Cementerio Británico de Montevideo» tiene en cuenta el análisis de tumbas femeninas como la de Rosa Monteaux por ser la primera tumba transportada de uno a otro cementerio británico en Montevideo.

En el aspecto económico son del todo interesantes las referencias de Bermejo a la industria del mármol y el capítulo de Lupiáñez Fernández titulado «Una industria auxiliar de los cementerios: empresas lapidarias en Málaga y provincia». El mismo argumenta que los talleres de lápidas forman parte de la vida económica, social y patrimonial de la ciudad desde el siglo XVIII haciendo referencia a las dificultades que se plantean en el desarrollo de esta industria a partir de la segunda mitad del siglo XX. Además, describe los talleres de lápidas, la promoción y comercialización, las técnicas de elaboración, la preparación de las piedras mediante el corte y pulimentación; el procesado de la piedra para que se convierta en una lápida, el grabado de la misma mediante diversas técnicas y los nuevos materiales empleados como son el azulejo o la porcelana.

En la obra no se olvida la asociación entre cementerios, paisaje, territorio y naturaleza. De hecho, Rodríguez Marín alude a ello en el estudio sobre el Cementerio de los Ángeles al presentar la particularidad de albergar hipogeos excavados en un acantilado; el uso de la piedra de toba; y destacar sus vistas panorámicas en relación con el paisaje. También trae a colación el Cementerio del Bosque en el que un joven Asplund aprovecha el bosque de pinos y los accidentes del terreno para plantear el nuevo uso del espacio. Son Romero y Rodríguez Socorro las investigadoras que explican, en relación con Canarias, qué se entiende por cementerio, su distribución espacial y el estrecho vínculo entre patrimonio funerario y pensamiento religioso. Concretamente se centran en la relación con la muerte en el medio rural canario pues este modifica el trato de una sociedad con respecto a la muerte, con el uso del ataúd comunal hasta principios del siglo XX. En Latinoamérica, Doulot nos traslada al cementerio de la ciudad de Tulcán (Ecuador) donde se esculpen los cipreses desde mediados del siglo XX convirtiéndose en un atractivo turístico y una referencia de simbiosis entre naturaleza modificada por el ser humano y necrópolis. En esta línea, Camacho destaca el proyecto para la ciudad de Málaga inaugurado en la década de los 80 del siglo XX, el Parque-cementerio de San Gabriel que responde a criterios de funcionalidad en pro del paisaje y la jardinería.

El ámbito legislativo es analizado por Rodríguez Marín al plantear los intentos, ya a finales del siglo XX, por generar una normativa común europea de tutela de cementerios fuese cual fuese la propiedad y sus características. De manera más profunda Herrera Moreno en «La recuperación patrimonial de cementerios en la Ciudad de México» marca las indefiniciones legislativas de la tutela patrimonial sobre los cementerios en México y realiza un estudio comparativo. En él destaca la conversión como museos de sitio en 2006 de los cementerios de San Fernando y de Tepeyac por su actividad cultural centrada en la realización de conferencias, obras de teatro, conciertos, talleres, etc. Además, declara su valor como conjuntos a proteger y que, por tanto, necesitan de un mantenimiento, programa de actuaciones, vigilancia para evitar los robos, etc.

La investigación abre nuevas líneas en diferentes capítulos. Así, Almeida y López Lozoya apuestan por investigar la influencia de la masonería en líneas pedagógicas actuales y sobre las prácticas educativas de la masonería en las logias como institución pedagógica. Ramírez propone ahondar en el desarrollo de las posibilidades que ofrecen las TICs en la difusión de los valores patrimoniales del cementerio. Cabe destacar aquí el trabajo de F. Javier Rodríguez Barberán que con el título «De libro y tumbas. Reflexiones en torno a los estudios sobre cementerios y arte funerario contemporáneo» realiza un excelente estado de la cuestión sobre las publicaciones, proyectos e investigaciones universitarias realizadas y las necesidades planteadas en este ámbito. Concretamente promueve establecer criterios unificados de actuación y tutela; la preponderancia del dominio de las investigaciones de carácter general para ir incidiendo en lo particular; y la implementación de políticas activas en materia de patrimonio en las que se deben dar la mano agentes públicos, privados e intereses culturales y económicos.

Encontramos problemas actuales comunes a los cementerios a nivel mundial. Por ejemplo, el cambio de percepción ante la muerte; la ideología con respecto a la incineración, el interés por su mantenimiento o por la plusvalía de sus suelos. Destaca la presencia de diferentes puntos de vista acerca de las nuevas percepciones sobre el cementerio no como espacio de muerte, desgarro y mística, sino como espacio de estudio, conocimiento, o recurso turístico con, en el caso de los cementerios contemporáneos, un alto grado de funcionalidad, burocracia y poca vida.

Todos los capítulos se dotan de un interesante aparato gráfico que ayuda a su comprensión. Por ejemplo, el capítulo de Romero y Rodríguez Socorro permite comprender las ideas presentadas por escrito a un golpe de vista o las tablas del capítulo de Ramírez que exponen el número de reseñas en Googlemaps frente a Trip Advisor presentando espacios ya estudiados en otros capítulos como los cementerios de Comillas o el Inglés de Málaga. Las fotografías, en blanco y negro, si bien presentan una buena resolución y realzan los detalles formales y el carácter escultórico del mármol no nos permiten acercarnos a algunas cuestiones interesantes como la importancia del jardín en los cementerios ingleses de Málaga o Montevideo o interpretar mapas como los de Romero y Rodríguez.

El compendio de capítulos está escrito con claridad, rotundidad y repleto de profundas argumentaciones. Únicamente se detectan leves problemas de imprenta que consideramos devienen de su extensión. En definitiva, atendiendo a la premisa de Bermejo, consideramos que es necesario que como seres humanos leamos este tipo de obras que aluden al inexorable paso del tiempo y a muchos de los lectores, tal y como señalaba Margaret Thomes al visitar el cementerio inglés de Málaga y como recoge Marchant, nos harán amar la muerte.

Julia García González

Universidad de Málaga

1. STONE, Philip (2006), «A Dark Tourism Spectrum: towards a typology of death and macabre related tourist sites, attractions and exhibitions», Tourism: An Interdisciplinary International Journal, 54, pp. 145-160. URL:< http://works.bepress.com/philip_stone/4/>